
La historia no avisa cuando está a punto de repetirse. Solo aparece, se acomoda en el centro del campo y espera el pitido inicial. España y Francia volverán a encontrarse en la Nations League como quien reanuda una vieja conversación interrumpida por los años, los títulos y alguna que otra humillación. No hay promesas en juego, tampoco cuentas pendientes con nombre propio. Lo que hay es algo más sutil: el peso de que en los últimos veinte partidos no han logrado despegarse el uno del otro. Nueve victorias para España. Ocho para Francia. Tres empates que no cerraron ninguna herida. El último capítulo, escrito en semifinales de la pasada Eurocopa, se resolvió con un 2-1 para España. No fue un milagro ni una sorpresa. Fue un partido bien jugado, como si por una vez alguien hubiera entendido que el fútbol se gana cuando se juega, no cuando se sobrevive.
El partido en Stuttgart no se juega contra la historia, sino con ella. Hay precedentes para todos los gustos: la final de la Nations League 2021 donde Francia remontó con esa elegancia distante que les sale cuando el guion les favorece; la Eurocopa 2012, cuando España todavía era España, y Xabi Alonso les envió a casa con dos goles; o el Mundial 2006, cuando Zidane fue Zidane, y nosotros fuimos lo de siempre. Pero esta España de ahora no lleva a Raúl en el campo ni a Del Bosque en el banquillo. Lleva a un chaval que no ha terminado el bachillerato, pero dribla como si lo hubiese inventado. Lamine Yamal es lo suficientemente joven como para no recordar el gol de Mbappé en 2021. Y eso, en el fondo, es una suerte. También está Nico Williams, que corre con la fe de quien aún no ha aprendido a desconfiar. De la Fuente ha montado una selección a medio camino entre la nostalgia del toque y la necesidad del impacto, con más vértigo que pase horizontal. Puede que no gane siempre, pero al menos da la sensación de querer jugar.
Las casas de apuestas han afinado su oído. En JOKERBET.es, en este momento España se paga a 2.40, Francia a 3.00, y el empate –ese tedio con nombre de resultado– a 3.14. Las cifras han dado un paso hacia el vértigo. El modelo ya no ve igualdad sin poesía, sino una balanza inclinada, apenas, hacia el lado español. Y eso, en partidos así, no significa absolutamente nada. Detrás de esas cuotas no hay predicciones, sino rumores con traje de estadística. Se sospecha que habrá más de 2.5 goles, lo que viene a ser decir que habrá errores, prisas, fuego en las áreas. No hay mejor manera de predecir un caos que sugerir que se marcarán al menos tres goles. La lógica del algoritmo ha intuido que, entre tanta juventud irreverente y tanta experiencia malhumorada, el marcador podría moverse más de lo habitual. Puede ser. Pero también puede que todo se resuelva con un cabezazo en el 83 y una defensa numantina después.
Los técnicos no lo dirán, pero saben que no hay mañana. Lo saben Fabián y Camavinga, Laporte y Koundé. Lo sabe Griezmann, que ahora parece jugar con la mirada perdida de quien ha entendido que la plenitud fue hace dos torneos. Y lo sabe Rodri, que ha aprendido a mandar sin levantar la voz, como se manda en los vestuarios donde se respetan más las botas limpias que los tatuajes. España llega como quien ha vuelto a casa tras un largo viaje: con el alma cansada pero con el acento recuperado. Francia llega como quien nunca se fue, pero a veces no recuerda bien por qué está aquí. Una juega como si cada partido fuera una confirmación. La otra, como si bastara con presentarse.
En Stuttgart se cruzarán muchas cosas. Un torneo que aún busca legitimidad. Dos selecciones que han compartido glorias y pesadillas. Un puñado de promesas y algunas certezas. Se cruzarán también las cifras, que dirán que gana España; las apuestas en JOKERBET.es y el instinto, que dirá que Francia siempre tiene un gol escondido. Y entre tanto cruce, un partido que –como todos los partidos que importan– no se puede explicar antes, ni después. Solo durante. Así que sí, habrá un nuevo episodio. Será un buen partido o no lo será, pero será lo suficientemente intenso como para recordarnos por qué seguimos viendo fútbol cuando ya lo hemos visto todo. España y Francia se enfrentan con la historia a cuestas y las apuestas abiertas. Lo demás es lo de siempre: un balón, veintidós tipos, y la sensación de que algo irrepetible puede pasar justo ahora. O no.
Resulta agotador tantísimo fútbol, la verdad. Es una de las comidas de tarro más agobiantes que existen aunque en fin, es algo que sabemos casi todos desde hace mucho. Lo que pasa es que si hay que caer en alguna evasión de la realidad, considero que es mucho mejor entregarse al sexo desenfrenado que no a estos jueguecitos ridículos.