
Desde muy temprana edad aborrecí alimentarme de animales, y sé que llegará el día en que los seres humanos se opondrán a la matanza de los animales como ahora reprueban la matanza de sus congéneres.
(Leonardo da Vinci)
Nada beneficiará la salud humana ni incrementará nuestra oportunidad de sobrevivir a la vida en la Tierra más que la evolución hacia una dieta vegetariana.
(Albert Einstein)
Las pulsiones básicas de todos los animales, incluidos los humanos, son el hambre, la libido y el miedo, por lo que tendemos a considerar naturales nuestros hábitos alimentarios, amorosos y defensivos, internalizados desde la más tierna infancia, y no solo es muy difícil modificarlos, sino tan siquiera analizarlos con un mínimo de objetividad. Si nada ni nadie las contiene, las tres pulsiones buscan satisfacción plena e inmediata: comer hasta saciarse sin importar la forma de obtener el alimento, descargar la tensión sexual con o sin el consentimiento del objeto de deseo, eliminar las amenazas —reales o imaginarias— o huir de ellas sin reparar en los medios ni tener en cuenta las consecuencias. Pero, al vivir en sociedad, hemos de regular nuestros impulsos en función de los intereses ajenos, ya sea por respeto a los demás o por temor a las consecuencias que conllevaría no hacerlo: la ética y la ley son los «moderadores nucleares» que atenúan las reacciones en cadena y evitan (aunque no siempre) las explosiones sociales.
La ética es una burbuja egocéntrica que crece —cuando lo hace— a saltos a la vez cuantitativos y cualitativos, tanto a nivel individual como colectivo. Los bebés viven en una cápsula de egotismo absoluto hasta que empiezan a relacionarse conscientemente con la madre y otros parientes o allegados. La familia es —o suele ser— la célula de la afectividad y de la moral, es decir, de la conducta que reconoce, valora y respeta la identidad ajena, además de la propia; o junto con la propia, más bien, pues son inseparables. Y la integración/interacción de células familiares que constituye el organismo social genera una burbuja ética más amplia, que durante mucho tiempo solo abarcaba —y no siempre ni del todo— a la tribu o la nación, es decir, a un grupo más o menos amplio unido por una misma lengua, cultura y apariencia física. En una palabra: los «semejantes».
Por otra parte, el desarrollo de la burbuja ética no solo es extensivo, sino también intensivo. Cuando Sócrates dice que el mal es un error y que es mejor sufrir una injusticia que cometerla, introduce en el pensamiento occidental un principio —un valor— ético de vanguardia, en el doble sentido de adelantado a su tiempo y de avanzadilla que abre el camino a seguir (y también en un tercer sentido menos conocido del término «vanguardia»: el de lugar donde se inicia la construcción de un puente). Fue probablemente esta idea revolucionaria la que llevó a los reaccionarios de su tiempo a acusar a Sócrates de corromper a la juventud. Una idea que se remonta, al menos, al siglo VI antes de nuestra era, pues ya la encontramos en la noción budista de amor compasivo, que seguramente influyó en Sócrates. Y en Platón, cuando dijo: «Quien busca el bien ajeno encuentra el propio», máxima que Jesús convertiría en «Ama a tu prójimo como a ti mismo».
«Tu prójimo» significa «tu semejante», pero procede de proximus (más cercano), y la cercanía es un concepto relativo. Históricamente, diversos colectivos han sido excluidos total o parcialmente de la burbuja ética social: los extranjeros, los no correligionarios, los de distinta etnia… Y otros —como las mujeres en casi todas las sociedades conocidas— han sido relegados a un lugar secundario por las élites dominantes (fundamentalmente masculinas). Lo que equivale a decir que el concepto de semejante es impreciso y manipulable, sobre todo por quienes detentan el poder.
La evolución ética de la humanidad ha sido lenta y dificultosa, en contraste con su rápida evolución intelectual y material. Solo en fecha tan reciente como 1948 nos dotamos de una Declaración Universal de los Derechos Humanos ampliamente consensuada, aunque lejos aún de ser vinculante (treinta años después lo sería en teoría, pero sigue sin serlo en la práctica). Y los menos jóvenes hemos conocido tiempos en que la homosexualidad era un delito (aún lo es en algunos países) y las mujeres eran ciudadanos de segunda (aún lo son de iure en algunos países y de facto en todos).
En los hitos de este largo y accidentado camino encontramos vanguardias éticas y morales —ideológicas y conductuales— encabezando la lucha por la transformación radical de la sociedad. Y como ocurre con las vanguardias artísticas y literarias, las vanguardias éticas se nutren de las mejores ideas y los logros precedentes. Así, el cristianismo, vanguardia ética de la Antigüedad en el mundo romanizado, se nutre del budismo, directamente o por mediación de Sócrates y Platón, cuyo pensamiento también está en la base del comunismo y de la noción de lucha de clases, la vanguardia ética del siglo XIX («En todas las ciudades, grandes y pequeñas, hay dos bandos en guerra permanente, los ricos y los pobres», advierte Platón dos mil años antes que Marx). Y en el discurso emancipador de la vanguardia ética del siglo XX, el feminismo, resuenan las palabras de Engels en El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado, cuando dice que la primera explotación y base de todas las demás es la explotación de la mujer por el hombre.
Cuando, a principios del siglo XX, la teoría de la relatividad alteró para siempre nuestra concepción del espacio y el tiempo, los consabidos sensacionalistas proclamaron que Einstein había acabado con la física de Galileo y Newton. Nada más falso: como dijo James Blish (autor del clásico de la ciencia ficción Un caso de conciencia), Einstein se tragó vivo a Newton, acertada metáfora que expresa con vigor la idea de que la relatividad incorpora la física clásica a un sistema más amplio como forma orgánica de superar sus limitaciones. Análogamente, las vanguardias éticas se nutren de los aciertos del pasado: se los tragan vivos, asimilan todo lo aprovechable y eliminan los residuos.
La lucha por los derechos de las mujeres no cuestiona ni debilita la fundamental lucha obrera, como alegan algunos marxistas esclerotizados, sino que la complementa. Porque la noción de lucha de clases es insuficiente si no se tiene en cuenta otra lucha milenaria tanto o más importante, que es la lucha de géneros; una lucha que hasta la segunda mitad del siglo XX no alcanzó plena visibilidad y conquistas sustanciales gracias al feminismo, la gran fuerza transformadora de nuestro tiempo. Y, siguiendo (nominalmente) con la escala taxonómica, tampoco se puede olvidar la lucha de especies, aún más asimétrica que las anteriores. Si, a lo largo de la historia, los ricos no han tenido grandes dificultades para someter a los pobres y el patriarcado se ha impuesto en casi todas las sociedades conocidas, hace varios milenios que el dominio de los humanos sobre las demás especies es prácticamente absoluto. Y, como nos recuerda el tío de Spider-Man, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Una responsabilidad que un minoritario pero pujante sector de la humanidad empieza a asumir con todas sus consecuencias, hasta el punto de que lo que el feminismo fue para el siglo XX podría —debería— serlo el veganismo para el XXI. Porque la actual transición sociocultural de la humanidad requiere, como las revoluciones científicas, un cambio de paradigma. Un cambio de paradigma ético que pasa por ampliar y profundizar el concepto de «semejante» y por extender el manto de la compasión sobre todos los seres que sienten y padecen.










Carlo, gracias por otro artículo tuyo. Y sin ánimo de incomodar:
¿Biológicamente, el ser humano puede prescindir de los nutrientes que tienen las carnes animales sin poner en riesgo su salud?
¿No se han visto casos en los cuales el veganismo extremo lleva a la muerte?
Saludos.
No incomodas en absoluto, sino todo lo contrario: es importante hablar de esto y disipar todas las dudas. No hay «proteínas cárnicas»: hay 9 aminoácidos esenciales y son los mismos en todos los alimentos que los contienen; lo que ocurre es que en la carne están los 9, mientras que hay muy pocos alimentos vegetales que, como la quinoa, los contengan todos, y por eso hay que mezclar legumbres y cereales, que se complementan. Una dieta vegetal irracional (alguien que comiera solo fruta y verdura, por ejemplo) que no tuviera esto en cuenta podría llevar a la muerte, sí. Pero es muy fácil llevar una dieta vegetal equilibrada; yo mismo lo hago desde niño y a los 80 años sigo gozando de una excelente salud.
You don’t know, Mr. Frabetti, how grateful I am for your inspired article. Thank you! Thank you from the bottom of my heart!
Thank you to you, my friend!
totalmente en desacuerdo, imposible entenderse, descarto ironía
«El horror, el horror» El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad
Buen escrito, Carlo. Como carnívoro avergonzado que soy he observado que cuando prescindo de carnes un par de días salgo a la calle y podría morder a un bebé. Pero sorprendentemente mi adicción está más vinculada a las grasas que a la carne en sí y más sorprendente aún, al olor antes que al sabor. Un filete a la plancha no me dice nada pero un asado chorreante de grasas me pone casi cachondo. Tengo la tentación de culpar a Uderzo, el gran dibujante de los festines con que terminaban las aventuras de Astérix, que devoraba en mi infancia.
Aún así, no dejo de preguntarme porqué si la dieta carnívora es tan perjudicial, la adoptaron nuestros ancestros y aparentemente ha tenido tanto éxito haciéndonos más altos, fuertes y resistentes. Y también más agresivos y tal vez más inteligentes. Saludos!
El carnivorismo y el canibalismo fueron fundamentales para la supervivencia y el desarrollo de nuestros ancestros. La carne, como alimento, tiene varias ventajas: está disponible en situaciones ambientales extremas (glaciaciones, sequías), contiene todos los aminoácidos y minerales que necesitamos (aunque no las vitaminas) y un alto porcentaje de grasas de gran contenido calórico. En algún momento, en Atapuerca sobrevivieron comiendo niños (de otras tribus, es de suponer), y algunos cuentos tradicionales, como el de Pulgarcito, remiten a esa práctica. Por eso la carne grasienta y los alimentos que mezclan grasas y azúcares (pasteles, helados) nos resultan tan atractivos: son ideales para cubrir las necesidades y acumular reservas cuando no hay a mano alimentos variados. Pero esa ya no es nuestra situación, sino más bien la contraria: seguimos acumulando reservas cuando ya no lo necesitamos y la obesidad se ha convertido en una de las grandes plagas de nuestro tiempo. Así que lo de «podría morder a un bebé» no es una mera boutade. Y hay razones de peso -y no solo éticas- para abstenerse de hacerlo.
Desde el siglo XX y todavía el consumo de carne mundial ha aumentado drásticamente. Por eso España produce tanto cerdo, para vendérselos a los chinos. Los indios son mayormente vegetarianos y por eso usan tantas especias, para que la comida les sepa a algo.
Soy de los que en Semana Santa le echa doble de pimentón a las lentejas para que parezca que llevan chorizo. Cada uno que coma lo que quiera según su conciencia y bolsillo. Me parece muy bien que cada vez haya más veganos y vegetarianos y sea más fácil en España encontrar locales que te ofrezcan la opción de comer lo que se quiere.
La mayoría de la gente no come lo que quiere según su conciencia, sino en función de unos hábitos -y unos prejuicios- adquiridos en un determinado contexto socioeconómico y cultural. Y hay poderosos intereses económicos que nos inducen a fumar, a beber alcohol y a comer carne, con desastrosas consecuencias medioambientales y sanitarias. Se ha avanzado bastante en la batalla contra el tabaquismo (en mi juventud un hombre que no fumara era sospechoso de escasa virilidad), pero, por lo demás, la situación sigue siendo muy preocupante. Hace poco oí a un agricultor catalán decir, aludiendo a las ingentes cantidades de purines que infestan los acuíferos: «Los chinos se llevan la carne de nuestros cerdos y nosotros nos quedamos su mierda». Aun sin entrar en la cuestión de los derechos de los animales no humanos, la cuestión es extremadamente grave.
Soy vegetariano (no radical) pero siempre me parecen contraproducentes los sermones desde la comunidad a los que comen sin sentir remordimientos.
Creo que es mejor luchar contra procesos realmente dañinos y crueles, como la ganadería intensiva, que aleccionar sobre como debe comportarse cada uno en relación a la alimentación.
Personalmente me parece más ético cazar un conejo en el campo, despellejarlo, guisarlo y comerlo que ir a un Mcdonalds. Puedo degustar jamón ibérico pero no un pollo industrial que ha vivido, como otros cientos de miles, una vida corta e insufrible.
Pero son mis decisiones personales en base a mi sensibilidad y reflexión, y prefiero no censurar ni sermonear a quienes tienen otras porque parecen afán de aparentar virtud y, en mi experiencia, producen rechazo y antipatía.
A veces me invita a comer gente que no me conoce y, si no me preguntan, como lo que me pongan, por educación y por respeto a quien tiene otros valores. No creo que haya que hacer del veganismo una religión, y del comer carne un pecado.
Es curioso que, siempre que he comentado en público que prácticamente nunca como carne, muchos de los que me han escuchado comienzan a justificarse, a buscar razonamientos para ser carnívoros, como si se sintieran juzgados y reprendidos, cuando en realidad yo solo comento esto porque ha salido en la conversación pero sin ánimo de abrir un debate o ju Agar a nadie, porque es esa clase de decisiones que se toman por un impulso íntimo y personal. No me parece que sea algo más natural (los animales se devoran unos a otros) aunque sí que creo que llegará un momento en que los seres humanos estaremos tan desligados de ciertos instintos animales que abandonaremos mayoritariamente el consumo de carne y pescado.
Amén.
Yo también creo que se hace demasiado hincapié, interesado, a qué nos sintamos culpables como individuos, como si los grandes cambios se pudieran hacer con el cambio de actitud individual uno a uno, cuando realmente somos seres gregarios y estamos a expensas de necesidades economicas. Me pasa en este caso de la alimentación y también con lo que llamamos huella de carbono, cuestión de marketing para que todo quede en una cuestión de responsabilidad individual y no incidir en, por ejemplo, esas ganaderías intensivas o en esas compañías petrolíferas.
No creo que sea esa la tendencia, en relación con el carnivorismo. Todas las denuncias serias acusan a las multinacionales, y no conozco ninguna en la que se ataque a los pastores, los pequeños ganaderos o los consumidores. Sería como atacar a las estanqueras o a los fumadores en una campaña contra el tabaco. Esa tendencia a desviar la responsabilidad hacia el terreno individual la veo más en relación con, por ejemplo, el reciclaje.
Quienes hemos conocido la negación sistemática -sistémica- de los efectos del tabaco, tenemos claro lo importante que es denunciar -que no es lo mismo que sermonear- otras negaciones fomentadas por poderosísimos intereses económicos y políticos, que son básicamente tres: la negación de la violencia de clase, la de género y la de especie. No se trata de criminalizar a los que comen carne, como no se trata de criminalizar a los que van en coche cuando se habla de la proliferación de vehículos privados y sus consecuencias medioambientales, sino de denunciar la ideología subyacente.
No te veo como sermoneador, sino como polemista. El sermón lo dejamos para el que no admite oposición a su dogma. Pero el que pone en evidencia el elefante en la habitación que todos prefieren obviar ése merece respeto,y tal como está el patio, mucho ánimo.
Gracias, Arryn. De eso se trata, de polemizar con buen ánimo y buena voluntad. Y tengo la suerte de tener acceso a un foro y unas/os lectoras/es que me lo facilitan.
La verdad es que no sé como se ha llegado a considerar que comer carne o vegetales es un problema ético y moral. La moral es un conjunto de normas o criterios relativos a las relaciones humanas y no a las relaciones de la especie humana con la naturaleza, ni a la relación con la física o cualquier otro asunto que no implique relaciones humanas. No hay relación humana alguna implicada en el hecho de comer cereales, comer huevos, beber leche (animal) o vino (vegetal) o comer un conejo. Por esto, proponer ser veganos basándose en consideraciones éticas o morales es un dislate.
Carlo, ¿no te das cuenta de que lo que dices no sólo no es vanguardia sino retroceso al mundo de los dogmáticos morales irracionales míticos y antiguos que, como los de la biblia, alegaban que no hay que comer cerdo porque es pecado? ¿Cómo se llega a la formulación de que comer carne no es ético y que ese criterio moral es universal para todos los hombres y culturas? Y si resulta que en realidad sólo es tu criterio personal moral, pero que no pretende ser general ni universal… ¿no resulta entonces que ya no es un criterio moral de ninguna clase pues es igual de ético comer carne como no comerla… ?
Proponer que todos seamos veganos, que los miles de millones de habitantes que ocupamos el planeta se alimenten sólo de vegetales, es una de esas ideas que Isaiah Berlin consideraba más peligrosas por utópicas, que nos anuncia el paraíso en la tierra, en el que todos somos buena gente, pues no tenemos construido un sistema de producción y distribución de alimentos veganos para toda la población, y es discutible que se consiguiese eliminar el hambre y conseguir una dieta equilibrada para toda la población.
Dejar caer, como quien no quiere la cosa, que comemos carne porque hay poderosos intereses económicos del capitalismo tiene muy mala fé, pues se come carne en todas partes y en todos los tiempos y culturas, de manera que no está ligado lo uno con el capitalismo. Lo mismo valdría para comer cereales, ya que las poderosas compañías americanas se ocupan de imponernos ese alimento. ¿Qué comeríamos entonces? Qué manía de acusar a la economía organizada por sociedades de capital privado como el demonio de todos los males.
Y by the way, los derechos humanos NO son ni de lejos principios morales, sino formulaciones políticas
que nacieron en la ilustración para restringir a los reyes absolutos y se expandieron en el siglo XX para luchar contra los estados totalitarios y autoritarios. El mayor enemigo de la libertad, de la vida humana y del bienestar, incluida su alimentación, es el Estado y no el «sistema» capitalista que quiere vd transformar. Tome nota de que en la pandemia el Estado resultó fallido y comimos y tuvimos energía gracias a las empresas privadas, y tuvimos medicinas gracias a las empresas privadas. Por tanto, no se puede formular ningún derecho humano a no comer carne, ni por supuesto formular derechos fundamentales de los seres vivos.
Y si nos ubicamos bien en el problema, entonces podemos estar de acuerdo en que sería mejor evitar tratar a los seres vivos con dureza innecesaria, cuidar en lo posible el entorno natural para que sea sostenible, y un sin fin de buenísimas intenciones en las que podríamos estar de acuerdo.
Pero no en que sea bueno dejar de comer carne y que sea malo comerla….
¿En el huevo frito, el cocido o el jamón de pata negra no hay relaciones humanas? ¿Nunca te has preguntado cómo llegan esos productos tu boca, es más, cómo llegar cualquier «producto» a la estantería del supermercado?
La conciencia no es privativa de la especie humana, ni la capacidad de sentir dolor o sufrímiento. Es menester que lo entendamos y actuemos en consecuencia.
El liberalismo, en su formulación más antigua, proponía liberar al ser humano de cualquier imposición y criterio arbitrario, ya fueran reyes o señores geudales. El Mercado se comporta igual de tiránico que un estado totalitario, y encima te hace creer que eres libre, de aceptarlo o de morirte de hambre. Sí tienes medios, tienes libertad, pero si no no tienes ninguna.
Arryn, no se enfade conmigo pero lo que ha dejado escrito es incomprensible para mí. Cuando se construye una casa hay un grupo de seres humanos que cooperan para construirla, y cuando se produce, se distribuye y se vende alimento, hay un grupo humano que coopera para conseguir eso, pero no estamos discutiendo eso, sino que estamos discutiendo si comer carne es ético o no, si es bueno moral o no, y yo digo con convicción que no es un problema moral, porque cuando como un huevo frito y unas lonchas de jamón no me estoy relacionando con los que construyeron la casa en la que estoy comiendo ni con los productores del cerdo ni con los camioneros que lo llevaron hasta el mercado, ni con los tenderos que me lo vendieron. Me estoy relacionando con mismo mismo, alimentándome, y como mucho estoy teniendo una relación con la naturaleza y con seres vivos con los que me alimento. Pero los animales no son personas y no puedo tener relaciones éticas ni morales con ellos.
Pero como soy buena persona, y no un desalmado asesino y torturador de vacas, conejos, salmones y gallinas, cuando me alimento de un animal soy muy consciente de que yo también soy animal, y como hacían los aborígenes australianos, agradezco a la naturaleza que me haya dado alimento, pero me lo como igualmente, como esos animales se comen también a otros animales y seres vivos, ya que esto es lo que somos todos. Por eso apoyo que se de el mayor bienestar posible a los animales.
Y lo que decimos de los animales debe ser dicho también de los vegetales, pues no veo que haya diferencia alguna cualitativa.
Respecto de la conciencia animal, sólo algunos mamíferos superiores tienen una conciencia limitada, pero los herbívoros y las aves, y no digamos los peces, no tienen ni de lejos algo que se acerque realmente a lo que llamamos conciencia los seres humanos. Todos viven un presente eterno y son incapaces de tener conciencia de la muerte. Y cuando se encuentran en peligro inmediato reaccionan de manera automática, sin conciencia alguna, porque su configuración genética les hace conducirse así (escondiéndose, estando quieto, huyendo, luchando).
Atribuir conciencia como la humana a los animales es un error típico de antropomorfismo. Si los leones tuviesen dioses tendrían forma de león….
Símplemente me sorprendió su afirmación, que he leido rotunda (culpa mía) de que no hay relaciones humanas en los alimentos que tomamos. Yo creo que sí las hay, y que este sistema las oculta muy bien. Me explico, antes para comer carne la cazabas, o la pescabas, o la criabas, o la comprabas en un mercado a un ganadero, o un carnicero. Hoy no, al animal, un ser vivo, se le trata como un objeto para rentabilizarlo. Nacen en muchos casos para ser cebados, hacinados y enjaulados en una no-vida. El tratamiento industrial y la vida no se llevan bien, hay mucho horror en esa alienación que nos impide verlos como seres vivos y no como objetos. Éso si me parece la base de un planteamiento ético, compasivo con otros seres que no tienen porque ser únicamente humanos.
Hay historias muy curiosas de animales escapando de jaulas de laboratorio o rampas del matadero, incluso de animales ayudando a otros de su misma o distinta especie a escapar. Sarat Colling recoge muchos testimonios en su ensayo «Insurreción Animal» de 2021.
«El problema debería ser planteado de la siguiente manera: nos guste o no, la primera buena intención que debería dominar todas las demás es conseguir que los miles de millones de seres humanos que viven puedan comer y no tengan hambre. Además, deseamos conseguir que la alimentación de todos y cada uno de esos miles de millones sea saludable y equilibrada. Además, hay que conseguir que la producción de alimentos sea sostenible y no destruya».
Pues estamos básicamente de acuerdo. Y si te documentas un poco (hay abundante información en la red y en las plataformas) verás que el consumo de carne va en contra de todos y cada uno de esos objetivos. El carnivorismo es nefasto desde el punto de vista ecológico, económico y sanitario. Para que fuera sostenible, habría que reducirlo a una décima parte del actual.
«Y si nos ubicamos bien en el problema, entonces podemos estar de acuerdo en que sería mejor evitar tratar a los seres vivos con dureza innecesaria, cuidar en lo posible el entorno natural para que sea sostenible, y un sin fin de buenísimas intenciones en las que podríamos estar de acuerdo».
Si estamos de acuerdo en esas buenísimas intenciones, tendremos que estarlo también en que es mejor lo que apunta hacia su realización que aquello que lo impide, por lo que dejar de comer carne (y de fumar, y de abusar del vehículo privado, y de consumir en exceso…) es mejor que comerla. Lo que no significa criminalizar a quienes comen carne, ni a quienes fuman, ni a quienes van en coche…
Que pueda ser mejor no quiere que sea bueno en un sentido ético o moral, que es donde vd planteó la cuestión que es el centro de atención de mi crítica a su planteamiento.
Por lo demás, lo de que sea mejor dejar de comer carne en lugar de seguir comiéndola, me parece que es manifiestamente discutible. El problema debería ser planteado de la siguiente manera: nos guste o no, la primera buena intención que debería dominar todas las demás es conseguir que los miles de millones de seres humanos que viven puedan comer y no tengan hambre. Además, deseamos conseguir que la alimentación de todos y cada uno de esos miles de millones sea saludable y equilibrada. Además, hay que conseguir que la producción de alimentos sea sostenible y no destruya
de manera permanente los recursos (por ejemplo, desertizando la tierra con cultivos intensivos, después de haber talado todos los bosques, para que todos coman vegetales….). Además, si podemos reducir sufrimiento en los seres vivos, todavía mejor. esta es mi lista de buenas intenciones. No aparece dejar de comer carne porque no es una buena intención, sino una mala decisión supuestamente justificada como medio o instrumento para conseguir las otras buenas intenciones en las que estamos de acuerdo.
Sobre la desigualdad que hay en el mundo humano, en el que unos tienen en exceso y a otros les falta, eso no se resuelve dejando de comer carne. Sobre la industrialización insostenible de la alimentación, no se retrasará porque algunos dejen de comer carne.
Lamento tener que decir que no hay soluciones absolutistas para los problemas planteados. Es como decir que como algunos tienen sexo en exceso y a otros les falta, o que algunos abusan del sexo, o como hay un comercio criminal del sexo, lo mejor es dejar de tener sexo.
«El problema debería ser planteado de la siguiente manera: nos guste o no, la primera buena intención que debería dominar todas las demás es conseguir que los miles de millones de seres humanos que viven puedan comer y no tengan hambre. Además, deseamos conseguir que la alimentación de todos y cada uno de esos miles de millones sea saludable y equilibrada. Además, hay que conseguir que la producción de alimentos sea sostenible y no destruya».
Pues estamos básicamente de acuerdo. Y si te documentas un poco (en la red y en las plataformas hay abundante información con sólida base científica) verás que el carnivorismo se opone frontalmente a esas buenas intenciones que enumeras: es nefasto desde el punto de vista ecológico, económico y sanitario. Para que el consumo de carne fuera sostenible, habría que reducirlo a una décima parte de su volumen actual.
Es gratificante ver que poco a poco hay más personas que se cuestionan el hábito de consumir carne. Creo que lo más difícil para las personas que quieren llevar a cabo el cambio no es la falta de convencimiento, sino la presión de las mayorías, pues se percibe que esa decisión no solo supone un cambio individual, sino que influye en diversos entornos cercanos, habitualmente mayoritarios en la opción no vegetariana. Parece que esa minoría «intolerante» lo que hace es molestar al resto al salirse de lo habitual, aunque con el tiempo, se intercambiarán los papeles. Se hace necesario agradecer a las personas que habéis abierto (o ampliado) ese camino para que otras personas lo puedan seguir.
Gracias, SF. Vuelvo una vez más al revelador referente del tabaco: en mi juventud (además de considerarse poco viril no fumar), era frecuente que los fumadores se pusieran agresivos ante comentarios irónicos como: «¿Te molesta que coma mientras fumas?». Las minorías que cuestionan, aunque solo sea con su abstención, las conductas dominantes generan agresividad, sobre todo cuando inciden en sentimientos de culpa latentes. Y alguien que haya acariciado a un perro o un gato no puede mirar a una vaca a los ojos y ver comida sin sentir que algo no cuadra.
El tabaco me resulta muy molesto: el humo que te hacen respirar, las innumerables colillas que se encuentran por el suelo en cualquier sitio, ver a muchos conductores que las siguen tirando a la carretera tras bajar la ventanilla…
Respecto a esos sentimientos de culpa latentes, recuerdo una ocasión en la que comenté en una comida de grupo de amigos que me parecía que la mayoría de personas fumadoras probablemente tenía una capacidad de comprensión bastante limitada, pues no eran capaces de captar los mensajes que aparecen en las cajetillas. Y no solo eso, sino que añadí diversos comentarios en esa línea (algunos de ellos más hirientes), pues estaba de mal humor porque unos minutos atrás les estaba llegando el humo de diversos fumadores del grupo a todos los niños que estaban en esa misma mesa y, claramente, les molestaba, aunque los fumadores, o no lo veían, o no le daban ninguna importancia. Lo más curioso es que puse muy nervioso a uno de ellos, y para tranquilizarse tuvo que ir a fumarse otro cigarro, eso sí, muy alejado de la mesa, asegurándose de que el humo que generaba no nos llegaba. Desde entonces, las veces que he coincidido con él, lo tiene en cuenta (de hecho, no lo he visto fumando) y creo que agradece que alguien se lo hiciera ver.
Me apunto la de «¿te molesta que coma mientras fumas?», pues me parece menos agresiva y probablemente tenga el mismo impacto.
Aqui viene ya faltando un comentario sobre el tema de nuestro cobalorador «El filete era mio». Digo.
Creo que me estoy perdiendo algo…
Es que mi comentario es solo para iniciados y gente que lleva por aquí mucho tiempo comiendo bistecs, useáse, beef steaks…
Si te documentas un poco, Marvin Harris en «bueno para comer» te cuenta la intima relación que tiene la especie humana con la carne. Y si lees un poco de historia sabrías que el canibalismo se explica porque necesitamos comer carne, y si te documentas sobre el estado de la alimentación en el planeta sabrás que vivimos en un mundo con un equilibrio alimentario tan delicado que si Putin ataca Ucrania, se genera hambre en Sudán, todo lo cual se puede resumir con el famoso dicho popular
con las cosas de comer no se juega.
Carlo, no te entiendo en absoluto. Primero dices que hay que dejar de comer carne porque es la vanguardia de la ética y la moral, y después porque hay científicos que dicen que es una de las acciones que hay que seguir para que la humanidad se alimente de manera sostenible y equilibrada. Ambas afirmaciones son erróneas y equivocadas. Y te digo porque me preocupa todo esto….
Porque el Ministro de Consumo comunista español propuso dejar de comer carne…es decir, que quería que el Estado llevase a cabo una política destinada a cambiar la dieta de la población española. Y los colectivos ecologistas antisistema defienden el cierre de las granjas ganaderas que no sean pequeños talleres artesanos.
o sea que nada de este debate es inocente. Lo que dices se parece muchísimo a una justificación de una posición política y una ideología errónea y peligrosa que además justifica que el Estado intervenga en el bienestar de la población. Como cuando Stalin colectivizó las granjas agrícolas y ganaderas….
Claro que por otra parte, supongo que Jot Down no es una plataforma a disposición de activistas políticos encubiertos, no? porque si fuese así, tendría que darme de baja….de manera que me quedaré con la ingenua creencia de que cualquier parecido ha sido pura casualidad.
Ningún debate es «inocente», por supuesto, y todos somos activistas políticos desde el momento en que expresamos una opinión en un sentido o en otro. Algunos son activistas encubiertos, pero no es mi caso: hace muchos años que expreso claramente mis ideas políticas en muchos foros.
El ministro «comunista» sigue el consenso científico de la OMS que muestra la relación entre el consumo excesivo de carne roja y enfermedades. Ya pasó cuando el tabaco que se alzaron negacionistas de la vinculación con el cáncer. Pasa con la diabetes y el azucar. Pasó con el cambio climático y las petroleras. Cuando se señala el problema se niega y se pretende esconder. Creo que esto va más allá ser de derechas o de izquierdas, se trata del futuro y de exponer la verdad.
Arryn y Frabetti: ¿Por qué os molestáis en contestar a un terraplanista descerebrado incapaz de hilvanar tres frases seguidas y que compara a los ecologistas con Stalin? Cuesta creer que haya gente así entre los lectores de Jot Down.
Como he dicho más de una vez, considero que cualquier lector(a) que se tome la molestia de comentar mis artículos merece mi atención, por muy en desacuerdo que esté con sus argumentos. El diálogo no siempre funciona, pero creo que siempre hay que intentarlo.
El ministro comunista no propuso dejar de comer carne. Propuso reducir su consumo a las cantidades máximas recomendadas por la oms y que en España duplicamos.
Carlo, en el caso de huevos que está certificado que provienen de gallinas que no están confinadas en jaulas, ¿eso lo pones al mismo nivel de maltrato animal que el consumo de lácteos? Como te podrás imaginar, mi caso es el de alguien que transita hacia el vegetarianismo, que me cuesta mucho renunciar a ciertos alimentos y que intento regatear todo lo que puedo. En el caso de las gallinas me queda claro que son nuestras prisioneras, pero dadas ciertas condiciones me parece que no se lo pasan tan mal. Planteo este caso en particular porque me parece que el consumo de huevos sería un aporte muy interesante desde el punto de vista nutricional.
Si yo viviera en el campo, no tendría inconveniente en tener gallinas correteando libremente (Gandhi las tenía) y que voluntariamente se recogieran en un gallinero suministrado por mí, pues creo que serían todo lo felices que puede ser una gallina. Ahora bien, dudo mucho de que esas condiciones se den realmente, salvo en casos excepcionales. Por otra parte, los huevos, aunque muy nutritivos, son menos saludables que sus alternativas vegetales.