Sociedad

Ruta distópica por la España medio llena

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Fotografía: Noel Feans (CC BY 2.0)

Año 2051. Madrid capital llega hasta Seseña, la ciudad de Barcelona se extiende hasta Martorell y Sagunto es parte del centro de Valencia. Políticos, empresarios, sindicatos y ONG se preparan para celebrar un año más el Congreso Definitivo contra la Despoblación. Este año, en el que el encuentro se celebra bajo el lema «Banda ancha para el pueblo, esta vez sí que sí», el congreso se desarrolla a bordo de un tren solar que parte de la recién inaugurada estación de AVE de Badajoz como metáfora de que la población es una realidad en constante movimiento. 

Hay nervios. En unos meses hay elecciones autonómicas y comarcales, una realidad a la que se ha unido la inquietud de los más veteranos, que no saben de dónde ha salido la idea de conmemorar el XXX Congreso emitiendo durante el trayecto podcasts con intervenciones de aquellos años del boom, antes de 2020, cuando se celebraron decenas de encuentros dispersos con un objetivo común: frenar el éxodo rural, revertir la situación que había llevado a que más de cinco mil municipios de los ocho mil cien con que contaba España hubieran perdido población en una década, en un país en el que el noventa por ciento de las personas se concentraba ya en Madrid y en el litoral, es decir, en el treinta por ciento del territorio. 

Arranca el viaje. 

Primera parada: Festival del Contrabando

La organización ha pensado que el mejor modo de romper el hielo es empezar la ruta parando en Sanlúcar de Guadiana (Huelva), que saluda desde su orilla del río a los vecinos portugueses de Alcoutim, con la que ha logrado recrear una versión para todos los públicos de un futuro merecedor de ser obra de Houellebecq. Una Europa que ya no hace historia, sino que recrea la que tuvo en el pasado para atraer turistas. En 2051, el Viejo Continente se ha convertido en un parque temático de lo que fue para regocijo de viajeros procedentes de los nuevos imperios económicos. 

En los auriculares de los congresistas suena una conversación de otoño de 2018 con José María Pérez Díaz, entonces alcalde de Sanlúcar, entrevistado para una revista editada todavía en papel y en blanco y negro. La charla pretendía indagar en la fórmula que había hecho que ese municipio concreto pasase de 392 habitantes a 431 entre 1996 y 2016 mientras en esos mismos años las poblaciones vecinas de Cabezas Rubias, Villanueva de las Cruces o El Granado perdían población a ojos vista y envejecían hasta alcanzar una media de edad en el entorno de los cincuenta años. 

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Fotografía: Noel Feans (CC BY 2.0)

«Nuestro municipio tiene el río Guadiana, que no lo tiene ningún pueblo de alrededor. Es un río navegable, con una entrada importante de barcos, actividades náuticas. Hay personas jóvenes que se desplazan a trabajar en el campo en las fincas de los pueblos colindantes pero la actividad en auge, por la que apostamos para el futuro, es el turismo».

Aparece en pantalla una imagen también de 2018 de Marcos Garcés, entonces responsable nacional del Área de Jóvenes de la asociación agrícola y ganadera COAG. Parece que contestase al alcalde de Sanlúcar, pero habla muy lejos, desde Bañón, su pueblo de 157 habitantes perteneciente a la comarca de Calamocha, en Teruel.

«Yo vivo en una de las zonas más despobladas de España. En el pueblo de al lado, El Villarejo, viven dos personas; en Cosa, unas veinte (el INE recoge 55 en el padrón de 2017), y en Alpeñés, veintitrés, la mayoría ya jubilados. En diez años van a desaparecer. Nos estamos cansando de estudios, informes, veinte puntos, treinta puntos, para nada. No se ha hecho un análisis bueno aún. No podemos vivir todos del turismo. Mi zona es la más fea de Teruel. Aquí tienes que apostar por la agroindustria, por el cerdo con denominación de origen, agricultura de calidad. En vez de eso, vienen con proyectos rarísimos. Hace unos años hicieron un pantano (el del Lechago) y de repente quisieron montar Jiloca al Agua, un centro recreativo acuático en una zona tirando a árida como es Teruel. ¿Cómo vas a traer aquí un astillero para motos de agua? Lo que hay que hacer es organizar un buen transporte que sirva a la gente del pueblo para bajar y subir a la cabecera de la comarca a hacer trámites, ir al médico, lo que sea. Mi pueblo no tiene escuela rural, pero tiene un autobús que recoge a las chicas y los chicos para llevarlos al colegio y al instituto. Mi abuela aprovecha ese transporte para bajar a Calamocha a comprar. Y hay que analizar las ayudas que se dan, porque no se puede dar lo mismo a quien necesita tierra o una vivienda en el medio rural». 

El audio se corta. Se ha hecho el silencio en el tren. Los congresistas miran por las ventanas y sonríen por lo bien que han quedado los pueblos reconstruidos, con mujeres y hombres que acuden cada día desde poblaciones más grandes vestidos de otra época y esperan a la puerta de cada casa asignada la llegada de un grupo de turistas. Posan junto a cestos de mimbre que no van a terminar nunca y tornos que hacen girar cuencos de barro solo para la foto. 

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Fotografía: Noel Feans (CC BY 2.0)

El congreso echa pie a tierra y llega hasta el puente flotante sobre el Guadiana que une cada año Sanlúcar con Alcoutim desde su inauguración con motivo del primer Festival del Contrabando. Aquel día de 2017 cayó alguna lágrima al abrirse la pasarela y recordar cómo ochenta años atrás, de noche, sin puente y sin alegría, se cruzaba de una dictadura a otra transportando algo de café, huevos, harina o patatas, y miedo en grandes cantidades. Al recordar cómo huían de los guardinhas portugueses y esquivaban a los del lado español, porque algunos tenían el tiro fácil y otros las manos muy largas cuando cogían a mujeres contrabandistas. Ahora aquel trasiego a oscuras, ilegal, de subsistencia se replica a la luz del día como reclamo turístico para el que viene de fuera. 

La clave de esta pata de la nueva economía rural de interior es encontrar el reclamo, un principio inventado hace mucho. El Festival de Teatro de Almagro, municipio castellanomanchego de Ciudad Real, fue uno de los que lideró el fenómeno. En 2051 lleva décadas sin una verdadera tarde de encaje de bolillos, de esas con cojín, charla y silla en la acera con el repique de fondo de las maderas bailando bajo los alfileres, pero la imagen de las mujeres disfrazadas no defrauda al visitante. Los molinos de Consuegra ya no guardan en su interior granos ni harina, sino tiendas de souvenirs, garitos de música y bares de tapas, y en Madriguera, en la zona de los pueblos rojos de Segovia, todas las casas lucen mejor restauradas que en ninguna de las épocas vividas, reconvertidas muchas en alojamientos rurales y la mayoría en residencias de fin de semana y verano. 

La teoría ha funcionado en puntos concretos, pero España está plagada de pueblos dispersos de pequeño tamaño que se vaciaron entre los años treinta y cuarenta del siglo XXI, grupos de casas que fueron haciendo grumo con la cabeza de comarca, donde se encontraban todos los servicios. Por mucho éxito turístico puntual que tenga, el motor económico principal de la zona del Andévalo, una tierra históricamente de secano, es en 2051 el regadío intensivo. A mediados del siglo XXI, son grandes empresas las propietarias de las plantaciones que beben en Huelva de la presa del Andévalo y de la mucho más antigua de la Chanza. El fenómeno cogió fuerza en realidad entre 2016 y 2018, cuando empezó a autorizarse la puesta en marcha de miles de hectáreas de regadío en esa zona y ayudas para la extensión de las infraestructuras necesarias. 

Segunda parada: la mina

El tren se detiene por un breve tiempo en Rodalquilar (Almería). Lo justo para que la guía acústica repase algunos párrafos del libro de Luis del Romero Renau Despoblación y abandono de la España rural. El imposible vencido (2018, Tirant Humanidades). La obra recorre la migración forzosa iniciada con la desposesión de los bienes comunales a las comunidades rurales de la era preindustrial. En España ese proceso se opera en el siglo XIX como parte de las desamortizaciones, especialmente con la de Madoz, ya que «con el pretexto de la enajenación de bienes propios, se desamortizó un gran número de bienes comunales». El ejemplo concreto lo puso el regeneracionista Joaquín Costa, jurista, político, economista e historiador de finales del XIX y principios del siglo XX, que describió cómo los encinares de los pueblos de las faldas de Guadarrama como Chapinería, cuyos habitantes vivían de la cría de cerdos alimentados del fruto comunal de la encina, desaparecieron con la desamortización condenando a los habitantes de la zona a la emigración. 

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Fotografía: Noel Feans (CC BY 2.0)

La minería moderna y la industrialización desde finales del XIX es considerada por Del Romero como un escalón más en esa «destrucción de las sociedades rurales tradicionales», con la creación de colonias que incluían en su perímetro todos los servicios ofrecidos a sus habitantes. 

El esquema fue repetido por industrias textiles y mineras. La peculiaridad del «ciclo minero es que acaba de modo tan brusco como empezó», explica Del Romero. Las colonias mineras de Sant Josep, La Consolació y Sant Corneli, al norte de la pequeña población de Cercs (Barcelona), en el margen derecho del río Llobregat, se crearon con viviendas de mala calidad construidas expresamente cerca de las minas por y para los mineros y sus familias, con los servicios comunes controlados por la empresa, desde el economato a las escuelas, pasando por los lavaderos públicos, el horno de pan y la cantina. Estas tres colonias, abocadas a su desaparición tras el cierre de la explotación en 1966, sumaban noventa y ocho habitantes en 2018, la mitad que veinte años antes. 

Algo muy similar sucedió en la Sierra de Cartagena-La Unión, donde incluso se pagaba en vales a los mineros para que comprasen bienes escasos en cantidad y calidad en las tiendas del empresario minero, y en algunos de cuyos poblados quedaban en 2018 solo unas pocas casas en régimen de alquiler que tras el fallecimiento de sus inquilinos fueron derruidas. 

Si las minas son ejemplos puntuales de población y despoblación brusca, fueron las crisis entre los años 1950 y 1970 las que provocaron el cambio más radical. Las migraciones internas hacia Madrid, Barcelona y Vizcaya propiciaron lo que Sergio del Molino llama «el Gran Trauma» en su libro La España vacía (Turner, 2016). «El país se urbanizó en un instante», explica, huyendo del paro y el hambre mientras los «constructores no daban abasto para levantar bloques de casas baratos en las periferias de las grandes ciudades, que se llenaron de chabolas». 

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Fotografía: Noel Feans (CC BY 2.0)

Tercera parada: Celtiberia, la Laponia del Sur

¿Qué tienen en común Guadalajara, Cuenca, Teruel, Soria, La Rioja, Burgos y el interior de Castellón y Valencia? Una densidad de población inferior a ocho habitantes por kilómetro cuadrado, tan reducida que solo hay otras dos regiones en Europa con una densidad tan baja: el norte de Suecia y Laponia, la zona ártica de Finlandia. Los límites de esta región oficiosa, definidos por «un grupo de profesores de la Universidad de Zaragoza» liderados por el catedrático Francisco Burillo Mozota, se establecieron con la convicción de que «los mitos y ritos de las poblaciones anteriores a la dominación romana se habían conservado en los montes de esas provincias gracias al aislamiento secular de sus regiones despobladas», explica Del Molino. La pretensión una vez más era buscar puntos históricos comunes para armar un relato y convertirlo en atractivo turístico. 

La iniciativa de la Serranía Celtibérica no es la única que se ha puesto como objetivo luchar contra la despoblación en la Laponia del Sur. Sara Bianchi, coordinadora de la red de Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa, relata cómo diseñaron una estrategia basada en la experiencia de las Tierras Altas de Escocia para Cuenca, Soria y Teruel. La población de las Tierras Altas de Escocia había pasado de caer hasta 1961 a subir hasta lograr, en 2014, niveles de población muy similares a los de comienzos del siglo XX. Se habían basado en partir de una serie de premisas, incluidas la conectividad, el acceso a la vivienda y a los servicios básicos; no centrarse en un sector concreto sino buscar la diversificación económica; el fortalecimiento de la comunidad, basándose en herencias culturales como el gaélico y la generación de facilidades al emprendimiento. Propusieron la creación de una universidad especializada, con cursos como el estudio de la historia, la tecnología y su aplicación en ámbitos como la telemedicina, y se armaron con una Agencia de Desarrollo Territorial, autónoma respecto de la Administración, con técnicos especializados capaces de buscar proyectos sin seguir los ritmos cuatrianuales de la política.

El problema en la España de 2018 es que partía incluso de la carencia de lo que el plan escocés consideraba premisas. Teruel, que en 2018 contaba aún con una única línea de ferrocarril cuyas malas condiciones obligaban al tren a reducir drásticamente la velocidad hasta cerca de los veinte kilómetros por hora, sin conexión con el AVE porque nadie aceptó prolongar ligeramente (unos treinta kilómetros) el recorrido de la línea entre Madrid y Valencia, siendo la última provincia de España que vio abrirse su primer tramo de autovía y con casi doscientos cuarenta municipios (el cuarenta por ciento del total) con menos de cien habitantes ha sido, junto a Soria, la provincia peor tratada en cuanto a inversiones del país. Lo peor es que se sabe en toda España desde que a finales de los noventa naciese la plataforma Teruel Existe y empezasen a desplegar su ingenioso abanico de protestas. 

En acceso a internet y telefonía el problema se extendía mucho más allá de Teruel. La ley obligaba en 2018 a ofrecer a un precio razonable acceso a internet con velocidad de bajada de tan solo 1 mega, un logro que llamaban sin sonrojo banda ancha universal. A finales de 2018 hubo un intento de solucionar el problema. El entonces llamado Boletín Oficial del Estado publicó la orden ministerial que aprobaba el plan para dar acceso a internet a una velocidad de bajada al menos de 30 megas al 90 % de los ciudadanos de los pueblos con menos de 5000 habitantes antes del año 2020. Tres eran las compañías que debían garantizar esa cobertura, las tres que se habían hecho con unas preciadas licencias de telefonía móvil en el año 2011 a cambio, entre otras condiciones, de proveer el citado acceso. Siete años se tardó en publicar el plan, dejándoles tan solo un año para cumplir. Los plazos empezaron a dilatarse. Las compañías lograron aplazamientos alegando una lista interminable de dificultades y finalmente consiguieron la anulación del plan, en buena medida gracias a la repercusión de un programa de televisión dedicado a mostrar la espectacular e inútil cobertura de acceso a internet en dos pueblos en los que ya no vivía nadie. No hubo casi ni debate a esas alturas. Todo el mundo aceptó que era mucho más necesaria la inversión en las cada vez más monstruosas ciudades, donde personas y máquinas competían por un hueco en la autopista de los datos.  

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Fotografía: Noel Feans (CC BY 2.0)

Cuarta parada: la ciudad de las vacas

En 2018, se iniciaron también los trámites para instalar en España la mayor granja de vacas de Europa. La solicitud incluía más de 20 000 reses reunidas en una única instalación en una de las zonas con mayor tendencia a la despoblación de España: Noviercas, en Soria, un municipio que había pasado de una población empadronada de 258 personas en 1996 a 158 en 2017. Un sitio alejado de los grandes núcleos, como lo fueron en su día los que se eligieron para establecer centrales nucleares, térmicas o cementeras. La España despoblada no existe hasta que hay un interés económico incapaz de asentarse en otro sitio. En este caso es difícil imaginar otro lugar donde concentrar semejante volumen de emisiones de metano, generación de purines y necesidades de agua (dos millones de litros diarios se han solicitado). 

Desaparecidas las cuotas al sector lácteo en 2015, que Europa impuso durante años obligando a los ganaderos a limitar su producción o comprar caros cupos, los imitadores del modelo estadounidense y chino de macrogranjas pusieron la vista en Europa y, después de ser rechazados en otros países, llegaron a España. La macrogranja vacuna preveía producir 180 millones de litros de leche al año a un precio que ya se sabía que iba a provocar una fuerte distorsión en un sector acostumbrado a una media de 40 vacas por granja.

Ningún sector ganadero, salvo el porcino, tenía en 2018 establecido un número máximo de animales por instalación. Incluso con los límites, el sector del porcino estaba en ese año ya en manos en un noventa por ciento de empresas integradoras en las que en muchos casos el ganadero ponía la inversión en la instalación y su trabajo y era la integradora, en ocasiones directamente un grupo de distribución, la que le proveía del pienso y los animales para cría y engorde. Hubo muchos movimientos en contra de esas macrogranjas, también las del porcino, con la irrupción de algunas instalaciones que tendían a alcanzar los máximos permitidos. El campo estaba cambiando de nuevo y recibía a sus nuevos habitantes. La clave la había dado Lucy Mirando, la villana, dueña y primera ejecutiva del gigante cárnico Mirando Corporation en Okja, la película de Bong Joon-ho. Cuando salta el escándalo del trato que reciben los animales que acaban en el plato de millones de personas, le advierten del riesgo de que el negocio se hunda, a lo que ella contesta: «Si es barato, se lo comerán».

Fin de trayecto

La última conversación que se escucha a bordo del tren del Congreso Definitivo de aquel pasado en lucha contra la despoblación es con Isaura Leal, recién nombrada en 2018 comisionada frente el Reto Demográfico tras la llegada al Gobierno del socialista Pedro Sánchez Castejón.

La periodista quiere conocer las líneas generales de la estrategia que pretenden presentar en la primavera de 2019. Formulada la pregunta, espera la respuesta al otro lado del teléfono. «Perdona», se oye entrecortado. «Vamos en el coche y a veces se corta. Una prueba más de la necesidad de garantizar la conectividad de todo el territorio», dice Leal. La periodista repite su pregunta. «¿Perdón? Es que la oigo fatal. Estamos en el proceso de elaboración de la estrategia. Es un proceso participativo y abierto con comunidades autónomas y entidades locales y las medidas se elaborarán desde el consenso». En este punto la llamada tiene que ser interrumpida. No se oye nada. El tren ha llegado a su destino. Cada congresista vuelve a su lugar de residencia en la ciudad, lejos de las macrogranjas, lejos de las grandes plantaciones de regadío intensivo automatizadas, lejos de los escenarios recreados del pasado. Lejos de la España que acabaron por aceptar medio llena.

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Fotografía: Noel Feans (CC BY 2.0)

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2 Comentarios

  1. Dr. Stein

    Epílogo (con permiso de la autora).

    El XXX Congreso terminó con una Declaración de Intenciones No Vinculante, en la que una vez incorporadas a ella, las diferentes sensibilidades y hechos diferenciales regionales, se emplazaba a entrar en detalle al asunto, al año siguiente, en el XXXI Congreso, el cual tendría lugar a bordo de un novísimo tren Hyperloop ™. https://es.m.wikipedia.org/wiki/Hyperloop

    Este nuevo sistema de transporte, basado en un vagón de pasajeros que se desplaza por dentro de un tubo, y que promete unir las grandes ciudades en un tiempo ridículo, ha dejado obsoleto al AVE. Grandes inversiones en obras públicas se están llevando a cabo para construir la nueva red de tubos a lo largo y ancho del país, en un trazado casualmente paralelo al del antiguo AVE. Se prevén, múltiples paradas en su recorrido, para que el progreso que representa, llegue a todos los rincones de la geografía peninsular.

    Mientras tanto, las carreteras provinciales y comarcales, fuera de las grandes ciudades, se deterioran y estropean, por falta de presupuesto y de mantenimiento. Las redes de telecomunicaciones están estancadas desde hace tiempo y el 5G, tecnología estrella allá por 2019, ni está ni se le espera. Lo más, 3,5 G, los días soleados. El médico pasa cada dos semanas y el cartero igual, afortunadamente aún no se solapan. Y si nieva, pues cuando llegue el deshielo. Afortunadamente esto, nevar, es cada vez un hecho más extraño, ya que el calentamiento global, iniciado a principios de siglo, está firmemente asentado en la península, y las playas de moda ahora están en Vigo. Así, la reconversión del sector hotelero del levante y sur peninsular, convirtiéndose en residencias de ancianos, es un hecho irreversible ya.

    En la clausura del Congreso, los asistentes se felicitaron por el éxito del mismo, emplazándose ya para el siguiente, mientras unos pocos de ellos, le solicitaban al organizador que, para el año que viene, no escatimara con el jamón serrano, que este año se notaba que era de baratillo.

    Saludos

  2. Un placer leerlo, aunque sea triste. Ya el primer párrafo me ha gustado mucho. Año 2019: hasta Castuera el tren va a 40 km/h pero a partir de ahí ya han cambiado las famosas vías del siglo XIX y el tren (los trenes, que son dos) ya va más rápido. No es una distopía, sino real. Los raíles llevan grabada su fecha de fabricación y la leí en la estación de Castuera ahora que volví a limpiar tumbas: 1967. Junto a esto, he vivido en Canadá y en la Patagonia chilena y me gustaba la sensación de saber que yendo 100 o 200 km al norte o al sur respectivamente no iba a encontrar a nadie. Fui andando desde La Miñosa (Guadalajara) a Puebla de La Sierra (Madrid) y no me crucé ni con un alma y los caminos hay que intuirlos porque casi han desaparecido. No fue una romería, sino por mi trabajo, y no me gustó. No te dejan ir solo a trabajar a «terreno extremo» como dicen en Chile ni allí ni en Canadá, por si pasa algo, y ya no deberían permitirlo en algunos sitios de España donde tampoco hay cobertura para el móvil. Y ya paro.

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