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¿Es una locura la escalada sin cuerdas?

Alex Honnold practicando la escalada sin cuerdas
Alex Honnold practicando la escalada sin cuerdas en Free Solo. Imagen: National Geographic Documentary Films.

Mucha gente dice que soy un suicida. No entienden lo que estoy haciendo. No tienen ni idea. Por lo que a mí respecta, no hay ningún riesgo. Porque no me voy a caer. (John Bachar, escalador de roca, falleció en 2009 practicando escalada sin cuerdas de seguridad).

En el 2019, el largometraje Free Solo ganó el Óscar a mejor documental. La película narra una hazaña realizada en junio del 2017 por el escalador estadounidense Alex Honnold, que ascendió los novecientos metros de pared rocosa de El Capitán, el más célebre monolito del parque nacional de Yosemite. Espectadores de todo el mundo pudieron ver a Honnold agarrado a la pared vertical sin cuerdas de seguridad y sin más equipo que sus zapatillas y un recipiente con «tiza», el polvo de magnesio con el que los escaladores se embadurnan las manos para evitar que se vuelvan resbaladizas por el sudor.

Las imágenes de la escalada eran espectaculares, pero también aterradoras: muchos espectadores, incluidos algunos escaladores expertos, manifestaron experimentar ansiedad, sudoración en las manos, y la constante sensación de que iban a contemplar la caída y muerte de Alex Honnold (pese a que, como era público desde mucho antes del estreno de la película, Honnold había conseguido su propósito de llegar a la cumbre sin incidentes). Estas reacciones de pánico ante el metraje no sorprendieron al escalador Jimmy Chin, codirector del documental junto a su mujer Elizabeth Chai Vasarhely, y uno de los cámaras que, colgados de cuerdas sobre el vacío, filmaron el ascenso de Honnold. Jimmy Chin es también un escalador de clase mundial, protagonista de sus propias hazañas: en 2011 Chin formó parte de la expedición de tres hombres que, por primera vez en la historia, consiguió escalar la traicionera «Aleta de Tiburón» del pico Meru, en la cordillera del Himalaya. Un ascenso descrito en otro muy recomendable documental, titulado simplemente Meru. Pese a su amplia experiencia, Jimmy Chin comprende las reacciones de pánico que producen ciertas secuencias del film y, al enterarse de que hubo espectadores que entraron en el cine para ver Free Solo sin saber que Honnold había sobrevivido, afirmó que el visionado debió de suponer «una experiencia horrible». En efecto, no es fácil contemplar a Honnold escalando una pared vertical de casi un kilómetro de altura sin ningún tipo de medida con la que salvar la vida en el caso de cometer un mínimo error. Como sabrá quien haya visto Free Solo, es imposible contemplar ciertas secuencias sin ser presa de algún tipo de nerviosismo.

Quienes no nos dedicamos a la escalada tenemos una pregunta básica ante este tipo de cosas: «¿Por qué?». De hecho, algunos escaladores de élite también se lo preguntan, incluso sobre la escalada con cuerdas. El alpinista francés Lionel Terray, que fue veterano de los batallones alpinos de la Segunda Guerra Mundial y también el primer hombre en escalar varias montañas difíciles del Himalaya o los Andes, acuñó una famosa descripción de los escaladores con el título de sus memorias: Conquistadores de lo inútil. Murió en 1965 al caer mientras escalaba una pared de roca en los Alpes franceses. El estadounidense Yvon Chouinard no murió en escalada —de hecho, mientras escribo estas líneas ha cumplido ochenta y dos años—, pero ha usado varias veces la frase de Terray: «Escalar es un deporte inútil. Lo que consigues es convertirte en un conquistador de lo inútil. Escalas hasta la cumbre, pero allí no hay nada. Y podrías haber ascendido caminando [por una ruta fácil] desde cualquier otra dirección. Pero lo importante es cómo consigues llegar hasta allí». La aparente futilidad de estos esfuerzos parece multiplicarse cuando hablamos del estilo de escalada que ocasionalmente practican Alex Honnold y una minoría de sus colegas; la escalada libre integral en solitario, o sencillamente «solo integral» (en inglés free solo, como el título de la película).

¿Qué motivos tiene un escalador para renunciar a las medidas de seguridad? Por mucha recompensa psicológica que ofrezca la consecución de una escalada sin cuerdas, hablamos de un margen de error igual a cero: un mal apoyo, un resbalón de la zapatilla, una equivocación al agarrarse, un mal movimiento, la interferencia de un animal (o de otros escaladores en paredes transitadas), y hasta un repentino golpe de viento pueden suponer una muerte inmediata y segura que no puede ser evitada. Es verdad que, visto así, el solo integral parece una locura. La mayor parte de los escaladores, incluso entre la élite mundial, evitan practicarlo.

Tommy Caldwell es un legendario escalador en roca pese a faltarle el dedo índice de una mano; es protagonista de otra magnífica película titulada The Dawn Wall. Aunque Caldwell es considerado mejor escalador que Honnold desde el punto de vista técnico, o así lo indica la dificultad de las paredes que ha ascendido, siempre lo hace con medidas de seguridad. Ayudó a Honnold a preparar el ascenso sin cuerdas de El Capitán y por ello aparece en la película Free Solo, pero no quiso estar presente el día del ascenso porque no quería ser testigo de la posible muerte de su amigo. Después escribió un artículo titulado «Por qué me asustó el solo integral de Alex Honnold en El Capitán». En el artículo, Caldwell describía su perplejidad; durante un ascenso de prueba en El Capitán, se detuvo en lo alto de la pared para intentar entender a Honnold: «Miré hacia abajo, los novecientos metros que hay hasta el suelo, y traté de transportarme mentalmente al cerebro de Alex: ¿Cómo me sentiría sin estar sujeto a una cuerda? Honestamente, aun sabiendo que Alex seguramente iba a conseguir el momento más grandioso en la historia del solo integral, no pude hacerme una idea». Esto, insisto, lo dice uno de los grandes escaladores de roca del mundo. Alguien que varias veces ha pasado periodos de semanas viviendo colgado de una pared de roca, sin descender y durmiendo en un horripilante vivac, confiando en la seguridad de los anclajes que evitaban su caída al vacío. Y admite que no entiende a Honnold o a los otros practicantes del solo integral.

Hay muchos factores a considerar, sin embargo. El solo integral es peligroso, desde luego. En su artículo, Tommy Caldwell llega a compararlo con la ruleta rusa. Pero también es una evolución histórica de la escalada en roca y no la ocurrencia peregrina de individuos con tendencias suicidas. La escalada en roca, que estalló a mediados de los años cincuenta, empezó de manera laboriosa. Cada vez que los escaladores intentaban por primera vez el ascenso de una pared, tenían que ir estudiando la pared en busca de una ruta asequible, y podían tardar días, semanas, meses o incluso años (durante sucesivas visitas) en completarla. Por supuesto, no se planteaban renunciar a las medidas de seguridad. Además, gracias a los anclajes, usaban diversos artilugios que les ayudaban a ascender. Posteriores escaladores usaban los anclajes de seguridad que los pioneros habían dejado en la roca, o buscaban, también de forma laboriosa, una ruta distinta.

Las rutas ya establecidas que tenían todos los anclajes puestos permitían que otros las estudiasen hasta conocerlas tan bien que la dificultad percibida disminuía. Esto propició el nacimiento de la escalada libre, en la que se usan cuerdas de seguridad, pero no ayudas para ascender: los escaladores libres se proponían terminar la ruta sin más ayuda que sus pies y manos, usando los anclajes no para impulsarse sino sencillamente para no caer al vacío. La escalada libre precisaba de una mayor técnica a la hora de afrontar tramos difíciles, lo que a su vez condujo al bouldering, consistente en ascender rocas de poca altura como manera de entrenarse de cara a la escalada de grandes paredes. En muchos casos, el bouldering se realizaba sin cuerdas, simplemente con un colchón en el suelo que solía bastar para evitar daños en caídas de pocos metros. Todo esto produjo un enorme desarrollo de la técnica individual en la escalada libre, hasta el punto de que algunos se sintieron lo bastante seguros de su capacidad como para empezar a subir, también sin cuerdas, paredes más altas. Así nació el solo integral, que empezó a tener listones más difíciles de superar. De momento, el ascenso que Honnold hizo en la ruta Freerider de El Capitán continúa siendo la mayor hazaña del solo integral (ya que estamos con documentales, uno muy recomendable para contemplar esta evolución de la escalada en roca, aunque centrado solamente en la subcultura del parque nacional de Yosemite, es Valley Uprising).

La mayor parte de escaladores de élite evitan esta disciplina no por falta de aptitud técnica, que pueden tener la misma o más que Honnold, sino porque no se sienten mentalmente preparados. Ascender una pared de novecientos metros durante cuatro horas con la seguridad de que no se va a cometer un error constituye una hazaña más psicológica que técnica. Incluso dentro del solo integral hay grados, y Honnold posee una mentalidad única que le permite reinar sin oposición en esa variante. Tiene registrados muchos solos integrales en paredes de importante magnitud y dificultad; además, todos en el mundillo sospechan que hay otros ascensos que Honnold no se ha molestado en publicitar o registrar siquiera. También hay testigos de que ha escalado a primera vista, sin estudiarlas antes, varias paredes de menor magnitud y dificultad técnica. Y con todo, Honnold continúa vivo mientras escribo estas líneas, lo cual demuestra que el solo integral puede hacerse sin accidentes no una, sino repetidas veces. Por supuesto, existe la posibilidad de que Honnold cometa un error en cualquier momento, y él mismo ha dicho que la contempla. Sabe que quizá muera durante una escalada. Pero aún no ha sucedido. Podría llegar a retirarse sin morir; no sería el primero.

Cuando Honnold y otros escalan sin cuerdas una gran pared, no lo hacen de cualquier manera. Saben que son capaces de hacerlo. Para empezar, el solo integral se practica en paredes que están por debajo del límite técnico del escalador. Cada ruta de escalada tiene asignada una puntuación de dificultad otorgada por quienes la han completado, y dentro de ese mundillo todos conocen bien lo que implica cada puntuación. La ruta elegida por Honnold para escalar El Capitán sin cuerdas se llama Freerider; para la mayoría de nosotros parece una ruta imposible, pero los escaladores de élite no la consideran entre las rutas de dificultad más extrema. De hecho, en la misma montaña El Capitán hay rutas mucho más exigentes, como la Pared del Amanecer, que ni siquiera alguien tan atrevido como Honnold se plantea escalar sin protección.

Honnold, pues, no asciende sin cuerdas una ruta que considere inasequible. De hecho, usa cuerdas para estudiar al detalle la ruta que después va a ascender en solo integral. Primero la escala varias veces con las debidas medidas de seguridad, o se descuelga desde lo alto para reconocer los puntos más exigentes, ensayando una y otra vez los movimientos que precisa para superarlos. Él solo o ayudado por otros, limpia la ruta de posibles inconvenientes: tierra, piedrecitas, plantas, lugares de agarre que podrían ceder, etc. Esta tarea de limpieza no se muestra en la película Free Solo, pero sí en la filmación sobre un ascenso anterior y no menos escalofriante: el de El Sendero Luminoso:

Únicamente cuando se siente seguro de que conoce a la perfección la ascensión y es capaz de afrontar con soltura cada exigencia técnica que se presente, se lanza a subir sin cuerdas. Y no, no es un suicida: como se ve en la película Free Solo, puede llegar a echarse atrás, y durante la primera intentona sin cuerdas que hizo en El Capitán llegó un momento en que decidió que no se sentía a gusto y pidió el rescate. Él, más que nadie, es consciente de que cualquier vacilación de los nervios puede conducirlo al desastre. Si no se siente a gusto, no sube.

El documental, como película que es, introduce alguna pequeña trampa con efectos dramáticos. Se nombra a varios pioneros del solo integral que han muerto, aunque lo cierto es que no todos perdieron la vida practicando esta disciplina. Sí, el solo integral se ha cobrado sus víctimas entre la élite mundial. En 1993, Derek Hersey cayó al vacío cuando escalaba sin cuerdas una pared rocosa de casi quinientos metros. En el 2004, Jimmy Ray Forester cayó escalando en México. Al lagendario John Bachar le sucedió lo mismo en el 2009. Pero otros famosos solistas perecieron en diferentes actividades de riesgo que no eran solo integral. Sean Leary murió practicando salto BASE cuando, tras lanzarse desde una roca de cien metros, no consiguió abrir su paracaídas. Dan Osman cayó al vacío cuando falló su cuerda de seguridad mientras practicaba un salto en «caída libre controlada». Todd Skinner también cayó escalando con cuerdas, al fallar un arnés (del que un compañero le había advertido que parecía desgastado). Dean Potter volaba con un wingsuit junto a un compañero, y ambos perdieron el control al intentar atravesar un estrecho rocoso en un «vuelo de proximidad» ilegal debido a su extrema peligrosidad. Brad Gobright murió realizando un descenso en rappel. Patrick Edlinger murió en un accidente doméstico, al caer por unas escaleras.

Más inusual fue la muerte de Michael Reardon, carismático veterano del solo integral; en 2007, cuando tenía cuarenta y dos años, Reardon descendió por un acantilado de doscientos metros en la costa de Irlanda. Llegó al suelo sin incidentes. Era un día de buen clima, pero justo en ese momento la costa fue golpeada una repentina ola gigante solitaria —extraño e imprevisible fenómeno aislado— que lo arrastró hacia el mar. Su cuerpo nunca fue encontrado. Así pues, el solo integral es peligroso y se lleva algunas vidas, pero no con la asiduidad que los profanos imaginamos. Algunos de sus más famosos practicantes, de hecho, se han retirado sin fallecer: por ejemplo, Peter Croft, que tiene en la actualidad sesenta y dos años. O Catherine Destivelle, que ha cumplido sesenta. O Alexander Huber, que tiene cincuenta y dos.

Es más: la escalada sin cuerdas puede ser un recurso en ocasiones inevitable durante el alpinismo, el ascenso de picos en grandes cordilleras. La escalada en grandes montañas tiene otros peligros. Además de las caídas, incrementadas por la presencia de hielo y nieve, la baja visibilidad y el viento, hay riesgo de hipotermia, congelación de miembros, avalanchas, etc. Imaginemos un escalador que asciende una montaña del Himalaya y ve que llega la noche o que se acerca una tormenta, y sabe que no tendrá tiempo suficiente para ascender hasta un lugar seguro. La escalada tradicional con cuerdas y anclajes es lenta, pues hay que ir asegurando cada tramo, y el alpinista. En esa situación, si el alpinista ve que tiene un ascenso «fácil» hasta el próximo lugar seguro, puede deducir que la única manera de llegar a tiempo es prescindiendo de las cuerdas de seguridad. Ha de sopesar las consecuencias de una posible caída frente a las consecuencias de pasar una noche expuesto a las inclemencias del tiempo, que también pueden resultar mortales, y quizá decida terminar de subir ese tramo sin la seguridad de las cuerdas. ¿Es una locura? No, es un cálculo. Por supuesto, puede salir mal, pero los escaladores de élite saben que practican una actividad de alto riesgo.

No hay una actividad de escalada que esté por completo exenta de peligro. Pero, sorprendentemente, el riesgo en el solo integral no es tan exagerado. Honnold lo explica al principio del documental Free Solo y en otras entrevistas, haciendo una interesante distinción entre riesgo y consecuencias. En el solo integral, las consecuencias son máximas porque una caída supone la muerte y no hay manera de evitar eso. Sin embargo, el solista se centra en reducir el riesgo de que se produzca esa caída, y la manera de reducir ese riesgo es conocer la ruta a la perfección y asegurarse de que está técnicamente capacitado para completarla sin errores fatales. Por muy contrario a la intuición que nos parezca a muchos —a mí desde luego me lo parece—, los hechos le dan la razón a Honnold. Su manera de escalar, minuciosa y con un severo control de las emociones, le ha «salvado» la vida en multitud de ocasiones. Tal vez un día caiga, ojalá no, pero lo cierto es que otros deportistas de otras disciplinas han muerto también, desde navegación a automovilismo, pasando por deportes de combate, aéreos, etc. Un automovilista que supera los trescientos kilómetros por hora confía en no chocar, y confía en que, si choca, las medidas de seguridad podrían salvarlo. Pero también sabe que existe la posibilidad de morir, y aun así compite.

La única diferencia del solo integral con otras actividades de riesgo es el cien por cien de mortalidad en caso de error. Y, de cara a los espectadores, el hecho de que el peligro resulta tan evidente y chocante cuando vemos imágenes de alguien escalando sin cuerdas. Pero es igualmente obvio que estos escaladores poseen una habilidad técnica suprema. Algunos incluso intentan batir su propia marca en una pared concreta:

Alex Honnold y sus correligionarios del solo integral poseen una personalidad peculiar, es cierto, pero no están locos. O no más locos que quienes se han lanzado a aventuras arriesgadas a lo largo de la historia. Otra cosa es que podamos entenderlos, o ponernos en su lugar cuando comparan el estado mental del solo integral con la meditación (paralelismo que han hecho varios de esos escaladores: Honnold llega a decir que buscar una descarga de adrenalina sería la forma más fácil de matarse haciendo solo integral). Lo que hacen, aun siendo peligrosísimo, está estudiado al máximo. ¿Una insensatez? Vista desde el suelo, probablemente sí, pero una insensatez que requiere una planificación y nivel de ejecución inalcanzables para alguien que busca el peligro porque sí, y no digamos para un loco suicida. Estos escaladores han llevado la escalada hacia unos límites mentales diferentes a los del alpinismo: concentración absoluta frente a resistencia al sufrimiento. Honnold pasa cuatro o más horas escalando sin cuerdas, pero después duerme confortablemente y come buena comida, mientras los alpinistas pueden pasar semanas colgados de una ladera, rozando la muerte por frío, hambre y agotamiento. Son dos formas distintas de enfrentarse a los límites, solo que una está ya en los libros de historia y la tenemos asumida. La otra está haciendo historia ahora, y como todo en la historia, tendrá sus héroes y tendrá sus mártires.

O, como dice la legendaria escaladora Lynn Hill: «No puedo creer algunas de las rutas que Alex Honnold escala en solo integral. Hace cosas que me incomoda mirar. Pero has de respetar la visión de la nueva generación».

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11 Comentarios

  1. Como me decía un vecino anciano moviendo la cabeza cuando se enteraba de algún muerto escalando..: ..»deportes del Primer Mundo…»

    Ahora, es espectacular.

  2. Aquí uno de tant@s que sabiendo que lo había hecho, lo pasó mal viendo el documental. Ese momento crítico (tan temido) en la ascensión y los gestos de los cámaras fijos en la base de El Capitán…¡buff!
    Gran documental.
    Comparto tu opinión, Honnold se preparó una barbaridad para limitar al mínimo la posible caída y lo consiguió.
    Es admirable.

  3. Sisi muy seguro, pero bien que casi ningún escalador de élite se anima tal como dices… Me puedes decir con todo rigor científico que comer hamburguesas de Mc Donald es más peligroso, pero a mí dame la maldita hamburguesa y ponte tú a colgar de una pared de piedra a 900 metros del suelo… Destaco algo que no se dijo, para mí es muy «artístico» el ascenso y el paisaje, y el aspecto técnico y el tremendo aguante físico también atraen. Algo así como la gimnasia artística. Tiene su encanto. Casi como ver a alguien bailar salvando las distancias.

  4. Estimado autor del artículo.
    Me interesa el tema de la montaña, desde una lejanía total: no practico escalada ni montañismo, ni casi nadie que conozca. Principalmente veo algún documental y leo los artículos de Oscar Gogorza en El País. Me interesan, me transportan a unas vidas apasionantes y tal vez absurdas, pero inmensamente vivas.

    También he leído varios artículos tuyos en JotDown, unos me han gustado más, otros menos.
    Pero este artículo me parece excelso: ponderado, informado, explicativo… Perfecto.

    Me quito el sombrero y te animo a seguir escribiendo sobre lo que quieras.
    Muchas gracias por el buen y aterrador momento que me has hecho pasar.

  5. Yo soy de los que se han puesto nervioso con las imágenes

  6. A Caldwell le falta solo una falange, no un dedo entero.

  7. Después de leer el artículo llego a la conclusión de que el para el solo integral hay que tener mucho tiempo y mucho dinero.

  8. Dejando el «solo» aparte, la escalada libre es algo que solo entiende quien la practica. El solo es intrínseco, porque el compañero nunca podrá ayudarte.
    Y sí, a mi me horroriza verlo hasta el punto de no poder soportar un vídeo; sin embargo, cuando escalaba no pensaba en ello, subía y punto, y nunca sin mirar para atrás.
    Empiezas por una pared pequeña y sin dificultad, casi sin pensarlo porque lo ves natural, es parte de tu instinto, ves la pared y te vienen ganas de subir y llegar al final, porque a medias nunca te vas a quedar. Más adelante ves otra, la miras y te dices que no es difícil, que puedes hacerlo. Y repites y repites porque ya no puedes parar.
    El peligro, como bien dices, no está en tu «deporte» sino lo que conlleva, lanzarte en ala delta sin preparación, de un acantilado al mar, ir a la montaña en invierno sin valorar la nieve que caerá. En suma, que la osadía en lo que dominas, te convierte en osado en lo que no.
    Por cierto, la altura no es el problema. Si caes de cincuenta metros te aseguro que la palmas igual que de novecientos.

  9. Antón Seisdedos

    Creo que, en casos en los que, como el artículo dice, cualquier tipo de contingencia, por mínima que sea, la muerte es segura, la Administración Pública, la que sea y de donde sea, no debiera permitir que, sin un Plan de Seguridad, alguien pusiese gratuitamente su vida en riesgo, más el riesgo añadido (y coste) de equipos de rescate, gastos hospitalarios y, si se quiere incluir, pensiones futuras a familiares…

    No estamos hablando de un suceso que, a cualquiera de nosotros puede sucedernos en nuestra monótona vida diaria, sino de alguien que, conscientemente sabe que lo que va a hacer, si se equivoca, hay viento, le caga una mosca encima o, simplemente, se retuerce un dedo, le lleva indefectiblemente al hoyo.

    EL autor nos relata la meticulosidad del trabajo previo a la escalada libre de esta pared….eso ya es parte de un Plan de Seguridad (que, en todo caso debiera tener mayor contenido),
    No contar en el propio reportaje el trabajo preventivo previo y ahondar en lo épico, de seguro estimulará a gente no tan meticulosa ni preparada, ni madura a emular a sus héroes…

    A la gente no se la podrá impedir intentar cosas parecidas, pero lo que no es de recibo es grabarlo y aplaudirlo, sin unas mínimas reglas previas. ¿Y si se hubiera matado? ¿estamos locos o qué?

  10. Pingback: Mauro Corona: «Siempre he tenido miedo de la montaña. Para eso escalo: para tener miedo» - Jot Down Sport

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