Música

David Bowie: Five Years

David Bowie Five Years
David Bowie. Imagen: RCA.

Un toque autobiográfico: en el especial navideño de 1994-95, en el fanzine donde yo comencé a escribir, Mondo Brutto, hace ya veintisiete años, incluía mi tercer artículo sobre artistas pop. Y este era David Bowie. En él, y ante las burlas de mis compañeros —ja, ja, ja, el ojo pipa— hacía todas las cosas que yo creo no se deben hacer en un texto sobre personajes pop, —decenas de alusiones personales, que no venían a cuento, y que estaban ahí porque estábamos en un fanzine— y otras que estaban bastante bien, teniendo en cuenta que no existía internet. Pero ahora mismo estoy en Jot Down, llevo muchos años escribiendo, estoy recuperándome de una enfermedad, y sé qué es lo que no procede poner. Y como se cumplen cinco años de la muerte de David Bowie, voy a hacer este artículo que pensé que no podría hacer nunca más. Bueno, este y ninguno más, pero me dolía especialmente el de Bowie.

No sé cuál fue el primer tema que escuché de Bowie, no estoy segura de sí fue este, pero da igual, esta canción me marcó a fuego cuando la escuché por primera vez, y continúa haciéndolo. Es un tema que empieza como una historia de denuncia y después cambia a una historia de amor y al final une las dos de forma vibrante. Hiciste muchas de esas. Que empezaban por un tema cualquiera y de repente, se convertían en una canción de amor.

Qué sabio, en 1972, ya sabías que nos quedaban cinco años. A todas luces, en cualquier momento, se puede empezar ese recuento de cinco años, a un sitio que desde luego nada bueno nos va a llevar. Que la tierra se estaba muriendo es un hecho cada vez más patente (otros también lo dijeron), y en aquellos años no hacían patochadas como las de Davos. Afortunadamente. Pero tú, inspirado por un sueño en el que se aparecía tu padre y te advertía, ya lo dejaste escrito y cantado, abriendo ese elepé que para muchas es el Disco de los Setenta. Ese disco que contiene tantos temas que se han quedado en mi memoria (y no se han ido, gracias a Dios: las influencias de John Lennon en «Soul Love», el glam y folk de «Moonage Daydream», la rollingstoniana «It Ain’t Easy», las glamrock «Lady Stardust» (obvia declaración de amor a Marc Bolan) y «Star»; la glam que empieza siendo un rocanrol y termina como power pop antes del power pop, «Hang On To Yourself», la crucial «Ziggy Stardust» (el personaje principal de este disco, y en quien se encarnaba Bowie: una estrella del rock alienígena y bisexual que trae mensaje mensajes de seres extraterrestres, y que se hace humano, muy humano. Las letras del disco están relacionadas con este personaje y hay en ellas menciones a estrellas del rock reales, todas ídolas suyas: de Lou Reed, Jimi Hendrix, a Iggy Pop, pasando por Jim Morrison y Mick Jagger). La propia letra de Ziggy Stardust es un compendio de cosas que ser y deber tener una rock star, relacionándose con su banda Las Arañas de Marte, así como el final que toda estrella debe tener:

Haciendo el amor con su ego

Ziggy le hizo la pelota a su mente

Como un mesías leproso

Cuando los niños hubieron mataron al hombre

Yo tuve que disolver el grupo

Se cierra el disco con dos temas impresionantes. «Suffragette City», la glam por excepción del disco («Ohhh, wham bam thank you ma’am») cuando él y el grupo se juntan de verdad, con ese cierre falso y otra vez vuelta a la canción, para cerrar bruscamente. Y, por último, que no el último para una adolescente que miraba un poster de Bowie en una alcoba llena de peluches, colillas de cigarrillos y libros, y cantaba a voz en grito estas palabras que salían del disco, mientras mi padre daba golpes en la pared, y mamá me vociferaba: «Niña, deja ya el disco de Elvis», una y otra vez: 

Tú, no estás solo

Te estas mirando con demasiada exigencia, eres demasiado injusto

Tienes la cabeza completamente liada

Pero si solo pudiera hacer que te importara

¡Oh no, cariño! Tú no estás solo

No importa qué o quién has sido

No importa cuándo o dónde has estado

Todos los cuchillos parece que te laceran el cerebro

He tenido mi parte de dolor, te ayudaré con el tuyo

¡No estás solo!

David Bowie hablaba del final de Ziggy Stardust, del final de un ciclo en su carrera, de pasar de la juventud a la madurez, sí, pero el sentido dramático de la canción, y como siempre, el desdoblarse a sí mismo, y hablar al oyente, la convirtieron en la canción que millones de personas entendieron como una canción para ellos (no había —hasta entonces— en el rock una melodía semejante, un dramatismo igual, con unas palabras tan concluyentes). Desde que Bowie murió, no puedo escucharla sin derrumbarme.

Y cinco años que han pasado, y tu imagen, tu recuerdo, que se ha agrandado, no para bien precisamente, según me parece a mí, sino para tras-convertirte en un meme, una sombra enorme: colecciones y colecciones de libros sobre su vida, que dicen todas lo mismo, pero se llenan con fotos y fotos, a cual más grande y más satinada. Y por supuesto, discos y discos, no me pregunten el número exacto, debe ser unos dieciocho, y las cajas, no sé si cinco o más. Y por supuesto la exposición, David Bowie Is, que rodó por todo el mundo con sus trajes y cosas, rompiendo los récords de entradas de los museos. ¡Ah¡ y su música ya está en Tik Tok, que no sé qué significa, salvo imagino un montón de dinero, para su niña y su afligida viuda. Aparte de otros hijos y deudos varios.

David Bowie era un hombre preocupado por el tiempo. No exactamente por el paso y su efecto en el físico, sino a nivel más profundo. Quería saber qué le deparaba y si este, de alguna manera, se podía doblar, para que pudiera seguir ahí, en la curva siempre. No hay duda de que lo ha conseguido, aunque sea de esta manera extraña, bizarra. También era una persona muy celosa de sus cosas, muy controladora (grabaciones, trajes, fotos) y según iba haciéndose rico, fue comprando todas las que andaban en otras manos, y ahora se nota en ese chorreo de discos, expos, etc. Aunque, ahora que ya no está y el control de esas cosas están en otras manos, las publicaciones quizá —y esto es una apuesta mía— no fuesen de su agrado. Porque se ha visto cada lanzamiento (por ejemplo Brilliant Live Adventures) que dejan al más fan realmente estremecido. Mejor nos quedamos con el single que salió hace unos meses con versiones de Lennon —«Mother»— y Dylan —«Trying to Get to Heaven»—, homenajeando a las dos figuras claves en su desarrollo musical.

Porque tú no te limitaste a ser una rockstar cualquiera. Además de sorprendernos —para bien o para mal— en cada disco que salía, película que participaste (fueron todas muy malas, pero te resarciste con tu aparición, haciendo de ti mismo, en Zoolander), en obra de teatro, videoclip, etc., tú estabas interesado en todas las cosas que salían nuevas a tu alrededor. Internet, en 1999, ya era para ti lo que es ahora para todos, una realidad aparte, un mundo alienígena llegado a nosotros para trastocar las relaciones entre los que hacen música y los que la siguen, desmitificando a ambos, y en general con todo tipo de relación humana. Cuando yo estaba tecleando en mi primer ordenador con procesador 386, tú seguías tu carrera que considerabas «caótica y nihilista» gracias a internet.

Porque al año siguiente de estas declaraciones, Bowie lanzó BowieNet en los Estados Unidos, con dos empresas de Internet, Concentric Network Corp y UltraStar. Fue el primer artista que montó un servicio de internet, y como él mismo lo definía: «El objetivo de BowieNet es la interactividad y la comunidad —simple y llana— donde cada uno tenga una voz». Este espacio te daba un nick, [email protected], 5MB para hacer tu propia página web, y acceso a múltiples salones de chat, incluso con el propio Bowie, todo por 19,95 dolares al mes. No era nada asequible. Además, a través de este servidor, Bowie ponía novedades de discos, videoclips, etc. Sobrevivió con muchos problemas hasta 2006, pero no fue hasta 2012, cuando aludiendo a la profecía de los mayas o directamente a la acción de unos gremlins, Bowie la dio por cerrada.

Otra vertiente de Bowie, no relacionada con el mundo de la música, ni las posibilidades de internet, fue su relación —muy profunda— con las finanzas. Sí, aunque no lo se crean, Bowie era un verdadero tiburón del dinero. En 1997, se le ocurrió emitir un bono de celebridades sobre su tesoro: sus canciones. Y consiguió cincuenta y cinco millones de golpe, que soportaban los royalties futuros de sus discos (esto es, doscientas ochenta y siete canciones antes de 1990). Estos bonos se habían aplicado antes para hipotecas o coches, pero era la primera vez que un artista los usaba para sus canciones. Esto también era posible porque él era el propietario de todo su repertorio. Tener asegurados los derechos de sus discos le dio cancha a Bowie para conseguir liquidez sin vender totalmente su trabajo o esperar años para que los pagos se realizaran. Estos Bowie Bonds fueron comprados por la aseguradora Prudential Insurance, a quien los vendieron por un generoso 7,9% a diez años. Pero cuando nació Napster y la piratería en internet, estos bonos se fueron hundiendo, hasta que los liquidaron en 2007.

Bowie también creó un banco online, nada menos que en el año 2000, es decir, cuando nadie había hecho semejante cosa: BowieBanc ofrecía a sus clientes cheques y tarjetas de crédito adornadas con su cara, pero después de tres meses, solo tenía tres mil ochocientos clientes, y no siguió, pero fue una cosa absolutamente pionera al ofrecer un servicio de banca por internet en un momento en que esta estaba en pañales.

Blackstar

En el día de su cumpleaños, el 8 de enero de 2016, se publicó su vigésimo elepé, que ya había anunciado el 25 de octubre de 2015 en Bowie.net., y del que ya había ciertas noticias que lo equiparaban en estilo al último de Scott Walker. Salió y todas nos quedamos enmudecidas por la belleza y extrañeza que salía de las canciones y la presentación tan fúnebre del disco, pero nos duró dos días, porque tuvimos que llorar la noticia de su muerte con ese «Lazarus» y, por ende, con todos sus discos. Este disco fue recibido con gran entusiasmo, y a todos los niveles, crítica y público. Los críticos, lo entiendo: recibieron un disco que excedía con mucho los límites del pop y los propios de su creador, era un paso tan grande que Bowie se quedaba muy lejos de su propia música. El disco es extremo y poético, excesivo y emotivo, un elepé extraordinario, que pone a Bowie muchos pasos más allá en lo que se considera el pop. En su último trabajo, consigue ponerse en vanguardia de todo. Más todavía que los discos de los setenta, como Low

Es un disco de despedida, está todo preparado para llevarte a decirle adiós. Con influencias de krautrock, rock industrial, y Kendrick Lamar, además de un toque de jazz experimental, principalmente, Bowie y sus músicos montan sus canciones en torno a estas premisas. La portada, y el interior, todo, diseñados por Jonathan Barnbrook (ya había hecho la anterior, la del fabuloso Next Day, y alguna más), y ya se encargó de decir que era un concepto sobre los «tiempos oscuros». Como si no quedaba patente, nada más verla.

1. «Blackstar» (con símbolo de estrella en el disco:) es una autobiografía sobre sus últimos días, muy tremenda, pero el final es más dulce. Comienza con sonidos que recuerdan a Radiohead, pero enseguida ponen drum and bass mezclados con canto gregoriano, y David Bowie canta como agotado. Empieza con una alusión a la villa de Ormen, legendaria ciudad que tiene relación con Hermione, aquella novia y pareja artística de Bowie. Pero luego recobra el aliento al final y canta con decisión que él es una Blackstar, porque ha sido toda su vida una star, de hecho lo ha cantado continuamente, y ahora será, por siempre, Blackstar («Soy una Blackstar, no una ganstar/ Soy una Blackstar, una blackstar/ No soy una porno star, no soy una estrella errante, Soy una Blackstar, Soy una Blackstar»).

2. «´Tis a Pity She Was a Whore». Esta canción ya la conocíamos de un álbum de rarezas, Nothing Has Changed. Es rock sin tener absolutamente nada de rock en ella. Con una batería muy presente, y el saxofón sustituyendo a la posible guitarra(s). El título y la letra los sacó de una obra de teatro de Tom Ford, autor del siglo XVII. 

3. «Lazarus». En esta canción, central en el disco, se oyen los pasos de Ian Curtis y Joy Division, y vuelven las experimentaciones con el jazz. Bowie hace un ejercicio de autoconciencia de la muerte y le sale esta obra maestra. La escribió para una representación del off Broadway, en la que se revisaba el personaje de Thomas Gerome Newton, el extraterrestre que cayó en la tierra, treinta años antes.

Pero es mucho más que eso, es la despedida del hombre/estrella de la tierra: «Miradme aquí, estoy en el cielo/ tengo cicatrices que no podéis ver/ tengo drama que no podéis comprar/ ahora me conoce todo el mundo/ mira hacia arriba tío, estoy en peligro/estoy tan puesto que el cerebro me hierve/ tiré mi teléfono allí abajo/ ¿No hay nadie como yo?».

Pues no, no habido nadie. Tú has sido un genio, que traspasabas los simples círculos del pop, y has cambiado las vidas de mucha gente. Como Kubrick, pero con la gracia física de Milla Jovovich, y un saber mirar hacia adelante, más lejos que los demás.

4. «Sue (Or in a Season of Crime)». Esta canción está inspirada en unos versos de Browning, y es una preciosa balada re-regrabada después de haberla metido en el disco anterior, de rarezas, Nothing Has Changed. Pero aquí suena más contundente, más fiera. Más jazz experimental, con arreglos a lo Kendrick Lamar pero mucho más: arreglos de sonidos espaciales, capas de guitarras, saxofones, y la voz de Bowie, estremecedora.

5. «Girl Loves Me». Tiene la curiosidad de estar escrita en nadsat y polari; el primero, el vocabulario que inventó Anthony Burgess para su Naranja Mecánica, y el segundo, un vocabulario slang, utilizado en la subcultura gay. Bowie utiliza ambos porque está hablando de amor y no tiene suficientes palabras para describirlo. También hay una mención al Chestnut Tree, el bar de 1984, de Orwell, por la misma razón de no encontrar suficientes, ahora emociones, para el amor. Musicalmente, es un track marcial, y casi robotizada la voz de Bowie.

6. «Dollar Days». Una balada más, de los cientos que ha hecho Bowie en su carrera, con el saxofón predominante y ortodoxo, aunque la letra es interesante. En ella, el autor hace una reflexión sobre su situación, que ya no tiene vuelta atrás y ya está todo hecho.

7. «I Can’t Give Everything». Y engancha con esta, íntima y delicada, con sonidos de armónica que recuerdan al disco Low, y en la que declara, al final:

Ver más y sentir menos
Decir no pero querer decir sí
Esto es todo lo que quiero decir
Ese es el mensaje que quiero mandar

Solo puedo darlo todo
Solo puedo regalarlo todo

Mi disco está más usado que algunos de Bowie de épocas anteriores. Primero, por la escucha compulsiva: los vecinos de mi piso comenzaron a mirarme de forma rara, las pocas veces que me veían salir. Mi marido decía que era porque no me veían mucho, pero yo sabía la razón: el disco sonaba a todas horas por encima de sus músicas, y en alguna ocasión ellos las subían, pero a mí no me importaba: mi aparato de sonido es más potente que sus teléfonos móviles. Tampoco lo hacía por ofenderlos, solo quería escuchar a Bowie en sus últimos momentos, que le habían quedado geniales. Y también está muy gastado por intentar ver las cosas que decían se veían en la portada, y en el booklet, qué vaya lío, pero al final con una luz negra se veía la estrella.

Creo que lo voy a dejar aquí, porque si me pongo con los videoclips, no termino, y además, ese tema lo controlan muchísimos especialistas, mucho más preparados que yo.

Solo diré que menudo regalo nos dejó al morir, qué bien organizado todo, y qué buenas esas fotos distribuidas a unos días de saberse el fallecimiento. Lo tuvo todo controlado, hasta los más mínimos detalles, aunque, eso sí, no pudo burlarla. Nadie, ni siquiera Bowie pudo. Pero sus canciones estarán ahí, sus declaraciones, su sonrisa, hasta que me vaya yo.

Agradecida por tantas emociones que recibí y que compartí. Y seguiré hasta el final.

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13 Comentarios

  1. Untiposimpatico

    Creo que, desde que salió, tengo un serio problema para discernir entre la objetividad y la subjetividad con este álbum. Mi señora, que no tiene más relación con Bowie que la de ser pareja de un fan, me decía que el álbum le transmitía tristeza. Yo, cegado por el Fandom, le decía que no, que sólo era una vuelta de tuerca más, que Bowie era así. Y a los tres días se anunció. No sé cómo describir la tristeza y a la vez gratitud que sentía. Volviendo al álbum, más allá de ser un magnífico canto de cisne, yo lo cuelo en mi Top-5 personal. Creo que es buenísimo y que muchas veces parece que lo simbólico del álbum tapa la brillantez de las canciones. Es el primer disco realmente redondo que hacía desde Scary Monsters y el resultado era un disco moderno y un viaje por toda su vida. Maravilloso.

  2. Lucio Anneo

    Me empezó a gustar a los veintipocos (años 90) cuando estaba totalmente pasado de moda. Mencionarlo en esa época conllevaba miradas de reprobación de gente que estaba «a la última» en música. Yo diría que su encanto hipnótico viene de su capacidad de producir lo peor y lo mejor. Rara vez un punto medio.
    En estado de gracia (años 70s, medio 80s, algo 90s y 00s) no había nadie que pudiera llegarle a la suela del zapato o aguja del tacón. Gracias David.

  3. pijus magnificus

    Ay el mondo Brutto. Nada ha tenido más contenido por cm² ni antes ni después

  4. En realidad se cumplen 6 años desde su muerte, no five years…

  5. Si el cáncer tiene algo bueno (lo cual es un oxímoron) es que permite programar el fin. Hasta cierto punto al menos.
    Bowie sabía perfectamente que se iba. Que ese álbum era el último. Y utilizó ese conocimiento para dar el último do de pecho a sus fans. El último regalo. Y para ello dió lo mejor de sí mismo porque sabía que no habría otra ocasión.
    A algunos nos gusta pensar que sólo ha vuelto al lugar que pertenecía. Desde luego, es una fantasía para consolarse, pero él mismo nos enseñó el valor de esa clase de fantasías.
    Buena gente. Se le echa de menos.

  6. Apunte tiquismiquis; La letra que dice «Ziggy le hizo la pelota a su mente» (?) sería, creo, algo más bien tipo «Ziggy terminó absorbido por su mente», ya que «get sucked into something» viene a ser terminar en una situación o lugar no deseado, en este caso de tanto hacerle el amor a su ego, diríase.

    Por lo demás, lo que importa, un artículo interesante. Personalmente no soy megafán de Bowie, pero su importancia e influencia son innegablemente enormes.

    El tío tenia muy buen ojo y oído para detectar los sonidos realmente interesantes de las diversas épocas y se subía al carro lo suficientemente rápido como para que le llamaran pionero y con la suficiente elegancia como para salir airoso sin hacer un simple copia-pega.

    Si lo comparamos con figuras coetaneas de los setenta, para mi gusto no tenía más talento que un Bolan, un Alice Cooper o un Eno, pero era infinitamente más inteligente que estos para los negocios. Bueno, a Eno no le fue mal, pero tampoco es que su fama fuera interplanetaria.

  7. José Antonio

    Eso que de Bowie solo participó en malas películas es una opinión muy personal, que respeto pero no comparto. Eso sí, respecto a su figura y su música estamos de acuerdo.

    • Ambituerto

      El prestigio, por ejemplo, es una más que decente película. Y sale interpretando a Nikola Tesla, lo que seguro que le dio lindo placer.

  8. Gondislavo

    Siendo la musica un asunto subjetivo y muy personal en cuanto a gustos, es complicado afirmar cual o cuales son las mejores canciones o el mejor disco de un cantante o de un grupo. Sobre todo en cuanto a la musica popular desde el rock (Elvis y demas) hasta la actualidad, se refiere. En cuanto Bowie yo diria que su esplendor duró mas de una decada con un nivel entre alto y altisimo. Desde Space Oditty en 1969 hasta Let,s Dance en 1983. Lo posterior son un puñado de buenas canciones, pero sueltas. Quizas hasta el ultimo disco, que he de reconocer , no me gusto mucho, quizas influido por su muerte. me parece excesivamente deprimente. He dicho.

  9. Jon Bilbao

    Puestos a fantasear al ultimo disco le hubiese incluido la esplendorosa cancion «Killing a little time» (del EP No Plan,publicado a título póstumo) ) intercalada entre «Girl loves me» y «Dollar days» y hubiese quedado un elepé de diez y no de nueve.
    Gracias por todo y nos veremos en las estrellas, maestro David.

  10. Lázaro Louzao

    Cuando se lanzó Blackstar la nota de prensa aludía a que era su trigésimo álbum lo que echando cuentas significa que el propio Bowie contabilizaba como album suyo proyectos como Baal, Peter and the wolf, los dos discos con Tin Machine, el (más bien mediocre) Labyrinth, etc. No obstante los medios decidieron fiarse más de la wikipedia que del propio autor y decir que era el vigésimo quinto. Lo que desde luego no era es el vigésimo. Y que todas sus pelis son malas es una opinión bastante cuestionable, la mayoría efectivamente son flojas pero Basquiat y El ansía son peliculones que no hacen más que ganar con los años. En cuanto a los lanzamientos póstumos los hay más interesantes y más prescindibles como con todos los artistas muertos, pero se puede ver en muchos la mano de Bowie que se sabe dejó unos cuantos organizados por el mismo. En cualquier caso, un legado bastante más cuidado que en la mayoría de casos. Mi gran esperanza es que las Leon Suites de las sesiones del Outside tengan lanzamiento oficial para ver si difieren mucho de las bootlegs que circulan por ahí. Buen artículo. ♥️

  11. elreylagarto

    Teniendo en cuenta que la cosecha de discos de los 70s es impresionante (para mi gusto, sobretodo el primer lustros de éstos) el Ziggy es un disco mayúsculo, quizá no el disco de los 70s (qué difícil es afirmarlo) PERO incuestionablemente juega en la liga de los grandes.

    Nota: la obra de Bowie en los 70 es descomunal.

  12. Pingback: Adorno en Berlín - Jot Down Cultural Magazine

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