Ocio y Vicio Destinos

Torremolinos, la ciudad que nunca dejó de soñar

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Una carrera de coches clásicos durante el festival The Rockin’ Race Jamboree 2019. Fotografía: Jesús Mérida / Getty.

Este artículo está disponible en la revista Jot Down Places.

Mucho se ha escrito sobre el «milagro» del pueblo que cambió la luz titilante de las farolas vigilantes en las esquinas, en las calles estrechas y en recovecos cargados de misterio, y de las barquillas que, como inquietas luciérnagas, faenaban en sus aguas mediterráneas por esas otras centelleantes, deslumbrantes y prometedoras de diversión y vida por descubrir. Y, sin embargo —ahora, todos sabemos cómo sucedió—, nadie se imaginaba entonces el cambio profundo y sin retorno que estaba produciendo y que marcaría el camino a otros lugares de España.

Situada a quince minutos del aeropuerto internacional de Málaga (uno de los más importantes de España y de Europa), a menos de media hora de la estación de tren María Zambrano, a la misma distancia del puerto de Málaga, y conectada con la capital y gran parte de la costa por un moderno tren de cercanías y una red de carreteras de primer orden, Torremolinos es una de las más singulares y, al mismo tiempo, más populares localidades turísticas españolas. 

Su evolución en los últimos sesenta años resulta tan impresionante como los altibajos que durante ese mismo periodo ha ido experimentando. Quizá, o, mejor dicho, precisamente por ese motivo merezca la pena conocerla en profundidad. 

Y para hacerlo más interesante, comenzaremos in medias res, como si de una hazaña épica se tratase, porque este es, en realidad, un relato épico y pionero.

Una interesante mirada al pasado

Si nos remontamos a los años sesenta del pasado siglo, aquel sencillo pueblo de pescadores y molineros comenzó a despuntar como destino turístico de calado internacional hasta el punto de hacer sombra a otras localidades de la Costa del Sol, incluida la mismísima capital, Málaga. 

Durante dos décadas, el crecimiento y, por tanto, el flujo de turistas fue imparable, y Torremolinos se convirtió en un referente turístico sin parangón. El ir y venir de autocares transportando turistas desde el aeropuerto era incontable. Resultaba habitual ver un séquito de coches escoltando a un jefe de Estado, a un actor o a una actriz de renombre mundial o al más elogiado de los artistas.

Torremolinos estaba de moda y todo aquel que pudiera permitírselo quería venir a «dejarse llevar» por la vida en este espacio singular y transgresor que se ofrecía con descaro al visitante. Todo ello enmarcado en un lugar privilegiado: un pueblecito mediterráneo y típicamente andaluz, bañado por un sol espléndido, con un mar habitualmente calmo y cálido. 

Lo que comenzó con un turismo nacional incipiente, despertando a un mundo nuevo y prácticamente desconocido para los españoles, pronto daría paso a otro internacional, mucho más rodado. En pocos años, los turoperadores turísticos europeos y americanos más importantes fijaron su mirada en ese nuevo punto que se señalaba con carácter propio, como un desafío, en el mapa turístico mundial. Todos ellos protagonizaron de manera muy directa la evolución y el desarrollo de Torremolinos y, por ende, de la Costa del Sol.

Detrás de los numerosos hoteles, discotecas, salas de fiesta, tablaos y todo tipo de lugares de ocio que se abrieron en esa década y en la siguiente hubo un trabajo incansable de un grupo muy importante de emprendedores, de innovadores, que, empujados por la imaginación y por la ilusión, cruzaron numerosas «líneas rojas» hasta conseguir transformar aquel sencillo pueblo en todo un referente turístico mundial. 

Dicen sus vecinos con orgullo, recordando aquellos años de vertiginoso desarrollo, que antes que Nueva York fue Torremolinos «la ciudad que jamás dormía». Y puede que lleven razón, que entre bares de copas, discotecas y salas de fiesta era fácil ver amanecer cada día. Y especialmente los extranjeros descubrieron el arte y la esencia torremolinense: los tablaos flamenco. El flamenco pasó a formar parte indispensable de la oferta turística y llegó a ser unos de los mayores reclamos de la ciudad. Desde el primer tablao que abrió sus puertas, La Bodega Andaluza, en 1959, pasando por El Jaleo o Las Cuevas, El primer tablao que abrió sus puertas fue La Bodega Andaluza en 1959, más tarde, se inauguraron El Jaleo, Las Cuevas y otros muchos, todos han marcado el carácter de esta ciudad, su seña de identidad definitiva, imperecedera.

En palabras de uno de los grandes protagonistas del escenario turístico de ocio de la época, Manuel Díaz, socio gerente de la emblemática sala de fiestas Cleopatra (donde se realizó el primer striptease en España): «Cuando todavía Europa, el mundo, no sabía situar apenas a España en el mapa, ya sabía dónde se encontraba Torremolinos».

Y el paso del tiempo no lograba detener la metamorfosis sin límites de Torremolinos: jamás dejaba de crecer y de plantearse nuevos retos. 

Con la aparición de las primeras discotecas con música «enlatada», la juventud comenzó a frecuentar lugares hasta ese momento inaccesibles para ellos. De este modo, los jóvenes de la capital y de otros muchos puntos de la provincia se unieron al éxodo masivo de ocio y diversión que ofrecía la costa. La gran revolución social estaba en marcha.

Pero Torremolinos no pasó a ser uno de los lugares más deseados y visitados por casualidad o azares del destino. No existe la casualidad cuando median el trabajo, el esfuerzo y la ilusión de miles de personas, y este fue el verdadero motor de su desarrollo.

Los famosos, los bohemios, los artistas: el cine

Andaba construyéndose el emblemático Hotel Pez Espada (que sería inaugurado en 1959), pionero entre los hoteles de Torremolinos y primer cinco estrellas de la localidad, cuando Frank Sinatra ganó un Óscar por su interpretación en la película De aquí a la eternidad. Es pertinente hacer esta mención a tan insigne artista por su demostrado interés hacia Torremolinos, lugar al que acudía con la asiduidad que le permitía su trabajo. Sinatra es solo un ejemplo de la galería interminable de famosos de todo el mundo que se hospedaban en los numerosos hoteles de aquella época: Castillo de Santa Clara, Parador de Montemar, Pez Espada, Tropicana, Tres Carabelas, Las Palomas, Amaragua… La relación de astros del glamur y del papel cuché es prácticamente infinita, mencionaremos a algunos de ellos como ejemplo: Rita Hayworth, Ava Gardner, Greta Garbo, Ingrid Bergman, Rock Hudson, Sophia Loren, Carlo Ponti, Alain Delon, Brigitte Bardot, Kirk Douglas, Raquel Welch. Una interminable lista de personajes que buscaban en Torremolinos mucho de lo que no podían encontrar en otros lugares del mundo: una forma de vida nueva, vital, libre y absolutamente hospitalaria.

También el cine español tomó Torremolinos como escenario inigualable para numerosas películas de la época, que de paso revelaron abiertamente sus atractivos naturales. En pantalla se mostraron los primeros y aperturistas toples al público español. Se puede asegurar que la España del destape comenzó en Torremolinos: Amor a la española, El turismo es un gran invento, Manolo, la nuit, Objetivo: Bi-ki-ni…

Por supuesto, fueron muchas las películas de carácter internacional rodadas en los espectaculares escenarios de Torremolinos como plató natural: Demasiadas mujeres para Layton, El coleccionista de cadáveres, Hard Contract, Donde tú estés, por citar algunas de las más destacadas.

Desde aquellos tiempos no han dejado de rodarse anuncios publicitarios y películas de todos los géneros.

El día, la noche… la vida sin freno

Aunque la noche siempre fue la esencia de Torremolinos, no podemos olvidar sus otras riquezas naturales: el sol y el mar que bañan sus hermosas playas.

Nada como un baño reconfortante en el lienzo azul que abraza su costa, un aperitivo y, más tarde, un almuerzo en cualquiera de las decenas de chiringuitos o restaurantes que nos aguardan a orillas del mar.

Comer unos pescaítos fritos o unos espetos de sardinas, únicos en el mundo, en la playa de La Carihuela, Los Álamos, el Bajondillo o Playamar, con el mar justo en frente como testigo del goce y la felicidad de sus visitantes, resulta una experiencia única. Y, después de una suculenta comida y para hacer honor a la tierra, una reconfortante siesta. Conviene cargar las pilas para todo lo que nos queda por delante.

Bien sea a la caída de la tarde, cuando el sol ya solo es un agradable reflejo, bien sea por la mañana, no hay nada como pasear por la calle San Miguel, una de las vías más visitadas del mundo y punto de encuentro ineludible, o dejarse caer por la plaza de la Nogalera, ambas zonas repletas de comercios, tiendas, terrazas, restaurantes… llenas de bullicio y alegría.

Si alguien no sabe qué uso dar a las veinticuatro horas del día, en Torremolinos lo puede descubrir. 

La necesaria transformación en ciudad

El reflejo inevitable del desarrollo turístico de la ciudad produjo una expansión desmesurada del ladrillo. Con la misma fuerza que surgió el fenómeno turístico, el interés por construir y desarrollar el urbanismo para convertir aquel pueblecito en toda una ciudad resultó imparable.

En palabras de la alcaldesa de la localidad, Margarita del Cid: «El verdadero desarrollo de Torremolinos como ciudad surge a partir de la independencia de Málaga, a la que pertenecía como una barriada más. Ese hecho hizo que nos pusiésemos las pilas para dejar de ser de una vez una localidad que miraba exclusivamente a los turistas, pero que tenía un municipio sin desarrollar, con un déficit importantísimo de todo tipo de instalaciones: parques, centros deportivos o culturales, etcétera. Y es a partir de ese momento cuando se construyen las más importantes infraestructuras: Torremolinos por fin tuvo su propio plan de desarrollo. Todo ello ocasionó un aumento demográfico que nos hizo superar los cincuenta mil habitantes. Fuimos un referente de evolución y desarrollo para una ciudad joven que dejaba de ser una hilera de hoteles en la playa. Por supuesto que el turismo es nuestra industria básica; genera mucho empleo y nuestra economía gira en torno a él. Pero, a pesar de ese crecimiento, Torremolinos nunca perdió la esencia como pueblo: ser torremolinense es contagioso. Muchos de los que vinieron, llamados por el desarrollo del municipio, y que después se marcharon, jamás dejaron a un lado el sentimiento de ser torremolinense. Torremolinos es un pueblo que se elige».

El verdadero espíritu de libertad es inherente al modo de vida de Torremolinos. Ese fue el principio de todo en los años cincuenta: en Torremolinos, cada uno puede ser lo que quiera ser. Nadie te va juzgar. La implantación del colectivo LGTBI es un claro ejemplo de ello. Torremolinos es una forma de vivir.

El futuro

El éxito de todo aquel trabajo, que aún hoy se mantiene, se debe, entre otras razones, a que Torremolinos nunca ha perdido el carácter propio de un pueblo. Y es que, a pesar del crisol de nacionalidades y culturas que hoy en día coexisten en la bella localidad costasoleña, resulta muy fácil y agradable (invitamos al lector a comprobarlo) perderse entre sus calles y mezclarse con sus acogedores y hospitalarios vecinos.

Continuando con las reflexiones de su alcaldesa: «El futuro de la ciudad pasa por un nuevo diseño urbanístico en el que ya trabajamos, mediante el que ganaremos espacio para el disfrute de los ciudadanos y del turismo. Unos espacios que ya están diseñados. Evidentemente no contamos con más de los veintiún kilómetros cuadrados del municipio, pero somos conscientes de que queda mucho por hacer. Torremolinos está llamada a convertirse en una zona privilegiada de la provincia de Málaga. Continuamos siendo el referente turístico de la Costa del Sol. Un trabajo basado en unos criterios definidos de calidad y sostenibilidad. La mayoría de la planta hotelera ya se ha transformado en función de esos mismos criterios. Tenemos un objetivo claro de rehabilitación de los núcleos más antiguos dentro del municipio. Todo ello conforma la base de nuestro brillante futuro. Estoy convencida de ello».

Cuando le preguntas a cualquiera de las muchas personas que han tenido la oportunidad de pasar unos días de vacaciones en la ciudad, su respuesta siempre coincide: un día en Torremolinos vale por tres días de la vida cotidiana en cualquier otro lugar. 

Torremolinos nos espera luminosa, cálida, acogedora, divertida, bulliciosa con los brazos abiertos. Ya podemos dejar de soñarla.

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asistentes al desfile del Orgullo Gay de Torremolinos, 2018. Fotografía: Jesús Mérida / Getty.

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2 Comentarios

  1. Hay calles que están completamente abamdonadas, sucias y rotas.

  2. Sin tantos rodeos mejor arreglar las aceras y organizar mejor el servicio de basuras.Cada año más degenerado…..una pena.A ver si esta alcaldesa empieza a urbanizar mejor

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