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Nagorno-Karabaj, Ucrania y Gaza: la guerra viejuna que vuelve

Soldados en Nagorno Karabaj en 2020. Foto Ricardo Garcia Vilanova. guerra viejuna
Soldados en Nagorno Karabaj en 2020. Foto: Ricardo García Vilanova.

Por guerra viejuna no hay que entender los usos y costumbres en las batallas napoleónicas. A saber: encuentro en llanadas a campo abierto, cañonería a distancia, despliegue meticulosamente alineado y rectilíneo de la infantería, carga de la caballería contra la primera barrera del enemigo o, según la estrategia, por los costados. En la película Napoleón de Ridley Scott (tan denostada por los historiadores más irredentos), se ve cómo Napoleón Bonaparte se tapa los oídos en las grandes batallas junto a sus queridos cañones (era cierto que los amaba como bienes muy preciados). Se ve también cómo carga con su bicornio y sable en ristre, liderando el furor de su caballería de coraceros (jamás ocurrió esta estampa, aunque sí estuvo a tiro, como se observa en la película, de algún que otro fusilero enemigo).

Tampoco hay que entender por guerra viejuna el concepto de guerra estanca, como ocurriera en las trincheras con barro, ratas y hombres tronados de la Primera Guerra Mundial (sé que están pensando en los fotogramas de la película 1917 de Sam Mendes). Se habla aquí, más bien, de guerra analógica. Quiere decirse de la vuelta a los usos bélicos de la Segunda Guerra Mundial y de fines del siglo XX, como ocurrió, por ejemplo, en algunas guerras ochenteras y acaso olvidadas (Irán-Irak) o en las de los noventa (el apocalipsis checheno, la trituración de Vukovar por el ejército serbio o la primera guerra entre armenios y azerbaiyanos en Nagorno-Karabaj entre 1988-1994).

Justo este 2023 (en concreto del verano al presente otoño tardío), hemos visto una revuelta hacia los usos convencionales que creíamos abandonados y que recuerdan, con no poca fidelidad, a ciertos episodios y carnicerías del pasado más trágico en cuanto a movilidad y armamento pesado. Veamos si no este rápido desglose.

1) Ha vuelto el carro de combate, que se tenía casi por un mamotreto no apto para los cambiadizos conceptos de la guerra moderna (decir carro de combate y no tanque es una lección que nos ha traído tanta guerra analógica surgida de sopetón).

2) Ha vuelto el bombardeo masivo y el uso de la infantería de carne y hueso. Ocurrió con la reciente capitulación armenia en el Alto Karabaj y la victoria, iniciada ya en 2020, del ahora poderoso ejército azerbaiyano. Bajo la adormidera informativa de la era covid, es cierto que en la segunda guerra de 2020 entre armenios de Karabaj y azeríes fueron determinantes los drones turcos e israelíes. Pero igual de cierto es que los azerbaiyanos hicieron uso de un término antañón asociado al concepto de guerra rápida, la Blitzkrieg, a fin de embotellar y expulsar a los armenios de sus defensas con tropas de infantería regular y retenes de mercenarios sirios.  

3) Ha vuelto el uso primitivo de la lucha cuerpo a cuerpo, como ha ocurrido sobre todo entre soldados en Ucrania y ahora mismo en Gaza. Hemos visto esta batalla de los cuerpos librada por entre papillas de edificios derruidos, sobre terrenos distópicos arrasados por las bombas, bajo tierra y en el interior de los túneles construidos por Hamás en la agujereada madriguera de Gaza.

4) Ha vuelto la destrucción sistemática como fin para convocar al terror. Esto es, ha vuelto el daño por el daño, como ya se vio en la arrasada textura de Grozni en aquella Chechenia de los noventa y en la citada Vukovar. Los dioramas de escombros y tierra picada en Gaza y en ciertos enclaves del frente en Ucrania recuerdan a los bombardeos aliados en 1945 sobre Dresde y otras ciudades alemanas arrasadas innecesariamente como escarmiento por los aliados. Igual que recuerdan, en las guerras en el Alto Karabaj (1988-1994, 2020 y 2023), a las ciudades martirizadas de Mardakert (arrasada por los azeríes en 1992) y de Agdam (ahora retomada por Azerbaiyán tras la pavorosa destrucción cometida en su día por los armenios en respuesta al sacrificio de Mardakert).

Recordaba el historiador Antony Beevor a quien esto escribe que la guerra en las ciudades va a seguir siendo espantosa. Ya no habrá apenas batallas desarrolladas a campo abierto, como en las guerras napoleónicas que Ridley Scott ha revitalizado en el cine. El canon del horror lo ha marcado la batalla urbana de Mosul (2016-2017) contra el ISIS. Los civiles fueron ya utilizados por los beligerantes sin reconcomio alguno como meros escudos humanos.

En el parte bélico sobre Ucrania, aunque los fines logísticos fueran distintos, la batalla cuerpo a cuerpo en Bajmut hizo recordar la porfía entre alemanes y soviéticos del Ejército Rojo en los célebres fríos de Stalingrado. Incluso, poniéndonos peliculeros, recordaron al lance angustioso que libran un soldado alemán y otro judeoamericano en el interior de una casa al final de la película Salvar al soldado Ryan (apreciada por Beevor en sus inicios, según nos comentó, pero denostada en el resto del metraje).

Sin olvido de lo ocurrido en la heroica Mariupol (léase El cerco de Mariupol del italiano Andrea Nicastro y publicado en Altamarea Ediciones), las crónicas recogidas por reporteros y enviados especiales sobre Bajmut, con testimonios y entrevistas a soldados y supervivientes, nos trasladaron, casi físicamente, al fragor de aquella batalla siniestra en torno a aquel lugar absolutamente arrasado y carente de interés estratégico.

Incluso en las trincheras de las defensas rusas los soldados ucranianos y sus cámaras corporales (se había iniciado la contraofensiva prevista por Kiev) nos ofrecieron detalles inauditos de los combates librados a cara de perro en los alrededores de la propia Bajmut. Remitía su acción, como se ha dicho más de una vez, al mundo bélico de Netflix. En otras partes del frente (evocando tiempos de la Segunda Guerra Mundial), las defensas rusas, sólidas y profundas, resistieron el empuje ucraniano, sobre todo en la lengua de tierra que como puente une las líneas rusas con Crimea. Se hallaba llena de campos de minas, con dientes de dragón, fosos para carros de combate y posiciones de tiro aprovechando la más mínima elevación de terreno.

En el este de Ucrania, cierto es que el ejército de Kiev ha desarrollado métodos creativos y hasta cierto punto novedosos en estrategia militar. En especial, el uso certero de drones contra objetivos enemigos, la propaganda por redes sociales y las audaces misiones de sabotaje contra suministros rusos. Pero, en general, hemos asistido a la citada vuelta a los parámetros analógicos de 1940. Cuando al inicio de la invasión ordenada por Putin una columna rusa de carros de combate fue detenida en las cercanías de Kiev, comentaristas en plan streamers y analistas militares se apresuraron a proclamar la defunción del carro de combate como recurso determinante en la guerra del siglo XXI. Solo unos meses después, cuando la réplica a la invasión apuntaba a un largo formato, los ucranianos pidieron desesperadamente a Estados Unidos y a Europa partidas de carros Abrams y Leopards. El carro de combate nunca estuvo muerto.

Respecto a Gaza, decidida la invasión terrestre por parte de Israel, el elemento estrella para el Tsáhal, si así puede decirse, ha sido su carro de combate Mark IV Barak (Relámpago). Este monstruo acorazado va más allá del carro convencional, dotado como está de sensores especiales y de elementos de inteligencia artificial (Israel es la tierra prometida de las apps tecnológicas). Pero lo cierto y verdad es que no deja de ser un carro de combate diseñado, con formidables prestaciones, para la guerra urbana pura y dura y no para fantasiosas batallas virtuales por ordenador. El modo Trophy (sistema autodefensivo autónomo) lo previene contra ataques de misiles y es causa de admiración en la industria armamentística. Pero no se maneja con pilotaje inteligente, remoto o inadvertido. Cuenta con su tripulación humana: su comandante, su conductor, su artillero y su cargador de morteros de 60 mm multiusos.

En 1945, el mariscal soviético Zhúkov atacó Berlín cometiendo un error que lo pagaría la inagotable remesa de carne rusa, aun en plena agonía nazi. Mandó sus carros de combate T-34 sin apoyo de la infantería. La estampa bélica de aquel Berlín humeante y arrasado, salpicado de soldados que corren, disparan y se esconden saltando ágilmente entre cascotes, podría recordarnos a la derruida Gaza de hoy. Salvo por un detalle: la infantería del ejército israelí sí ha acompañado a sus carros de combate en la toma de cada porción de tierra, de cada barrio, de cada artería, en el interior de Gaza, ya fuese en terrenos más abiertos o en la machacada almendra de los cascos urbanos.

El bombardeo sobre Gaza (causante de una inhumana mortandad de civiles), ha respondido a la doctrina ‘Dahiya’ aplicada a la guerra por parte del general israelí Gadi Ezenkot (un golpe brutal y sin paliativos contra el enemigo y que tuvo su estreno en los ataques a Hezbolá en el frente del Líbano en 2006). Hace unos años, con la Segunda Intifada, en Cisjordania el Tsáhal puso en práctica otro concepto insólito en el desarrollo de la guerra urbana en enclaves prietos y apiñados (véase el libro de Eyal Weizman A través de los muros, publicado ahora por Errata Naturae). En lugar de avanzar calle por calle, a la vista de los resistentes palestinos, los soldados lo hicieron atravesando las casas, perforando muros, habitaciones, despachos, cuartos de baño, sin poner nunca el pie en el suelo de las calles. Inspirada la cúpula militar israelí en el pensamiento libertario de Deleuze o Guy Debord, se diseñó esta táctica militar conforme a la idea de la «guerrilla invertida» y la «geometría inversa».

El combate urbano en la papilla de Gaza ha demostrado la destreza de los israelíes en estas lides, tras años de entrenamiento en las arideces del Neguev. Aquí también, sobre los cascotes de Gaza, los combatientes de Hamás y los soldados israelíes se manejan entre edificios, sin exponerse muchas veces en terreno abierto, en plena calle. Los analistas militares han hablado de ataques tridimensionales entre combatientes (el enemigo puede llegar de frente, por detrás, desde el cielo vía drones o desde abajo por los túneles dominados por las milicias de Hamás). Y todo ello aderezado por trampas mortales por parte de los palestinos, conocedores de los pormenores del terreno. El toque exótico y transversal, si así puede decirse, lo han puesto algunas fotografías colgadas en redes sociales por algunos soldados israelíes. En ellas se les ve posando con banderas LGTBI junto a la de Israel y con lemas, sobre fondo arcoíris, del tipo «In the name of love».

Con todo, pese al acento posmoderno que se le quiera poner en lo militar, la batalla en Gaza cuerpo a cuerpo, casa por casa (más allá de los terribles bombardeos), alimenta la idea de Antony Beevor de que, en efecto, casi todas las guerras del futuro serán urbanas y serán causa de una ingente mortandad de civiles.

Tras el 11-S, los profetas del error empezaron a hablar de guerras líquidas, sin tiempo ni espacio definidos, contra terroristas islamistas. Incluso se llegó a hablar, a las puertas de la guerra de Irak, de que había estallado una Tercera Guerra Mundial con un formato difuso, sin contornos claros ni objetivos macizos establecidos sobre un determinado terreno (caso aparte del embrollo afgano). Lejos de toda guerra líquida, los crudos conflictos en el Alto Karabaj, Ucrania y Gaza han demostrado que la guerra ha solidificado en lo esencial sus métodos de siempre: bombardeo, carros de combate y soldados de carne y hueso sin vínculo alguno, que se sepa al menos, con el metaverso ni con la inteligencia artificial.

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3 Comentarios

  1. Kurt Sonnenfeld

    En Gaza, 11-¿Cómo puede haber guerra si solo hay un ejercito? Y como veremos a poco que se indague un poco, solo hay un agresor. Las preguntas que voy a dejar aquí, me gustaría que fuesen respondidas por Netanyahu conectado a un polígrafo.:
    Como bien explica el corresponsal de guerra de El Mundo Javier Espinosa, HAMAS fue una creación de Israel: «El grupo recibió el apoyo activo de Tel Aviv durante su creación para usarlo contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)»
    Para situarnos, diremos que el gobierno de Netanyahu estaba en un momento muy delicado, debido a que pretendía una especie de «golpe de estado» cambiando la constitución, para perpetuarse en el poder. La parte progresista de la sociedad, estaba manifestándose masivamente durante todo el año.

    Entonces llegamos al mes de Septiembre y unos 14 días antes del ataque de Hamas, Netanyahu viaja en persona a EEUU. Viaje que con el devenir de los acontecimientos es harto sospechoso y cabe preguntarnos:

    -¿Cuando de cerró esa visita? ¿Cuál era la agenda oficial? ¿De que hablaron realmente?

    Netanyahu vuelve a su país, pasan unos días y de repente, cuando tenía el agua al cuello se le presenta su salvación política por arte de… ¿magia?
    En teoría Hamas lanza un ataque «por sorpresa» a Israel, con muchos muertos y secuestrados. Sigamos con las preguntas:

    – Hamas no tiene cuarteles ni ejercito ni suministros conocidos. ¿Dónde ha entrenado Hamas para el ataque? ¿Quién financia la compra de las armas y munición? ¿Quien o quienes ,concretamente, han organizado el reclutamiento y han armado a los atacantes?
    Netanyahu en ningún momento habla de esto. En verdad, personalmente no parece sorprendido del ataque. Como Bush en el 11-S.
    Sigamos preguntando:

    -Todos sabemos la eficiencia del Mossad. ¿No tenían pinchadas las comunicaciones de los lideres de Hamas? ¿No han detectado los movimientos de personas y armas y la logística para el ataque? Pensemos que la franja tiene el tamaño del 20% de Madrid aproximadamente y esta rodeada por Israel.

    Asumiendo que no sabían nada, algo que es materialmente imposible, veamos:
    ¿Ha habido dimisiones en el gobierno por su incapacidad para prevenir los atentados? ¿Se ha explicado que país apoya a Hamas logísticamente? ¿Hay alguien en Israel que se haga estas preguntas, públicamente?

    Todas estas preguntas, inciden claramente en una sola dirección. Y es en saber ¿a que fue Netanyahu y de que hablaron en EEUU los días previos?.

    Muy acertadamente Biden dijo que Israel esta viviendo su 11-S. Cualquiera que estudie el 11-S un poco a fondo, verá que ocurre lo mismo que aquí. Todos los caminos llevan a Roma y en este caso Roma es el gobierno de Netanyahu.
    Vamos a decirlo claro ya. En mi opinión, al igual que en el 11-S, estamos ante un ataque de falsa bandera, preparado y organizado por el propio gobierno para someter a la opinión publica que tenía en contra. Los kibutzs socialistas han sido objetivos prioritarios. Así aprenderán lo que pasa por ser buenos con el «enemigo».

    No es necesario estar de acuerdo conmigo. Sé que para mucha gente es imposible asimilar que el propio gobierno mate a sus ciudadanos. Cuesta creerlo. Como digo no hace falta creerme, lo que hace falta es que el gobierno israelí, responda a esas preguntas…. SI PUEDE

    Última pregunta para acabar: ¿Cuándo van a devolver los territorios robados?

  2. Gracias por el artículo. Una puntualización, en 1945 la «inagotable remesa» era de carne soviética, no sólo rusa. Y por otra parte, si no me equivoco, lo de avanzar a través de los muros de las casas se ha venido haciendo al menos desde la toma de Ciudad Juárez en 1911, durante la Revolución Mexicana.

  3. Cao Wen Toh

    No hemos cambiado nada desde… ¿siempre?

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