Sergio Escribano Ruiz (Mungia, 1977) es licenciado en Historia, doctor en Arqueología y profesor en el Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología de la Universidad del País Vasco. Lo vemos conversando con un grupo de adolescentes: lavan y cepillan unos trozos irregulares de piedra o quizás arcilla. Imposible saberlo para el observador común. Estamos en Puerto Gaboto, un pequeño pueblo al sur de la provincia de Santa Fe, Argentina, en un espacio histórico y arqueológico llamado el Parque del Fuerte.
Son unas seis hectáreas a metros de la confluencia entre el río Carcarañá y el río Coronda, donde se encuentran los vestigios de lo que fue el primer asentamiento europeo en el territorio de lo que hoy es Argentina. En 1527, en este lugar, el veneciano Sebastián Gaboto, que navegaba a las órdenes de la Corona española, se desvió de su objetivo final —las Islas Molucas, conocidas entonces como Islas de las Especias— y fundó el Fuerte Sancti Spiritus, ejemplo, según la historiografía, de la convivencia armoniosa entre nativos y europeos. Ya nos dirá Sergio Escribano cuánto de verdad hay en esto. Gaboto dejó allí a un grupo de treinta españoles para defender el fuerte y siguió navegando hacia el norte en busca de la Sierra de la Plata en Potosí. No le fue bien en la expedición y decidió volver para encontrar, dos años después de su fundación, el fuerte destruido por los locales.
Las excavaciones que se están haciendo en la zona comenzaron hace casi veinte años, y en 2010 se unió el equipo de la Universidad del País Vasco, conocido como Grupo de Investigación en Patrimonio Construido, con financiamiento del Ministerio de Cultura español, que trabaja en conjunto con el Ministerio de Cultura de Santa Fe. Contactamos a Sergio Escribano Ruiz sobre el final de una semana intensa de excavaciones, nos recibió en su espacio de trabajo, nos mostró cada una de las huellas de los hallazgos y conversamos sobre ciencia, colonialismo, narrativas y simplificaciones históricas.
Si tienes que explicar qué es este lugar y qué significa en términos históricos, ¿cómo lo harías?
Pues este es un lugar que ha sido habitado desde el siglo XV, aproximadamente. Lo que en España diríamos la Edad Media, aquí es la época prehispánica. Desde entonces estaba habitado. Después llegaron los europeos, después los echaron, y se volvió a ocupar siglos después. O sea, es un lugar en el que hubo una sucesión de ocupaciones, como en casi todos los lugares. Lo que pasa es que acá había unas sociedades originarias sobre las que se asentó un fuerte de forma violenta, esas sociedades expulsaron a los europeos, también de forma violenta, eso se sedimenta, pasa un tiempo y se vuelve a ocupar por los puertogabotenses.
¿Cómo sabemos que esa ocupación europea fue violenta?
Te lo voy a explicar cómo lo sabemos a través de la arqueología. Las fuentes escritas decían que los pueblos que habitaban aquí y los europeos que construyeron el Fuerte Sancti Spiritus estuvieron un tiempo conviviendo en paz y armonía, pero no mencionan una población previa. Decían sí que había personas —en sus palabras decían que había tribus indias en el entorno— pero no mencionaron que había un hábitat previo.
¿Estás hablando del discurso imperante en España o de la historia en general?
Es que el discurso siempre fue de España, porque los de acá no sabían escribir. La historiografía es eurocéntrica, la historia de estos pueblos se ha escrito desde Europa. Entonces, ¿por qué sabemos que fue violenta? Porque cuando excavamos el fuerte, encontramos esto: (señala el sector de las excavaciones). Ahí tienes el foso, en forma de U, y eso sería un muro de tapia. En esta zona no hay piedra, entonces lo que los europeos tuvieron que hacer es arcilla, prensar arcilla como un encofrado, como hacemos hoy en día con el cemento. Tuvieron que levantar el foso, protegerlo con un muro de tapia, y para hacerlo tuvieron que hacer una zanja constructiva, porque para construir siempre hay que enraizar de alguna manera. Entonces lo que hicieron fue esta zanja constructiva que rompió los agujeros de los postes de las casas del poblado previo. Es decir, ellos no mencionaron que aquí había un poblado previo, lo que hicieron fue destruirlo y construir el fuerte sobre ello. Por eso es violento.
¿Y eso apareció con la excavación?
Exactamente, hasta entonces no había indicios y se daban por ciertas las fuentes escritas que hablan de un momento armonioso. Ahí es donde entra el discurso colonial, porque construyeron un fuerte, que es un dispositivo defensivo. Uno ya podía intuir desde las fuentes escritas que algo no encajaba; de hecho, los estudios postcoloniales parten todos de la literatura, y aquí podíamos intuirlo, pero no lo visualizábamos e incluso pasó desapercibido hasta que realmente lo vimos. La arqueología quizás tiene un nivel de abstracción grande, pero los procesos quedan claros.
¿Y qué hace un grupo de españoles de la Universidad del País Vasco excavando acá, en un pequeño pueblo de Argentina?
Bueno, en la época global, con los aviones no es difícil… Sebastián Gaboto tuvo meses hasta llegar acá y nosotros lo tenemos más fácil. (Risas) Somos unos invitados, de alguna forma. Esto no se conocía hasta 2006, lo encontró un equipo de arqueólogos argentinos y a nosotros nos llegó a través de otro grupo de argentinos. El primer director del proyecto fue Agustín Azcárate, lo fue hasta hace poco y aún sigue siendo el director espiritual. Vimos la excavación y vimos también que nuestra metodología de trabajo podría ayudar a entenderlo mejor y a enseñarlo mejor.
¿Qué tiene de particular la metodología de trabajo de ustedes?
Te pongo un ejemplo. ¿Ves que el muro de tapial está roto por allá? Eso es porque antes se excavaba con otra metodología —que es muy habitual en muchas partes de América, y sobre todo en Latinoamérica—, de una manera que es bajar hasta que desaparezca toda la tierra. Lo que nosotros hacemos no es bajar toda la tierra, sino solo los estratos, quitamos y dejamos los que corresponden. Es un tema metodológico, pero también incide mucho espacialmente porque si tú lo destruyes lo tienes que reconstruir, en cambio si lo ves lo puedes interpretar mejor. Nuestra forma de excavar permite entender mejor espacialmente los restos.
¿Qué pudieron ver en este espacio?
Primero, tenemos las dimensiones del fuerte y el foso. Lo que nos ha sorprendido es que tiene una forma muy alargada, con una disposición longitudinal; normalmente suele ser más cuadrangular. Entonces, lo que hemos hecho hasta ahora es intentar tener las dimensiones del fuerte para poder entenderlo. Fuera del fuerte también hay restos, pero son de las sociedades locales. Las fuentes dicen que, cuando llegan acá, no viven todos en el fuerte sino que los españoles viven en cabañas fuera; esas, creemos, todavía no las hemos encontrado porque los restos encontrados fuera del foso son de las poblaciones chanás.
Los chanás son esos pobladores que habitaban la zona previamente y que, como dices, fueron violentados con la llegada española, pero no los eliminaron. Porque dos años después los europeos fueron echados del lugar. ¿Es así?
Bueno, los hallazgos arqueológicos permiten desencializar el dualismo colonizador-colonizado, porque acá hubo diferentes sociedades y parece que algunas de ellas —por ejemplo, los guaraníes— colaboraron con los españoles. Es decir, hay una interacción entre diferentes agentes y la historia acaba mal para las personas que llegan acá. Y acaba mal porque tienen que escapar en dirección al río.
¿Los chanás no se llevaban bien con los guaraníes o los guaraníes aprovecharon la llegada de los españoles para conquistar estas tierras?
No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que aparece material guaraní junto con los materiales europeos y parece que se aliaron un poco contra los locales, porque los guaraníes tampoco son locales, sino que se vienen desplazando desde Paraguay.
Hay un discurso actual que pone el eje en los pueblos originarios como una unidad pero la evidencia demuestra que la realidad, presumiblemente, es mucho más compleja. Ni hablar si todo se reduce a una simplificación de buenos y malos.
Es que muchas veces se ha contado así. Evidentemente está claro quién vino aquí, de qué maneras vino y qué sucedió, pues estamos viendo que sí fue un proceso violento de apropiación de un espacio, de destrucción del espacio previo. Es un acto violento y está claro quién estaba y quién vino a romper las pelotas, como dicen acá. Eso está clarísimo. Pero también es verdad que, posiblemente, pueda haber también una interpretación de clases dentro de los propios marinos, que no son la oligarquía. No es el rey quien viene acá, pueden ser personas que no tienen qué comer en Europa y vienen aquí, que casi se mueren, que son aventureros…
Y se embarcaban así, sin mucha idea de qué iban a encontrar…
Es que los mueve la política mercantilista, la idea extractivista de los recursos. Aquí se superponen dos cosas: una es la idea de encontrar el camino a las especias, porque Gaboto tenía que ir a las Molucas y hubo algo que le pareció que iba más en línea con la política mercantilista de la Corona española y lo desvió hacia acá.
Supuestamente, se desvió por la información sobre la Sierra de Plata en el Potosí, ¿no? En principio no parece una mala idea ahorrar distancias de viaje para ir por plata en lugar de especias.
Sí, pero creo que hay algo muy interesante. Cuando el colonialismo ya es un hecho y funciona, y mira hacia atrás para justificarlo, lo que se ve es que, en este caso y en otros que estamos estudiando, hay una suma de casualidades que llevaron a que eso sucediera. La historia colonial está llena de estas cosas. Cuando Colón se equivoca —y se equivoca radicalmente porque llegó a América— igualmente llamó a este lugar las Indias. Las occidentales, sí, pero Indias al fin. Hay en todo esto una justificación continua, evidentemente, que no fue cuestionada porque al final funcionó bien. Se ve esto muy claro con la ciudad de Buenos Aires. El caso de Buenos Aires es muy similar a este, ¿y por qué se conoce, por qué está en los manuales y este no? Porque este no triunfó. Entonces, la historiografía se alimenta de determinados casos que han sido exitosos.
He leído que dices que el colonialismo español era descentralizado. ¿Nos explicas un poco cómo es eso?
Sí, el colonialismo español inicial era descentralizado. Es decir, Gaboto firma unas capitulaciones, un compromiso con su rey, y lo desobedece. Él tenía que ir a comerciar a las Molucas y llevar mercancías de vuelta, firmó un contrato con el rey y no lo cumplió, decidió moverse por su cuenta. Luego fue juzgado, pero no pasó nada, después siguió teniendo cargos en la Corona, y eso está indicando que este tipo de prácticas era más habitual de lo que puede parecer. Se dice muchas veces que la monarquía española, y las europeas, funcionaban un poco también al modo de redes clientelares como en el feudalismo, donde el rey es el señor de los señores y luego hay diferentes nobles que actúan un poco a su manera. Yo creo que también pensarían que, si conseguían el objetivo, no pasaría absolutamente nada y serían unos héroes; en cambio, como no consiguieron la plata, pues fueron juzgados, pero tampoco tanto. Eso te da un poco una idea de cómo podía llegar a funcionar. Estos casos —que se entienden como marginales, periféricos, que no están en los manuales y se escapan de la norma— son los que te permiten entender mejor los mecanismos coloniales. Entonces, estaba descentralizado porque no pasó nada, no cumplieron nada de lo que firmaron con un rey. ¡Imaginaros, firmar un contrato con un rey y no hacerle caso!
La época del colonialismo, ¿la empezaste a estudiar cuando te incorporaste a este proyecto o es algo que ya venías trabajando?
Es algo que venía trabajando con las pesquerías vascas de Canadá, cuando fueron los vascos a cazar ballenas, que es otro caso que no se considera colonialismo, pero que yo estudié en clave colonial.
¿De qué época?
Siglos XVI y XVII también. Yo he estudiado diferentes casos de colonialismo temprano. El caso de Gaboto también lo hago desde el colonialismo, con una perspectiva quizás más teórica; mi compañero Iván Sánchez Pinto, que anda por acá, más desde la excavación. Ahora me toca dirigir el proyecto a mí, pero ya veníamos trabajando esto con unos compañeros en España, que hacemos arqueología del colonialismo, y estamos viendo cosas similares. Tenemos distintas perspectivas que emergen de la arqueología contra el discurso de las grandes narrativas, que muchas vienen de la escritura.
¿Qué piensas de esa idea y hasta el reclamo de que España debe pedir disculpas a los países de América Latina?
Yo ahí veo un paralelismo con el feminismo también. Hay gente que se siente culpable, pero de lo que se trata es de aceptar el pasado y que el pasado sirva como una experiencia para mejorar el presente. Es decir, soy hombre y no me hago responsable de los cargos sobre el pasado; entiendo, conozco y asumo que ha existido toda esa violencia, pero no lo hago tampoco a cargo de mí. Yo lo que intento es comportarme de la forma que debería comportarme. Respecto al colonialismo, creo que hay diferentes actitudes y creo que tiene que servir para un encuentro, servir de base para la reflexión más que para el enfrentamiento. Bastantes enfrentamientos tenemos ya. Entonces, en este caso, se trata de conocer el pasado y de que sirva para una reflexión, construir narrativas, hacer autocrítica, porque también yo creo que es un ejercicio muy sano hacer autocrítica, sin culpabilidad. No nos vamos a hacer responsables de lo que pasó hace 500 años. Hay veces que, en vez de ver que hay muchos ángulos, parece que solo hay dos y que están enfrentados. Reducir todo a ese esencialismo de colonizador y colonizado es una actitud que lleva todo a los extremos y produce los desencuentros. Esa dicotomía ve blanco o negro, y hay tantos tonos de grises… Yo creo que es una forma de pensar, de respetar y de entender, más que de buscar oposiciones.
Para discutir una narrativa simplificadora no sirve contraponer una narrativa también simplificadora pero de signo contrario. Contar los hallazgos de la ciencia resulta más apropiado, ¿no?
Nos hemos presentado y hemos dado charlas sobre este caso, por ejemplo, en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid para público abierto. Yo dije todo lo que pensaba, lo que tenía que decir, y no ha habido una contestación abierta respecto a nuestros planteamientos. Quiero decir, puede haber gente a la que le parezca que lo que estamos diciendo es una tontería o que realmente España nunca fue colonizadora y que hizo un favor a los de acá… Esa es una visión muy imperante en España.
¿Actualmente?
Bueno, pues se pueden leer los periódicos (risas). Está muy presente la idea de la leyenda negra, y hay una guerra de narrativas que de alguna forma puede explicar la leyenda negra, pero eso no quita lo que sucedió acá, quiénes estaban desde antes, cómo se comportaron los que llegaron… Entonces, yo creo que hay que desencializar un poquito todo esto, verlo en perspectiva del pasado, asumirlo e intentar conciliar las sociedades más que enfrentarlas. Si no utilizamos el pasado para esto, ¿para qué sirve el conocimiento? ¿Qué utilidad más puede tener si no puedes hermanar, entendernos, asumir lo que somos y asumirse a uno mismo, no? Hacer la paz con uno mismo como persona y como parte de una sociedad. La arqueología puede servir para eso.
Me interesa lo que contabas antes sobre Canadá y la pesca vasca de ballenas. Decías que estudiabas eso como colonialismo temprano y que no suele ser considerado así. ¿Por qué?
Porque en invierno hay -24° y los vascos no se asentaron. No había un asentamiento permanente ni voluntad de permanecer allá, aunque luego lo consiguen, pero sí hay una idea extractivista: vamos allá, recuperamos unos recursos que son preciados y volvemos. Entonces, es perspectiva colonial porque está dentro de ese momento de protocapitalismo en que buscaban las Molucas. ¡Todo tiene que ver con las Molucas! Los primeros europeos que llegaron —después de los vikingos, que habían estado en el siglo XI aproximadamente— fueron los ingleses. Algunos dicen que llegaron primeros los vascos, pero no hay evidencias de eso. De lo que sí hay evidencias es de que Sebastián Gaboto, con su padre Giovanni Gaboto, descubrieron Canadá; o sea que, también con las ballenas, mis casos de estudio están enlazados con Gaboto. El caso con los vascos es que les interesa la caza, pasan muy pocas ballenas por la costa vasca y, de repente, encuentran un lugar donde hay cientos de ellas. Era algo que no le interesaba a ninguno de los europeos y entonces ahí encontraron ese negocio; no se querían asentar, pero lo que hacían los vascos, por ejemplo, es no dejar que otros se asentaran. A las órdenes de la Corona castellana, cuando los portugueses o franceses se asentaban, los vascos atacaban y destruían el asentamiento. En el País Vasco hay muchos escudos heráldicos medievales que tienen escenas de caza de ballenas y está lleno de historias con el mar teñido de rojo o la lengua de la primera ballena que se cazaba y era para el rey.
Hay que hacer una película con todo esto.
(Risas). Bueno, Moby Dick es una versión posterior y americana… Luego los vascos compartieron su conocimiento con los británicos y los holandeses, que les quitaron el negocio en el siglo XVII, justo cuando el poderío de la armada española baja. Les quitan el negocio a la Corona castellana y a los vascos, y se reparten Canadá.
Eran unos años intensos en mar y tierra.
Todos estaban en el mismo juego, lo que pasa es que, dependiendo de cuál era la situación hegemónica, algunos hacían más daño que otros.
Me quedo pensando en lo que decías de no caer en esencialismos y simplificaciones. Leído todo desde el presente, poner las cosas en términos de buenos y malos o víctimas y verdugos, nos tranquiliza, ¿no?
Sí, la mente humana aborrece los matices y lo que necesita es clasificar. Pero la realidad es compleja. Para entenderla tratamos de clasificarla, y clasificar es un acto de simplificación porque tú favoreces un aspecto respecto a otro de acuerdo al eje según el que clasificas, y se pierde el resto de los matices. Entonces, en vez de abrazar la complejidad, normalmente lo que hacemos es reducirla a pedacitos que nos permiten estar más tranquilos porque así nos resulta más fácil de entender.
Volvamos a lo que han encontrado de lo que fue el Fuerte Sancti Spiritus más allá de su emplazamiento. Me refiero a objetos que pueden hablarnos de cómo era la vida aquí hace 500 años.
Voy a aprovechar para hablar un poco de las sociedades originarias de los americanos, porque la ocupación española duró solo dos años. Además, en principio, no venían a poblar, no venían con materiales para estos objetivos. Entonces, hay mucho material chaná porque los que han vivido aquí durante cientos de años son ellos. Hay algo muy interesante que está relacionado con la historiografía, y es que generalmente se ha pensado que las sociedades originarias de aquí eran nómadas, que esto no era un asentamiento y que no era una sociedad con una economía compleja como para ser sedentaria. Hemos visto con la excavación que esto no es cierto. Con este caso ha empezado a cambiar un poco cómo se interpreta el poblamiento previo, porque aquí vimos que hay una complejidad de postes grandísima, incluso a veces cinco postes que se superponen, o sea que una misma casa necesitó cambiar la estructura cinco veces. En España, en Europa, se entiende que hay una generación por cada reposición de poste; acá es menos porque el terreno es más ácido, pero, aun así, una reposición de cinco postes quiere decir que hubo una ocupación muy intensa. Hicimos dataciones de radiocarbono también que nos permiten decir que esta gente estaba asentada aquí desde el siglo XV, o sea, por lo menos unos 150 años antes de la llegada de los europeos.
Claro, siempre hemos escuchado que en la zona de la pampa húmeda y el litoral de lo que hoy es Argentina sólo había pueblos nómades, pero no suena ilógico que algunos pueblos se hayan asentado en la confluencia de dos ríos ricos en recursos.
Eso está asociado con la idea de que no tenían economías complejas, que explotaban un lugar y se iban a otro, pero aquí hemos visto que tenían agricultura. Es una idea colonial decir «si no hay agricultura, no es de nadie, me pertenece». Eso viene de los romanos, el terra nullius. Es lo que pensaban los romanos, y luego los ingleses, mediante John Locke, lo teorizan: «Esta tierra no es de nadie porque no hay agricultura, entonces puedo tomarla». Luego la arqueología va y demuestra que casi todas esas sociedades eran, en parte, agrícolas. Por ejemplo, acá parece que estaban más orientados a la pesca, pero también tenían agricultura y llevaban más de 150 años instalados aquí hasta que llegaron los españoles.
¿Cómo descubrieron que tenían agricultura?
Porque se han hecho diferentes estudios arqueométricos, que es una aplicación de las ciencias naturales a la arqueología. Se han hecho restos de fitolitos, se han analizado las vasijas, los contenidos, se han hecho estudios de polen y por eso lo sabemos. La arqueología, a día de hoy, tiene muchísimos recursos como para saber cómo era el entorno en el siglo XVI. Y toda esa base empírica nos sirve para cuestionar toda una historiografía, porque muchas veces el problema son las inercias, cómo se ha contado esto y cómo se simplifican las sociedades previas.
Volvamos sobre los objetos que han encontrado y lo que pueden decir sobre este asentamiento prehispánico, la sociedad chaná.
Tenían una tecnología cerámica impresionante, con elementos rituales simbólicos, con muchísimas decoraciones. La cultura material que tienen es impresionante. Tenemos nuestras limitaciones para entenderlos, pero reflejan una complejidad cultural muy importante que aparece en las diferentes formas de las vasijas, que son muy variadas, una diversidad de usos en lo que procesaran o lo que consumieran, y las decoraciones que hablan de un imaginario cultural bastante rico.
¿Es cierto que los habitantes de Puerto Gaboto tuvieron cierto rechazo frente a los descubrimientos que, de alguna manera, venían a romper con una imagen que se habían hecho del Fuerte? Es necesario aclarar que hace algunas décadas las autoridades nacionales construyeron en madera una réplica del fuerte y así se instaló el imaginario colectivo de cómo era.
Sí, al estilo far west; fue emplazado en otro lugar. Esto es un poco lo que pasa con los idearios, y nos ha costado. De hecho, todavía nos preguntaban cómo sabíamos que esto era europeo. Cada uno se crea su propia historia. En España sucede con los puentes romanos; en el País Vasco no hay ningún puente romano, pero todos dicen «el puente romano», y no hay ninguno. Se ha demostrado en estudios arqueológicos que no hay, pero todo el mundo quiere tener un puente romano. (Risas) Ellos interpretan la realidad de una manera y luego vienen unos pelotudos arqueólogos y les dicen que no. Así pasa un poco con esas inercias sociales con cosas como el patrimonio.
De todos modos, según tengo entendido, ha cambiado la percepción desde las primeras excavaciones en 2006 hasta ahora.
Claro, porque los arqueólogos podemos hacer algunas cosas, pero necesitamos de un contexto administrativo favorable para que el proyecto no sea la excavacioncita de unos datos que nos interesan a nosotros, sino que sea algo que vaya mucho más allá, que se socialice de diferentes formas. Estuvieron las primeras excavaciones, después vinimos nosotros, y es importante mencionar a la Universidad del País Vasco y a la Cátedra Unesco y al Ministerio de Cultura de España, que sostiene estos proyectos de excavaciones en el exterior. Y también, en Argentina, al Gobierno de la Provincia de Santa Fe, que apostó por el proyecto convirtiendo el sitio en parque y museo y haciendo de esto también un modelo de gestión, que ya no es solo científico, sino que es también comunitario. Estos días de excavación parecían las fiestas del pueblo porque venía muchísima gente, e hicimos también un taller para niños. Aquí hacemos ciencia en directo, cualquier persona es bienvenida y le contamos la historia del lugar.
Supongo que deben tener que lidiar también con cierto escepticismo, porque para el lego, las excavaciones pueden no ser más que un puñado de tierra y los fragmentos encontrados, poco más que piedritas.
Es que, claro, nosotros en estas «piedritas» podemos ver localizaciones en el tiempo que nos hablan de sociedades asentadas, vemos el trabajo en las vasijas, analizamos negativos… Sé que a veces parecemos visionarios, pero detrás de todo esto hay un proceso. Y con respecto al escepticismo, es cierto que a veces hay arqueólogos que no nos ayudan tampoco con sus praxis, porque hay gente que a veces se aventura a hacer muchas cosas sin tener una base. Podemos interpretar, pero tenemos que tener una base empírica.
Indiana Jones no ayuda ¿no?
Indiana Jones no ayuda nada porque nosotros no buscamos objetos por buscar objetos, el objetivo no es buscar algo bonito. Nosotros lo que hacemos es interpretar el pasado a partir de la estratigrafía, de los estratos y de los objetos. No robamos nada a nadie y nos vamos corriendo.
¿El trabajo de los arqueólogos es fuente para los historiadores?
Ahí podemos tener debates acerca de si somos historiadores o no. Yo me considero alguien que estudia el pasado, y más que historiador me considero arqueólogo, porque mi fuente, mi vehículo para llegar al pasado, es lo material. Luego también interpreto las fuentes escritas, pero siempre partimos de los objetos materiales y después analizamos el discurso, por ejemplo, de lo que ha quedado por escrito. Nosotros no empezamos de un documento y después vamos a las fuentes, sino que trabajamos con lo material. Tenemos claro que el pasado no existe. Lo tenemos mal ya desde el principio porque el pasado se fue, nos quedan algunos restos, algunos recuerdos. ¿Cuántas ciencias estudian el presente? Pues todas menos la arqueología y la historia, y el desafío siempre es cómo explicar cosas complejas. Antes hablamos de la complejidad, la arqueología es bastante difícil de explicar, puede resultar abstracta, pero si tienes una buena pedagogía, se entiende. Nosotros lo que encontramos son negativos, son restos, son cosas rotas que no ayudan a visualizarlo, entonces tenemos que buscar métodos para visualizarlo.
Por ejemplo, los huecos donde estaban los postes que sostenían las cabañas.
Sí, pero no ves la cabaña, ves huecos. Por eso digo que a veces parecemos visionarios, porque es una atracción total de lo que quedó, los restos de lo que quedó. Algo que se fue y que no existe nunca más, entonces tenemos que valernos de distintos recursos si queremos que se entienda y, sobre todo, socializarlo.
¿El trabajo que haces en el País Vasco también tiene esta forma, digamos, abierta hacia la comunidad?
Sí. He tenido la suerte de ser parte de un equipo que trabajó en la catedral de Santa María de Vitoria —no sé si conoces—, que es un proyecto dirigido por mi mentor Agustín Azcárate, que tuvo la visión de hacer arqueología pública incluso antes de que se conociera como tal. Era una catedral que se caía a pedacitos y, en vez de cerrar por obras, lo que hicieron, mientras se estaba restaurando, fue poner el eslogan de «abierto por obras». Entonces se convirtió, desde un primer momento, en un eje de socialización. Yo tuve la suerte de crecer profesionalmente en un contexto que entiende la ciencia como ciencia aplicada, no tanto como un hecho personal, sino ciencia para la sociedad. Eso se lo debo a mi contexto; no era algo tan habitual y ahora, en España, ya es muy habitual actuar de esta manera.
También, en el mismo sentido, trabajas con la divulgación. ¿Hay suficientes canales donde hacerlo?
Cada vez más. También esto es algo generacional. Es decir, nuestros estudiantes de doctorado ahora tienen las redes sociales. Incluso uno se da cuenta cuando está enseñando y les pone un ejercicio que tienen que hacer de divulgación en clase: no es lo mismo lo que hacemos los que somos ya un poco mayores que lo que hacen los más jóvenes. Yo creo que la arqueología no es solo un proceso de conocimiento, sino que tiene mucho de performativo, de una acción, de convertirse en una excusa para sacar un tema y ponerlo sobre la mesa. Hay una financiación que recibes y, por tanto, tienes que enseñar que la has recibido. Te puede gustar más o menos hablar con la prensa, por ejemplo, pero eso nos lo enseñó la catedral Santa María, y es que tienes que incorporar otras dinámicas para atraer a la gente y que el lugar se convierta en un espacio del que puedan apropiarse y por el que sientan orgullo de pertenencia. El patrimonio tiene que generar de alguna forma ese orgullo de pertenencia, y para eso hay que buscar los mecanismos para llegar.
Hablábamos antes de las cosas concretas a partir de las cuales interpreta el pasado un arqueólogo. En estas excavaciones se han hecho famosos los dados que han encontrado, una gran cantidad de pequeños dados tallados en hueso y que ahora están exhibidos.
Los dados refuerzan eso de que no nos creemos los documentos. Supuestamente, los juegos de azar estaban prohibidos entre los conquistadores europeos porque acababan muchas veces en peleas, había problemas. Esto dicen los documentos: «Vos encargo que defendáis a todas las personas que en la armada fueren que no jueguen a naipes ni dados.» Esto dice la documentación escrita y luego uno va y se encuentra los dados. La documentación escrita dice que no se podía jugar y había dados; dice que acá no había asentamientos y sí los había. Haciendo una caricatura, la documentación escrita es lo que dices que hiciste y la arqueología son los restos de lo que hiciste. Es lo que decía Todorov acerca del discurso del parecer, y se aplica al colonialismo: no es tan importante lo que haces, sino lo que dices que haces. Por eso no renunciamos a estudiar los documentos, porque es muy interesante ver estas contradicciones.
La arqueología es una ciencia que requiere mucha paciencia, ¿no?
Es slow science, sí. Y además de paciencia, es una ciencia que, como te decía, requiere mucho dinero.
…el dualismo colonizador – colonizado está esencializado,
¿Quién lo desencializará?
El desencializador que lo desencialice,
buen desenliciador será
De a poco y con paciencia, esperando que la ciencia siga siendo imparcial, los descendientes o mestizados de los chanás, guaraníes, diaguitas, quilmes, tehuelches, onas, chilotes, “bolitas” y mapuches tendrán el lugar que les corresponde en mi país, o sea los cabecitas negras, los gronchos, los indios o negro liso y llano, los peronchos al fin y al cabo, el núcleo del “aluvión zoologíco” de los cincuenta tan despreciado solo porque de europeos tenían poco. Mi abuela chilota, “…india pía y silenciosa…” se pondría contenta al saber que no olvidamos a su gente. Che, Poncho y Cancha son vocablos que heredamos y que nos identifican, guaraníes más que seguro. El Che Guevara significa Amigo Guevara; Che General, Amigo General, por San Martín aclaro. Gracias estimado, muy bueno, y siga dándole al pico y pala con fervor pues el pasado siempre será duro además de oscuro, y permítame un localismo aborígen con respecto (y respeto) a su reflexionar: A usted pico (boca) y pala (lengua) no le falta. Muchísimas gracias.