Música

Le Parolier: «Al Atlal», de Om Kalsoum

Om Kalsoum, intéprete de Al Atlal.
Om Kalsoum, intéprete de Al Atlal. (DP)

El receptor de radio crepita cargado de electricidad estática. Tiene dos mandos: el control de volumen y la rueda del dial. Su único altavoz distorsiona voces, músicas y cualquier otra señal que su sintonizador consiga captar. Pero a través de aquel aparato circulaban noticias y canciones conectando a personas y lugares distantes y diferentes. Dependiendo de la geografía y la meteorología, las ondas hertzianas podían cruzar mares, incluso océanos. Durante todo el siglo XX, la onda media —lo mismo que la larga o la corta— sirvieron para dar a conocer músicas y estilos a todos aquellos con suficiente pasión musical y paciencia para soportar las distorsiones, interferencias y crujidos electromagnéticos.

Desde cualquier rincón del Mediterráneo se recogían frecuencias que, con un pequeño ajuste del dial, se convertían —junto con las noticias sobre el régimen militar censuradas en España— en magia musical procedente de otras culturas y civilizaciones. Entre ellas, las músicas árabes, nuba, música andalusí, tarab, incluso chaabi, rai, etc., tenían una perpetua presencia en los receptores de gran parte de la península ibérica. Disfrutarlas estaba al alcance casi de cualquiera con tal de tener una radio, tomarse el tiempo de jugar con la sintonía y sentarse a escuchar voces eternas como la de nuestra protagonista de hoy.

Fatima Ibrahim as-Sayed El-Beltagi, conocida desde pequeña con el nombre de la hija de Mahoma, Om Kalsoum1, era hija de un religioso y un ama de casa. Tuvo una hermana y un hermano, una voz extraordinaria y una presencia llena de dignidad y poderío. Y se convirtió en un símbolo.

Om Kalsoum llegó a vender en vida 80 millones de discos en todo el mundo, lo que suponía casi la mitad de las ventas totales de discos en Estados Unidos, que entonces ya sumaban 200 millones. En otoño del 67, recién llegada a París para su presentación en el Olympia2, la cantante se sorprendió de que la comparasen con la Callas o con Piaf: «Ellas cantan ocho minutos y medio y se van a beber, mis recitales nunca duran menos de tres horas». En algún sitio he leído que Om Kalsoum inventó todo un género, la canción monólogo: largos temas que podían alargarse de una hasta cinco horas incluyendo las repeticiones de estrofas completas a petición del público. La otra diferencia era el caché, que se daba por sentado era el más elevado del mundo entonces. Incluso la Callas cobró tres veces menos que ella en el mismo teatro.

En la época en que se editó «Al Atlal» —primavera de 1966— las grabaciones de Om Kalsoum se vendían ya por centenares de miles3 y, en este caso, su éxito se iba a reactivar un año después por obra y gracia de algunos versos sobre la libertad perdida —referidos originalmente al entorno amoroso— que, después de la derrota árabe en la Guerra de los Seis Días, el público, lo mismo que el presidente Nasser4, quiso identificar como una consigna patriótica. En el citado concierto parisino, se oyen aplausos enfervorecidos cada vez que la cantante entona una de esas frases.

«Al Atlal» es un lamento por el amor perdido. La reflexión sobre las ruinas que quedan cuando un amor se extingue convierte una historia que podía haber sido una mera anécdota personal en algo universal y eterno. Escrito en árabe clásico, es considerado uno de los textos más bellos de la poesía árabe, un poema lírico inspirado en las qasidas, odas monorrimas preislámicas. Por un insuficiente conocimiento del idioma árabe comentamos la traducción francesa incluida en la primera biografía de Om Kalsoum escrita en Europa (Om Kalsoum, L’étoile de l’Orient, Ysabel Saiah, 1985, Editions Denoël, París): un extracto de cinco estrofas de seis versos que elimina sus repeticiones en las versiones originales. La letra de la canción no coincide exactamente con el poema al haber sido fusionada con «Al-Wadaa» («El valle»), un segundo poema del mismo autor. Ibrahim Nagi, un médico que practicaba la poesía y la literatura en distintos campos, publicó «Al Atlal» en 1944 dentro de una compilación titulada Noches de El Cairo. Por su parte, Riad El Sonbaty, autor de la melodía, es considerado uno de los más grandes compositores del siglo XX, que contaba entre sus intérpretes a las mejores vocalistas del mundo árabe, de Asmahan y Fairuz a Warda y Om Kalsoum.

Desde la primera estrofa, el lenguaje convencional de las canciones románticas —«mi corazón», «el amor», etc.— nos informa de que ha existido un amor que se ha extinguido. Una exclamación («Oh, amor mío, no me preguntes dónde se encuentra el amor») nos hace descubrir el desconsuelo que impregnará toda la canción. Siguiendo las reglas de la música árabe, la voz de contralto de Om Kalsoum introduce variaciones cada vez que un verso se repite. La intensa serenidad en su interpretación hace resaltar las emociones expresadas. «Era un sueño y se ha disipado»: el amor no era más que una ilusión, algo falto de realidad que, además, pertenece al pasado. «Sírveme de beber y bebamos sobre esas ruinas», el sentido del gusto, representado por la bebida, se convierte en metáfora del dolor embriagador y a la vez en bálsamo para mitigarlo. La imagen del dolor y de la destrucción que denotan las ruinas como metáfora del amor perdido es un tema clásico de la poesía árabe.

En la segunda estrofa, la enamorada despechada recuerda y explica usando una idealización de la voz y las palabras de la persona amada: «No te olvido, tú has hecho renacer el ardor de mi pasión con tus palabras dulces y tiernas». El amor es para ella un áncora de salvación y su amante un salvador omnipotente: «Con tu mano que venía hacia mí como la que socorre al ahogado entre las olas», un rescate metafórico con el sentido del tacto y el contacto humano como instrumento. Un poco después continuará con una referencia visual, el tercero de los sentidos: «Con tu mirada que provoca sed a quien la ve» es de nuevo una imagen de la pasión —la sed— y una idealización absoluta de las virtudes del amado que dejan de ser sólo una percepción suya, sino de todo aquel que cruza su mirada con la de ese ser de supuesta perfección. Termina con una vuelta a la primera estrofa recordando que aquel amor está muerto: «Pero ahora, ¿dónde ha quedado ese brillo?».

No había sido un amor fácil, sin embargo, y los siguientes versos recuerdan los momentos accidentados de su romance: «Amor cuyos meandros oscuros he visitado», dice. El sentimiento amoroso se ha convertido en un viaje y le llevaba lejos de la realidad cotidiana, pero, con sus meandros, vueltas y revueltas, resultaba abrupto y tortuoso. Una nueva y poco habitual imagen tomada de la naturaleza contrapone amor y sufrimiento: «Como un pájaro en llamas, yo cantaba mi dolor». El pájaro simboliza el corazón enamorado que arde consumiéndose como se agota la víctima de ese amor desgraciado: «Me consume la pasión que siento por ti».

Unos versos («Que quien castiga y recompensa te conceda larga vida. Y que el Árbitro Poderoso te otorgue abundancia») nos llevan directamente a lo sagrado, lo trascendente y la creencia en un ser superior. Y nos descubren, además, un corazón generoso y lleno de bondad a pesar de la crueldad, la indiferencia y, quizás, la infidelidad del ser querido. Más adelante, la narradora insistirá en la generosidad que ella ha puesto en la relación: «Te lo di todo, no guardé nada para mí», mientras en alguna de las traducciones que circulan online podemos leer: «Te has vuelto vanidoso, malcriado y caprichoso».

«Dame mi libertad, desata mis manos». Hasta ahora el extracto del poema se deslizaba entre las contradicciones que un mal amor puede inspirar en el alma y el pensamiento. Ahora esas contradicciones se han convertido en esclavitud y condena. Y también crueldad cuando dice: «Tus esposas lastiman mis puños». La misma traducción online que citábamos añade: «Y haces daño como un poderoso tirano corrupto». El dolor físico y emocional se confunden y surgen dos preguntas retóricas en busca de una explicación para tanto sufrimiento: «¿Por qué debería conservarlas si me lo quitaste todo? ¿Por qué debería ser fiel a tus promesas cuando tú no me respetas?». Una estructura paralela que refuerza la expresividad y, cuando percibe que su falta de libertad le aísla de la realidad y le niega un futuro esperanzador, continúa: «¿Hasta cuándo permaneceré aquí cautiva mientras el mundo se abre ante mí?».

Aunque ese amor se extingue con el alejamiento del amado y con la toma de conciencia de la víctima sobre su cautividad, ella revaloriza su recuerdo en un contraste casi enfermizo respecto a la realidad, y va a terminar con una idealización absoluta de la otra persona que le otorga incluso un poder mágico: «¿Dónde está? No veo a mi mago bien amado». Una curiosa elección la de la traductora al terminar con una estrofa de alabanza a quien, a lo largo de todo el extracto del poema, se nos ha retratado como culpable. «Lleno de gloria, de grandeza y de honor, seguro de sí mismo se acerca como un rey. Sereno, bello, lleno de majestad» son términos de orgullo, grandeza y autoridad. El verso «Destila a su alrededor un perfume que se parece a los aromas de las colinas» nos conecta de nuevo con la naturaleza y nos reconecta con las percepciones sensoriales, el olfato, que completa el gusto, el tacto y la mirada que han estado jalonando todo el poema. Y es precisamente la mirada la que sirve para concluir esta estrofa y el extracto: «Su mirada se pierde en la distancia como los sueños de la noche».

Om Kalsoum falleció en 1975. A su entierro en El Cairo asistieron cuatro millones de personas. La leyenda cuenta que sus admiradores enajenados se apoderaron de su ataúd y recorrieron con él a cuestas todos los barrios de la ciudad en una despedida visceral y descontrolada a la mujer que les había emocionado tantas veces y representado ante todo el mundo.


Notas

(1) Las transcripciones del árabe al alfabeto latino tienen infinidad de variantes. Así, el nombre de la cantante, أمّ كلثوم, puede transcribirse como Umm Kulthum, Umm Kulṯūm, Om Koultoum, Om Kalthoum, Oum Kalsoum, Oum Kalthum, Omm Kolsoum, Umm Kolthoum, Um Kalthoom, Omme Kolsoum o Umm Kultūm, entre otras. La que hemos elegido, Om Kalsoum, ha sido la más generalizada en castellano.

(2) El teatro Olympia de París es un music hall fundado en 1888 y reactivado en la década de 1950 bajo la dirección del músico Bruno Coquatrix. Sigue siendo una prueba de fuego para los artistas musicales.

(3) «Anta Omri»: 300.000 ejemplares vendidos en 1964. «Al Atlal»: 200.000 en 1966 (Billboard, 25 de febrero de 1995: «Global Music Pulse – Egypt»).

(4) Gamal Abdel Nasser, militar y político panarabista, fue presidente de la República Árabe Unida —de la que formaba parte Egipto— desde 1956 hasta su muerte en 1970.

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