Cine y TV

Whiplash: bombas humanas

Imagen de Sony Pictures Classics / Blumhouse Productions / Bold Films / Exile Entertainment / Right of Way Films.
Imagen de Sony Pictures Classics / Blumhouse Productions / Bold Films / Exile Entertainment / Right of Way Films.

Whiplash es la mejor película de psicópatas que veréis en mucho tiempo.

El primer medio minuto de Whiplash es una genialidad con los elementos al mínimo. Una pantalla en negro donde de repente se escucha un golpe de tambor, seguido de otro, y otro, y otro más. Unas baquetas que castigan la piel del instrumento de un modo que cada vez resulta más violento. El título de la película entra en pantalla, se presenta y desaparece devolviendo toda nuestra atención al compás que se desata. El aguacero de golpes de batería se convierte en tempestad, en una ametralladora que ha inundado ese agujero negro que es la pantalla. Damien Chazelle en el libreto original detallaba en un par de líneas esta introducción: «Los golpes crecen tan rápido que comienzan a difuminarse entre ellos. Como en un tiroteo». En las entrevistas este joven director y guionista (y músico frustrado, la historia nace de su experiencia como batería) se atreve a expandir esta idea al afirmar que su intención era crear una película con el alma de las historias bélicas y de gánsteres, pero con la diferencia de que en su obra las armas serían sustituidas por instrumentos musicales y el campo de batalla por escuelas de música y audiciones. Casi más sorprende que su planteamiento resulta la eficiencia de este director que aún no llega a la treintena: ha rodado Whiplash en menos de veinte días y el resultado es fascinante. No es la única cinta reciente que se introduce con la cadencia de una batería pero sí es la que tendría más razones para hacerlo. Porque Chazelle en esos treinta segundos nos acaba de adelantar lo que vamos a ver a continuación, lo que ha planeado ofrecernos: un ritmo desbocado hasta el extremo, una maratón en la que nadie tiene la más mínima intención de pararse a coger aire, pero tampoco de soltarlo hasta que todo acabe.

Andrew Neiman (Miles Teller) es un joven que aspira a convertirse en un gran músico de jazz. Idolatra al legendario Buddy Rich y vive ensayando sin descanso para alcanzar la perfección de esa leyenda. Su mundo más allá de la banqueta de la batería es miserable, camina mirando al suelo y no tiene amigos. Su padre ni siquiera resulta un modelo, un hombre abandonado por su mujer, resignado ante la vida y alguien a quien la gente azota con un cubo de palomitas en el cine cuando pasa a su lado porque ni siquiera lo han visto. Neiman tampoco encuentra apoyo en su entorno cercano: durante una cena familiar nadie es capaz de reconocer lo extraordinario de su empresa como artista, pero todos deciden celebrar los logros alcanzados por otras personas en algo tan banal, para su perspectiva del mundo, como es el ámbito deportivo. Terrence Fletcher (J.K. Simmons) es un profesor de rasgos reptilianos con unos métodos salvajes destinados a demoler el espíritu de sus alumnos a través de la humillación extrema. Un ser tan maquiavélico que utiliza la presunta amabilidad de una charla privada en un pasillo para sonsacar información personal, mientras acorrala a propósito a su víctima con un brazo apoyado estratégicamente en la pared, solo para utilizar las revelaciones íntimas como cuchillo con el que posteriormente apuñalar al discípulo. Alguien que durante toda la película solo tiene una verdadera sonrisa sincera, una que además ocurre fuera de plano.

Whiplash no es una película sobre jazz. Si se proyecta ante un verdadero batería este la dinamitará sin compasión: los ensayos del aspirante carecen del talento necesario, la interpretación musical no es extraordinaria si la acercamos a las mejores piezas del género, Andrew tras horas de práctica sangra por la mano equivocada (la derecha, un batería de jazz diestro debería de coleccionar callos en la izquierda) y atraviesa furioso con su puño uno de los tambores sin pulverizarse la mano en el proceso, la banda de jazz es un conjunto de seres individuales sin compenetración y la película se obsesiona con un ritmo estúpidamente desquiciado de beats por minuto pero no tanto por la música en sí. Tampoco es una película sobre la enseñanza, Fletcher es todo lo que no debería ser un profesor: violento, racista, sexista, malvado y cruel con su ejército de músicos, hasta el punto de tener ese tufo de adoctrinamiento militar estadounidense que empuja a los críticos a parir aproximaciones sobadísimas con La chaqueta metálica y El sargento de hierro. Incluso la excusa de llevar al límite a los alumnos porque en 1937 Jo Jones arrojó un platillo a Charlie Parker y aquello detonó su conversión en Bird es solo una idea ficticia (Jones ni siquiera arrojó aquel platillo a la cabeza de Parker sino a sus pies) que sirve de gasolina para que un psicópata justifique sus acciones.

Porque en realidad Whiplash es una película de psicópatas en la que la bodycount está al mínimo posible y ocurre de manera colateral. Una cinta en la que el dolor, la sangre derramada y el sufrimiento son una parte del efectismo de las ficciones y no del mundo real. Y no es engañosa, no nos vende lo contrario, su guion se pregunta para qué va a molestarse nadie en utilizar un metrónomo cuando resulta más divertido llevar el ritmo a hostias. Tomada de este modo, como una película sin un mensaje que proclamar y ninguna lección que dar sobre el mundo del jazz pero planteada como un duelo de boxeo salvaje entre dos personas que resultan ser maestro y alumno, Whiplash es un ejercicio acojonante de ritmo y tensión. Es la crónica de una explosión anunciada con una cuenta atrás a golpe de batería. La historia de dos bombas humanas que colisionan de manera irremediable.

Imagen de Sony Pictures Classics / Blumhouse Productions / Bold Films / Exile Entertainment / Right of Way Films.
Imagen de Sony Pictures Classics / Blumhouse Productions / Bold Films / Exile Entertainment / Right of Way Films.

La primera bomba es Fletcher, un arma de destrucción masiva cuya carga ha sido detonada hace mucho tiempo porque lo que contemplamos es la onda expansiva dispuesta a volatilizar todo a su paso hasta encontrar la mecha adecuada a la que prender fuego. Una furia imparable que deja una colección de frases memorables, «Not my fucking tempo!», junto a un rastro de cadáveres calcinados. J.K. Simmons construye su personaje con la certeza de quien sabe que un personaje como el que le ofrece este libreto puede implicar la posibilidad de fagocitar todo lo que le rodea en cada plano, por eso mismo cada vez que entra en escena está limpiando el polvo de la estantería para hacerle un hueco al Óscar.

La otra bomba, la que está a punto de ser detonada, es Neiman, anodino como persona pero extraordinario como músico. Alguien capaz de renunciar a su humanidad para besar el éxito, y cuya escasa vida social comienza a volatilizarse cuando se somete al juego de tortura y autodestrucción que plantea su mentor, asimilando esa teoría de sufrimiento extremo porque cree que es el único camino posible. Y sobre todo porque en el fondo también tiene algo de psicópata. Teller parte con una dificultad: su antagonista podría devorarle en pantalla, y en ocasiones lo hace, pero el actor consigue plantarle cara hasta transformar la batalla en la auténtica razón de ser de la película.

Ahí es donde funciona y donde la relojería de sus entrañas marca el tempo, en el campo de guerra. Los contados momentos en los que la película escapa de aulas y escenarios los entendemos, pero a la vez los recibimos deseando que el alumno vuelva a ocupar su posición en la banda, que continúe con la pelea. Neiman y Fletcher también lo desean, Chazelle lo tiene clarísimo.

Y entonces llega la escena final, el auténtico duelo, un tiro por la espalda cuyo perpetrador recibe otro tiro por la espalda y todo desemboca en un tiroteo sobre las tablas de un auditorio donde el espectador es una cámara que se embala entre dos bombas humanas y que no alcanza a perseguir a tiempo las manos del batería.

Un montaje desenfrenado, un ritmo que acelera, un director que se arriesga a dejar de lado el destino de los figurantes y decide que lo único importante es habernos conducido a ese último asalto orquestado.

Una ametralladora imparable y un momento de éxtasis, una mirada entre dos contendientes a punto de estallar que se saben a punto de lograrlo. Una sonrisa que se intuye.

Y unos platillos que sudan y sangran.

Se escucha un golpe de tambor.

Seguido de otro más.

Y de otro más.

Y de otro.

Imagen de Sony Pictures Classics / Blumhouse Productions / Bold Films / Exile Entertainment / Right of Way Films.
Imagen de Sony Pictures Classics / Blumhouse Productions / Bold Films / Exile Entertainment / Right of Way Films.

Entran los créditos. Es el momento de soltar el aire.

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20 Comentarios

  1. Disfruté y sufrí visionando esta peli. Muy recomendable.

  2. ThrashJazzAssassin

    Magnífico análisis, es un placer leerlo y caer en la cuenta de detalles que había pasado por alto. Me había gustado mucho la película, y creo que la aprecio un poco más tras leer esto.

  3. Fantástica y turbadora película, aquí otra gran crítica de la misma para seguir indagando…

    http://hyperbole.es/2015/02/whiplash-sangre-sudor-y-lagrimas/

  4. ¿Para cuando un artículo en jotdown sobre Whiplash?

    Me faltan el de la ciencia en Whiplash, el de la economía en Whiplash y alguno en plan irónico, para cubrir todos los frentes.

    Ahm, y el de Interstellar vs Whiplash.

    • Ja, ja, ja, con «Whiplash» me está pasando como con «Perdida»; una campaña publicitaria y de marketing brutal para un producto que está muy lejos, para mi gusto, de ser esa gran película que se vende. Me encantaría saber qué han hecho Gillian Flynn y Damien Chazelle para lograrlo. Yo iba buscando una película sobre jazz y, efectivamente, no lo es. En lo de duelo de psicópatas estoy de acuerdo, pero no le encuentro la brillantez.

  5. De acuerdo con la crítica, salvó porque me parece demasiado benévola. La película tuvo la oportunidad de haber retratado el jazz en esencia y ha desaprovechado la ocasión, eso y la última actuación de Simmons ( ridícula ), dos descuidos prescindibles

  6. Una película mediocre donde las haya. Una auténtica fantasmada donde las haya, superficial y solo apta para palomiteros. Que la disfruten.

  7. No comparto las alabanzas a la actuación de J.K. Simmons, Este tipo de papeles son muy agradecidos y ya Louis Gosset Jr en «Oficial y caballero» me cargó lo bastante como para no soportar pelis que basan las relaciones personales en el peso de un personaje así.Por favor, Jane Lynch en «Glee» lo hace mejor.
    No creo que sea superficial ni «palomitera» (como se abusa de esa palabra) , pero sí un «Estrenos TV» de los 80s rodado con un poco más de gracia.

  8. Geraldo Sempavor

    El tufo a pedantería que desprenden algunos comentarios empieza a ser entrañable.

  9. yo después de leído el artículo es como si whiplash me gustase un poco menos. Todos los grandes son psicópatas. Whiplash va creo yo de matar al ser humano que la familia burguesa cría para que el artista emerja… Por sumarme a la pedantería, digo

  10. Me siento como el niño del cuento de Andersen. Había leído tantas loas a Whiplash (incluso en Jot Down) que una vez vista no puedo más que señalar lo mala que es. Hasta tal punto de que podría ser un telefilme de sobremesa si no fuera por los constantes improperios del instructor, copia del sargento Hartman de la Chaqueta Metálica. Lo que aquí se cuenta ya se hizo mejor en Fama. Además, comparte con esta el falso mensaje de que la perfección se alcanza practicando, pero, ¿Qué hay del talento? La reciente Tremé o la obra maestra de Winterbottom, 24 Hour Party People, retratan de manera mucho más realista y natural el mundo de la música y los músicos, sean de estudio o estrellas. Insisto :Nightcrawler.

  11. Con absoluta sinceridad, la películita ésta me pareció un mojón como un campano, pero entiendo que si eres adolescente toda esa mojiganga que se supone que habla de jazz te pueda gustar. En cuanto a la psicopatía manifiesta del profesor, ese tipo de personajes no me genera ningún interés: abusan con quien pueden, en este caso de niños pijos que van a una escuela a aprender a tocar jazz, cosa ridícula donde las haya…
    En todo caso no entiendo por qué no hay ni una sola réplica inteligente por parte del alumno, tal vez pedirle inteligencia al niño del tambor sea pedir mucho. Pero se me ocurren varias:

    (Ante los gritos a la oreja en plan sargento instructor de marines)

    Si tan bueno eres ¿Qué cojones haces aquí dando clases a unos niñatos? Tendrías que estar en algún club decente y no en esa mierda para parejas de Meetic en donde tocas, o mejor aún, tendrías que estar tirado en una cuneta con una sobredosis de caballo. Los artistas viven de su trabajo o de sablear a amigos, no de dar clases ¡fracasado!

    (O cuando pone, lacrimoso, la musiquilla de su alumno trágicamente muerto)

    Oye maricón! Haz el favor de quitar esa bazofia sentimentaloide. Me importa un cagarro que quien la tocase fuese alumno tuyo o del puto Ray Bryant, pago una matrícula en esta mierda de academia para aprender a tocar, no para soportar las nostalgias pedófilas de un profesor de medio pelo.

    Como se puede ver entrar en esa dinámica es muy fácil, y aporta bien poco. La película es, en ese sentido, un monólogo. Una sucesión de tópicos, uno tras otro, a ritmo de videoclip.

    Y disculpen ustedes el lenguaje soez, uno se mete en el papel…

  12. Pedro Polo

    Es un biotip encubierto de la entrenadora de sincronizada Ana Tarrés espléndidamente rodada. En el año 2015 no debería ser noticia una película que solo vale por estar espléndidamente rodada.

  13. Pues señores pienso q todos tenéis parte de razón y expongo: no es un film para adorar o aprender d jazz…cierto q al joven tímido le faltan esas pinceladas d decir » ey q coño pasa «la película esta rodada en 20 días,y dicho x el mismo director no pretendía hacer apología y enseñanzas del jazz, claro q no escenifica la realidad del conservatorio y d la musica en si….cojan las palomitas y la coca cola y disfruten d una película ya echa en otros géneros….

  14. Y profundizo: m gusta el cine y la musica, no entiendo excesivamente o mejor dicho, no m he doctorado en ninguna: solo se q m gusta: evade,relaja, motiva, enfada etceterisima …x esa razón depende d mi estado puedo escuchar a brithney spears o mozart…camarón…nirvana…dance …jazz…
    O ver… Una americana da comercial con mi hijo : jurasic world….o el maquinista mas íntimamente…. El problema radica en las criticas desmesuradas o lo contrario d cualquier película…ya q todos nos informamos para indagar si es visible o no….y claro gustos y momentos d verlas como colores….profundizo mas y lo entendereis: a mi personalmente m cautivan las q descubro x sorpresa..sin querer…zapeando d repente: esta no la vida…y m digo….donde estabas…q buena! Ahora bien también soy consciente d q m llenó tanto x el momento, sin esperarlo , y claro ahora mi critica d dicha peli para otro receptor será sideral x mi parte y el dirá: joer q bodrio..o no es para tanto….si sobredimensionas la critica..x mucho q t haga sentir excelso viéndola a otros con razón o ignorando d lo q realmente plasma pues….pero creo q la larga critica primera lo explica cojonudo….no es una clase d musica…..es wayne contra eastwodd

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  16. Pingback: Whiplash - Cultura Indie

  17. Yo no se nada de jazz ni de tocar la bateria y no se si la pelicula va sobre esos temas, pero lo que si pense hacia la mitad fue: vaya par de psicopatas en plena lucha de egos.
    Tambien añadiria que me resulto muy interesante su forma de presentar las relaciones abusivas y la tendencia a volver a quien te maltrata, desde otro punto de vista diferente al de la violencia machista, que suele ser al que mas se recurre pero que tambien se da en muchos otros ambitos.

  18. Pingback: Damien Chazelle: el optimista psicópata de Hollywood | Noveno B

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