Música

Los mundos de Hiro Murai

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En el Tokio de los últimos ochenta un niño se sentaba ante la pantalla para merendar a partes iguales raciones del cine de Hayao Miyazaki y americanadas taquilleras dobladas al japonés. A los nueve años una mudanza hacia esa chifladura occidental que es la ciudad de Los Ángeles le obligaría a aterrizar en un mundo extraño: «Cuando me mudé a L. A. recuerdo que todo parecía muy marciano. No ayudaba que yo no hablase el idioma, pero estética y culturalmente todo era completamente diferente. Tengo una imagen muy nítida del póster de una película de Hulk Hogan (creo que era Mr Nanny) donde él sacaba músculo mientras vestía un tutú. Los primeros noventa eran una época muy confusa para introducirse en la cultura americana» (1). Aquel chaval desconcertado por esa cultura pop enmarañada se llamaba Hiro Murai.

Murai afrontaría la adolescencia en las Américas prolongando la dieta con yantares audiovisuales que provenían de dos universos en apariencia antagónicos pero limítrofes en la práctica: el cine de gánsteres de Takeshi Kitano y los delirios de David Lynch, dos ecosistemas que se convirtieron en obsesiones al flotar ambos en una ambigüedad formal y moral que le fascinaba. La afición literaria también jugaría un papel muy importante a la hora de tallar su percepción del mundo, Murai consumiría toneladas de manga y la narrativa tradicional de las viñetas se enraizaría en él adiestrándole a la hora de observar el entorno. De la influencia de aquellos tebeos el realizador no sería plenamente consciente hasta cierto tiempo después, al descubrir leyendo el estupendo Entender el cómic de Scott McCloud que una de aquellas páginas (esta de aquí en concreto) definía con exactitud el ritmo con el que sus ojos percibían el mundo.

En 2009 Bloc Party publicaría un disco de remixes, basado en el notable álbum Intimacy, y para promocionarlo pescaría la remezcla del corte «Signs» como single oficial del disco. Al verse en la necesidad de acicalarlo con imágenes a alguien se le ocurrió ofrecerle el encargo a un desconocido chaval natural de Tokio. El chico sobre el que recayó el trabajo desde aquel momento no soltaría la cámara, se lanzaría a fabricar nuevos mundos y acabaría trepando a velocidad disparatada entre los nombres destacados del ecosistema del videoclip.

Hiro Murai se descubría como un escultor visual elegante capaz de convertir coreografías en actos solemnes. Y se definía por medio de su obra como un ser acostumbrado a habitar la noche, un observador cuya mirada aterrizaba en las sombras proyectadas en el suelo, en los inusuales habitantes noctámbulos y sobre las siluetas de unos monstruos (que podrían ser hijos de Miyazaki) que acechaban incansables a través de ojos pequeños y brillantes.

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Bloc Party – «Signs» [Armand Van Helden Remix] (2009)

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Intimacy remixed contenía una versión de «Signs» pasada por la trituradora de Armand Van Helden. Con ella en el regazo y el propósito de vestirla con cierto decoro, un Hiro Murai limitado a un presupuesto de dos mil pavos hubo de buscarse castañas varias pidiendo favores a todos los artistas que tenía en la agenda. El esfuerzo alumbró una maraña de imágenes tan escalofriantes como fantásticas que arrancaba con un niño, que poseía un altavoz con pinta de desagüe donde normalmente se ubica la boca, dando paso a un desfile de cables y carnes en el que danzaban cuerpos de bailarinas coronados por bolas de espejos, anatomías con entradas y salidas para clavijas y cableado, ecualizadores musicales convertidos en espinas dorsales o gatos con megáfonos por cabeza. Murai remataría a golpe de shock con la fabulosa aparición de la intérprete más sorprendente del mundo del videoclip reciente: una vagina cantante, y lo sellaría todo con un beso entre dos enchufes, hembra y macho. La revista Filter definiría el clip como «La pesadilla de un ingeniero de sonido reprimido sexualmente» y otros cuantos comenzaron a apuntar que estos sueños retorcidos olían a un nuevo Chris Cunningham. Murai entre tanto lo afrontaba todo sin alardear siquiera: al hablar sobre este desvirgamiento audiovisual explicaría que creía que los miembros de Bloc Party ni siquiera se habían molestado en ver el vídeo.

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Busdriver – «Me-Time (with the pulmonary palimpsest)» (2009)

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La idea base prometía: un robot de papel maché aterrorizando niños durante una fiesta. Pero, a pesar de lo colorido de llevarse por delante la cabeza del androide handmade, el resultado no fascinaba lo suficiente. Durante el parto de su segunda criatura el director no parecía centrado del todo y a lo mejor el hecho de que Busdriver ametrallase la letra a una velocidad disparatada dificultaba ligeramente que las imágenes pillasen el ritmo de las rimas.

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The Fray – «Heartless» (2009)

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Con «Heartless», un tema original de Kanye West versionado aquí por la banda de rock The Fray, la cosa empezaba a ponerse seria y los videoclips del realizador interesantes. Garabatos vivos en las páginas de un cuaderno del colegio entre los que un corazón sin cuerpo deambula tropezando mientras la letra habla de los desamores de un cuerpo sin corazón. Una de estas narrativas sencillas y visualmente tan poderosas como para permitirse, durante su tramo final, saltarse los límites del cuaderno escolar y conquistar pared, tiza y pizarra para componer un fabuloso cuadro final.

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Soulsavers  «Unbalanced Pieces» (2009)

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Pillando carrerilla como nadie, Murai aprovecha el tono que mastica el «Unbalanced Pieces» de Soulsavers para marcarse su propio Lynch en un clip que se abstiene de dar explicaciones y ofrece un paseo entre presencias extrañas, una oscuridad invadida por neones y un suelo que absorbe a su protagonista como si de un glitch de videojuego se tratase.

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St. Vincent – «Cheerleader» (2012)

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«Cheerleader» se inspiraba sin disimularlo, más bien todo lo contrario, en las obras del escultor australiano Ron Mueck, un hombre cuya producción de estatuas hiperrealistas provocó que algunos niños gigantescos invadiesen museos y que gran parte del público se escandalizase ante la pieza que representaba una versión reducida del cadáver del propio padre de Mueck. Murai se olvidaba de la provocación y optaba por centrarse en lo de las estatuas gigantes: «Cheerleader» convertía a St. Vincent en una gigantesca efigie admirada por los visitantes del museo donde se encontraba expuesta.

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Friends – «Mind Control» (2012)

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El «Mind control» de Friends transformado en un difícilmente descifrable caleidoscopio de chicas ametrallando cosas, extrañas emisiones catódicas, cuerpos humanos con cámaras de seguridad por cabezas, personajes de televisión de miradas fantasmas, espectadores con bocas por ojos y disfraces de evidente inspiración en el Desafío total de Verhoeven.  

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The Shins –  «It’s Only Life» (2012)

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Una maravilla, un pequeño esqueje de una fábula deliciosamente trágica. Un niño, equipado con un casco con ramas como cornamenta, una capa y un bate de béisbol, trastea y juega con su perro mientras vaga por un mundo funesto. Como escenario un lugar desierto habitado por unos espectros, que se antojan hijos directos de la influencia Miyazaki, y algún alma desgraciada y resignada a ser arrastrada por dichas criaturas. Ese contraste rotundo que lo empapa todo, esa inocencia infantil en apariencia ajena a lo terrible de su entorno convierte «It’s only life» en una de las piezas más sobresalientes del director.

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David Guetta –  «She Wolf» (2012)

shewolf

Es muy probable que lo mejor que le pueda pasar a las composiciones coñazo del señor Guetta es que venga gente con talento y les otorgue cierto empaque adicional que logre que uno se olvide del tufo a discoteca rancia. En «She Wolf» ocurría esto mismo por partida doble: por un lado gracias al vozarrón de Sia, y por otro con aquel videoclip oficial que apostaba por una mujer loba y unas sacudidas que creaban distorsiones poligonales y matrices tambaleantes transformando el entorno islandés en un cuadro digital que se agitaba y reventaba en pedazos.  

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Earl Sweatshirt – «Chum» (2012)

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Manteniendo un ritmo de producción de videoclips envidiable, en 2012 Murai aún tendría tiempo de flotar junto al rapero Earl Sweatshirt durante un paseo nocturno acompañando los versos de «Chum», un tema profundamente emocional donde el cantante remueve sus entrañas mientras rebusca su propia identidad. Un deambular noctámbulo que se aventura entre sombras extrañas, esqueletos aporreando baterías, carritos de supermercado y sapos gigantescos mientras los pies del artista avanzan sin tocar el suelo.

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Earl Sweatshirt – «Hive» (2013)

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Una nueva asociación con Sweatshirt se convirtió en otra ronda nocturna rociada de imágenes inusuales, máscaras inquietantes y sombras con rostros que parecen caretas acechando en los rincones. Curioso y coherente, pero menos sorprendente al jugar con elementos ya vistos en su filmografía. La parte más realista era el aspecto desgastado del propio músico de Chicago, el tío se presentó con esa cara, tras una gira agotadora, en el rodaje exprés y el director se ahorró la caracterización. Tres días después el rapero cultivaba una sanísima neumonía.

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Cults – «High Road» (2013)

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Una cámara inquieta, televisores vetustos, los ojos de un animal en la carretera, insectos, ventanas sumergidas, sillas flotantes, un coche con pasajeros pero sin conductor recorriendo una Carretera perdida, todo en un exquisito blanco y negro.

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Childish Gambino – «3005» (2013)

3005

Donald Glover (nombre real de Childish Gambino), un oso de peluche y Murai se subieron a una noria durante cuatro minutos para documentar un viaje hipnotizante al ritmo de las líneas que confeccionaban el tema «3005». Ideado entre el propio músico y el director a partir de la premisa de centrar todo el clip en un plano secuencia a bordo de la atracción de feria en marcha. La cámara en «3005» se sienta como un pasajero más frente a Glover y un peluche con vida propia, para acompañarles observando desde las alturas el espectáculo de una ciudad en llamas y siendo testigo de la descomposición gradual y agónica de la felpa.

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Queens of the Stone Age – «Smooth Sailing» (2013)

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Yuppies japoneses trajeados y completamente desmadrados en pleno fiestorro nocturno, destrozando cosas, liándola muy bestia con la corbata atada a modo de bandana, saltando entre pubs de neones y discotecas de karaokes, forrándose de drogas y alcoholes y sufriendo alucinaciones monstruosas.

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Childish Gambino – «Sweatpants» (2013)

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Un batido que combinaba la premisa del modo repeat de aquel día de la marmota de la legendaria Atrapado en el tiempo protagonizada por Bill Murray con la escena de la visita de John Malkovich a los recovecos de su propia cabeza en la no menos extraordinaria Cómo ser John Malkovich de Spike Jonze. Eran ingredientes ya vistos, pero el remix de ideas ajenas no dejaba de ser interesante.

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Spoon – «Do You» (2014)

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Un paseo en coche a través de una urbe en apariencia devastada cuya tragedia se adivina en las siluetas de ruedas ardiendo, gente huyendo, coches abandonados y desperfectos varios que se pasean en un desenfocado segundo plano. Lo inesperado sería descubrir, durante los segundos finales, que el causante de aquel apocalipsis era una coña que parecía la trama fácil de una película de Disney con Rick Moranis como científico loco.

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Chet Faker – «Gold» (2014)

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Un clip que grita Lynch en todo momento, o lo que pasa cuando te obsesiona tanto el asfalto infinito de aquellas tomas de Carretera perdida que consideras que la idea más lógica es convertir esa secuencia misteriosa en escenario para una coreografía ideada por Ryan Heffington. Un metraje protagonizado por tres patinadoras (Candice Heiden, April Corley y Appelusa McGlynn) a las que Murai sometió a un rodaje maratoniano de catorce horas en una carretera casi desierta ubicada en algún lugar de California: «Seguro que resultábamos aterradores para los coches que se cruzaban con nosotros», bromeaba el japonés al intuir la capacidad para provocar infartos de un grupo de rollergirls bailando en sincronía por las autopistas de madrugada.

Shabazz Palaces – «#CAKE» (2014)

cakeLa canción que incluía un hashtag pastelero en su título se convertía en una carrera nocturna por calles y edificios entre cuyos muros algunos organismos reptaban y bailaban. Una ensoñación, que incluía gigantes y vuelos sobre las luces de la ciudad, más centrada en los espacios arquitectónicos que sus hermanas.

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Flying Lotus – «Never Catch Me» (2014)

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Junto al vídeo que gestaría para The Shins, el clip de «Never Catch Me» es sin demasiada discusión una de las mejores y más lúcidas piezas del chico de Tokio tras una cámara. Y del mismo modo que ocurría en aquel «It’s Only Life» aquí el director se alejaría de sus referentes cinematográficos (aquellos que en el fondo marcaban toda su carrera) para apostar por hacer algo que por lo visto se le da sorprendentemente bien: extraer algo hermoso de una tragedia horrible. Un funeral de un par de niños convertido en un precioso y energético baile. «Never Catch Me» es una contundente obra de arte, encontrar belleza en el más desesperanzador de los escenarios.

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Childish Gambino – «Telegraph Ave» (2014)

telegraphave

El exótico viaje de una acaramelada pareja a través de una selva, los chapuzones en las playas paradisiacas y los bailes de Gambino en el resort rural donde se alojan no parecen anunciar nada especialmente sorprendente más allá de una fotografía mimada y un escenario fantástico. Y entonces, justo cuando nadie se lo espera, la historia enseña sus tentáculos.

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Childish Gambino – «Sober» (2015)

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En el estómago de un local de comida rápida acontece un extraño encuentro entre dos personas. Una chica trata de distraerse con su teléfono móvil ignorando al Glover danzarín que lleva a cabo lo que parece ser un delirante ritual de cortejo al ritmo de un pesimista pero muy pegadizo «And now that’s it’s over / I’ll never be sober» («Y ahora que se ha acabado / nunca más volveré a estar sobrio»). El vídeo mola lo suyo, el desenlace tiene su gracia y casi todos los pasos de baile del artista parecen haber sido paridos con la idea de convertirse en GIFS animados en potencia.

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Earl Sweatshirt – «Grief» (2015)

grief

Earl Sweatshirt convertido junto a su grupillo de colegas en extraños espectros, rapeando sobre un enclaustramiento por voluntad propia y logrando que el espectador se rasque la cabeza tratando de averiguar si lo que ve es real o esas lámparas humanas han sido generadas por ordenador. El truco estaba en una cámara termal con la que trastearía Murai, un aparato que atribuía tonos oscuros a las superficies más frías e iluminaba aquellas calientes.

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Massive Attack – «Take It There» (2016)

massiveattack

Massive Attack se alió con Tricky y 3D para grabar «Take It There» en los estudios. En las pantallas una cámara tambaleante perseguiría el confuso deambular de un hombre escoltado por sus demonios. O lo que ocurriría si la chica con el pelo rebelde de The Ring se trajera a tres colegas y entre todas perpetrasen la coreografía-tormento definitiva.

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Baauer – «Day Ones» (2016)

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Baauer, NovelistLeikeli47 se juntaron en «Day Ones» para dar forma al tema que se convertiría en la banda sonora de un hecho insólito: una batalla campal nocturna en plena urbe, entre parkings y callejones, que enfrentaba a un anacrónico ejército de casacas rojas con lo que parecían ser unos también muy poco contemporáneos soldados de la revolución de las trece colonias.

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Michael Kiwanuka – «Black Man in a White World» (2016)

blackman

Que un tema tan fabuloso como «Black Man in a White World» se merecía un vídeo a su altura resultaba evidente. Un exquisito blanco y negro inicial auguraba tres minutos y medio de elegancia formal observando un cuerpo bailar sobre el asfalto de un barrio. Y entonces sucedía el accidente repentino, el choque inesperado, y el bailarín ascendía poco a poco a los cielos hasta convertirse en un organismo pequeño que flotaba y giraba sobre un mundo inabarcable.

Nota:

(1) Entrevista en Videostatic.

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