Sociedad

Charlie Sheen – Livin’ large

Charlie Sheen en 2009. Foto Angela George (CC)
Charlie Sheen en 2009. Foto: Angela George (CC)

De cabeza al desastre. Hollywood tenía que encontrar un nuevo bad boy y sólo ha necesitado agitar un trapo rojo para que Charlie Sheen se tire de cabeza a la piscina vacía sin molestarse en comprobar la altura del agua. Los productores de su exitosa serie Two and a half men, en la que el amigo Sheen cobraba $2.000.000 por episodio (no, no sobran ceros ni es un error; dos millones de dólares), se atrevieron a decir que si sus vicios le impedían cumplir con su trabajo podrían continuar la serie sin él. Fue como desatar a la fiera. El irreflexivo actor usó una entrevista radiofónica para responder a sus jefes en un alarde de fina diplomacia, esto es, insultándoles abiertamente, provocando su propio despido y la cancelación de la serie. ¿Le ha servido esto para escarmentar? ¿Ha reflexionado ante la adversidad y ha pedido perdón humildemente? Bueno… ¡no! La pérdida del trabajo y los ataques de la prensa no han hecho más que exacerbar su chulería a niveles inauditos en Hollywood y súper-Charlie defiende a capa y espada su estilo de vida, sus drogas, sus actrices porno y su completo desdén por la opinión que el mundo pueda tener de él. Con pasmosa arrogancia. Sin justificaciones. Sin rememorar traumas de la infancia. Sin lloros. Sin hacerse la víctima. Yo soy Charlie Sheen, me meto más drogas que nadie porque mi organismo es especial y lo soporta todo. Me tiro a las estrellas porno a pares. Tengo un montón de pasta. Soy un puñetero ganador.

A codazos y sin reparar en daños colaterales, Sheen se ha despachado a gusto con quienes pretenden domesticarle, ya sea Alcohólicos Anónimos («es una secta») o su propio padre, el actor Martin Sheen («su apoyo no significa una mierda»).

He de admitirlo: me divierte su actitud. No pretendo dar a entender que la apruebo o que la transmitiría como enseñanza a mis hipotéticos hijos, pero seamos serios: el star system estaba pidiendo a gritos un canalla en condiciones. Los que había hasta hoy resultaban decepcionantes. Robert Downey Jr. resulta cada día más insoportable con su actitud de «mirad qué malote he sido pero no hagáis chistes sobre ello o aguantaré la respiración», Joaquin Phoenix es un graciosete de instituto y las hazañas psicopáticas de Mel Gibson son demasiado truculentas como para resultar realmente divertidas. Charlie Sheen ha agarrado el toro por los cuernos decidido a acomplejar a los crapulillas autodestructivos de postal (sí, Robbie Williams, esto va por ti), demostrando de una vez y para siempre cómo debe una celebridad impactar su cráneo contra la pared sin perder el aura de estrella. Escupiendo contra el viento con frenesí temerario, a Charlie no le ha temblado la voz ni un solo instante. No estamos ante la nueva Britney Spears, Sheen está hecho de otra pasta. La desvergonzada autosuficiencia de su actitud ha llevado incluso a despertar dudas sobre su condición psiquiátrica (algunos doctores mediáticos insisten en que Sheen se halla en la fase eufórica de un trastorno bipolar) y desde luego no ha ayudado a que le creamos cuando afirma estar limpio de drogas —«cocaine is a hell of a drug».

Después de que en los Globos de Oro —cuando Ricky Gervais decidió despellejar vivo a medio Hollywood— los iconos de la pantalla demostrasen carecer de sentido del humor y tras padecer una gala de los Oscars casi tan entretenida como la Misa del Gallo, Charlie Sheen nos está dando lo que razonablemente podemos esperar de una verdadera estrella: estilo, engreimiento y delirios de grandeza. Quizá cuando se recojan sus huesos del fondo de la piscina nos toque compadecernos de él y de su familia, preguntarnos qué hizo con su vida y por qué el éxito le condujo a la tumba. Pero, entretanto, ya nos cuenta él mismo lo que hace con su vida: dormir con dos jovencitas, ponerse hasta las cejas de alcohol y harinas varias y restregarle al orbe su apoteósico triunfo. Quién puede reprochárselo. Tiene 45 años y quizá muera de un infarto, pero también las hipotecas provocan infartos; sólo que no vienen con un par de rubias.

A por ellos, Charlie.

 

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5 Comentarios

  1. Pastilla Pastón

    «Yo no pago por follar. Pago para que se marchen después de hacerlo» Charlie Sheen.

    Un grande.

    Por otro lado, en lo de alcohólicos anónimos tiene toda la razón: http://www.orange-papers.org/

  2. Es jodido pero alguien tiene que hacerlo.

  3. He leído «…alguien tiene que hacerlo…»? Como dice mi nick, ¿wtf? ¿Acaso alguien por aquí también le da a las «harinas varias»? Charlie Sheen está colgado, pero no es, ni mucho menos, una necesidad. Es más, me da vergüenza formar parte de un sistema que impulsa a gente famosa a cargarse su vida y dar mal ejemplo, que es lo único que hace bien al fin y al cabo.

  4. … a las chicas les gustan malotes, qué le vamos a hacer:

    http://www.youtube.com/watch?v=9QS0q3mGPGg

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