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El arte de la luz y de las tinieblas

Magdalena penitente de la lamparilla, El sueño de San José y San José carpintero de George de La Tour.
Magdalena penitente de la lamparilla, El sueño de san José y San José carpintero, de George de La Tour.

Jot Down para Fundación Telefónica

«Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas» (Génesis 1:4); «Aunque camine por el valle de las sombras de la muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo» (Salmos 23:4); «Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas» (Juan 3:20); «Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas» (Isaías 5:20); «Y yo vi que la sabiduría sobrepasa a la insensatez, como la luz a las tinieblas» (Eclesiastés 2:13); «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12). Podríamos seguir sin salirnos de la Biblia, pero fuera de ella seguiremos encontrando la misma metáfora una y otra vez. Platón habló de la transición de las sombras de una cueva a la luz del día como el paso de la ignorancia a la sabiduría, mientras Shakespeare se preguntaba qué luz es luz cuando no se está junto a la persona amada y Goethe reclamó «¡Luz, más luz!» justo antes de morir. ¿No fue llamado acaso el de la razón «el siglo de las luces»? También conocido como el de la ilustración, palabra que proviene del latín illustrare (iluminar). Y cómo olvidar al más grande de todos los pensadores, Bruce Lee, cuando dijo «quienes son inconscientes caminan en la oscuridad y nunca buscan la luz; pase lo que pase, debes permitir que tu luz interior te guíe y te saque de la oscuridad».

La luz es la metáfora por excelencia de la sabiduría, del bien y del amor, la más ancestral y al mismo tiempo la que más íntimamente enlaza con la propia experiencia vital, pues los monstruos de nuestra infancia siempre habitaban en las sombras, y todo aquel que alguna vez se ha dirigido al baño a oscuras acaba siendo dolorosamente consciente de que antes debería haber encendido la luz. En el arte también ha sido una materia prima fundamental, desde los tenebristas a los impresionistas, pasando por los luministas. Los primeros se recreaban en los contrastes, recortando las figuras sobre una negritud que generaba desasosiego, o iluminando tenuemente sus rostros con la luz de alguna vela para evocar un ambiente intimista y melancólico, como hizo con singular talento George de La Tour. Un entorno tan mundano como una habitación, con uno o dos personajes en ella, podía quedar imbuido de espiritualidad si se sabía graduar la luz. De esas fascinantes Magdalenas que retrataba sabemos que están reflexionando en busca de la respuesta a alguna duda existencial por la manera en que miran la llama, como si en ella pudieran hallar el conocimiento. La luz tenía también connotaciones religiosas para Caravaggio, con aquellos personajes siniestros que tanto le gustaba retratar que parecen buscar cobijo para su miseria en la oscuridad frente a los iluminados por rayos celestiales, como en su obra maestra La vocación de San Mateo.

Barcos regresando a casa, de William Frederic Ritschel.
Barcos regresando a casa, de William Frederic Ritschel.

Respecto al impresionismo, sabemos que nació el 13 de noviembre de 1872, concretamente a las 7:35 de la mañana, que es la hora a la que un astrofísico contemporáneo ha calculado que Monet pintó Impresión, sol nacientea partir de la posición del sol en él. Era ese momento, en el que la luz comienza a abrirse paso entre las brumas, difuminando los contornos y alterando los colores a los que estamos habituados, el que más le interesaba retratar y el que terminaría definiendo ese nuevo estilo artístico. El pintor francés era al fin y al cabo un estudioso de la óptica; tenía en su interior, como todos los pintores, un pequeño científico entusiasmado por el espectro visible. En Norteamérica por aquellos años el luminismo también desarrollaría un gran interés por el efecto de la luz en los paisajes y un tiempo después algunos artistas del denominado impresionismo californiano se diría que querían fundir ambas corrientes, como en la obra que vemos sobre estas líneas. Esos barcos recortan sus siluetas negras sobre unas aguas que parecer estar ardiendo por el reflejo del sol poniente.

¿Y si, después de estos tanteos que hemos visto, un artista intentara centrarse de lleno en la luz, convertirla en la protagonista absoluta de la obra? Pues a ello ha dedicado su empeño Pablo Valbuena. Nacido en Madrid en 1978 y arquitecto de formación, comenzó trabajando en el diseño de escenarios para videojuegos y películas, para ir dedicando cada vez más tiempo a creaciones en las que distorsionaba el espacio jugando con la iluminación desde diferentes perspectivas. Su primera gran obra tuvo lugar en 2008 sobre la fachada del Ayuntamiento de La Haya, del arquitecto Richard Meier, un autor que no podía ser más adecuado para este proyecto, pues como él mismo sostiene: «En arquitectura, como en cualquier otra expresión creativa, la luz ha sido siempre una fuente de éxtasis e inspiración». Así que superpondría arte sobre arte haciendo del edificio un curioso lienzo; el resultado lo puede ver aquí. Más adelante, en 2014, durante la Noche Blanca de París, en la estación ferroviaria de de París-Austerlitz realizó otra obra, desde luego no apta para quienes sufran epilepsia fotosensitiva, aquí una muestra.

Y ahora, hasta el 15 de mayo, el Espacio Fundación Telefónica de la Gran Vía madrileña acoge (con entrada gratuita) lo que ha bautizado como Kinematope. Para ello ha aprovechado el falso techo industrial de la sala para cubrirlo de pequeñas luces led y altavoces, que van encendiéndose y apagándose según patrones aleatorios. El efecto es bastante curioso y según el autor es como «una película dentro del espacio», aunque tiene también algo de película del espacio. Concretamente evoca esos inquietantes pasillos de la Nostromo por los que la teniente Ripley intentaba escapar en el último momento. Si además hubieran metido en la sala un alien estaríamos ante la obra del siglo, pero bueno, no está mal. Además en el piso inferior hay una exposición abierta al público —y también gratuita con obras de Magritte, Saura y Chillida entre otros, así como la exposición permanente de la compañía en torno a sus orígenes y evolución tecnológica. De manera que si viven en Madrid o van a pasar unos días aquí, no se lo pierdan.

Para más información,  pincha aquí.

Kinematope, de Pablo Valbuena, en el Espacio Fundación Telefónica.
Kinematope, de Pablo Valbuena, en el Espacio Fundación Telefónica.

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2 Comentarios

  1. En la calle diria «Crema». Aqui digo «Caviar».

  2. Vi la expo de Telefonica despues de haber visto imagenes de otras instalaciones luminicas suyas y esta es bastante sosa, lamentablemente, y casi con total seguridad debido a que el juego fe luz es muy simple y el espacio no tiene nobleza (ni grandiosidad). La sala despojada de elentos asemeja mas a una nave industrial iluminada alternativamente por zonas. Nada que propicie la reflexion o induzca a un estado excepcional. Quizas con musica de Brian Eno habria mejorado.

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