
Dios, por decirlo de alguna manera, nunca ha dejado de estar de moda. Desde las primeras manifestaciones simbólicas vinculadas al espiritualismo, al misticismo y, con el tiempo, a las deidades, no hay rincón del planeta que no se haya contagiado, cuanto menos, de la incógnita. ¿Existe dios? Para algunas personas esto es coto privado, una cuestión personal de fe ciega, mientras que para otras el uso legítimo de nuestras facultades racionales conduce irremediablemente, como por una alfombra roja, a la evidencia divina. Desde el contexto católico, en los últimos años (2021 y 2023, en concreto) hemos observado la publicación de dos libros, de notable éxito de ventas, que defienden una tesis sorprendente: la hipótesis de la existencia de dios (el cristiano) no solo es la más racional para explicar el origen del universo, ¡sino que es la única respuesta posible dadas las evidencias científicas actuales!
Para apoyar esta postura, Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies en Dios, la ciencia, las pruebas (2021), y José Carlos González-Hurtado en Nuevas evidencias científicas de la existencia de dios (2023) recurren a un argumento clave basado en la noción de ajuste fino. Resumidamente, la física actual ha puesto de relieve la existencia de un gran número de parámetros (la densidad del universo, la masa del neutrón…) que, de haber sido de otra manera, incluso a un nivel extremadamente insignificante, habría supuesto la imposibilidad de la vida. A la vista de esto, la probabilidad de que el universo cobije estos valores en su conjunto, y no otros, es tan sumamente nimia que, para muchos, incluidos los autores recién mentados, no puede responder cabalmente al azar. Sería mucho más viable que nos tocase la lotería diez días seguidos que el surgimiento espontáneo de nuestro universo.
El recorrido del ajuste fino no es nuevo. Muchos científicos, especialmente desde el albor del siglo XX, han señalado este hecho. Así, la procura de una explicación de este ajuste fino ha llevado a muchos a buscar explicaciones naturalistas dentro del marco científico. Algunos han apelado a la posibilidad de los multiversos; otros, por ejemplo, a una suerte de selección natural cosmológica. En las antípodas de estas tentativas científicas, Alvin Plantinga, William L. Crage y compañía mantuvieron que la única forma de dar cuenta de la existencia de un (estadísticamente casi imposible) universo que permita la vida de seres conscientes es apelando a un diseñador inteligente que haya trazado, precisamente, esos parámetros tan puntillosos.
Esta última es la senda que siguen los superventas mencionados. Así lo expone el español González-Hurtado: “Muchos autores […] han presentado una enorme cantidad de datos que demuestran que nuestro universo de hecho existe gracias al ajuste finísimo de multitud de constantes, leyes, parámetros y variables que a los que nada fuerza en principio a tener los valores que tienen. Este ajuste no solo se produjo en el momento del Big Bang, lo que ya es inconcebible por el mero azar, sino que otras «casualidades» o ajustes debieron de producirse durante la expansión posterior del universo para permitir el propio universo y la vida en nuestro planeta”.
No cabe duda de que este argumento del ajuste fino puede resultar persuasivo. De hecho, las prolijas ventas de estos libros dan cuenta de ello. No obstante, creo que, con un poco de pedagogía, es posible mostrar que este razonamiento teológico es deficiente. Para ilustrarlo recurriré a un ejemplo que pretende operar al modo de una reducción al absurdo —demostramos que una afirmación es falsa suponiendo que es verdadera y mostrando cómo a partir de ella se sigue lógicamente un absurdo—. Para algunos puede resultar un ejemplo algo soez, pido en este sentido disculpas de antemano. Vayamos a ello.
Una eyaculación masculina normal contiene de promedio entre 200 y 500 millones de espermatozoides (el gameto masculino). Esto es así puesto que, para que una eyaculación sea estimada como fértil, el recuento de espermatozoides debe ser de al menos 15 millones por mililitro de semen, y el volumen total de semen suele oscilar entre 1,5 y 5 mililitros por eyaculación. Al escudarnos con el término “normal” dejamos de lado otros factores como la edad, la salud o el estilo de vida.
Tomemos como modelo de referencia un hombre que vive 80 años —esperanza de vida media para los españoles—. Asumamos, creo que siendo algo conservadores, que este hombre ha eyaculado unas dos veces por semana desde los 15 años. Digamos, además, para respetar los valores promedios, que cada eyaculación produjo unos 350 millones de espermatozoides. El cálculo se salda así: bajo las condiciones recién expresadas, este hombre eyaculará unos 2,37 billones de espermatozoides (2.37 × 1012) a lo largo de su vida.
Como es bien sabido, falta la otra mitad de la carga genética que nos configura, la aportada por el óvulo. A lo largo de su vida fértil, una mujer produce de media entre 400 y 500 óvulos que pueden ser fecundados. Conviene aclarar que aunque las mujeres nacen con más de un millón de óvulos, solamente una pequeña porción (400-500) de ellos madurará. Para que una persona concreta nazca, pongamos que José Carlos González-Hurtado, huelga decir, se ha precisado la unión de un espermatozoide particular, y no cualquier otro (este aspecto es vital), con un óvulo particular, y no cualquier otro. Es esta una conditio sine qua non. Con esto en mente, abordemos las probabilidades.
Para que una persona específica nazca, un óvulo concreto de los 400-500 que tiene la mujer (la madre biológica) debe ser fecundado por un espermatozoide concreto de los 2,37 billones producidos por el hombre (el padre biológico). La probabilidad de que un óvulo específico de entre los producidos por una mujer sea fecundado a lo largo de su vida es aproximadamente de 1/400, mientras que la probabilidad de que lo mismo suceda con un espermatozoide es de 1/2,37×1012. Dado que para que González-Hurtado nazca ambas condiciones deben cumplirse simultáneamente, la probabilidad de que esto ocurra es el producto de ambas. Y así:
Probabilidad del nacimiento de Gómez-Hurtado = 1/400 x 1/2,37×1012 .
Del cálculo de este producto se desprende una cifra sobrecogedora. A priori, la probabilidad de que Gómez-Hurtado haya nacido es de 1,05 × 10-15. Estamos hablando de esta cifra: 0.00000000000000105. O, dicho de otro modo, la probabilidad de que Gómez-Hurtado haya nacido es del 0,000000000000105%. Y, empero, ¡resulta que Gómez-Hurtado ha nacido! ¡Existe! ¿Cómo podríamos explicar semejante hazaña sin una intervención divina?
Ricemos más el rizo. En Galicia, mi tierra, viven actualmente, redondeando las cifras, 3 millones de personas. Cada una de ellas es, al menos en la dimensión biológica, hija de su padre y de su madre. En nuestro mundo cada una de ellas es la que es, aun cuando bien pudo haber sido otra distinta –reflexionemos sobre la frenética carrera de millones de espermatozoides por llegar in extremis al óvulo–. ¿Qué probabilidad hay de que los 3 millones de gallegos y gallegas sean los que son, y no otros?
Si reciclamos la cifra obtenida un poco más atrás, sabemos que, más o menos, la probabilidad de que una persona concreta nazca es de 1,05 × 10-15. En rigor, si tuviéramos presentes todas las variables posibles que intervinieron para dar lugar a esta concepción, la cifra se dispararía. El número que hemos seleccionado deja de lado el hecho de que los dos progenitores pudieron no haberse conocido nunca (cosa más que probable) o, aun conociéndose, no haber tenido relaciones sexuales. Siendo más realistas, por tanto, habría que medir –empresa que sospecho imposible– la probabilidad de que precisamente esas dos personas, primero, se conociesen, y, segundo, tuviesen sexo. Para mentes aventureras, podríamos ir más allá e incorporar a los cálculos la probabilidad, a su vez, de que sus respectivos progenitores fueran concebidos…
Con motivo del respeto que profeso por la salud mental de quien lee esto, no quiero marear ni producir vértigo con cifras de incomprensible envergadura. No obstante, insisto en que estos números deben observarse más como un juego intuitivo que como una aproximación realista que, sin duda, aumentaría exponencialmente la improbabilidad de que Gómez-Hurtado, yo mismo, o quien lee esto, hayamos nacido. Así pues, quedémonos con 1,05 × 10-15.
Para conocer la probabilidad de que en Galicia vivan exactamente hoy las personas que viven y no cualquier otra, habría que realizar la siguiente operación:
Probabilidad de la existencia actual de los habitantes de Galicia: (1,05 x 10-15)3.000.000
Esta cifra es tan extremadamente irrisoria que no cabe otra posibilidad, al menos gráficamente manifestable, que decir que es 0. Pero claro, si hacemos esto, resulta que, de partida, ¡es prácticamente imposible que en Galicia existan precisamente las personas que existen, y no otras! En la medida en que no puede ser imposible, ya que que a todas luces esto ha sucedido, hay algún problema de fondo en este razonamiento. Y no, el puzle no se soluciona apelando a un dios planificador que ha predispuesto que esto sea así, y no de otra manera. No hay que recurrir a la incomprensión, al milagro, para resolver esta duda.
El razonamiento es defectuoso en varios aspectos pero, para simplificar, su principal tara emana de una incorrecta interpretación de las probabilidades retrospectivas. Cuando calculamos la probabilidad de que una persona específica nazca, estamos haciendo un razonamiento a priori, es decir, antes de que los eventos ocurran. Sin embargo, cuando nos preguntamos por la probabilidad de que las personas que ya han nacido y están viviendo en Galicia hayan nacido, estamos haciendo un razonamiento a posteriori, lo que ofrece un punto de vista completamente dispar.
Para entenderlo partamos del hecho de que, si viven 3 millones de personas en Galicia en el año 2025, esto quiere decir que alguna combinación de las innumerables posibles tiene que suceder. Nosotros observamos con pasmo la combinación resultante una vez ya ha acaecido. El quid radica en que, aunque todas las combinaciones eran casi imposibles, una de ellas tenía forzosamente que suceder, lo que no quiere decir que esta elección tenga que estar predeterminada de antemano, y mucho menos por una mente creadora, omnipotente, etcétera. No se trata de que esta posibilidad sea imposible o contradictoria. Simplemente no es necesario apelar a un ser no empírico, dios, para explicar un fenómeno empírico, como tampoco es necesario inventarse un dios, Mondongo, por ejemplo, para explicar la lluvia. Sería coherente decir que llueve siempre que este dios indetectable llora, pero no es necesario.
Pensemos en la lotería. La probabilidad de que nos toque es a todos los efectos nula y, no obstante, cada semana una persona brinda con champán. Si lo piensa a posteriori, esta persona puede sentirse tocada por un dedo divino dada la improbabilidad de su éxito: lo que en un principio era casi un 0% de probabilidad torna al poco en un 100%. Pero hete aquí el sesgo en su razonamiento: por muy improbable que sea una posibilidad, aunque la cifra sea mareante, inasimilable por nuestra mente, basta con que no sea completamente imposible para que pueda suceder.
En lo que atañe a la existencia de una persona concreta, aunque cada resultado individual (su concepción) sea muy improbable, el hecho de que alguna combinación de personas exista, dadas las condiciones iniciales, es inevitable. El gran número de posibilidades garantiza que algo va a suceder, y desde el momento en que sucede, parece extraordinario que sea precisamente eso, pero solo porque ya conocemos el resultado y miramos, con un sesgo psicológico manifiesto, esa ocurrencia.
El mismo sesgo a posteriori y defecto de razonamiento muestran quienes piensan que la extrema improbabilidad de los valores de las constantes que rigen nuestro universo, y que hacen posible la vida, deban ser efecto de un dios creador y selectivo. Desgraciadamente, su sempiterna búsqueda de argumentos con los que convencernos de que su dios existe debe proseguir. Como ya se ha mencionado, existen otras posibilidades dentro del marco científico –como la de los multiversos– que darían un sentido coherente al ajuste fino. No obstante, por lo dicho aquí queremos poner de manifiesto que el mismo proceso de razonamiento es, de partida, defectuoso.
Vaya por delante que soy católico. Y, sin embargo, el argumento del ajuste fino nunca me ha parecido demasiado convincente. Estoy de acuerdo con el argumento del autor, aunque para mí hay otro aún más determinante, y es que en el ajuste fino se asume (sin justificación y casi sin explicitación) una distribución a priori de las constantes del universo. Hay muchas constantes «a ajustar», pero pongamos por caso el cociente entre la masa y la carga del electrón, y supongamos que el margen de un universo favorable a la vida es muy estrecho (tal que si cambiamos un 0.0000…0001% esta constante, con los ceros que sea necesario, el universo ya no podría albergar vida). Bien, ¿quiere esto decir que la constante ha sido elegida cuidadosamente? ¿Y de dónde sale la distribución de probabilidad de esta constante, si es que tiene sentido hablar de ella? ¿Y si no es una distribución uniforme, sino una distribución con una densidad altísima cercana al valor observado y con densidad casi nula en el resto de posibilidades? ¿Y si, incluso, el valor en realidad sólo puede ser ése, pero nuestros conocimientos actuales no permiten saberlo? Creo que es mucho lo que ignoramos y es demasiado aventurado razonar así.
Me permito recomendar en canal de youtube «Por el amor de Higgs», donde un filósofo católico y un científico agnóstico (Enric Gel y Javi Santaolalla) tratan estos y muchos otros temas con rigor, amplitud de miras, respeto mutuo… Para mí sus charlas son una delicia.
Qué buen artículo, me ha encantado. Menuda turra tenemos entre estos autores y el otro que dice que la vida tras la muerte (?!) también está científicamente demostrada.
Me ha quedado una duda: ¿Puede pensarse que este artículo sostiene implícitamente la existencia de múltiples universos? Creo que la respuesta, obviamente, es negativa (por qué habría que suponer lo que no sabemos), pero es cierto que los ejemplos empleados llevan a pensar eso (múltiples espermatozoides, óvulos, billetes de lotería, etc).
Se escribe que la aparición de la vida es de una improbabilidad inconcebible, pero también que la no existencia de otras vidas en otros planetas es de una improbabilidad inconcebible. Algo no cuadra en estas conjeturas.
El Individuo:
– ¿Qué había inmediatamente antes del Big Bang?
La Ciencia:
-No lo sabemos,… todavía…
El Individuo:
-Dios gana,… todavía…
Antes del Big Bang no existía nada. El tiempo se inició con el Big Bang
«La nada eterna está muy bien, si vas vestido para la ocasión» (W. Allen).
¿Y si el mecanismo de este universo, producto de otro y a su vez generador de otro fuese infinito con sus leyes y peculiaridades? Se resolveria el problema de dios mandándolo al olvido porque no habría creado nada. Está o están ahí desde siempre. El único atributo divino que tendría sería la eternidad, el no ser creado, el no morir. Pero es tan difícil de aceptar. Sería un horror para mi entender generado entre vida y muerte segura. Será por eso que miro con una cierta simpatía a los creyentes no obstante crean que la fe es un dono divino, olvidando que, como cualquier otra función de nuestro cerebro nos “viene de fábrica” para no desfallecer de frente al horror y belleza de la vida. Después de todo dios tiene algo de… humano, de madre sobre todo porque genera y ahora se entiende de cálculo infinitisimal, de probabilidades cuando ayer andaba de guerra en guerra, condenando, salvando. Pareciera que se fue culturalizando a la par de nosotros, creando la compasión no hace tanto tiempo, dos mil años más o menos.
La argumentación del autor está a la altura de la «Tetera de Russel». «Resolver» el problema del ajuste fino recurriendo a la ínfima probabilidad de que una persona concreta haya llegado a existir es un argumento falaz. La única teoría científica para explicar la existencia del cosmos actualmente es el Big Bag. Es decir, que el universo se explicaría por un acontecimiento único cuya causa nos está vedada. Una comparación más acertada, aunque no tan sorprendente, sería tratar de explicar la existencia del Sr. González-Hurtado si este fuera el único ser vivo que ha existido y pudiera existir jamás. El problema de no tomarse en serio los argumentos de los creyentes es que luego debates con Copleston y quedas en ridículo.
Cualquier debate con un creyente es una aporía incluso aun siendo débil la argumentación del no creyente, porque es tan fácil como decir que por la misma razón que se «justifica» la existencia de Dios, el mismo argumento valdría para elfos, hobbits , hadas, Santa Claus etc. Lo que la religión (sorprendentemente) ha conseguido instaurar es invertir la carga de la prueba: no, no soy yo quien tiene que demostrar la existencia de un ser imaginario, eres tú (creyente) quien debe hacerlo, solo que como sabes que es mentira te refugias en la tradición (que es la ilusión de la permanencia) y no haces un mínimo ejercicio intelectual que te llevaría a la conclusión lógica, a saber, que la religión y los dioses son un constructo humano. Es como atribuir un delito a alguien: la carga de la prueba reside en el acusador, no en el acusado. Piénsese qué clase de sociedad tendríamos si tuviera que demostrarse la inocencia ante cualquier acusación arbitraria.
Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es tan pequeña que no puede ser vista ni por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo ilustrado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.
Bertrand Russell.
Muy buena cita, no la conocía: debería ser de obligada lectura en todos los centros de educación secundaria (especialmente en los «concertados»).
Pues eso, lo que yo decía, si os parece que la «Tetera de Russel» resuelve el problema de la carga de la prueba es que en realidad no queréis debatir, como la pasaba a Russel. Por alguna razón, habéis llegado a la conclusión de que Dios no existe (o no os conviene que exista) y fiáis vuestra fe en la carga de la prueba. El problema es que tanto ateos como creyentes hacen afirmaciones extraordinarias que requieren pruebas extraordinarias. Tan sorprendente es afirmar que existe un Dios creador como decir que el cosmos es causa de sí mismo. Así que la carga de la prueba corresponde a ambos. Lo gracioso es que se suponía que el método científico iba a dejar arrumbada en el basurero de la historia las creencias religiosas que estarían sustentadas en la ignorancia, el miedo y el mito. Paradójicamente está ocurriendo todo lo contrario, según vamos avanzamos en el conocimiento de las leyes de la naturaleza, la necesidad de un creador aparece a cada paso. Quizás, después de todo, Dios es un maravillo bromista. Y sino preguntemos a los grandes científicos empezando por Newton o Einstein o a renombrados ateos que se hicieron creyentes ante la apabullante evidencia de las pruebas como el genetista Collins o el filósofo Flew. Por contra, los ateos de hoy, como Dawkins, son ateos acorralados y cabreados y recurren a la ridiculización a falta de mejores argumentos. Esto contrasta con el extraordinario compendio que hace González-Hurtado en su libro, que por contra, da una lección de conocimiento científico desde el respeto a todas la posturas sobre este tema.
«Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias». Has recurrido a Sagan, un reconocido ateo. Me ha recordado a otra célebre frase: «Lo que se afirma sin pruebas puede ser descartado igualmente sin pruebas.» (Cristopher Hitchens). Si tu intención con tu mensaje es equiparar ciencia con religión (desde luego lo parece por los argumentos que utilizas), valerse de la cita de un ateo es como dispararse en el pie. La falacia a la que recurres es más vieja que el hilo negro a falta de argumentos consistentes. La ciencia teoriza, prueba e incluso recula y deshace sus pasos si se equivoca. La religión dice que esto es así o asá por cojonudismo, o sea, porque lo digo yo y . Respecto a Einstein, mientes deliberadamente o simplificas (por cojonudismo) su visión de la religión. Su célebre «»Dios no juega a los dados con el universo»no se refiere a un Dios personal, sino a su escepticismo ante la, por entonces física cuántica y el principio de incertidumbre en la interpretación de Copenhague dada por Bohr y Heisenberg. Esta frase es una de las pruebas más palmarias, flagrantes y groseras de cherrypicking y arrollamiento del ascua hacia la sardina religiosa por parte de los religiosos y creyentes. Afortunadamente existen los libros, hemerotecas y pruebas fehacientes (nunca mejor dicho) que dejan por los suelos tan peregrinos argumentos. Más pruebas de que Einstein no era creyente:
-Habló de una «religiosidad cósmica», un sentimiento de admiración hacia la belleza, la complejidad y la armonía del universo. Para él, esta era la forma más elevada de religiosidad, desligada de dogmas o rituales.
– En su Carta a Erik Gutkind (1954):
En una carta conocida como la «Carta de Dios», Einstein escribió:
«La palabra Dios no es para mí más que la expresión y el producto de la debilidad humana. La Biblia es una colección de leyendas honorables, pero primitivas, que sin embargo son bastante infantiles.»
Esto muestra claramente su escepticismo hacia la religión organizada.
Respecto a Newton, hombre, no hagas trampas. Si la religión hoy tiene un poder enorme imagínate hace más de 300 años que estaba por descubrirse y evidenciarse mucho de lo que la refuta, además de ser la principal mecenas de las artes, ciencia etc. (cuando le convino por mojar en todas las salsas como acostumbra), lo que supongo que influiría en la percepción de su tiempo. Hay ejemplos de físicos «religiosos» que lo son por haber crecido en una fuerte tradición religiosa, sobre todo en teocracias y países musulmanes. Pero la religión es completamente incompatible con la ciencia, y esto no lo digo yo, sino muchos científicos eminentes, como por ejemplo José Manuel Sánchez Ron.
Respecto al genial azote religioso Dawkins y su supuesto acorralamiento, me gustaría que aportaras alguna prueba más allá de tu voluntarismo, porque Dawkins ha reemplazado a Hitchens como implacable defensor de la ciencia y atizador contra la religión. Un argumento inventado, como la base de tu mensaje.
No estoy comparando ciencia con religión ya que no estamos hablando de religión. Estoy hablando pura y simplemente de lo que trata el artículo, que es de las pruebas de la existencia de Dios. Einstein, efectivamente no era teísta, era deísta. Así que ni he mentido ni he simplificado. La famosa frase de Einstein ni la he mencionado ya que es de sobra conocido a lo que se refería. Suponer que Newton era religioso por el poder que tenía la religión en su época sí que es caso claro de voluntarismo. En la época y entorno cultural de Newton no había excesivos problemas por declararse ateo. Por ejemplo, Hume, un casi contemporáneo de Newton, lo era. Utilizar argumentos de ateos como la frase de Sagan o la «Tetera de Russel» lo único que demuestra es que no son realmente argumentos ya que funcionan en los dos sentidos. Sobre el acorralamiento de Dawkins, te recomiendo que veas algunos de los debates que ha mantenido con el matemático John Lennox. Independientemente de la postura que se tenga sobre el tema, se ve a un señor iracundo, malhumorado y con pocas ganas de estar allí frente a otro que irradia calma, paciencia y bondad, y la sensación de que se lo está pasando estupendamente.
Para mí las pruebas de la existencia de Dios son algo evidente. No son de naturaleza científica ni lo serán nunca ya que Dios no es un ser material. La materia, como mucho, nos puede llevar a cuestionarnos de dónde procede todo y si hay una inteligencia detrás. Pero puedo aceptar que otros no lo vean así y crean que Dios no existe. En realidad ambas posturas son creencias. Pero creencias que tienen consecuencias prácticas. Si se cree que lo único que existe es la materia y ésta está gobernada por la necesidad y el azar (cosas, que por cierto, tampoco son materiales ni se pueden explicar científicamente), entonces, nada tendría un propósito concreto y cuestiones a las que damos una gran importancia como al amor, la bondad o la belleza, no serían más que delirios de mentes extraviadas. Incluso la propia existencia individual no tendría ni significado ni finalidad concreta. El problema es que es imposible vivir así y por eso hasta los ateos más convencidos tratan de dar un sentido a sus vidas. Aquí es pertinente recordar al personaje Cifra de Matrix, que a cambio de su traición, le pide al agente Smith que le borre la memoria y le reimplante en Matrix para poder «disfrutar» de su mundo de ficción.
No, no y no. Mientes deliberadamente volviendo a equiparar creencia con no creencia. Es tan fácil de desmontar tu argumentación que lo que «explicas» para Dios vale para las hadas, elfos y hobbits. Sí, Hume era empirista pero en aquella época, a pesar del floreciente racionalismo era complicado salir del yugo religioso (como lo sigue siendo hoy día). He visto casi todo lo que hay en Youtube de Dawkins, y si tu justificación es que el enfado quita la razón y la calma, por ensalmo da la clarividencia y demuestra las tesis religiosas, te diré, como Hitchens le espeta a un religioso que, ante la pregunta de la existencia de Dios lo atribuye al Espíritu Santo: «I’ll rest my case».
Si quieres equiparar creencia y no creencia (yo no creo en la ciencia, la ciencia es un hecho demostrado, demostrable y en evolución, al contrario que Dios, algo no demostrado, no demostrable y en involución), adelante, pero cuando vendas tu mercancía averiada ayúdate de mejores argumentos so pena de hacer el ridículo.
Respecto a lo de dar sentido a nuestras vidas (en el caso de los ateos), no nos hace falta la religión habiendo cine, literatura, música, viajes, amigos, parejas, familia etc. No reniego de que la religión supone un consuelo – placebo para muchísima gente, curiosamente en los países más subdesarrollados (igual no te has planteado eso), pero los ateos llenamos nuestras vidas con cosas más enriquecedoras y que nos dan ilusión y propósito.
Y sí, el ser humano es el producto de una concatenación de circunstancias, o sea, del azar, y el problema que tenemos (uno de ellos) es que nos creemos más importantes de lo que realmente somos, por eso a la naturaleza no le importa nada cargarse a quien pretende desafiarla.
Si puedes y tienes argumentos, explícame cómo concilias los fósiles de hace millones de años con la existencia del ser humano de 6000 años (en el mejor de los casos, Antiguo Testamento), y el por qué un Dios omnipotente decide intervenir tras 300.0000 (aproximadamente cuando apareció el primer congénere de nuestra especie, el sapiens), y tras millones de muertes, torturas etc, decide «intervenir» en el mundo pero dejando que se vuelvan a matar entre sí los humanos. Me da hasta vergüenza tener que escribir esto que es de párvulos.
No estoy comparando creencia con no creencia. Estoy comparando unas creencias con otras, ya que para ser ateo también se deben tener creencias. No respondo a la comparación de Dios con seres mitológicos porque mi comentario inicial precisamente trata de esta cuestión al decir que el autor del artículo usa una argumentación tan mala como la de la «Tetera de Russel». Aquí hay que decidir sobre qué tiene más evidencia y qué consecuencias prácticas se derivan de ello: o el universo tiene un creador inteligente o el universo es causa de sí mismo.
Yo no he dicho que el enfado quite razón y que la calma la dé. Pero, desde luego, si para defender una tesis necesitas ridiculizar al contrario, como haces tú, menoscaba la fuerza de tus argumentos y dice más de ti que de la persona con la que debates y a la que te permites menospreciar sin siquiera conocerla.
El sentido de la vida de un ateo coherente requiere de un deliberado y consciente autoengaño. Por ejemplo, ¿qué es el amor para un materialista ateo? Es una mera reacción fisicoquímica reproducible y modificable en un laboratorio. Incluso, si tú fueras únicamente materia, teóricamente se podría crear un ser idéntico a ti que se comportara como tú y lo mismo podríamos decir de tu pareja o de tus hijos, si los tienes. Así que tendrías que aceptar que es equivalente que tú o cualquiera de tus seres queridos fuera reemplazado por una copia idéntica. Me dirás que no sólo somos genética, pero yo no estoy hablando de clonación, estoy hablando de copiar cada uno de tus átomos.
El amor por los hijos, nuevamente, sería algo que se podría explicar como un resultado de la evolución y no tendría ningún valor o significado especial. Así que tu mente racional, que comprende todo esto, tendría que aceptar que es legítimo decidir que sobramos muchos humanos en el planeta y que hay que eliminarlos, o que un ser humano concreto podría decidir que tan natural es amar como odiar y que tan bueno es proteger a sus hijos como matarlos. Dado que todo sería azar y necesidad, nada tendríamos que decir ni objetar.
Sobre la literatura y el resto de cosas que dices que dan sentido a tu vida. Para ti debería ser equivalente leer un libro que tomar una pastilla que reconfigure tu ser con la misma disposición material que creó el primero. Vuelvo a recurrir al ejemplo de Matrix: Cifra, que conoce la verdad, necesita que su memoria sea borrada para volver a disfrutar del bistec que aparentemente se está tomando. Del mismo modo, los ateos lo son en teoría pero necesitan hacer un ejercicio de amnesia voluntaria y selectiva para disfrutar de la vida.
Por último, sobre el recurrente mantra de que la religión es un producto de la ignorancia, reitero que aquí no estoy hablando de religión y me remito al libro de González-Hurtado en el que afirma que el 95% de los Premios Nobel de disciplinas científicas de los últimos 100 años creen en Dios sean o no religiosos. Tú te empeñas en hablar de la religión cristiana. Podría hablar en favor de su veracidad pero sería inútil en alguien que está cerrado a examinar las evidencias en favor de la existencia de Dios.
Sigues eludiendo la cuestión mollar. Cuando dices que por ser ateo necesito una «amnesia voluntaria» para poder obedecer a un propósito, estás omitiendo que, precisamente el raciocinio y la evolución es lo que nos impide matarnos (menos) que en épocas precedentes. Steve Pinker dedica 1000 páginas a esto en su exhaustivo y excelente «Los Ángeles que Llevamos Dentro». La creencia ciega en dioses ha llevado a la mayor masacre de gente a lo largo de la historia. Nunca en la terrible historia de los criminales y asesinos se ha inmolado nadie en una plaza pública al grito de: «¡En el nombre de nada!».
Antes de que me saltes con que la utopía comunista produjo uno de los mayores genocidios junto con el nazismo, te aclaro (por si acaso), que se hizo por una idea política en el primer caso y política y racial en el segundo. Huelga decir que hubo y hay nazis y comunistas religiosos. Ejemplo de esto último son los jesuitas y la Teología de la Liberación.
Te pido por favor que me argumentes esas evidencias sobre la existencia de Dios y me ilumines (y al mundo entero también). Quien sabe si estoy debatiendo con el protagonista de «The Man from Earth», el prota de la peli de sobremesa cuya foto acompaña al artículo, y que es tan ridícula como artificiosa.
Si tienes esas pruebas deberías postularte a Papa ecuménico de todas las creencias, como mínimo.
Claro que uso la ironía, me resulta imposible debatir sobre algo tan pueril con gente supuestamente madura.
En vez de responder vuelves al asunto de la religión. Es la tercera vez que te digo que en el artículo no se discutía de religión. Esta vez voy a contestar a la afirmación de que «el raciocinio y la evolución es lo que nos impide matarnos (menos)». Ya «te pones la venda» tú solito al excluir el régimen nazi y a los comunistas como epítomes de regímenes oficialmente ateos en los que se mató sin tasa. Resulta que son muy buenos ejemplos, ya que además de ateos, ambos sistemas se declaraban científicos. El fanatismo siempre ha matado ya sea en la defensa de Dios o de una idea. Aunque matar en nombre de Dios, al menos, tiene el freno moral del que carece el matar por ideología. Pero si estos ejemplos no son de tu gusto porque … patatas, hay otros muchos como la hoy santificada Revolución Francesa o su continuación en el brevísimo pero mortífero Imperio Napoleónico. Podemos seguir con la mayor parte de las guerras de los siglos XX y del XXI cuyos sucesos más significativos serían las dos guerras mundiales. Si no te gustan los ejemplos en las etapas modernas y contemporánea, nos podemos remontar a la antigüedad, ¿qué te parecen las conquistas romanas o las Guerras Púnicas? ¿Y la Guerra de los 100 años medieval? Son sólo algunas muestras. La conclusión es clara, el hombre siempre ha matado y, por lo que parece, siempre lo seguirá haciendo. El mito de la razón y del progreso no son más que eso: mitos, aunque revestidos con la pátina de la modernidad. La causa de la guerra siempre es de naturaleza geopolítica aunque se vista de otros oropeles que permitan su justificación. Si hoy puede parecer que hay menos guerras se debe a dos cuestiones: en primer lugar, ahora las guerras son más cortas y destructivas debido a los avances técnicos y a que es inviable económicamente una guerra larga, ya que son guerras industriales. En segundo lugar, ni siquiera es verdad que haya menos guerras, simplemente que se elige el periodo de tiempo que interese para justificar esta aseveración (sesgo de confirmación). Además, muchas guerras que se achacan al fanatismo religioso tienen poco que ver con la religión y más con intereses políticos. Por ejemplo, lo que se conoce como el periodo de guerras de religión europeas se produjeron fundamentalmente porque los príncipes holandeses y alemanes se convirtieron por interés a la nueva religión protestante para así poder ser independientes del emperador y poder adueñarse de los bienes de la Iglesia Católica. Querer desconocer esto y poner todo en la balanza del fanatismo religioso es otro caso claro de sesgo de confirmación.
Ya que lo pides, te enuncio ya que sería muy prolijo su desarrollo y ni siquiera son mías, las principales evidencias, que no pruebas definitivas, de porqué creo que Dios existe:
1.- Porque filosóficamente sólo hay dos opciones: o la materia es causa de sí misma o tiene un creador inteligente. Tengo que descartar la primera opción ya que es irracional y, como utilizo la razón para argumentar, si elijo lo irracional socavaría mi propio mecanismo de argumentación.
2.- Porque todas las evidencias científicas apuntan a que existe un orden minuciosamente planificado. Ese orden exige un planificador.
3.- Porque el conocimiento adquirido con el método científico no puede llegar a explicar porqué funciona el propio método científico. Y no puede hacerlo ya que eso queda fuera del ámbito de la ciencia (Dawkins, ignorándolo, hace filosofía espontánea y no ciencia cuando habla de estos temas). Nuevamente, la explicación más racional es que el método científico funciona porque alguien dispuso que la naturaleza siguiera unas leyes y no otras.
4.- Porque percibo que todo tiende a un fin, empezando por mi propia vida.
5.- Porque tengo una intuición natural y no aprendida sobre que algunas cosas son objetivamente buenas y que otras son malas. Cómo decía Dostoievski: si Dios no existe todo está permitido. Así que o me engaño y no existen al bien y el mal objetivos, o son externos al hombre. No puedo aceptar que me esté engañando, ya que tendría consecuencias prácticas que llevarían a la irracionalidad y al caos social, así que Dios existe. Explicaciones evolucionistas al estilo de la Tabla Rasa de Pinker no me convencen en absoluto ya que siempre podría decir: sí, vale, ya sé que la evolución ha puesto en mí la compasión por los más débiles porque azarosamente eso resultó útil para la especie. Pero, ¿y a mí que me importa la evolución?; ¿no puedo entonces decidir que en este preciso momento y lugar me conviene aprovecharme de los demás en mi propio beneficio?; ¿y si decido eso, no sería también mi decisión acorde con la evolución?; en cualquier caso, será la evolución la que premiará o castigará la reiteración por generaciones de esta conducta mía, pero la evolución nada tiene que decir sobre mi comportamiento individual y, si yo siento placer causado sufrimiento a los demás, tan bueno es como si es al contrario. Cómo tu dices, es de párvulos no darse cuenta a qué conducen este tipo de líneas discursivas.
7.- Porque leyéndote veo que te escandaliza que el ser humano pueda matar en nombre de Dios. ¿Y qué más da? Para un ateo nada tiene un propósito y todo se produce por azar y necesidad, también el fanatismo religioso. ¿Qué más da si el mundo se destruye hoy o dentro de un billón de años? ¿Por qué es importante conservar la vida o la naturaleza? Así, no estás siendo coherente, y no lo estás siendo porque el ateísmo es una filosofía (que no ciencia) que se socava a sí misma. Ya te lo he dicho: en teoría se puede ser ateo, pero en la práctica no se pueden aceptar las consecuencias de serlo.
6.- Porque, aunque te parezca que «nos creemos más importantes de lo que realmente somos», el ser humano es una especie única y extraordinaria y sin parangón con cualquiera otra que haya existido en este planeta. Una especie que es capaz de descubrir y de discurrir sobre los misterios más insondables de la naturaleza y de preguntarse el sentido y el fin de todo. Resulta absurdo creer que esta facultad, que no es útil para la vida, y que, como dices, también se ha utilizado para matarnos entre nosotros tenga como única respuesta que no sirve para nada. Es más racional pensar que tenemos este don porque alguien decidió que lo tuviéramos por amor.
7.- Porque si la mente no es más que el producto de reacciones fisicoquímicas, la conciencia sería irreal y lo único real, como dice Dawkins, sería que nuestros genes quieren reproducirse. Pero aquí hay dos contradicciones, la primera y más evidente, es que no se explica porqué esa necesidad de reproducirse, ¿con qué propósito? Nuevamente, la evolución no puede explicar la propia evolución. La segunda es que que estoy llegando a una conclusión utilizando mi mente, pero no tendría ningún mecanismo que me permita fiarme de ella y saber si me engaña o no. Si mi mente no ha evolucionado para conocer la verdad, ¿por qué debería aceptar las conclusiones a las que llegue usándola? Pero es que ni siquiera yo existiría, sería una ficción creada por mis genes. Pero yo existo, estoy seguro de ello. Así que no pude ser que yo sólo sea mi mente material. Y si concluyo que no existo, nada que diga puede ser tenido en cuenta ya que lo que diría estaría respondiendo al interés de mis genes y no a la realidad.
7.- Finalmente, porque me siento amado y llamado alcanzar la vida eterna.
Te burlarás, no tengo dudas, pero son mucho más risibles y deprimentes tus creencias.
Ya he dicho en un mensaje previo que las creencias suponen un alivio para mucha gente, la promesa de que existe algo al otro lado es difícil de descartar porque nos reduciría a lo que somos, animales racionales, con sentimientos, raciocinio y conciencia, esta última la que nos permite ser conscientes de nuestra finitud. Sin necesidad de creer en hadas se puede ser muy feliz y dejar un legado en tus allegados siendo un ejemplo, es decir, utilizando la ética y la moral, categorías superiores que preceden a la religión y las creencias («La moral no deriva de la religión, sino que la precede»). Por tanto, no sigas haciendo trampas anteponiendo la creencia a la ética o la moral, que incluso en estadios previos de la evolución se hallaba presente en los neandertales y demás especies prehistóricas mediante la noción de «tribu», entendiendo esta como un refugio para quienes se adherían a ella. Después, el concepto fue evolucionando, lógicamente, hasta llegar al punto, simplificando mucho, de que hacer daño a un semejante está mal (y esto lo copia el catolicismo de la filosofía y demás corrientes que venían de oriente).
Por mucho que imites a Goebbles repitiendo 1000 veces una mentira, esta no se convierte en verdad: los regímenes nazi y comunista no mataban, purgaban o defenestraban a los disidentes por ser oficialmente ateos, sino por la oposición a la idea política y sectaria que representaban. No deja de tener gracia que mentes al Imperio Romano o las Guerras Púnicas como «ejemplos» de guerras en las que el hombre mataba por matar, cuando se trataba de civilizaciones paganas, en las que rendían CULTO a decenas de dioses (no sé si te suenan Zeus, Marte, Neptuno, Ceres, Minerva, Afrodita etc.). Es decir, que mataban también en nombre de una creencia.
Si nos retrotraemos al presente, solo falta ver el polvorín de Oriente Medio para evidenciar lo dañina que es la creencia y la religión en todo su fanatismo, y que se extiende desde hace más de 2000 años.
No soy ajeno al fondo político que muchas guerras de religión tienen, y que son quienes las encabezan los primeros que no se creen su propia basura. Pero los millones de fanáticos que los siguen ciegamente sí se creen patrañas del tipo «somos el pueblo elegido por Dios» y demás sandeces, y eso tiene un componente fundamentalmente religioso, te guste o no. La historia lo demuestra, te guste o no.
«Ya que lo pides, te enuncio ya que sería muy prolijo su desarrollo y ni siquiera son mías, las principales evidencias, que no pruebas definitivas, de porqué creo que Dios existe»
Esta última frase explicativa es la prueba más evidente de que el debate no tiene sentido, porque, como te dije anteriormente, Dios o cualquier ente superior, es una creencia, mientras que la ciencia es un hecho. Aun así, vamos punto por punto con tu argumentario:
1). Tu simplificación es burda y tosca, volviendo a equiparar ciencia y creencia (esta, en el fondo, y tras tanta palabrería, es la base de tu argumentación en todos tus mensajes). Por si no lo sabes, la materia tiene antimateria como espejo. Si combinas un electrón y un positrón, se aniquilan, liberando energía en forma de rayos gamma. Esto está demostrado científicamente a través del acelerador de partículas del CERN. Y así ocurre con el resto de partículas que se han venido descubriendo y que se desconocían hasta que se replicó este laboratorio que simula las condiciones iniciales del Big Bang. Cuando se libera energía ser producen más partículas, y más materia y antimateria, que combinadas entre sí, con diferentes masas y cargas (revoltijo de partículas) dieron lugar, a una escala mayor, al Big Bang que generó el universo conocido y que está en continua expansión. Si crees que tal cantidad de acontecimientos azarosos son obra de un super mega hiper ingeniero omnipotente que tuvo en cuenta todas las posibles casuísticas y ramificaciones implicadas, estás en tu derecho, como quien cree en Santa Claus, pero no se sostiene por ningún lado. Otra cosa es que te procure consuelo y alivio para vivir, me parece perfecto. Te preguntarás qué hubo antes del Big Bang entonces. Eso está por demostrarse y hay varias teorías, pero la lógica dice que antes no había nada, tiempo solamente cuando el tiempo no existía como magnitud, ya que es una invención del ser humano también. Me quedo con el Modelo de Hawking y Hartle: Propone que el universo no tuvo un «inicio» en el sentido convencional, sino que el tiempo era como una dimensión espacial más. En este modelo, no hay un «antes» del Big Bang, porque el tiempo simplemente siempre «fue».
2). I’ll rest my case. Si todas las evidencias científicas suponen un orden planificado, ese orden no tiene en cuenta la ética ni la moral, ya que se carga a millones de seres humanos cada año en catástrofes naturales que han sido impredecibles en muchos casos, salvo por la evolución científica que ha permitido minimizar su impacto en campos como la sismografía o la construcción de diques y presas.
3). El método científico investiga, evalúa, descubre, demuestra, se equivoca, recula, reformula, refina, y así en un eterno bucle evolutivo, que permite ir resolviendo lo que antaño era misterioso y se atribuía a la religión, y que no es más que conocimiento y ciencia. Dawkins no hace filosofía espontánea, a no ser que este sintagma barato sea un sinónimo de teorizar. Cuando la ciencia no puede demostrar algo, utiliza las hipótesis y las teorías para explicar aquello que, por falta de tecnología, medios o por no estar un estado suficientemente evolucionado, no puede.
4). Totalmente de acuedo, en eso consiste el concepto vida, sino no lo sería. La muerte es lo que define a la vida, sino tendría otro nombre.
5). Vuelves a eludir la existencia de la ética y la moral, muy anteriores a la mística, la religión o la superchería. («La moral no deriva de la religión, sino que la precede» -Christopher Hitchens.).
6). Aquí hay que recurrir a la Paradoja de Fermi, que es un enigma fascinante que surge de una simple pregunta:
«Si el universo es tan vasto y antiguo, con miles de millones de estrellas y planetas potencialmente habitables, entonces… ¿por qué no hemos encontrado evidencia de vida extraterrestre?»
El universo debería estar lleno de civilizaciones avanzadas porque:
Existen más de 100 mil millones de galaxias, cada una con miles de millones de estrellas.
Muchas de estas estrellas son mucho más antiguas que el Sol, lo que significa que la vida inteligente podría haber surgido mucho antes que en la Tierra.
Una civilización avanzada podría colonizar la galaxia en unos pocos millones de años, un parpadeo en la escala cósmica.
Entonces, si es tan probable… ¿por qué no hay señales? Ni visitas, ni mensajes de radio, ni megaestructuras detectables.
De nuevo la ciencia, acude al rescate de estas preguntas:
-Hay civilizaciones, pero no podemos detectarlas. Quizá están basadas en el nitrógeno o en algún elemento no compatible con la vida terrestre.
-Tecnología incompatible: Tal vez usan tecnologías que no podemos reconocer o captar.
-Distancias inmensas: El universo es enorme, y las señales podrían perderse o no haber llegado todavía.
7). Me parece estupendo, yo también me siento amado y prefiero dejar huella en esta vida, sabiendo con absoluta certeza que no hay nada al otro lado. (Ha habido más de 100.000 millones de muertos a lo largo de la humanidad y no hay ni una sola evidencia de manifestación desde «el otro lado», salvo las «explicaciones» de parte de las religiones, que nunca dejan que gente ajena a su negociado verifique sus «milagros» e intercesiones).
Efectivamente, la moral precede a la religión, se llama Ley Natural. La antimateria es otra forma de materia y no resuelve el problema de dónde surge. El modelo de Hawking no es ciencia, es simplemente otra creencia alternativa. Filosofía espontánea es cuando un científico cree estar haciendo ciencia pero ha rebasado su campo y empieza a proponer hipótesis que ya no pertenecen al campo de la ciencia y, por lo tanto, lo que diga tendrá valor en cuanto a su capacidad cómo filósofo, no como científico.
Tremendo diálogo de sordos el que se han aventado ustedes aquí.
Ustedes sigan discutiendo, que a la realidad le importa poco. Al final, el universo es como es, sin importar nuestro parecer.
Efectivamente. Esa venía a ser una de mis conclusiones, que al universo le importamos nada (en la forma de desastres naturales), lo que invalida la existencia de un creador «inteligente».
José Luis López Vázquez + Luis Varela: José Manuel Albares
Cuarta Antinomia. Tesis: “Al mundo pertenece algo que, como su parte, o como su causa, es un ser absolutamente necesario”. Antítesis: “No existe en parte alguna un ser absolutamente necesario, ni en el mundo ni fuera del mundo, como su causa”.
¿Y si la cosa consistiese, en que no tenemos, ni tendremos nunca capacidad para entender este asunto?
Lean Flatland de Edwin A. Abbott.
En un mundo infinito, los números de probabilidades que da el autor del texto, y que a él le parecen «extremadamente irrisorios», próximos de cero, son en realidad gigantescos. Lo mismo se aplica a quienes defienden la teoría del ajuste fino: si el número de universos es infinito, el nuestro no tiene nada de milagroso (en ese caso el problema de la existencia de Dios no hace más que «alejarse» un poco).
En cuanto al fondo del asunto, es imposible conocer un sistema (y más aún comprender su causa) estando encerrado dentro de él. Sobre todo si el sistema es de un tamaño y una complejidad inimaginables y para conocerlo no se tienen más que 1,8 kg de neuronas, y la lógica primitiva (causa-efecto) y el lenguaje insuficiente (Nada, Todo) que ellas han producido.
En cuanto al ateísmo y las religiones, yo no veo ninguna diferencia teórica entre ellos: son dos sistemas de creencias, dos productos de la fe. Los ateos no hacen más que cambiar el nombre de Dios por el del Azar.
En estos asuntos, lo único que puede afirmarse es que no se puede afirmar nada.
Y esto lo dice un creyente antirreligioso convencido de que tras la muerte hay más vida pero en absoluto paraísos, purgatorisos o infiernos, como dicen los teólogos, sino algunos miles de reencarnaciones más en esta Materia o en otra. Porque tampoco existe aquí la prueba de que la muerte no sea un cambio mucho menor de lo que la gente imagina… Todo es posible. Y quien afirme lo contrario lo hace en nombre de una fe.
Excelente argumentación científica de un problema de la ciencia (el ajuste fino). El camino de la explicación científica es más difícil que el teológico. Es muy fácil decir, todo se debe a un dios y listo, saldado el problema, pero la ciencia ofrece un camino seguro: el de la verdad.