Música

El carnaval de Cádiz y el mayo del 68 : debajo de los adoquines está la playa (de la Caleta)

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Detalle de la cubierta de Historias del Carnaval de Cádiz

Cádiz, 1966

Dos años antes del florido y revolucionario mayo parisino y mexicano, en septiembre de 1966, el alcalde franquista José León de Carranza quiere trasladar las Fiestas Típicas, que es como se llama el descafeinado y censurado festejo que era carnaval, a mayo. El tradicional mal tiempo en febrero era una constante que aguaba a visitantes, estropeaba las cabalgatas al estilo Niza, alejaba las divisas de la meseta y producía sintagmas periodísticos como «las lluvias deslucen los festejos».

Para justificar la decisión de potenciar una fiesta más que un carnaval, José León había enviado una carta a cinco mil vecinos elegidos entre «lo más representativo de la ciudad» para pedirles su opinión. Hay tres opciones:

La primera, la tradicional del mes de febrero. La segunda, entre Semana Santa y la Feria de Sevilla. La tercera, después de la Feria de Jerez.

«El escrutinio para conocer la voluntad de los vecinos de Cádiz se efectuará de manera pública», asegura el Diario de Cádiz. La decisión está tomada en esta suerte de raro e inédito ejercicio democrático para un gerifalte franquista.

–Las Fiestas Típicas, en mayo. Después de la Feria del Caballo.

Ochocientos cuarenta y cinco votos lo justifican. La llamada, con guasa, «Feria de Cádiz» ya se puede celebrar. Se habla de que van a poner casetas.

–¿Casetas?

Quizá para compensar la profunda desvinculación de las Fiestas Típicas con la Cuaresma, con el carnaval y la matriz de las carnestolendas se le añade a la antigua denominación el triste «antiguos carnavales».

Una vez aclarado el tema con oxidada ironía franquista ya se podía poner con tranquilidad la primera piedra de un puente que cruzará la bahía (que será el tópico estrella en muchas letras) y estar pendiente de que comience en el barrio de San José el rodaje de la película El amor brujo. En la que trabajan el bailaor Antonio Gades y la Polaca.

Pero no todos son buenas noticias para José León, que anda enfermo cada dos por tres y es sustituido por uno de los más férreos defensores del cambio, Jerónimo Almagro. La mala noticia es que Paco Alba decide no salir. Porque está de gira con los Beduinos de Cádiz.

–Pues a mí me han dicho que ha sido por protestar por el cambio de fecha. Aunque otros afirman que quiere «descansar».

La justicia poética ante el cambio de fecha la otorga el hombre del tiempo (o the weatherman del que hablaba Bob Dylan en «Subterranean Homesick Blues», canción publicada en su disco Bringing it back home en 1965). En mayo también llueve. Aunque no mucho. Apenas se mojan las casetas de feria y la enorme estatua de Pepe el Sopa colocada en la plaza de San Juan de Dios. En 1967, los del nodo viajan a Cádiz y filman material que luego saldrá en la docuserie de los Baroja, Fiesta. En el reportaje aparecen la chirigota la Banda Borracha, los Viejos Yeyés y el coro Juventud 67.

En el Falla, uno de los que desafíe la decisión del cambio a mayo y la critique en la Banda del Tío Perete será Pedro Romero:

El cambio de las fiestas no nos ha gustado,
preferimos febrero que el mes de mayo,
preferimos la lluvia
que estar sudando.

Un poco de contexto: el mayo del 68

Los tiempos estaban cambiando, desocupados lectores. Y Bob Dylan, con aliento de profeta judío, canta en su canción de 1963 «The Times They Are a-Changin» lo que está pasando en las sociedades occidentales con la aparición, tras la llamada Guerra Mundial, de una nueva categoría que irrumpe en el estado del bienestar: la juventud.

«Venid padres y madres / de toda la tierra / Y no critiquéis lo que no podéis entender. / Vuestros hijos e hijas / están fuera de vuestro control / vuestro viejo camino está carcomido / Por favor, dejad paso al nuevo / si no podéis echar una mano».

Los del baby boom, o la explosión demográfica de los boomers, como lo llaman ahora, han alcanzado la mayoría de edad. La sociedad de consumo ha llegado. Y con ella un cambio de valores. Los jóvenes no están muy contentos. Sufren un agudo malestar.

El mayo del 68 será la explosión práctica y mítica de este enfado que se puede calificar de «matar al padre».

–¿Y a la madre?

Aunque hay otras causas y efectos muy importantes de esta revolución cultural en el llamado Occidente. En el rubro rebeldía, la ropa y la moda: pelo largo, chaquetas militares, anillos, adornos étnicos, tatuajes.

En el de la actitud: abrir las puertas de la conciencia, las drogas, estar fuera de la norma, la marginación elegida, el vagabundeo, el hedonismo, la fascinación por el Oriente, la meditación.

En la categoría «nuevos valores»: paz, amor, no violencia, el utopismo que comienza en la vida cotidiana. En las relaciones y organización: comunas, festivales de música, una revolución sexual gracias a la píldora anticonceptiva.

Y música, mucha música: psicodélica, folk, rock. Música, drogas y sexo como símbolos de comunión y protesta.

Camon, baby, camon, baby
sexo, droga, y rock and roll.
No hagas la guerra y haz el amor.
Y la hierba, y la hierba no la pises, fúmala.
Y menos trabajo y más carnaval.
Y menos trabajo y más carnaval.

El imaginario del sesenta y ocho está plagado de momentos cruciales y de efemérides que obligaron al cambio de paso de muchas instituciones tradicionales. Como por ejemplo las algaradas parisinas en las universidades, los lemas y pintadas en las paredes de las facultades. En Estados Unidos, la lucha estudiantil contra la guerra del Vietnam, el movimiento afroamericano por los derechos civiles y sus líderes, el poder negro. Y también el festival de Woodstock, días de paz, amor y música y, sobre todo, drogas y mucha política.

En Praga, los tanques soviéticos invaden Checoeslovaquia para sofocar unas reformas del Estado socialista checo. Total: una época convulsa en la que se cuestionó la sociedad de consumo y sus costumbres, el imperialismo europeo, la moral estándar. Todo.

–¡Tantos cambios para luego acabar en un ejercicio de recuperación y comercialización de la vida hippie en fiestas ibicencas!

¿Qué pasa en Cádiz?

Quizá muchos de estos hechos no se reflejaron en el carnaval de Cádiz. Ya que en la España franquista estas nuevas ideas se desactivan de las reivindicaciones más serias y solo queda burlarse de ellas en películas, en las canciones y en el carnaval. La prensa gaditana se hacía eco de las algaradas parisinas, de la «batalla campal en la Sorbona» y alternaba con las noticias sobre la gran atención que iba a prestar el nodo a las Fiestas Típicas gaditanas.

–Y rellenar repertorio ridiculizando a los Beatles por su pelo largo. O aludiendo a la escasa higiene de los hippies.

Paco Alba en los Fígaros de 1964, trata el tema del pelo largo y las nuevas modas: «Déjate de pelo, déjate de moda / y con los barberos no gastes esa broma».

Según los propios protagonistas de la época, aquellos jóvenes gaditanos que estudiaban fuera, Cádiz era una ciudad provinciana, cateta, aislada y sin universidad ni universitarios críticos o antifranquistas. Y la que había (apenas la facultad de medicina, magisterio, peritos y náutica) estaba controlada por Sevilla. Fue en la ciudad hispalense donde más se notó el mítico 68 con una huelga de dos meses para cambiar el claustro de profesores. Hubo asambleas y encierros.

En 1968, en Cádiz lo más significativo desde el punto de vista cultural y rompedor, aparte de las actuaciones del grupo de teatro Quimera, es la primera edición de la semana cultural Alcances. La que dicen es la verdadera revolución cultural en la bahía. Es el escritor Fernando Quiñones el factotum y artífice de la misma.

De aquel lema tan poético de «la imaginación al poder», del que están detrás los situacionistas, una vanguardia secreta que marcará el 68 parisino con Guy Debord al frente, a ese otro lema que, en Cádiz, traducido resulta una suerte de «Franco, cabrón».

La arena de la playa, en la vieja ciudad, rellenó una gran porción de la bahía. Sobre adoquines se construyó la llamada «Barriada de la Paz». Ya saben a qué «paz» se refiere.

Como es tradición en el carnaval y a pesar de la censura franquista, las letras que las agrupaciones cantan dicen mucho más de lo que se podía decir en otros ámbitos de la sociedad. Que traducido resulta, que el carnaval, en ciertas ocasiones, era más reivindicativo que los estudiantes melenudos, los intelectuales antifranquistas y los cantautores concienciados. El coro Juventud 67, tal como su nombre indica, reivindicaba en un tango, con cierto orgullo y jactancia, la pertenencia a una generación. Y no se arredraba frente a las injusticias de los puretas:

Con su permiso vamos a hablarles
sobre un tema que a los jóvenes concierne
que ha de tratar
sobre nuestras maneras en la actualidad
y ya está bien
de que censuren tanto lo juvenil
yo por aquí
oigo a muchas personas el criticar
nuestra forma de vivir.

Yo sé que vamos extravagantes
con nuestro pelo abundante
y manera de vestir
Nosotros pedimos que no se metan
en las cosas propias de la edad
y lo decimos para que entiendan
que los viejos donde han de estar
es junto con Castelar.
O en la Caleta con sus nietos viendo pescar.

También en carnaval se trataba la revolución que supone la píldora anticonceptiva. A pesar del enfoque bastante discutible del cuplé de los Nuevos Aristócratas (1969) para un hallazgo científico que marcará la vida íntima de la sociedad europea.

Sigue dando ruido la «pildorita»
por lo visto su venta es un «exitazo»(…)
A pesar de que estas cosas dan su ruido
también deben de tener sus inconvenientes.
De seguro que ahora muchos maridos
estarán mosqueados seguramente
porque no cabe duda que los celosos
sentirán que le pueda doler la frente
y que como los ciervos lleven adornos.

Master of Wars: Vietnam

La primera guerra televisada comienza a encontrar efectos no esperados en la población. Cada noche, mientras cenan, las familias contemplaban el horror y la destrucción de la población civil vietnamita desde sus cómodas casas.

–Una vergüenza.

El carnaval de Cádiz, a pesar de la censura franquista, sabrá vehicular estos sentimientos de tristeza, de absurdo y muerte frente a la agresión de los EE.UU. A pesar de las máscaras carnavalescas del mal. Tal como escribió Dylan: «Vamos, señores de la guerra. / Vosotros que construís todas las armas. / Vosotros que construís los aviones de la muerte./Vosotros que hacéis todas las bombas.(…)/solo quiero que sepáis que veo a través de vuestras máscaras».

Ese año de 1967 debuta Pedro Romero, uno de los autores fundamentales para el carnaval del periodo del franquismo desarrollista (1959 a 1975) y de la Transición. Conseguirá el primer premio con la comparsa los Maniseros Cubanos y el tercero con la Banda del Tío Perete.

Romero escribió muchas coplas reivindicativas a lo largo de su vida como autor. Y nos ha dejado un ramillete de versos originales que convierten a un pasodoble normalito en algo genial y a la vez entrañable, como recordaba el autor Luis Ripoll. Como aquel «tostándose al sol» con el que finaliza un pasodoble de la comparsa con Gancho (1987) que reivindica que el buque escuela Elcano se retire en Cádiz.

En los Maniseros Cubanos, Pedro le canta a la guerra desde una cierta noción hippie del amor («que debe reinar») y le exige con mucha educación, por favor, a los americanos que acaben con la masacre:

Esa guerra que en Vietnam se desarrolla
pesa sobre toda la conciencia
de toda la humanidad
un llamamiento angustioso
aquí lanzamos
en nombre de esos seres
y de su libertad.
A los Estados Unidos
le pedimos un favor
y reine el amor.

En el remate del pasodoble, con seguridad determinado a protegerse en sus primeras letras pasadas por la censura, Pedro acaba en la llamada equidistancia de ni unos ni otros.

Cada cual con sus ideas
lo que importa es la razón
defendemos al ser humano
ni rusos ni americanos
en el mundo manda Dios.

A pesar de este final, «los moralinas de turno, los chusqueros del régimen» al decir de Romero, «le pusieron pegas».
–Gracias a los americanos el comunismo no ha entrado en el Vietnam del Sur –le aseguran a Pedro los chusqueros.
Escrito por José L. Villero el ya citado coro Juventud 67 también se posiciona contra la guerra del Vietnam. En una letra paralela a «Give peace a chance», de John Lennon, que aplaudiría Vo Nguyen Giap, general en jefe de los victoriosos «charlies»:

El mundo entero padece y siente
en sus almas esa sin igual tragedia
que en el Vietnam (…)
Nunca hubo lucha con tal saña
ni héroes sin hazañas
como los que caen allí
por un motivo vano y sin fin.
Muchas vidas en su plena flor
perdidas por un poder
es el balance
de esa guerra sin cuartel
y en la historia
jamás tierra estuvo regada
por tanta sangre.
Yo no sé qué es lo que piensan
esas naciones potentes
que no paran de reunirse en conferencias
mientras tanto sus hombres mueren y mueren.
A ver si se dejan de parlamentos
y logran algo más eficaz
que tranquilicen los sentimientos
de muchos centenares de hogares
que esperan con ansiedad
el gran momento de un acuerdo y firmen la paz.

Otro ejemplo será la letra del pasodoble de los Guaschisneys, de Pedro Campos y Gustavo Rosales Agüillo, en 1968.

(…) Esta guerra infernal
allá en Vietnam es un salvajismo
los hombres luchan allí
y van a morir sin el patriotismo.
Eso no tiene perdón
porque su dolor no admite consuelo
recuerden que la maldad
la castigará el Dios justiciero
después te maldecirán
las madres que un hijo
por ti perdieron.

En 1970, Pedro Romero hace un repaso de las atrocidades de las guerras en curso en un pasodoble conocido como «A los conflictos mundiales» en la comparsa los Blanco y Negro:

Una tristeza conmueve al mundo
por esas guerras de tanto horror
Vietnam, Biafra, Oriente Medio
y sin remedio de solución.
(…) El mundo está en equilibrio
y a merced de esas potencias
que las juzgará la historia
como crueles y sin conciencia.

Y culmina con un remate de poesía muy similar al «paz y amor» hippie:

Basta ya de tantas guerras
y se imponga la razón
de seres civilizados
porque todos somos hermanos,
barro fundido de amor.

Será Paco Alba en 1973 el que cierre este ciclo vietnamita con un pasodoble de Estampas Goyescas:

Después de doce años
de absurdas matanzas
por fin se terminó
la guerra del Vietnam.
Algunos regresaron alegres a casa
y otros muchos quedaron
sin padres ni hogar.
Si dicen que las guerras son inevitables
pues la ambición humana
siempre existirá,
porque fundan entonces tantas sociedades
si no pueden ni saben conseguir la paz.
Ruinas y fuego,
enormes presupuestos,
mucha diplomacia
para que luego unos saquen provecho
y otros las desgracias.
Si las naciones
tienen delimitadas
sus propias fronteras
no sé por qué razones
llegan invasores con otras banderas,
creando cementerios,
escombros y cenizas,
mientras los rascacielos
seguros y enteros
se mueren de risa.

No podemos dejar de comentar el soterrado comentario anticolonial y antiimperialista de Paco, que sutilmente habla de fronteras e invasores.

Lo ye-yé

Lo ye-yé ya es parte del franquismo sociológico. Y no solo porque en las películas de Paco Martínez Soria comienzan a aparecer jóvenes llamados melenudos que pueden entrar en esa categoría. La cultura franquista asume una realidad. Los jóvenes son un sector en emergencia y, la gran mayoría, son sospechosos. Sobre todo si llevan pintas.

Para el que no lo sepa, lo ye-yé procede de Francia. Su furor se expande por Italia y España. Entre 1963 y 1968 es la moda. El término es la adaptación de un jaleo estadounidense, yeah, yeah, que se usa en muchos estribillos de la época. Por ejemplo en «She loves you», canción de The Beatles de 1963.

–Yeah, yeah, yeah.

Pero la popularidad plena del género se alcanza en Spain en 1965 con la película Historias de la televisión. Concha Velasco interpreta la canción «Chica ye-yé».

–Un pelotazo.

También será la larga sombra del éxito de los The Beatles (y sus conciertos en Madrid y Barcelona en julio de 1965) el que provoque una multitud de letras y ridiculizaciones contra las hechuras de los llamados «melenudos» de Liverpool. Como los Beatles de Pueblo (1967), cuarteto cateto de Manuel de Agustín el Carota junto a Pedro el Chicla y los hermanos Picón.

Hasta que Enrique Villegas, en 1965, se inventa una parodia perfecta que solo podía hacerse en Cádiz con los Escarabajos Trillizos. El nombre de la comparsa denota el conocimiento del origen del nombre del Fab Four por parte de un documentado Villegas. En su estribillo, la comparsa demuestra la guasa gaditana para celebrar las grandes obras arquitectónicas de Cádiz o los grandes centenarios. Como aquella letra de 1912 del más que posible monumento a María Bastón. O las que recibió la tardanza en terminar el monumento a las Cortes de Cádiz en el primer centenario.

Vamos a tomar el sol a Puerto Real,
el puente está listo, el puente estará.
El puente está listo, ya lo verá usted,
cuando yo me pele.

–Es decir, nunca.

Las melodías de Lennon y McCartney también sirvieron para el cachondeo de aquellos gaditanos de los años sesenta. Como aquel «Amarillo el mollate es» del popurrí del citado cuarteto del Carota, que se lleva en el concurso un «premio al humor».

–Eso es «Yellow submarine», ¿no?

Otro ejemplo es el estribillo de la comparsa los Playboys, 1972, de Pedro Romero. Aunque con ciertas diferencias en la música:

Obladí, Obladá,
vamos todos a cantar.
Obladí, Obladá,
que estamos en carnaval.

Como decimos, al carnaval de Cádiz también llegó lo ye-yé. Calará como coletilla que se le añade a los nombres de las agrupaciones. Como Platanito y su Cuadrilla Yeyé (1966), una chirigota con aires al excéntrico torero Blas Romero. Una agrupación que sufrió la censura por su repertorio de alto voltaje de pelo.

Quizá una de las características en el tipo en el que se comprueban las influencias de lo yeyé (aparte de la camiseta a rayas marineras y las pelucas largas con flequillo recto) es la guitarra eléctrica falsa como aquellos saxofones de cartón con pito de caña de la Murga del Siglo XX. Como la que porta uno de los toreros en el croquis de Platanito. Y también las portan los Beatles de Pueblo (1967) y los Birrias (1969), de Ramón Díaz Fletilla. Una chirigota que aparecerá en la película Juicio de faldas. El sello discográfico Belter publicará un single con el título «Coplas de la chirigota a medias» con Manolo Escobar.

Los Niños Yeyés

En 1966 nos encontramos con una chirigota con la coletilla yeyé, aparte de Platanito antes citado. Son los Niños Yeyés, de Antonio Clavaín.

Con los Niños Yeyés sucede algo extraordinario y habitual como iremos viendo a lo largo de la historia del carnaval. Manolo Portela, nuestro conocido mánager a la vieja usanza, cambia el nombre artístico por los Yeyés de Cádiz. Y gracias a su agenda, actúan después del concurso en Madrid. Y luego, de turné. Portela no solo dirige al conjunto, también compone temas y les exige pelarse al cero para diferenciarse de los Beatles de Cádiz, que también andan de gira. El pelao les favorece y se hacen muy conocidos. En principio mantenían el repertorio original de Antonio Clavaín y la caja, el bombo y una guitarra. Luego se fueron abriendo paso los temas menos locales de Portela y aparece la batería.

Se vuelve a producir una explosión gaditana en los teatros y salas de fiestas. La cosecha de esos años es apabullante. El carnaval está on fire y en la carretera: a los primigenios Beatles de Villegas, se le unen los Yeyés Gaditanos y los Beduinos en 1966. En el 67, los Maniseros de Cádiz de Pedro Romero.

Debido al ritmo incesante de actuaciones se da el recambio de componentes. Por el grupo yeyé pasaron los cuarteteros hermanos Scapachini, los comparsistas José Sibón el Purri y Pedro Trujillo, Catalán Chico y el cantaor flamenco Antonio López Yeyé de Cádiz. Grabaron singles con el sello Phillips: «Al abordaje», «Fiesta con los Yeyés Gaditanos», (que incluye una «Cumbia ye-yé»), «Hay que ver con las criadas», «Mi peseta» y «La, la», la, estos dos en 1968. El disco lo edita el sello Fontana en 1969.

Los Viejos Yeyés

Los Viejos Yeyés, de Eduardo Delgado, y dirigidos por el Gran Quintana, se presentan en 1967 como unos vetustos músicos que portan guitarras eléctricas falsas y bastones. Y un estribillo de letra cargante con respecto a la finalización del puente:

Nuestro hermoso puente
lo veremos listo mucho tiempo antes
que se muera usted
y nuestra hermosa bahía será rociada
por los vinos de Jerez.

Y luego dan rienda suelta a un durísimo alegato contra la guerra del Vietnam que las quinientas mil personas que acudieron a Washington para protestar contra la guerra el 24 de abril de 1971 hubieran aplaudido a rabiar. Si lo hubieran entendido:

El Dios todopoderoso
al que sea culpable
cuentas pedirá
al que la guerra en el Vietnam
prolongando está
que tantos lamentos arranca
a la humanidad.
Nada tiene de cristiano
el que desea
la muerte de un ser humano,
sea quien sea.
Abusan del poderío y su dinero.
¿Qué dirían si las bombas que ellos lanzan
mandara el cielo
se volvieran y arrasaran sin conciencia
sus rascacielos?

Un pasodoble que nos recuerda a otro. Al «Oh, Pueblo Americano», pasodoble de la comparsa de Juan Carlos Aragón, los Americanos, 2002:

Oh, pueblo que compensas
misiles y hamburguesas.
Yo me cachi en los moros
pero nunca lloro por un asesino
y aquí no hay asesino
más grande que Nueva York.
Que no tiene guerra santa
más que por dinero
y ese dios es verdadero
más allá de Alá y de Dios.

Los Bartolos Yeyé

Otro de los grupos que añade la coletilla son la comparsa cómica de el Puerto de Santa María, los Bartolos Yeyé. Manuel Camacho el Chusco, del que hablaremos después, es el autor. Ya habían salido como los Bartolos Vagos (un personaje del tbo) en 1960. La comparsa no concursa. Y he aquí que nos encontramos con el extraño cóctel de oportunismo y necesidad. Son una copia flagrante de los Beatles de Cádiz.

–Pero también hay que ganarse la vida, picha.

Giraron durante tres años y grabaron dos discos con la casa Fidias. Entre sus integrantes se encuentran Diego Caraballo y Antonio Rico Pedro de los Majaras. Dos pilares de las comparsas de los Majaras. Hechuras beatlelianas, trajes y cortes de pelo a lo Lennon/McCartney. Y a cantar.

Los Beatniks, Jean-Paul Sartre y el existencialismo

El existencialismo va a llegar. Y llegó. No sabemos si los jóvenes de Cádiz y su bahía habían leído de forma clandestina las novelas La Náusea, de Jean Paul Sartre o El extranjero, de Albert Camus. Dos libros que forjan el mito de este movimiento filosófico y literario que estuvo en apogeo durante los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Tampoco sabemos si conocían el trasfondo ideológico de lo que estaba sucediendo con las grandes manifestaciones y algaradas en París y México, y en muchos otros lugares. La prensa franquista filtra por una moda lo que era una auténtica revolución juvenil que marcó a muchos estudiantes de la época.

–Pero, ¿qué es eso del existencialismo? ¿Qué es un beatnik?

A ver cómo lo decimos: esta gente lo que afirma es que la existencia es antes que la esencia y que la realidad es anterior al pensamiento y la voluntad a la inteligencia. ¿Sí?

–Qué alegría, hijo.

La presentación de la comparsa existencialista debe comenzar con el individuo y las experiencias subjetivas fenomenológicas, luego seguir con pasodobles a la angustia existencial que genera la aparente absurdidad del mundo.

Uno de los que más escribieron repertorios existencialistas fue el filósofo francés Jean Paul Sartre. Durante los cuarenta y cincuenta sus ideas fueron muy populares. El existencialismo fue la filosofía preferida de la generación beat en Europa y los Estados Unidos.

–¿Vamos a hablar de comparsas existencialistas llamadas el Ser y la Nada? ¿O el coro los Extranjeros? ¿O de los Existencialistas Se Las Dan De Comparsistas? ¿Encontraremos pasodobles que empiezan con un «he visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles»?

Así es como comienza el poema Aullido de Allen Gingsberg, poeta de la generación beat.

–Y estos, ¿quiénes son?

Los beat son un movimiento literario que buscaba su inspiración en el jazz. La palabra beatnik es una forma peyorativa que sugiere la escasa condición patriótica y «comunista» (en el sentido estadounidense del término) del movimiento beat. Nació de la unión de beat y Sputnik, el satélite soviético que había sobrevolado el espacio aéreo estadounidense en 1957. Y también creó un estereotipo o tipo: barba, pipa, boina, peinado desgreñado, camiseta marinera con rayas horizontales, gafas de sol.

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Los hippys AHMC

Los Beatniks de Cádiz

El carnaval siempre será reflejo de lo que sucede en la sociedad. Tanto local como mundial. No paramos de repetirlo. Y ejemplo de esto es la comparsa de 1967 los Beatniks que llevan el subtítulo de «Los Existencialistas». Así figura en el parche de su bombo. Para que no haya duda de que el promotor de los Bartolos Yeyés, Manuel Camacho el Chusco, sabe de lo que habla.

Los antiguos Gondoleros de Venecia deciden concursar con este tipo marginal que la prensa franquista asocia a drogadictos, poetas herméticos que buscaban el sentido de la vida en la meditación, en el jazz. Son un grupo de poetas y escritores entre los que figuran el poeta Allen Ginsberg, y los escritores William Burroughs y Jack Kerouac.

Pero muy lejos de las carreteras y moteles de la Ruta 61, en el concurso del Teatro Falla hay posibilidades sin dos de los grandes: Paco Alba y Enrique Villegas.

Entre sus componentes se encuentran, aparte de su autor, José Luis Arniz y Diego Caraballo, dos autores que serán fundamentales para la fase posterior y comparsista de los Majaras y autores de grandes letras.

El repertorio existencialista

El repertorio comienza con un pasodoble de presentación en el que los portuenses vienen a aportar «su granito de arena» y en el que se realiza el habitual subrayado del embrujo de Cádiz para enamorar. Nos recuerdan que Cádiz siempre es un buen sitio para venir a morir, como el sol lo hace cada día bajo los aplausos de los turistas. Continúan con un escasamente sartriano piropo a Cádiz en el que la comparan con una mujer, a la que «los vientos soplarán flojito para no despeinarte». Pasodobles contra el cáncer y al terror cósmico (y que el mundo esté amenazado/por otros planetas cerca de la tierra). Lo más interesante del repertorio: el cuplé a las llamadas melenas del tiempo. El problema del pelo largo y su confrontación con las normas sociales.

Hablando de los pelos
todos los viejos dicen iguales
que antes no había esos pelos
como lo llevan los chavales
antes costaba un pelado seis reales
hoy te cuesta siete duros
la propina y discusiones.
No digo yo hasta el pescuezo
nos va a llegar el pelo a los talones.

Es decir, llevar el pelo largo es una cuestión social y económica que estos beatniks sufren por tiesura y no por alarde estético. Aunque esta lucidez desaparece con un cuplé al uso de los pantalones de las mujeres y a los gitanos que compran pelo en las barberías.

El pasodoble más serio y filosófico del repertorio es uno antimilitarista, de una cierta angustia existencialista y de un antihumanismo cazurro:

Cuando formaron al hombre
con él nacieron las guerras
por él el mundo está podrido
de enfermedad y miseria.

Y luego un alegato por la paz mundial que firmaría Martin Luther King:

¿Cuándo ese día va a llegar
que todos vivamos en paz
sin terror ni violencia?

El pasodoble llega al trío con una suerte de profecía, quizá parasitada de miedo nuclear, de guerra fría y de pesimismo:

Llegará a labrar
con sus manos y sus mismas armas
nuestra propia fosa.
Y la tierra será reducida a cenizas toda
si no aminora.

Para concluir en el más negro escepticismo de un beatnik que ante la posible solución no encuentra nada más que la locura, el absurdo y el nihilismo:

Si se llegara a enterrar en un foso
ambición, egoísmo y odio
existiría la solución
por esta gran enfermedad
jamás se pudo enterrar
porque este mundo está loco.

El siguiente pasodoble posee unos ecos dylanianos (a Bob Dylan) que describen el tormento y el éxtasis de ser joven en los años sesenta. Bajo las ráfagas poéticas beatniks habita un discurso que asume, acepta y expone de facto que ellos ya viven de otra manera a como vivían sus padres con esa edad.

En verdad no nos importa
que nos critique la gente
porque llevamos la vida
de otro modo diferente.

Pero, quizá para no asustar, soliviantar y mosquear a los censores franquistas, los Beatniks portuenses proponen una autocrítica a esta nueva manera de vivir. Aunque estamos seguros de que aquellos vigilaban muy de cerca las letras de estos comparsistas, que representan a un outsider, a sujetos fuera de las normas habituales de convivencia, no se lo creen mucho.

–Cuidadito.

Aun así la juventud es una tormenta, como diría nuestro poeta judío de guardia, Bob Dylan: a hard rain is gonna fall (que traducido resulta: va a caer la grande) como una metáfora de los cambios sociales que se estaban dando en todas las sociedades occidentales.

En cambio, hemos de admitir
que así no hemos de vivir
matando nuestra existencia.
Sabe Dios que vagamos por esas naciones como una tormenta.

Y saben que el viejo régimen, ese que los obliga a estar en instituciones no mixtas, que obliga al matrimonio y no permite las relaciones prematrimoniales y demás imposiciones no concibe una solución clara para la cuestión joven.

Sin que nadie nos eche una mano
en busca de una encomienda / que nos convenza.

El pasodoble termina con un aliento poético dylanita de redención y pena en el que habita una plegaria a un dios, a «nuestro dios». Pero ¿qué dios es ese? ¿También es un beatnik? ¿Será uno con el pelo largo que protagonizó un musical hippie como Jesucristo Superstar?:

Y en la noche de estrellas doradas
baja y fija la mirada
yo le rezo a nuestro dios.
Si no me hace cambiar
para qué quiero vivir yo.

La suicide solution (solución suicida) aparece como una forma de antiguo epicureísmo con una manita de nihilismo, de esa imposibilidad de vivir en un mundo con tantas contradicciones.

El pasodoble antirracista de los Beatniks los conecta directamente con las luchas que se estaban desarrollando en Estados Unidos por los derechos civiles de las personas afroamericanas. Y con la derogación del llamado «Jim Crow», la ley que justificaba la segregación racial y que había estado en vigor hasta 1965.

Recuerden a la señora Rosa Parks negándose a levantarse de los asientos reservados para blancos en el autobús. Se trata de un pasodoble que firmarían los activistas Malcom X, Stokely Carmichael y Angela Davis. Unos chavales del Puerto que aseguran y cantan escandalosamente que «Jesús era negro»:

La distinción de la raza
es cosa que yo no comprendo
yo no veo la diferencia
del hombre blanco y del negro.
Una mujer lo engendró
y el mismo dolor pasó
el día del nacimiento
y sabrán que la madre de Cristo es morena de raza judía
y no ha habido mujer más divina entre las nacidas
de las nacidas.

El remate, dentro de las prohibiciones y encorsetamientos franquistas y sus peligros, es un puro alegato del black power, el poder negro.

Y si despreciamos a los negros
piensen que con ello hacemos
la gran discriminación
porque debemos pensar
que negro puede ser dios.

Para completar esta reivindicación antiracista, otra letra sobre el asesinato de Martin Luther King y el Jim Crow y sus violencias que firma Agustín González el Chimenea en los Discípulos de Machín en 1968:

(…) Allá en los Estados Unidos
un crimen se realizó,
existiendo tan solo el motivo,
que la víctima del asesino,
era un hombre de color.
Por Dios, por Dios y por la paz,
fue la lucha de Martin Lutero.
Jamás, nunca usó jamás,
nada más que su palabra de hombre bueno.
Si tenemos la piel negra
no es nuestra culpa, pues cuando nacimos
no pudimos escoger otra,
pero para que nos maten,
no creo que sea motivo.

En el popurrí de los Beatniks se desarrolla toda una lírica beatle del amor tanto a Cádiz como a esa muchacha ideal a la que cantan los de Liverpool con profusión, a la que quieren coger la mano (solo), la que te ama, yeah, yeah, yeah, la que ha comprado un tique de vuelta y en tantas otras canciones.

All you need is love, Cádiz.

Los Hippys, una comparsa rara

Aunque se le asigna la autoría de la letra a Pedro Romero, en el libreto de la agrupación folclórica de 1968 los Hippys aparece como culpable «la agrupación». Y en el boceto aparecen como chirigota con letra de un tal José P. Baena. La música es de Emilio López Prats, que será voz fundamental de Paco Alba. Aunque analizando las letras con detenimiento encontramos indicios de autoconciencia lírica habituales en los repertorios del llamado poeta de Santa María que nos hace sospechar que es el que está a los mandos. A veces.

–Pero no se sabe, ¿no?

Hay quien dice que es Paco Alba el que escribe el repertorio. Pero citarse a sí mismo en un pasodoble es algo raro.

El tipo de la comparsa se asemeja más a unos beatniks de verdad que a hippies de la primera hora. En el croquis el dibujante afina más al personaje. Gafas de sol negras y de día, pañuelito al cuello, camisas raras metidas por el pantalón. Poco hippismo relacionado con el imaginario que se construyó años después del Festival Woodstock. Nada. Estos comparsistas parecen poetas urbanos más que hippies.

La figura del hippie es apenas una excusa actual para construir un discurso antihippie en un repertorio sin brillantez, bastante ramplón.

Por unos tipos normales
tienen las gentes a los hippys
cuando los ven por la calle
no paran de criticarles.
Hasta dudan de su sexo
los tienen por marionetas.

El pasodoble antidroga es bastante más interesante:

Existe un mundo vil, puro y real
que condenamos
va contra la sociedad
y del organismo humano (…)
es un paraíso ficticio lleno de humo y de maldades.
Nos queremos referir
a drogas y estimulantes
que muchos seres lo toman (…)
Ese vicio repugnante
aunque digan lo que digan
porque enferma al organismo
y destruye la vida.

Lo interesante de la letra anida en el giro final. La condena no es total. Existe la redención, quizá un rasgo de secreto y básico pedrorromerismo. Una propuesta muy adelantada para el trato de la figura del drogodependiente:

tenemos la obligación
por regenerarle.
Que nadie condene a nadie:
más humano es ayudarle.

Un pasodoble antidroga (contra drogas y estimulantes) en tiempos en los que existía una ingenuidad por desconocer los efectos de los estupefacientes a largo plazo. Sí, amigos y amigas, las drogas no se consideraban algo peligroso. No se conocían bien aún.

Años después, Pedro Romero, escribe para la comparsa del Puerto, «Israel» (1984), otro pasodoble contra la droga. Eso sí, firmando el repertorio con su nombre y apellidos. Su lugar de enunciación es otro. Está escrito desde la conciencia de que la heroína se estaba llevando muchas vidas de la clase obrera.

Siento sudor
tengo el cuerpo cansado
y frío en el corazón.

Tengo dolor
si me falta la vida
la droga es mi solución.

El repertorio de los Hippys se completa con la puya a la consabida polémica con Joan Manuel Serrat y Eurovisión, al que llaman «un cantante muy mediocre», y un piropo poético e inflamado a Cádiz. En el estribillo, la carga antihippie. Una consigna que casaba bien con lo que pensaban las mejores mentes del franquismo. Es el propio Antonio Martín el que desvela que el estribillo tiene su música y la letra de Paco Alba. Es Emilio López Prats el que se lo pide al Brujo. Es decir es una comparsa en la que muchos ayudan.

–Si él lo dice…

Si te cuesta trabajo lavarte,
si te cuesta trabajo afeitarte,
no lo pienses más…

Hazte hippie en seguida
que ahora está de novedad

Resulta curioso cómo en el carnaval de la democracia sería muy habitual la presencia de grandes grupos de visitantes llamados «hippies» que acampaban en la playa de la Caleta y luego participaban en la fiesta como un grupo que estaría encuadrado en eso del vagabundeo, las drogas, la falta de higiene. Algo que el diario La Voz de Castilla tachó de «invasión de la cochambre» a raíz del festival de música rock que se celebró en la plaza de toros de Burgos en 1975.

En esos años era fácil encontrárselos por Cádiz durante la semana de carnaval. Diario de Cádiz titulaba en portada: «La Policía Municipal gaditana ha detenido a treinta y dos andrajosos».

El Cádiz de Jack Kerouac en la novela On the road

El citado escritor beat, Jack Kerouac, escribió On the road de una manera furibunda y a ráfagas. Como si tocara un largo solo del saxofonista Charlie Parker en el que se improvisa y se siente que la música se construye en el momento sin saber de dónde se viene y a dónde se va. Para no interrumpir el flujo de la prosa, Kerouac se inventó un rollo de papel que insertaba en la máquina de escribir para las largas tiradas.

En el Camino es una de esas novelas que marcan una época. Se convirtió en una suerte de biblia hippie donde el vagabundeo, las drogas, las borracheras y la amistad marcan la narración. Las peripecias de Dean Moriarty y sus colegas fueron imitadas por muchos jóvenes que salieron a las carreteras a vivir. Una novela en la que, en su parte final, Cádiz aparece de forma extraña y mágica:

«No era como conducir a través de Carolina, Texas, Arizona o Illinois; era como conducir a través del mundo por lugares donde por fin aprenderíamos a conocernos entre los indios del mundo, esa raza esencial básica de la humanidad primitiva y doliente que se extiende a lo largo del vientre ecuatorial del planeta desde Malaya (esa larga uña de China) hasta el gran subcontinente de la India, hasta Arabia, hasta Marruecos, hasta estos mismos desiertos y selvas de México y sobre los mares hasta Polinesia, hasta el místico Siam del Manto Amarillo y así, dando vueltas y vueltas, se oye el mismo lamento junto a las destrozadas murallas de Cádiz, España, que se oye 20 000 kilómetros más allá en las profundidades de Benarés, la capital del mundo».

–¿Escucharía Kerouac el lamento cantado de Cádiz por celebrar una descafeinada fiesta en mayo?

Diez años duró la farsa típica de mayo. Pero siempre a regañadientes. Los autores clásicos como Antonio Torres, Juan Poce, el Chimenea o directores como Macías Retes nunca aceptaron el cambio de fecha como se comprobaba cada año en su repertorio. Siempre incluía una pullita.

En 1976, tras la muerte del Desagradable, las voces más jóvenes del carnaval exigieron el cambio a febrero. Como Romero, con Carnaval 76 y Villanueva con Ilusión Carnavalesca. Otra voz disidente fue la de Marcos Zilberman, que se paseaba disfrazado en febrero por las calles.

El pleno del Ayuntamiento del 13 de noviembre de 1976 aprueba finalmente el cambio a febrero.


Este texto pertenece al libro Historias del Carnaval de Cádiz que nunca te contaron de David Monthiel

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