
Si la primera temporada de Severance —Separación para nosotros— de la que ya hablamos en su día, supuso una sorpresa, la segunda tanda de episodios la ha consolidado como una de las series punteras de la televisión contemporánea. Una pieza de orfebrería en manos de su obsesivo productor-director, Ben Stiller, empeñado en apilar capas de significado en una historia que hace pasar como una sátira de ciencia ficción al tiempo que hace de casi cada uno de sus episodios una lección de cómo contar historias en el audiovisual. Ya disponible en su totalidad en el servicio de streaming de Apple, y recién renovada para una tercera temporada, es hora de tomar el ascensor y regresar a los asépticos pasillos de la Planta de Separación de Lumon Industries.
*** La Dirección avisa de que este texto está completamente lleno de espóileres. Por favor, léalo bajo su estricta responsabilidad y la guía de la luz de Kier. ***
Encajar Severance en un género determinado no es sencillo. Su equipo creativo, encabezado por el showrunner Dan Erickson, busca un delicado equilibrio entre el thriller y el humor, la ciencia ficción y el drama humano, la fantasía y el estudio psicológico. El resultado es disfrutable desde muchas perspectivas: por un lado, actúa como un mistery box a la altura de títulos tan míticos como Perdidos; por otro, nos hace reflexionar sobre las raíces de la identidad, de aquello que nos hace ser nosotros. Eso sin olvidar que también es una crítica descarnada de la «cultura corporativa» y, además, un sofisticado ejercicio estilístico que mantiene al espectador en una posición incómoda, con abundantes pinceladas surrealistas, y le enfrenta a la cruda realidad de no poder ofrecer un final feliz para todos sus protagonistas.
Esto —que no todo va a acabar bien para todos— quizá sea el hilo conductor que domina esta segunda serie de capítulos, que contiene algunos de los mejores momentos televisivos de los últimos tiempos. Gracias a que, en palabras de Stiller, las dos temporadas del show se han beneficiado de una circunstancia aparentemente adversa: el covid primero y la huelga de guionistas hollywoodienses después, junto al músculo financiero de sus productores, permitieron una amplia revisión retrospectiva de sus contenidos: «Si tienes la posibilidad de verla completa y volver atrás y arreglar cosas que crees que deben arreglarse o abordar cuestiones que te preocupan, eso es decisivo», subrayó en una reciente entrevista. No es de extrañar que el coste de cada episodio haya rondado unos sorprendentes 20 millones de dólares…
Evidentemente, otro efecto de esta tarea de rodajes adicionales y remontajes es el retraso: casi tres años hemos tenido que esperar al estreno de la segunda temporada, el pasado 17 de enero, con unas expectativas totalmente disparadas. Expectativas a la que dio pábulo el viral evento de la Grand Central Station de Nueva York, donde aparecieron los protagonistas de la serie caracterizados como sus personajes en un cubículo que contenía los ya icónicos puestos de trabajo del añorado equipo de Macrodatos.
Las consecuencias del Alzamiento de Macrodatos
La acción se retoma muy poco tiempo después del final de la primera temporada, con una escena memorable de Mark S. —Adam Scott, actor cuestionado inicialmente por AppleTV por su vis cómica y que ha demostrado un talento inigualable representado dos roles muy dramáticos y de enorme dificultad— recorriendo frenéticamente la Planta de Separación que ya comentamos y que anuncia la magnífica factura técnica que caracterizará la temporada. Los dos primeros episodios muestran las consecuencias de la Contingencia de Horas Extra, esa en la que los «dentris» despertaron en el mundo exterior. A excepción de Mark S., todo el equipo es despedido y sustituido por sendos sosias.
La corporación Lumon tiene el máximo interés en que Mark termine el archivo llamado «Cold Harbor», que al parecer está relacionado con Gemma, su presuntamente muerta esposa —que, recordemos, conocemos como Mrs. Casey, la consultora de bienestar—. Gracias a este interés, cuando Mark se lo exige al recién ascendido mánager, el muy inquietante señor Milchick —Tramell Tillman, consolidando el buen trabajo de la temporada anterior—, el equipo se recompone. Asistimos a la llegada de los «fueris» y el regreso de nuestros héroes, en una magistral escena paralela fotograma a fotograma entre el primer y segundo episodio, en la que, para el espectador avisado, se planta la duda acerca de si en realidad estamos ante Helly R…
Pocos shows televisivos son escrudiñados con el maníaco detalle con el que Severance lo es. Cada ítem, cada referencia, se asocia a una nueva teoría, cada una más enrevesada que la anterior. Los creadores, sabedores del impulso que esto les da en las redes, no dejan de estimularlas a través de uno y mil trucos. A mitad de temporada, los actores grabaron un vídeo descartando las teorías más locas, como la existencia de clones —que, obviamente, nadie se creyó—. En nuestro ejemplo, los sonidos que hace el ascensor en el que se produce la transición «fueri»/«dentri», o su ausencia, llevaron a la mayoría de los espectadores a sospechar que quien había bajado a la Planta era, en realidad, Helena Eagan, la heredera de la empresa, suplantando a su «dentri» con aviesas intenciones.
En la Planta de Separación las cosas han cambiado. El señor Milchick inicia una campaña que absorbe la rebelión del equipo a la cultura de la empresa y la neutraliza con una serie de «mejoras» pueriles, con el apoyo de su extremadamente joven becaria Mrs. Huang —la muy adolescente pero magnífica Sarah Bok—. Bajo esta campaña, la empresa trata de minar los lazos que unen al equipo. Así, Dylan —Zach Cherry— recibe la posibilidad de recibir visitas de Gretchen —Merrit Weaver—, la esposa de su «fueri», de espaldas a sus compañeros. También se conceden «pases de pasillo», que permiten a Irving —John Turturro—, intrigado por el extraño pasaje oscuro que obsesiona a su «fueri», regresar al departamento de Burt —Christopher Walken—, cuya desaparición le sigue devastando. Allí le revelan que el pasillo y el ascensor descendente que en él se aprecia es el destino de muchas de las creaciones de Óptica y Diseño y obtiene indicaciones de cómo llegar a él.
Las dos versiones de Mark están obsesionadas por lo mismo: encontrar a Gemma / Mrs.Casey —la desconocida Dichen Lachman, de origen tailandés y que apenas tuvo espacio en la temporada anterior, aunque en esta se resarcirá ampliamente—. El «dentri» y Helly R. —Britt Lower, que encarna sus dos personalidades con maestría y nos ha enamorado con su actuación— intentan repartir panfletos informando de la desaparición de la consultora. Aceden al peculiar departamento de Mamíferos Criables y su rebaño de cabras —liderados por Gwendoline Christie, en un papel breve pero memorable—, quienes reconocen a la mujer y aunque no pueden ayudarles, prometen no denunciarles. El «fueri», por su parte, intenta confirmar quién «está vivo», las últimas palabras de su «dentri» a su hermana Devon —Jen Tullock—, grabándose letras en la retina. Tiene poco éxito, así que cuando la doctora Reghabi —Karen Aldridge— le contacta y le asegura que Gemma sigue viva, se decide a someterse al proceso de reintegración, aquel que acabó con la vida de su amigo Petey la temporada anterior. Tras las primeras sesiones, comienza a tener destellos de su vida en Lumon.
Las intros de Severance son notables. De las pocas que te resistes a saltar. No es de extrañar que la primera recibiera un Emmy en su momento. En la segunda temporada, cambia por completo, aunque se encarga al mismo autor, Extraweg —Oliver Latta—, artista basado en Berlín. Si la primera intentaba reflejar de forma general el concepto de la serie, esta «profundiza en el subconsciente de Mark, presentando un viaje visual más oscuro y surrealista que refleja la narrativa en evolución de la serie». Y sobre todo constituye —vista en retrospectiva— un adelanto de muchos de los eventos de los que íbamos a ser testigos y, muy en especial, de la extraña figura geométrica que dibujarán los dos Mark, Gemma y Helly/Helena a lo largo de la temporada.
Más allá del Abismo de la Aflicción
Como parte de su campaña de mejora, Milchick organiza una excursión a un helado paraje que homenajea a Dieter, presunto mellizo del divinizado creador de la empresa, Kier Eagan. Les entregan un exclusivo Apéndice del Manual Corporativo y acampan en las cercanías de una ubicación «sagrada», el Abismo de la Aflicción. Esa noche, Irving se enfrenta a Helly, cuyo relato de lo que pasó durante las Horas Extra, que incluye a un improbable jardinero nocturno, no le resulta creíble. Esta le reprocha cruelmente su resentimiento por la pérdida de Burt, haciendo que abandone el campamento. En medio del bosque, Irving tiene extrañas visiones centradas en Helly R. Mientras, la mujer hace el amor con Mark, quien experimenta visiones de la cara de Gemma sobre la de ella. A la mañana siguiente, Irving acusa a Helly, de ser en realidad su «fueri». Intenta ahogarla, forzando a Milchick a revertirla a su personalidad interior, demostrando que tenía razón, aunque ello cause su despido fulminante.
Los guionistas tenían claro que tenían que superar la dinámica de la temporada anterior y que la mera dualidad de sus protagonistas, que tanto nos llamó la atención, no podía ser ya el sustento único de esta. Así que deciden profundizar en su personalidad. Para los «fueris» nos proporcionan mucha información —no toda, claro— sobre su historia y motivaciones; a los «dentris», sin pasado relevante, les proporcionan nuevas experiencias que les permiten definirse, tanto a sí mismos como ante nosotros, los espectadores. Uno de los más relevantes es este episodio, que parodia los habituales retiros o ejercicios de team building —otro más de los elementos de cultura corporativa que parodia la serie sin piedad; la desalmada evaluación de desempeño que sufre el pobre Milchick será otro—.
El episodio fue rodado en exteriores por completo, en el protegido Parque Natural de Minnewaska, en Nueva York, y supuso todo un desafío al equipo. No solo rompe por completo los códigos estándar de la serie, sino que supone un punto y aparte en la historia. A partir de este momento, las narraciones de los diversos personajes se separan, centrándose en las relaciones con otros personajes, especialmente las románticas, que los guionistas han decidido convertir el hilo conductor de la temporada.
El despedido Irving es vigilado tanto por el nuevo sicario titular de Lumon, Drummond —Olafur Darri Olafson, al que Stiller conoció en Islandia rodando Walter Mitti—, como por Burt, con quien contactó su «dentri» en las Horas Extra, mientras mantiene sospechosas conversaciones en una cabina telefónica. Burt termina invitando a Irving a su casa, donde comparten una incómoda velada con Field, su marido —en una soberbia escena entre Turturro, Walken y ese icono friki que es John Noble—. Queda claro que la conexión que los «dentris» de ambos tuvieron se extiende a su versión exterior. Y también que la implicación de Burt con Lumon va mucho más allá del proceso de separación, que achaca a la necesidad de redimir una parte de sí, más inocente. Finalmente, Burt confiesa a Irving que ha realizado acciones cuestionables para la empresa y hace que abandone la ciudad de Kier a toda prisa para evitar las represalias de Lumon, pese a los sentimientos mutuos que les unen.
Precisamente será durante el funeral por Irving cuando Dylan descubre ocultas las instrucciones para llegar al misterioso pasillo oscuro. El arco de Dylan está marcado por las sesiones con Gretchen, que pretende mantener incluso a costa de no colaborar con sus compañeros. Vemos como la relación con la mujer es cada vez más íntima, ya que ella ve en él una versión primigenia de su marido, con quien tiene una relación distante en la actualidad. Llegan a besarse, pero Gretchen se revela incapaz de mentir y se lo confiesa al Dylan exterior. Este se enfada y ante sus amenazas, Gretchen informa al «dentri» de que no pueden seguir viéndose, rechazando la proposición de este con un improvisado anillo de papel hecho con uno de sus amados atrapadedos. Dylan decide firmar una solicitud de despido, aunque antes revela la existencia del mapa al pasaje oscuro a Helly.
Poco a poco, una idea que se revelará especialmente importante se asienta tanto en los sufridos «dentri» como en nosotros: abandonar definitivamente los blancos pasillos de Lumon equivale para ellos a la muerte. Nos lo subraya el peculiar funeral por Irving, una ceremonia que es relativamente habitual y para la que están preparados y la sensación de nota de suicidio que se da a la renuncia de Dylan. Al mismo tiempo se nos expone con crudeza que en Lumon tienen una visión meramente instrumental de los separados, como pone de manifiesto Drummond al exigir a Milchick tras su extremadamente negativa revisión de rendimiento que abandone sus planes de mejora y «los trate como lo que realmente son» o las despectivas palabras de Mrs. Huang hacia ellos.
Por su parte, la relación entre Helly y Mark está seriamente comprometida: no solo no ha sabido diferenciarla de Helena, una de las culpables de su situación, sino que ha llegado a tener relaciones con ella…. Y además, descubre que Miss Casey es en realidad la esposa de su «fueri». Pese a todo, logran sincerarse el uno con el otro y terminan haciendo el amor, para que Helly pudiera tener la experiencia que sentía que le había sido escamoteada. Entre tanto, el Mark exterior sigue con el desesperadamente lento proceso de reintegración: consigue recuperar algunas memorias de su esposa en Lumon. Tras un incómodo encuentro, forzado por Helena Eagan, quien se siente atraída por él, se somete a un procedimiento aún más arriesgado, al permitir que Reghabi inunde el chip de separación. Al hacerlo, colapsa y cae al suelo.
Miradas al mundo exterior
La cinematografía es uno de los aspectos más cuidados en la serie, diseñada para mostrar ese aspecto inhumano y frio de los pasillos de Lumon, con códigos de color muy marcados —azul para Lumon, verde para los separados, rojo para el exterior—. Su principal responsable es la canadiense Jessica Lee Gagne, cuyo su trabajo se hace particularmente relevante en el episodio en el que vemos la historia del matrimonio de Gemma y Mark, en el que, además, los responsables le ceden la silla del director, en su primera experiencia como tal. El resultado es magnífico, al alterar los elementos técnicos —distancia focal, soporte, formatos— subraya la diferencia entre lo que vemos habitualmente en la corporación y el vibrante mundo de este capítulo, titulado «Chikhai Bardo», considerado por muchos el mejor de toda la entrega.
En él, presenciamos la vida de Mark y Gemma desde que se encuentran donando sangre en la universidad en la que ambos enseñan. Tras unos años de felicidad, Gemma sufre un aborto y descubren que tienen problemas para concebir. Visitan una clínica de fertilidad de Lumon, con poco éxito. Esto va deteriorando su relación hasta el momento en que se produce el accidente que saca a la mujer de la vida de Mark. Nosotros descubrimos que, en realidad, Gemma vive en la Planta de Pruebas, a la que da acceso el pasillo oscuro y que está justo debajo de la Separación.
Chikai Bardo es un concepto budista que representa un estadio intermedio entre la vida y la muerte. Define perfectamente la situación de Gemma: día tras día, la mujer accede a diversas salas que tienen el nombre de los archivos que se refinan en la planta superior. Cada una de ellas oculta una situación desagradable y dolorosa: una visita al dentista, un vuelo catastrófico o unas desagradables navidades con un marido abusivo. Todas las experiencias las supervisa el Dr. Mauer —Robby Benson, la voz de Bestia en el clásico de Disney— y Gemma no recuerda nada de ellas, ya que quienes las sufren son, en realidad, otros tantos «dentris». Aunque desconocemos el grado de voluntariedad de Gemma, sí que asistimos a un intento de huida. La tentativa se frustra cuando al subir en el ascensor, la separación la convierte de nuevo en Mrs. Casey.
El diseño de sonido de Severance es otro elemento destacable. El mundo de los separados está ahogado por el zumbido estéril de maquinaria y sonidos concebido por el dúo de ingenieros conocido como ODESZA. Su enfoque minimalista potencia la sensación fría y aislada de toda la producción. Theodore Shapiro —El mundo secreto de Walter Mitty— por su parte, firma un inquietante escore que contribuye significativamente a la sensación de lo mal que están las cosas en Lumon —Apple vinculó ambos elementos en el muy inquietante post de ocho horas «Música para refinar»—. En contraste, el mundo exterior presenta una música cálida, con una maravillosa selección de canciones que ofrece sutiles señales emocionales que apoyan la humanidad con los personajes y nuestra conexión con ellos.
Patricia Arquette figura en los créditos como productora, una argucia que suele utilizarse para garantizar emolumentos adicionales a algunos actores. Porque su personaje, Harmony Cobel, ha estado ausente casi toda la temporada. Como premio a su actuación en el episodio final —dio la alarma sobre las Horas Extra—, Helena le ofrece un puesto consultivo, que ella rechaza porque su interés radica en la Planta de Separación. Al sentirse amenazada por Lumon, huye a su pueblo de origen, el remoto Salt’s Neck. Este fue un lugar próspero gracias a una fábrica de éter de Lumon, que la corporación abandonó sin piedad tras unas filtraciones de gas al agua potable.
El pueblo —filmado en Terranova con una fotografía espectacular— está en plena decadencia y la mayoría de sus habitantes son adictos al éter. Harmony acude a un antiguo amigo para llegar inadvertida hasta la casa de su madre, ahora habitada por su tía Sissy —Jane Alexander—. Esta sigue siendo una fiel seguidora de las doctrina de Kier y le reprocha haber abandonado la fe, como hizo su madre antes que ella. Cobel logra su objetivo: encuentra las pruebas de que el chip de separación fue invención suya y le fue robado por la familia Eagan. Sissy intenta destruirlas, pero Cobel se las arregla para huir antes de que los agentes de Lumon, presumiblemente, la detengan.
Entretanto, Devon ha llegado a casa de Mark y lo descubre malherido. Se enfrenta a Reghabi a quien reprocha que está experimentando con él, provocando su huida. Al recuperarse, Mark y Devon deciden acudir a Cobel y pedir su ayuda para utilizar las cabañas de parto —en las que Devon descubrió que permiten a las embarazadas separadas evitar el trance de dar a luz—. Allí podrán reclutar la ayuda del «dentri» de Mark. El penúltimo episodio, titulado «The Afterhours» se toma de un episodio de la mítica The Twilight Zone —conocida entre nosotros como En los límites de la realidad—, que también se referencia en los diálogos,
Al final de la escapada
Y por fin alcanzamos el final de temporada en un episodio casi del doble de duración que el resto, titulado apropiadamente «Cold Harbor», el famoso archivo cuyo agónico progreso hemos seguido desde el principio: el mismísimo CEO de Lumon, Jame Eagan —encarnado por el espeluznante Michael Siberry— lo considera uno de los grandes hitos para todo el planeta, aunque, según la siempre poco fiable señora Cobel, implique la muerte de Gemma.
En otra escena para el recuerdo, asistimos a algo que llevábamos esperando desde el principio de la serie: una conversación entre el «dentri» y el «fueri» de Mark, cámara de vídeo noventera mediante. Conversación que no termina bien porque, como subraya con cierta torpeza Devon, el plan implica el final de la corporación, su Planta de Separación y, por lo tanto, el de todos sus habitantes. La versión interna de Mark se resiste a entregar su misma existencia para la felicidad de su yo exterior, especialmente ahora que ha encontrado el amor en Helly R.
Pese a todo, el grupo sigue adelante con un plan pobremente pergeñado y Mark S. regresa a Lumon. Allí se reencuentra con Helly —ante una impresionante representación pictórica de toda la temporada titulada «La exaltada victoria de Cold Harbor»—. Al llegar a Macrodatos, un animatrónic de Kier Eagan les espera, para presenciar la finalización del archivo. Mark así lo hace y se desencadena una desaforada celebración, que incluye a Milchick y la inmensa orquesta de Coreografía y Divertimento. En medio del caos, Mark aprovecha para huir con la instrucciones para llegar al oscuro pasillo.
Atrás queda Helly, quien retiene al gerente en el baño, con la ayuda inesperada de Dylan, a quien, para su sorpresa, su «fueri» le ha pedido que siga viviendo por el bien de ambos.
Mark llega al famoso corredor que, obviamente, está cerrado. Se encuentra con Drummond que sin mediar palabra le da una paliza, hasta que el personaje de Gwendolyne Christie pone de manifiesto la idoneidad de su casting, rescatando al pobre Mark con una pistola de matadero, para así evitar el sacrificio otra de sus amadas cabras —Emile— al culto de Kier. Mark sostiene la pistola junto al cuello de Drummond y con esta amenaza, ambos bajan en el ascensor. Lamentablemente al cambiar de nuevo a su versión exterior, el artefacto se dispara y acaba con el sicario.
El «fueri» de Mark consigue llegar a la sala Cold Harbor, donde una nueva versión Gemma se está enfrentando al test definitivo para asegurar la impermeabilidad del chip: desmontar la cuna que vimos en el episodio de flashback y que representa para ella su imposibilidad de ser madre. El Dr. Mauer y el mismo Jame Eagan la monitorizan e intentan que rechace al intruso. Pero aunque no lo reconoce, Mark consigue sacarla al pasillo, donde revierte a su ser original y asistimos a la esperada reunión del matrimonio.
Huyen juntos al ascensor, donde comparten un apasionado beso… hasta que en una maravillosamente actuación ambos se convierten en sus personalidades de Mark S. y Mrs. Casey. Cuando llegan a la puerta de salida de la Planta, Mark empuja fuera a Mrs.Casey, que vuelve a ser de inmediato en Gemma. En ese momento, aparece Helly a su espalda.
Con la ayuda de Dylan, la mujer ha conseguido que la banda de música se rebele contra la empresa, lo que le ha permitido huir. Mark, el «dentri» se encuentra ante la opción de quedarse con la mujer que da sentido a su vida o abandonar su mundo, morir, para estar junto a una desconocida. No lo duda y tomando a Helly de la mano, se adentra en los pasillos de la Planta de Separación. Nos despedimos con un fotograma final congelado, que armoniza perfectamente con la estética retrofuturista de los setenta que empapa toda la serie.
Todo lo que nos han revelado (o quizá no)
Lo cierto es que desde el punto de vista del mistery box, el resultado de esta segunda temporada quizá resulte un tanto escaso y es posible que termine frustrando a los que siguen la serie tan solo por este apartado. Para muchos, el contenido de la sala Cold Harbor ha resultado algo decepcionante. Tampoco ha quedado claro por qué suponía la muerte de Gemma, si esa «muerte» era algo más simbólico que otra cosa o todo es un engaño de Cobel.
Seguimos sin tener claro el objetivo final del chip de Separación, aunque todo apunta a que es un mecanismo para eliminar toda incomodidad de la vida, trasladándolas a otras tantas personalidades separadas. Esto sería coherente con la batalla ancestral de Lumon contra el dolor —recordemos su relación con el éter, el primer anestésico de la historia—. Entendemos que el chip es aún defectuoso y se producen trasvases de emociones y recuerdos, que hemos visto de forma evidente en Irving o, incluso, en esa Helena Eagan, fascinada por la conexión que su versión interior parece haber encontrado. Teorías más exóticas —como que se iba a usar para trasplantar personalidades entre cuerpos— parecen de momento descartadas.
Si no profundizamos mucho, se puede argumentar que se ha explicado la finalidad del departamento de Óptica y Diseño, cuyos objetos hemos visto por las salas de la Planta de Pruebas o en los instrumentos de la banda. Al parecer, la finalidad de las cabras es servir de sacrificio al culto de Kier, aunque no sabemos su auténtica trascendencia: ¿es este culto uno de los instrumentos que usa Lumon para controlar a sus empleados o tiene algún tipo de significado místico? Los elementos religiosos, tan presentes en muchos episodios, han quedado pendientes de explicación. La enorme banda de Coreografía y Entretenimiento y toda la escena de la fiesta, reminiscente de la memorable sesión de Jazz Desafiante de la primera temporada, aporta un potente elemento surreal, difícil de integrar en una explicación realista.
También se ha dejado en el aire cómo se articuló el accidente de Gemma, quien en el episodio de flashback se insinúa participó voluntariamente en el montaje, seguramente a cambio de ayuda con su problema de fertilidad. Por su parte, Cobel se ha transformado de mando medio alienado en científica loca —sin problemas aquí, ya que desbanca a la bastante insulsa Reghabi del puesto—. Sus motivaciones son más claras y en redes ha cobrado peso la teoría de que podría ser la madre de Mark, fruto de su relación con un Eagan, práctica que también se ha insinuado en algún momento.
Milchick, que parecía que estaba en un proceso de redención después de ser sometido a múltiples muestras de racismo por parte de Lumon, finalmente se ha mantenido fiel a la compañía. La presencia de la joven Mrs. Huang, por su parte, ha aportado una cuota de surrealismo, pero poco más antes de su partida al lejano archipiélago de Svalbard. Lo que ha sido un gran aporte han sido las pincelas que se ha dibujado con la personalidad de Helena Eagan, una mujer atrapada en su rol de heredera de la empresa, sin cariño familiar alguno y al que su padre, al parecer, desprecia: hasta el punto de preferir a su versión interior, una Helly R en la que Jame aprecia el «fuego de Kier».
El gran acierto de la serie, sin embargo, ha radicado en ese giro de tuerca que ha supuesto el confrontar el destino de los «fueris» con el de los «dentris». Porque nos ha quedado claro que no puede haber un final feliz para todos, pese a que todos ellos lo merecen. Incluso el Dylan exterior, quizá el único que se nos hacía antipático, se redime con esa carta en la que promete aprender de su «dentri» y le pide que siga existiendo…
El enfrentamiento es especialmente cierto en el caso del triángulo amoroso más complejo de todos los tiempos: el que constituyen Mark, Helly, Gema y sus personalidades alternativas. Todas ellas incompatibles entre sí, destructoras entre sí, especialmente ahora que la reintegración se ha revelado como poco más que un macguffin. Para que Mark y Gemma revivan su amor, Mark S. y Helly R. deben sacrificar su misma existencia. Y eso sin contar la decidida resistencia que Helena va a representar.
En el breve periodo desde la emisión del episodio, se ha desatado una notable polémica al respecto: ¿Desprecia el Mark exterior los sentimientos de su yo interior, que considera un simple amor adolescente, incomparable con su matrimonio con Gemma? ¿Debería el Mark interior haber cedido ante la petición de su «fueri», y acabar con su vida cruzando esa puerta? De entre todas las reacciones, parece que son las más las que reprochan la actitud del «dentri».
Esta es una cuestión sobre la que tenemos tiempo para reflexionar. El mismo día de la emisión del último episodio, AppleTV comunicó su renovación —no es para menos; se ha convertido en la serie más vista del servicio, superando a la incombustible Ted Lasso—. Algunas semanas antes, Stiller anunció que abría la «sala de guionistas» para dicha temporada y en algunos círculos se menciona que se espera que tenga cuatro en total. Datos los tiempos de producción y la meticulosidad de sus creadores, será difícil que veamos el regreso antes de un par de años…
Así que tú, amable lector, tienes tiempo para decidir: en la siguiente temporada, ¿serás del «team dentri» o del «team fueri»?
Aluciné con la primera temporada de Severance. Lo que entonces me pareció misterioso, fascinante y perturbador en la segunda temporada deviene innecesariamente alargado, estomagantemente solemne y tremendamente ridículo. Un absoluto desastre en el que se evidencian varias cosas, a saber. Que en la espera de 3 años han tenido más que ver rencillas y diferencias creativas que la huelga de guionistas y el Covid.
Lo de los 20 millones por capítulo lo había leído ya y vuelvo a decir lo mismo: alguien está estafando a Apple, porque ni los efectos especiales son nada del otro mundo, y la mayoría está rodado en interiores. Como tampoco creo que cada actor cobre 1 millón por capítulo como en Friends. Así que aquí alguien debe estar falseando facturas pensando que en el gigante de la manzana nadie se va a dar cuenta porque disparan con pólvora del rey.
Concluyendo, no podría estar más en desacuerdo con el artículo. Me parece la serie con peor segunda temporada que recuerdo.
Hay un podcast en Ivoox que se llama NO SOY ORIGINAL realizado por Luis Bermejo q ha hecho un episodio con una lectura literal , palabra tras palabra de este artículo, declamando como si fueran sus reflexiones.
Además pide donaciones para sus cuentas.
No sé si serán todos sus podcast así pero en este no he visto ninguna referencia al artículo justificando si origen
Dichen Lachman desconocida, claro.
Y hasta ahí he llegado.
Vine a decir lo mismo
Esforzado y supongo que interesado intento por promocionar este pestiño que solo ven y jalean cuatro frikis porque os aseguro que si os ponéis a ver la primera temporada, vais a caer narcotizados en un sueño profundo. Lo intenté dos veces porque como hay fantasmones que se hacen llamar críticos que la ponen por las nubes, pensé que la primera vez no tenía yo el día propicio para captar sus esencias, pero nada. De esta segunda temporada no he visto nada por motivos obvios…
Vaya, solo haters en las respuestas… Se aburren… Bueno, ahí tienen las series de Marvel para divertirse.
No, soy más de The Wire, The Office, Curb your enthusiasm, Happy Valley, Borgen, Line of Duty, Los Años Nuevos, Vergüenza, A 2 metros bajo tierra, Shtisel, Hacks, The Curse, Oficina de Infiltrados, Skam (la noruega), Bron/Broen (la sueca) etc. Detesto el circo de los superhéroes, lo que es compatible con decir que la T2 de Severance es una auténtica bazofia.
Lo peor de Severance, y es difícil quedarse solo con una cosa, es la pléyade de fans, que me parece estupendo que los haya, que tachen de incultos o vulgares a los que nos parece una serie pesada, insulsa, repleta de relleno y funcionando solo a base de cliffhanger finales en los episodios, a ver, si te lees el resumen de arriba, basta con dos folios para explicarla, y eso contando con que la mayoría de las situaciones definidas como surrealistas lo que son es más bien ridículas
Jod*r (con perdón) macho, el mismo ahínco que habéis empleado en tirar por tierra el trabajo de una serie notable y que aporta algo diferente (así como el de una muy buena crítica de la misma), podríais haberla aplicado en respetar el trabajo del articulista. Que la serie no os gusta, respetable, pero las cosas que se leen en los comentarios son de juzgado de guardia. No será The Wire o Mad Men, pero vamos que si la tendencia que se está siguiendo con las series de otras plataformas es la que es, en unos años todos viéndolas por TikTok, en velocidad x2 y en formato vertical.
Si no te gusta dilo, pero lo de criticar por criticar.A mi el artículo me ha gustado mucho.Por decir un curioso detalle, la «niña»que interpreta Sarah Bok en la serie tiene en realidad 18 años!. Sorprendente.
Si bien la primera temporada me sorprendió y me encantó, esta segunda me parece un poco caótica. Pierde bastante de la pureza estética de la primera, el concepto empieza a derrapar ostensiblemente, y el argumento se embrolla con multitud de subtramas que el guión deja abiertas para supuestamente dejarnos con ganas de más. En mi caso solo logra saturar.
Jesús Bendito, que mazacote de texto.
Estaría guay intercalar alguna imagen entre párrafos para dividirlos visualmente.
Déjame adivino…¿te gustaría más si fuese solo viñetas, tipo comic o manga?
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