Sociedad

Todos los pasos que condujeron al infierno fueron lógicos y necesarios

Todos los pasos que condujeron al infierno fueron lógicos y necesarios

Todos los pasos que condujeron al infierno fueron lógicos y necesarios…

Hay veces que damos con un título con el que decimos todo lo que pensamos sobre algo. Uno lo escribe y reflexiona: pues ya estaría. Lo que sigue es sobre todo una justificación para publicarlo. 

Nací hace tiempo en el Gijón de los 80, aunque de aquella ciudad yo solo puedo recordar el eco que seguía rebotando por las calles en los años 90. Aquel era otro tipo de infierno: había cables gordos y negros amarrados a los balcones de las casas, barrios prohibidos para el juego de los niños y yonquis moribundos tirados por la calle… Entiendo que fuimos un poco todos los que quisimos cambiar aquello. Fue entonces cuando empezamos a recorrer el camino al que antes me refería; y cada paso del mismo fue lógico y necesario. 

Se cerró la mina, se cerró el astillero y se cerraron muchas otras cosas que fuera quizá nunca se conocieron y que aquí vamos poco a poco olvidando. No estuvo bien y no estuvo simplemente mal y todos tuvimos nuestros motivos. Y como al mismo tiempo desaparecían las jeringuillas, ningún momento parecía oportuno para pensar si podían desaparecer de alguna otra manera.

Esta semana escribí el título de este pequeño artículo porque en Gijón estamos tirando un edificio emblemático. Era problemático porque llevaba derrumbándose desde que cierta ciudad empezó a caer y otra comenzó a levantarse… En él había una vieja mercería, El Jazmín, que cuando yo era pequeño era famosa en casi todo el universo conocido, porque como dice un buen amigo Gijón siempre ha sido un poco como Bilbao pero venido a menos. La mercería abrió en otro sitio y ahí sigue, adaptando su estética a los nuevos tiempos. Lo mismo pasará, dicen las autoridades, con la fachada del edificio del que les hablo: estaba protegido por patrimonio hasta los cimientos, pero será desmontado piedra a piedra para después «ser reproducido« e «integrado estéticamente en el entorno».

En el entorno, por cierto, está abriendo un local una cadena de hamburgueserías que ha sido la comidilla de la ciudad durante los últimos meses: en plena reforma, instalaron un cartel gigante explicando que abrían en Gijón a pesar de que aquí ya hay demasiadas hamburgueserías. El edificio que estamos tirando está solo trescientos metros más adelante y en él vivió el pintor gijonés Nicanor Piñole; y en el local de la hamburguesería estaba el nuevo Savoy, un bar rockabilly en el que había música en directo. Si tenías hambre, ponían buenas hamburguesas.

Espero que el edificio de El Jazmín se integre correctamente en el entorno y que a la hamburguesería le vaya bien y dé trabajo a la mocedá de la ciudad, que bien lo necesita. Si venís este verano por aquí, al salir podéis ir a tomar algo al viejo Savoy, que de momento sigue abierto y es muy auténtico. También se puede visitar el museo Nicanor Piñole, que está muy cerca, pasando el Starbucks. Es un edificio grande, naranja y, para mi gusto, muy mal restaurado. Lo reconoceréis porque justo al lado hay un palacete modernista abandonado, construido hace más de un siglo por Manuel del Busto; fue el arquitecto más importante de la ciudad en una época que sí podemos idealizar, porque está suficientemente alejada en el tiempo.

Algunos llamaron al Gijón de los años 20 «la pequeña Londres», aunque yo imagino que fuimos nosotros mismos. De aquella época también se conservan las chabolas de la Ciudadela, en las que los trabajadores de algunas fábricas de la ciudad vivían como ratas, apartados por un muro de la vida de los burgueses del ensanche del barrio de La Arena, junto a la playa. A su lado hay ahora un restaurante que recoge su nombre de las propias chabolas y pertenece al grupo hostelero que, local a local, se ha quedado con buena parte del ocio nocturno y la restauración de la ciudad.

Me pregunto si llegaremos a tiempo de salvar el palacete o si, dentro de un tiempo, habrá que tirarlo. Será, llegado el caso, algo lógico y necesario. Habrá que adaptarlo a su entorno. 

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