
En la definición misma del concepto de lenguaje está la comunicación. Según los diferentes diccionarios, es un «medio de comunicación humana», un «sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana» o «la habilidad de comunicarse utilizando palabras». En definitiva, es la herramienta para la representación de la realidad de un conjunto de personas, normalmente dentro de unos límites fronterizos, y que comparten una cultura. Una lengua sirve para nombrar una realidad ya existente que necesita comunicarse, por eso hay palabras en algunos idiomas que no existen en otros, por su característica más cultural, a pesar de que luego se exporten. En gallego tenemos morriña, muy extendida también al castellano, en alemán está Schadenfreude, ese reírse de las desgracias ajenas, y yo hace poco intenté explicar flamenquito a alguien extranjero, que es como flamenco pero que desde luego no es flamenco.
Los cambios en la lengua son normales, es la evolución propia del lenguaje y de la sociedad. Una lengua no es estática igual que no lo es la sociedad, se mueven y avanzan a la par. Todos sabemos de las lenguas muertas, pero lo que muchos no reconocen es que las que no están muertas están muy vivas y de ahí su belleza, su avance continuo y su adaptación a los nuevos significados.
Un ejemplo de cómo la lengua se ha adaptado a esos cambios sociales es la utilización del lenguaje inclusivo, que se ha abierto paso en las últimas décadas en el castellano y en otras lenguas occidentales. El lenguaje inclusivo es la forma en que una lengua evita la discriminación por «sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género», según la ONU. Es negar a lo masculino como estándar porque, si lo masculino es la norma, lo femenino y demás identidades son invisibles. Es la desigualdad social reflejada en lo lingüístico.
El lenguaje inclusivo se ha adentrado en nuestro idioma para dar cabida a nuevas realidades y formas de pensamiento, para dar cabida a la sociedad misma. ¿Es político? Sí. Como todo lo es. De igual forma que no aceptar su uso también es una posición política, la decisión consciente de censurar circunstancias actuales para imponer otras.
Está claro que la política imperante y la realidad social pueden afectar a un idioma y, de la misma forma, el poder puede ejercerse desde lo lingüístico, como medida de silencio y de negación. Porque el lenguaje también se utiliza como arma política.
Cuando se quiere arrasar con una cultura, lo primero que se hace es eliminar su lengua y tenemos muchos ejemplos de ello. Dentro de nuestras mismas fronteras, durante el franquismo vivimos la prohibición de los idiomas cooficiales, que aún hoy sigue siendo tema de debate. Cuando la URSS invadió Moldavia, que aún pertenecía a los territorios de Rumanía, se impuso el alfabeto cirílico para la escritura del moldavo, se castigó cualquier referencia rumana y se agregaron terminaciones rusas a los nombres puramente rumanos. Durante el gobierno fascista de Mussolini, se implementó una política lingüística para la defensa del italiano, que incluía la supresión de los dialectos regionales. Son solo pocos ejemplos de tantos, ya que la lengua como herramienta de colonización está a la orden del día.
En el polo opuesto, también hay palabras que se vetan por sus usos denigrantes a ciertos colectivos (como nigger en inglés) y palabras que la comunidad afectada incorpora para resignificarlas (como «maricón» en España). En el lenguaje se plasma la sociedad y es fácil identificar sus ejes racistas, homófobos, machistas y capacitistas. El lenguaje también es una reivindicación y un campo de lucha.
La política incursiona en el lenguaje porque no hay otra, porque es un instrumento social y la lengua se hace en la calle. Pero es curioso que actualmente esté ocurriendo el proceso contrario a la definición de lengua, que se estén dando cambios artificiales en el español a causa de la interferencia del inglés y del imperialismo cultural de Estados Unidos. No son adaptaciones naturales de un idioma que avanza, sino que son cambios forzados por la influencia de las malas traducciones, de la inteligencia artificial y de un intrusismo laboral que resulta en la precariedad y en la baja calidad de los textos.
Estos cambios, copias de estructuras inglesas mayormente, suelen darse más por escrito, aún no han llegado al discurso oral, es decir, el nativo no lo dice, solo lo ha leído en una pantalla. Son errores que se han instalado y que, de alguna forma inexplicable, por imitación, se empiezan a considerar más correctos e incluso más formales.
Teniendo siempre en cuenta que hablo de español de España, porque en Latinoamérica su uso es mucho más pegado al inglés, entro un poco en materia:
Está extendidísimo el uso de la pasiva, que, claro, en español existe la pasiva, pero en nuestro idioma siempre ha quedado relegada por ser una estructura enrevesada, nada directa —nunca mejor dicho—, con poco uso. Hoy, son los «puede ser utilizado» en lugar de «puede usarse», «pudo ser llamado» en lugar de, por ejemplo, «puede que lo llamaran». Mucho más claro, mucho más natural.
Otro uso erróneo es el de los posesivos, que a mí me daña en el alma, pero que es importante distinguir del español de Latinoamérica, donde sí se usa de forma natural. Son los «dame tu mano» en lugar de «dame la mano», «me he roto mi pierna» en lugar de «me he roto la pierna». De nuevo, claro que los posesivos existen en español, pero no se utilizan naturalmente de la misma forma ni con la misma frecuencia que en inglés, de donde vienen estos calcos.
También muy usual es la omisión del complemento indirecto «le», que no está en inglés, pero que debemos añadir para un texto natural. Son «pedí disculpas a mi madre» en lugar de «le pedí disculpas a mi madre» o «di un regalo a los niños» en lugar de «les di un regalo a los niños». Este sí es un ejemplo evidente de que el cambio aún no ha llegado al discurso oral, quizás algún día sí.
Por último, expresiones que de ninguna forma utilizamos en el día a día como «hey» o «llevar al siguiente nivel», formas anglosajonas a las que no se les busca equivalencia en español.
Es muy común ver todos estos errores en textos periodísticos, pero decidí escribir sobre ello cuando empecé a leerlo en novelas, en títulos de libros, cuando mis amigas empezaron a hacerlos en WhatsApp. Verlos en textos españoles duele porque yo los estudié como errores de traducción y porque contradice directamente lo que aprendí en la carrera: una traducción es buena cuando no se nota que es una traducción, y esto tiene un cartel enorme encima que dice que lo es. La cosa es que no son traducciones, son textos originales escritos por nativos.
Lo que me preocupa es que estos calcos del inglés, de las traducciones automáticas por IA, son el reflejo del cambio forzado al que se enfrenta la sociedad misma, la precariedad laboral que prioriza lo instantáneo y lo barato antes que la calidad. Son el producto de la no profesionalización del sector y de que inevitablemente el inglés se ha convertido en la lengua de comunicación internacional y cada vez es más común que cualquier persona que conozca algo del idioma pueda redactar una traducción y utilice las estructuras anglosajonas.
Aún no ha llegado el día en que se escuche a una persona por la calle diciendo «dame tu mano». Ahora mismo es un proceso escrito. Que llegue a la oralidad quizás solo es cuestión de tiempo.
El lenguaje avanza según avanza la sociedad y me parece bien, el lenguaje debe adaptarse a los tiempos, ese es al fin y al cabo su cometido. No quiero pecar de conservadurismo lingüístico ni de puritanismo de la lengua, porque eso es más de lo mismo; puede que estos cambios de la lengua no sean más que la sociedad adaptándose a un nuevo modelo, a un modelo artificial basado, muy a mi pesar, en la precariedad, en salir del paso ya, en pagar cuanto menos mejor. No se prioriza un estilo natural que utilizaría un nativo en la misma situación, sino que se busca la simple transacción en la comunicación. Lo rápido, lo barato, cantidad antes que calidad.
En literatura, a mí cada vez me saca más de contexto porque no puedo evitar ver la estructura inglesa, porque no disfruto de la lectura, porque estoy leyendo la traducción viendo perfectamente cómo se había escrito en inglés. Por algo las traducciones de Borges y Cortázar son tan famosas, porque no solo hacían la transacción de un idioma a otro. Escribían, escribían lo mismo en otro idioma, y daba gusto leerlo. Y qué espectáculo leer así.
Me ha encantado, sobre todo por el abuso que se hace del anglicismo en las redes sociales. Más que oportuno, muchas gracias.
Siempre me ha parecido un lavado de cerebro mayúsculo, el hecho de que una maldición diabólica como es la de que en un planeta más bien tirando a pequeño, se hablen tal cantidad de lenguas diferentes. Algo que cualquiera que piense un poco, advierte que es la primera piedra – peñasco de cien toneladas, diría yo- en el camino que debiera conducir al entendimiento y concordia entre los humanos. Pues bien, se insiste siempre en la riqueza en la diversidad de idiomas y culturas que tanto bien nos hace a todos y demás estupideces por el estilo.
Como si dentro de la propia cultura e idioma no hubiera conflicto y falta de entendimiento. Y no todos los encuentros con el otro acaban como el rosario de la aurora. Para mí son condiciones de posibilidad de pensar de manera distinta, verlo desde otros enfoques y sobre todo, cuestionar las propias convicciones, lo que siempre es mas enriquecedor. Las aldeas aisladas engendran pensamiento de aldea.
Pues lo dicho, estupideces…
Agradecido de que me dé la razón a mí primera afirmación con su ejemplo.
Y yo le agradezco que esté de acuerdo conmigo en que los aldeanos de aldea sean ceporros, pero eso no tiene nada que ver con lo que yo decía. Hablamos de cosas distintas.
Las metáforas no son su fuerte, eh?
Ni las ironías absurdas lo suyo, ¿eeeehh?
Las aldeas son ricos puntos de vida y autoconocimiento. «Pensamiento de aldea», expresado así, es una forma gratuita de descalificar a los que hemos nacido en una aldea o vivimos en ella. Tengo pensamiento de aldea y estoy orgulloso de ello.
No sé lo discuto, ya que hablamos de cosas distintas.
Tendría que explicarlo porque no se entiende.
Yo estoy hablando de que usas «pensamiento de aldea» de modo descalificatorio -que es lo que haces- y tú dices que hablamos de cosas distintas. No he entrado en el meollo de tu comentario, he comentado a mi vez esa expresión tuya tan hiriente.
Porque no hablo de que ser de aldea o haber elegido vivir en una sea denigrante, ni que haya nada malo intrínseco en los pensamientos que vengan de un aldeano. Lo que digo exactamente es «Las aldeas aisladas generan pensamiento de aldea». Ésto es, que si no hay intercambio y préstamo cultural de fuera no hay enriquecimiento posible, no hay crecimiento. Y es que, lo que nos da pista de cómo somos, son siempre los otros, los diferentes, el contraste con ellos. Mi comentario no iba dirigido a usted, que usa internet que es una ventana al mundo, (aunque cada vez menos porque parece que pretendan hacer una cámara de eco, pero éso es otro asunto )y se comunica con gente de fuera.
Está usted predisponiendo buenas intenciones o buenas raíces.
Dice
«Las aldeas aisladas generan pensamiento de aldea». Ésto es, que si no hay intercambio y préstamo cultural de fuera no hay enriquecimiento posible, no hay crecimiento.
¿Y si la aldea vecina es menos humana, menos creativa, menos jugosa que la mía? ¿Qué enriquecimiento, qué crecimiento?
¿Qué diferentes? ¿Esos indios que quemaban a la viudas? ¿Esos vikingos que enterraban a esclavos?
Es una cuestión lógica. Si a algo oscuro o pobre le llega un viento nuevo y fresco, mejorará y se refrescará. Si a algo libre y franco le llega un aire sombrío y pobre, se deteriorará.
Yo no comparo nada, ni tengo sueños de liberación. Solo pido respeto y digo que mi aldea es digna por sí misma sin necesidad de viajes ni teatros. Usted se empeña en minusvalorarme cuando me otorga validez exclusivamente por usar Internet.
Las culturas no son de una pieza malas o buenas, (y teniendo en cuenta que atribuimos ésa bondad o maldad desde nuestra cultura) igual que nosotros que usábamos la tortura o la quema de herejes y a la vez escribíamos tratados humanísticos o ideas liberadoras. Las culturas son amalgamas de relaciones.
«Usted se empeña en minusvalorarme cuando me otorga validez exclusivamente por usar Internet.»
No lo valoro, constato un hecho para decirle que sí busca la ofensa se equivoca.
Es la última vez que intervengo.
Usted ha sido ofensivo con los aldeanos como yo. Si ha llegado a eso, es normal – porque es menos intenso- que no lo reconozca.
Da igual que lo haga o no. La verdad se impone sola por su propia densidad moral.
El que dice que «los aldeanos de aldea son ceporros» no soy yo precisamente. Sospecho que eres tú, en una doble identidad trolera. Cómo dicen por ahí aunque no tengo pruebas tampoco dudas.
Ja ja ja.
¡Qué mal perder!
Jajaja y que lo diga!
Artículos y libros similares a este, en Cataluña y con respecto al catalán, los que se quieran y más. No es difícil imaginar viajar con una ucrónica máquina del tiempo 2.000 años atrás y leer tablillas en las distintas formas del lenguaje ibérico lamentando el progresivo auge del latín. Todo pasa y todo queda, los idiomas también.
Este ensayo sobre nuestra lengua me evoca… una relación amorosa con una traición, con alguien injustamente abandonado. Para colmo con un título llamativo del cual ya sabemos quién es el tercero en discordia. Espero que me entienda señora, pues su reflexión es acertada, pero qué quiere que le diga. A veces pienso que no son nuestros circuítos cerebrales los que generan la palabras, sino al contrario, como si las palabras fuesen órganos funcionales independientes, como el hígado o el corazón que envían señales primordiales para que nuestro cerebro haga lo único que sabe hacer, ordenar, pués, en el fondo, él y yo somos algo primitivo, todavía estamos evolucionando; uno siente y el otro ordena. “… Me daña el alma…” y no solo andan por ahí. En mí también, señora. ¡Dame la mano!, decía mi vieja, tanto para ver si estaban limpias o para anunciar el coscorrón que se venía. Amena y estimulante lectura. Gracias.
Soy anti-AI, que es simplemente otra herramienta de neo-colonialismo, con los enormes bases de datos de los billonarios de California ubicados en países del Sur Global donde malgastan ingentes cantidades de agua dulce a cambio de nada, o bien, emplean trabajadores y les pagan un dólar al día:
https://en.wikipedia.org/wiki/Empire_of_AI
… pero no tiene nada que ver con los anglicismos en el español, que es algo que remonta décadas. Javier Marías escribía un articulo cada año (o más de uno) sobre este tema, y otros también…
Los anglicismos en español son horrorosos, pero no creo que tenga vuelta atrás… Por otro lado, el nivel del castellano de los escritores españoles ha pasado por una caída en picado…
Los periodistas tenéis una gran responsabilidad. He vivido en Inglaterra 5 años y llevo otros 20 trabajando entre España y Londres. No me considero bilingüe pero creo que hablo un buen inglés.
Me duele oír cosas como «el gap entre estas dos empresas es enorme», todavía me duele más cuando se usa la palabra en inglés y se tiene que explicar «el pacer, la liebre corría a 4’30 / Km».
Me hacen gracia los periodistas que queriendo alardear de que han vivido 6 meses en Miami, hacen que no les salen las palabras y buscan construcciones, como el ejemplo de la pasiva, para que se note que están influenciados.
Entiendo que los youtoubers sin formación, sin periodismo, hablen como quieran, pero por favor, los de los telediarios, retransmisiones deportivas, etc, inténtenlo.
Otro tema es que sí es verdad que hay influencias que enriquecen el idioma, cuando Javier Ares dice que un ciclista va ahí «pimpante», bueno, creo que es diferente…
(léase lo anterior con @ en lugar de oes si eso hace que mi texto sea mejor)