Arte y Letras Historia

Matad a las vacas, a los cerdos, a las gallinas: todo Vietnam revisitado (I)

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Ha habido otras. Hay otras, demasiadas. A buen seguro habrá más. Pero ninguna será ya como Vietnam. El jodido Vietnam. La Puta Guerra con mayúsculas. Fue de alguna manera la primera y la última porque ya nada ha vuelto a ser igual desde el momento en el que un grupo de marines norteamericanos arriaban la bandera de las barras y estrellas de la azotea de la embajada de EE. UU. en Saigón. La capital de Vietnam del Sur cayó el 29 de abril de 1975. La historia dirá que fue el día 30, cuando los primeros tanques del Vietcong (Frente de Liberación Nacional, la guerrilla survietnamita que apoyaba al Ejército de la República Democrática de Vietnam o Vietnam del Norte, NVA en inglés) enfilan por las calles de la ciudad. Pero lo cierto es que el destino de la capital del sur y de la contienda está ya sellado desde febrero del 68, cuando da comienzo la ofensiva del Tet. Pero entonces aún quedaba lo peor.

El día 29 de abril de 1975, poco antes de las 11 de la mañana, un locutor de la radio de las fuerzas armadas pulsa play y en los transistores de toda la ciudad comienzan a sonar los acordes del White Christmas de Irving Berlin en versión de Bing Crosby, precedida del boletín meteorológico: «105 grados Fahrenheit y la temperatura en alza». La última llamada, ya saben qué hacer, corran, los que puedan, a los puntos de extracción. Fueron esas, más o menos, las palabras que los enlaces militares habían dicho a la prensa y demás occidentales en las reuniones previas a la estampida.

Desde días antes se viene desarrollando una evacuación de diplomáticos y personal de apoyo estadounidense, ciudadanos extranjeros y refugiados vietnamitas hacia las bases estadounidenses en Filipinas y Guam antes de que las tropas del diablo rojo se apropien de la ciudad. Unas 50.000 personas salen de Saigón a pie siguiendo la carretera a Vung Thao, en la costa. Ya entonces comenzó el caos. El día 26, con la artillería enemiga en posición y asediando la capital, se estrella un avión de transporte mientras realiza la maniobra de despegue. Mueren 234 niños. Ese mismo día dejan de salir los aviones desde el aeropuerto militar de Tan Son Nhut.

Pero volvamos al día 29. Suena White Christmas y da comienzo oficialmente la Operación Babylift. A las cuatro de la madrugada habían empezado a oírse los primeros combates en la periferia. Cunde el pánico. El Vietcong avanza en una maniobra de pinza desde el norte, hacia el aeropuerto Tan Son Nhut; y desde el oeste, hacia la embajada de EE. UU. 140.000 hombres frente a poco más de 60.000 de lo que queda del Ejército de Vietnam del Sur (República de Vietnam, VRA o Arvn como lo llamaban los americanos), buena parte de los cuales deserta. Sobre el papel, la operación de evacuación debería ser rápida y hasta sencilla. Autobuses militares están preparados para transportar al personal civil desde diferentes puntos de la ciudad en dirección al aeropuerto. Van en grupos de 40 o 50 personas. Allí los recogerán los helicópteros. Les esperan ocho destructores, dos portaaviones, 12 buques de transporte y tres buques anfibios. Están ahí desde el día 18, aguardando.

Miles de vietnamitas se reúnen ante las verjas de la Embajada de EE. UU. Blanden sus papeles, incluso dinero. Muy pocos consiguen pasar. Hay quien trata de escalar los muros. Algunos soldados, casi tan aterrorizados como ellos, abren fuego para contener a la masa. Hay muertos. 81 helicópteros efectúan la operación Frecuent Wing, un puente aéreo entre el tejado de la embajada, lo que queda del aeropuerto, y los buques cuyas cubiertas han sido limpiadas. Incluso se arrojan al mar las aeronaves inservibles. Se necesita espacio. 40 minutos en el aire y 15 en tierra, lo justo para una carga rápida y rezando para que no te alcance la artillería enemiga.

Un grupo de norteamericanos intenta subir a uno de los helicópteros sobre la embajada de EEUU en Saigón
Un grupo de norteamericanos intenta subir a uno de los helicópteros sobre la Embajada de EE. UU. en Saigón, 1975. Fotografía: Hugh van Es

En las 19 horas que dura Babylift, unos 1000 estadounidenses y 6000 survietnamitas consiguen llegar a los barcos que la VII flota de la Marina norteamericana tiene apostados a 12 millas de Vung Tao, a las puertas del delta del Mekong.

Apenas ha amanecido todavía el día 30 cuando sobre la cubierta del buque insignia de la VII flota estadounidense, el Blue Ridge, aterriza un último helicóptero americano. De él desciende el embajador Graham Martin. En sus brazos porta encartada según el ceremonial, la bandera de EE. UU. que horas antes ha sido retirada del tejado de la embajada. El suyo es el rostro de la humillación. La suya y la de la nación más poderosa que el mundo ha conocido. También es el rostro del dolor. Su hijo ha sido uno de los 56.000 soldados norteamericanos que perdieron la vida en esa puta guerra que, ahora, por fin sí ha terminado.

A las 10:00 horas del día 30 terminan los últimos conatos de resistencia y los tanques del Vietcong entran en el patio del Palacio Presidencial de Saigón. La ciudad ha caído. EE. UU. abandona a su suerte a quien dijo que nunca iba a dejar de apoyar. En realidad ya lo había hecho antes, tras la firma de los Acuerdos de París en 1973 de los que ahora se cumplen 40 años y por los que la Administración Nixon daba por finalizada su participación en el conflicto. Hacía ya dos años que Marvin Gaye se preguntaba What’s Going On? y que Freda Payne pedía que trajeran a los chicos a casa. Demasiados ataúdes. Por delante solo quedaba ya la dura tarea de a recoger los restos del desastre.

Tras la toma de Saigón, se forzó la rendición incondicional de las tropas survietnamitas. El general Duong Van Minh, presidente del Sur desde hace solo tres días tras la renuncia de Tran Van Huong, aparece en la radio para emitir un comunicado en el que declara disuelto el Gobierno de Saigón. Después se dispone a esperar a los vencedores. El coronel Bui Tin, del servicio de prensa norvietnamita entra en el salón presidencial. Minh se levanta:

—Le entrego el poder ―se dirige al soldado comunista.

—Aquí no hay transferencia de poder. Su poder no existe. No puede entregarme algo que usted no posee —responde Bui Tin.

15 minutos después del mediodía, la bandera estrellada del Vietcong es izada en el Palacio Presidencial. Pese a los temores que apuntaban a un derramamiento de sangre, este no se produce como se temía. Pero sigue siendo una guerra. En poco más de 19 horas se producen unos 2000 muertos, incluidos cuatro soldados americanos. El día 1 de mayo Saigón es rebautizada como Ciudad Ho Chi Ming, en honor al legendario líder revolucionario comunista del norte, muerto en 1969. Un año después, el 2 de julio de 1976, se declara oficialmente la unificación del país bajo el nombre de República Socialista de Vietnam. Llegar hasta ahí solo ha costado 29 años de guerra.

Billy Joel, que perdió a un hermano en la batalla de Khe Shan, todavía comenzaría sus conciertos en 1983 con Good Night Saigon. Cerraba su propia herida y la de muchos de sus compatriotas.

La balcanización antes de los Balcanes

Lo que hoy conocemos como guerra de Vietnam no fue otra cosa que una suma de conflictos que se desarrollaron de forma seguida. En primer lugar una guerra de liberación colonial, la antigua Indochina quiere su independencia de la metrópoli Francia. El problema es el momento, en pleno apogeo de la guerra fría. Los franceses, una de las grandes potencias coloniales del siglo XX ―junto a ingleses, soviéticos y estadounidenses―, hastiados de pelear una guerra que no pueden ganar (lean El americano impasible, de Graham Green) acaban por venderle el patio de juegos a EE. UU., preocupado por la creciente influencia comunista en la zona. Cuando en 1954 Francia se larga firmando los Acuerdos de Ginebra, EE. UU. aportaba ya casi el 80% de los gastos militares. Se dice que el presidente Eisenhower llegó a ofrecerle a los galos dos bombas atómicas. Una solución rápida y eficaz. Dijeron que no.

El documento de Ginebra deja a la vieja Indochina dividida en Camboya, Laos y los dos Vietnam. Aun así el Tío Sam no se puede permitir el desarrollo de los acontecimientos. Vietnam es la joya de Asia por sus explotaciones de caucho, tungsteno, estaño y arroz. También por el opio, cuya calidad más tarde podrán comprobar los soldados americanos en sus propias carnes. El norte se arrima al comunismo de la mano de Ho Chi Ming mientras, en el sur, los americanos alientan un golpe de Estado por parte de militares anticomunistas encabezado por Ngo Dinh Diem, que instaura una férrea dictadura, suprime las elecciones y el referéndum previsto en Ginebra para una posible reunificación del país.

EE. UU. se propone evitar, a cualquier coste, el nacimiento de otro estado rojo. La URSS, China, Corea del Norte, diferentes entre sí pero todos enemigos del modo de vida americano y todos aportando hombres y armamento a Vietnam del Norte. Incluso Cuba, que envía soporte médico al igual que la España de Franco enviará dos equipos sanitarios de hasta 30 personas en apoyo de los norteamericanos. Estuvieron en la provincia de Go Cong, en pleno delta del Mekong. Tras la marcha francesa, EE. UU. ya tiene su propia guerra, la confrontación más larga en la que se ha visto envuelto. Le costará dos décadas salir y otra más reponerse.

En 1979, cuando Francis Ford Coppola presenta en Cannes Apocalypse Now dice que la suya no es una película sobre Vietnam, sino el mismo Vietnam. Puede ser, pero aquella primera versión quedó incompleta. No fue hasta 2001 cuando Coppola estrenaría Apocalypse Now Redux, el montaje final de la cinta en la que se añade toda una nueva trama que transcurre en una plantación francesa y que había sido descartada en la versión comercial de 1979. Coppola completa así una obra que va de lo onírico a lo fantasmagórico al ofrecer al público en general, y estadounidense en particular, un contexto histórico que la mayor parte desconoce: el origen.

En 1960 se crea el Frente Nacional de Liberación de Vietnam, el Vietcong. Nace como un movimiento de resistencia frente al régimen de Diem. También busca la reunificación del país. Engrosan sus filas veteranos de la guerra de Indochina y cada vez más campesinos pobres hartos de la tiranía de Diem. Su táctica es la misma que les sirvió para derrotar a Francia. Una guerra de guerrillas en un territorio inhóspito. Tiempo es lo único que tienen.

Diem era un sátrapa y peor, un católico en un país de mayoría budista. Los monjes comienzan a enarbolar su resistencia pacífica quemándose a lo bonzo ante los ojos del mundo. Descontento con el discurrir de los acontecimientos, con John Fitzgerald Kennedy en la Casa Blanca, EE. UU. elimina a Diem, que muere asesinado en un golpe orquestado por la CIA. En su lugar, colocan a Nguyen Van Thieu, un títere más fácil de manejar. En el país hay ya 60.000 estadounidenses. Les llaman asesores militares. Pero la cosa no mejora.

Thich Quang Duc se quema a lo bonzo hasta morir en una calle de Saigón - fotografía de Malcolm Browne
Thich Quang Duc se quema a lo bonzo hasta morir en una calle de Saigón. Fotografía: Malcolm Browne

El 22 de noviembre de 1963, mientras JFK realizaba una visita a Dallas, un desconocido llamado Lee Harvey Oswald dispara contra él. El presidente muere media hora después a causa de los impactos de bala. También Lee Harvey Oswald. Jack Ruby, un gánster de poca monta, llega a la ciudad, se abre paso entre periodistas y agentes de policía y dispara con un Colt Cobra a Oswald en el estómago cuando estaba siendo trasladado. Mientras estuvo vivo, Oswald siempre mantuvo que era un cabeza de turco, lo que los americanos llaman un patsy.

Lyndon B. Johnson es ahora presidente. La noche del 2 agosto de 1964, el destructor estadounidense USS Maddox navega por aguas del golfo de Tonkin. Tres lanchas norvietnamitas habrían abierto fuego, una de ellas es destruida por el buque de EE. UU. Muchos años después el presidente Clinton desclasifica documentos secretos de la época que demuestran que tal ataque nunca tuvo lugar. Un detalle sin importancia en 1964, con el mundo entero a punto de explotar a causa de la guerra fría. Johnson solicita al Congreso que apruebe la llamada Resolución del Golfo de Tonkín. Los «asesores militares» presentes en Vietnam reciben luz verde para realizar operaciones fuera de sus bases. En plena campaña electoral, Johnson debe mostrar una imagen de fuerza ante el comunismo. Incluso su rival, Barry Goldwater apoya la petición. En marzo desembarcan en Da Nang 3500 marines. El 2 de noviembre LBJ es reelegido presidente con un apoyo de cerca del 60%. Los medios de comunicación apoyan fervorosamente la guerra. El país entero lo hace.

Las únicas protestas comienzan a verse en los campus universitarios, no tanto contra la guerra en sí (en un principio) como contra el arbitrario sistema de reclutamiento de soldados. En la Universidad de Michigan, Ken State y Berkeley. A finales de mayo de 1964, cuando la mayoría de los americanos apoya la guerra, aparece en el New York Herald Tribune un anuncio firmado por 140 hombres en edad de ser reclutados diciendo que no lucharían en el sureste asiático si eran llamados a filas. Casi no tuvo repercusión pero enciende una mecha que ya nadie logrará apagar.

Un año antes, Bob Dylan ha cantado por primera vez The Times They Are A-Changin. En 1964, algunos pacifistas como Pete Seeger comienzan a alzar su voz contra la guerra dirigida por la Casa Blanca y el 2 de julio el Congreso promulga la que quizá sea la única contribución de LBJ a la historia de los EE. UU.: la Ley de Derechos Civiles que prohíbe la aplicación desigual de los requisitos de registro de votantes y la segregación racial en las escuelas, en el lugar de trabajo e instalaciones que sirvan al público en general. Un día después, un grupo de manifestantes liderados por el activista David Dellinger y la cantante Joan Baez se reúnen en el parque Lafayette para protestar contra Vietnam. Justo en frente de la Casa Blanca. Nadie les hace caso. Ni siquiera la policía se molesta en disolver la concentración.

Pero el sistema de reclutamiento, tan sencillo como injusto, es una herida que no deja de sangrar. Todo joven varón sano y que no estuviese matriculado en una universidad debía alistarse forzosamente. Después se ponían todos los nombres elegibles en un mismo nivel y se asignaba un número de reclutamiento basado en sus fechas de nacimiento. Por medio de un sorteo se iban eligiendo los nombres de los futuros soldados y asignándoles campo de entrenamiento. Después de la instrucción, la selva era su destino. El resultado era que los jóvenes pobres se convertían en carne de cañón de una guerra para la que nunca habían sido preparados.

Los jóvenes de familias acomodadas podían fácilmente conseguir puestos en la reserva y nunca escuchar el sonido de las explosiones. Muchos, como el expresidente de EE. UU., George W. Bush, lo hicieron. También el que sería su exvicepresidente, Dick Cheney. En 1993, en las sesiones para confirmar su cargo de secretario de Defensa ante el Senado, a Cheney le preguntaron por qué no había ido a Vietnam. «Porque tenía cosas más importantes que hacer», contestó. Por ejemplo, ser arrestado dos veces por conducir borracho o tener a su primera hija nueve meses y dos días después de que el Congreso decidiera que aquellos hombres en edad de combatir pero con hijos no podían ser enviados al frente. Bill Clinton también se libró de Vietnam; no, en cambio, Al Gore, aunque como recién graduado de Harvard se mantuvo lejos de la batalla.

Poco a poco se multiplicaron las protestas en los centros de reclutamiento y las juntas de servicio militar, y cientos de miles de hombres trataron de evadirlo. Entre 30.000 y 50.000 hombres huyeron a Canadá, y algunos fueron encarcelados. John Benson, exdirector del Departamento de Español de Western Michigan University, fue uno de ellos; allí lo conocí y me contó su historia. Aprovechó la frontera de Michigan con el país vecino y se pasó media juventud en Colombia de donde se trajo mujer e hijos. Volvió con las diferentes amnistías impulsadas por las Administraciones de Ford y Carter. Otros desertaban una vez vestido el uniforme. Para ellos el delito era peor y algunos tuvieron cuentas con la justicia castrense hasta 2006. A estos últimos de Vietnam se les llama «casos fríos» y suelen saldarse con un expediente de expulsión no honorable y su rápida puesta en libertad si son detenidos y se descubre la mancha en su pasado. Muchos años después y ya sin el sistema de reclutamiento forzoso, las deserciones en el seno del Ejército de EE. UU. vía Canadá no han parado. Se cree que, desde el inicio de la guerra de Afganistán y su continuación en la segunda de Iraq, hasta 10.000 soldados habrían colgado el uniforme repentinamente. Las autoridades militares quitan hierro al asunto: en 2005 estas deserciones solo representaron un 0,24% de la plantilla de 1,4 millones de militares profesionales que ahora componen las Fuerzas Armadas norteamericanas.

El periodo de estancia en Vietnam era de 12 meses. A finales de 1965 ya eran más de 100.000 los efectivos destinados en Vietnam y los bombardeos de napalm sobre la población civil eran un clásico en las televisiones de EE. UU. El país seguía conmocionado con el asesinato de Kennedy cuyos ecos resuenan en la primera versión de The Sound of Silence que Simon and Garfunkel sacan al mercado. En 1967, 385.300 soldados luchan en el infierno. En abril de ese año, Muhammad Ali se declara «objetor de conciencia» con un discurso que quedaría grabado en letras de oro en la historia de la dignidad humana:

Mi conciencia no me permite ir a disparar a mi hermano, o a otra gente más oscura, pobres hambrientos que viven en el barro por la grande y poderosa América. ¿Dispararles por qué? Ellos nunca me han llamado negro, nunca me han linchado ni perseguido con perros, no me han arrebatado mi nacionalidad, violado y asesinado a mi padre y a mi madre… ¿Dispararles por qué? ¿Cómo podría disparar a esa pobre gente? Métanme en la cárcel.

El 28 de abril, el Estado de Nueva York le quita la licencia de boxeo. Después vendrán otros y el ocho de mayo, el Gran Jurado Federal de EE. UU. lo declara culpable de deserción.

En el punto álgido del conflicto, 1969, y con EE. UU. ya retrocediendo, había en Vietnam 542.000 soldados. En total, sirvieron 2.590.000, dos terceras partes voluntarios con una edad media de 19 años. Años después, el que fue secretario de Estado en la Administración Bush II, Collin Powell ―cuyo protagonismo en Vietnam relataremos más tarde―, criticaría duramente el sistema de reclutamiento calificándolo de «profundamente antidemocrático» y “poco adecuado para las necesidades de la guerra”. En aquel 1969 sería la Creedence Clearwater Revival de los hermanos Fogerty quien lo dejase claro en ese disparo a las conciencias de sus compatriotas que era Fortunate Son:

Algunas personas nacen para ondear la bandera
Oh, son rojos, blancos y azules,
Y cuando la banda toca saludo al jefe,
Te apuntan con el cañón
No soy yo, no soy yo, no soy hijo de un senador
No soy yo, no soy yo, no soy un hijo afortunado

Helicópteros Huey dan fuego de cobertura a un grupo de soldados survietnamitas que se dirigen a atacar un campo del Vietcong al noroeste de Saigón, cerca de la frontera con Camboya
Helicópteros Huey dan fuego de cobertura a un grupo de soldados survietnamitas que se dirigen a atacar un campo del Vietcong al noroeste de Saigón, cerca de la frontera con Camboya, 1965. Fotografía: AP/Horst Faas.

La guerra se endurece

A principios de 1965 se pone en marcha la Operación Starlite, primera prueba de fuego para los marines estadounidenses y la que luego sería su principal arma durante todo el conflicto dejando a un lado el uso del napalm: los helicópteros UH-1H o Huey que a la postre se convertirían en el icono de esta guerra y que todavía siguen en servicio en muchos ejércitos. Estos artefactos dotaron a los norteamericanos de una gran capacidad de movilidad en un terreno selvático y montañoso. Unos 12.000 helicópteros participaron en el conflicto. La táctica consistía en el rápido despliegue de artillería helitransportada tratando de que el enemigo saliese de la selva y se dispusiera a una lucha en campo abierto, donde la potencia de fuego occidental tenía amplia ventaja. Se descartaron desde un principio los vehículos pesados tipo tanque, torpes en el terreno y blancos fáciles para las armas anticarro portátiles suministradas al Vietcong por la URSS y China. La batalla de La Drang en el centro del país fue la primera prueba: un batallón de caballería aérea (casi 1000 hombres) por parte de los estadounidenses contra casi 5000 combatientes del VNA y el Vietcong. La potencia de fuego de los primeros fue tan grande que la batalla se ganó, ocasionando terribles bajas para el bando del norte por 305 muertos en el lado norteamericano.

De la memoria colectiva no se irá jamás la escena rodada por Francis Ford Coppola con uno de esos regimientos aerotransportados destino a la batalla al son de la Cabalgata de las Valkirias de Wagner. Si a Woody Allen le entraban ganas de invadir Polonia al escuchar al compositor germano, desde entonces esta melodía es perfecta para arrasar una aldea vietnamita.

La Drang fue el principio pero los norvietnamitas y sus aliados del Vietcong aprendieron la lección y tomaron buena nota: jamás volverían a combatir en campo abierto. Mejor cuerpo a cuerpo para evitar la artillería. Esperar al enemigo y tratar de que se internase en la selva. Emboscadas y actos de sabotaje en la retaguardia. Convertir la guerra en un combate de nervios para que los soldados norteamericanos nunca pudieran bajar la guardia. Eso, a la postre, acabaría por quebrar cualquier posibilidad de victoria que un día tuvieron los estadounidenses. Los norvietnamitas horadaron el país de túneles que sirvieron tanto para transportar suministros como para preparar emboscadas o como lugar de refugio. Además, escondidos en la selva, llenaron esta de trampas en las que los soldados invasores caían con facilidad. Con un número de fuerzas indeterminadas ya que al VNA había que unir los cientos de miles de personas que engrosaban las filas del Vietcong, la mayor parte civiles antes del conflicto, hacían que cualquier habitante de Vietnam fuera visto como sospechoso por parte de los estadounidenses.

De vital importancia fue la denominada Ruta Ho Chi Min. Con el país bloqueado por mar por la marina de EE. UU., Vietnam del Norte decide abrir en 1959 una ruta de abastecimiento que discurría por los territorios controlados de Laos y Camboya. En su mayor parte era una sucesión de sendas y veredas ocultas por la selva y que serían utilizadas para transportar todo tipo de provisiones y soldados. El gran manto verde hizo inútiles toda clase de intentos por parte de los estadounidenses de neutralizarla. Se llegaron a instalar sensores de movimiento e incluso detectores de sudor pero la presencia del follaje o los animales hacían fracasar cualquier acción.

Fue precisamente la selva el gran enemigo al que tendría que enfrentarse el Ejército de EE. UU. una vez comprobada la decisión del Norte de rehuir el combate en terreno abierto. Desde 1964 y durante los siguientes cuatro años la aviación estadounidense realizó más de 300.000 salidas. Los aviones arrojaron 500 kilos de explosivo por minuto en un intento desesperado de combatir a un enemigo que tras el fiasco de La Drang pretendió volverse invisible. Solo en 1972 los Panthom II F-4, A-6 Intruder o los F-100 y F-105 americanos arrojaron 150.000 toneladas ―40.000 solo en dos días sobre Hanoi y Haipong― de bombas en unas 41.000 salidas. Murieron más de 100.000 norvietnamitas. Desde el 64 y hasta el final del conflicto, hasta 14 millones de toneladas de bombas llegó a lanzar EE. UU. sobre Vietnam del Norte, 10 veces más que las lanzadas durante la Segunda Guerra Mundial sobre toda Europa.

Después estaba el napalm, que es un combustible gelatinoso de combustión duradera que había sido utilizado durante la Segunda Guerra Mundial en el bombardeo de Dresde. En Vietnam se hizo famoso. Junto a los helicópteros se convirtió en el arma más importante de los americanos. Un palo que meter por el hueco de la madriguera con la intención de hacer salir al conejo. Los soldados, que caían como moscas en sus internadas en la selva lo entendían. Muchos llevaban escritos en sus cascos frases de agradecimiento: «Dios bendiga a la Dupont Chemical Corporation y al napalm».

Un padre sostiene el cuerpo de su hijo frente a un blindado de tropas survienamitas - fotografía AP Horst Faas
Un padre sostiene el cuerpo de su hijo frente a un blindado de tropas survienamitas. Fotografía AP/ Horst Faas

La prensa comienza a romper el velo

La guerra ya se había convertido en una carnicería. Ambos bandos rivalizaban en atrocidades. Es la guerra, qué coño. Todo el mundo tenía ya claro que en Vietnam se trataba de matar o morir. Sin embargo, en casa no todos pensaban así. Algo comienza a moverse pese a que la balcanización de Vietnam se desarrolla todavía bajo un velo informativo. Durante los primeros años de presencia estadounidense, la cosa discurría a gran velocidad y pocos le prestaban atención. Los primeros corresponsales, David Halberstam, Neil Sheehan y el free lance Stanley Karnow disponían de mucha información para ellos solos. Halberstam enviaba regularmente despachos a The New York Times y en ellos ya hablaba sin tapujos de la inutilidad de la guerra, lo que le reportó no pocas críticas y el apelativo de «bomba política con temporizador” por parte de columnistas como Frank Connif, del grupo Hearst, para quien Halberstam estaba minando el progreso inexorable de la democracia civilizada. En la redacción de Esquire, la revista más rompedora del momento, su editor jefe Harold Hayes todavía pensaba que Vietnam era una escaramuza que se resolvería pronto. No opinaba así John Sack, jefe de la delegación de CBS en Madrid que, aburrido, veía en Vietnam la posibilidad de recuperar los chutes de adrenalina de sus años de corresponsal cubriendo el conflicto de Corea. En 1965 vuelve a Nueva York y escribe a Hayes una carta en la que le pide apoyo para ir a Vietnam y contar la guerra pues, en su opinión, los medios no saben realmente lo que está pasando allí, mientras que los soldados que estaban enviando no tienen “ni la más remota idea de dónde está Vietnam o por qué van allí”.

El plan que Sack le hizo llegar a Hayes era sencillo: unirse a una compañía del Ejército desde el campo de entrenamiento, viajar con ellos a Vietnam y de allí a la zona de combates. El presupuesto eran unos 5000 dólares y Esquire escribiría la carta de presentación para el Pentágono que le permitiría obtener la acreditación de prensa. Sack acabó en el campo de Fort Dix, Nueva Jersey y sus chicos eran los soldados que componían la Compañía M. Sack se pasó meses con ellos, entrevistándolos, conociéndolos, puesto que quería convertirlos en protagonistas reales de su historia y pensaba que antes debería darlos a conocer a sus hipotéticos lectores. Se dio cuenta de que los reclutas eran jóvenes inconscientes, cada uno con sus propias particularidades sociales, culturales y económicas y que desconocían por completo lo que les esperaba. Nadie siquiera hablaba de Vietnam, el reportero buscaba sus reacciones y el silencio era la respuesta. Sack comprendió que aquello era su crónica.

En 1965, viajó con 105 miembros de la Compañía M a Saigón y la primera misión consistió en atravesar las líneas enemigas hasta una plantación de caucho de la compañía Michelin. Una tarea rutinaria que seguía a pies juntillas la táctica del Ejército desde que el Vietcong había aprendido la lección de La Drang: “matar, herir o capturar al enemigo negligente o conducirlo al río occidental como si fuera un rebaño de lemmings distraídos”.

A medida que la compañía se adentraba en la selva, Sack observó cómo los soldados prendían fuego a cultivos y destrozaban aldeas en las que no había ningún vietcong al tiempo que, con el ruido de las balas de AK-47 de fondo brotando de algún lugar de la selva, el ánimo de aquellos se enervaba, convirtiéndolos en seres irracionales. La orden original del coronel al mando de la compañía era destruir solo al enemigo pero en mitad de la situación, con el VC invisible y al acecho, las palabras originales llegaron a oídos de los sargentos en términos semejantes a: «Matad a todos. Destruidlo todo. Matad a las vacas, a los cerdos, a las gallinas: todo».

Y así fue como la Compañía M se cobró su primera víctima. En mitad de una aldea, un sargento ordenó tirar una granada a un supuesto búnker en el interior de una choza con un agujero. El soldado la lanzó y al momento, del interior de la choza comenzaron a salir atropelladamente «diez o 12 mujeres y niños en sus pijamas». Hubo una explosión. No había sangre ni nada, así que el sargento se subió al vehículo y siguió su camino. Desde atrás, un segundo vehículo condujo hasta la choza y un soldado negro asomó la cabeza al interior para gritar: «¡Dios mío, le han dado a una niña!», mientras sacaba del interior el cadáver de una pequeña de unos siete años.

Sack lo presenció todo. Para alguien que había estado a favor de la firmeza de EE. UU. en Vietnam, el conflicto se tornó entonces en una sucesión de actos de salvajismo civil. Aun así pensó que aquello era una excepción. Cuando se reunió con el coronel al mando, Sam Walker, le comentó lo sucedido expresándole sus reticencias, “ya sé que no es típico”, dijo, pero dejando claro que su obligación era “contar lo sucedido”. Lo que ocurrió después dejó helado a Sack. Tras un breve silencio, Walker respondió al periodista: «es típico».

Luego se sabría que las autoridades militares habían diseñado una regla no escrita para Vietnam: la MGR (en sus siglas en inglés), o la Regla Mere Gook (simple amarillo). La idea era inculcar a los soldados que los vietnamitas no eran personas. Eran subhumanos. Simples amarillos que podrían ser objeto de abuso e incluso asesinados a voluntad. Tan pronto como los soldados llegaban a las bases se les decía que nunca se llamase al enemigo vietnamita. Sí «amarillos» (gook), «chinorros» (dinks) «desviados» (slants)… Cualquier cosa para arrebatarles su humanidad. Cualquier cosa para convertirlos en un objetivo más fácil de matar.

Sack volvió al hotel Continental, centro de la prensa en Saigón, y escribió una crónica de 27.000 palabras que después modificaría siguiendo el estilo de un por entonces desconocido Michael Herr, de quien había leído con asombro un artículo sobre Fort Dix en la revista de vacaciones Holliday. La crónica de Sack ocuparía todo el número de octubre de Esquire con el título de “‘Dios mío le hemos dado a una niña’. La verdadera historia de la compañía M, desde Fort Dix a Vietnam”. En febrero del año siguiente, Sack completaría su reportaje y New American Library lo publicaría en formato de libro. M, que así se llamó el volumen, sería el primero sobre Vietnam y algunos lo consideran la antesala del periodismo bélico bajo el paraguas del llamado Nuevo Periodismo. El círculo lo cerraría, años después, Michael Herr.

La carnicería ya no se podía ocultar y televisiones, radios y periódicos de todo el mundo estaban ya en Vietnam cubriendo un conflicto que para la mayoría de los corresponsales destacados en Saigón era solo el rumor del que todos hablaban pero aún nadie había visto. Saigón era un circo internacional donde se mezclaban periodistas, políticos, agregados militares, espías, diplomáticos, soldados de permiso, putas, yonquis, y, sobre todo, agentes del Vietcong. La misma prostituta con la que se acostaban los soldados podía rebanarte la garganta mientras dormías. Y por supuesto Saigón era un gran negocio para los cazadores de fortuna y traficantes. Una habitación en el Continental costaba una fortuna: 3000 dólares semanales. Pocos se aventuraban al frente a pesar de que las facilidades para la prensa eran absolutas por parte del Ejército de EE. UU. Quizá el primer y gran error de EE. UU. en aquella guerra, porque los más avezados sí lo hicieron y lo contaron.

La crónica de Sack supuso la gran ruptura frente al venerado periodismo bélico practicado en la Segunda Guerra Mundial, en que los soldados eran “nuestros heroicos muchachos realizando hazañas en pro de la libertad y la democracia”. Para Sack y para muchos otros, los soldados no eran superhéroes, sino simples reclutas con mala suerte, obligados a luchar en una guerra que ni entendían ni podrían ganar nunca. Herr demostraría más tarde que, además, estaban desquiciados.

Banda sonora para acompañar: Vietnam revisitado

*Incluye canciones que hablan directamente o están relacionadas de alguna forma con Vietnam. Falta, entre otras muchas, A Foggy Day In Vietnam, de John Paul Jones, bajista de Led Zeppelin. La lista está basada en la realizada por Phil Nel para The Vietnam War in American Stories, Songs, and Poems, H. Bruce Franklin (ed.) Bedford-St. Martin’s, 1996. (pp. 201-218)

(Continúa)

Tropas de la brigada aerotransportada sostienen sus armas lejos del agua - fotografía AP Henri Huet
Tropas de la brigada aerotransportada sostienen sus armas lejos del agua. Fotografía: AP/ Henri Huet

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  3. Verónica

    Muy bueno. Yo creo que la guerra de Vietnam siempre será la gran guerra contemporánea porque es la guerra de las imágenes. La primera guerra en que los avances técnicos permitían una gran cantidad de imágenes de buena calidad que se esparcieron por el mundo sin control y que se han quedado grabadas en la memoria colectiva, como las que has incluído aquí o la archiconocida de la niña que corre abrasada por el napalm.
    Estados Unidos no volvería a cometer el error de retransmitir casi en directo ninguna otra guerra «extramuros». En las siguientes guerras nos acostumbraríamos a recibir aquellas imágenes nocturnas grabadas con infrarrojos en que sólo se ven puntitos verdes y rojos estallando. Nada de marines entre los arrozales ni niños quemados.

  4. Excelente artículo, es un conflicto que lo tenemos muy presente, sobre todo por el poder de Hollywood en la cultura popular y el trauma que todavía tiene la sociedad americana con este asunto. Me han gustado mucho las referencias a como influyó en la música el conflicto, en mi opinión, el conflicto convirtió el rock en una expresión de las conciencias y cambió para siempre el rumbo de la música moderna.

  5. Gran artículo.

    Mira yo tenía un fúsil M16 no un tanque Abrams, solos el otro y yo, mirada contra mirada, eso si es combatir joder! el tío del pijama negro, nota, un adversario digno. (Walter Sobchak)

  6. Andrés Rivas Santos

    En realidad la primera guerra retransmitida al detalle fue la de Corea, pero está claro que en el imaginario colectivo Vietnam tiene mucha más fuerza expresiva. Aunque la serie M.A.S.H. siempre será un clásico inolvidable.

  7. El artículo genial, pero decir que la única contribución de LBJ a la historia de EEUU son los derechos civiles es bastante aventurado. Todo lo que aprobó dentro de la Great Society fueron avances sin discusión. Diría que pese a Vietnam LBJ fue un buen presidente.

  8. Estupendo artículo, felicidades.

  9. Pingback: Matad a las vacas, a los cerdos, a las gallinas: todo Vietnam revisitado (I) | Revista Seda

  10. Tenia tiempo de no disfrutar tanto un articulo, estoy esperando con ansias la segunda parte. Igual que Luis pienso que LBJ no fue un mal presidente.

  11. Aquí el que la cago a otro nivel, fue el secretario de defensa Robert McNamara, primero con lo que se conoció como Linea McNamara y luego con sus tácticas de bombardeos masivos, así no se gana una guerra.

    • McNamara era el típico cerebrín estupendo con los números y las reglas pero que no entiende al ser humano. Por eso nunca puedes ganar una guerra poniendo a gente así al frente, porque tiende a pensar en términos analíticos y racionales, no ideológicos y emocionales.

  12. Nota: el famoso edificio no era la embajada americana, era la sede de la CIA. La embajada estaba en otro edificio.

  13. La primera guerra asimétrica, esas que tanto se llevan ahora. Para muestra, un botón: una de las trampas «cazabobos» mas efectiva del Vietcong consistía simplemente en embadurnar con excrementos las púas de los arbustos en los senderos de la selva. Un arañazo y soldado a casa si sobrevivía a la septicemia.
    Y no quiero dejar de anotar que pese a todos los excesos cometidos por los americanos, Vietnam debe inscribirse en la lógica de la guerra fría, en la que no debemos olvidar que los USA eran, perdón por la simplificación, los «buenos» ( o al menos, mejores que los otros)

    • ¿Primera?

      No, solo la más llamativa del siglo XX. Que Viriato, Arminio o los Hashishin ya hacían la guerra de forma asimñetrica hace mucho.

      • Quizás deba matizar un poco. Tampoco Vietnam fue del todo asimétrica porque al fin y al cabo, el Vietcong también aplicaba la doctrina clásica de disputar territorio por la fuerza, lo que no responde a la definición actual de guerra asimétrica. De hecho, perdieron la guerra simétrica (Thet), aunque les fue mucho mejor cuando se olvidaron del territorio y se centraron en la política.
        En la antigüedad creo que no existía el «gap» tecnológico suficiente entre las partes para hablar propiamente de guerra asimétrica. Armi

        • Quería decir que Arminio aplastó a las legiones de Varo en una batalla campal.
          La guerrilla o las tácticas poco convencionales no definen la guerra asimétrica, sino el objetivo a conseguir que se aleja de los fines militares clásicos (consolidar dominio sobre un territorio o acabar con la capacidad de luchar del enemigo), para centrarse en objetivos políticos, al menos en mi opinión.

          • El dominio sobre un territorio es un objetivo político. Acabar con la capacidad de combate del enemigo es el medio para ello y el fin de toda guerra. Clausewitz ya lo dejó todo dicho.

  14. ¿¿Alguien que me recomiende un buen libro sobre esta guerra??

    • Crónicas:
      -M, de John Sack
      -Despachos de Guerra, de Michael Herr
      -Los ejércitos de la noche, Normal Mailer
      -Le massacre de song-my. La guerre du vietnam et la conscience américaine, de Seymour M Hersh (casi imposible de encontrar)

      Historia:
      -La otra historia de la Guerra de Vietnam, de Jonathan Neale
      -La guerra del Vietnam: Una historia oral (Memoria (critica)) de Christian G. Appy y Martín Aldalur Balbas
      -…and a Hard Rain Fell. A GI’s True History of the War in Vietnam, de John Ketwig

    • Si entiendes ingles te recomiendo «Reporting Vietnam: American Journalism 1959-1975» (Library of America) es una edicion condensada de los mejores artículos escritos durante la guerra, originalmente son dos volúmenes pero hay una edición de bolsillo con los mejores artículos de los episodios mas significativos de la guerra escritos por tipos como Bernard B. Fall, Michael Herr, Norman Mailer, Hunter S. Thompson o Phillip Caputo entre otros.

  15. Stephen Strange

    En primer lugar, gracias y enhorabuena por el artículo (el nivel de Jot Down sigue alto, gracias a los dioses). Pero me gustaría precisar una cosa: El empleo de la expresión «balcanización» al referirse a la guerra de Vietnam me parece bastante equívoco. Equivocado, mejor dicho.

    La «Balcanización» es otra cosa. No consiste en un incremento gradual de la violencia militar (o del enfrentamiento entre dos bandos). En absoluto. Tiene otras implicaciones. Implicaciones que no tuvieron lugar en Indochina entre 1946 y 1975, por cierto. Y puede dar lugar a equívocos y malentendidos.

    De hecho, durante la guerra de Vietnam se empleó un término que define mucho mejor (infinitamente mejor) lo que el autor quiere decir con lo de «balcanización» (y que incluso ayuda a situarse en la época y a entender mejor la cosa): «Escalada».

    Por lo demás, impecable.

    • Gracias por la precisión. Puede que tengas razón, es más, casi seguro. Con el empleo de ese término me refería más bien a la proliferación de conflictos paralelos en Laos y Camboya y que estaban relacionados. En todo caso, lo de escalada, es más correcto.

    • Y de hecho en Vietnam propiamente dicho pasó lo cotrario a la balcanización: se unificó un país dividido, en lugar de separarse por la fuerza un Estado en varios distintos.

  16. Stephen Strange

    Y otra cosa más (aunque supongo que el autor del artículo desarrollará el tema más adelante).

    La guerra del Vietnam es la guerra pop por antomasia. Sí, tal cual. Por muchísimas razones; mediáticas, estéticas y sentimentales todas. No fue la primera (quizás ese honor le quepa a la de Crimea en la década de 1850) ni la última (ahora mismo seguimos en ello). Pero sigue siendo la guerra pop por excelencia.

    Tuvo antecedentes cercanos.
    Dejando aparte las mundiales, la de Argelia (1954-62) suma muchos puntos para ser una guerra tan pop como la vietnamita (incluyendo el twist, las fotografías de Brigitte Bardot y las postales en color). Pero, mal que les pese a nuestros primos hermanos gabachos, le falta un tantico de cosmopolitismo y le sobra provincianismo francés. Aún así, siempre tendrá un sitio en mi corazón.
    Las portuguesas en África (estrictamente contemporáneas del avispero vietnamita, y tan infernales como él) pecan aún más de provincianismo y de falta de carisma del protagonista (Portugal were not USA, you know. Seamos serios). Pero apuntan maneras también. Y, sobra decirlo, siempre les seré fiel.
    La de Biafra fue demasiado horrible para sacarla a colación y jugar a la ironía.

    ¿Para cuándo en Jot Down un artículo sobre las chifladas, interminables y absurdas guerras (por pop, precisamente) de los 60’s?

    No sólo la del Vietnam, todas.

  17. Los españoles enviados a Vietnam fueron exactamente trece, no treinta.

  18. Muy buen artículo, esperamos la segunda parte!

  19. Muy buen articulo. Alguien sabe si M de John Sack esta publicado en España. Gracias y un saludo

  20. Perfecto. Sólo una crítica: puede resultar difícil seguirlo para alguien de menos de, digamos, 55 años que no haya leído bastante sobre el tema.
    ¿Para cuándo la continuación?

  21. F.Palomares

    Podría haber sido un buen artículo, el acercamiento al tema está bien. Pero contiene muchas incorrecciones, demasiadas. Si el autor va a publicar una 2ª parte haría bien en documentarse mejor y empezar con una fe de errores de la 1ª. Señalo algunos:
    – La operación Babylift comenzó el 3 de abril, no el 26, y no era la evacuación de personal sino de huérfanos. El C-5 se estrelló el 4, no el 26, no fue en la maniobra de despegue sino tras 12 minutos en el aire, y no murieron 234 niños sino 78 (más 35 personas del DAO y 11 tripulantes).
    – La operación de evacuación final no se llamaba Frecuent Wing sino Frequent Wind.
    – Ni la composición en tipos de buque de la Task Force 76 ni el número de helicópteros son correctos. No se tiraron al mar las aeronaves inservibles, sino los helicópteros de la VNAF para los que no había sitio.
    – La foto del helicóptero en la azotea no es en la Embajada (ni en la sede de la CIA, como dice Mon), sino en los apartamentos Pittman (22 Gia Long St.).
    – El del embajador Martin no fue el último helicóptero.
    – El Maddox sí que fue atacado el 2 de agosto, y no hundió ninguna de las 3 P-4 norvietnamitas. Lo que no ocurrió fue el supuesto ataque 2 días más tarde al Maddox y al Turner Joy.
    – En 1972 los F-100 no arrojaron ni una sola bomba.
    – El UH-1H era sólo uno de los modelos de Huey; en Vietnam hubo desde UH-1A hasta UH-1P
    – En Ia Drang (no La Drang) los americanos no ganaron una mierda.
    – El Teniente Coronel Sam Walker no estaba al mando (un coronel mandando una compañía? Ja!), sino que era el jefe de estado mayor de la brigada.
    En fin, y así bastantes errores más. Si el autor tiene interés en corregirlos, puede escribirme y se los relacionaré todos. Espero que mejore en la 2ª parte.

  22. muy interesante el articulo como todo lo que hay en jotdown..espero la 2da parte!
    p.d. es verdad lo que dice F.Palomares ?

    • F.Palomares

      Celso, compruébalo tú mismo, por ejemplo en wikipedia para simplificar: mete en Google «operation babylift», u «operation frequent wind» o «gulf of tonkin incident» o «battle of ia drang valley»… por cierto, en esta batalla (en la que participaron 3 batallones de la 1st Cavalry y no uno) se basaba la película CUANDO ERAMOS SOLDADOS, de Mel Gibson, bastante más mala que el libro del mismo título del Tte. Coronel Hal Moore, al mando del 1er. batallón del 7º de Caballería en la batalla.

  23. Un articulo increible tengo la piel de gallina.

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  26. Muy interesante artículo que inevitablemente me trae recuerdos. Recuerdos de mi padre, Angel C.Laría Martínez, natural de Vergara (Guipuzcoa). Aquel marzo en el que desembarcaban en Da Nang 3500 marines mi padre observaba el espectáculo desde la cubierta de uno de los buques de abastecimiento que fondeaban en la bahía. Nos describía de idéntica manera el talante y personalidad de gran parte de los reclutas con los que convivió en bares, lupanares y caminos de Da Nang (los soldados eran los que transportaban al personal civil a estos lugares). Pueblerinos, hijos de familias humildes, jóvenes y con ganas de disparar. En algún trayecto los marinos como mi padre que iban en camiones a buscar «juerga» por la zona comprobaban atónitos como el chófer del camión atropellaba sin ningún miramiento a algún campesino en la cuneta por el mero hecho de ser un «gook».
    Gracias por el artículo y gracias por hacerme recordar a mi padre.

    • Ana Ocegueda

      Hola Iñaki dónde puedo buscar a un tío abuelo veterano de Vietnam, sobrevivió y buscó a la familia en México pero nunca la encontró, el se llama David Oseguera que nació aprox. En 1936

  27. El artículo, a pesar de los errores es bueno para lo que es, una crónica americanocéntrica de la guerra de Vietnam, apenas se mencionan las tácticas del general Giap, las motivaciones verdaderas del pueblo vietnamita, la dimensión de guerra civil y/o guerra popular, sólo se habla de los norteamericanos, detallando todo lo que hicieron en la guerra mientras que sus aliados del sur de Vietnam y sus enemigos aparecen como personajes informes y anónimos. A los coreanos, Australianos y gente de otras nacionalidades que lucharon ni se les menciona. Es bueno, pero eso, americanocéntrico.

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  31. Es sorprende que en el ocaso de EEUU y con una UE en vías de entrega al mejor postor por parte de estos, la producción cultural le vaya a la zaga y aún haya quien tiene interés en los fantasmas de Vietnam. Americanocéntrico es poco. Es… démodé.

  32. Victor Drax

    Bárbaro artículo. Excelente.

  33. Lo de la única contribución de LBJ a Estados Unidos es un poco burdo, no? La Ley de Derecho al Voto, la Ley de Inmigración y Nacionalidad, la ayuda federal para la educación, las artes y las humanidades, Medicare y medicaid, viviendas protegidas…
    Ahora busquemos otro Presidente estadounidense con ese curriculum de forzar al Congreso a aprobar tantas normas y tan importantes.
    Sigo esperando…

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