Arte y Letras Historia

Aplaudamos a los intransigentes y matemos a los sensatos

Trasladando a detinidos tras la revolución de Asturias, 1934 (DP)
Trasladando a detinidos tras la revolución de Asturias, 1934 (DP)

¿Exagerado? Veamos lo que dice Gabriel Jackson en su libro La República española y la Guerra Civil:

Gil Robles hizo caer al gobierno en marzo por su negativa a aceptar la conmutación de las sentencias de muerte contra los dirigentes asturianos, la prensa monárquica lo alabó por su intransigencia. A principios de mayo la CEDA volvió a formar parte del gobierno, esta vez con el propio Gil Robles como ministro de Guerra, mientras los monárquicos le acusaban de traición por haber «aceptado» la república.

Bien. Vamos por partes… ¿Quiénes eran los dirigentes cuyas condenas Gil Robles no quería conmutar? ¿Peligrosos revolucionarios, asesinos despiadados de curas indefensos? No. Eran dos diputados socialistas que si se habían destacado en los sucesos de Asturias era por todo lo contrario, por su humanidad, por su moderación, por su prudencia. González Peña, como miembro del comité revolucionario que se formó cuando los mineros y obreros sublevados tomaron Oviedo, se encargó, con grave riesgo personal, de evitar las ejecuciones de detenidos, de tratar de convencer a sus camaradas de la necesidad de una rendición pactada (por lo que fue acusado de cobardía y casi condenado a muerte por sus propios compañeros) y de impedir que los mineros volaran la catedral con la dinamita que habían traído de las minas. Él mismo dijo en su defensa que «Había salvado la vida a cien guardias de asalto y guardias civiles» y era cierto, si bien pese a todo hubo algunos fusilamientos de curas y policías, pero muchos menos de los que la propaganda de derechas hizo creer. Teodomiro Menéndez había tenido un papel más reducido: su único delito había sido intervenir en la defensa y protección de los detenidos por los revolucionarios, logrando que algunos de ellos fueran trasferidos a casas particulares «en calidad de detenidos», pues pensó que allí estarían más seguros, como de hecho así era. Por todo esto el gobierno de Lerroux y Gil Robles (y sobre todo el tribunal militar que los juzgó) los consideraba tan peligrosos y culpables como el más peligroso y culpable de los revolucionarios. Para las derechas españolas no había ninguna diferencia entre intentar salvar a un cura o un policía, evitar incendios, destrucciones, violaciones y saqueos y hacer todo lo contrario. Ambos delitos merecían la misma pena.

Manuel Azaña (DP)
Manuel Azaña (DP)

¿Tan extraño es esto? No si consideramos que hasta quisieron meter a Azaña en el mismo saco, no si tenemos en cuenta la feroz campaña que se instigó contra él, no si tenemos en cuenta que el mismo director general de Seguridad anunció a los periodistas que «Azaña y su banda» habían huido a través de una alcantarilla que había en los sótanos de la Generalitat cuando, como bien dice Jackson, «Si el director hubiera comprobado con el policía que él mismo había designado para vigilar a Azaña, se habría enterado de que este no había ido a la Generalitat, y de haber consultado con la policía de Barcelona, se habría enterado de que tal alcantarilla no existía». Pese a todo Azaña fue detenido y acusado como colaborador en el fallido intento secesionista catalán, y también se le quiso acusar, sin ninguna prueba, de ser uno de los iniciadores de la revuelta asturiana y pasó varios meses en la cárcel. Y pese a todo, al núcleo duro de los monárquicos y la extrema derecha le pareció que en gobierno se había quedado corto en la represión de los mineros asturianos y que tenía que haber sido mucho más duro con socialistas, comunistas y catalanistas. Para ellos 1934 fue una oportunidad perdida de solucionar los problemas del país.

Los miles de mineros detenidos les parecían poco. Los cientos de fusilados les parecían poco. Los asesinatos, torturas y violaciones cometidas por los soldados de la Legión, por las tropas moras y por los guardias civiles les parecía una buena política, algo absolutamente necesario y justificable; y por eso el único acusado de torturas, un comandante de la guardia civil que era muy conocido por sus métodos sádicos de interrogatorio, fue trasladado por «insubordinación», pero no condenado por torturador; y por eso, también, el gobierno hizo la vista gorda cuando Luis Sirval, un periodista liberal de Oviedo, fue muerto a tiros en plena calle por un oficial del Tercio al que le habían molestado sus artículos. Durante todo el año siguiente, el gobierno aplicó la censura de prensa y amparándose en el estado de alarma los ayuntamientos de izquierdas, los jurados mixtos, la Generalitat de Cataluña y el Estatuto de Autonomía estuvieron suspendidos; pero a los que clamaban contra la república desde el ABC o desde los púlpitos de las iglesias esto les parecía poco. Y pedían a Gil Robles y a los diputados de derechas más contundencia contra los enemigos de la religión y de la patria. Y pedían más aún: pedían que se anularan todas las acciones del gobierno de Azaña, pedían (y conseguían) que no se llevara a término ninguna reforma agraria, que se paralizara la construcción de escuelas públicas, que no se realizara reforma fiscal alguna… Pedían que se volviera al estado anterior a la república, que se volviera a la monarquía y al poder omnipresente de la Iglesia, y cuando esto iba más lento de lo que esperaban o no se podía cumplir, entonces no tenían el menor reparo en acusar de traidores a sus propios dirigentes, que, dicho sea de paso, se desvivían por complacerles.

¿Todos eran igual de intransigentes en la derecha española? ¿Y en la izquierda, no había intransigentes en la izquierda?

José María Gil Robles (DP)
José María Gil Robles (DP)

Lo primero que hay que decir es que dentro del gobierno conservador, durante los años 1934-1935, hubo verdaderos intentos de mejorar la situación social y económica del país. Tenemos a tres ministros de derechas, Manuel Giménez Fernández, ministro de Agricultura, a Filiberto Villalobos, ministro de Instrucción Pública y a Joaquín Chapaprieta, ministro de Hacienda, que, cada uno en su campo, intentaron hacer reformas para sanear la economía (incluyendo mayores impuestos para los ricos, como por ejemplo Chapaprieta con los impuestos de herencia y transferencia), para aumentar el nivel cultural del país (con la continuación de la construcción de escuelas laicas municipales, en un país donde el analfabetismo aún era muy alto: el caso de Villalobos), y sobre todo para mejorar la calidad de vida de los campesinos españoles (el caso de Manuel Giménez, cuya ley de arrendamientos le valió el apelativo de «el bolchevique blanco»), pero estos tres intentos fracasaron muy pronto porque se tropezaron con el mismo muro: la hostilidad de los sectores más reaccionarios de sus propios partidos. ¿Resultado? No se hizo nada. O se hizo todo lo contrario… Los terratenientes obtuvieron más poder. La Iglesia continuó monopolizando la enseñanza. Los ricos siguieron sin aportar casi nada al erario público, y dejando que otros cargaran con el peso de un Estado que les beneficiaba enormemente. Luego, para matar dos pájaros de un tiro, utilizaron la excusa de la falta de recursos económicos para lastrar a las instituciones educativas que consideraban sospechosas, sobre todo las que tenían que ver con la Institución Libre de Enseñanza, como la Universidad de Madrid en Santander, las misiones pedagógicas o la facultad de Medicina de Madrid. Y cuando los campesinos andaluces se morían literalmente de hambre no tenía el menor reparo en gritarles «Comed república».

Pero dejemos que Jackson conteste a una de las preguntas fundamentales que cualquiera que investigue esta época tiene que hacerse:

Exceptuando ciertos matices, el gobierno de 1935 era descaradamente reaccionario. Se negó a la reforma agraria y dotaba miserablemente la educación pública. Devolvió sus propiedades a los jesuitas, favoreció al sector antirrepublicano del ejército, y se negó a aprobar impuestos que de alguna manera perjudicaran a los ricos. Su impopularidad y su carencia de programa le forzó a depender constantemente de poderes de excepción.

Y merece la pena detenerse un momento en las palabras que he remarcado…

Descaradamente. No es lo mismo hacer cambios, si bien demasiado ambiciosos y ingenuos, como los que pretendía Azaña en el primer gobierno republicano, pero al mismo tiempo muy respetuosos, tratando de ser lo menos ofensivo posible y de cumplir con la más estricta legalidad, que hacer una política violenta, hipócrita, ofensiva, cruel, insensible, y basada siempre en una posición de fuerza. Cuando Azaña quiso reducir el número de oficiales del ejército los jubiló con toda la paga, cuando quiso expropiar las propiedades de los jesuitas y las fincas agrarias de los terratenientes, lo hizo pagando indemnización, aceptando recursos legales de las partes contrarias y soportando por eso largos juicios, etcétera. En cambio, el gobierno de Lerroux y Gil Robles no anuló directamente la ley de Arrendamientos de su ministro de agricultura, sino que la enredó y retorció de tal forma, añadiendo cláusulas y términos legales confusos y utilizando toda clase de trucos y obstáculos ocultos, que al final la ley lejos de beneficiar a los campesinos llegó incluso a perjudicarlos. ¿No hubiera sido mejor anularla y en paz? Bien que actuaban directamente y sin máscaras en otros asuntos. Bien que destituyeron rápidamente a su autor, como también se quitaron rápido de en medio al responsable de la educación del país. ¿Qué pensaban, que con confundir a pobres campesinos analfabetos solucionaban el gravísimo problema del campo español?

De alguna manera. Al igual que ya le pasó a Martín de Garay, que intentó una reforma fiscal en tiempos de Fernando VII, las clases privilegiadas españolas no toleraban ninguna actuación que pudiera ir, aunque fuera levemente, contra ellos y su poderío económico. Por muy desesperada que fuera la situación económica del país…

Constantemente. Un gobierno que en todo momento se tiene que mantener con la fuerza es un gobierno débil. Tal vez aguante por un tiempo, pero si no resuelve sus problemas internos, más pronto o más tarde caerá.

Cartel electoral con José María Gil Robles (DP)
Cartel electoral con José María Gil Robles (DP)

…Y es un mal asunto, porque mientras no haya amenaza de una alternativa será muy difícil obtener concesiones Ni siquiera se logrará que los que han ceder se avengan a negociar. No tienen por qué. Hoy, el nivel de protesta es controlable: basta la policía. No hacen falta concesiones.

Decía Josep Fontana en una reciente entrevista en El País. Así que si es suficiente con la violencia el gobierno no hace nada, y si el gobierno no hace nada el problema no se soluciona, solo se alarga. La República, a la altura de 1935, tenía la cabeza en la guillotina, y todos contenían la respiración. Cada vez había más gente desencantada, cada vez habían más discursos incendiarios, provocadores, intransigentes con la boca llena de insultos y mentiras y público aplaudiendo y pidiendo más a gritos (y esto en los dos bandos, recordemos el caso de Indalecio Prieto y el contrabando de armas en Asturias). Y ya se sabe. Si el público pide la cabeza del gladiador, el gladiador pierde su cabeza. Y al final todos perdieron, los que tanto temían la revolución la acabaron provocando, los que esperaban impacientes la revolución perdieron su oportunidad, su única oportunidad (otra cosa es si a largo plazo era viable una revolución en España) y lo pagaron amargamente, y los que querían beneficiarse de todo este revuelo, los que querían pescar en aguas revueltas, acabaron perdiendo el pez, la caña y el permiso de pesca. ¿Para qué le sirvió a Alfonso XIII el dinero que le mandó a Franco al principio de la guerra? ¿Pensaba que Franco iba a hacer el trabajo sucio por él, como antes había sucedido con Primo de Rivera, con el almirante Aznar, con el general Berenguer, o como los legionarios de Yagüe en el 34? Si es así poco conocía a Franco.

¿Era ya inevitable la guerra en el 35, en el 34, en el 31 incluso? No lo sé. Lo que sé es que algo se convierte en inevitable cuando los que lo pueden evitar no lo evitan. Y luego no vale lo de Fuenteovejuna, porque los habitantes de Fuenteovejuna, como todo el mundo, tienen nombre y apellidos. Y como dice el gran Orwell, «algunos animales son más iguales que otros». Quizá ya es hora de ir desgranando nombres…

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31 Comentarios

  1. Pingback: Article | apuntshistories

  2. Buen articulo, da miedo ver las similitudes cona actualidad. Un detalle, cabe destacar que como en Cataluña, lo ocurrido en Asturies también fue una intentona secesionista de carácter socialista y no sólo una ‘revolución minera’.

    • En Asturias no hubo ningún intento secesionista. El objetivo declarado de los líderes de la revolución asturiana era «marchar sobre Madrid».

      • Alex Maladroit

        Bueno, tú lo niegas, yo reconozco la ‘República de Obreros y Campesinos de Asturias’ como un elemento secesionista. Es decir, pretendían establecer una República diferenciada de la ‘Española’, para desde ahí, extenderla a toda la Península.

        Ahora bien, en esa República Asturiana, sí que no había un fuerte carácter nacionalista, no por la ausencia del reconocimiento social y cultural de la nación asturiana, sino porque se trataba de una revolución de clase y no un levantamiento nacionalista de tipo burgués.

        Nunca entenderé muy bien el ansia de modificar la historia, o al menos la necesidad (y necedad) de alterar según qué pasajes.

        • ¿Asturias es o fue una nación?

          • Cide Hamete

            Sí, la primera nación cristiana de la Península ibérica en lucha contra el opresor moromierda.

            Deberíamos definir primero la palabra «nación», pues creo que por nuestra educación de fines del s. XX estamos totalmente influenciados por la Revolución Francesa.

  3. francisco rodríguez cao

    Eso, eso…empecemos a dar nombres, que algún apellido quedaría temblando. Todos eh!!!

  4. A ver, ¿este artículo trata de 1930 y pico o de 2010 y pico? Es que estoy confuso.

  5. David Fdez

    Me parece de una falta de seriedad total utilizar únicamente a Gabriel Jackson como fuente para un trabajo que trata sobre un periodo tan hipertrillado por la historiografía como este. Y la pregunta retórica «¿Y en la izquierda, no había intransigentes en la izquierda?» es de traca. Se conoce que el autor no ha oído hablar el autor del «Lenin español»… o acaso le parezca un ejemplo de progresista democrático.

    Por lo demás, la censura de prensa la aplicaron las izquierdas a placer mientras gobernaron, y Azaña, uno de los políticos más sectarios y aprendices de brujo de la época, SI ESTUVO IMPLICADO en el golpe de Estado del 34 (pues no fue otra cosa).

    • alfonso vila

      ¡Hombre! Por fin… Ya estaba yo pensando… ¿Pero bueno, es que nadie se va a meter conmigo? Si uno escribe sobre un tema tan sensible como éste y nadie le critica es que algo ha hecho rematadamente mal…
      Bueno, ahora en serio… De lo de Azaña y el golpe de estado y el «Lenin español» y todo lo demás no voy a decir nada, porque es evidente que está escrito desde un punto de vista político e ideológico y no histórico, y cada uno es libre de pensar lo que quiera. Lo que si voy a argumentar brevemente (y para darte la razón en parte) es el hecho de citar, como tú bien dices, casi exclusivamente, una fuente historiográfica (que no histórica, y esta distinción es importante, me hubiera gustado aportar documentos históricos pero esto no sería un artículo de una revista cultural sino una tesina o un trabajo de investigación universitario, y no era eso lo que yo pretendía aquí). Y por ahí van lo tiros de mi postura… Normalmente utilizo varios autores, pero en este caso, de todos los autores que han tratado el tema, y de todos los libros que hay sobre el tema, me ha parecido que el de Jackson era suficientemente serio, y sobre todo suficientemente breve, claro y directo, como para apoyar el peso central de artículo en él. Ahora bien, si no te convence Jackson, cuyo libro, aunque ya un poco viejo, a mí me parece que no tiene desperdicio, te puedo dar una breve lista de otros autores que tal vez te gusten más (o tal vez no te gusté nada lo que dicen, pero deberías leerlos, al menos eso creo yo). Y ya digo, «breve lista», porque hay muchísimos libros sobre el tema…

      • MALERBE, P. y otros: La crisis del Estado: dictadura, república, guerra (1923-1939). Vol. IX de la Historia de España dirigida por Manuel Tuñón de Lara. Barcelona, Labor, 1984.
      • PRESTON, Paul: Revolución y Guerra en España (1931-1939). Madrid, Alianza Editorial, 1984.
      • JACKSON, Gabriel: La República española y la guerra civil. Barcelona, Crítica, 1976 (última edición: Barcelona, RBA, 2005).
      • JACKSON, Gabriel: Entre la Reforma y la revolución, 1931-1939. Barcelona, Crítica, 1980.
      • MORADIELLOS, Enrique: El reñidero de Europa: las dimensiones internacionales de la guerra civil española, Barcelona, Península, 2001.
      • MORADIELLOS, Enrique, La Guerra civil, Madrid, Marcial Pons, 2003.
      • THOMAS, Hugh: La Guerra civil española, Barcelona, Crñitica (varias ediciones)
      • TUÑÓN DE LARA, Manuel y otros: La Guerra Civil española. 50 años después. Barcelona, Labor, 1985.
      • VILAR, Pierre: La Guerra civil española, Barcelona, Crítica, 1986 (última edición: 2004).
      • CAMPOAMOR, Clara: “El voto femenino y yo” (autobiografía). Ediciones La Sal, Barcelona, 1981 (primera edición de 1936).
      -PAREDES, J. (Coord.): Historia contemporánea de España, S. XIX-XX, Barcelona, Ariel, 2004.
      -MORADIELLOS, Enrique: La España de Franco, Madrid, Síntesis, 2000.
      -CARR, Raymond, La época de Franco, Madrid, Espasa Calpe, 2007.
      -MARÍN, J.; MOLINERO, C. María y YSÀS, P., Historia política 1939-2000, Madrid, Istmo, 2001.
      -PRESTON, Paul: Franco, caudillo de España, RBA, Barcelona, 2005 (1ª edición: 1994).
      -PRESTON, Paul, Franco: el gran manipulador, Barcelona, Ed. Base, 2008.
      -PAYNE, Stanley: El régimen de Franco (1936-1975). Madrid, Alianza Editorial, 1987.
      -PAYNE, Stanley: El primer franquismo, 1939-1959. Historia de España Historia 16 Vol. Nº 28. Madrid, 1997.
      -TUSELL, J.: La España de Franco. Madrid, Biblioteca Historia 16 nº1, 1989.
      -TUSELL, J.: Manual de Historia de España. Vol. 6. Siglo XX. Madrid, Historia 16, 1990.
      -GONZALEZ, Manuel-Jesús: La economía política del franquismo (1940-1970). Madrid, Tecnos, 1979.
      -NADAL, J.; CARRERAS, A. (Coord.): La economía española en el siglo XX. Barcelona, Ariel, 1987.
      -TAMAMES, Ramón: Estructura económica de España. Madrid, Alianza Universidad, varias ediciones. (Hay un resumen con muchas ediciones bajo el título Introducción a la Economía española, Alianza Editorial).

      PD.: Como puedes ver he puesto algunos del Franquismo, porque no se puede entender este periodo sin el periodo inmediatamente anterior y por eso mismo muchos libros que tratan de Franco empiezan hablando de la Segunda República. Y por si tienes curiosidad te diré que esta es una lista resumida de los libros que se suelen utilizar hoy en día para la preparación de oposiciones al cuerpo docente y para la elaboración de las unidades didácticas de secundaria y de Bachillerato. Y sí, ya sé que no están los de Pío Mora o los de Cesar Vidal, pero qué se le va a hacer… cuestión de gustos…
      De todas maneras, reitero que no pretendo convencerte sobre lo de Azaña y todo lo demás, sólo me gustaría que tuvieras una visión un poco más amplia del tema, que nunca viene mal.
      Gracias por leerme.

      • alfonso vila

        Perdón… en «gusté» sobra la tilde, obviamente. Y por cierto, no sé si tú has oído hablar de Angel Pestaña, que encabezaba una corriente anarquista muy poco conocida y valorada, desde mi punto de vista, y que se merece un artículo él solito. Esto como un ejemplo, el primero que se me ocurre, de lo mucho que se podría profundizar y alargar este tema… Pero eso lo dejo para otra ocasión…

      • David Fdez

        Gracias por el comentario tan extenso pero no cambio una coma de lo que dije, ni necesito que se me recomiende bibliografía sobre el tema. Solo añado que:

        1) no se trata de que «cada uno sea libre de pensar lo que quiera», sino de si determinados debates se pueden considerar ya zanjados o no

        2) achacarme que he dicho cosas desde un punto de vista ideológico tiene su guasa, después del artículo que has escrito. Solamente el párrafo que empieza con «los miles de mineros…» ya es un ejemplo bien sobrado de «escritura ideológica» que puede mover a un lector poco avisado a pensar, p.ej., que solamente la derecha usó la censura de prensa, cuando la izquierda la empleó todo lo que quiso y más. Das la impresión de que la reacción de las derechas en el poder fue completamente desproporcionada, omitiendo toda referencia a las violencias de los revolucionarios, más allá de la sibilina frase: «hubo algunos fusilamientos de curas y policías, pero muchos menos de los que la propaganda de derechas hizo creer», que deja la impresión de que ¡fue peor la propaganda, que los fusilamientos!

        3) tu manera de despreciar las obras de Pío Moa y la justificación (supongo que irónica) en que se trata de una pura «cuestión de gustos» solo revela frivolidad. Pero cualquiera que se prive de leer la trilogía que publicó este señor en Encuentro hace 15 años se está haciendo un flaco favor, y si es tu caso, pues… con tu pan te lo comas. Allá tú con tu «visión amplia»

        • alfonso vila

          Esperaba una respuesta así y me parece coherente lo que dices, no voy a negarlo. Por desgracia no me he leído todos los libros de Pío Mora ni de otros autores porque no tengo tiempo material de leer todos los libros del mundo, así que a veces recurro a la opinión de otras personas que yo considero autoridades en la materia, pero sí, debería leérmelos TODOS para poder hablar con pleno conocimiento de causa. Y no voy a decir que los considere poco interesantes, pero sí adolecen (junto con, por ejemplo, innumerables biografías y libros temáticos que se han escrito sobre esta época, de «cierto rigor científico» o como lo quieras llamar). Ahora, que yo me fie de algunos catedráticos de universidad, por ejemplo, más que de Pío Mora (en el fondo todo mi saber sobre este tema viene de los libros y los documentos, esa época no la viví yo) o de Cesar Vidal no quiere decir que no piense que estas personas sean absolutamente objetivas. Nadie lo es. Y yo ha he dicho en otros artículos que nunca he pretendido serlo. Ni tampoco pretendo gustar ni mucho menos convencer a todo el mundo. Pero si 20 historiadores dicen una cosa (por ejemplo que los fusilamientos de curas y policías fueron hechos esporádicos) y un señor, sin aportar un gran respaldo documental, dice lo contrario, yo me inclino a creer a los 20 historiadores. Y así con todo. Y eso pese a saber que la historia se debe ir revisando y rehaciendo constantemente, pues siempre pueden aparecer documentos nuevos y además cada época tiene sus «preferencias» y sus «defectos» y a la verdad absoluta no se llegará nunca. Pero hay que intentar aproximarse.

        • Usar como fuente de autoridad al exterrorista y desde luego no-historiador Moa quita toda validez a un argumento.

      • Otro Luis

        Se te ha olvidado citar el excelente libro de Preston «El Holocausto Español», donde queda más que claro hasta qué punto la represión franquista (durante la guerra civil y después) no fue más que pura guerra de clase, para seguir teniendo bien sujetos a los pobres.

        • alfonso vila

          Pues sí. No está. Y el de Carrillo tampoco, para ser justos. Los tenía en mente, pero hay tantos…

      • Cide Hamete

        Como todo es cuestión de gustos, yo eliminaría a Moradiellos (me cae mal el hombre, lo siento). Y echo en falta a Angel Viñas (especialmente el de la primera época, años 80).

  6. David Fdez, tu réplica primera estaba bien: por supuesto que hubo censura en prensa bajo el gobierno de los partidos de izquierda: aporta datos, cita a autores respetables que lo corroboren… Pero si intentas usar como apoyo argumentativo a Pío Moa o César Vidal pierdes credibilidad, lo siento (yo tampoco he leído toda su obra pero sí lo suficiente para saber que son unos sinvergüenzas que simplemente se dedican a extender falacias que le interesa creer a una derecha que sabe que sus abuelos obraron mucho más rastrera y miserablemente (incluso) que el bando contrario y que ahora necesitan lavar su conciencia).

    • Blackkader

      Pio Moa y menor medida pero también Cesar Vidal no pueden ser considerados historiadores, sus opiniones apenas están basadas en fuentes comprobables, Moa no consulta un archivo, no acude a fuentes, su obra es opinión no sustentada por nada demostrable o comprobable.

  7. Pingback: Aplaudamos a los intransigentes y matemos a los sensatos – por Alfonso Vila Francés

  8. Cuando el caudillo murió hace casi 40 años (que se dice pronto), los franquistas corrieron a darse un barniz de respetabilidad y le decían a quien quisiera oirlo que ellos ya hacía años que pensaban que el régimen tenía que cambiar y que no era normal que no hubiera habido una mayor apertura democrática, de la que ellos eran fervientes defensores, que nos acercara a nuestros vecinos europeos.
    Como los rojos habíamos perdido la guerra, al menos, nos quedaba el consuelo de la superioridad moral. El convencimiento de que en aquella película, los amigos de Hitler eran los malos, y por tanto aquí habían perdido los «buenos».
    Hete aquí que con el pasar de los años, y dado que siguen controlando el cotarro sin ningún problema (y bien que nos están apretando el cilicio últimamente) se ve que han decidido, que no les vale con el relato de las cosas. Y que ellos no hicieron nada malo. O al menos nada peor que lo que hiciera el otro bando. Y para eso se buscan lacayos como el citado Moa, o el ínclito Vidal, capaces de reescribir lo que haga falta y de decir sin que se les mueva un pelo que el golpe del 36 y la guerra de aniquilación que le siguió fue inevitable, y que la culpa de la situación fue de la República. Y hay sectores (se puede ver por aquí)donde el discurso cala. Y uno va teniendo una edad y hay cosas con las que nos está dispuesto a tragar.
    No es decente, y explica a las claras la catadura moral de una sociedad (los respaldan millones de votos), que un país esté gobernado por la única derecha europea que no ha renegado de sus conexiones, históricas, hereditarias, con la ultraderecha de los años 30 y 40 del siglo pasado.

  9. Dice que va a hablar de los extremismos intransigentes, y sólo habla de los de un lado. Se pregunta a sí mismo si no había intransigentes en el otro lado, y se responde no mencionando ni uno.

    Bueno, como el propio autor reconoce, esto no es un trabajo de historia, sino un simple artículo de revista. Y luego nos largarán soflamas sobre la crisis del periodismo…

    • alfonso vila

      Indalecio Prieto…

      Pero más que hablar de los intransigentes de la izquierda (que los había tantos como en la derecha, pero son muy conocidos, como por ejemplo la Pasionaria, autora de una atroz frase: «mejor matar a diez inocentes que dejar libre a un culpable»), me ha parecido más interesante hablar de los políticos que dentro de la derecha, y dentro de una derecha especialmente reaccionaria, se atrevieron a ser un poco menos reaccionarios, menos intransigentes y más sensatos que sus compañeros de fila. Estoy harto de oír cosas tipo «eran todos unos fachas», y no, había unos más «fachas» y otros menos y el caso de Manuel Giménez Fernández me parece muy interesante y aún poco conocido. Esa era una de las líneas argumentales del artículo…

  10. Y por cierto, queda también muy propio de artículo de revista el hecho de presentar una larga lista de autores, para demostrar las fuentes que se han utilizado… que se han utilizado para decir sólo lo que se quiere decir, ignorando lo que pueden decir esos autores sobre la intransigencia contraria, por ejemplo. Entonces nos acogemos al derecho de cribar las citas, para silenciar lo que no nos interesa que digan.

    Que guay, ¿verdad?

    • alfonso vila

      No te preocupes, lo de la bibliografía no va por ti. A ti no te hace falta. Pero si alguien tiene verdadero interés en conocer a fondo este tema le recomiendo que se lea algunos de los libros que he citado, especialmente autores extranjeros, tienen menos prejuicios y se ciñen más a los hechos. Y si tienen que poner verde a alguien pues lo ponen, sea del bando que sea. Por eso a veces es más cómodo leer a los de «casa», o no leer absolutamente nada, no sea que tengamos la tentación (¡¡qué horror!!) de pensar que no lo sabemos todo y que podemos (¡¡oh, no!!) estar equivocados en algo…

    • Cide Hamete

      Esto tiene fácil solución. Escribe tú un artículo usando la bibliografía que consideres oportuna. Publícalo y opinaremos.

  11. Sólo añadir una obra más a la gran bibiliografía citada por Alfonso Vila; una que nos muestra bastante bien la intransigencia de los Hunos y de los Hotros: Del Rey Reguillo, Fernando. Palabras como puños (Tecnos, 2011)

    Salud.

  12. Vamos a ver…, este Sr. Gil Robles fue un redomado fascista que apoyo al bando franquista además de subvencionar económicamente al general Mola…, que se puede esperar de él, nada.

  13. Cuando un partido político gana las elecciones y forma gobierno, lo normal es que cumpla su programa político, y no el de la oposición. Está legitimado para ello. Tiene un mandato democrático.

    Así, a los gobiernos en los que colaboró la CEDA se les puede culpar de tener mano dura. Se puede condenar más la mano dura del lado derecho que la del lado izquierdo. Se puede incluso creer que tanta mano dura para con los cómplices de un golpe de estado antidemocrático es algo en sí antidemocrático.

    Pero anular las acciones del gobierno anterior es LO NORMAL en una democracia, pues la misma justificación democrática tiene un gobierno que el siguiente. Paralizar la construcción de instituciones cuyo objetivo manifiesto es propagar la ideología contraria es LO NORMAL si son instituciones que se pagan con cargo al presupuesto. Al menos lo era cuando se trataba de expropiar las escuelas de la Iglesia para crear centros de adoctrinamiento izquierdista o cerrarlas directamente. No realizar reforma fiscal alguna si no se lleva en el programa y no se considera necesario ni bueno ni deseable es LO NORMAL. Lo mismo para la «reforma agraria».

    A ver si democracia va a significar «pueden mandar los de derechas pero mientras hagan exactamente lo que dicen los de izquierdas»

    • alfonso vila

      Te recuerdo la frase de Maura: «hay que hacer la revolución desde arriba para evitar que la hagan desde abajo». Y no se puede decir que Maura fuera de izquierdas…

  14. Alberto González García

    Muy muy relacionado con este otro artículo de JotDown:
    http://www.jotdown.es/2013/10/asturias-octubre-1934/

    Para mí, a España le ha faltado una Ilustración y le han sobrado curas.

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