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Pedro Vera: «Bud Spencer ha sido un hombre del Renacimiento»

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Su aspecto físico es más parecido al del señor de Murcia de Ninette que al del iconoclasta gamberro que podría adivinarse leyendo sus páginas. Claro que Pedro Vera (San Pedro del Pinatar, 1967) es un señor de Murcia, pero también es el creador de algunos de los personajes más carismáticos que nos ha dado el tebeo español contemporáneo. Es el padre de Nick Platino, detective de lo oculto y lo astral; así como el acuñador y principal ideólogo del término ranciofact, neologismo que sirve como detector cachondo de la pereza intelectual y social. Con todo, sus hijos más famosos son los mellizos Ortega y Pacheco, una pareja de cenutrios que, desde 1995 en La Opinión de Murcia y del 98 hasta 2012 en la revista El Jueves, combatieron en su particular revolución garrula contra la impostura y la imbecilidad de lo moderno, lo chic y lo guay. Se considera un gran aficionado al cine, hasta el punto de afirmar que su contacto definitivo con el cómic americano fue gracias a la adaptación que hizo Jack Kirby de 2001: Una odisea del espacio. Dibujante, historietista, humorista gráfico; llámenle como quieran, él se conforma con hacerles reír.

Creces leyendo tebeos de Mortadelo y cómics de superhéroes, además de las revistas Rufus y Vampus. ¿Cuál es tu formato?, ¿tebeos?, ¿cómics?, ¿historietas?, ¿eres humorista gráfico?

Yo intento hacer reír dibujando. Hay mucho erre que erre con esto del formato; la mayoría de la gente que no es aficionada, por ejemplo, los periodistas del ramo general, hablan de viñetas, cosa que a los dibujantes nos toca un poco las narices. Nos dicen: «eres viñetista», lo cual es rizar el rizo.

Ahora se ha puesto de moda reírse del concepto de novela gráfica, y a mí me parece ya un poco rancio. Cada vez que alguien habla de novela gráfica, aparece la mueca y la risita, y la verdad es que no sé por qué; llámale como te dé la gana. También hay otra respuesta típica de mi generación: «Yo soy dibujante de tebeos, ¿qué es eso de cómics?», que parece servir para que la gente antigua se reivindique.

¿No es un orgullo decir «soy dibujante de tebeos»?

Sí, queda muy varonil, muy español, pero me parece un poco rancio. En último caso, lo que hago es humor dibujado.

Es decir, que te consideras sobre todo humorista.

Sí, la intención es hacer reír, conseguir que la gente se ría. Es algo que llevo intentando desde el principio; empiezo a dibujar a los diez años en los recreos de clase. Junto a Garcerán, un compañero del colegio, nos dedicábamos la hora del recreo a hacer tebeos de risa, y cuando terminaba, los íbamos pasando por los pupitres y la gente se descojonaba.

Hacíamos de todo, sobre todo tirábamos de las influencias que teníamos nosotros; no había Internet así que parodiábamos series y programas de televisión. Por ejemplo, hicimos disparates del calibre de una versión en cómic pornográfico sobre El hombre y la Tierra; aparte del sexo más o menos gratuito, mezclábamos a Félix Rodríguez de la Fuente con animales, brujas, personajes inventados y hasta nosotros mismos aparecíamos en algún cameo. También hicimos una versión porno de Los gozos y las sombras. Fíjate si éramos pequeños que no sabíamos ni cómo era follar; yo dibujaba a Cayetano, que interpretaba Carlos Larrañaga, ensartando a seis o siete chicas a la vez, como si jugase al «churro, mediamanga, mangotero», cosa que tiempo después descubrimos que era físicamente imposible.

También parodiábamos Dallas, que era el culebrón que se veía entonces, estamos hablando de finales de los setenta y principios de los ochenta; aún no habían llegado los culebrones sudamericanos. Y siempre tomábamos partido; mi amigo Garcerán se pedía a J. R. y a mí me tocaba su enemigo mortal, el marido de Sue Ellen… no recuerdo ahora el nombre.

Creo que el enemigo mortal era el marido de Pamela, pero tampoco me acuerdo. [Nos referíamos a Bobby Ewing].

También hicimos Los Ángeles de Charlie, y esa sí que fue una versión totalmente porno. Recuerdo que al acabarla, no nos la llevamos a casa, sino que la ocultamos detrás de la pizarra. Puede que allí esté todavía y un día la señora de la limpieza separará la pizarra y aparecerá esa cosa ahí detrás.

Eso puede ser un verdadero incunable.

Sí, algo como el Necronomicón.

Luego en el instituto, ya era más mayor y di un salto de calidad. Por ejemplo, dibujaba a color, con rotuladores Carioca, pero a color. Y llegué a hacer un cómic de sesenta páginas. No he dibujado algo tan largo en mi vida.

Parece que la novela gráfica, pese a que ahora se mire con un poco de sorna, es uno de los elementos principales en la revitalización del cómic como medio, desde Will Eisner hasta Alan Moore, pasando por el cómic europeo. Tu formato en general es el de una o dos páginas, pero ¿te verías capacitado de hacer una novela gráfica?

Sí, claro.

¿Con un guión continuo o como hacía Ibáñez, que no era más que una adición de historietas cortas con un hilo común?

No, no, sería un guión totalmente cerrado. Tengo pensado hacer una novela gráfica de este tipo, pero no sé si la llegaré a hacer alguna vez. De hecho, los pasotes de dibujo más largos que me he pegado no han sido haciendo cosas de humor, sino tebeos que dibujaba por puro placer para mí. Recuerdo que durante un verano entero, que tuve que cuidar la casa de un tío mío y me pasaba las tardes allí solo, dibujé ochenta páginas a tinta china aguada: mi versión particular del Nosferatu de Murnau. Ochenta páginas y cero humor. Me da hasta vergüenza cuando abro un cajón de mi casa y aparece allí dentro.

Te iba a preguntar si en algún momento ibas a dibujar algún tebeo serio, pero veo que ya lo has hecho.

Pues fíjate que lo volví a hacer. Estaría ya en primero de carrera, cambié de piso, cambié de compañeros y conocí a un nuevo guionista, Ginés. Este hombre era muy dado a escuchar boleros, tangos, Edith Piaf y toda esa mandanga; y siempre estaba con historias tormentosas, muy de boleros. Me escribió un par de guiones sobre un torero con un amante homosexual… todo muy trágico. Parecía una película…

Una película de Almodóvar.

De Almodóvar, sí, aunque era un poco cutre, la verdad. Los dibujé con mucho cuidado, a color y todo; hicimos dos tebeos así. Hasta que un día le dije: «Ginés, por aquí no vamos bien. No me estoy sintiendo cómodo».

Entonces él empezó a pillarme el tono, que era el del humor más o menos rápido e inmediato. Me traía los guiones no solo escritos, sino dibujados; y yo me descojonaba. Eran muñecos de palotes, como los de Cuttlas, pero a mí me hacían mucha gracia. Es que yo siempre he preferido algo que me hiciese gracia a ese tío que se tira días dibujando a Conan y cosas abigarradísimas de capa y espada, que se cree que es la hostia dibujando, y el pobre es para matarlo. No se trata de las horas que le eches al dibujo, sino del efecto que consigas.

Ginés era muy farragoso escribiendo, y yo me tiraba más tiempo intentando sacar los bocadillos de sus textos que en dibujarlos, porque no incluía diálogos. Además, es que escribía en cualquier sitio; en servilletas de bar, en los folios de la academia de mecanografía… yo le decía: «¿Pero qué me traes hoy?». Nos queríamos mucho.

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¿Estás al tanto del cómic que se hace en España y en el mundo en estos momentos?

A mí me llegan rebotes, perdigonazos, sobre todo por la gente que conozco, que me recomienda cosas para leer. Depende de quién lo haga, indago sobre ello o paso totalmente de la recomendación.

Lo decía porque con el advenimiento de Internet, parece que hay una explosión de dibujantes que publica y autopublica tebeos y fanzines, sin necesidad de una editorial ni de un papel.

El papel sí ha muerto, aunque siempre hay nostálgicos; yo sigo recibiendo en casa fanzines de papel, pero ojo, en un papel cuché y satinado con doscientos mil gramos.

Fanzines de ricos.

Fanzines de ricos, pero con un contenido muy pobre [risas]. Pero bueno, son unos románticos.

Tengo una teoría, a ver: yo empiezo a despuntar en los noventa, pero considero, desde mi ignorancia, que los noventa fueron un erial creativo.

¿En España concretamente o en todo el mundo?

Yo creo que en todo el mundo. Recuerdo que, de lo que me llegaba, siempre decía: «no me gusta, no me gusta, no me gusta». Iba al kiosco con dos mil pelas y me volvía con mil quinientas porque no encontraba en qué gastarlas.

Por ejemplo, quizás voy a decir una burrada, pero mi amigo Enrique Walter el uruguayo, me recomendó una vez a Groo.

El de Sergio Aragonés.

Sí, el de Aragonés. Me dijo: «Tienes que leer a Groo porque es buenísimo, Groo»; y yo me compré un tebeo que me costó un pastón, de tapa dura y toda la hostia. Lo leí y le dije: «Enrique, pero menuda puta mierda me has recomendado».

En general, leo cosas de un modo más o menos casual, pero estoy descubriendo que ahora mismo hay una cantidad de talento brutal, pero brutal; es que salen de debajo de las piedras. En dos días nos ponen a todos en la calle.

Hemos quedado en que lo que te gusta es hacer reír, así que vamos a hablar un poco del humor. Un #ranciofact muy habitual es el que dice que «el alimento de los artistas es el aplauso del público». ¿Cómo es el feedback que recibes? ¿Te sientes orgulloso cuando la gente se ríe con tus historietas o te da un poco igual?

Aunque algunos digan que les da igual, a nadie nos da igual. De hecho, vivimos de nuestros lectores.

Con todo, creo que lo del feedback con el lector es un poco engañoso. Ahora mismo, obtenemos la mayor parte de nuestro feedback a través de las redes sociales, y en nuestras redes sociales tenemos gente afín a nosotros.

A los afines o a los que te odian.

Bueno, yo tengo que decir que los que me odian o son mudos o tienen muñones y no pueden teclear.

¿No hay trolls que te insultan y te gritan «gilipollas»?

Pues la verdad es que no. A ver, en Twitter y en las redes sociales yo intento ser una persona educada y civilizada; no soy un personaje de mis tebeos. Si eres educado y no buscas los fregaos, no tienes por qué tener a gente que te odie y te salte a la mínima. Yo soy así, hay otros que no. Hay gente que si lees el 90% de sus tweets, ves que su intención es exclusivamente provocadora y están escritos para incendiar.

Gente a los que se los ha comido el personaje.

Sí, claro. Y sobre todo los que escriben desde el anonimato y no aparecen con su nombre y apellidos. Yo prefiero ser Pedro Vera y ser un tipo educado en lugar de, yo que sé, El Tocacojones Rojo y escribir burradas.

Sí, la red a veces produce verdaderos monstruos.

E incluso así: una tuitera muy conocida es Señorita Puri. Su forma de escribir en Twitter es humorística, ácida, a veces un poco bruta; pero con todo, sabe hasta dónde tiene que llegar. Cuando se nos ocurre una barbaridad terrible, nos mandamos un mensaje privado y soltamos burradas que incluso ni nos hacen gracia, pero nos descojonamos igual. A lo mejor nos gustaría poderlas soltar en público, pero entendemos que cada circunstancia pertenece a un determinado círculo.

Hay humoristas que son graciosos en su trabajo, pero no en su vida cotidiana. ¿Te consideras un tío gracioso? No digo como creador, sino como persona.

No me considero un tío serio.

¿La gente te exige que seas gracioso?

No, lo cierto es que no hay mucha confusión con mi personalidad. Suele haberla en mi aspecto físico porque cada uno me pone la imagen que se ha formado. Me lo llevan diciendo desde la noche de los tiempos; cuando me conoció Guillermo [Guillermo Torres, dibujante de El Jueves], me dijo: «Te imaginaba como un heavy lleno de tachuelas, pero ahora que te veo con cara de seminarista, me cuadra mucho más; eres muy hijo de puta».

Pedro Vera para Jot Down 2

Publicas semanalmente: ¿sientes la presión de ser gracioso cada semana?

Claro, claro. Yo ahora hago los #ranciofacts, pero cuando empecé la serie, me dijo Mayte [Mayte Quílez, directora de El Jueves] que no podía hacer solo una enumeración de situaciones rancias, sino que tenía que hacer reír. No puedo decir: «esto es rancio» y esperar que eso sea gracioso, tengo que desarrollar un cierto número de gags, ya sean visuales o con el texto, pero el lector se tiene que reír. Vale que hay situaciones que son rancias y graciosas en sí mismas, como las bodas o las comuniones, y con dibujarlas y contarlas ya vas a hacer reír; pero la mayoría de las veces tienes que esforzarte en encontrar la parte graciosa.

De hecho, considero que algunas de las mejores páginas de Ortega y Pacheco son las que dibujé en su último año porque me esforcé al máximo para hacer reír, que fuesen buenas y que molasen.

Ahora estoy disfrutando mucho más con lo que hago, de verdad; y eso que tardo más tiempo en hacer cada página, porque aparte de usar color, le doy más vueltas a lo que dibujo. Pero no estoy sufriendo como el último año de Ortega y Pacheco, porque sé que Ortega y Pacheco no eran consistentes, y yo lo reconozco; una semana eran muy buenos y luego dos o tres semanas eran peores. También es normal, porque después de más de quince años dibujándolos semanalmente, me acababa costando plantear una historia con nudo y desenlace, sentía que se me habían agotado un poco, que me costaba sorprender. Ahora estoy mucho más relajado y sé que la serie va bien. Sé que estoy siendo gracioso y no reparo tanto en la presión de serlo.

En muchos tebeos de Mortadelo y Filemón, Ibáñez se dibujaba a sí mismo como un esclavo encadenado al tablero de dibujo y con la hora de entrega para el día anterior. ¿Sientes esa presión física de tener que entregar tus páginas cada semana?

Bueno, todo el mundo sabe la historia de Bruguera, eso era prácticamente como la plantación del Massa Moore [se refiere a Tom Moore, el capataz de la plantación donde vivía Kunta Kinte], y el mismo Ibáñez ha tenido que pelear hasta el último momento por los derechos de sus personajes.

Pero dejemos aparte historias del Medievo. Yo creo que cada uno tiene que ser autodisciplinado; yo puedo estar tocándome las narices y saliendo por ahí, pero tengo mi día de entrega y me tengo que organizar para cumplirlo. Eso sí, también te digo que casi todos trasnochamos; y que si tienes hijos y tienes que levantarte para llevarles al colegio, entonces es la mierda, pero la mierda. Y si trasnochas, te jodes, porque vas a tener que llevarlos al colegio por la mañana te pongas como te pongas.

Lo malo de trabajar en casa es que te acabas entreteniendo, te acabas enredando. Yo no tengo la máquina de café ni puedo charlar un rato con mis compañeros. Mi café es Twitter.

Lo malo es que luego te acostumbras a trabajar en casa y te cuesta mucho más salir a la calle. Acabas pidiendo comida china solo para que te traigan también tabaco y no tener que vestirte.

Bueno, yo vivo en pijama. De hecho, bajo la basura en pijama.

Os cuento una historia: mi casa está muy cerca del Auditorio de San Javier, donde se celebra un festival de jazz bastante reconocido; pues hace dos veranos escuchaba yo como un soniquete que salía del auditorio. El caso es que salí de casa hecho un puto desastre, me fui acercando y estaban tocando «Chicago».

«Chicago» es un #ranciofact en sí mismo.

Sí que lo es, la verdad. Pues tuve los huevos de darme un par de vueltas alrededor del auditorio, porque el auditorio es redondo, y yo me preguntaba: «¿Con esta pinta, cuánto tardará uno de seguridad en darme un porrazo?» Escuché una canción y me fui casa. Lo hice dos veces, la segunda vez actuaba Ana Belén y ya no lo volví a repetir.

Tus historietas casi siempre se desarrollan y se apoyan en la actualidad española. No sé si has visto la película God Bless America, pero no deja de ser una versión algo más cruda e intelectual de lo que hacen Ortega y Pacheco. Es tan perfectamente trasladable a nuestra realidad que te pregunto: ¿existe el humor universal?, ¿todo el humor es universal?, ¿hay humor exclusivamente local?, ¿tu humor es exclusivamente español o incluso murciano?

Bueno, hay tipos de humor muy localista, desde luego, pero yo he tenido la suerte de que Ortega y Pacheco no se quedaron en Murcia, sino que se entendían en toda España.

Incluso diríamos que se entenderían en todo el mundo.

Fíjate, para ejemplificarlo, me viene a la mente el curioso caso de un compañero mío, Joan Cornellá. Colabora esporádicamente en El Jueves, aunque algo menos desde que prescindieron del «Gas de la risa», una sección con un humor que no era para todo el mundo. Pues bien, el tío ha pegado un giro radical a su rollo. Ha pasado de un dibujo elaborado, oscuro y feísta a plasmar historias igualmente enfermizas pero llenas de color y caras bonitas. Sin texto, gag visual puro sin barreras idiomáticas. Color manual, nada de ordenador.

Te cuento uno de sus chistes, porque es que además son buenísimos: se ve a una señora con un bebé delante de tres papeleras y va a tirar al bebé en una de las papeleras. Entonces aparece un señor que, sin palabras, le increpa y le dice que no lo tire a ese contenedor, porque es el contenedor de papel y el bebé debe ir en el de restos orgánicos. La señora tira al bebé donde le dice el señor y la página termina con los dos personajes muy felices y sonrientes.

Sus fans son de todo el mundo; y en su Facebook tiene como medio millón seguidores (concretamente 676.581 a fecha de 8 de diciembre). Te vas a su página y te vende reproducciones a doscientos euros. Y no son originales, son serigrafías, pero las puedes poner en tu salón y quedar como un marajá. Humor universal, tío.

Un humor cazurro, ¿no?

No sé si es cazurro, pero es muy bueno. Aunque lo que hace sean barbaridades, te descojonas porque es muy bueno. Es humor negro, pero del bueno. A ver, no es Vuillemin, que ese sí que los tiene cuadrados. [Se refiere a Philippe Vuillemin, uno de los creadores del enormemente controvertido cómic Hitler=SS].

¿No te parece que lo que hace es provocar por provocar?

Yo es que me descojono con él. Me hace mucha gracia y si me hace gracia, me vale. En uno de sus chistes aparece un oficial de la Gestapo follándose a una prisionera judía; en ese momento se abre la puerta de un crematorio y aparece una calavera, a lo que la prisionera grita: «¡Cielos, mi marido!»

Probablemente, no mucha gente considerarían lo que haces como humor inteligente, sin embargo lo es. Recuerdo un #ranciofact brillante, en el que comparabas a un grupo de niños de comunión, con sus trajes y sus medallas, con una reunión de la OTAN. Esa viñeta es finísima.

Sí, claro, yo también tengo mis destellos. Y hay gente que los aprecia, aunque hay una circunstancia que me causa estupefacción; y no voy a valorarlo, solo voy a relatarlo objetivamente: la gente que me sigue en Facebook es de una manera y la gente que me sigue en Twitter es de otra distinta. Es muy curioso. La mayoría de mis seguidores de Twitter tienen un perfil bastante alejado de lo que cabría esperar en un fan típico de Ortega y Pacheco. Los de Facebook, en cambio, son los de toda la vida.

Quizá es porque los de Facebook son mayores y los de Twitter son más jóvenes.

Puede ser. Es que me deja muy loco gente que me sigue en Twitter y no me cuadra, que tienen en su timeline a personas muy diferentes a mí, personas que hacen cosas muy diferentes a las que hago yo, rozando incluso el hipsterismo.

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Volviendo al humor inteligente, da la sensación de que cuando pensamos en humor gráfico inteligente solemos acordarnos de dibujantes como El Roto.

Bueno, a ver. El Roto te hace pensar, pero humor… es muy grande en lo suyo, mola mucho El Roto. Es cojonudo y te hace pensar, pero reírme, yo no me río mucho con él. Para reírse hay otros.

Quizá Ernesto Rodera sí provoca la carcajada a la vez que te hace levantar la ceja.

Joder, ahora se me viene a la cabeza el ejemplo de Querido Antonio, del chico este que hace vídeos y cortinillas en El Intermedio, se llama Alberto[se refiere a Alberto González Vázquez]. Pues este chico es totalmente cool, una cosa muy sofisticada; en cambio, su último hit ha sido una versión con eructos del anuncio de la Lotería. Algo totalmente básico.

A veces detrás de ciertas cosas un poco garrulas se esconden joyas formidables. ¿Conoces la película Top Secret?

Sí, claro.

Es una cima del humor y de la narrativa cinematográfica.

Es una película que yo vi de crío, la he vuelto a ver de mayor y creo que no ha perdido un ápice de frescura y originalidad. Luego tuvo una oleada de imitaciones y hay gente que es muy fanática de estas imitaciones, las de … como puedas. Claro que hay gente fanática de todo, incluso fanáticos de Regreso al futuro.

Oye, ¡Regreso al futuro es una película cojonuda!

Sí, sí, pero es que hay gente que es fanática hasta de Regreso al futuro 2 y Regreso al futuro 3, que a mí no me gustan nada. Eso sí, tienen muy buen criterio para seleccionar a las novias del protagonista. Soy muy fan de la novia del protagonista, que en la primera parte no me molaba, pero en la segunda es Elizabeth Shue y a mí me priva. Me trago Regreso al futuro 2 solo por Elizabeth Shue.

Venga, vamos con Ortega y Pacheco. Creo que te voy a hacer la pregunta definitiva sobre ellos. Se parecen entre sí y se llaman hermanos, pero tienen distinto apellido. ¿Son hermanos de padre butanero? ¿Primos de un polvo entre cuñados?

Empezaré contando que no nacieron en el mismo momento. El primero que nació, el primero que dibujé fue a Pacheco, precisamente con mi colega Garcerán, en una asignatura del instituto que se llamaba Hogar. Era una optativa, tenías que elegir entre Ética, Religión u Hogar, y esa asignatura consistía, básicamente, en tocarte los huevos. El caso es que nosotros hicimos un cómic, que era una versión del hombre lobo en Galicia. Salía Bertín Osborne, la condesa Báthory y mucho sexo, mucha escatología; el profesor lo veía y decía: «Qué soez, qué soez». Pues la condesa Báthory tenía un criado jorobado, que era Pacheco. Nos pusieron un diez y ahí se quedó apartado Pacheco. Año 1984.

O sea, que era todo muy soez, pero os pusieron un diez.

Claro, coño, es que fuimos los únicos que trabajamos un poco.

Luego, cuando retomé lo de los tebeos en la universidad, hice una historieta sobre un científico loco, pero no muy ambicioso porque en vez de querer conquistar el mundo, solo quería conquistar un pueblo. Pues este científico tenía dos ayudantes, uno era Pacheco y el otro, que era su mellizo, era Ortega.

El nombre de Ortega lo saqué de una película americana de serie B de los años sesenta, no sé cómo coño di con ella. No recuerdo el título en inglés, pero en español se llamaba Extrañas criaturas [se refiere, ni más ni menos que al psicotrópico filme de 1964 «The Incredibly Strange Creatures Who Stopped Living and Became Mixed-Up Zombies»]. La peli se desarrollaba en un circo con una pitonisa que se llamaba Madame Estrella, y que se dedicaba a secuestrar adolescentes para tirarles ácido a la cara. Para ello se servía de su criado llamado Ortega.

¿Ortega? ¿Así, en español?

Sí, sí, Ortega. Además físicamente se parecía, aunque con bigote.

Por tanto, su origen es anglosajón y mientes cuando dices que Ortega y Pacheco se inspiran en los hermanos Izquierdo [los asesinos de Puerto Hurraco].

A eso iba. Cuando me llaman de La Opinión de Murcia, pensé en recuperar a esos dos personajes y convertirlos en pareja cómica. Como en ese momento, la masacre de Puerto Hurraco aparecía en todos los medios, decidí que serían hermanos. Lo hice aposta porque sabía que, al ser hermanos con apellido distinto, la gente me lo preguntaría a todas horas. Así me servía para crear un misterio a su alrededor, como el maletín de Pulp Fiction.

Se piensa en Ortega y Pacheco como el remedio garrulo contra la España superchic de Jordi Labanda, Custo Dalmau y la brillantina de Barcelona 92. Pero también parecen el reflejo de una España que seguía existiendo: la del sol y sombra, el taller mecánico con un calendario de tías en pelotas…

Sí, sí, la del taller mecánico y el club taurino. Cuando empezó Ortega y Pacheco, yo acababa de finalizar mi relación profesional con Ginés, aunque es muy gordo llamar profesional a esa relación porque jamás gané un duro en aquella época. Yo en La Opinión no cobré nunca en dinero, me pagaban en especie.

¿En especie? ¿Te daban besos? ¿Te regalaban periódicos?

Que va, me pagaban el viaje al Salón del Cómic de Barcelona y la estancia en el hotel. Una vez al año.

El caso es que antes de hacer Ortega y Pacheco, casi todo lo que hacía con Ginés era de ese palo: de dar zurras al buenrollismo, a los directores de cortos, a Ray Loriga, que en esa época no paraba de dar por culo con La pistola de mi hermano, en fin, a todo eso que ahora llaman hipsters. Yo dibujaba muy relamido entonces, prácticamente era un clon de Charles Burns, pero poco a poco fui depurándolo. Pues todo eso es lo que yo tenía en la cabeza cuando me llama La Opinión, así que continué con la misma inercia, aunque dentro de unos límites porque en un periódico regional tampoco te puedes tirar a tumba abierta.

Sin embargo, cuando llegas a El Jueves sí que sueltas las riendas.

Sí, en El Jueves sí que fui a saco. En La Opinión era todo un poco más recortado, pero vamos, el embrión estaba allí.

Si hay una némesis del hipsterismo, son Ortega y Pacheco. Aunque es un enemigo difícil, porque lo fagocita todo.

Se apropian de las cosas que eran normales, de las que molaban.

¿Temes encontrarte a un hipster con un bigote irónico, una bici irónica y una camiseta irónica de Ortega y Pacheco?

Pues puede pasar. De hecho, yo sé que tengo seguidores hipsters en Twitter.

Puede ser el primer paso, quizá dentro de dos años, si lees a Ortega y Pacheco vas a ser gafapasta. ¿Llegaremos a un punto en el que saber leer y escribir será gafapasta?

Va a pasar como en La invasión de los ultracuerpos, que aparecerá Donald Sutherland para señalarnos y gritarnos con un alarido gutural [imita el alarido].

Pedro Vera para Jot Down 4

Ortega y Pacheco, al igual que otros personajes de El Jueves, dejaron de publicarse porque salieron malparados en las encuestas que realiza la revista entre los lectores. ¿Consideras que los lectores te dieron la espalda?

Tenía mi lógica preocupación porque es como me gano la vida, pero en ese momento no sentía ni odio ni rencor ni decepción con los lectores. Mi cabeza intentaba encontrar un camino distinto, hacer algo diferente.

No echar la vista atrás.

Y cuando la echaba, también pensaba que quizá Ortega y Pacheco ya estuviesen un poco quemados. No puedes cegarte en que vas a ser bueno siempre.

A Ortega y Pacheco se les ha acusado de ser muy machistas. ¿Son machistas?

Ortega y Pacheco son muy machistas, y además son puteros, borrachos, jugadores, violentos… Pero eso no significa que yo apruebe o justifique su comportamiento; ellos son así, son personajes. Es un poco como Torrente. Torrente no es David Niven ni Cary Grant.

Ortega y Pacheco tienen casi todo lo malo y lo cutre de la sociedad machista, pero eso sí, hay una cosa que no son: no les gusta el fútbol. Odian el fútbol. De hecho, dibujé una historia en la que Ortega y Pacheco acababan con el fútbol.

No la recuerdo. ¿Cómo lo hacían? ¿Usaban el botijo del tiempo?

Pues no recuerdo cómo, solo recuerdo que se cargaban el fútbol. Es que yo participo en un concurso de imitadores de Pedro Vera y me descalifican, porque tengo una memoria criminal, no me acuerdo de un montón de cosas que he hecho. Algún lector me habla de ellas y yo no me acuerdo de nada.

Hablemos de los #ranciofacts, que es lo que estás haciendo ahora mismo, no solo en tu trabajo, sino como concepto que difundes y propagas en las redes sociales. ¿Qué es un #ranciofact? ¿Por qué tiene tanta y tan buena repercusión, incluso en quienes no te han leído nunca?

Mejor que definirlo, te voy a contar cómo empezaron. Una tarde, Pepe Colubi me envió un correo en el que comentaba ciertas cosas de su libro California 83, y terminaba el mensaje con la frase: «… y otras cosas que me dejo en el tintero». En ese momento, surgió una chispa simultánea y los dos llegamos a la conclusión de que esa frase estaba ya muy sobreutilizada, que ya era un poco rancia.

Por esa época, en el 2010, Pepe escribía en Twitter una serie de situaciones incómodas a las que etiquetaba cómo #cienciasmarrones. Eran esos momentos un poco embarazosos, como cuando estás sentado en el autobús, ves a una mujer embarazada y te haces el dormido. Ya sabes, marrones. Él pensó incluso en hacer un libro ilustrado, pero luego la cosa se fue apagando.

El caso es que las ciencias marrones de Pepe me dieron a mí la idea y, esa misma tarde, yo empecé a escribir tópicos de periodistas. Porque los periodistas tienen muchísimas coletillas y frases hechas de las que estamos todos hasta las narices: «un marco incomparable», «la madrileña Puerta de Alcalá».

Un deportista enferma y juega «el partido más importante de su vida».

«El toro más difícil de Ortega Cano», «se pone el mundo por montera», «el manacorí», «el de Santpedor». Era un no parar. Estuve toda la tarde escribiéndolos en Twitter con la etiqueta #ranciofact, hasta el punto de que fue Trending Topic esa misma tarde. Alguien me dijo que debería llamarlo #rancioquotes, porque eran expresiones habladas o escritas, así que enseguida añadí comportamientos rancios, conductas revenidas, frases desactualizadas; no solo eran expresiones.

Un periodista me dijo que él intentaba evitar ese tipo de coletillas y tópicos, pero yo le contesté: «Olvídate, el público que lee los ranciofacts es un público muy concreto y tus lectores no saben lo que es un ranciofact, y además, esas expresiones y ese tipo de lenguaje seguirán usándose hasta el fin de los tiempos». Lo cual no quita para que un grupo de cabronazos nos riamos de ello durante una temporada.

Hasta que el propio concepto de ranciofact se convierta en ranciofact.

De hecho, esa pregunta es ya rancia, porque me la preguntaron en 2010.

Es que, si bien al otro extremo del hipsterismo, los ranciofacts también acaban absorbiendo todo. ¿Crees que no hay término medio? ¿Que las cosas o son cool y modernas o son rancias? Los propios Ortega y Pacheco, alegres y despreocupados cenutrios, no dejan de ser una apología de lo rancio.

Pues sí, de hecho, hice un ranciofact que era el típico español al que solo le gusta, el vino, las mujeres y el fútbol.

¿Lo moderno acabará apropiándose del ranciofact?

Es que ya se lo apropiaron. Más de una vez me dijeron que lo que yo hacía en realidad era #postureo. Y no es exactamente lo mismo, pero muchos comportamientos etiquetados como postureo eran similares a los ranciofacts.

Yo no he descubierto América, yo he cogido algo que estaba en el ambiente, lo he investigado, lo he categorizado y lo he devuelto al mundo. Pero ese concepto existe desde hace mucho tiempo y hay mucha gente que ha hablado de ello, aunque empleasen otra terminología.

Vamos, que eres un «curator». El contenido no es tuyo, no es exactamente original, pero le das un valor añadido al clasificarlo, categorizarlo y presentarlo de una manera determinada.

Claro, es que es algo cojonudo. No se trata de atribuírtelo, sino de investigarlo, citar las fuentes y difundirlo. Compartes tus conocimientos.

Hablemos un poco de Nick Platino, el detective de lo oculto y lo paranormal. Por un lado, su influencia más evidente es la cultura trash norteamericana de los años sesenta, el cine de serie B y también el cómic underground de Gilbert Shelton o Robert Crumb; pero de igual manera, no deja de ser un personaje genuinamente español, con el botijo del tiempo y acompañado del Ente Extraterrestre Torralba.

Has dado en todos los clavos del ataúd. Nick Platino es de la etapa en la que trabajaba con Ginés; yo le dije: «Quiero un personaje que sea un detective de oculto y lo astral, un personaje perdedor, y que se llame Nick Platino. Hazme un guión con esto». En esa época yo era muy aficionado a esa cultura; al cine de serie B, a la ciencia ficción cutre, a Russ Meyer, John Waters, Pink Flamingos. Tenía todo eso en la cabeza, pero juraría que el Ente Extraterrestre Torralba es creación de Ginés.

Después empezó a hacer cameos en Ortega y Pacheco. Era el encargado de introducir la actualidad. Aparecía en la primera viñeta y luego se limitaba a hablar en off. Su verdadero momento de gloria era cuando protagonizaba historias largas de ciencia ficción cutre. Tengo unas cuatro o cinco; son historias de unas seis páginas, que para lo que hacía en ese momento eran bastante largas.

¿Esta cultura trash estadounidense es algo similar a la aldea de Astérix, que resiste irreductible a los ímpetus de lo irónico y lo moderno?

Si es una moda, puede llegar, y como venga, se irá. Que cuatro o cinco barbudos decidan durante una temporada que eso es moderno, pues vale, ya pasará.

¿Les tiene que gustar todo a los modernos? No todo puede ser moderno, porque si todo es moderno, entonces nada es moderno. Para que algo sea moderno, tiene que existir lo antiguo.

¿Sabes que hace unos años, una entidad bancaria hizo una campaña protagonizada por Bud Spencer, otro de tus personajes fetiche y miembro de pleno derecho de la cultura trash de los sesenta y setenta?

Sí, sí. Te voy a contar una cosa: Bud Spencer ya estaba muy mal de salud y solo aparecía al final del anuncio. El hombre que sale por la calle repartiendo galletas no es él. Lo sé porque conozco a su doble en la grabación, un tío de dos metros, un ropero abierto.

Bud Spencer es un tío muy interesante.

Es que Bud Spencer ha sido un hombre del Renacimiento. En serio; cultivó la mente, estudió Derecho o Químicas; luego fue nadador olímpico con la selección italiana de waterpolo; y además, su primera aparición en el cine es en Quo Vadis haciendo de soldado romano. Tu buscas en Google «Bud Spencer Quo Vadis» y te sale la imagen ahí, delgado y sin barba.

Solo le ha faltado hacer porno.

Sí, como Sylvester Stallone, que empezó en el porno. La que da miedo es la madre de Stallone, tiene la cara destruida por el bótox. Una vez puse imágenes suyas en Twitter y la gente me llamó de todo. Tenéis que verla.

¿Qué opinas de estos espermatozoides? [las lámparas de la cafetería del CaixaForum de Madrid tienen la nada disimulada forma de espermatozoides].

Pues si te digo la verdad, lo primero que querría hacer mi yo idiota es levantarse y golpearlos como si fuesen la pera de entrenamiento de un boxeador.

Pedro Vera para Jot Down 5

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

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13 Comentarios

  1. Pero claro que Bud Spencer fue un hombre del Renacimiento ¡fue hasta bibliotecario, mira cómo te lo cuento! http://lisdb.blogspot.com.es/2006/02/clebres-pero-por-otra-cosa-4.html «ganó la medalla de Capeón Italiano de Natación Estilo Rana, mientras estudiaba la carrera de Química en la Universidad de Roma. Pero en 1947 su familia se traslada a América, y Carlo-Bud tiene allí varios trabajos: empleado de un taller mecánico en Río de Janeiro, bibliotecario en Buenos Aires, y secretario de la Embajada Italiana en Montevideo»

  2. Con Monteys, el mejor humorista gráfico español. De largo.

  3. Para dárselas de «cultureta», primero hay que ser culto. «Ninet»… Los periodistas han oído campanas y no saben dónde. ¿Cómo hacer una referencia cultureta a Murcia? Recordarían remotamente algo de sus tiempos del instituto referente a una comedia o a una peli del Garci. Qué nivel, Maribel. Quiero decir, qué nivel, NINETTE. Periodismo es una carrera de la señorita Pepis.

  4. Cliff Barnes, hermano de Pamela y amante de Sue Ellen era el enemigo

    Por lo demás, muy bien

  5. Hay un comic italiano de los 70 que es un detective de lo oculto, ademas de mujeriego y con Groucho Marx como ayudante: Dylan Dog. Algunas de sus historias son estupendas

  6. «Te imaginaba como un heavy lleno de tachuelas, pero ahora que te veo con cara de seminarista, me cuadra mucho más; eres muy hijo de puta».

    Buenísimo.

    Genial la entrevista y genial Pedro Vera. No se me olvidará jamás una frase leída en una historia de Ortega y Pacheco:

    «antes prefiero patinar descalzo a toda hostia sobre una cuchilla de afeitar y frenar con el rabo»

  7. Vicente Tundidor

    ¡Grandiosa entrevista! Llevo mucho tiempo leyendo en Jot Down y no recuerdo una más interesante que ésta. ¡Qué enorme interés suscita este personaje y cuántos interrogantes abre con sus respuestas!
    Lo dicho, seguid en esta línea y superadla en el caso de que tal cosa fuera posible.

  8. Buenas, la verdad es que con Ortega y Pacheco he pasado buenos ratos. Tengo grabado a fuego el episodio de «espárragos carretilla» que…bueno….»dilisius» :D

    Eso sí, Pedro Vera tuvo una historia con la gente de viruete.com sobre un posible plagio. Desconozco detalles, pero hubiera estado bien preguntarles.

    saludos

  9. Si Ortega y Pacheco ven a Pedro Vera en «Jotdown», le dan de hostias hasta que se le caigan las gafas de pasta.

  10. Perikorro

    Ortega y Pacheco son al tebeo lo que Motörhead a la música.

    No se trata de ser mejor o peor. Se trata de molar.

  11. Bender Rodriguez

    Jesus Gil transfigurado en kingkong, bajando con una liana a lo tarzán en medio de los edificios y quemando opositores con un pedo con mechero al grito de «facinerioooooosoos» . Vi esta viñeta en el Jueves hace la tira de años y todavía me descojono cada vez que me acuerdo. Compraba el jueves solo por Pedro vera y por Monteys y Fontdevila

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