Ocio y Vicio Destinos

La Senda Litoral, túneles y puentes junto al mar

La pasarela peatonal sobre el río Guadalhorce. Fotografía cortesía de Senda Litoral.
La pasarela peatonal sobre el río Guadalhorce. Fotografía cortesía de Senda Litoral.

Este artículo está disponible en la revista Jot Down Places.

El ferrocarril Málaga-Ventas de Zafarraya iba a ser en realidad el ferrocarril Málaga-Granada. Las obras llegaron a las montañas, dejaron el mar, subieron hasta los mil metros y se detuvieron allí, justo cuando, desde el estrecho del Boquete, el mar se ve a lo lejos, por última vez. Se diría que el esfuerzo de subir hasta aquel lugar agotó a los obreros, pero, en realidad, lo que detuvo el paso del tren fue la Primera Guerra Mundial. La compañía constructora de este ferrocarril, y de todos los llamados Ferrocarriles Suburbanos de Málaga, una red de vía estrecha que pretendía conectar la ciudad con otras capitales andaluzas, como Sevilla, Almería y Cádiz (además de la ya mencionada Granada), era belga, y este país fue invadido por Alemania en 1918. La guerra acabó, pero las obras no continuaron, y el tren quedó parado en un pequeño pueblo de montaña, a medio camino entre Málaga y Granada. 

Era un ferrocarril muy particular porque el último tramo, la subida hasta los mil metros de altura, en el único paso entre las sierras del Sistema Bético que permite un trazado posible pero difícil para un ferrocarril, se tenía que hacer utilizando el método de cremallera, que es un sistema que obliga a un tipo distinto y complicado de locomotoras, y, aunque permite escalar fuertes pendientes, lo hace a costa de una pérdida considerable de velocidad. 

Los curiosos que se detengan hoy en la entrada de las Ventas de Zafarraya, junto a la antigua estación, que se ha salvado de la destrucción, podrán ver un extraño edificio: es un hotel que se construyó para que los malagueños de principios de siglo que subían en tren a ver la nieve, algo muy inusual en la ciudad, pudieran pasar la noche cómodamente. De todo esto no queda casi nada, porque la línea se cerró en 1960. Se desmontaron las vías y se demolieron algunas estaciones, pero se conservan algunos puentes y sobre todo los túneles. Después de muchos años de abandono, una parte de este trazado, la que corre entre las colinas y las playas, en las cercanías del pueblo de El Rincón de la Victoria, ha sido recuperada como vía verde. Se han acondicionado varios túneles, dotándolos de sistema de luz, para que sea posible transitar por ellos. Y más recientemente, hace muy poco, esta vía verde ha sido incluida en un proyecto tan colosal como hermoso: la Senda Litoral.

Hoy en día es posible recorrer a pie o en bicicleta la gran mayoría de la costa de la provincia de Málaga, sin tener que andar por ningún andén de ninguna carretera, sin tener que dar largos rodeos para superar obstáculos de todo tipo que nos alejan del mar. Utilizando viejos caminos y antiguas vías del tren, junto con nuevos tramos construidos con modernas pasarelas de madera, existe una ruta que permite transitar durante más de doscientos kilómetros por toda la provincia, uniendo las principales ciudades y pueblos costeros. Esta ruta es la llamada Senda Litoral y el nombre no puede estar mejor puesto, porque el camino prácticamente no se separa de la costa, incluso en muchos lugares se eleva unos metros sobre la misma arena de la playa, de manera que, al existir numerosas escaleras de acceso, el caminante puede bajar a la playa para darse un baño o simplemente descansar sobre la arena en cualquier momento. La mayoría de las playas son largas y de finísima arena, aunque a veces la senda sube y baja alguna pequeña colina y nos permite llegar a calas apartadas y solitarias. Otras veces, la senda llega a algún pueblo y aprovecha un paseo peatonal ya existente, y así nos permite detenernos en los bares y los chiringuitos del lugar. 

Tomando como punto de partida el casco urbano de Málaga, si empezamos a andar tranquilamente hacia el estrecho de Gibraltar, en varias etapas, después de pasar por famosas ciudades turísticas, como Fuengirola, Torremolinos o Marbella (no hay que asustarse, la senda permite franquearlas de un modo muy sencillo y agradable, aunque a la vez permite, si el viajero lo desea, perderse en su ferviente vida social), llegaremos al límite con la provincia de Cádiz. Si salimos andando desde la ciudad de Málaga en dirección a Almería, pasaremos por una costa tranquila y soleada, poco urbanizada en comparación con nuestro recorrido en dirección opuesta, hacia las grandes ciudades de la Costa del Sol. Veremos torres de defensa, con sus enormes piedras que resisten imponentes el paso de los siglos, hermosos faros que aún cumplen su función, pequeños bosquecillos a la orilla del mar y plácidos pueblos que han sobrevivido a la parte más destructiva del desarrollo inmobiliario y aún conservan viejas calles y armoniosos edificios. Para salvar pequeños riachuelos y barrancos se han construido modernos y elegantes puentes de madera que permiten un paso fácil a todo tipo de viajeros y turistas. Pese a todo, hay lugares en los que las obras necesarias para la construcción de la senda tienen una mayor dificultad y por eso, en la actualidad, aún no son transitables. Cuando toda la Senda Litoral esté terminada, se podrá cruzar la provincia entera por ella, sin necesidad de dejarla en ningún momento, y siempre junto al mar o muy cerca de él.

Asimismo, cuando hay que dar un pequeño rodeo, como en el caso del puente sobre el río Guadalhorce, en las cercanías de Málaga ciudad, este rodeo está plenamente justificado tanto por el espacio físico que determina su ubicación (la desembocadura del río) como por el magnífico puente de madera que lo cruza. Decimos puente pero en realidad es una pasarela peatonal, y no una cualquiera, porque es la pasarela construida con madera más larga de Europa, ¡nada más y nada menos! Sus doscientos setenta metros de longitud salvan un cauce normalmente tranquilo pero que, como todos los ríos de régimen fluvial mediterráneo, en ocasiones puede crecer repentina y violentamente. Por eso se hacía necesario construir una estructura tan extensa. Además de práctica y funcional, este paseo es muy hermoso. La madera de pino silvestre procedente de Escandinavia y su diseño ondulante y alargado le dan una belleza que aumenta el placer de transitar por él. Porque un puente puede ser simplemente un puente o puede ser también una obra de arte, puede tener un valor estético muy importante, tan evidente que muchas personas se acerquen hasta él no porque necesiten cruzarlo, sino por el simple placer de la contemplación, por el simple deseo de admirar algo tan bello y perfecto. Esto no ocurre con todos los puentes, evidentemente. Sin embargo, hay puentes que cumplen fielmente los preceptos de la escuela de arquitectura de la Bauhaus, «la forma sigue a la función», pero que, por encima de todo, son muy hermosos, sin necesidad de elementos decorativos superfluos, sin nada más que los componentes estrictamente necesarios, pero colocados con una planificación que, además de la funcionalidad (el acero inoxidable adecuado para el ambiente marino, por ejemplo), ha tenido muy en cuenta la estética. 

Estas obras públicas, que mejoran la vida de las ciudades, como esta que se sitúa en las afueras de Málaga, en zonas que corren el peligro de ser lugares contaminados o afeados por autopistas, carreteras, fábricas, enormes torres eléctricas, construcciones de suburbio, solares abandonados y suelos degradados, hacen que los habitantes del lugar puedan disfrutar de un espacio para el ocio, para salir a dar un paseo y olvidar las preocupaciones cotidianas, un lugar para hacer el necesario ejercicio físico que nos pide el cuerpo después de una jornada de trabajo sedentaria; y que no solo puedan hacerlo con comodidad, sino además en un lugar hermoso, donde la técnica y la modernidad no van en contra del placer estético, por el contrario: lo refuerzan y lo incluyen como un elemento fundamental de su naturaleza. 

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