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Jana Leo: «De todo lo que digo hay una cosa revolucionaria y es que yo creo que el violador está buscando, cuando viola, su casa»

Jana Leo para Jot Down

Jana Leo (Madrid, 1965) es doctora en Filosofía y Letras, máster en Teoría del Arte y Estética por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en Arquitectura por la Universidad de Princeton, en Estados Unidos. Fue profesora de proyectos y de conceptos avanzados en Arquitectura en la Universidad Cooper Union en Nueva York durante siete años. Es autora de El viaje sin distancia, Perversiones del tiempo, el espacio y el dinero ante el límite en la cultura contemporánea. En Violación Nueva York, traducido en 2017 a partir del original inglés Rape New York, publicado por Book Works, Londres, en 2009, y por Feminist Press, Nueva York, en 2011, dibuja el estado mental de una violación. Ha expuesto en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York y en ARCO y MNCARS en Madrid.

En 2008, creó la Fundación Mosis, Modelos y Sistemas; Arte y Ciudad. Su obra, enseña el funcionamiento del patrón y su impacto en los individuos. Leo documenta con imágenes y textos el estado emocional que discurre en paralelo a los hechos. Este paso de lo macro a lo micro, de lo factual a lo existencial es el «sello Jana Leo».

Nos encontramos en Madrid, en el piso donde suele aterrizar la escritora y artista cuando pasa por la capital. En esta entrevista, Jana Leo utiliza prácticamente siempre el tiempo presente, que parece concentrar todos los tiempos, el de la memoria del pasado de su familia en Madrid, el de sus años en Nueva York y el de esta tarde calurosa de junio de 2023 en que los conceptos se imbrican con las emociones de las que nacieron transformándose en pista de salida para nuevos proyectos.

Los hechos: «La violación ocurrió el 25 de enero de 2001 entre las 13:00 y las 15:00 en el apartamento 29 del 408 de la calle 129 Oeste, en Harlem. Los procedimientos legales por esta causa finalizaron el año 2007. Tanto el agresor como el casero de mi piso fueron declarados culpables y encarcelados; el primero, por violación; el segundo, por fraude». En esas fechas, Jana Leo y su pareja, ambos arquitectos, estaban becados en la Universidad de Princeton pero residían en Harlem, un barrio que podían permitirse.

¿Cómo fue el proceso de publicar el libro?

Nos llevó siete años publicar Violación Nueva York en España. Anagrama estuvo a punto en 2008 y finalmente no lo cogió porque en Anagrama había una persona que leía inglés, le mandé el manuscrito en inglés sin corregir… y contestó: «Esto es buenísimo», pero después me dijo: «No me dan permiso». Estamos hablando de 2007, fue de los primeros que mandé porque a mí me gusta mucho lo que hacían. No me daban el sí y ya la primera edición fue esta de Book Works, en Londres. Lo mandé a un concurso de novela y se publicó como novela experimental. Luego Feminist Press no quiso publicarlo sin la edición británica, porque estaba demasiado cerca de casa…

¿Cómo que «demasiado cerca de casa»?

Esto ocurre en Nueva York y no lo quisieron publicar…

Hay rechazo a publicar sobre violaciones…

Solo hay una filósofa, no me acuerdo de su nombre, que estaba buscando el libro, la violaron, la dejaron inconsciente, y escribió su historia con comentarios. Estaba de vacaciones con su marido en una casa de campo, un campesino la violó mientras estaba de paseo y cuando habla de la violación no hace un tratado filosófico sobre la violación, sino un recorrido histórico del proceso, del juicio, contando un poco todos los obstáculos.

Es muy interesante tu trabajo interdisciplinar y cómo has conseguido conjugar el testimonio con la reflexión, sacando partido de tu formación de arquitecta…

Sí, fíjate que lo que hice después de la violación es empezar a documentarlo. Yo soy fotógrafa, tenía mi cámara fotográfica aquí cuando pasó… Entonces, lo primero que hice una vez el violador… el atacante, se marchó de mi casa fue tomar esas fotografías de cómo ha quedado. Son las fotografías de las sábanas en la cama en la que ha ocurrido. Después, una vez salgo del edificio, empiezo a pensar por dónde ha entrado, si por abajo o por arriba. Yo he entrado por la puerta del portal y ya estaba él, evidentemente, no sé si ha entrado desde abajo o desde arriba pero, desde luego, ha venido de arriba. Entonces, esta es la puerta de mi casa, cojo y hago una foto de la escalera, y voy hasta arriba diciéndome bueno, esta persona ha venido de aquí, este es su recorrido.

El del terrado…

Exacto.

Lo que cuentas recuerda a un pasaje de El agente de la Continental de Daniel Hammet. Hay una asalto en una casa en el San Francisco de los años 30. El detective describe el recorrido de un asaltante para introducirse en una casa: «Ha entrado por la azotea, que suele estar abierta, ha bajado por aquí». Desde los años 30 los delincuentes utilizan esa forma de acceder a las viviendas.

Esta puerta que tenemos aquí [muestra la foto de la puerta por donde entró el violador a su casa] no cumple el cambio del Código de Edificación de los años 30, porque debería tener una de estas puertas de emergencia, de tal manera que cuando tú empujas sonaría para que no abras la puerta. Y que tengas una llave, por si quieres salir. Pero esta no la tenía. Y luego, otra cosa que cambió fue el reparto de Correos. Fíjate que es muy diferente de España, porque en Estados Unidos el cartero tiene una llave maestra de cada edificio. Cada edificio tiene que dejársela de tal manera que el cartero no llama diciendo «correos». Entra por sí mismo.

Pero esto puede ser peligroso, ¿no?

No, porque es un funcionario y además el correo se considera documentación privada, está muy controlado. Eso por un lado, y por otro no sé si os acordáis de la película El cartero siempre llama dos veces. En aquel momento llamaba dos veces para marcar que era él, pero el nivel de delincuencia por la gente que se presentaba diciendo ser el cartero era tan bestia que… estamos hablando de los años 30… que lo tuvieron que cambiar.

En aquel momento, tú estás en un lugar donde no deberías estar…

La manera como yo lo entiendo es que las violaciones ocurren de forma habitual en un barrio como el que yo vivía, en Harlem, de la población que vivía allí contra la población que vive allí. Antes ya habían violado a otra mujer…

Cuando te ocurre a ti, que tienes una serie de recursos analíticos y de estudios, puedes desmontar lo que de otro modo se procura esconder diciendo «son cosas que pasan» y así está acotado al gueto. Se relaciona con lo que estaba estudiando tu novio de aquella época: el porcentaje de posibilidades de que los chicos de raza negra vayan a la cárcel. El negocio de la cárcel privada.

Exactamente. El negocio de las cárceles y el negocio detrás de los alquileres de la renta estabilizada. ¡Es la explotación de los pobres! Tengo un libro ahora que se llama Poor by America, o sea América te hace pobre o Empobrecido por América. La ciudad de Nueva York, la misma ciudad, ha creado el sistema para que la violación se dé. La ciudad te viola. Esta foto [muestra una imagen del libro, un plano de detalle de lo que parece un trozo informe de piel rosada] me la entregaron una vez pedí toda la documentación. Normalmente esto no se ve. Esto es un útero después de una violación, tiene morados. A la hora de distinguir si algo es violación o no está el «me duele, me duele mucho». Realmente duele de forma horrible. Esto es la prueba, un polaroid que toman los médicos cuando yo voy, el típico kit de violación. Esta foto no está publicada más que en este libro (RNY Affective and legal documents). He intentado publicarla de cualquier manera porque me parece muy importante que se muestren las señales de la violencia. Porque siempre tratan de la violación como si fuese algo psicológico, una histeria, y no, si a mí me das con un palo en la cabeza, dejas un morado, si me golpeas con tu pene, me dejas también un morado…

Tú empezaste con un máster, auspiciada por una gran figura, es decir todo muy prometedor, y de pronto… esto. ¿En qué medida esta experiencia cambia tu proyecto?

Cambia mi vida totalmente. Mira, este panorama de libros [los que ha dispuesto sobre la mesa] salvo este, que en cierto modo ya estaba terminado antes, El viaje sin distancia, que era mi tesis doctoral, sobre la fotografía. Trata de la fotografía y el instante en relación a la muerte y a la presencia. Analizaba el cambio que estaba ocurriendo de lo analógico a lo digital. Digamos que yo estaba entonces vislumbrando todo el cambio que venía… La separación de la realidad. Y estaba observando la función que tenía la fotografía de validar la vida, de validar la realidad y la alegría, como forma de tapar la muerte. Era mi tesis, tienes que vivir dos veces, a través de la imagen para evidenciar el miedo a la muerte. Yo siempre estaba reflexionando sobre la muerte.

¿Y de dónde viene esa fascinación?

Es uno de los temas importantísimos, lo que pasa es que es un tema tabú. Creo que cuando estás hablando de fotografía en algún momento tienes que hablar de la muerte.

Sí, es lo que dice Barthes…

¡Claro! Es un instante que intenta decir que tú estás ahí. Que estás vivo, solo necesitas de la afirmación en tanto que eres consciente de tu muerte, es decir, digamos que ese era mi planteamiento de entrada. Luego fue cambiando con el tema de la arquitectura, pero se reconduce de alguna manera y vuelve a otro tema que yo ya había tratado, el de la «domestofobia», que ya había tratado por conciencia de problemas que considero muy serios y que tampoco se abordan. Es el tema de la violencia doméstica y no solo de la violencia doméstica. Mira, yo cuando tenía trece años estaba escribiendo una crítica sobre la familia, la propiedad privada y el Estado.

¡A los trece años!

¡Sí! ¿Y por qué? Porque era muy consciente, yo vivía en una familia de emigrantes que vienen desde el pueblo a la ciudad de Madrid y, ahora me doy cuenta de eso, en ese momento yo escribía de forma automática, pero escribía sobre la alienación respecto del medio, porque me daba cuenta de que mi familia realmente estaba fuera de sitio…

Había además esa historia de resistencia de tus padres al desalojo… 

Sí, bueno, mis padres primero niegan la realidad cuando yo les explico esto. Mi madre me dice: «¿por qué no te has defendido? ¡No lo entiendo!».

Sí, con una pistola delante…

Imagínate, alguien que dice esto te está dando una pista de su estado mental, que es de inmadurez.

Está negando el peligro que has corrido.

Exactamente.

Esto pasa mucho con las madres.

Sí, es muy normal. Pero ellos están insertos en un entorno que es el de la posguerra española, el miedo de la dictadura. En el pueblo de mi padre mataron a veinticuatro personas, y a los niños los llevaban en un castillejo a ser asesinados… O sea, todo esto es su contexto…

Y el subconsciente crea un silencio.

Sí, lo malo que ocurre no se puede nombrar, mi reacción a eso es nombrar todo aquello que yo veo, lo nombro a través de la escritura. Empiezo a escribir. Todo aquello que no se puede nombrar lo empiezo a mirar, en silencio, en libros, en libretas, de cualquier manera como una forma de escritura automática, y me empiezo a dar cuenta realmente porque, claro, yo soy pequeña cuando muere Franco, pero la vivo directamente, ahora tengo cincuenta y siete, nací en el 65, aquí en Madrid era muy exagerado… Se notaba muchísimo, era el sereno que venía por la noche, no podías ir por la calle, la dictadura estaba muy presente. Cuando tengo doce o trece años me empiezo a dar cuenta y entonces lo vivo.

¡Mi padre era un sindicalista! Y en el trabajo, bueno, iba a los piquetes, era un ejemplo, en fin, pero era más bien dictador en la casa, y él no podía aceptar lo negativo. Y mi madre tampoco. Las cosas no se hablaban. Si algo pasaba, había que callar. Creo que mi reacción fue empezar a tener mucho miedo de la violencia. Empiezo a leer acerca de la muerte todo lo que puedo en la biblioteca, porque tengo miedo a la muerte. Tengo miedo a la violencia porque es algo de lo que no se habla pero se ve. Ves por la calle a la policía llevándose a gente, porque han robado, ves que han robado en un tienda, comida, y hay un tiro por la espalda, que lo he visto con mis propios ojos. La delincuencia de San Blas era muy fuerte. Digamos que este era mi entorno.

Jana Leo para Jot Down

Dices que le dispararon por la espalda por robar comida. El tío negro que entró en tu casa y que luego participó en un robo con tiroteo… forma parte de lo mismo, ¿no?

Claro. Yo inmediatamente me doy cuenta de que esa persona es peligrosa, que tiene capacidad de matar. Luego se verifica lo que pienso porque la policía le captura cuando ha disparado a alguien. Pero me doy cuenta de entrada. Hay un momento en que la pistola está encima de la mesa, la podía haber cogido, ¡claro que no tiene sentido que la coja, porque no sé usarla! Se puede volver en mi contra, pero además me doy cuenta de que esta persona nunca me está mirando a los ojos.

La impresión que da es que es un tío que está viviendo una fantasía… Que tú para él no eres del todo real.

Exactamente.

¡Además, rubia! ¿Qué más se puede pedir?

Sí, sí. Y él era más joven que yo. Él tendría diecinueve y yo en ese momento tendría treinta y tres años. Entonces me doy cuenta de que él está como cuando estás mirando dentro de ti, y luego veo que está en un estado de alienación profunda, por la manera en que me habla, que es casi como un robot. No me habla… Es decir, cuando tiene que subir la voz la sube, cuando no, la baja, pero no hay entonación emocional, luego se va relajando y empieza a tenerla. Me doy cuenta de que está viviendo un estado de alienación… Yo lo empiezo a asociar en aquel momento con que había visto sombras los días anteriores, había oído ruidos. Empiezo a pensar que esto no es un acto casual de alguien que ha venido de la calle sino que está planeado… Pero, bueno, creo que esa es una de las cosas que te pueden ocurrir en una situación así, te puedes quedar primero congelada pero luego, como ves que la persona no se va, y tienes cierto conocimiento sobre un tipo de población alienada porque era mi pan de cada día… Por supuesto sin esos niveles, porque no hay el elemento racial, el que tú dices, un negro y una rubia, además yo estoy en su barrio, que es Harlem, que se está gentrificando, ¿no? Se acaba de vender a Columbia University toda la zona que rodeaba la 129, que a día de hoy ya se ha construido…

Es una amenaza.

Es una amenaza para él, con lo cual se siente empoderado. Él tiene derecho a tomar mi cuerpo, lo entiende como algo que en cierto modo se defiende del invasor. Todo mi esfuerzo entonces es probar por un lado que yo soy la muñeca que él quiere, que entienda que puedo estar de su lado; por ejemplo, tengo mi carnet de piscina, yo también voy a la piscina popular, vale dos dólares, sé lo que estás haciendo, sé cómo vivir de esta manera, soy una trabajadora temporal. Yo estoy ahí por un lado como jugando a intentar ganar terreno e intentar ver hacia dónde va y que me vea como un colega, y por otro lado tampoco quiero romper su fantasía…

Claro, porque la realidad puede ser un golpe.

Porque puedo morir si rompo su fantasía.

En las relaciones sexuales hay una exigencia de performance en los hombres, que te preguntas cómo la va a conseguir un chaval de dieciocho años como el que te violó. La actividad sexual también es un factor de salud, es decir se dan una serie de elementos (necesidades) que parece que el mercado los resuelve y en realidad no.

De hecho, cuento con detalle cómo a él no se le llega a poner dura, luego ya se le pone dura pero al principio le cuesta, entonces me la intenta meter por el culo. Ahí yo estoy diciendo «Dios mío de mi alma, esto va a ser mucho peor», porque si te violan por el culo, ya olvídate. Pero él no se llega a excitar porque está con su fantasía de un lado y con la pistola del otro.

Está creando una situación de poder.

Y se le ve que es una persona impotente, porque las que hemos tenido actividad sexual regular enseguida vemos cuando el tío es impotente. Y tiene problemas, y se le nota ¡vamos! en cómo maniobra y entonces te dices «ay, madre mía, solo me falta que no se le ponga…» ¡porque es peor! Porque se va a poner más nervioso…

Porque te pegará.

[Jana pasa a recordar un caso de incesto que conoce de cerca y las consecuencias para la mujer. Al denunciar el abuso intrafamiliar, muchas mujeres sufren el rechazo de los familiares, ostracismo y un empobrecimiento material. La separación, que puede implicar cambiar de lugar de residencia, añade el desarraigo al rencor de la familia que encuentra ventaja en el silencio. En contrapartida, la denunciante tiene la seguridad de haber ganado en salud mental, N de R.].

Me llama la atención lo de las mujeres que te piden que las acompañes a comisaría. Es decir, que tu testimonio ha tenido mucho impacto.

No sé si mucho, pero si lo he podido hacer lo he hecho.

Y la parte de tesis académica, ¿has estado conforme con el enfoque?

Ha sido muy conflictivo. Porque también te hablo de menciones. No es que la tesis sea directamente sobre el tema. Y en algunos casos ha habido plagios de páginas enteras. Sobre todo porque, de todo lo que digo hay una cosa revolucionaria y es que yo creo que el violador está buscando, cuando viola, su casa. No era algo que había leído antes, me di cuenta por la experiencia. No era una idea de tesis.

Además lo dices muy pronto.

Yo me di cuenta de que estaba buscando casa. En mí estaba buscando su casa, en mi vientre estaba buscando su casa.

Bueno, es lo que procura el sexo, ¿no?

Sí, sí, pero ni siquiera él a sí mismo se permitía decirlo. Pero yo me di cuenta porque luego hubo un momento como de bienestar.

Suyo.

Como de dulzura ¡suyo!

Tú decías que es un chico que además de ser muy joven está muy alienado en la expresión de sus necesidades. Aparte, ser negro lo complica todo un poco más. Que ni siquiera sabe qué quiere de verdad.

Su deseo de casa era más fuerte que la supervivencia. Porque si no, me habría matado. De hecho, yo te digo que sigo con miedo, porque sigo viviendo en Harlem. En otra casa, pero sigo viviendo en Harlem.

Cuando vas a Nueva York, vas a ese barrio.

Sí, sí, sí.

¿Porque es el que te puedes permitir?

Exacto. Y no solo por eso, acabé viviendo allí porque era un barrio que había elegido porque tenía muchos parques, y con el tiempo volví a alquilar una casa con mucho mejores condiciones, en un edificio impecable en el que todo está perfecto, con buen rollo…

Bueno, igual también tienes el típico miedo de alguien que ha conseguido algo bueno en la vida.

Sí, pero esta persona ya ha debido salir de la cárcel y en cualquier momento puede volver, porque en algún momento su sensación de bienestar, de haber estado en el cuerpo de alguien, con la fantasía de ser bienvenido, era más importante para él que su supervivencia. Porque si no, me habría matado. Yo estuve con este hombre dos horas y pico… con el sol dándonos en la cara hablando… Evidentemente, yo lo podía reconocer. Solo le quedaba una opción, matarme. [Alza la voz]: ¡La otra era pensar que mi pánico me iba a impedir denunciar! Cuando lo interrogaron la primera frase que le dijo al detective fue: I knew I should kill her!

¡La tenía que haber matado!

Claro.

De esta frase no me acordaba.

No la he puesto en el libro. Me daba demasiado miedo, pensé «no lo voy a poner». Que no lo he oído, no me lo dijo a mí, lo dijo durante la entrevista cuando le comunicaron eso.

¡Pero eso igual es un farol! Porque él sabe lo que se jugaba si te hubiera matado.

Porque luego le preguntaron: «¿es eso lo que has dicho?». Y dijo: «no, no, lo dije porque…». A él le empiezan a mostrar pruebas, entonces se da cuenta de que lo han pillado y dice: «sí, you got me, you got me». Pero luego se lo dicen porque le van a aumentar la pena y entonces él negocia porque le iban a dar cadena perpetua. Y si dice eso, «I should kill her», significa que existe la amenaza de que vuelva contra ti y entonces le ponían cadena perpetua. ¡Esa frase es cadena perpetua! Él entonces dijo «nooo, fue una cosa temperamental, no la voy a matar, entiendo que lo que he hecho está mal». Veinte años son suficientes…

¡¿Veinte años?! ¿Y dices que ya habrá salido?

Sí, ha salido, claro.

Una de las cosas que me inquieta es a lo que podemos llegar en una vida; cómo llegas a familiarizarte con una persona así, a pensar por él, a pensar en él más allá de tu propio interés.

Más allá, y además era una cosa que me fastidiaba mucho, porque es que de repente se me habían olvidado los buenos polvazos que había echado en mi vida… ¡Y lo que me quedaba era esto! Yo intentando concentrarme en aquella vez, pensando «concéntrate por favor… ¡Concéntrate como puedas!». Uno de los problemas es que me venía a la memoria este tema… en vez de los otros. Y de hecho hice un proyecto llamado Memoria congelada.

Jana Leo para Jot Down

Probablemente, hablando de la alienación, la única manera que tiene de relacionarse sea a través de un abanico muy reducido de posibilidades, y la mayoría pasan por la violencia.

Sí, mira, te voy a enseñar otro libro, que acabo de terminar, es significativo… Es un archivo visual de ciento cuarenta y una mujeres asesinadas en la Comunidad de Madrid por sus parejas hombres.

¿Desde cuándo hasta cuándo?

1999-2020. Veintiún años. Todo el libro consiste en un dibujo y una historia. La historia está debajo y hay una serie de datos. Los dibujos son míos, las historias también, la base de datos es de Sergio Tombesi. Cuando empecé a hacer esto, había algo que no conocía y era el carácter masculino. Después de esta investigación de ciento cuarenta y un casos, me he dado cuenta de lo que por supuesto ya sabemos: el trasfondo cultural de machismo, de control de la mujer, de apropiación de ella, de tratamiento como objeto, etc. Pero hay otra parte que tiene que ver, a lo que vamos, al momento en que el violador está en mi casa, el presunto violador en su momento, él no sabe comunicarse con la realidad. Es absolutamente incapaz de expresarse, su capacidad de bregar con la realidad es muy limitada, su lenguaje es muy reducido y es el lenguaje de la violencia. Se le ve con el arma y él está haciendo así [imita el gesto de hacerla girar con un dedo en el gatillo, dando vueltas]. La pistola también se puede dar la vuelta e ir contra él, ese es el lenguaje que él maneja. Me di cuenta haciendo este estudio de que gran parte de los asesinos no son asesinos porque sean sádicos, son asesinos porque son absolutamente incapaces de relacionarse con sus sentimientos y de canalizar sus emociones de manera no violenta. Esto es algo que no se trata nunca al hablar de la violencia contra las mujeres.

Del control de la frustración.

Es necesario educar el elemento de frustración para que haya un canal de expresión. Yo no lo sabía, es consecuencia de los dos años y medio trabajando en el estudio de cada caso, análisis de él, análisis de ella y mi conclusión es muy sencilla: no saben bregar con la frustración. A todos nos cuesta, pero las mujeres tenemos más capacidad de verbalizar, más capacidad de distanciar y de parar…

A la mujer lo habitual es que se la victimice…

En cambio, del hombre se espera que actúe de manera violenta, que no se deprima, que no llore, lo mismo que la mujer no tiene herramientas para pelear, aunque debería tenerlas, el hombre debería tener herramientas para solventar la frustración. Si careces de herramientas para canalizar la violencia… vas a explotar. Ese modo de comportamiento lo va a utilizar para todo, porque además te acostumbras a que la otra persona reaccione echándose hacia atrás, porque a las mujeres se nos ha aleccionado para que no gritemos, usemos un nivel de voz tranquilo…

¿Cómo esta experiencia ha cambiado la dirección de tus proyectos en su conjunto?

Al principio, todo mi pensamiento iba dirigido a meterme en la cabeza de él para localizarle. Realmente no lo encuentro yo, lo encuentra un detective, gracias al ADN. Gracias al ADN se hace un cruce, porque se ha introducido un cambio en la legislación de Estados Unidos en que se hace un cruce y empiezan con delincuentes habituales, como este, que ha disparado a otro en la calle, un tipo de delincuencia habitual mientras que la violación está considerada especial. Empiezan entonces a cruzar el ADN con cualquier agresión mayor. Ahí es cuando este hombre aparece y dicen: «Ya está, este hombre ha cometido una violación». Eso ocurre solo en el momento en que sacan del congelador el kit de violación, gracias a Alan Sandomir, que es el que lucha. Es un detective que afirma que mientras no seamos capaces de llevar los cruces de ADN a las delincuencias habituales, no vamos a resolver los casos fríos (cold cases) más graves. Evidentemente. Yo no lo descubro, ya me habría gustado, pero sí hago el esfuerzo de meterme en su cabeza, para protegerme, porque yo sigo viviendo allí. Me niego a irme. Luego me voy, pero durante un tiempo me niego a irme, digamos que busco a una persona que quiera coger el apartamento, una pareja de hombres porque creo no van a correr riesgo, y no me decido a irme del todo.

Así que estoy intentando meterme en la psicología de él, es mi primer paso. Una vez que él está en la cárcel, el segundo paso es ver qué voy a hacer. Porque soy consciente de que es una persona que no tenía medios, que es muy pobre y yo lo estoy metiendo en la cárcel. Y yo soy blanca, pobre, pero privilegiada. Empiezo a investigar las consecuencias que le esperan a él y es en ese momento cuando preparo mi discurso con la petición para que la pena disminuya, no que aumente. Intento manejar mi propia rabia, este señor me ha cambiado la vida, ha sido un cambio fisiológico…

Virginie Despentes, que también fue violada (junto a una amiga, por unos tipos que las recogieron en su coche de noche), defiende en Teoría King Kong la necesidad de pasar página. ¿No te parece absurdo?

¡Claro! Te doy un ejemplo. Yo tengo ahora mismo efectos secundarios como que el sistema nervioso automático deja de funcionar, el automático, no el consciente, con lo cual el que yo tome una postura o tome otra es irrelevante.

¿Qué consecuencias en tu carrera te ha traído publicar tu libro?

Cuando me he presentado candidata a profesora de Arquitectura en escuelas, me han dicho: «no queremos una profesora violada que es capaz de decirlo de forma directa».

¿En España o en América?

En Estados Unidos. Porque ellos juegan con una doble moral, tienes que ser hipócrita, tienes que sonreír y nunca puedes decir qué te ha ocurrido, porque además siempre tenemos la creencia de que una mujer violada es una mujer dañada. Puedo tener un trauma, pero mi inteligencia está intacta…

Cuando tú hablas de tus síntomas, son los síntomas habituales de una persona que ha sufrido agresión sexual, abuso familiar, sea de poca duración o de larga duración, pero es sistemático. 

Es agresión sexual y es amenaza de muerte. El síntoma más importante del que todavía soy consciente es que ha habido un cambio en mi percepción del peligro. Yo tengo lo que se denomina hipervigilancia, que significa que estás más pendiente de los estímulos que ocurren a tu alrededor. Eso realmente es ventajoso porque tu sistema en cierto modo está detectando cosas que otros no, de hecho me ha pasado en varias ocasiones, que le estaban quitando la cartera a mi hermana, ella no se daba cuenta y yo sí. Pero esto provoca que tu sistema de protección esté acelerado y se produce una debilitación de tu sistema inmunológico, que conlleva una serie de consecuencias muy graves. Es como el estrés postraumático de los soldados.

Háblame de esto, de estos dilemas.

Yo continuamente me recordaba a mí misma: «Jana, ahora no estás en peligro, el peligro ha pasado, ahora tú no estás en peligro y ahora puedes controlar tu tiempo. Estás a punto de hacer algo muy importante para ti, tienes que concentrarte y el resto no existe». Este es un tema del que continuamente se habla, como ocurrió con la niña de la manada, la han violado y como al día siguiente se va a dormir y parece como si nada, y ella estaba normal porque al día siguiente hizo esto o lo otro… El que hoy no reaccione y sea capaz de distinguir la diferencia entre el peligro en el momento que sucede y el peligro una vez que ha pasado, sencillamente ocurre que uno tiene esa capacidad, eso va a pasarle más a personas que son más analíticas y menos instintivas. No quiere decir que el daño no sea muy grave, es sencillamente que uno tiene mucha capacidad de autocontrol.

Tú no renunciaste a tu proyecto. Porque llorar, gritar, es como la tentación en esos momentos.

Te cuento por qué. Claro, todo eso uno lo puede hacer, yo tenía dos opciones, cuando estoy con el violador, como estoy ahora frente a ti, podría haberme puesto a gritar, me estaba jugando mi vida, yo opté por hacer como si nada. En el momento en que ya no me estoy jugando la vida no opto por hacer como si nada, ya hablo. Ahora bien, y vuelvo a mi pasado, yo soy una hija de emigrantes del campo a la ciudad, en que el esfuerzo de mi familia para que yo tenga una carrera, y de mí misma, trabajando, ayudando a mi madre a fregar escaleras para ir luego al instituto y poder pagar los libros y sacar 9,5 y ser la primera de la clase, sí, porque si no no había beca [aquí levanta la voz subrayando la urgencia de ese condicionante]. Esto a mí me ha creado un nivel de disciplina tan fuerte que no importa lo que sea, sé cuál es mi prioridad en la vida. Mi prioridad en la vida es mi supervivencia humana, no como mujer digna, y lo segundo como individuo que se desarrolla. Considero que mi felicidad parte no de un marido y unos hijos, mi felicidad parte de que yo he pensado que hay una serie de cosas en la vida que quiero ir a por ellas con todo mi esfuerzo..

Eso lo veo recogido en tu concepto de «domestofobia», que parece que viene de muy lejos. La casa de ciudad es supuestamente algo maravilloso y tú te das cuenta de que la felicidad es otra cosa. Y vas encontrando muchas confirmaciones a tu idea.

Esa observación me pareció genial porque, efectivamente, me doy cuenta de que el estado doméstico, la asociación de la mujer con la casa, a mí nunca me va a dar la felicidad. Lo cual no quita que estoy muy bien en mi casa y pase muchas horas, pero yo pertenezco al espacio público. Me doy cuenta a muy corta edad de que, como individuo, yo pertenezco al espacio público y voy a dedicar todos los esfuerzos a rebasar el espacio de mi casa, mi barrio, mi clase, no para ser rica, que no tengo ningún interés en el dinero, únicamente por alcanzar la esfera pública. Para mí la escena pública significa la historia, significa el progreso, y eso es algo que he admirado siempre. Ahí entronca la admiración que siento por mi padre, y la disciplina de mi padre en el trabajo, es que desde pequeñas, con tres años sé hacer raíces cuadradas porque mi padre cuando regresa de trabajar nos enseña. Estamos hablando de alguien inteligente como era mi padre, con capacidad de superación, y con mucha tenacidad. Eso es algo que yo heredo. Es genético. Es un esfuerzo y ocurre como con el deportista, seguramente un deportista sabe de qué estoy hablando… o los bailarines, el esfuerzo que tienes que hacer…

Para superar esa etapa en la que estás más cansado.

Exactamente. Y a nivel intelectual siempre hago eso, superar esa etapa y seguir y seguir. Pero esto es una donación de mi familia. Es algo muy positivo que tienen; sin embargo, estoy en desacuerdo con su entendimiento de la vida, que seguramente yo debo ser secretaria…

Porque a ellos secretaria ya les parece mucho… Pero esto es muy generacional, ¿no?

Sí, aspirar a ir bien vestida, no tener que estar fregando o estar con el polvo de la construcción… Y sin embargo para mí el objetivo no es un trabajo, para ellos es una posición y un trabajo. Para mí el objetivo es la esfera pública y el progreso.

Jana Leo para Jot Down

Siguiendo con la parte del juicio, hubo cierta dificultad y sin embargo encontraste a varias personas, digamos defensores de la ley, que te dieron cierta esperanza porque estaba bien organizado el sistema de protección.

Sí, sí, digamos que la persona que fue la fiscal, o sea yo no contraté a un abogado, no tenía abogado, tampoco me lo podía permitir porque yo era una profesora trabajando a tiempo parcial, en una universidad, inmigrante además, en ese momento tenía una visa de inmigrante, pero está la figura del fiscal, que sí presenta cargos. Marta Bashford era una mujer que había sufrido de primera mano, muy joven, a través de su hermana, la violación, y tenía mucha conciencia de la importancia del crimen. Aunque los detectives anteriores no le dan ninguna importancia, ella está dispuesta a perseguirlo y está dispuesta a apoyarme, me mete mucha presión también porque hay otra persona a la que este señor ha violado, que trabaja de camarera, que en realidad es una limpiadora de hotel. Ella ya había presentado cargos antes porque yo todavía estoy con mi escisión de decir qué le va a pasar a este hombre; él ha negociado conmigo en cierto modo, porque me ha violado pero no me ha matado, no me ha cortado un pecho, no me ha metido el palo de la escoba por el coño, es decir, él tenía un objetivo y no ha utilizado agresividad en exceso. Yo tengo que seguir una regla de honestidad porque es mi manera de ser. Entonces esta señora me mete presión. ¿Qué ha pasado? Que esta camarera ha presentado cargos y no la han creído.

Por clase, estatus social.

O no tanto por clase social en ese momento, porque yo era pobre, probablemente ganaba lo mismo que ella.

Pero europea, universitaria.

¡Exactamente! Alguien que ha sido profesor de universidad, que ha sido becado en Princeton, seis becas, que es una cosa dificilísima, se supone que tiene una credibilidad.

Es un aval.

Es un aval. La universidad de Princeton me está avalando. Entonces ella me dice «te van a creer». Ahí es cuando yo decido. La balanza se inclina, porque por un lado está el peso de la desigualdad social y racial, de la que tengo conciencia, y por otro lado está la agresión sexual con violencia, de la que también soy consciente como delito. Ahí la balanza se inclina y vuelvo a intentar controlar mucho mi expresividad porque puede ser negativo que sea efusiva. Tengo que ser lo más neutral posible, intentar no decir de más, solo lo que me pregunten, ser muy escueta, no ser dramática, y contar sin más la realidad con pelos y señales,

¿En qué momento se pasa al análisis de la especulación inmobiliaria?

Sí, pasan siete años. Desde que me ocurre esto hasta que se publica el libro. Y son siete años en los que no paro de trabajar. Gracias a la abogada empiezo a ir a un centro de tratamiento de apoyo a mujeres que han sufrido violencia, violencia grave. Funciona mejor que en España. A esta señora le cuento el miedo que tengo cada día a que el agresor retorne y me asesine. Porque sigo, de momento, viviendo allí. Y ella me pone en contacto con un abogado que trabaja la violación desde el punto de vista civil. Yo en ese momento ni siquiera entiendo lo que significa. Luego me doy cuenta de que estamos hablando de negligencia. Yo estoy viviendo en un sitio que no es mi casa en propiedad, que la he alquilado y la persona a la que se la he alquilado tiene la obligación de protección indirecta, es decir tiene que proporcionarme ciertas condiciones de seguridad. Entonces yo voy a este abogado y me pregunta: «¿la puerta se cerraba por sí sola?». Y yo respondo: «no, estaba rota y no se cerraba por sí sola, pero yo no sabía que debía cerrarse por sí sola”. «Sí», me dice, «es el código de Incendios para que si hay un incendio no salgas». Vale, pero no lo cumplía. Sabíamos que no había cerradura abajo y tenía que haberla, me hablan del código de arriba, de la puerta de salida a la azotea y entonces me enseña, digamos que ella es mi maestra, me enseña cómo funciona e incluso un lugar donde todos los fallos del edificio contra el código están anotados. A lo largo de cincuenta años allí había habido todo tipo de fallos, contra los que la ciudad no había hecho absolutamente nada, con lo cual ella denuncia al casero y denunciamos a la ciudad de Nueva York porque ellos tienen indirectamente la obligación, en tanto que todo estaba reportado, no lo había reportado yo sino otras mujeres anteriormente, pero no habían hecho nada, no habían actuado. Esto sigue su curso, sigue recopilando información, consigue los datos de la policía y esto es decisivo porque ahí hay un asesinato, otra violación, treinta robos con violencia. Por lo tanto, evidentemente es un edificio en el que la policía estaba haciendo la vista gorda. ¡Porque es demasiado!

¿Por qué? ¿Para dejar que se degrade y poder venderlo?

Exactamente.

Es el tío millonario del que hablas.

Sí, el tío que se hace millonario utilizando la expulsión de los inmigrantes y la gente pobre en general. Cada vez que se iba una persona del apartamento, él subía la renta un veinte por ciento. Por cierto, eso lo han quitado. Ha sido una de las mejoras en las que indirectamente mi libro ha influido, está ayudando ahora mismo a millones de inmigrantes. No ha sido el único, pero ha sido un factor. Porque los caseros, no estoy hablando de pequeños caseros como aquí, que tú alquilas tu casa. No, estoy hablando de caseros que tienen en propiedad edificios de veinte, cuarenta, cien apartamentos; tienen varios edificios, son millonarios, y que utilizan la falta de seguridad de las personas como manera de enriquecerse.

Y por la ignorancia de sus derechos, ¿no?

Sí, porque siempre funcionaba en diferentes ciudades, y con inmigrantes. Yo tampoco sabía eso.

Siendo arquitecta, te encontraste con que los códigos y leyes son diferentes entre los dos países.

Sí, son diferentes porque, por ejemplo, el tema de las puertas corresponde al Código de Incendios, yo estudio el Código de Edificación, pero no estudio el Código de Incendios. Luego, la legislación va por ciudades. He estudiado en Nueva Jersey, Princeton es Nueva Jersey y desconozco la legislación de protección de la renta estabilizada. Ni siquiera sabía que es un edificio con la renta estabilizada.

[El programa del Alquiler Legal Estabilizado protege a los inquilinos de un incremento drástico de los precios del alquiler al controlar la cantidad que un dueño o propietario puede cobrarle al inquilino, incluyendo el aumento del alquiler en el momento de renovar un contrato de arrendamiento. Fuente: nycourts.gov]

Sin embargo, este es un dato característico de Nueva York, ¿o no? Gente que vive muchos años en pisos maravillosos porque tienen un contrato de alquiler controlado.

Sí, y yo lo conocí y aprendí sobre ello, pero a mí me violan a los tres meses de mudarme, es que no me ha dado tiempo. Vengo de otra realidad y no conozco a nadie. Solo conozco al hermano de mi novio, que se acaba de mudar por trabajo. Está en finanza, a otro nivel, porque la empresa le está pagando la «acomodación». Realmente no tengo referencias, no tengo información, soy una presa fácil, el agresor lo identifica ¿sabes?, que soy una presa fácil.

Sí, y cuando por fin se llega a juicio y se dictamina a tu favor, los propietarios de la finca tienen que pagar indemnización.

Ellos tienen que pagar, lo que pasa es que pagan menos de lo que deberían haber pagado porque al que llaman el superintendent del edificio, que es como el conserje, lo sobornan, creo, porque se niega a testificar, y su testimonio habría sido determinante, porque él es el que me dice, y el que en la testificación grabada con mi abogada, lo que llaman deposition.

Una declaración.

… pero no ante el juez sino ante abogados, ha dicho que el agresor era homeless, un vagabundo, que lo había visto en varias ocasiones viviendo allí y que no había hecho nada, que le daba pena y no había hecho nada. Eso era una prueba determinante, porque delataba negligencia si el conserje deja tener a una persona con pistola, porque él había visto la pistola y balas, viviendo en la azotea, y no le echa ni lo comunica a la policía…

¿De qué raza era el conserje?

Era dominicano de raza negra. De ahí que se crea que indirectamente estaban favoreciendo que los delincuentes entraran en el edificio.

Tienen otra cultura.

¡Es que es muy posible que le hayan dejado vivir ahí! Porque no sabemos si le han dicho «por favor, agrede, porque nos beneficia». Si agrede, la gente se va sin avisar con el mes de antelación, van a perder el depósito, que era de dos meses, y además vamos a subir la renta para el siguiente, con lo cual… ¡Había un cambio de treinta inquilinos al año en un edificio de veinte apartamentos! Eso no es normal. Eso tiene toda la pinta de que fuera un sistema organizado. Qué casualidad, ¿no? pero este señor se negó.

También le iba en ello el puesto de trabajo.

Él dejó de trabajar allí porque después fui a ver si seguía trabajando, llamé a su telefonillo, hablé con la gente que conocía y me dijeron que no. Dejó de trabajar, creo que seguramente le dieron dinero. Al negarse él a hablar, la abogada hace la entrevista al agresor para preguntarle si había estado viviendo en la azotea y no responde. Como no tenemos pruebas, se entabla una negociación y se llega a un acuerdo a nivel civil sobre una cantidad, porque no hay pruebas para determinar que hay negligencia y el juicio civil era por negligencia. Luego está el artículo 16, que dice que cualquier persona propietaria del edificio dejará de ser responsable completamente si el acusado es identificado. Con lo cual yo sabía que, si se encontraba al violador, tenía muchas menos posibilidades de conseguir una indemnización. Aun así, por razones éticas, me desvivo por intentar encontrarlo y presento cargos. Pero mi abogada me comentó en cierto momento que se reparte la obligación en un 50% y como, evidentemente, mi agresor no tiene nada de dinero digamos que mi posibilidad de recibir indemnización ha bajado automáticamente a la mitad en el momento en que yo presento cargos. Fíjate el nivel de perversión.

El sistema legal norteamericano es tipo «te vamos a pagar, pero no presentes cargos. Cállate». Te penalizan. Si presentas cargos, automáticamente se reduce a la mitad la posible indemnización. Lo cual es una aberración porque te están comprando el silencio.

Jana Leo para Jot Down

Uno de los aspectos más relevantes de tu libro es lo que tiene de cambio cultural. Porque ahora con el #MeToo, prácticamente todo el mundo sale con su historia de violación. Pero se queda ahí. Cuando en realidad existe mucha literatura académica, la violación como sistema de guerra es algo que está estudiado.

Muchísimo. En Sudáfrica. Lisa F. Jackson hace varias películas sobre esto, o los feminicidios en México. Ahora, estoy haciendo un estudio forénsico de las emociones, pero en relación a la práctica. Hay una parte en la que estoy documentando las emociones pero a la vez es un estudio forense. No estoy diciendo tanto cómo me siento o lo que a mí me habría gustado o lo que yo haría, todo eso lo limito y estoy intentando hacer un dibujo de «esto es lo que ha ocurrido, estos son los efectos a este nivel y a este otro nivel». Y luego hago un análisis de lo que ocurre en el entorno que creo ha provocado que eso sea fácil.

¿Cómo ves el fenómeno de la crisis de la vivienda en EE. UU. comparado con España? 

Este es mi último libro [recoge otro de encima de la mesa, que tampoco está publicado, es maqueta, que se titula Del campo al balcón y habla de la venida a una casa baja, que es donde nací y donde viví con mi familia y cómo de esa misma casa los echan, a mi familia y a todas las familias que allí vivían, para construir edificios de apartamentos. Y el sistema es exactamente el mismo: gentrificación. Esto es Ascao, digamos que está a cinco minutos en coche del aeropuerto, una especie de pequeño pueblo. Entonces, la gente que viene del campo iba hacia las zonas periféricas, que hay casas de pueblo, unifamiliares, con patios interiores, y las casas de alrededor. Con la emigración de la posguerra empiezan a diseñar los Ensanches, en algunos casos los diseñan y en otros construyen sin más. Los real state developers, los promotores compran a precios bajos en ese momento y construyen pisos de apartamentos, de manera que es absolutamente el mismo esquema que ocurre en Nueva York treinta y tres años después.

¿Con qué tiene que ver la adquisición en propiedad de una vivienda?

Creo que tiene que ver con tu nivel económico, de tu entorno… Mi expareja, Ángel Borrego Cubero, que sigo en contacto con él porque seguimos trabajando y colaborando, tiene un proyecto que se llama Ensanche, y habla de la posguerra, también su familia viene aquí desde Badajoz. Desde el punto de vista arquitectónico, estudia el paso del campo al balcón y analiza cuando se empieza a construir el Ensanche, y en qué momento se llega a tener un piso. Y la crisis de la pareja en ese momento, porque lo de más importancia era el piso. Estamos hablando de Berlanga (El pisito, 1958). En su pieza sobre el Ensanche pone un fragmento de Berlanga de El verdugo (1963) en que el verdugo mata por un piso. Indirectamente, porque es una parejita, se casan, no tienen dónde vivir, están mirando los apartamentos y el padre de la novia le dice: «sí, lo único es que hay un pequeño problema aquí, que te toca matar». Y mata (risas.)

El tema no es solo esa película porque está documentado, y ocurre también en Italia. El tema de la vivienda en España es de un nivel de crisis desde los años del Gran Movimiento, desde los años de 1940, donde la población se multiplica por doscientos. Y después por quinientos, después por dos mil. Es que estamos hablando de que barrios que tenían seiscientos habitantes llegan a tener seis mil, once mil, con lo que el problema es gravísimo.

Pero ahora es más grave…

No, ¡lo que ocurre es que en ese momento construyen pisos! La administración pública bajo Franco con el imperativo de que hay que construir la ciudad, que está totalmente destrozada por las bombas, y hace falta construir. Mi padre es constructor, es uno de los que colabora en reconstruir, y para reconstruir necesitamos que vengan más inmigrantes, y para que esos inmigrantes vengan hay que darles casa. Prácticamente todas las casas del Ensanche con el típico signo de la Falange se construyen entre los años 50 y los años 70. Todos los pisos siguen el mismo modelo y todos tienen aproximadamente cincuenta y cinco metros, con tres habitaciones, pensados para una familia de dos hijos, cuatro, aproximadamente. Se construyen viviendas y desde entonces el gobierno español, y el mismo Ángel Borrego Cubero (becado y profesor en Princeton) tiene una parte de su oficina de arquitectura exclusivamente dedicada a impulsar que haya vivienda social. Nosotros, pues entonces trabajaba todavía con él, hacíamos concursos de vivienda social, porque para nosotros era muy importante como hijos de inmigrantes, y habíamos llegado a lo más alto en arquitectura… Yo venía todos los veranos y los pasaba haciendo concursos de vivienda social porque nos parecía lo más importante, dar dignidad a aquellos que son como nosotros, pobres. En el momento que tienes capacidad estamos mirando hacia atrás, no estamos mirando hacia arriba. No queríamos hacer un museo, queríamos hacer vivienda social. Pues no se construye [alza la voz: ¡tengo catálogos y catálogos de viviendas con segundos premios que no se han construido! Después Ángel sigue, yo lo dejo, y llega el primer premio. ¡No se han construido! Hay cinco edificios de vivienda social en los últimos veinticinco años en España, señores.

En las últimas elecciones (las de mayo de 2023) se ha hablado mucho del problema.

¡La derecha española destruyó Madrid! O sea, aquí al lado hay edificios, en el edificio donde yo vivía, Escorial 5, cayó un obús. La derecha española destruyó Madrid y la derecha española reconstruyó Madrid. Volvió a crear casas con muy malas condiciones de vida y con muy malos materiales, y con un nivel energético pésimo, que ahora mismo hay unos problemas salvajes, pero reconstruyó un piso mínimo, es la historia de El pisito. Eso no lo ha vuelto a hacer ningún gobierno y no estoy ensalzando a la derecha porque empiezo diciendo “la derecha lo destruyó de manera salvaje”, como está haciendo ahora Rusia con Ucrania: invadió Madrid, quedó totalmente destrozado y luego lo que hizo fue reconstruir para inmigrantes que vienen del campo. Volvemos a lo mismo, estamos hablando de una guerra civil que tiene motivación económica, porque empieza con la sublevación de los campesinos que quieren propiedad sobre la tierra. Entonces, represión absoluta, destrucción de vivienda, mandan a esos jornaleros, que querían ser propietarios de su tierra, agricultores de derecho, vienen con la cabeza baja, en fila, y se ponen a trabajar en fábricas, a reconstruir Madrid,

Hay un momento en el libro en que hablas del tipo de arquitectura que sería emancipadora, porque es lo que te mantiene mentalmente viva.

Fue eso lo que yo estudié cuando llegué a Princeton, estaba haciendo proyectos con instalaciones y demás, pero bueno, me centro no solo en el tema de la «domestofobia» sino en el estudio de lo doméstico y empiezo a seguir el rastro de mujeres que han estudiado los espacios domésticos y todo el elemento masculinista, y no solo masculinista sino en general de poder. Cómo la arquitectura te condiciona para que actúes de una manera determinada, te cree una estructura mental. Eso, por ejemplo, en las casas del Ensanche se ve inmediatamente. El plano típico de 55 metros es la puerta de entrada queda enfrente del dormitorio de los padres, del dormitorio principal, y al lado de la cocina, de tal manera que pueden controlar la comida, la entrada al frigorífico cuando llego tarde por la noche (ríe), parece una tontería pero es un hecho, y la entrada y salida a la calle porque estás controlando lo que hace… Lo que se hace es introyectar la dictadura del régimen con la dictadura del padre. Un ejemplo muy claro es ese piso de 55 metros; con ese prototipo tú puedes controlar a los que viven dentro y ahí estás creando una especie de pequeño panóptico. Eso ocurre a cualquier nivel. A nivel doméstico es muy fácil de ver, pero ocurre a un nivel mucho más sofisticado, por ejemplo con el mobiliario. Una de las sillas más famosas de la historia moderna es la de Le Corbusier, y Charlotte Perriand, esta especie de chaise longue, que está tumbada, como de tubo de bicicleta: está copiada de una cama de hospital que se diseñó para llevar a los prisioneros de guerra. Como tienen que pasar muchas temporadas en tratamiento psicológico, a los que tienen problemas se les instala en una especie de cama en que estás en postura como medio de ensoñación, que ni estás sentado ni estás tumbado…

El diván.

Sí, pero es que el diván se diseña a partir de una cama de hospital que se utiliza para tratar el estrés postraumático. Este es el trabajo que yo sigo haciendo en arquitectura, hacer un rastreo de los elementos de poder, cómo colonizan toda la arquitectura moderna, todo el diseño, incluso los iconos de modernidad y de lujo.

Dices que estos libros se están quedando en maqueta. ¿Te está costando publicarlo o es que tienes una acumulación de obra?

Te cuento. Fue una escisión completa de mi trabajo porque realmente mi cabeza había cambiado en el sentido de que las cosas que eran prioritarias para mí eran ya diferentes. En tanto que yo hice como si nada, volví a mi trabajo original, que había sido siempre el registro de las emociones, porque empecé en el año 90 con un trabajo que fotografiaba las emociones y la relación con el otro extraño, hice muchos trabajos que eran con personas desconocidas.

¿Hasta entonces estabas recibiendo influencias y de pronto la agresión centró todos los temas o fue una cristalización?

Bueno, fueron varias cosas. Por un lado, estaba escribiendo la tesis con lo cual me centré en ello y dejé de lado mi trabajo artístico personal, eso ocurrió en 2004. Y a la vez seguía recopilando información para el de Violación Nueva York, hasta 2007. Y yo sigo trabajado en NY, ya estaba pensando si volverme o no, pero decidí que no me iba mientras no tuviera el libro acabado e impreso allí. Es entonces cuando contrato con Book Works, decido pegar un cambio y volver a España y dejar NY unos años, aunque luego vuelvo.

Estuviste pocos años aquí.

Sí.

Te debió de coincidir con la crisis… que era muy difícil estar en España…

Claro, claro, vine al final de 2008 casi 2009, que la crisis fue salvaje, entonces estuve como dos años y medio y volví. Porque no podía vivir aquí. O sea, sí que viví, en esos años abrí una fundación cultural precisamente con el que era mi novio, Ángel Borrego Cubero, sobre los vacíos de la ciudad.

¿Y qué recepción tienen estos temas? ¿Es reducida, tipo estudiantes de Arquitectura?

Es muy reducida y mucho más reducida aquí. Porque ahora mismo tenemos un blog llamado, «Vacíos urbanos, vacíos cívicos», casi todo en inglés y en español, y en Estados Unidos todos los activistas y asociaciones usan esos escritos y aquí ni se conoce. La gran diferencia entre Nueva York y Madrid, las dos ciudades que conozco bien y de las otras no hablo, es que hay un activismo muy fuerte pero a nivel comunitario y a nivel de barrio, no activismo de partido político o de otro tipo.

Cuando tú pasas de registrar la agresión y sus efectos a hablar del campo social, el que puede atañer al urbanismo.

El urbanismo, o la especulación, el hecho de que todo está construido en aras de una violencia que hemos asimilado.

Jana Leo para Jot Down

Otra cosa que advierto es esa forma de violencia que es la negación. Porque uno de los mejores artículos que leí sobre Violación Nueva York es de una recién licenciada especializada en violencia de género. A pesar de estar bien documentado, de ser una persona joven con unos estudios, no tuvo demasiada trascendencia.

No, no, es que no ha tenido nada demasiada trascendencia. Y he tenido aproximadamente unas o ciento veinte entrevistas y publicaciones, ¡ciento veinte eso es una bestialidad!, ¡de hasta cuarenta páginas! Hay mil setecientas nominaciones sobre este libro y sobre mi trabajo en academia, cerca de veinte tesis doctorales y de todo esto no trasciende… No te digo que me trasciende a mí, yo lo he hecho para abrir un camino…

Es un tema que no interesa. Este libro, por ejemplo, Arte, memoria y trauma, me parece una contextualización interesante, es un libro de Marián López Fernández Cao, es extraordinaria ella, son artículos sobre artistas que utilizan su obra para hablar de traumas, está genial. Y sí que es cierto que yo he dado charlas en la Escuela de Arquitectura, pero a un nivel de día a día no está…

¿Sigue habiendo un desprecio por parte de las mujeres a tratar este tema con seriedad?

Por supuesto. A mí me han llegado a decir: «Claro, a ti te violan, como eres guapa», cuando tenía como treinta y cinco años. «Ojalá me hubieran violado a mí. No tengo de qué escribir». ¡Cómo puedes pensar así!

Que eso te lo diga una mujer. Yo creo que si tú dices que te han violado, las propias mujeres te atacan. Por supuesto, mujeres como tú, no, y un grupo concreto de mujeres no.

Las mujeres aceptan hablar del tema si pueden mostrarse compasivas, si pueden rebajarte, pero si te adueñas de tu experiencia, como has hecho tú…

Una profesora de Princeton muy famosa, no voy a decir su nombre, me dijo: «Jana, si publicas esto vas a perder tu trabajo y no vas a tener un espacio nunca más».

¿Te amenazaba o lo decía porque conocía el panorama?

Me avisaba. Me dijo «es una elección de vida». Yo no la creí y era así. Pero siempre habría hecho lo mismo. Si me vuelven a poner ante la misma pregunta hubiera hecho lo mismo. Veinte años después, hubiera hecho lo mismo. La profesora me contó que ella misma tuvo otro incidente y lo silenció…

¿Cómo lo ves tú estando entre Estados Unidos y Madrid, y considerando que allí todavía hay una cultura del activismo mientras que aquí es bastante estético?

Es que tenemos una cultura del activismo en la zona oeste (California) porque se cambió a una legislación coherente, no como la que tenemos aquí. Empieza hace unos doce años, en Berkeley, la Ley del sí es sí, de modo que el que tiene el peso de la prueba es el hombre, tiene que probar que no ha violado, siempre, desde doce años para atrás, pero eso en Nueva York no se da. En Estados Unidos va mucho por estados y date cuenta que tenemos el activismo de las mujeres de la época de los 70, que es muy fuerte, en contraste con los seguidores de Trump, toda la ultraderecha…

¿A quién le interesa todo el asunto de la violencia?

No lo sé.

¿Quizás a los hombres?

Claro, muchos hombres tienen una fantasía de violación. Sin embargo hay una curiosidad pero no un tratamiento serio.

¿Se debe descontaminar de toda la emocionalidad para poder superar una violación?

Hay efectos secundarios que son imprevisibles, como los espasmos musculares. Se llama disautonomía neuropática, que quiere decir que el sistema nervioso que se ocupa no de las acciones voluntarias sino de las involuntarias, como cerrar los ojos, salivar, que los esfínteres se abran o se cierren; que vayan por su lado eso es una consecuencia de la agresión. Yo se lo decía al médico y él que no, no, no, pero es como el que ha perdido una mano en un accidente, tiene que saber vivir con una mano solo. ¡Pues aprendes a vivir! Pero tienes una cierta discapacidad.

Hay un eco. Digamos que siempre hay un eco.

Yo lo llamo discapacidad física para ciertas cosas. Porque tu sistema nervioso ha cambiado. Hablando con mi pareja, su madre es neurocientífica, son los dos neurocientíficos y hablaba de la memoria, de cómo afecta porque es como el que hace un recorrido todos los días para ir a su casa, si tú estás hipervigilante, el sistema de vigilancia está más activado que otros, como el sistema de relajación, con lo cual produce un efecto. Es decir que suceden cosas que, salvo que tú te esfuerces para corregirlas, porque he hecho el esfuerzo y en gran parte se ha corregido, ¡porque es así!

¿Has hecho terapia?

Estuve en terapia tres años.

¿Te sirvió?

Tuve mucha suerte al principio con Daniela, mi primera terapeuta. Era muy buena, y realmente me ayudó. Ella trabajaba en este centro dedicado a mujeres con problemas de violencia de género. Luego eso se acabó y tuve que cambiar y fui de una a otra hasta que encontré una que era mediocre. Ahora mismo al volver a mi familia y al hacer este libro, Del campo al balcón, he vuelto a terapia. Hace como tres semanas he encontrado un terapeuta buenísimo,

¿Qué terapias crees que funcionan?

Me he dado cuenta de que las que funcionaban mejor eran las que tenían un componente de terapia psicológica con otro tratamiento físico. Porque lo que hacía era, primero, reconocer el hecho, y validar una realidad, eso es fundamental, cuando identificas lo que tienes ya no dices «ay, es que me estoy volviendo loca, ¿qué me está pasando?». Conectas los síntomas, identificas lo que te está pasando. Esto es lo que se llama un trigger

El detonante.

El detonante. De repente, yo sigo oliendo el olor de este señor que es como de sopa de pollo; cada vez que huelo la sopa de pollo, devuelvo. No lo puedo evitar, es una cosa física. Pero no es que de repente me vuelva loca y me pregunte qué me está pasando porque sí sé qué me está pasando. Tranquila, no te pasa nada.

O sea, que ha dejado un eco físico.

Yo creo que está relacionado no solo con la violación sino con el nivel de miedo. Yo nunca he tenido tanto miedo en mi vida como entonces. Y de manera tan prolongada. Ha habido un momento, a mí me habían asaltado sexualmente antes, no llegando a ese nivel de agresión…

Me pregunto si pasaste tanto miedo porque ese fue la culminación de tantos miedos anteriores, omitidos.

Por supuesto. A mí me han ocurrido antes hechos que o me ha dado miedo o no me he sentido en posición de denunciar como a lo mejor hubiera debido y eso fue la gota que colmó el vaso. Y además que yo tenía treinta y tres años…

Una edad capital.

Ya tienes fuerza. Anteriormente he sufrido otros asaltos y no los he denunciado.

Venimos de una generación en que era continuo…

¡Es que era cada día!

Siempre te estaban toqueteando. Con tal de que tuvieras quince años, subías al autobús…

¡El culo y las tetas todo el día!

Y todo eso ha cambiado mucho, pero como formaba parte de la cultura supongo que mediterránea, era como un rito de paso que omitíamos excepto si llegaba a cierto nivel.

No sé si conoces el trabajo que hice después, No violarás. Son varios audiovisuales sobre el tema y uno de ellos era una monja novicia que a mí me llevaba a su cuarto para entablar relaciones sexuales con ella, más ella conmigo que yo con ella.

¡Qué horror!

Y eso es una performance que ha ido a teatros, aquí en Madrid, se ha puesto en la Neomudéjar, y la gente no ha querido hablar de ello.

Nunca. No quiere hablar.

Había gente que me decía: «¿pero una mujer puede violar?». Y cuando oyes esa pregunta, te partes de la risa.

Jana Leo para Jot Down

Hemos pasado de la época de los 80, que por contrarrestar a la política de Reagan, de Franco, y todo aquel puritanismo, no se hablaba más que de sexo…

¡Acuérdate de Pepi, Luci, bom y otras chicas del montón, que está… Almodóvar con la cabeza ahí haciendo una mamada salvaje.

Sobre todo los homosexuales, y hemos pasado a que no se habla nada de sexo. Solo se habla de porno, es como una vuelta de la miseria de la sexualidad.

Creo que estamos en una época de represión muy fuerte.

¿Qué más audiovisuales hiciste?

Uno era una violación en grupo y el otro era una violación en el portal. Luego creé un programa que daba cursos en los campus universitarios. Y el nivel de agresividad y el nivel de falta de conexión con las emociones…

Pero, de los chicos o…

¡De todos! Los chicos me hablaban de las dificultades que tienen para relacionarse con sus emociones y también, no lo han dicho con chicas delante, cómo se ven obligados a cumplir un cliché. Es compórtate así, trátame mal, hazme esto, y ellos: pero yo no quiero ir por ahí, es que no me interesa. Hay una represión tan fuerte, yo creo que fue eso, el disparatazo de los ochenta, el sexo por todas partes, es que yo disfruté y estuve muy a gusto…

Sí, pero estaba el problema del sida y ahora ni se habla.

No ha habido un replanteamiento de las emociones y de la función del sexo, y también tienes razón en lo que dices de la gota que colma el vaso. Yo estoy en un momento en que estoy en una posición en que decido hablar (añade en voz baja) que me han tocado los cojones por todos lados.

También está la cuestión de cómo hablar.

Yo decido hablar así.

Volviendo a tu actividad pluridisciplinar, estos proyectos pueden ser la muestra de una efervescencia creativa que a lo mejor te va a interesar publicar más tarde.

Bueno, yo hago proyectos cuando consigo una beca y me los pagan. He conseguido para este y me lo han pagado. Antes de que use tiempo en intentar publicarlo, he conseguido dinero para este y me lo han pagado, entonces tengo maquetas hechas en espera.

¿Son becas españolas?

Sí, estas dos son españolas. Pero recibí becas estadounidenses, porque ha cambiado la cultura, como hablábamos antes de los intelectuales. Ha habido un cambio radical, a nivel mundial tiene mucha menos importancia la academia, mucho menos de la que tenía…

¡Pero la universidad se ha cavado su propia tumba!

Sí. Ahora mismo es residual. A la vez se da otro fenómeno, muy negativo, que ha sido el crecimiento de la cultura comercial.

Cuando Felipe González abrió las puertas de la universidad a los pobres, se les castigó aprobando a todo el mundo, devaluando así el valor del paso por la universidad, cargándose la meritocracia, volviendo a dar valor al dinero, representado por lo caro que era el máster. Intuyo que en Estados Unidos…

En Estados Unidos casi se ha eliminado la cultura underground, en las ciudades viven los ricos, hiperricos, superricos, que es este resultado de la gentrificación salvaje.

Como está pasando en Madrid.

En Madrid, aunque no al nivel de allí, donde hay barrios enteros que son irreconocibles.

¿En qué plazo de tiempo?

Hay una primera ola, cambia todo el Soho, y los artistas son los que lo reconstruyen, eso ocurre en los 70, y la segunda ola empieza en el año 2005 hasta el 2020 prácticamente. En quince años ha cambiado la ciudad… está irreconocible. La gente de fuera no venía porque le daba pánico, bueno, pues se ha limpiado la ciudad. Han empujado la pobreza y la marginalidad primero a Harlem, luego al Bronx; ahora mismo ha vuelto a subir la violencia pero por otro motivo, porque han cerrado manicomios y está toda la gente con problemas de salud mental en la calle. Y lo que ocurre es que las ciudades y las instituciones críticas prácticamente han dejado de serlo o se han desplazado a las minorías. La academia deja de tener sentido, los colegios o las asociaciones dejan de tener sentido porque siempre son las que escriben códigos y todo eso desaparece.

El crecimiento de China y de Arabia Saudí le habrá restado mucho nivel, mucha importancia, a estas instituciones.

Sí, un ejemplo, en Estados Unidos, en Columbia University el 65% de los estudiantes son chinos. ¿Qué les enseñan? A ser promotor. Eso no estaba en Arquitectura antes. Hay máster de promoción inmobiliaria. No te enseñan a hacer mejor el plano de tu casa para cuestiones de género sino «Desarrollo, eficiencia económica y optimización del terreno». Eso es arquitectura ahora mismo. Toda la parte humanista ha desaparecido del programa. Han quitado la teoría del arte, la teoría de la arquitectura, lo único que se mantiene es la Historia pero no la crítica y en Harvard lo mismo.

¿Se ha desplazado a Europa el interés humanista?

No se ha desplazado.

Sin embargo, ahora hay arquitectos muy interesantes.

Por supuesto, pero minoritarios. Te estoy hablando de que durante una época las universidades americanas eran una fuente de talentos mundiales porque ofrecían becas internacionalmente y estudios humanistas. Eso se ha reducido. El ejemplo de Cooper Union (East Village), donde yo trabajaba, era gratis y tú entrabas por capacidad intelectual, ni siquiera por notas, porque te hacían un examen allí, una serie de ejercicios. Yo he estado muchos años en admisiones. Todo eso ha cambiado.

¿Y cómo se podría revertir? Porque echo mucho de menos el underground, no el de las drogas, porque ahí ha habido un cambalache.

Primer elemento fundamental es que la gente ha dejado de tener tiempo libre. Estamos en un momento, a nivel mundial, de precarización del empleo y de los salarios. Yo estoy trabajando de intérprete (explica brevemente su colaboración en juzgados madrileños como intérprete de inglés), pero el pago por el trabajo de arte me sale a 2 euros la hora. Entonces, 2€, 6€, a veces 12€. Así que por la precarización del trabajo, no hay tiempo libre, hay agotamiento general; sin tiempo libre no tienes capacidad de crear comunidad. Esto ha ocurrido también en América. La de Reagan es una América donde un trabajador menor tiene todo lo necesario, son muchos años también de creer que la felicidad está en el consumo, que no haya habido una rebelión de la gente contra esto, pero además desde la crisis que tú has dicho, un elemento muy importante, es la falta de tiempo. Hay más trabajo pero los trabajos están muy mal pagados. Tienes que trabajar como un perro. Tienes que cogerlo porque si no, no puedes trabajar.

Pero hay países donde se lucha. En Francia han conseguido llevar al gobierno a sentarse para tratar de la remuneración del sector de los traductores y escritores.

Hace dos años, en 2021, había, cuando el covid, el movimiento de La vida de todos los negros importa, eso no fue porque mataran a Georges Floyd, ya que habían matado a cincuenta mil negros antes, esto fue porque los que iban a trabajar éramos los negros y los pobres. Yo iba en bicicleta, porque si cogía el metro me la jugaba. Pero estaban tan quemados por la cantidad de gente negra que moría por covid, porque el tratamiento era horrible, porque los hospitales eran horribles. El Soho estaba desierto.

Pero es que Estados Unidos, como dices con ese Estados Unidos te mata, ha pasado a convertirse en un país del tercer mundo.

Mira, el último proyecto que hice allí con mi pareja, Simon Lund, fue durante el covid y pusimos, con lo poco que pudimos comprar porque apenas se podía comprar online, cámaras de seguridad en postes de la luz porque había muertos en las calles en camiones frigoríficos. Camiones como de reparto de comida, que nos dimos cuenta al cabo de unos días que no llevaban comida, que llevaban muertos. No había sitio dónde meter a tantos muertos. Lo grabamos para dejar constancia de que, cuando abres el camión que pone Food etc., encuentras cadáveres en bolsas. Ese proyecto se llama Las muertes que nunca sucedieron. (The Deaths that never happen). Hasta que los llegaban a enterrar, era como una ciudad fantasma. Yo estaba con la beca de Roma. Y cuando surgió el tema del covid, cogí el último vuelo, corriendo, con la ropa puesta, de correr, sin hacer las maletas, con el pasaporte y el ordenador, me largué…

¿Para ir a Estados Unidos?

Sí. Porque me parecía que iba a ser muy salvaje y no podía tener a mi pareja sola con el salvajismo…

Ah, porque él estaba allí.

Porque él estaba allí y porque tampoco me podía quedar en un lugar privilegiado sabiendo que aquello estaba ocurriendo…

Pero en Italia el impacto del covid también fue horroroso.

Sí, pero no en Roma, yo estaba en la Accademia, en un sitio fantástico… Me fui porque tenía miedo de dejar a mi pareja sola, y porque me parecía que algo iba a pasar. De hecho, todo el movimiento de revolución de Nueva York ocurre justo el 28 de mayo del 2021…

Tú vendrías a formar parte de la cultura del activismo que ha encontrado otros cauces de expresión, ya no la pancarta sino el libro para dejar constancia…

Exactamente, exactamente, pero también la pancarta ¿eh? Y la policía ha sido muy salvaje y ha habido compañeros muertos y también te digo que los primeros días no iba a las manifestaciones por miedo al covid, porque tengo un problema de inmunodeficiencia y sabía que iba a morir. Pero… me acuerdo que mi compañero, mi pareja, no me dejó ir a la última y murieron dos compañeros. ¡La policía fue brutal!

¿Murieron por palos de la policía?

¡Por palos de la policía en la revuelta murieron dos blancos!

Y esto no sale en los periódicos.

Eso sale en los periódicos locales y ahora están en juicios porque la policía tiene una que ha matado y otra que ha dejado a gente sin ojos, la policía iba a saco, ¡yo eso no lo he visto nunca!

En Francia está pasando lo mismo.

¡Pues yo nunca lo he vivido! Nunca he vivido ese tipo de violencia, que yo vaya en bicicleta por la calle, que me empujen al suelo y me empiecen a dar golpes. A mí eso no me había pasado en la vida, yo había vivido la represión, y había visto matar a la gente por la calle pero no había llegado a ver a mis compañeros en la cárcel o que a mí me dan golpes estando en el suelo. Y blancos.

O sea que vivimos en un periodo…

Turbulento.

Y la violencia en Madrid ¿no la detectas?

En Madrid estuve haciendo un estudio en torno a esta época, sobre el tema del correo, del reparto de correos, por la gran violencia que hay dentro de los portales. Me acuerdo de un caso que fue espectacular, en que había desaparecido una mujer en un edificio. Lo leí, fui al edificio y mandé un escrito a todos los periódicos preguntando: «¿Han mirado ustedes en el cuarto de la limpieza que está debajo de las escaleras?». Y ahí estaba la mujer asesinada. Y me dijeron: «¿Usted la ha matado?» Dije: «No».

(Risas)

Es que es muy normal en esta tipología de edificios. Busqué la dirección, busqué el plano, fui al ayuntamiento, hice un estudio forense y me dije: es muy normal que si ha habido un asesinato, se mire en el sitio escondido, ¿han mirado ustedes en el cuarto de la limpieza? Y ellos no, no.

Y de esto ¿cuánto tiempo hace?

Esto fue en el 2013, salió publicado porque, claro, era sorprendente. Y él decía: «¿pero usted qué pasa, qué es detective?». Y es observar el plano y preguntar ¿hay posibilidades de que (el cuerpo) esté escondido en este sitio? Primero, las muertes ocurren en casa…

Tú dices que lo que llamó tu atención fue la violencia en los portales. Pero ¿con la entrada del correo?

Sí, en Madrid se publicó en 2002 un estudio que decía que en Madrid la violencia era igual, estaba equiparada la de los portales a la de la calle, los descampados, etcétera. El portal en Madrid…

¿Por el diseño?

Por el diseño, estoy hablando de 2002, ahora hay muchísimo portero automático, y portero automático con video, pero antes no, casi todos los portales tenían lo que llamamos el chiscón de la portera, donde te podías esconder. Y luego eran escaleras sin visibilidad, con lo que el nivel de violencia en los portales era equivalente al de la calle. Cada vez que lo he dicho, en casa de mi madre y he dicho, «por favor, hay que quitar de ahí la puerta, hay que poner un espejo…».

En mi edificio han puesto un espejo desde que se cambió el ascensor.

¡Es que no cuesta nada!

Al poner uno moderno, se perdía la visibilidad que tenía el viejo con la caja de cristal en el que puedes controlar quién entra y quién sube.

Vamos a ver, alguien que ha asesinado en un sitio hay muchas posibilidades que no sea de fuera sino que sea de dentro, porque es así, porque es «domestofobia». Es que las cosas ocurren cerca de casa. Y muy cerca de casa. Lo que pasa es que no lo queremos reconocer porque queremos que las mujeres no se aventuren a nada.

Además de escribir libros ¿sigues en arquitectura?

No estoy trabajando en construcción sino en temas de urbanismo. Lo que he hecho en NY es contar todo el sistema de corrupción de cómo se ha cambiado. Lo mismo que hago aquí [señala la maqueta del libro Del campo al balcón-, a nivel de toda la ciudad. Eso está en la web Civic Gaps que a su vez alimenta a muchos blogs. Y luego he estado en grupos de, cómo se llama cuando te quitan una casa porque no pagas…

Desahucio.

¡Desahucio! He estado en grupos en contra del desahucio por parte del gobierno. Ofrezco recursos en el blog y he trabajado con un grupo para evitar el desahucio. También dejé de hacerlo en 2019 porque tengo que vivir y he conseguido que gente recuperara sus casas, lo que supone millones de dólares, y no me han pagado mi trabajo.

¿No lo puedes reclamar?

No, porque he trabajado como voluntaria. La gente ha venido a mí como consultora y me ha dicho «no tengo dinero». Decidí el 2019 dedicarme a mi trabajo personal, y es que en 2019 me dieron la beca de Roma.

¿Cuál era el proyecto?

Sobre la burocracia. La relación entre el individuo y el Estado. La burocracia en Roma es gravísima, muchísimo más grave que aquí. Me interesaba estudiar el sistema.

Tienes una gran capacidad de controlar el lenguaje que requiere cada proyecto.

Eso es algo que hago porque ha sido mi formación. Estudié filosofía y las artes las estudié solo en centros culturales pero no dejé de tomar clases de fotografía, de pintura, de teatro, de danza…

¿Y no te ha importado mucho la opinión ajena?

¡Sí, me ha importado mucho y lo he sufrido mucho! Pero yo he creado una línea. Por ejemplo, Centro de Arte Dos de Mayo, esta fotografía que vendí hace poco, un retrato mío con las letras «sida» en la frente, que me lo hago con una cuchilla de afeitar. Todo esto en la época del sida, que a las mujeres parece que no nos daba sida. Son autorretratos, he creado la misma línea siempre en relación con las emociones. En relación con la imagen de la mujer. Siempre he hecho autorretratos. Pero por el nivel de trabajo, y los años, yo debería estar en los museos. Yo tendría que tener 50 libros en vez de tener 5. Por el nivel de trabajo y de dedicación. No te consideran nada aquí. Abres una línea, hay individuos que te consideran, que te compran obra para la colección porque piensan «“cuando esta chica se muera, que a lo mejor no le queda tanto… Lo he comprado por ocho mil y lo voy a vender por cincuenta». Va a tener un valor, es que esto se baraja, esto es así. No compran a la gente de 20, compran a la gente de 50-60, porque estás cerca del cementerio.

¡Pues que vayan con cuidado con el aumento de la esperanza de vida, que en nada sube a 120!

¡Claro, claro! Pero, bueno, hay gente a la que le gusta el trabajo, lo protege y lo ayuda pero es muy poco. Y es que se ha producido una banalización del arte… En 1992 yo tenía una asociación en esta zona, que se llamaba El Caballito, de fotografía, que me dijeron «una mujer, poniendo esto, y tú no has hecho Bellas Artes, no vas a aguantar», era un lugar al que iba todo el mundo. Allí impartí Crítica para amateurs. La gente empezó a hacer crítica visual, yo había cursado un máster de Teoría de las Artes, porque en la Autónoma de Madrid podías estudiar todas, incluido danza, con beca. En dos años aprendí de arte muchísimo. Y uno de los ejercicios, que era mi preferido, era transformar lenguajes. ¿Cómo saber si es arte? Si lo puedes traducir a otro lenguaje, entonces es arte si no, no. Lo puse en práctica, me di cuenta de que se me daba muy bien porque yo ya estaba entre muchas disciplinas.

El cerebro ya estaba musculado.

Siempre habrá mejores pintores que yo, mejores fotógrafos que yo, mejores escritores que yo, pero no hay tanta gente que sea capaz de traducir una obra de arte en prueba para un proceso judicial, un ensayo en novela, de traducir la vida real al arte.

Jana Leo para Jot Down

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8 Comentarios

  1. Oscar H Pulgar

    Una de las entrevistas más complejas y polémicas que he leido Jot Down que deja nuestro rol masculino merecidamente en el disparadero. Me intriga por qué este articulo no tiene comentarios que merece. ¿No será nuestra mala conciencia que los imposibilita? Bravo por esta mujer!

  2. Esta es una sociedad enferma dentro de una civilización agonizante. Pero luego hay una realidad biológica de la que nadie o pocos hablan: la permanente ansiedad sexual del hombre (Camille Paglia) que (menos mal) se aplaca con la madurez y la vejez, pero que nunca nos abandona. Esto, por supuesto, NO justifica, NO justifica y NO justifica la violación ni ningún tipo de abuso hacia otro semejante. Por otra parte, el ser humano es vanidoso y le gusta verse admirado, agasajado y, cómo no, deseado. Y, por último, las religiones (con sus cosas buenas y sus cosas malas) además de proporcionar códigos de conducta, suelen jugar un papel de contención de los instintos. Quizá amarren demasiado en corto, pero la rienda suelta tampoco es la solución, porque el ser humano ha demostrado por activa y por pasiva que tiene una marcada tendencia al desequilibrio y que su estado evolutivo aún es el de un niñato inconsciente. En mi opinión, la mala conciencia no debería afectar solo al ser masculino (que por supuesto que sí) sino también al resto de actores y actrices de esta farsa llamada sociedad.

  3. Pingback: Jana Leo: «De todo lo que digo hay una cosa revolucionaria y es que yo creo que el violador está buscando, cuando viola, su casa» – Masticadores

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  5. Una entrevista adictiva, todo muy interesante. ¡Vaya mujer!

  6. Joder, qué interesante toda la entrevista.

  7. Apasionante y dolorosa a la vez.

  8. Guillermo

    Brutal. No conocía a esta mujer pero me ha volado la cabeza

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