Música

Le Parolier: «The Elements», de Tom Lehrer

Tom Lehrer, autor de «The Elements». (DP)
Tom Lehrer, autor de «The Elements». (DP)

Más amigo de las salamandras que de las personas, Gussie Fink-Nottle se ve obligado a presentar la entrega de premios de una escuela rural. Para superar su extrema timidez, empina el codo y, siendo radicalmente abstemio, los efectos del alcohol en su discurso dan como resultado la que se considera una de las páginas más divertidas de la literatura inglesa y una de las obras maestras de la florida pluma de P. G. Wodehouse1. Y es que el descontrol alcohólico es causa automática e inevitable de ridículo y risa. Acercándonos un poco más al presente, en 2010, en el episodio «La alternativa a los pantalones» («The Pants Alternative») de The Big Bang Theory, el alcohol como antídoto a su timidez crónica conduce al pedante científico Sheldon Cooper a emular al pobre Gussie. Para cerrar su embarazosa tirada los guionistas norteamericanos decidieron utilizar una canción científica sobre los elementos.

«The Elements» de Tom Lehrer es una retahíla de términos químicos ordenados para que coincidan con los acentos de las frases musicales. Un alarde memorístico2 y una humorada surrealista e irrespetuosa que parece ideada con el único fin de sacar de quicio al espectador. La canción es en realidad la adaptación de una pieza cómica de una de las operetas de Gilbert y Sullivan3 que Lehrer modifica ligeramente y que, tanto en disco4 como en los directos que nos preserva YouTube, su autor interpreta con el único acompañamiento de su piano.

Cantante y compositor, Tom Lehrer nació en 1928 y, al igual que el intérprete más célebre y divertido de su absurda canción, fue un niño prodigio que entró en la Universidad de Harvard a los quince años, donde se licenció con un espectacular magna cum laude y, de adulto, dio clases en las más reputadas universidades. Había estudiado piano, era un gran fan de la comedia musical y tenía un tremendo espíritu crítico que le incitaba a burlarse de todo y a escribir canciones irrespetuosas contra el amor, los convencionalismos, la política y hasta contra la ciencia, como es el caso. Parte de su repertorio, incluyendo «The Elements», es conocido en España vía el cabaret caústico de la argentina Nacha Guevara que, durante su larga carrera, obtuvo mucho más eco en nuestro medios que Lehrer, entre otras cosas porque el idioma facilitaba su acceso a la popularidad y, por supuesto, la comprensión… Aunque tratándose de un listado de términos químicos haya poco que entender…

¿O no?

Con una estructura tremendamente sencilla, basada en un par de frases musicales que se repiten con ligeras variaciones, y una letra que es una simple enumeración de términos científicos, «The Elements» es una canción cuya originalidad merece la pena resaltar, lo mismo que su cinismo irreverente y el perfecto ajuste de la acentuación prosódica con los acentos musicales. A pesar de un ritmo saleroso que hipnotiza, la retahíla de nombres puede resultar algo críptico para el cuarenta y tantos por cien de estudiantes que, en algún momento de nuestra formación, hemos preferido las humanidades a la educación científica. Aun así, descubrimos términos muy familiares por su uso e importancia cotidiana y universal como serían hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y carbono, presentes en el aire, en el agua y en todos los organismos vivos incluyendo los que nos sirven de alimento. Habría que añadir el cloro y el sodio utilizados para tantas cosas desde la desinfección a la gastronomía, etc. Consciente o inconscientemente, con sutileza y sin seriedad ninguna, Lehrer puede estar tratando la tradicional idea de la fugacidad de la existencia cuando, al fin y al cabo, somos una mera serie de reacciones químicas: los moralistas lo interpretarán como una lección, los ateos y materialistas como una demostración literal de que tienen razón, e incluso puede que los cocainómanos se sientan representados como consumidores que son del cloro e hidrógeno necesarios para generar ese combustible ilegal de la vida contemporánea que es el C17H22NClO4.

Otros elementos de la tabla periódica utilizados por Lehrer para su canción que se han convertido en habituales para la humanidad son el aluminio y el zinc de las tradicionales barras de bar y los utensilios o el papel aluminio para la cocina: estamos hablando de la alimentación y la restauración humana, del placer gastronómico y del pecado de la gula. ¡Buen provecho! El hierro, utilizado para construcción, herramientas, etc., e imprescindible en el organismo con el magnesio, potasio y calcio: ahora Lehrer nos está hablando de vida y de salud. Las palabras fósforo y flúor tienen, entre otros, un uso generalizado para describir colores vivos y chillones… ¿Hablamos del azufre? Símbolo del infierno, los rituales satánicos, la magia negra, la condenación eterna, es un tratamiento todavía habitual para algunas afecciones de la piel: muerte y vida en un solo mineral amarillo de olor fuerte y característico. Toda una concepción literal de nuestra realidad en los ochenta segundos que dura la canción. Como dice Sheldon Cooper: «¿Qué estudian los científicos? El universo. ¿Y de qué está hecho el universo? Me alegra que me lo preguntéis», dice antes de cantar «The Elements». 

La tabla periódica constituye una distribución pertinente de los elementos químicos ordenados por número atómico para que queden claras sus propiedades. Está claro que Tom Lehrer, en su pimpante letanía de nombres químico,s no tiene ninguna intención pedagógica. Es un chiste musical que pretende que los oyentes se rían ante semejante sobrecarga de información científica descontextualizada y por tanto trivial, y, en este contexto, completamente inútil. Sin embargo, estamos viendo que nos enfrentamos a un contenido mucho más rico de lo que parece, un mensaje casi ininteligible que puede o no tener sentido. Utilizando tan prosaico medio, Lehrer nos habla de cosas valiosas, como el oro y la plata, símbolos de poder y riqueza. Y también de venenos como son plomo, mercurio y arsénico, o los elementos radiactivos, uranio, plutonio, radio, polonio, etc. que tenían aterrorizado a medio planeta en aquellos tiempos de la guerra fría. Como antes, de un modo inconsciente, nos advierte de los peligros existentes en la naturaleza que nos rodea. Como contraposición, tenemos el yodo, que —aunque también pueda ser venenoso— resulta imprescindible para tantas funciones importantes de nuestro organismo. Y el helio, necesario para los alegres globos de ferias y fiestas: el mundo de extremos en el que vivimos al compás de un jacarandoso 4/4.

Igual que en el universo que estudian los científicos de la vida real y de las farsas televisivas, si seguimos buscando en «The Elements», vamos a encontrar el romanticismo de lo exótico, las tierras lejanas, los viajes y lo pintoresco de otros lugares, como nos cuentan los cuatro elementos —itrio, terbio, erbio, iterbio— con nombres derivados del pequeño pueblo minero de Ytterby en Suecia. Sin salir del laboratorio químico, en compañía de retortas y probetas y solo con una lista de nombres (germanio, francio y el citado polonio), podemos visitar con la imaginación países como Alemania, Francia o Polonia, continentes como América y Europa (américo y europio). El tulio nos traerá resonancias de lugares fabulosos como Tule, región misteriosa de cuentos y leyendas coincidente quizás con lo que son Escandinavia o Groenlandia.

Muchos de nosotros hemos crecido con el cine de Hollywood, las series de TV norteamericanas, el surf de las playas de Santa Mónica o el rock psicodélico de San Francisco, así que el berkelio y el californio nos resultarán doblemente sugerentes. Lo mismo que, para los amantes de las antiguas civilizaciones, lo serán los elementos bautizados en honor de dioses mitológicos: selenio, helio, uranio, neptunio o plutonio. Y que los lectores de ciencia ficción y tebeos los identificaremos tal vez con mundos del espacio exterior de posibilidades infinitas: la Luna, el Sol, Urano, Neptuno, Plutón…

Siguiendo con los géneros literarios, podemos, si queremos rizar el rizo, adentrarnos en la poesía épica dedicada a las gestas de los héroes de leyenda. Así nos encontraremos con las referencias indirectas de Tom Lehrer a los grandes descubridores e investigadores del tubo de ensayo y el mechero Bunsen. Serán los elementos bautizados en su honor los que nos hablarán del trabajo de Marie y Pierre Curie (curio), Albert Einstein (einstenio) o Alfred Nobel (nobelio) y de sus mentes sabias, inteligentes e inquisitivas que abrieron puertas importantes para la ciencia y la humanidad y que se nos aproximan sigilosamente con el desenfrenado tempo de «The Elements».

Hemos visto como una canción de risa se puede convertir en una invitación a la aventura, a la ensoñación o quizás incluso a investigar y emular a los científicos del pasado. Pero también es una empresa inacabada porque, desde que Lehrer escribió la canción en 1959 hasta ahora, se han descubierto dieciséis elementos más que, como muchos de los anteriores, solo se han podido sintetizar en laboratorio. Igualmente, una rápida búsqueda en el universo musical nos permite descubrir una inacabable lista de artistas que, como Lehrer, han encontrado su inspiración en la tabla periódica. Así pues, tenemos «Uranium» de Kraftwerk, «Uranium» de The Doors, «Uranium» de Red Hot Chili Peppers, curiosa llamada de atención hacia el interés que despierta este elemento radiactivo entre clásicos musicales de distintas épocas y tendencias. Podríamos añadir un largo etcétera5 donde quizás el título más logrado sea «C11H17N2O2SNa» de los neoyorquinos Anthrax6, y, por supuesto, la mayor concentración de elementos de la tabla periódica en una canción, —descontando la de Lehrer— es el polémico «Nuclear sí» de Aviador Dro:​ «Yo quiero bañarme en mares de radio con nubes de estroncio, cobalto y plutonio» que seguramente hubiera hecho las delicias del cínico Tom Lehrer de haber llegado a conocerla.

Y con esta histórica enumeración cerramos la inocua tarea de tomarnos en serio una absurda canción de risa.

(Gracias a Emilio Gil del Río)


Notas

(1) De acuerdo, Jeeves/Right-ho Jeeves, de 1934.

(2) Jim Parsons, el actor que interpreta al repelente personaje, dijo que aprenderse la letra de «The Elements» supuso uno de los momentos más difíciles de su carrera, y el propio Lehrer presentaba la canción explicando que el motivo de cantarla era comprobar si aún era capaz de hacerlo.

(3) «Major-General’s Song», de The Pirates of Penzance (W. S. Gilbert y Arthur Sullivan, 1979).

(4) Las interpretaciones de «The Elements» grabadas por su autor pueden escucharse en los álbumes Tom Lehrer in Concert, More of Tom Lehrer y An Evening Wasted with Tom Lehrer.

(5) Unas cuantas canciones relativamente recientes con títulos relacionados con la química: «Band of Gold» (Freda Payne), «Heart of Gold» (Neil Young), «Gold» (Spandau Ballet»), «Iron Man» (Black Sabbath), «Lithium« (Nirvana), «In Neon» (Elton John), «Osmium» (Parliament), «Platinum Blonde» (Graham Parker), «Titanium« (David Guetta y Sia), etc.

(6) Fórmula de un anestésico, el pentotal sódico, también usado como suero de la verdad y para las ejecuciones por inyección letal. 

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