
Festivales que hacen vibrar a un país
La música tiene el poder de detener el tiempo, de hacernos sentir parte de una historia que nos trasciende. En la vida cultural europea, los festivales de música clásica representan mucho más que un simple encuentro con la belleza sonora: son testigos de la historia, impulsores de la cohesión social y motores que dinamizan tanto la economía como el patrimonio artístico de una nación.
La vibración del sonido en directo, esa emoción que traspasa la piel, habla un lenguaje universal, ilumina ciudades y transforma vidas. En Europa lo saben bien: Bayreuth, Salzburgo, Lucerna… nombres que significan mucho más que simples destinos. Y precisamente aquí, en España, contamos con uno de los tesoros culturales más fascinantes de Europa: una constelación de festivales de música clásica que no solo ofrecen conciertos, sino que también moldean ciudades, crean comunidad y transforman paisajes. Sin embargo, en ocasiones no somos plenamente conscientes del valor de lo que tenemos.
San Sebastián – Quincena Musical
Fundada en 1939, la Quincena Musical de San Sebastián es el festival de música clásica más antiguo de España y uno de los más prestigiosos de Europa. Surgida en plena posguerra española, en un momento en que Europa comenzaba a adentrarse en la Segunda Guerra Mundial, su creación fue un acto de audacia y resiliencia. Impulsada por comerciantes y hosteleros para revitalizar la ciudad en uno de los momentos más oscuros de su historia, cada mes de agosto San Sebastián se transforma, atrayendo a miles de visitantes seducidos por una combinación irrepetible de cultura, gastronomía y naturaleza.
La Quincena ha moldeado el alma misma de San Sebastián. La visión de su director artístico, Patrick Alfaya, ha sido clave para reforzar su proyección internacional sin perder su fuerte arraigo local, logrando consolidarse como un referente de excelencia artística. Tal y como explica el propio Alfaya, uno de los rasgos distintivos del festival es su decidida apuesta por el repertorio coral: «En cuanto a la programación, hay dos cuestiones que nos hacen muy diferentes del resto. La primera es la capacidad de la Quincena Musical para presentar, edición tras edición, una programación con una fuerte presencia de la música coral. Para ello contamos con los coros locales, que están a la altura de realizar estas obras con orquestas de primera línea, y podemos abordar un amplio repertorio, incluyendo grandes obras corales como el Te Deum de Berlioz, la Sinfonía nº 8 de Mahler, la Missa solemnis de Beethoven o la Misa glagolítica de Janáček. Pocos festivales en el mundo pueden presentar este repertorio, y menos aún con coros locales».
Además, subraya la firme apuesta y el compromiso con el talento de proximidad: «Cabe destacar la cantidad de músicos locales que podemos programar; por lo general, somos el festival español que más músicos locales programa. Esto se debe, primero, a que la tradición coral hace que haya una importante cantera de cantantes y, por otra parte, a que se ha apostado por la educación musical —buen ejemplo es Musikene— y cada vez hay mejores músicos españoles».
En lo económico, la Quincena también es un caso singular dentro del panorama español. «Somos el único festival que obtiene más de un 40 % de sus ingresos por taquilla, lo cual es muy significativo y demuestra el éxito que tiene la Quincena», destaca Alfaya. Esta fuerte implicación del público no solo garantiza su viabilidad, sino que evidencia un arraigo real en la comunidad.
La Quincena también tiene una faceta que la distingue: «Todos los años buscamos producir al menos un programa. Un festival no es meramente un espacio donde presentar programas; también debe tener un apartado que suponga introducir producciones nuevas. Este año es una ópera infantil», señala Alfaya. Además, se incluyen varios estrenos y encargos, tanto en el ámbito musical como en el de la danza.
Santander – Festival Internacional de Santander
Del arraigo coral de San Sebastián pasamos al espíritu internacional de Santander, donde la música también ha sido puente entre lo local y lo global. El Festival Internacional de Santander cuenta con una historia singular. Su origen se remonta a 1948, impulsado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que comenzó organizando veladas musicales para mostrar al público universitario —en su mayoría extranjero— el folclore, la música y el teatro español.
Surgido inicialmente como una vía de apertura cultural durante el aislamiento internacional provocado por la dictadura franquista, el festival encontró su razón de ser en conectar a España con el exterior mediante la música y las artes. Hoy en día, Santander alberga uno de los festivales más prestigiosos del país, dirigido por Cosme Marina, quien destaca: «El Festival Internacional de Santander (FIS) llega a su edición número 74 y es, sin duda, una de las citas imprescindibles del verano cultural europeo. El FIS siempre se ha distinguido por la presencia de las mejores formaciones orquestales, las compañías de danza de primer nivel y los mejores artistas, tanto nacionales como internacionales. Además, ha sido constante su apoyo al talento joven, a la creación contemporánea y su cuidado por llevar la música a toda Cantabria a través del ciclo Marcos Históricos, que fue pionero en unir música y patrimonio».
Como subraya su director, los principales atractivos de la próxima edición son numerosos: «Desde la apertura con el Junior Ballet de la Ópera de París hasta la doble jornada de clausura con una orquesta como la Gewandhaus de Leipzig, el Festival ofrecerá un recorrido apasionante a través de varios hitos, como el estreno en España de producciones de danza como “Thikra”, de la Akram Khan Company, o “Las Cuatro Estaciones Bailadas”, de Le Concert de la Loge y Käfig. Además, presentaremos a la Sinfónica de Melbourne y a la China CNPA Orchestra, entre otras muchas. Pianistas como András Schiff, Khatia Buniatishvili, violinistas como Hilary Hahn o Leonidas Kavakos, flautistas como Giovanni Antonini o clavecinistas como Benjamin Alard o Jean Rondeau, por solo citar algunos ejemplos, formarán parte de una edición con numerosos puntos de máximo interés: desde los conciertos del ciclo Marcos Históricos hasta propuestas novedosas, como el doble programa de Los Percusionistas de Estrasburgo —en el auditorio del Centro Botín y en la terraza Carmen Amaya del Palacio de Festivales de Cantabria— o la presentación de Rodrigo Cuevas y el estreno de la nueva producción de “Medea”, a cargo de la compañía La Machina, estas últimas también en la Sala Pereda del Palacio de Festivales».
Granada – Festival Internacional de Música y Danza de Granada
Mientras el norte peninsular narra historias de reconstrucción y apertura cultural, el sur ofrece otro tipo de herencia: una que conecta con la historia milenaria de sus escenarios. El Festival Internacional de Música y Danza de Granada está íntimamente ligado al alma de la ciudad. Sus orígenes se remontan a los conciertos sinfónicos organizados en el Palacio de Carlos V a finales del siglo XIX, aunque fue en 1952 cuando tomó forma como festival, tal como lo conocemos hoy.
Desde entonces, cada verano, Granada se convierte en un escenario donde la música, la danza y el patrimonio dialogan en armonía. Enclaves únicos como la Alhambra, el Generalife, el Monasterio de San Jerónimo o la Catedral ofrecen un marco incomparable, donde el arte se funde con la historia.
Pollença – Festival de Pollença
Este diálogo íntimo entre música, paisaje e identidad resuena también en Pollença, donde un pequeño pueblo mallorquín ha sabido situarse en el mapa cultural europeo gracias a la fuerza de la comunidad y a una visión artística singular. El Festival Internacional de Música de Pollença, fundado en 1962 por el violinista británico Philip Newman, se celebra en el Claustro de Santo Domingo, un antiguo convento dominico del siglo XVII en el norte de Mallorca.
A lo largo de las décadas, el festival se ha consolidado como un referente, fiel a su espíritu original bajo la dirección artística de Pere Bonet, quien destaca: «Es uno de los festivales más longevos. El Festival de Pollença destaca por surgir en un pueblo que en los años 60 no debía pasar de un par de miles de habitantes y que ya era refugio de grandes artistas y pensadores. Esto le ha conferido un alma peculiar y un sentido de comunidad. Los ciudadanos lo sienten como propio, algo suyo».
Bonet subraya también los desafíos actuales: «El principal reto de los festivales de música clásica de hoy en día, para mí, es luchar con la burocracia y, sobre todo, con la falta de territorialización de las unidades de producción del INAEM, que salvo excepciones solo actúan en Madrid, cosa que es incomprensible».
Canarias – Festival Internacional de Música de Canarias
Los festivales españoles comparten una vocación clara: hacer que la música llegue a todos los rincones, y un ejemplo paradigmático de ello es el Festival Internacional de Música de Canarias. Creado en 1985 gracias al impulso del visionario Jerónimo Saavedra, entonces presidente de Canarias, quien, tras haber vivido en Colonia y Florencia, soñó con traer a su tierra una experiencia similar a la de los grandes festivales europeos. Apostó por el invierno como temporada alternativa, ofreciendo un «verano musical» durante los meses fríos en el resto del continente europeo.
Su apuesta por la excelencia artística transformó la imagen de Canarias, más allá de su tradicional asociación con el sol y la playa. Bajo la dirección artística de Jorge Perdigón, el Festival mantiene un firme compromiso con la sostenibilidad, la igualdad y los derechos humanos, actuando como un reflejo sensible de nuestro tiempo.
«En Canarias damos inicio a la temporada internacional de música clásica de invierno. Uno de los aspectos más destacados del Festival es su vocación descentralizadora y territorial, que lo convierte en una experiencia verdaderamente colectiva. La celebración de conciertos en cada una de las ocho islas que componen la Comunidad Autónoma Canaria hace que cada una tenga su propio Festival dentro del Festival Internacional de Música de Canarias», explica Perdigón.
Este enfoque ha contribuido, en sus palabras, a construir una comunidad sólida en torno al evento: «Se habla frecuentemente de la construcción de una comunidad, y creo que el Festival es uno de los pocos eventos que cuenta con la “bendición” de los canarios y canarias de todas las islas; basta con mirar las cifras: más de cincuenta mil espectadores en la última edición».
En cuanto a los ejes de sostenibilidad e igualdad, dos pilares del proyecto, añade: «La sostenibilidad aparece, sobre todo, cuando conseguimos un diálogo atractivo con el público, los músicos participantes, los medios de comunicación, patrocinadores, entre otros».
Y respecto al papel de la mujer en la música, lo expresa con claridad: «Estamos dando pasos muy importantes para que la mujer, al menos en el ámbito musical, se consolide de manera clara y contundente. La importancia de la mujer en la música es capital, fundamental, sin duda imprescindible si deseamos entender mejor nuestra sociedad. Hoy en día podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que la mujer es protagonista absoluta de la música actual».
Sin embargo, también lanza una crítica necesaria sobre la percepción y gestión de la cultura en España: «Tengo la amarga sensación de que, aún hoy, en nuestro país, la música clásica sigue siendo considerada por muchos políticos como una necesidad de élites, y no como un bien social. Durante la pandemia pudimos observar cómo la ciudadanía buscaba espontáneamente fórmulas culturales para comunicarse con su entorno, con sus vecinos».
Y concluye con una advertencia: «Por desgracia, con frecuencia la cultura está gestionada por personas que la desconocen, algunas de ellas sin formación profesional, que incluso deciden las programaciones; es decir, lo que deberíamos y podríamos ver y escuchar. En algunos casos, este desconocimiento puede llevarnos al fracaso social, cultural y al distanciamiento de la ciudadanía respecto a las artes».
Perdigón también reflexiona sobre la evolución del consumo cultural y el papel crucial de la narrativa: «Hace muchos años, la simple programación de una formación o músicos podía implicar la venta total de los aforos (evidentemente, esto aún ocurre), pero hoy en día un buen relato puede posicionar mucho más y de forma positiva un concierto e incluso un Festival. Creo que la cultura —y en este caso, la música— es fundamental como instrumento de reflexión y comunicación».
Peralada – Festival Castell de Peralada
Siguiendo con esa voluntad de crear experiencias musicales únicas y accesibles, el Festival de Peralada, en el noreste peninsular, ofrece una combinación única de excelencia artística y entorno patrimonial. Fundado en 1987 por Artur Suqué y Carmen Mateu, ha sabido conjugar el encanto de su enclave histórico —un castillo rodeado de jardines— con una programación de alto nivel. Ópera, danza, recitales y conciertos sinfónicos conforman la esencia de un festival que apuesta por la producción propia y la excelencia artística.
Desde 2010, el festival está dirigido por Oriol Aguilà, quien ha desempeñado un papel clave en su proyección: «El Festival destaca en el panorama europeo por su singular combinación de excelencia artística, compromiso con la creación contemporánea y un entorno patrimonial único. Desde su sede en el complejo monumental del Castell de Peralada, el festival no solo presenta grandes nombres de la lírica, la danza y la música clásica, sino que también actúa como plataforma para la experimentación escénica, el pensamiento artístico y las formas híbridas, consolidándose como una cita imprescindible en el ámbito mediterráneo de la música».
Uno de los rasgos distintivos del festival, según su director, es «su capacidad para abrazar tanto la tradición como la innovación, combinando recitales de artistas consagrados con estrenos absolutos, encargos propios y propuestas emergentes que dialogan con el presente».
Esta visión se completa con una experiencia cercana y emocional: «Perelada es también un espacio de encuentro entre el público y el arte en un contexto que va más allá del espectáculo. Sus escenarios ofrecen una experiencia inmersiva e irrepetible que conecta patrimonio, música y paisaje».
Para Aguilà, el festival representa una celebración del arte como forma de comunidad, reflexión y belleza compartida. Esta filosofía se refleja especialmente en la próxima edición, concebida bajo el leitmotiv La Invitación al Paraíso, que propone una programación articulada como un recorrido poético: «Hemos concebido esta edición como una experiencia que celebra la conexión entre las artes escénicas y el jardín, entendido como símbolo de refugio, comunidad, inspiración y emoción. Esta propuesta se traduce en una serie de espectáculos diseñados como estaciones de una misma sinfonía. Una programación con identidad propia que reafirma nuestra apuesta por la creación y también los vínculos de fidelidad con artistas que consideran Perelada como su hogar artístico».
La música transforma el silencio – Festival d’Estiu de Menorca y Música en Segura
Sin duda, España cuenta con una red de festivales que amplifican la fuerza de la música clásica, formando parte esencial de la riqueza cultural del país.
En Menorca, el Festival de Música d’Estiu de Ciutadella, fundado en 1973, se celebra en el claustro barroco del Seminario de la ciudad, ofreciendo cada verano una experiencia íntima que une excelencia artística, cercanía humana y sensibilidad patrimonial. Por su parte, Música en Segura, en Jaén, fundado en 2013, ha convertido un pequeño pueblo de la España rural en un epicentro musical, evidenciando que la excelencia artística puede prosperar lejos de los grandes escenarios habituales.
Frente a los grandes festivales europeos, los españoles enfrentan desafíos particulares: una tradición educativa musical menos arraigada, la necesidad de formar nuevos públicos y, en algunas ocasiones, una cierta dependencia de nombres internacionales por encima del talento nacional. A pesar del altísimo nivel de los músicos españoles, algunos festivales y, más aún, las temporadas orquestales, no siempre les conceden el protagonismo que merecen. En países como Alemania, Francia o Austria, el orgullo nacional ha impulsado sistemáticamente a sus intérpretes locales. En el resto de Europa existe un firme compromiso con sus propios artistas, un apoyo sostenido que no solo refuerza el prestigio de sus músicos, sino que les proporciona la experiencia y el reconocimiento necesarios para consolidar sus carreras internacionales. En España, todavía queda camino por recorrer.
Un festival de música clásica no solo enriquece la vida de una ciudad o pueblo, sino que también tiene un impacto profundo en su economía, turismo y cohesión social. Estos eventos atraen a miles de visitantes, tanto nacionales como internacionales, lo que dinamiza la economía local, beneficiando a negocios como hoteles, restaurantes y transportes. Las ciudades se transforman, proyectándose internacionalmente como destinos de alto valor cultural. Además, los festivales contribuyen a la creación de una identidad cultural propia, generando un sentimiento de orgullo y pertenencia en los ciudadanos, quienes se sienten parte de una sociedad dinámica y en constante evolución. Así, un festival de música clásica no solo deja huella en el patrimonio cultural, sino también en la vida de quienes habitan esos lugares.
Pero más allá de cifras, rankings o presupuestos, el verdadero éxito de un festival de música clásica se mide por su capacidad para generar comunidad, inspirar a nuevas generaciones y actuar como espejo y motor de la sociedad actual. Son puntos de encuentro donde lo mejor de la creación humana cobra vida.
¿Somos realmente conscientes del privilegio que supone contar con esta oferta? En Centroeuropa y Norteamérica, miles de personas planifican sus vacaciones en torno a estos festivales.
La cultura es una necesidad vital, un derecho colectivo y una poderosa herramienta para transformar el mundo. España posee un mapa sonoro extraordinario, tan diverso como sus paisajes y tan profundo como su historia. Porque cuando la música suena, una sociedad se escucha a sí misma. Y en España, la música ya está sonando.
No se olvide del Femap, Festival de Música Antigua de los Pirineos, que este año llega a la catorceava edición. 25 grupos y cuarenta municipios de tres paises.
Me encantó!