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El fenómeno Jeremy Lin, un triunfo de película

Lin Harvard Hz

Si no lo hubiese visto jugar, si no hubiese visto lo que es capaz de hacer, pensaría que es todo una treta publicitaria de la NBA, un guión perfectamente tramado por los dirigentes de la liga para vender un argumento de telefilme dominguero, muy especialmente pensado para atraer la atención del inmenso mercado chino. Si no existiese la televisión y no pudiera haber contemplado con mis propios ojos la forma en que este chaval juega al baloncesto, estaría firmemente convencido de que se trataba todo de una inmensa obra de teatro. Así de rara, así de hollywoodiense ha sido y está siendo su historia.

Pero no. Es real. Yo, al menos, lo he visto. Está poniendo en pie al Madison Square Garden. Hace tan sólo unos cuantos partidos estaba sentado entre los suplentes, destinado a repetir la desangelada historia de la pasada temporada, la de su triste debut en la NBA, en la que apenas pisó la cancha. Nadie lo apreciaba demasiado. Nunca fue elegido en el draft. Las universidades le denegaron una beca deportiva. Sus entrenadores no le daban minutos. Parecía condenado a calentar banquillo durante años y a pasar sin pena ni gloria por la liga profesional…. pero le acaba de hacer 38 puntos a Los Angeles Lakers, llevando al público neoyorquino al borde de la histeria, eclipsando a todo un Kobe Bryant en estadísticas y en estilo. Después de la exhibición ante los Lakers, ha bajado un tanto el pistón frente a Minnesota… pero aun así anotándole 20 puntos a los Timberwolves de Ricky Rubio. En cuanto le han dado minutos, este joven Ceniciento de veintitrés años ha hecho olvidar a las grandes estrellas del equipo, Carmelo Anthony y Amar’e Stoudemire. Sí, los ha hecho olvidar, por extraño que parezca. Hace poco hablábamos del revuelo que estaba armando Ricky Rubio, pero es que casi se va a quedar corto comparado con la que está armando el base suplente de los New York Knicks. Es el nuevo fenómeno de la NBA, y se llama Jeremy Lin.

Jeremy Lin es hijo de inmigrantes taiwaneses y nació en Los Angeles, aunque pronto la familia se trasladó a vivir a San Francisco. Si no fuese por su afición a la canasta, la vida de Jeremy sería muy parecida a la del estereotipo que sobrevuela sobre los chavales norteamericanos de origen asiático. Un chico muy formal, muy inteligente, muy bueno en los estudios, destinado a convertirse en un buen profesional liberal, en un activo dueño de algún negocio o incluso en el astuto ejecutivo de una gran compañía. Sí, Lin cumple casi a la perfección con ese estereotipo. Pero también estaba el baloncesto. Y Jeremy Lin, en sus años de instituto, fue un pequeño prodigio del baloncesto. Lo cual no necesariamente significaba gran cosa de cara a un futuro en la NBA: muchos grandes jugadores adolescentes se quedan después en nada, como sucede con las promesas de otros deportes. Pero brilló con fuerza en el baloncesto escolar.

Aun así, es difícil de explicar el poco interés que las universidades mostraron por él cuando terminó dicha etapa escolar. Porque en su último año en Palo Alto, un instituto de San Francisco, hizo que su equipo tuviese un récord de 31 victorias frente a una sola derrota. Además de convertir a su escuadra en ganadora, sumaba buenas estadísticas individuales en todas las categorías (15 puntos, 7 asistencias, 6 rebotes y 5 robos… muy buenos números para el nivel escolar). Todo ello sin tener un físico especialmente sobresaliente. Todo a base de cabeza, de puro talento. El entrenador de su instituto lo definió así: “Jeremy era asombroso. Podías confiárselo todo a él, cada vez”.

Y cuando se le confiaban todo a él, respondía. Pongamos algunos ejemplos, porque los hechos hablan más que los adjetivos:

  • Semifinales del torneo escolar de Santa Cruz: tras un competido partido, su equipo, Palo Alto, perdía de dos en el último final de la prórroga. Jeremy Lin toma el balón y encesta desde la línea de triples sobre la bocina. Su equipo gana.
  • Semifinales del torneo de St. Francis: Palo Alto va ganando de dos, pero cuando el tiempo ya se está consumiendo la estrella del equipo rival se hace con el balón. Peligro, puede encestar en los segundos finales y empatar o incluso ganar. Pero Jeremy Lin aparece de nuevo, le roba el balón a la estrella rival en los últimos segundos y aún consigue que le hagan una falta personal para poder anotar un tiro libre. Su equipo gana.
  • Semifinales de la liga de North California: faltan 50 segundos y ambos equipos están empatados. Jeremy Lin toma el balón, se la juega de tres y anota, rompiendo el empate. El equipo rival pide tiempo muerto. Cuando los jugadores vuelven a salir a la cancha: Lin toma el balón, se interna hacia el aro y asiste a uno de sus compañeros para que este haga una canasta fácil. Su equipo gana, otra vez.

Un jugador verdaderamente decisivo. De los que ganan partidos y hacen ganar partidos a sus compañeros. Pero la arrolladora marcha de Palo Alto en la liga no les evitaba tener que enfrentarse en la final estatal a los chicos que realmente partían la pana en el basket escolar del estado de California.

El instituto Mater Dei, una escuela católica privada, ha dominado por completo la competición escolar californiana desde que se formó el equipo, en 1983. Bueno, “dominar” es decir poco. Han ganado el título anual nada menos que en veintiocho ocasiones durante tres décadas. Es decir, se podría decir que el título les pertenece. Pero como en el capítulo de algún serial adolescente, Jeremy Lin y los suyos se las arreglaron para romper la hegemonía. La final fue muy igualada y se llegó a un tenso último tramo de partido.  Con la bocina a punto de sonar, Palo Alto van ganando por un ajustadísimo margen de dos puntos. Lin, una vez más, se hace cargo de la responsabilidad: toma el último balón, dribla a la estrella del equipo rival, manda un pase a un compañero y este encesta para terminar de cerrar el marcador. Se desata la histeria entre los seguidores del instituto: son campeones de California frente a uno de los equipos escolares más fuertes e imbatibles de la nación. El jugador que ha anotado el último tiro dice “Jeremy hace que parezca fácil”. ¿Qué dice el entrenador del equipo rival? Pues que “el chico hace que todos a su alrededor parezcan mejores. Ha estado impresionante”.

Todo muy de película. Hasta ahora.

Llega el momento de elegir una universidad y el joven Jeremy confiaba en obtener una beca deportiva. Habiendo brillado tanto en la liga escolar del más importante estado del país, habiendo vencido a un equipo hegemónico y habiendo despertado tanto elogio en el ámbito del baloncesto de instituto, debería tener las puertas abiertas y era lógico esperar esa beca. Pero los ojeadores universitarios lo ven… no es un portento físico, su aspecto no es demasiado impresionante, no es negro ni europeo. Sabe Dios las razones, pero las universidades le deniegan la beca deportiva. Jeremy quiere jugar en UCLA, en Los Angeles, para permanecer en su California natal. UCLA es un equipo de larga tradición, una de las escuadras universitarias más grandes del país. Pero, sorpresa, en UCLA le dicen a Jeremy Lin que no le concederán una beca; si quiere estudiar y jugar allí, tendrá que pagar el total de su inscripción como todo hijo de vecino. Lo mismo le sucede con otros campus del estado, que tampoco lo van a becar para que juegue en sus equipos. Ninguna universidad californiana está demasiado ansiosa por conseguirlo. Tampoco a nivel nacional recibe respuestas positivas. “Bien”, se dijo Jeremy, “si no me van a conceder una beca deportiva y tengo que pagar mis estudios, mejor no andarse por las ramas”. Dado que tenía un muy buen historial académico, se anotó en la universidad más prestigiosa del país, Harvard, en la que terminará licenciándose con buenas notas. Si lo del baloncesto, su gran pasión, no sale bien, desde luego tendrá armas académicas para desenvolverse en el futuro.

Harvard no tiene un gran equipo de baloncesto precisamente. No es una universidad centrada en el deporte, como todos sabemos. Harvard juega en la división de la NCAA conocida como la “Liga de la Hiedra”, la Ivy League, en la que compiten algunas de las universidades privadas más exclusivas del país, situadas en la región noreste. Es, por así decir, una división formada por niños de papá o por cerebritos estudiosos. Muy pocas veces produce jugadores profesionales destacables. No son aquellas las canchas donde los ojeadores rebuscan nuevos talentos con más ahínco, desde luego. Tampoco son los equipos donde un prometedor jugador joven querría estar, salvo que, como Lin, se acabe interesando más por el prestigio académico que por el deportivo. Y eso porque le habían obligado a elegir, ya que él quería ir a UCLA. Como decimos, los equipos de la Hiedra no habían sido capaces de producir un jugador digno de entrar en el draft desde 1995, cuando Jerome Allen fue elegido en segunda ronda… y sólo aguantó tres temporadas en la NBA hasta terminar viniéndose a Europa.

Harvard
Lin ha bromeado con su condición de "empollón" en algún (ahora) popular vídeo de Youtube.

Sin embargo, Lin, pese a jugar en aquella división más centrada en los pupitres y las bibliotecas que en las canastas, se las arregla para volver a destacar incluso a nivel nacional. Rompe todos los récords históricos en un jugador de la “liga de la hiedra”, en prácticamente todos los registros: anotación, asistencias, rebotes y robos. En los cuatro. Es el único jugador universitario de su conferencia que termina entre los diez primeros en absolutamente todas las estadísticas. Desde luego, es de lo mejor que las universidades “pijas” del noreste han visto nunca. Se levanta cierto revuelo en torno a su nombre. ¿Algún ejemplo? Un periodista de ESPN le nombra entre los once jugadores universitarios más versátiles del país. Es finalista para el premio de mejor base universitario del año. Es incluido en el equipo ideal de la liga universitaria del 2010. Unas cuantas revistas y webs dedicadas al baloncesto universitario le incluyen en sus respectivos equipos ideales de la NCAA, en las listas de los mejores del año, etc. etc. No, no pasó desapercibido en su etapa universitaria.

Pero llegó la hora de pasar a los profesionales… y ningún equipo se interesó por él. No entró a formar parte del draft del 2010. Nadie lo eligió. Sí, algunos equipos lo habían invitado para participar en los entrenamientos previos al draft, ocasión para poder observar el juego de los jugadores elegibles. Pero él no se adaptó al sistema. Algo no funcionaba, Lin no destacó en unos partiditos de prueba más destinados a detectar las habilidades estrictamente individuales, que a detectar la visión de juego en equipo, uno de sus auténticos fuertes como jugador. Lin no llama la atención porque no es el más rápido, ni el más fuerte, ni el que más salta. El mal de la actual NBA, si es que la NBA tiene alguno, es la preferencia del músculo sobre la cabeza. Lin no un armario ropero que digamos, no es un jugador muscular, y su estatura (1.91 m) puede estar por encima de la media para un ciudadano de a pie, pero no es nada especial para un jugador de baloncesto. Y menos si no viene acompañada de unos buenos bíceps. Ninguno de aquellos equipos lo consideró, pues, digno de atención. El draft de la NBA se celebró sin que nadie pronunciara su nombre. Nadie lo necesitaba en su equipo.

Su oportunidad para entrar en la NBA había pasado. Pero Jeremy Lin parece funcionar según el lema “si no te dan la oportunidad, fabrícatela tú mismo”.

Y eso hizo. No sin ayuda, eso sí. Al César lo que es del César: entre la indiferencia general, hubo un hombre que vio algo en él. Donnie Nelson, presidente de los Dallas Mavericks, invitó a Lin a jugar con el equipo durante la pretemporada. Es el único directivo o entrenador de la NBA que se dignó ponerlo realmente a prueba. Es el único que creyó en el potencial de Jeremy Lin, quien se vistió temporalmente con la camiseta de Dallas. Saliendo desde el banquillo, y jugando tanto de base como de escolta, Lin hizo unos números bastante buenos y mostró destellos de estilo y calidad. Pero sobre todo llamó la atención cuando jugó contra los Washington Wizards, donde milita John Wall, la elección #1 del draft de aquel año. Sí, aquel mismo draft donde nadie quiso fichar a Lin. Al comenzar el partido el público recibió a Wall con una ovación, era la estrella de la noche, todo un número uno del draft, la promesa del año. La reina del baile. Pero cuando el oscuro suplente de los Mavericks salió del banquillo y tuvo ocasión de jugar algunos minutos, la cosa cambió. Aunque Wall había hecho más puntos (sólo porque jugó más minutos) fue Lin quien deslumbró a los presentes. Al final de la noche fue a él a quien ovacionó emocionada la audiencia. Un jugador al que nadie había elegido eclipsó al #1 del draft.

Lin había aprovechado su oportunidad, y de qué manera. Varios de esos mismos equipos que habían ignorado la posibilidad de ficharlo se fijaron repentinamente en él. De la nada, aparecieron ofertas para firmar contratos profesionales con diversas franquicias. Parecía que, al fin, iba a poder debutar en la NBA. No solo los propios Dallas Mavericks, con los que ha hecho la pretemporada, se interesan por él, sino incluso los mismísimos Los Angeles Lakers, entre otros. Pero el joven Lin finalmente eligió a los Golden State Warriors, el “equipo de casa”, donde podrá estar más cerca de su hogar familiar. Lin es norteamericano, pero el apego típicamente oriental a la familia y el respeto hacia su ascendencia taiwanesa son característicos en su personalidad. Con los Warriors, pues, jugó su primera temporada en la NBA.

Es un decir lo de “jugó”, porque durante esa temporada de debut (2010/11) Lin calentó más banquillo que otra cosa. Al final de su primer año como profesional los Warriors le dieron la carta de libertad. Es decir: “apenas te hemos dado minutos porque no pareces hacernos falta, puedes marcharte a donde quieras; no tienes sitio aquí”. Lin participó muy poco y mejor no hablar de sus números. Patéticos. Claro, es difícil engordar tus estadísticas cuando te pasas el año sentado con la toalla sobre las rodillas. Su primera temporada como profesional transcurrió prácticamente en blanco.

Aún tenía, sin embargo, crédito suficiente como para conseguir un sitio en alguna buena franquicia y de hecho firmó con los New York Knicks. Allí tenía por delante a dos superestrellas consagradas, “Melo” Anthony y Amar’e Stoudemire. Esto venía a significar, en pocas palabras, que no iba a dejar de ser un suplente. Pero menos es nada, al menos está en un buen equipo. Y como ahora sabemos, Jeremy Lin no sólo creía en sí mismo sino que estaba aguardando en silencio su gran oportunidad. Y cuando esa oportunidad llegue, la aprovechará con fiero ímpetu y nos dejará boquiabiertos a todos. A todos. A espectadores, a periodistas, a sus propios compañeros y entrenadores. Es lo que está sucediendo justo ahora.

Durante el inicio de la actual temporada 2011/12, su marcha en los Knicks estaba siendo un calco de lo sucedido en los Golden State Warriors. Eterno suplente, sin apenas minutos, y con unos números que reflejaban esa misma carencia de minutos. Era un relleno para la plantilla, un recambio de los recambios. Termina diciembre de 2011 y Jeremy Lin ha pasado toda la primera parte de la temporada en el limbo. “Como aquí no va a jugar pero parece tener potencial de cara al futuro”, se dicen en los Knicks, “mejor enviarlo a jugar con el filial”. Los Knicks envían a Lin a la “liga D”, la “liga de formación” donde los jugadores que no gozan de minutos en la NBA pueden al menos pisar cancha y ganarse una segunda oportunidad. Así pues, Jeremy Lin se puso la camiseta de los Erie BayHawks, que es como decimos una especie de filial de los Knicks. Que disfrute al menos de minutos allí. Los tuvo. Y qué minutos. ¿Habíamos dicho que Lin esperaba ferozmente una oportunidad? En su primer y único partido con los BayHawks, este pasado 20 de enero, Jeremy consiguió un “triple-double”: 28 puntos, 11 rebotes y 12 asistencias. Los New York Knicks, visto lo visto, se retractaron inmediatamente de su decisión de enviar a Jeremy Lin al filial. “Ok, tal vez el chico sea mejor de lo que nos parecía. Que vuelva a la NBA con nosotros”.

Tras un único y apabullante partido en la liga D, Jeremy Lin va a volver a la NBA. Y esta vez ya no va a calentar banquillo; esta vez la va a liar.

  • 4 de febrero. Tras el regreso al primer equipo, sale desde el banquillo, pero ahora gozando de más confianza para acumular minutos. El resultado, que Lin empieza a hacer caer mandíbulas y son los New Jersey Nets quienes lo pagan. Juega 36 minutos, hace 25 puntos, 7 asistencias y 5 rebotes. Números propios de un All Star. Hace algunas jugadas de fantasía, especialmente algunas internadas a canasta que recuerdan a una especie de Michael Jordan con menos potencia física y con menos salto, pero con la misma habilidad gatuna para entrar hasta la cocina. La gente no se lo cree. ¿Este tipo estaba calentando banquillo? Pero podría haber sido casualidad. Veamos que pasa en los siguientes partidos.
  • 6 de febrero. Frente a Utah, anota 28 puntos y sirve 8 asistencias. Más bocas abiertas. Más gente frotándose los ojos incrédula.
  • 8 de febrero. Frente a Washington anota 23 puntos y da 10 asistencias. Un jugador «undrafted». Qué es esto y qué está pasando.
  • 10 de febrero. Los poderosos Lakers de Los Angeles, que vienen de vencer a los Celtics en el “derby” por antonomasia (eso sí que es un “clásico”) van a jugar en el Madison Square Garden de Nueva York. Llegan Bryant, Gasol y compañía. Pero los jugadores estrella de los Knicks, Carmelo Anthony y Amar’e Stoudemire, están lesionados. ¡Vaya, hombre! Jeremy Lin, en su segunda temporada en la NBA (que está siendo casi como una verdadera temporada de debut para él) y tras jugar sólo cuatro partidos más o menos completos, va a tener que hacerse cargo de su equipo frente a una de las franquicias más poderosas del mundo, y con toda la atención mediática repentinamente puesta sobre él. ¿Podrá con la responsabilidad o se vendrá abajo? Pues bien… ¿a qué llaman ustedes “poder con la responsabilidad”? Frente a los Lakers, Lin hace 38 puntos y 7 asistencias. Anota algunas canastas inverosímiles. Hace continuas demostraciones de inteligencia baloncestística y de estilo. Bryant y Gasol lo miran estupefactos. Jeremy Lin es un hombre que hace equipo a su alrededor, pero también un hombre que sabe dar espectáculo. Es como un Ricky Rubio en versión mejorada (al menos en cuanto a anotación), quizá sin tanta filigrana en el pase como el español, pero por contra capaz de materializar muchos más puntos y aún así cumplir con un nivel parecido de asistencias.

Showtime. Jeremy Lin se ha lucido ante los Lakers y de qué manera.

Lin
De hacer 3 puntos por partido, a anotarle 38 a los Lakers. Ni a Spielberg se le hubiera ocurrido algo así.

Ni qué decir tiene que el público del Garden se vuelve completamente loco. Están viendo lo que, en el fondo, todo aficionado a un deporte quiere ver: al “underdog”, al caballo que viene de atrás, al talento ignorado con el que finalmente se hace justicia. Jeremy Lin es el nuevo héroe. Nunca tuvo una beca universitaria. No fue elegido en el draft. La NBA lo repescó de milagro. Casi no jugó en su primer año. Los Golden State se deshicieron de él (¿cómo se sienten ahora?). Y casi no había jugado tampoco en el segundo año, siendo temporalmente relegado a la liga de formación. De todo eso, en un par de semanas, a meterle 38 puntos a los Lakers. “No es humano”, dicen algunos, y todo porque durante el partido sacó la lengua, las cámaras lo captaron de cerca y… ¡tenía la lengua azul! Evidentemente había estado comiendo algún tipo de caramelo, pero no podemos culpar a quien decidiera creer que Jeremy Lin es un marciano. Por momentos lo parece: licenciado en Harvard y ahora triunfando en la NBA. Por si fuera poco, tiene unas posibilidades de marketing tremendas: habla mandarín, es simpático,  demuestra sentido del humor y aparece en algunos divertidos vídeos de Youtube parodiando su propia condición de “empollón”, con los que se gana el afecto del público…

La prensa, claro, también se ha vuelto loca. Tenemos jugador. Tenemos espectáculo. Tenemos historia. Y qué historia.

Mientras escribo estas líneas, Lin acaba de tener una actuación mucho más discreta —por cansancio, como él afirma y además es lógico suponer— frente a los Timberwolves de Ricky Rubio. No ha sido “su” partido, ha hecho números aceptables, pero con unos porcentajes de acierto más bien pobres en anotación. El típico partido de bajón de un jugador poco experimentado… y aun así ha anotado 20 puntos y su equipo ha ganado. Rubio, por su parte, no estuvo mal, pero otras veces ha estado mejor. El choque entre dos de las nuevas revelaciones de la NBA ha demostrado —además de que los Knicks tienen banquillo y no lo digo sólo por Lin— que ambos fenómenos todavía son jóvenes, tienen poco rodaje en la NBA y se están acostumbrando a estas batallas. También ha demostrado que, pese a la inexperiencia, y con sus fallos y novatadas, son jugadores de empaque. Pueden tener un partido algo más “flojo”, pero no dejan de aportar cosas. No desaparecen.

Rubio ha podido ver de muy cerca al hombre que le está robando los titulares y que es posible que, de seguir así la cosa, le robe también la condición de “nueva sensación de la temporada”. Lin no es novato, así que no podrá optar al título de “Rookie del año”, pero a efectos mediáticos es casi como si lo fuera. Viendo lo que he visto, podría haberlo sido el año pasado si los Golden State —cuyos dirigentes se están dando cabezazos contra la pared ahora mismo, se lo aseguro a ustedes— le hubiesen otorgado confianza.

Tras unos títulos de crédito más bien convencionales, la película de Jeremy Lin ha pasado el tramo inicial, se ha puesto realmente apasionante y ahora está entrando de lleno en el corazón de la trama. ¿Va a seguir el californiano al mismo ritmo durante el resto de año, anotando un mínimo de veinte puntos por partido, asistiendo con profusión y componiendo algunas jugadas para la videoteca? Porque si es así, tenemos estrella para rato. Si no se viene abajo, y si no se lo vuelve a relegar al ostracismo (cosa que ahora parece improbable) la verdad es que no se me ocurre una razón de peso por la que Jeremy Lin no pueda establecerse como uno de los bases más sólidos de la liga. Hay quien dice que está comenzando una “nueva era de los bases puros”, con nombres como Ricky Rubio y como vemos, también Jeremy Lin, que anota mucho más que Rubio pero sin descuidar sus tareas al timón del equipo. Y si es un espejismo, esperemos que, al menos, dure.

Lo llamativo de todo el asunto es, por descontado, el cómo un jugador de semejante capacidad ha necesitado de enrevesadas carambolas y trompicones diversos para poder llegar a ver su nombre impreso en negrita en las páginas deportivas de los periódicos. Hace tan sólo un par de meses, Jeremy Lin no era nadie. Sin ese partido en el filial a finales de enero y sin las ausencias de las estrellas de New York, probablemente hubiésemos tardado otro año en oír hablar de él. O dos. O tres. O quién sabe si se hubiera desanimado finalmente y hubiese dejado de creer en sí mismo, lo que le habría impedido triunfar.

Esto es lo que nos tiene a todos fascinados. Jeremy Lin era un talento desperdiciado. Un diamante entre la arena. Uno se pone a pensar en los meses en que estuvo sentado, más allá de nuestras miradas, asistiendo a la gloria de la NBA casi como otro espectador más. Jugó poco, hizo unos números que bien podrían haberle costado no encontrar equipo para este mismo año, de no haberse ganado un cierto prestigio en aquella pretemporada con Dallas. Ahora Lin ha explotado y nosotros, en la butaca de nuestro cine local, hemos derramado el cubilete de palomitas sacudidos por la sorpresa. Menudo peliculón, amigos. No sé quién es el director, pero se ha sacado un fabuloso thriller de la manga.

¿Qué pasará a continuación? No podemos apartar la mirada. Está la película de Lin, pero también la película de Rubio… va siendo hora de levantarse a por otro cubo de palomitas.

Y a por otra Coca-Cola.

De tamaño grande.

Lin y Rubio Hzjpg

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15 Comentarios

  1. Pingback: El fenómeno Jeremy Lin, un triunfo de película

  2. Roi Ribera

    Muy bueno. El próximo capitulo de la serie Lin, es cómo se acoplará con Carmelo y Amare. ¿Aceptarán el protagonismo del nuevo emperador del Madison? Es interesante ver si Carmelo permitirá más de 20 puntos por partido a Lin, de hecho, Amare este año ya ha bajado considerablemente su aportación media. Y todo bajo los focos de una ciudad como Nueva York, que siga la función!

  3. Este tío parece un robot, si le preguntas a un físico cuál es la trayectoria óptima que debe seguir el balón para tener más probabilidades de entrar a canasta te soltará una parrafada indescifrable y luego te pondrá un vídeo de cualquiera de los tiros de este tipo para ilustrarla. Le entran todas limpias, es algo muy difícil de hacer.

  4. La ausencia de Amar’e Stoudemire no es por lesión, sino por la muerte de su hermano mayor. Por lo demás, muy buen artículo.

  5. ¿Jeremy Lin no jugará el partido de Rookies y Sophomores?

    • David Navarro

      No, ha explotado demasiado tarde y no ha entrado en el grupo de los sophomores. Hay que recordar que sólo ha jugado 14 partidos en lo que va de liga, y apenas cuatro de ellos como titular. En diciembre jugó un total de siete minutos, y 41 en todo el mes de enero. Y es que hace un mes no lo conocían prácticamente ni sus compañeros de vestuario.

      Sólo contra Utah ya jugó casi tanto como en dos meses: 45 minutos, y en lo que llevamos de febrero ha jugado ya 202 minutos.

      Linpresionante.

    • Roi Ribera

      No! En teoría es sophomore, pero su irrupción fue después de que decidieran los equipos.

      • Es lo que ha querido decir con «ha explotado demasiado tarde y no ha entrado en el grupo de los sophomores».

        Muy buen artículo. Quizá un poco excesivo en lo que a menciones a Ricky se refiere (no era su momento), pero por lo demás genial.

        • Da igual, va a ser All Star titular el resto de su vida.

          Seguramente se lo merezca la mayor parte de las veces.

          • David Navarro

            Lo tiene complicado en una conferencia en la que están como guards rivales Rondo, Wade, Rose, Joe Johnson, Iguodala o Deron Williams.

            A Lin le queda mucho por recorrer todavía.

    • Como supongo que ya sabréis, al final SÍ que juega en el All-Star, junto a Ricky Rubio y Blake Griffin entre otros. Aquí salen todos: http://hangtime.blogs.nba.com/2012/02/16/teamshaq-rules-rising-stars-draft/?ls=iref:nbahpt1

  6. Sí, lo tiene complicado para ser All-Star. Como Yao Ming.

  7. Larry Bird

    Linsanity ha vuelto. Gran artículo E.J.
    Soy muy fan de Jeremy, especialmente desde que en su día leí este artículo.

  8. Pingback: Jot Down Cultural Magazine | 2012 en doce canastas

  9. Pingback: Siglo XXI, la mejor cantera de baloncesto que hubo

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