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Editar en tiempos revueltos: Gallo Nero

Gallo Nero es Donatella Ianuzzi, italiana, voraz, con una enorme curiosidad por los libros, por la gente. Salir con ella tiene un peligro que se convierte a su vez en virtud: te acaba secuestrando sin que te des cuenta; y es ya al cabo de las horas —cuando es ella la que se tiene que marchar cuando caes, ”¿ha pasado cuánto? ¿Ya es de noche?”. Lo bueno es que ese tiempo —que se pasó volando— está a buen recaudo: se ha llenado de citas, de personas y personajes, de recuerdos,  de risas, de inquietudes. Donatella, y esto lo van a entender sobre todo quienes la conocen en persona, quienes se relacionan con ella de un modo u otro, sabe cómo levantar puentes, acercarse y acercar a gente de todo tipo, y disfrutar de verdad haciéndolo. Sólo por esto ya tenía que aparecer en esta serie; y por sus libros, por su manera de entender cómo hay que hacerlos, por lo menos otra vez más. 

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El humor es importante; no puedo pensar en nada más importante que eso. No necesariamente para hacer reír a la gente, sino para hacerla sonreír. Para mí supone un vínculo inmediato el poder reírme con alguien o conseguir que se rían conmigo. No se trata que apunte o memorice antes de salir. Se convierte en un hábito, es una técnica de supervivencia. Hacer reír a tus enemigos una vez no tiene mérito. Pero conseguir que se rían una segunda o una tercera vez, en contra de su voluntad, les hace prestar atención. Es como cuando disparas un arma en público. El primer disparo no llama la atención de la gente. Caramba, yo no percibo un disparo a no ser que sea justo al lado de la ventana. Pero el segundo disparo llama la atención de todo el mundo (Hunter S. Thompson en una de las entrevistas que aparecen en El último dinosaurio. Las dos próximas citas se han extraído también de este libro).

… el último dinosaurio, por ejemplo.

Sí, me gusta que mis libros, sobre todo los de no ficción, sean voces políticas, como lo es la de Hunter S. Thompson. Me gusta rescatar textos que lees y te emocionan, que consiguen conmoverte, inquietarte de algún modo. Libros que te inciten a salir a la calle y hacer algo. Hace falta despertar, me parece a mí.

Aparte del personaje, maldito, la voz de Thompson es brutal. Durante las últimas entrevistas que se recogen en el libro, ya con sesenta y tantos años, el tipo seguía en su papel. Sí se nota una evolución, y es muy tierna. Empieza diciendo que desayuna cerveza, cocaína y bloody maries.

Fui un delincuente juvenil, pero un delincuente juvenil serio. De los que llevan zapatos blancos de cordones, camisas de tela Oxford y traje. Ese tipo de ropa es buena tapadera para robar en licorerías. Entonces descubrí que tener una tapadera ayuda. Si uno se comporta de la misma manera que uno es, está destinado a que le ocurra algo terrible, al menos si eres como yo. Quiero decir que si mi aspecto fuera igual que mi pensamiento no duraría mucho tiempo en la calle.

¿Te arrestaron alguna vez?

Sí, de forma reiterada. 

Acaba contando que se ha tenido que acostumbrar a tomar agua, y que le encanta desayunar pomelo. Es la decadencia del personaje. Algunas de las entrevistas que se recogen aquí son muy personales. Se volvió un niño, indefenso, con miedo a la muerte. También son un recorrido por la política norteamericana, las campañas electorales, la corrupción. Se lo pasó muy bien, y se nota, transmite pasión, entusiasmo. Sus respuestas están repletas de grandes titulares, frases lapidarias.Lo cierto es que ha cambiado mi percepción sobre él a raíz de trabajar en este libro. Antes lo veía como el típico maldito, poco más. Me ha gustado mucho editarlo, ir descubriendo el hombre que era en realidad, más allá del personaje («bebedor, drogadicto y pistolero»). 

Soy un gran fan de la realidad. La verdad es más fácil. Y más extraña. Y más divertida. Aunque no siempre ocurra, uno puede contar con el apoyo de la verdad. Pero no puedes apoyare en una historia que has inventado, porque entonces empiezas a preguntarte si es buena o divertida o si está bien. Yo soy vago. Si hay un suceso no tengo que preocuparme de si hice el movimiento correcto o si lo conté como es debido.

Y puedes adornarlo sin riesgos.

Exacto.

¿Cómo surge Gallo Nero?

Nace en mayo del 2010. Y nace por la necesidad de editar cosas que me gustasen, fundamentalmente; cosas que no estaban en el mercado. Justo antes había estado trabajando en otra editorial, una muy comercial. Los libros que tenía que promover —estaba en el departamento de prensa— no me gustaban nada. Coincidió que se había asentado un grupito de editoriales independientes, lo que luego sería el grupo Contexto. Entonces, vi que era posible, que se podía hacer; no suponía un esfuerzo económico muy grande, podía tener la oficina en casa. Había editoriales que estaban funcionando, todo en plan muy autárquico; editoriales que aún siguen, el núcleo duro de toda aquella explosión ha aguantado, permanece.

Eres italiana, editas en castellano; cuéntame cómo acabas en Madrid. 

Es una historia muy banal, en realidad. Llevo en España desde el año 99. Llegué aquí con el programa Erasmus, facultad de filología de la Complutense. Como me gustó tanto Madrid, me quedé aún un año más, un año sabático. No quería volverme a Florencia. Imagínate: Florencia. Pero es que cuando yo llegué a Madrid era increíble, todo era  fiesta, y era genial. Nada que ver con lo que es ahora. No había horario de cierre de bares, me acuerdo. Todavía era algo que se parecía, un poco, a lo que fue La Movida. Una ciudad abierta, muy liberal y divertida y nada clasista. El salto fue muy grande viniendo de Florencia, ciudad mucho más aburrida (y mucho más cara). Volvería a Italia solo para acabar los exámenes. En seguida me vine a hacer un Master en Edición, organizado por Santillana en colaboración con la Universidad de Salamanca. Luego hice las prácticas en Gadir y más tarde estuve en otra que no me apetece nombrar.

Ocurre que en edición se puede hacer bien cualquier cosa. Quiero decir que no hay que confundir un buen libro con un libro bien editado, son dos cosas distintas. Lo ideal es que se den a la vez, pero los malos libros ¡también se pueden editar bien! Es que es fundamental, es una responsabilidad que el editor tiene con el lector, y con su profesión. Hay un momento, y es muy importante no pasarlo por alto, en el que tienes el poder de parar el proceso y decir: “esto no está bien, volvamos a empezar”. Ese momento es el que suele marcar la diferencia.

Aun así, los errores se dan y hay que admitirlos, hay que aprender de ellos. Lo importante en la vida no es que todo te salga perfecto sino aspirar a la perfección. Lo que cuenta es la intención. No dejar de intentarlo.

He aquí la clave de mi trabajo, si tengo que identificar una estética, o más bien una brújula, un criterio, un itinerario psicológico. No va conmigo aceptar las cosas tal y como son, dándoles un mínimo de expresión y sentimiento recurriendo solamente a la luz o a las correspondientes distancias focales. Soy incapaz de renunciar a la necesidad de crear un mundo como si debiera tener vida propia. Una creación completa, llevada  a cabo al detalle y con una atención casi maniática, con un rigor científico, no solo expresivo. Pesos, volúmenes, colores. Luego, podría caer en la tentación de abandonarlo; no obstante, dado que ya lo he creado, siento la curiosidad de contarlo con mi cámara de cine (Federico Fellini en una entrevista que se prolongó durante días y que fue publicada en castellano por Gallo Nero con el título La dulce visión)

Ya tienes un fondo. 

Sí, tengo treinta títulos ya. Una media de diez títulos al año. Estoy contenta con ese número. También es cierto que me cuesta cada vez más. Antes la actividad mediática era menor. Vengo de una racha de charlas, una detrás de otra, y otra, sobre edición, etc. Son cosas a las que no se puede decir que no, son al final favores que te hacen, el darte voz, poder hablar de tu editorial, darte a conocer. Entonces, es complicado, porque hay que compaginarlo todo. Cuando sales a promocionar un libro no hay alguien que se quede en la oficina, a tu vuelta lo tienes todo ahí, pendiente, esperándote. Lo que sí he aprendido es a relajarme: si un libro no está, no se saca, y no se acaba el mundo. Control, relax, no pasa nada. Esto es fundamental, aprender a relajarte. Si no, te quemas. El ansia de perfección, de llegar a todo, te puede afectar mucho.

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¿Les suena?

Todo tú sola. 

Sola pero acompañada… Tengo un equipo bastante fijo. No es que estén en nómina, pero tampoco puedo decir que esté sola. Corrector, maquetador, traductor, diseñador… Me apoyo mucho en ellos. Los colaboradores en los que confío para mí son vitales. Sola no podría. Primero porque el castellano no es mi lengua materna, no me atrevería a corregir. Podría hacerlo, vaya, pero no lo hago; sobre todo, por respeto a quien se dedica a ello profesionalmente.

 ¿Y da para vivir esto de tener una editorial? 

Bueno, a mí me gusta más decir “empresa sin ánimo de lucro” (risas). No, a ver, yo creo que puede llegar a serlo. Es cierto que para llegar a ser rentable hay un compromiso con el público. Es decir, soy consciente de que lo que hago en Gallo Nero no son libros que vayan a vender mucho. Es una editorial de quinientos o seiscientos lectores; lectores que buscan una literatura más transversal, que no buscan lo evidente; es algo más subterráneo. Es verdad que tengo nombres en catálogo muy reconocibles. Ocurre que son los típicos autores de los que todo el mundo habla y que se han leído muy poco. Soy consciente de esto. Boris Vian, por ejemplo. No ha sido nunca un bestseller. La gente lo reconoce cuando lo ve en la cubierta. De ahí a leerlo… Eso es otra cosa.  Igual con Thompson, un símbolo de la contracultura, relativamente popular. Miedo y asco en Las Vegas  no se lo ha leído nadie, es un libro para una minoría de lectores.

La Pregunta: ¿Por qué se edita tanto en este país?

Hasta ahora las editoriales pequeñas lo que hacían era financiarse con la venta ficticia del mes. Luego habrá devoluciones, pero tú ya tienes un dinero al mes con el que puedes contar. De ahí lo de sacar más novedades, es una cuestión de financiación. Una editorial siempre puede sacar un librito, usar una traducción de hace tiempo, mínimo coste. Y esto, claro, acaba corrompiéndolo todo. Yo no lo hago, yo sigo con mis diez libros al año, resisto. Otras editoriales, sin embargo, han tenido que hacerlo. Para sobrevivir. En cuanto quieres sacar quince en lugar de diez ya tienes que sacar alguno en plan barato, libros que te hagan caja. Es una burbuja. En mi caso, lo sé, editar más de lo que estoy editando, si lo quiero hacer bien, es imposible. No es viable.

Ahora hay librerías que deberían vivir de su fondo que lo están desmantelando, deshaciéndose de un montón de libros. Y es una pena. No tiene sentido que te deshagas de un Camus para meter una novedad X, que va a durar lo que va a durar. Detrás de todo esto lo que hay es que el librero necesita dinero para comprar novedades. Antes acumulaba fondo y, aparte, se preocupaba de tener novedades. Ahora no funciona así, esto ha cambiado. Se ha transformado lo que era fondo en depósito. Librerías que eran el símbolo de las librerías de fondo, han hecho esto mismo. Lo que se han quedado ha sido en depósito. Convertir el fondo les ha permitido tener liquidez. Y es que nos van a matar: que un libro esté en depósito significa que estará bloqueado tres, cuatro, seis meses, sin poder cobrarlo. Aparte, un libro, después de seis meses en una librería, no te cuento cómo está… Ese libro que te devuelven a veces ya no se puede vender.

Aparente caos
El aparente caos del fondo de la librería Antígona. Fotografía de Jesús Llaría.

Estuvimos hace unos días en una charla en la Universidad de Salamanca; el editor de Delirio ―es la propia editorial quien se ocupa de la distribución― decía: “Cuando cierre mi editorial no voy a deber dinero a nadie”. Y es así. El día que cierra una editorial le debe todas las devoluciones por venir a la distribuidora. En este sentido, los distribuidores se están convirtiendo en entidades crediticias. Te pagan por unos libros que luego pueden venir devueltos. No podemos cerrar de un día para otro por los libros que ya hemos cobrado. Libros que nos pueden devolver.

Mayo es el último mes fuerte de venta antes del verano. ¿Y qué ocurre entonces? Pues que en Junio hay que sacar algo. Junio, Julio y Agosto sin liquidación no es algo que se soporte así como así.  Hay editoriales que llegan hasta la primera semana de Julio. Sacan un libro barato, una traducción del año catapún, y un libro que cuesta sólo lo que supone imprimirlo. Así, el año pasado, como no pude sacar el libro en Junio, lo pasé francamente mal. Hasta la segunda quincena de Septiembre, cuando pasa la campaña de libros de texto, no puedes volver a sacar nada, no tiene sentido. No se trata de crecer por crecer. Se trata de que lo que vas haciendo vaya funcionando.

Rubén, de Errata Naturae, en una entrevista habló en clave crítica de los libros de relleno. Me encanta el concepto. Son libros que metes ahí por necesidad, pero que no son muy de tu rollo. Se meten para poder tener algo que liquidar. Punto. Y es que yo no quiero sacar títulos de relleno. Nunca lo he hecho. Todos mis libros son y están porque yo los quiero desesperadamente. Es un poco el concepto de Roberto Calasso, editor de Adelphi, cuando habla de libros únicos.

¿Y qué es un cliente?
En Saint-Germain es un individuo que paga y a quien se tiene derecho a insultar.

¿Y un existencialista?
Cualquiera, como usted o como yo.

¿Y una broma?
Una cita de Les Frères Jacques.

¿Quiénes son?
Véae el Rose Rouge. Mire, le resumo Les Frères Jacques: «Nadie se duerme y gustan más que a un tonto un entrecot» 

(Del Manual de Saint-Germain-des-Prés, de Boris Vian)

Editar diez títulos al año ya es un esfuerzo importante, aparte, se me ocurre. 

Sí, los es. Lo que pretendo es estar todos los meses útiles de venta en librerías (Julio y Agosto no lo son). La idea es que el librero vea un título Gallo Nero todos esos meses. Con esto estoy contenta.

Te cuento una anécdota. Este año estuvimos en una feria del libro x –espantosa, no vayas nunca: todas las librerías juntas, una caja única, todo era Planeta- . Acabé en una charla, estábamos cinco personas. Había un señor con el que hablo al acabar la charla, y le cuento: “Saco como diez títulos al año”. Su máxima expresión de apoyo fue: “Pues que el año que viene puedas sacar veinte”. Alucinaba. Si creces en cantidad es muy probable que decrezcas en calidad. Encontrar diez títulos al año buenos de los que estás segura cien por cien ya es complicado, encontrar veinte, ni te cuento.

¿Y qué es eso de ser ‘una editorial independiente’? ¿Qué significa? 

No me gusta nada ese concepto, está muy machacado. Las independientes, ¿por qué son independientes? Pues porque no pueden ser otra cosa. Es decir, no es un mérito. Es la única opción que tenemos cuando abrimos una editorial. Soy independiente porque no puedo ser de Planeta. A Planeta no le interesa lo que yo hago. Es un concepto tan poco válido.

Acabas de publicar Los últimos días.

Hacía un tiempo en plan gotitas por aquí y por allá, hacía un tiempo de noche húmeda. La luz de las farolas se derramaba en charcos sobre las aceras. En la esquina de la calle Dante con el Bulevar Saint-Germain, un viejo dudaba, sin atreverse a cruzar. Un camión le rozó el paraguas; encaramado a las cajas, un perro ladró a las varillas. El tipo reculó mascullando para sus bigotes, que llevaba espesos y caídos. Pasaban de todas clases los vehículos: taxis, coches de señores, coches de sirvientes, bicicletas, hipomóviles, tranvías. Él los odiaba a todos. (Comienzo de Los últimos días, de Raymond Queneau).

Es una novela que no se había publicado en castellano. Me gusta mucho cómo ha quedado la traducción. Perfecta. El traductor es  Pablo Moiño. Me encanta. Una lectura muy de verano y muy parisina. Mi catálogo es un poco esquizofrénico, Francia, Estados Unidos…

Podía haber sido más complicado. Y, sin embargo, veo que el librero me entiende, acepta a un autor como Thompson, tan rompedor, o a Queneau, que podía asustarles, en plan novelón francés experimental, todo el rollo del OuLiPo… Me gusta el siglo XX norteamericano, sobre todo, la primera mitad; no tiene nada que ver Europa con Estados Unidos. La curiosidad está en cómo libros de la misma época son tan diferentes, dependiendo del continente donde se hayan publicado. Sherwood Anderson en 1926 hablando sobre el adulterio, por ejemplo. A este lado, en esa época, no se trataban esos temas. Hay un salto importante. Te das cuenta del abismo entre ambas culturas, influencias completamente diferentes.

¿Y cuál es la niña bonita?

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Una de las páginas de El caso Pasolini, crónica de un asesinato.

Tengo mucho cariño al primero que saqué, El caso Pasolini, crónica de un asesinato. No tenía la novela gráfica el tirón que tiene ahora, y ese libro rodó por las páginas de cultura de todos los periódicos. Fue el título que propuse en mi trabajo de Master para editar. Tenía pensado ―esto en el año 2006― conjugar en la misma editorial una parte literaria y una de novela gráfica. Un poco lo que ahora están haciendo Nórdica, Impedimenta… Así, surgió El caso Pasolini. Me encontré en Italia con ese libro y lo traje aquí. Fue la edición no venal que publicamos en el Master. Cuando me decidí a montar mi propia editorial me fui a por los derechos. Así empecé.

El segundo también es de los que más me gustan. El de Leonardo Sciascia, un autor italiano que me encanta, un intelectual siciliano que tiene, entre otros, el mérito de haber escrito la primera novela italiana sobre la mafia, El día de la lechuza. Yo publiqué uno pequeñito, Las actas relativas a la muerte de Raymond Rousell. A este hombre lo encontraron muerto en circunstancias muy sospechosas. Sciascia va a recuperar las actas de la policía fascista. Detrás lo que se esconde es una crítica al fascismo italiano. Son 50 páginas. Vendió también muchísimo. Le hizo una reseña Vila-Matas en El País, que fue muy importante, claro. La tengo enmarcada: “Por fin las actas de la muerte de Raymond Rousell están aquí”. Es un libro al que tengo un cariño especial.

Ahora, tres décadas después, llega la traducción de Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel (Gallo Nero editores; muy buena versión y epílogo del poeta Julio Reija). Tres décadas de tardanza parecen confirmar nuestro célebre retraso en todo, incluso en la feliz captación de la música de la fortuna que algunos sabemos que trae consigo ese libro. Pero bueno, el hecho es que Actas relativas ya está entre nosotros y, a pesar del tiempo transcurrido, mantiene entero el encanto de la genial inspección de las circunstancias que rodearon el suicidio de Raymond Roussel en la habitación 224 de su hotel de Palermo. (23-11-2010. Enrique Vila-Matas aquí)

¿Cómo llegas a este libro? 

Lo había publicado una editorial italiana que siempre he leído, que me gusta mucho. Es una editorial independiente de una señora siciliana, Elvira Sellerio. Ella murió hace tres años. Para que te hagas una idea, es la que ha publicado algún texto de Vila-Matas en Italia. Un caso peculiar: una editora siciliana. Abrió en los años 80. Es la editorial de Andrea Camilleri, la que ha hecho de Camilleri lo que es. Fue la que lo descubrió. Todo el comisario Montalbano está en Sellerio. Tiene unos libritos azules que son preciosos. Yo estaba fascinada con esa editorial. Parte de la cultura siciliana del siglo XX es Sellerio. Sicilia, aparte de la mafia y demás, es un país muy intelectual: Pirandello, Sciascia.

Es un libro que se sigue vendiendo muy bien. La gente lo reconoce y lo compra. Igual el de Pasolini. Les tengo mucho cariño un poco por esto, porque fueron los inicios de Gallo Nero.

El de Boris Vian, Manual de Saint Germain-des-Prés, ha salido en todos los medios. Está funcionando muy bien. Si ves la edición francesa y luego ves la mía hay una diferencia. Le encargué a un arquitecto el plano que se incluye. Se convirtió en un libro objeto. No quise las fotos, me quedé con el texto, le dí una vuelta. Cuando lo enseñaba en la feria a la gente le encantaba. Puedes tomar el plano y recorrerte el barrio, que igual no está como antes, ya hay sitios que no existen, pero sí que sirve como guía.

Hacer este tipo de cosas es lo que más me gusta. No edito a autores noveles. Así, siempre que abordo la traducción de un libro, me obligo a darle una vuelta, a hacer de verdad una labor editorial. Es como limpiar algo. Me encanta esa parte. “Este es el texto, lo voy a hacer a mi manera”. Para mí la edición es pensar en el libro, añadirle, enriquecerlo. Es como una mantita en invierno, el estar cómoda con tus cosas. No es sólo una cuestión estética.

Y ya. No voy a contarlo todo. Corran a ver a su librero y que les deje un Gallo Nero y lo toquetean un poco. Da gusto coger un libro bien hecho, no me digan que no.

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5 Comentarios

  1. Pingback: 31/05/13 – Editar en tiempos revueltos : Gallo Nero | La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real

  2. Pingback: Una cosa no treu l’altra | Per a lectura i decoració

  3. Merecidísima entrevista, Raquel. El trabajo que hace Donatella es impecable. Compraría todas sus publicaciones con mucho gusto, pero mi statu quo no me lo permite. Hace poco me quejaba en los comentarios de otro artículo del desorbitado e injustificado precio de los libros en España. En el caso de Gallo Nero, ese precio está justificado.

    No es lo mismo pagar 24€ por la edición de las «Cartas de África» de Gallo Nero que hacerlo por una novedad editorial del último escritor/a de moda para que las grandes editoriales hagan caja. Me gustaría que los precios de Gallo Nero fueran más bajos para poder comprar todo lo que Donatella publica, pero entiendo que en su caso es complicado y no es una cuestión de plusvalía a costa del consumidor.

  4. Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Entrevistas breves con hombres repulsivos o no, pero que salieron mal o muy mal

  5. Pepe Ramírez

    Interesante.