Ciencias

Los niños invisibles: la extra-vagancia de Secundino

Ilustración: Vera Ortín Ballester.
Ilustración: Vera Ortín Ballester.

Secundino tenía una gran facilidad para ponerse en el lugar del otro. Sentía como propio cualquier dolor ajeno.

Había días en que ni siquiera le daba tiempo para pensar en sí mismo porque iba enganchando sin tregua opiniones y emociones de los demás.

Era altamente empático y en poco tiempo adquiría las características de su interlocutor: su tono de voz, su gesto y postura corporal. Si el otro tensionaba el cuello o la espalda, Secundino hacía lo mismo. Llegaba a adquirir el peso de la persona que más frecuentaba y lo más increíble, también su altura. Dominaba a la perfección la corrección postural.

En menos de un mes podía aprender un idioma si conocía a un nativo que lo hablara.

Por supuesto, no podía evitar tener las mismas opiniones que sus amistades y ello por dos cosas: primero por empatía y segundo, porque no le daba tiempo a construir su propio juicio. No le era fácil estar en grupo, porque tenía que jerarquizar con quién empatizar en ese momento.

Su orientador del servicio OVNI (Orientación Vocacional No Inductora) le recomendó que se dedicara a una profesión de ayuda a los demás. Por cierto que este orientador no tenía el mismo problema que Secundino. Le encauzó su vida entera en cuarenta minutos sin mirarlo a la cara, con los ojos clavados en la pantalla de su ordenador le leía los resultados del test. Iniciaba cada observación con la frase: «En el test te sale que deberías… ». Después de aquellas sesiones dudó entre Enfermería, Educación Social y Psicología. Finalmente estudió Medicina.

Secundino arrastró siempre cierta inmadurez. Trataba casos tan difíciles en el ejercicio de su profesión que nunca podía dedicarse a sí mismo.

Sus amigos y parejas lo elegían, él no sabía decidir con quién estar. Fue una suerte que no conociera a malas personas porque hubiera sido un excelente sicario sin remordimientos.

Cuando murió, sus últimas palabras fueron: «No me reconozco».

En muchas situaciones conjeturamos acerca de cómo se vería algo que nos preocupa desde otra perspectiva: qué diría un amigo, un familiar, la pareja, un compañero de trabajo o algún mentor intelectual que nos sirva de referencia. El pensamiento sobre nosotros mismos no puede darse sin referencias externas como el tú o él.

La sintonización es un fenómeno humano natural en el aprendizaje. El acompasamiento de la menstruación de mujeres que viven juntas es un ejemplo de ello. Los niños aprenden en los primeros años mediante acompasamiento de acciones y emociones de sus adultos de referencia. El mal llamado embarazo histérico de algunas hembras como es el caso de las perras también tiene que ver con este fenómeno entre las comadres. Se trata de un aspecto de la socialización que busca la adaptación social y la aceptación por parte del grupo (1).

Tanto el código narrativo literario como el cinematográfico tienen muy en cuenta la diversidad de posiciones en el relato. La tradición epistolar en la literatura es el modo de ver la realidad desde la alternancia entre las tres posiciones relatoras: la primera (yo), la segunda (tú) y la tercera (él).

Un recorrido histórico por la sociología de las relaciones humanas en las organizaciones aporta muchos ejemplos sobre relaciones ternarias. Las relaciones de Estado entre el poder ejecutivo, el monarca y la población son un ejemplo de ello (2), así como la separación de poderes legislativo, judicial y ejecutivo. La toma de decisiones delicadas requiere su división entre comisiones técnicas de dictamen no vinculante, órganos decisores y representantes sociales que velan por el derecho de los consumidores.

Adoptar distintas perspectivas es una manera muy eficaz de pensar con flexibilidad. Existen muchas técnicas orientadas a este objetivo. Por ejemplo, el método de los Seis sombreros para pensar (3). Un modo de estructurar sesiones de análisis de proyectos, en el que cada sombrero aporta una dimensión diferente, como el sombrero de la información objetiva, el de las propuestas creativas, o el que calibra las dificultades que pueden aparecer en el camino entre otros.

En momentos de desorientación o en el paso por trances vitales de cambio de ciclo biográfico, el ser humano necesita la influencia de partes o aspectos de la sabiduría humana que le ayuden (4). La versión colectiva y antropológica de lo que estamos hablando son los arquetipos. Su función consiste en reflejar la solución que el sujeto ya intuye y que le viene reforzada por la vía especular.

El relato más antiguo que se conoce metaforiza la vida como un viaje (5) y el héroe que lo transita necesita de estas fuerzas arquetípicas. El valor de la soledad que aporta el arquetipo del Huérfano, la fuerza del Guerrero o la capacidad de investigación del Vagabundo son puntos de vista que enriquecen y amplían los límites del viajero (6).

A veces también ayudan algunas fuerzas aparentemente negativas como es el caso del trabajo de Johannes Galli (7), maestro de teatro que trabaja con figuras como el Deslenguado, el Fanfarrón o el Donnadie. Arquetipos que anidan en el inconsciente y que sostienen puntos de vista útiles en algunas situaciones. Se trata de evocar la peor imagen de nosotros mismos y pedirles un consejo que podamos escenificar.

La toma de otras posiciones, en contra de debilitar la propia, aporta más información y de mejor calidad para quien la práctica. Muchas veces sirve para reforzar el propio criterio, aunque de todos modos, lo que siempre ocurre es la toma de conciencia de la complejidad de las cosas.

Soy un ser
incompleto
y la mitad
vacío
que no imagina
mayor dulzura
que ser en otro
y ese otro sea
en mí.

(Trinidad Ballester)

Sin embargo, aunque es importante ponerse en los zapatos del otro; es esencial volver a ponerse en los propios. Toda toma de decisión debe hacerse en primera posición.

Secundino suele hacer una travesía extra-vagante por las mentes de las personas con las que convive y manifiesta serias dificultades para volver a la suya propia, con lo cual le cuesta mucho esfuerzo sintetizar su pensamiento y nota un vacío inexplicable que le impide pensar por sí mismo, como es el caso de la siguiente historia:

En cierta ocasión dos vecinos que tenían una disputa sometieron su caso ante un juez. Este le pidió a uno de ellos que diera su opinión sobre los hechos. Cuando finalizó le dijo:

Tiene usted toda la razón.

El segundo vecino quedó asustado por la afirmación del juez hasta que este le pidió su versión de los hechos. Cuando terminó su exposición el juez le dijo:

Tiene usted toda la razón.

El secretario del juez, desorientado ante la actuación de este le dijo:

Señoría, no pueden tener los dos toda la razón.

A lo que el juez le respondió:

Tiene usted toda la razón.

Notas:

(1) Ver la película Zelig (1983) de Woody Allen. Falso documental sobre Leonard Zelig, el hombre camaleón que asombró a la sociedad norteamericana de los años 20. Su necesidad de ser aceptado lo llevó a transformarse físicamente en las personas que lo rodeaban, convirtiéndose así en un fenómeno mediático, en una celebridad sin esencia.

(2) Bateson, G. (1998): Pasos hacia una ecología de la mente. B. Aires: Lolhé-Lumen. Págs. 122-123.

(3) Bono, E. de. (1996): Seis sombreros para pensar. Barcelona: Granica. Págs. 213-222.

(4) Consultar de Carl Gustav Jung: Arquetipos e inconsciente colectivo (1970). B. Aires: Paidós. Ver también El hombre y sus símbolos (1997). Barcelona. Caralt.

(5) Campbell, J. (1959-1997): El héroe de las mil caras. México: Fondo de Cultura Económica.

(6) Gilligan, S. y Dilts, R. (2011): El viaje del héroe. Barcelona: Rigden.

(7) Johannes Galli, profesional del teatro, trabaja con  siete Kellerkinder o arquetipos negativos básicos que son negados en nuestra infancia pero que suponen la base de nuestra creatividad reprimida. Estos son el Torpe, el Andrajoso, el Deslenguado, el Fanfarrón, la Mujerzuela, el Avaro y el Donnadie. En este trabajo, el cliente se conecta a un problema y desciende al sótano de su memoria infantil para consultar a estos siete arquetipos negativos que son representados por siete compañeros o por sí mismo y que le dan consejos referentes al problema.

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