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‘La ciudad perdida’: viajando (conscientemente) tras el corazón verde

La ciudad perdida. Imagen: Paramount pictures.
La ciudad perdida. Imagen: Paramount Pictures.

Lo primero es lo primero: qué gusto encontrar una llamada comedia romántica que, de verdad, provoca risas. Después hablaremos del argumento, los aciertos, los fallos, pero… menos mal que alguien se ha tomado en serio el género en el que se enmarca y ha pensado «ah, comedia, esto tiene que hacer reír».

Ahora vayamos al grano y mencionemos lo que todo el mundo dice desde el estreno del tráiler de La ciudad perdida: ¿es la nueva película de Sandra Bullock una descarada copia de Tras el corazón verde? ¿Acaso la historia de una escritora de novelas románticas experta en arqueología que es secuestrada para encontrar un tesoro y, en su periplo, se topa con un aguerrido musculitos que la ayudará en su tarea no suena familiar? Pues efectivamente, pero no por las razones aparentes.

Si en toda historia hay diferentes niveles de comprensión, si en ocasiones es más fácil entender algo pillando todas sus referencias, digamos que se capta más profundamente el sentido de La ciudad perdida teniendo en cuenta que no solo no ignora Tras el corazón verde sino que la utiliza como punto de partida. No es imprescindible, pero sí favorable, conocer el filme de Robert Zemeckis de 1984 para contextualizar qué están haciendo los hermanos Nee en la nueva película de Sandra Bullock y Channing Tatum.

Viajemos a 1984. En aquel momento, Zemeckis filmaba la historia de una novelista —soltera— que, fuera de su entorno, lograba sobrevivir a un secuestro colombiano gracias a la compañía de un señor que se movía en el ambiente hostil como pez en el agua, pero que no tenía ningún interés en estar junto a esa mujer. El tira y afloja venía dado por el hecho de que Michael Douglas, como héroe de acción, se enamoraba poco a poco, y a su pesar, de Kathleen Turner, una suerte de damisela en apuros que no se ajustaba al cliché Disney pero sí al de la época. Turner «necesitaba» a Douglas para sobrevivir ante las adversidades de la jungla y de la vida.

En cambio, la tensión con la que juega La ciudad perdida es otra: el supuesto héroe, que no tiene ni idea de cómo salvar a nadie, desea estar al lado de la protagonista desde el primer minuto del secuestro, a pesar de ser poco útil en su rescate. Ambos personajes liman sus diferencias cuando se presentan ante el otro por encima de los prejuicios que provocan sus primeras impresiones. Porque, vale, tal vez Tatum no sea «útil» en la jungla. Pero lo «útil» de su presencia es que no quiere estar en ningún otro sitio más que con Bullock.

La ciudad perdida. Imagen: Paramount pictures.
La ciudad perdida. Imagen: Paramount Pictures.

Por eso la aparición secundaria de Brad Pitt funciona a tantos niveles. Es, probablemente, la secuencia más divertida del metraje, pero su fugacidad en forma y fondo la convierte en una declaración de intenciones. La intervención de su personaje revela por dónde podrían haber ido los tiros de la historia para hacer hincapié en la poca voluntad que tienen de que así sea.

La ciudad perdida funciona a la hora de transformar la historia original, pero a partir de esa transformación también se topa con su mayor problema. Porque si la película nos dice que no estamos siendo testigos de un plagio ni de un homenaje, no deja completamente claras sus intenciones. Por eso, aunque no es una parodia, el acercarse y distanciarse del filme de 1984 la obligan, en determinados momentos, a parecerlo, incluyendo situaciones, diálogos o personajes exagerados. Y es temerario hacer eso sin lanzarse de lleno a ello. La parodia tiene unas convenciones que es necesario respetar, y para ello es bueno dejar de tomarse en serio y apostar por la comedia más absurda. Este no es el caso. El guion de La ciudad perdida no quiere hacer eso. Sus ganas de transformar la historia original están por encima de la voluntad de reírse de ella. Desea crear, en serio, algo nuevo.

Por eso, por su flirteo con la parodia sin comprometerse con ella, hay chistes que funcionan en un primer momento pero pierden gracia con la insistencia. Por eso también encontramos villanos desdibujados —se desaprovecha muchísimo a Daniel Radcliffe— y tramas secundarias que carecen de la solidez de la principal —la historia de la agente literaria está encabezada por una actriz carismática a la que han dado un personaje poco trabajado, y la de su responsable de redes sociales sobra completamente—.

A cambio, cuando apuesta por ser honesta consigo misma y su propósito cómico tradicional, toma decisiones argumentales excelentes, como la importancia del atuendo de la protagonista —otra referencia a Tras el corazón verde amplificada al doscientos por ciento que, además, se amortiza en un momento de la trama— y gags que no se agotan —todo lo que tiene que ver con la silla—.

Las comedias son siempre una empresa atrevida. Como demuestran los dos párrafos anteriores, entre los chistes o relatos que sí que funcionan siempre hay algo que no hace tanta gracia como lo anterior y que destaca principalmente por eso, por ser una broma que no consigue volar sola. En muchos casos, y este podría haber sido uno de ellos, esto se evita anclando siempre las risas a la honestidad de los personajes. Es decir, que algo destinado a generar carcajadas no provoque ni sonrisas en un momento determinado no se considera un fracaso si argumentalmente tiene sentido, si encaja con la identidad de quien lo dice o hace. Sin embargo, que un chascarrillo sin sentido, solo por el mero hecho de ser un buen chascarrillo, se lance y se la pegue contra el suelo indica que algo ha fallado. En La ciudad perdida el argumento no logra completamente ofrecerle un terreno sólido a la comedia para volar sola.

Sin embargo, es refrescante volver a ver una película de gran presupuesto que lo intenta, y en muchos momentos lo consigue. Alivia ser testigo de una historia que se apoya sustancialmente en la química de sus dos protagonistas y comprobar que, en base a esa química, los guionistas se esfuerzan por crear diálogos divertidos, inteligentes y honestos. Y siempre, siempre, se agradece —incluso a pesar de la pérdida de expresividad de su rostro— que alguien coloque a una de las actrices más divertidas de las últimas décadas al frente de una comedia de alto presupuesto.

La ciudad perdida. Imagen: Paramount pictures.
La ciudad perdida. Imagen: Paramount Pictures.

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3 Comentarios

  1. No iré a verla. Sandra Bullock lleva cumpliendo 30 años los últimos 30 años. Si protagonizara el «remake» de «Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra» ella sería un dinosaurio más. Hace tiempo que se le pasó el arroz y hay que dejar espacio a las nuevas generaciones.

  2. Perezota.

  3. Antton Lete

    Casualmente fuí a verla ayer y me sorprendió gratamente. Tiene unos buenos puntazos, y en general mezcla bien aventura clásica de buscatesoros con la comedia. Yo la recomiendo como desconexión.

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