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Hay veces que los apellidos mandan. Mandan mucho. Imponen, sugieren historias a quien los escucha. A ti te dicen «Bonaparte» y, hala, jacobinismo popular, pero cada vez amaso más poderes. O «Larra», que está entre el «vuelva usted mañana» y el «estampitas, vendo estampitas». Incluso «Bush», porque escuchas «Bush» y ya sabes que se calienta el tema por Oriente Medio…
Por eso tú dices «Medici» y piensas «Renacimiento».
Digamos que ellos son la saga renacentista por excelencia. Bueno, vale, están los Borgia, pero es que los Borgia dan un poco de repelús, los Borgia traen maleta gordísima (y sí, los Medici tuvieron sus asuntos, pero los Borgia quedan como cliché). En aquel continente familiar (Habsburgos y Valois, Tudores y Avises, una miaja de Fugger o Welser), la dinastía Medici enseñoreaba el mismísimo corazón de los cambios que iban produciéndose, y exhibía impudores y mecenazgos como si las palabras fueran suyas. Vamos, que Medici era «arte», y en el Renacimiento estos asuntos del arte… cosa de espesor. Así que los Medici molan. Seguramente molan más ahora de lo que molaron entonces, porque la vida es así, pero molan. Y, último argumento, siempre es mejor sumarse a un «Medici» que a un «Girolamo», porque a nadie que destruya belleza se le debe respeto alguno. Y, encima, todos acaban tiranillos, eh, todos acaban tiranillos.
Así que los Medici son Renacimiento.
Vale, la misma palabra. Lo de Renacimiento, digo. El significado, la conceptualización. Florecer (¿lo pillan?, florecer en Firenze) tras un período supuestamente oscuro. La Edad Media, dijeron en la Italia de entonces, fue páramo de incultura y retroceso (hoy se sabe que tal impresión es falsa, pero funciona como símbolo). Olvidamos nuestros saberes, centramos mirada en lo metafísico y lo ajeno. Y, mira, no. El ser humano aquí, el ser humano ahora. Representemos a Dios como nosotros, porque nosotros es Dios. Renacer.
Díganme, entonces, si no resulta apropiado esto de los Medici en nuestro entorno de hoy. Con los saltos de tecnología, con la armonización entre máquinas y cultura. Con el futuro que se abre.
Otro renacer.
El Medici Archive Project es un organismo de investigación estadounidense creado en 1995 por Edward Goldberg y Hester Diamond. Su idea inicial era simple pero, al tiempo, extraordinariamente ambiciosa: nada menos que catalogar y llevar hasta una base de datos el Archivo Gran Ducal de los Medici. Empezaron por las cartas, que no es poco asunto. Mediceo del Principato, dicen a esta colección, porque en su idioma todo suena más cool.
Cosa de espesor, dijimos. Solo en misivas… unos cuatro millones. O mil quinientos metros de estantes, si son de los de medir por «Bernabéus». Y, allí, en su interior, el mundo a caballo entre Edad Media y Edad Moderna. Del Renacimiento hasta la mismísimo Ilustración, de 1537 a 1743, de Cosme I hasta el postrer Gian Gastone, e incluso unos añitos con Francisco II, que ya era pelín Casa de Lothringen. Al pensar en los Medici visualizamos, naturalmente, su labor como mecenas. Obras, edificios, tapices, estilística. Quizá algunos sitúen el escudo familiar, las cinco bolas, las tres flores de lis. O les acudan a mente espacios de política, diplomacia, gobierno. Todo eso manejaron, todo eso vivieron y dominaron, los Medici. Es por ello que, alejada del cliché artístico, su correspondencia comprende un volumen casi inacabable (casi, también, inabarcable) de saberes en su contemporaneidad. Sobre buenas gobernanzas, sobre qué es el poder y cómo utilizarlo. Sobre ingenierías, evolución económica, previsiones, fisiocracia. También, claro, la ciencia, la medicina, los avances en artes y normas. Incluso platos, recetas y gustos que hoy nos retinglan con decadencia chic. Papas, duques, banqueros, filósofos, músicos, escritores. Desde los Medici y hasta los Medici, de Florencia a los confines de Europa, de Asia, de África, el Nuevo Mundo. Descripciones objetivas, vivencias personales. Tentaciones y deslices, frialdad y cerebro. Qué no habrá, qué conocimientos pueden quedar al margen, en tan ingente colección…
Con lo precedente ya tenemos al Medici Archive Project como elemento referencial, un reguero de fondos ingentes que permite la exploración en casi cualquier vía del conocimiento, algo impensable hasta hace muy poco. Porque sí, la digitalización de archivos y anaqueles es relativamente moderna (más aun en los familiares que no dependen estrictamente del poder político), y está viniendo a revolucionar métodos y manifestaciones del estudio humanístico. No querría yo engañarles… pierde el asunto cierto buqué romántico, porque nada sustituye (nada puede sustituir) la caricia crujiente y frágil de un documento histórico, ese momento casi mágico en que te alcanzan manuscritos que estaban ahí antes de publicarse El Buscón. Pero, ay, esos documentos están custodiados por todo el orbe, y este turismo cultural-archivístico, aunque interesante, resulta en demasiadas ocasiones fuera del alcance para quien anhela erudición. Y, mira que pocos planes mejores que irte una semanita larga a Florencia, eh, pocos planes mejores (si tienes posibles… a los Medici no les preocupaban estos asuntos del peculio). Por esa razón, para salvar dificultades e imposibilidad (está complicadete el tema del posgrado, amigos), para un renacimiento sobre el Renacimiento, tener copias digitalizadas a golpe de clic facilita gestión y propicia un lógico incremento de la ciencia. Uno que, sí, será ahora de tipo geométrico.
(Antes, pásmense, si un estudioso estaba con cierto legajo el siguiente estudioso que quisiera consultar ese mismo legajo quedaba… en fin, quedaba a la cola, a la espera, manita sobre manita, viendo volar moscardones. Vamos, que romántico todo lo que ustedes quieran, pero no se me olviden de las desventajas).
Dejen que les diga, sí, dos o tres datos. Ya sé que esto son humanidades, pero dos o tres datos… La plataforma digital se llama BIA, y no se limitó a recoger documentos: posee casi cien mil etiquetas geográficas, imágenes, motor de búsquedas por temas, por personas, por saberes. Hay, incluso, un módulo de enseñanza sobre el florentino tardomedieval y otras lenguas itálicas de su época. Para entender lo que ahí nos cuentan, que se enseña de aquella forma, en el cole, el florentino tardomedieval.
Sumen asuntos. Que este BIA sobre cartas se nos quedaba pequeño, porque los Medici escribieron mogollón de mails, pero también tenían por sus palacios muchas otras fuentes documentales. Algunas jurídicas, como indicaciones a cuerpos de diplomacia, inventarios, testamentos. Otras por mitad de camino entre lo público y lo privado (lo muy privado), como libros de cuentas o registros fiscales. Y muchas (pero muchas, muchas, muchas de narices) que podemos poner bajo la (tentadora) etiqueta «Otros». Aquí… lo que ustedes quieran, desde mapas hasta recetas para dorar en condiciones el faisán, desde horóscopos (ejem) hasta pasaportes y dos o tres antecedentes de lo que hoy llamaríamos «periódico». Incluso «revista del corazón», si se ponen excelentes. Así que la Medici Archive Project dijo que venga, que guay, y se lanzó para digitalizarse todo eso. Al resultado le puso por nombre MIA, y es, en pocas palabras, el vicio definitivo para cualquier investigador (o curioso) que se precie.
Avance incontenible, oigan. Todo al alcance de la mano, todo desde tu casita, para que no me pongas excusas, Jesús Manuel, de que no pesquisas porque te cae lejos. Solo que… se pretendió ir más allá. Mucho más allá. A la reflexión, al debate. A lo formativo y lo performativo dentro del Medici Archive Project. No solo ayudas para el pensador de hoy, sino juicios sobre cómo será el pensador de mañana. Programas de investigación (sobre mujeres y artes, sobre historia judía, sobre medicina, sobre música), becas, exposiciones en museos italianos (Uffizi y el Pitti incluidos, evidentemente), programas educativos sobre paleografía y archivística… Al uso del antiguo ideal del Renacimiento (al uso del ideal de los Medici), se busca sostener y empujar hacia al avance científico (y, por qué no, artístico) mediante un intercambio de pareces, una disposición de medios, todas las innovaciones tecnológicas. O, dicho de otra manera, desde los Medici (bueno, desde este proyecto relacionado con los Medici) se favorece y fomenta una cultura de avance colaborativo que, implantada con firmeza en el ámbito de las ciencias del no espíritu (Dilthey dixit), resulta aun extraña en las Humanidades y adyacentes. Es, el Medici Archive Project, un lugar de fácil acceso para presentar y someter a críticas inter pares todos los descubrimientos relacionados con… en fin, con cualquier materia referida dentro de estos fondos.
Y eso es tanto como decir cualquier materia. Literalmente.
Así que el Medici Archive Project ha trascendido, con mucho, el mero motor de búsqueda, la limpia base de datos o una hemeroteca monstruosa. No, es más, mucho más. Es lugar donde debatir y conocerse, es un foro con foros (un foro renacentista con foros de internet), es mixtura de conocimientos, espacio para complementar lo que otras personas, antes, quisieron discurrirse. Formación y formaciones. Las universidades fueron invento medieval y no renacentista (ya les dije que eso de época oscura era propaganda mainstream), pero suena parecido, ¿no? Solo que aquí hay herramientas del siglo XXI.
De esta forma, con pasos minuciosos y ambición cada vez mayor, se crean nuevas visiones de la cultura global. O, diría alguien, actuando bajo el lema Festina lente es como se cambia el mundo.
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