
1. El acontecimiento
Como si dos de mis viejos amigos se hubieran peleado, humillado y vejado en público, pero lo hubiesen hecho mediante un discurso bello e ingenioso, el 13 de junio de 2018 sentí dolor y placer en diferentes y contradictorios momentos. Ese día pasó algo que Stephen Greenblatt habría entendido como anécdota trascendental y Žižek, probablemente, como acontecimiento. Tuvo como protagonista a Yung Beef, quien aprovechó el número trece para subir a YouTube una canción en la que revalidaba su apodo y arremetía contra la futura estrella de la música urbana: C. Tangana. En su letra, le dice: «Quieres ser yo, pero eres tú».
Época significativa para el desarrollo de la estética trap, en octubre de 2017 Tangana había publicado Ídolo, su primer disco en las coordenadas del nuevo sonido, y Kaydy Cain, compañero de grupo de Yung Beef, le había respondido con un ataque suave, disuasorio, en el que puede escucharse: «Los filósofos de tu plaza no hacen reguetón / y te pegaste con un tema de La mafia del amor». A la primera embestida, en la que Kaydy combina la alusión a la carrera universitaria de Tangana con el nombre filosófico de su grupo, Agorazein, el agraviado ni siquiera había respondido, pero empezaban a oírse las trompetas marciales.
En febrero de 2018, Yung Beef cambió la historia del trap con Adromicfms IV, el mejor disco de esta estética publicado en España, y apenas unos meses después, en el contexto del Primavera Sound, los organizadores del festival idearon un encuentro entre C. Tangana, el mismo Yung Beef y Bad Gyal. En la charla, los dos primeros sostuvieron opiniones enfrentadas sobre el papel del artista en la nueva industria: el madrileño buscaba aliarse con las multinacionales para cambiar el sistema desde dentro; el granadino, que ya había tenido una mala experiencia con Sony, apostaba por el underground, por el afuera. Días después, Tangana reafirmó su posición con un tema —titulado «El rey soy yo / I feel like Kanye» para reflejar el odio general hacia su figura— en donde sugiere que, como representante de la industria y aliado de las multis, puede decidir el destino de Yung Beef: «Si yo hablo, se convierte el agua en vino / si yo hablo, Sony ficha a Fernandito». Fernandito es Fernando Gálvez, nombre de Yung Beef, y la canción se subió a YouTube el 10 de junio.
13 de junio de 2018. Trece, un número que, junto con el negro y las fuerzas demoníacas, como un Baudelaire de Calle Elvira, forma parte del imaginario de Yung Beef. Ese día publicó «Yes indeed / I feel like Kim K», la primera parte del beef, de la disputa rapera, más importante de esta década; jugando con el nombre de la mujer de Kanye, Kim Kardashian, acusa a Tangana de copiar su obra —«Todo lo que hacemos lo hacéis en dos meses»— y reivindica su puesto alejado de la industria y la mafia musical. El 19 de junio, antes de que hubiera transcurrido una semana, C. Tangana dio la respuesta definitiva mediante una doble performance: por un lado, puso a la venta mil camisetas en las que parodiaba el logo más conocido del Che Guevara cruzado con la cara de Yung Beef; por otro, y tras vender todas las camisetas, publicó «Forfri», una canción en la que ironiza sobre sus intenciones como artista independiente: «Te has creído el Robin Hood de internet / Cada vez que subes un tema cobran otros diez». La respuesta, en su completitud ideológico-artística, era perfecta. La forma de rapear de Tangana estaba hecha, además, para lidiar una disputa de ese tipo. Sin embargo, el discurso de Beef había calado profundamente en el ánimo de Tangana.
Una anécdota que explica bien el zeitgeist de ese momento es la entrevista a Jota, líder de Los Planetas, publicada en ABC unos días después. El titular, curiosamente, es este: «C. Tangana es superlisto para copiar a Yung Beef. Es el mérito que tiene». A Jota, granadino como Yung Beef, pionero del indie rock como el último lo es del indie trap, no le importaba dedicar su entrevista a hablar de otros e incluso acusar al madrileño de plagio. Era el pensamiento de la época. Tangana había ganado el beef, pero Yung Beef estaba ganando la guerra. Y un verso de la canción de Yung Beef, un ataque más profundo que directo, destacaba sobre los otros en la cabeza de Tangana: «Yo fui a tu ciudad y me la quedé / haciendo lo que tú deberías hacer». La ciudad era Madrid.
2. Künstlerroman: la formación del artista
Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear
(Roberto Bolaño, Los detectives salvajes)
Antón Álvarez Alfaro adopta el nombre de C. Tangana en 2011 después de haber concluido una primera etapa en la que ha caminado exitosamente por los senderos del rap patrio con el alter ego de Crema. Crema era hasta ese momento todo lo que los raperos entendían por buen rapero: callejero, egocéntrico, pero aparentemente culto y con cierta aura de buen chico. En Agorazein (2008), su primer disco, se había presentado como «la mejor pluma que ha escrito en España desde Hemingway» y había dicho de sí mismo: «He flipao con Chéjov y he corrido de la policía». Capacitado para llevar el tópico de las armas y las letras a la contemporaneidad, Crema fusionaba el rapero-poeta, en la línea de artistas cursis como Nach o El Chojín, y algo menos cursis como Lechowski, con el rapero callejero y conflictivo que empezaba a verse en España tras los trabajos de Chirie Vegas o Perros Callejeros.
En 2011 se da cuenta de que su obra se queda a medio camino de ambos mundos y de que lo cursi predomina sobre lo salvaje; entonces madura, se convierte en artista de verdad. Cambia su aka por uno más violento, se rodea de unos cuantos amigos que hacen rap —luego destacará entre ellos el virtuoso Sticky— y funda el colectivo Agorazein. Un frío nuevo recorre las calles de Madrid y su poética suena al grupo que marca tendencia en el underground de entonces: Corredores de Bloque. El flow es más ágil, aparecen términos propios de la jerga estadounidense, se habla de codes. En el trabajo que inaugura la etapa, Agorazein: presenta a C. Tangana, este sigue defendiendo esta doble consideración de su figura. Aquí rapea: «¿Mi educación? en el San Viator / (…) soy un pijo de mierda, tron» y «A todos con los que quedaba fuera para dejarnos la cara mullidita como un pan, les deseo paz». Sin embargo, ya no hay referentes literarios, y no se considera a sí mismo como un poeta, ni como el heredero contemporáneo de Hemingway. Ernesto Castro sugiere que sus letras «comienzan a ser menos explícitas y más evocadoras» y algunos de sus seguidores dejan de apoyarlo tras ese cambio de estilo, hasta el punto de que esa animadversión se convierte en un tópico que empieza a poblar los comentarios de YouTube: «molaba más cuando era Crema».
La ausencia de esa autoconsideración poética es lógica. Tangana quiere dejar atrás a Crema, y, en Madrid, uno de los miembros de Corredores de Bloque, D. Gómez, está creando una nueva estética en la que los damnificados son, precisamente, los raperos-poetas. En 2011, este canta: «Amamos el dinero y esas tetas, / fuck raperos-poetas». Aunque Tangana todavía publica en 2012 su disco LOVEs, un trabajo muy conseguido en el que cita a Kant y el Lazarillo, y en cuyos paratextos encontramos la lectura de La broma infinita confesada en una entrevista, luego viene un tiempo de silencio que responde a la aparición, entre 2012 y 2013, del trap en España. Lo introducen artistas como Kaydy Cain —nuevo aka de D. Gómez— y Yung Beef. Cantantes que quieren romper con toda la escena previa y cuyo grupo, Pxxr Gvng, opera con estrategias tan arbitrarias como exitosas. A base de extorsionar a otros artistas, escribir las mejores letras que se han escrito nunca en la escena rapera española y facturar unas instrumentales —cortesía de Steve Lean— originales y sobresalientes, se conforman como el grupo rey del underground al tiempo que amenazan con conquistar el mainstream. El verso más ilustrativo del cambio lo escribe Yung Beef: «He creado una escena porque no tenía pa´ cena».
En esta escena no está incluido Tangana y su sonido rap. Y es muy posible que en esta exclusión, como va a ocurrir en otros momentos de su carrera, encuentre el hueco, la falla por la que introducirse. En octubre de 2015, tras un periodo de tres años en el que solo ha aparecido ocasionalmente, Tangana vuelve a anunciar música. Escoge cinco instrumentales de Drake, representante mainstream del nuevo sonido, y publica 10/15, un EP original y poderoso. Allí ajusta cuentas con Nega; le declara su amor a Carlotta Cosials; y, sobre un 808, promete hacerse rico. Con 10/15 se somete a las directrices de la nueva ola y presenta su candidatura para convertirse en la estrella mainstream del momento. Dos hechos, de 2016 y 2017, respaldan lo anterior. El primero es el surgimiento de Rosalía, al que contribuyen sus colaboraciones con el propio Tangana y, posteriormente, su relación sentimental. El segundo tiene que ver con la salida de «Mala mujer», una canción con la que, sobre un ritmo de reguetón, cambia su carrera: el productor es Alizzz, escudero inseparable desde ese momento, y su éxito lo lleva a firmar con Sony, multinacional que patrocina el surgimiento de Ídolo.
Ídolo (2017), aunque pueda pesarle a parte de su público actual, es el gran disco de Tangana. Aquí fusiona bases traperas con una suerte de pop autotuneado, y las letras, quizás por primera vez en su carrera, son espontáneas y profundas al mismo tiempo, como una prolongación de 10/15. Apenas hay, de hecho, referencias culturalistas, pero el armazón teórico que acompaña la idea central —esa autoconfiguración del ídolo— compensa el derroche temático propio del trap: relaciones tóxicas, sexo, droga, éxito y dinero. Ídolo sigue esa empresa de Lope expuesta en su Arte nuevo, «hablarle en necio —al vulgo— para darle gusto», a la vez que está pensado para el nuevo público y una crítica especializada que, en general, lo recibe con entusiasmo. En 2018, aparece una suerte de spin off de Ídolo con el nombre de Avida Dollars, el anagrama que acuñó Breton para aludir a la insaciabilidad pecuniaria de Dalí. Aunque el disco contiene una de las maravillas de su carrera, «Llorando en la limo», puede considerarse en cierto modo un fracaso, pues carece de la innovación anterior y solo cabe destacar la fuerza de temas como «Still Rapping». Esta inconsistencia,como la disputa que mantiene con Yung Beef, contribuye a un nuevo periodo de crisis de identidad. Tangana va a terminar 2018 intentando repetir éxitos comerciales como los de «Mala mujer», y, entre ellos, algunas perlas como «Un veneno» o «Spanish Jigga», sin presentar durante años otro trabajo largo. En su cabeza, durante este periodo en el que permanece relativamente inactivo, siguen sonando las palabras de Yung Beef: «Yo fui a tu ciudad y me la quedé».
3. La reconquista de la ciudad y la búsqueda de lo español
«Una vez me dijiste que el enfrentamiento no era malo, que las mejores cosas que habías hecho como artista fueron cuando alguien te quería tirar. Gracias por esa, la estoy usando». El que escribe esto en sus redes sociales es C. Tangana, que responde así al ataque musical de Yung Beef antes de mostrar el suyo propio. Decía Harold Bloom que la literatura es agónica. Que el escritor lucha —agón es contienda, enfrentamiento— contra la angustia de la influencia y el peso de los escritores anteriores. Tangana despliega las alas en este proceso agónico del arte, encuentra su identidad precisamente en la lucha del escritor enfrentándose a la tradición y, sobre todo, a sus propios contemporáneos.
Demuestra, además, que el beef tiene varias capas de lectura. Después del desencuentro, parte del público se queda con la parodia del Che Guevara, los improperios infantiles o, en una interpretación más profunda, la disputa ideológico-artística, pero todavía hay más. El 22 de junio, tres días desde su respuesta, sube a YouTube una nueva canción en la que escribe: «El madrileño llega y te cambia la cara» («Bien duro»). Aunque ya le había cantado a Madrid en su primera etapa, s la primera vez que se autodenomina «el madrileño»; además, el videoclip de la canción está protagonizado por el Coleta, de Moratalaz, recuperador del estilo kinki y, en suma, uno de los raperos madrileños por excelencia. ¿Coincidencia? No hay mucho de azar borgiano en la carrera de Antón Álvarez, pero tampoco importa demasiado, porque el mote de «el madrileño» va adquiriendo presencia en su carrera hasta llegar a sustituir el nombre de Tangana en sus redes sociales.
El 10 de enero de 2020, escribe en X: «Van a respetar Madriz». Es el año maldito. Tres meses después, Tangana ya está en plena pandemia, encerrado en un Madrid al que ha vuelto en el último momento después de haberse quedado incomunicado en Latinoamérica. La pandemia le sirve para ensayar, en el sentido montaignesco del término, en varias direcciones: graba un documental, saca varios temas de un nuevo estilo cruzado con el beedrom pop y experimenta con la música de una forma que no había hecho antes. Entre estos temas, destaca «Nunca estoy», cuya base es un remix de una canción histórica en la música ligera española: «Cómo quieres que te quiera», de Rosario Flores. Aunque en «Un veneno» ya había colaborado con Niño de Elche, esta canción es la primera en la que homenajea la historia de la música española, y su éxito, el primero real desde 2018, le da que pensar.
En una entrevista posterior confesará que durante esa época, entre 2019 y los primeros meses de 2020, ya tiene planeado e incluso grabado un disco de trap. Tres años después de Ídolo, toca terminar de ajustar cuentas con toda la escena trapera de España, tan desarrollada para ese entonces que ya asoma su decadencia. En cambio, algo le dice que el paso lógico y esperable es erróneo. En todo 2019, como reconoce en esa misma entrevista, los temas que ha sacado no se han correspondido con un verdadero éxito; es «Nunca estoy» la canción que, según sus palabras, «cambió las tornas». «Nunca estoy» se sube a YouTube el 23 de abril de 2020, día del libro y del entierro de Cervantes. El 23 de mayo, un mes después, Tangana escribe en X: «Hay que apropiarse de la bandera de España, tiene que dejar de significar fascismo/derecha». Aquí ya están los mimbres del gran paso: la resignificación de España y la recuperación de Madrid como símbolo de esta reapropiación nacional. Los dos siguientes temas, subidos en el otoño de 2020, lo confirman. En octubre, sube «Muchas mujeres», que recoge su intención de adueñarse de la bandera y cruza el ritmo clásico del pasodoble con la electrónica de descampado, abarcando unas cuantas Españas en el proceso. En noviembre aparece el que Tangana anuncia como el tema más importante de su vida, «Tú me dejaste de querer», con un videoclip que es un homenaje a Madrid y al cine de Almodóvar. Los referentes son tan obvios, con ese guiño a la carrera de su exnovia incluido, que no hace falta comentarlos. España y la música española, Madrid y la relación de estos dos lugares con Latinoamérica son los símbolos que reconstruye en su disco El madrileño.
De fondo, y aunque ya no encontremos al adolescente pedante que cita a Hemingway y lee a Foster Wallace, está otra vez la poesía. En este caso, los dos hermanos que, en su amor de hermanos y de poetas, simbolizan la imagen manida de las dos Españas: Antonio y Manuel. El primero está presente en la génesis del disco, cuando Tangana utiliza sus célebres palabras recogidas en «El poeta y el pueblo» como paratexto de El madrileño: «Antes de pillar covid, en el último pedo que agarramos Santos Bacana y yo, salió la clásica discusión en torno a «Puchito el vendido» vs «Puchito el artista». Me enseñó el texto de Machado, «El poeta y el pueblo», y me dijo que él pensaba que el año que viene este debate se pasaría de moda definitivamente. Que el pueblo hable». Tangana, como los Cervantes, Shakespeare y Tolstoi que cita Machado en su texto, se ve como el poeta del pueblo español contemporáneo, algo que refuerza recientemente, tal y como describe Irene Domínguez, citando al otro hermano, Manuel. En la entrevista que Jordi Évole le hace a Tangana, el primero le pregunta al segundo qué entiende por trascendencia, a lo que este responde: «A lo mejor es lo que dice Machado sobre las coplas: «Las coplas, hasta que no las canta el pueblo, coplas no son»». Tangana, siguiendo el consejo de ese poeta granadino nacido en su mismo año, llega a este pueblo tras haber recuperado su país y, sobre todo, su ciudad.
4. Una coda: la guitarra madrileña de C. Tangana
Si hay alguien que huele a Madrid, ese es Jonás Trueba. Como si se hubiera quedado en la mejor película de su padre, Ópera prima, Jonás ha creado un cine sobre Madrid que recuerda al neoyorquino de Woody Allen o al romano de Moretti. Si alguien quiere replicar el aroma a Madrid, como ha hecho Sorogoyen en Los años nuevos, tiene que oler a Jonás. Trapiello, autor del último gran libro sobre Madrid y que le saca unas tres décadas a este último, es amigo de Jonás. Y C. Tangana, diez años menor que el hijo de Trueba pero con olfato de sumiller, ha elegido a Jonás para presentar su primer trabajo como director de cine en 2024 porque quiere que su proyecto, aunque verse sobre un artista alicantino, huela a Madrid.
Este proyecto, La guitarra flamenca de Yerai Cortés, es la última perla de Pucho —o Poncho, tal y como lo llama el padre del protagonista—. Siguiendo a Saura, y también a Isaki Lacuesta, Tangana parte de este cine flamenco para ofrecer lo que es realmente una historia de amor: el amor, roto, que sintieron los padres de Yerai Cortés; el amor que siente Yerai por su hermana prematuramente muerta; el amor que este siente por sus padres, por la Tania y sobre todo por el flamenco. El documental abre con una escena de C. Tangana explicando la historia que va a contar mientras se toma un chocolate con churros en el Café Gijón. En la siguiente escena, en plena Gran Vía, Yerai pasea por su ciudad de adopción: Madrid.
En más de una ocasión, Tangana ha comentado que su verdadera virtud es ver el talento ajeno. No está muy alejado de lo que, con más malicia, apuntaba Jota. Tangana ha hecho una de sus mejores obras en un formato que en principio le es extraño, lo que le otorga un mérito añadido. Sabe, además, que en pleno auge y dominio de lo factual, en un año en que la mejor novela en español ha sido una bionarración escrita por Leila Guerriero, un documental es la mejor forma de expresar la verdad del arte. Muy posiblemente también es consciente de lo que decía Bajtín: en toda biografía hay también autobiografía. Y en su documental él no solo aparece al principio y con su voz de entrevistador, sino que también aparece en cada uno de los encuadres, en los silencios, en la verdad secreta que mueve el arte de Yerai y las cuerdas de su guitarra.
Hay, además, una última cosa que hace Tangana con su documental. Aquí solamente he sugerido, mediante el breve cameo de Santos Bacana, el papel de su nuevo colectivo artístico, Little Spain. En la idea de la recuperación de lo español, e incluso en la estética general de Tangana, va a ser fundamental el trabajo de un grupo originado en Los Ángeles como pequeña comunidad de artistas españoles exiliados. Pero es que además este colectivo, y todo el talento que atesoran Bacana, Trenas y Rogelio, le ha servido a C. Tangana para una cosa todavía más importante: encontrar su identidad en nuevos formatos artísticos. Primero fue como protagonista de su propio documental; después ha sido dando el gran paso como director y con un éxito de crítica y público más que notable. Tangana, que como buen cool hunter sabe que Yung Beef es el mejor trapero e incluso poeta de su generación, también sabe que para ganar en esa particular batalla tenía que hacer cosas diferentes: primero fue lo-español-musical y ahora ha sido lo-español-cinematográfico. Crema dijo de sí mismo que era «un poeta visceral desde el inicio». El poeta de palabras y de música, el lírico de la lira, se ha convertido en un poeta de imágenes, y también, probablemente, en el mejor artista total de nuestro siglo XXI.
Más así!
jajaja, C. Tangana gana
Madrid manda, Yung Beef es un yonkarra.