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Guardiola: la revolución de las cosas que se hicieron siempre

Josep Guardiola, 2023. Fotografía: Marcio Machado / Getty.
Josep Guardiola, 2023. Fotografía: Marcio Machado / Getty.

Este artículo está disponible en papel el nuestra revista trimestral nº 49 Especial Vanguardias

Lo vimos quedarse pelado en tiempo real. A medida que fue perdiendo el pelo en la cabeza empezó a dejarse la barba de tres días. No usa traductores, habla el idioma de cada lugar donde trabaja o trabajó: inglés, catalán, español, italiano, alemán. No tiene redes sociales ni WhatsApp, solo se comunica por teléfono y mensajes de texto. O cara a cara.  

Se dedica al fútbol. Anticipa los partidos en su cabeza a la manera de los ajedrecistas. Cuando duda es porque busca la perfección. Cuando quiere enfatizar una idea o mostrar admiración por algo, resopla. Está convencido de que lo más importante es convencer y que la única manera de lograrlo es a través del conocimiento. No resigna sus convicciones. Necesita enemigos, que haya gente que festeje sus caídas, que lo odie. Los deportistas necesitan ese estímulo, eso piensa. No desconoce que los efectos de la victoria son menos duraderos que los de la derrota. Sabe que perder es necesario y que ayuda a mejorar.

No pierde casi nunca y cuando pierde araña su cabeza. ¿Cómo funcionará por dentro alguien así? 

Son las siete de la tarde. Es domingo. Es el último día del mes de agosto del año 2008. El cielo está despejado en Soria y eso llama la atención. «Qué raro jugar en Los Pajaritos con sol», dice el relator del Numancia-Barcelona, uno de los partidos que inauguran la temporada 2008-2009, el primero en la historia de Guardiola como entrenador en la liga española. Es un partido especial y hace mucho que se viene preparando para este momento. 

«Los voy a hacer campeones», les había dicho el año anterior a los chicos del Barcelona B cuando comenzó a dirigirlos. Y cumplió: fueron campeones del torneo de Tercera División con una efectividad del 74 por ciento de los puntos. Esos números, su identificación con el club y su propuesta de juego ofensivo lo catapultaron para sustituir a Frank Rijkaard, que llevaba cinco temporadas como entrenador del primer equipo en las que ganó dos ligas, dos supercopas y una Champions. Pero no fue ese el comienzo de Guardiola, para encontrar el origen debemos ir más atrás en el tiempo.

Llegó a La Masía a los trece años. Debutó con diecinueve el 16 de diciembre de 1990 contra el Cádiz y a los veinte ganó su primera Champions. Era un mediocampista más bien técnico que intentaba jugar fácil, sin complicarse la vida. Decían que su nivel era superlativo, también, que era físicamente endeble. Su mentor fue un holandés que le prestó más atención a lo primero que a lo segundo. Se convirtió en su mejor intérprete en el campo de juego y en su mejor heredero como entrenador. 

«Cruyff es el personaje más importante de la historia del fútbol. Cambió dos clubes —no solo uno— como entrenador y como jugador». Guardiola habla con devoción de su maestro, de su lectura del juego, de su capacidad para la intuición, de sus revoluciones en el Ajax y en el Barcelona. No imagina cómo podría haber sido como jugador y entrenador si no se hubiera cruzado con Johan Cruyff —«uno en la vida tiene que encontrar a la persona justa en el momento justo»—, pero se cruzaron y ahí está él, en otro debut con el Barcelona, esta vez del lado de afuera del campo de juego. 

Breve resumen de los hechos que lo llevaron hasta allí. El presidente del Barcelona era Joan Laporta y se apoyaba en Cruyff como consejero deportivo. Cruyff había recomendado a Rijkaard en 2003. A mitad de la temporada 2007-2008, Rijkaard estaba en la cuerda floja por malos resultados. «¿Por qué no coges tú al equipo hasta final de temporada, te lo pones a Pep al lado y el año siguiente al equipo lo coge Pep?», le preguntó Laporta a Cruyff, que declinó el ofrecimiento y le propuso otra cosa: hablar con Rijkaard y decirle que si la temporada termina sin títulos lo va a reemplazar Guardiola. Otros integrantes de la junta directiva buscaban un perfil diferente —«Necesitamos un entrenador que sea resultadista»— y preferían al portugués José Mourinho, que ya había trabajado en el club entre 1996 y 2000 como segundo entrenador de Bobby Robson y de Louis Van Gaal. Cruyff rechazó por completo la idea e insistió a Laporta que el mejor entrenador posible era Pep Guardiola. 

Van 9 minutos. El Barsa controla las acciones y el Numancia se defiende bien cerrado cerca de su área. Balón para Andrés Iniesta, toca con Xavi Hernández y Xavi toca a la derecha para Messi. Messi se apoya con Alves, Alves la deja para Messi, busca filtrar la asistencia para Iniesta pero rechaza un defensor. La pelota vuelve a los jugadores del Barcelona y siguen tocando, ahora hacia la izquierda.

Para Guardiola, trabajar el ataque es lo más fascinante del mundo: «Defender, el 4-4-2, meterse atrás y esperar el momento para salir de contra es mucho más sencillo, necesitas menos tiempo. Atacar espacios reducidos es más difícil». Posiblemente sea la dificultad lo que le provoca fascinación. Como en el ajedrez, elabora estrategias pacientes de distracción; hay que tocar y moverse para desordenar al rival, para forzar a que sus piezas abandonen posiciones. Constantemente hay que formar triángulos para generar superioridad numérica en todos los sectores y es muy importante presionar alto para no sufrir contratiempos en zonas defensivas bajas. «Cuanto más tiempo estemos atacando cerca del área rival, más opciones existen de hacer el gol. Es una cuestión lógica de probabilidades». La eficacia es una marca Guardiola que no vino de la nada. Él la fue construyendo y perfeccionando con el tiempo.

«Recuerde que el Barsa nunca ha ganado aquí», dice el relator a los 11 minutos con 20 segundos mientras el arquero del Numancia le ordena a sus compañeros que se adelanten y realiza un saque largo desde su área. Para los locales también es un día especial porque vuelven a jugar en primera después de tres años, por eso en el Nuevo Estadio Los Pajaritos de Soria están cubiertas las 9.409 localidades disponibles. Los equipos todavía se están estudiando y Guardiola sigue con las indicaciones, les hace señas a Thierry Henry y a Samuel Eto’o. No importa que los rivales salgan con pelotazos. 

Sabe dónde quiere que estén ubicados sus jugadores. Siempre lo supo, desde que era futbolista y se comportaba como entrenador: «Era mucho de indicar cosas en las prácticas, te indicaba movimientos, posicionamientos, formas de perfilarte para recibir el balón». El que habla es el uruguayo Sebastián Abreu, compañero de equipo en su último destino como jugador: el Dorados de Sinaloa. En tierras mexicanas el entrenador era Juanma Lillo, otro personaje clave en la formación de Guardiola: «Es mi maestro, el aprendizaje continuo que tengo con él me ha hecho ver las cosas con otro prisma». 

En México también aprendió del director técnico de la selección de entonces, el argentino Ricardo La Volpe, un especialista en estrategias de inicio de juego. Empezaba a prepararse para lo que seguía, en su cabeza ya tomaban forma esas máquinas de precisión confeccionadas artesanalmente. Los equipos de Pep son un ejercicio constante de rotación de piezas y toma rápida de decisiones: el balón se tiene que trasladar con velocidad de acuerdo al desplazamiento del oponente. Los jugadores deben aprender a detectar cómo se mueve la marca y a ubicar al compañero libre para darle el pase como sea. La clave es la inteligencia. Para jugar bien al fútbol hay que saber leer al rival. 

El saque largo del arquero del Numancia se dirige al campo del Barcelona, los defensores avanzan en bloque unos metros y dejan a los delanteros locales en fuera de juego. A los 11 minutos con 34 segundos, el equipo de Guardiola comienza una vez más a elaborar un ataque saliendo con toques desde abajo. 

Lo que asimiló de Johann Cruyff no lo negocia con nadie: siempre quiere tener la pelota. Siempre. Todo se construye a partir de ahí. La pelota es la razón por la que un chico se hace futbolista, es lo que une a un equipo dentro y fuera del campo, por eso quiere que todos participen de la circulación y que además sea constante. Pero no se trata de pasarla por pasarla, como en todos los deportes de equipo el balón se mueve con la intención de mover la estructura defensiva del rival y así poder atacarlo. «Yo insisto mucho en jugar desde el portero, que sea un jugador más, porque entiendo que cuando el portero la pasa bien al central, el central la pasa bien al mediocentro, el mediocentro la pasa bien al interior, el interior al enganche y el enganche al punta, se genera mucho más juego que cuando se dan situaciones aleatorias». Hay que atacar los espacios reducidos con precisión y paciencia, buscar los huecos porque los huecos están. El campo es muy, muy grande.

Xavi Hernández recibe la pelota, engancha hacia adentro y la toca para Iniesta, sigue abriendo juego con Abidal que está ubicado sobre la raya en el sector izquierdo. Parece que avanza pero la pasa otra vez al medio para seguir en la exploración del mejor camino y así quebrar a la defensa. El que recibe ahora es Yaya Touré y vuelve hacia la derecha con Dani Alves. Pero el brasileño controla mal. Controla mal y se la quitan. Se la quitan y parte rápido el contragolpe con un pase largo, dos pases largos, tres pases largos, el último es un centro atrás al corazón del área. Los defensores del Barcelona, en su retroceso, quedan a contrapierna y el balón los supera. Recibe Mario Martínez, delantero del Numancia, y remata con potencia. Gol, 1 a 0 a los 12 minutos con 15 segundos. 

No estaba en sus planes arrancar perdiendo. Nunca está en sus planes perder. Obsesivo, detallista, no se detiene hasta que no encuentra la falla. Prueba, testea, rectifica, revisa. Sabe que las mejoras surgen de los errores. Sabe que la acción principal del fútbol es siempre la siguiente.

A los 18 minutos el relator dice: «Le han encajado un gol al Barcelona pero hay un detalle: cuando el año pasado les encajaban un gol, a los jugadores se les quedaba una cara como diciendo ‘ya está, otra vez lo mismo, no vamos a poder remontar’. La sensación ahora es otra, este Barsa va a intentar remontar». Pero transcurre el tiempo y al final no remonta nada. «Vaya decepción el Barcelona, es uno de los equipos que más ha gastado en fichajes, ¿y para qué? Para nada. Para empezar cómo acabó la temporada pasada: perdiendo».

Dice Pep que el único responsable de haber perdido es él, que no supo transmitir a sus futbolistas lo que quería de ellos: «El fútbol es mucho más complicado que decir ‘tenéis que hacer o no hacer esto’ y que los jugadores lo hagan. A veces no lo hacen, pero no porque no quieran. El día que note que los jugadores no hacen lo que digo porque no quieren, empezaré a estar preocupado». Eso declara en público, en privado sí se lo ve inquieto, sobre todo luego del empate 1 a 1 contra el Racing de Santander en el Camp Nou por la segunda fecha. Así lo contó años más tarde el francés Eric Abidal: «Después de empatar nuestro primer partido en casa contra el Racing nos llamó para hacer una reunión en el vestuario. Llegó Pep y nos dijo: ‘Mirad chicos, hemos trabajado muy duro en pretemporada, pero tenéis que creer en mi plan si queréis ganar la Liga y la Champions’». 

Tenía razón Guardiola en eso de que la acción principal del fútbol es siempre la siguiente. 

En su tercer partido al frente del Barcelona, viajaron a Gijón y golearon 6 a 1 al Sporting. De ahí en más: ocho triunfos consecutivos, la punta a partir de la novena fecha, una paliza memorable al Real Madrid y el campeonato. El mecanismo Guardiola ya estaba en marcha y empezó a tomar su forma final —aunque nada en él es definitivoaquella noche en el Bernabéu cuando inventó a Messi como falso 9 y revolucionó para siempre la forma de atacar. Un buen entrenador puede persuadir a un jugador para que cambie su posición en el campo y modifique sus movimientos, un vanguardista es aquel que es capaz de convencer al mejor del mundo para que lo haga. Claro que Pep asegura que no es para tanto: «Martí Perarnau ha escrito un libro maravilloso, que no he leído pero seguro que es maravilloso, sobre la evolución del fútbol y me dice que me esté tranquilito, que todas estas cosas ya se hacían hace siglos». 

Los números que consiguió Guardiola de allí en adelante son contundentes: en dieciséis temporadas acumuló cuarenta títulos en España, Inglaterra y Alemania, entre ligas, copas, Champions y mundiales de clubes: una efectividad cercana al 80 por ciento de los puntos en disputa. Por ese motivo sorprende si no gana, si sufre un bajón o una mala racha.

Tiene razón Guardiola en que las derrotas son necesarias, el problema es que no le gustan. 

«Yo tengo pánico a perder el próximo partido y eso es lo que me lleva a aplicarme para poder ganar». El motor de su éxito es la necesidad de evitar la derrota y para eso no queda otra que ganar. Pero su objetivo no es únicamente la victoria, también quiere jugar bien. Y emocionar. Esas son las convicciones que no resigna, las que aprendió de Cruyff. El día que perdió su partido debut en la liga española entró devastado al vestuario. Andrés Iniesta lo vio en ese estado y le dijo: «No se preocupe, míster. Lo ganaremos todo. Estamos en el buen camino. Hemos jugado increíblemente bien. Nos divertimos entrenando, por favor no cambie nada. Vamos de puta madre».

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12 Comentarios

  1. Baldragas

    Patético personajillo. Luego en lo futbolístico, ni lo sé ni me importa.

  2. Ramón Gemblá

    Una Champions en los últimos 14 años. Vale ya con lo de endiosar a este entrenador.

  3. Mr Mustard

    Vaya poco don de la oportunidad. Publicáis esto en el que seguramente sea su peor año, al menos en lo deportivo.

  4. El culto a la personalidad de Guardiola es ya estomagante y perjudica, más que beneficia al mismo. Un magnífico entrenador que gana y pierde como tantos otros dependiendo de los jugadores y las circunstancias.

  5. Manuel Queimaliños Rivera

    Penosos los comentarios. Como si la comprensión viajase al espacio. Bravo por el artículo.

  6. Fracaso estrepitoso en champions en el global, y más teniendo en cuenta que se saltan las reglas financieras. Les va mejor que al PSG, es verdad, aunque no es muy difícil. A un entrenador le pagan por ganar. A un entrenador del City le pagan por ganar la champions.

    • Totalmente de acuerdo. Ha ganado muchos títulos, pero todos menores en relación a la Champions. Y sinceramente, haber ganado sólo dos con Messi, Iniesta y Xavi en el.campo, es un fracaso para mí, es no haber aprovechado el prime de una generación irrepetible. Algo que sí hizo Zidane o Ancelotti en Clubes, y Luis Aragonés y Del Bosque en selecciones (o Brasil en su día).

      Como buen hijo futbolistico de Cruyff, es un reflejo de Holanda: cambia el juego y marca una época en estilo, pero deportivamente le falta un plus competitivo para logros titulos grandes. Y dinero no le ha faltado para ello.

  7. Guardiola me resulta profundamente antipático por un montón de motivos con los que no quiero aburrir a nadie. No obstante hay que reconocer que su Barcelona marcó época, más que por los títulos conseguidos, por ese control tan absoluto del juego que llegó a ejercer. Queda la sombra de Negreira y también, después en el City, la del doping financiero, a pesar del cual sólo ha conseguido una copa de Europa.

  8. Pepe Hucha

    Comentarios muy rijosos…
    El Madrid puede haber ganado muchas Champions estos últimos 10-15 años pero… nadie recuerda ni recordará a los equipos.

    En cambio ya es patrimonio mundial la frase: «el Barça de Guardiola».

  9. Como escuece a los madridistas, con sus 15 champions y con todo. Nunca he entendido al madridista medio, esa mezcla entre arrogancia y saltar como un crio ante cualquier cosa q le molesta.
    Soy del Athletic y el Madrid es el mejor club de futbol del mundo sin lugar a duda pero su aficion no actua con la tranquilidad de serlo. A nosotros cuando nos vienen con la filosofia, nos sale la sonrisa y en nuestra cabeza resuena «callate pringau, ni en 20 vidas lo podriais hacer». Desde la tranquilidad de saber q somos unos maquinas a nuestra manera.
    Parece q no esten/esteis muy convencidos.

  10. TORCUATO

    un entrenador demuestra que es bueno si gana con poco…este siempre tiene millonadas a su disposicion y luego ganar lo que se dice ganar…en europa poco…..luego te caera simpatico o no…a mi me gustaba con la camiseta de la seleccion ESPAÑOLa JAJAJAJAJA

  11. Manuel Queimaliños Rivera

    Algunos cuñaos españoles pasan por aquí. Es raro verlos el Jot Down, pero ocurre. El veneno que destilan algunos se plasman en sus comentarios. Es bueno. Es libertad. Y es bueno que ese veneno salga para no pudrir sus venas . Pues eso…

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