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A la escritora Adanía Shibli (Shibli-Umm al-Ghanam, 1974) le sobran méritos para que se la conozca y respete en el ámbito cultural y literario. Sin embargo, el revuelo político y mediático creado con motivo de la decisión de posponer sine die la entrega de un galardón por su novela Detalle menor, —que debía realizarse en el marco de la Feria de Fráncfort, días después del ataque del atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023 y del inmediato estallido bélico en Oriente Próximo que todavía dura—, ha hecho sombra a su relevante aportación literaria.
Con todo, la polémica ha servido como revulsivo para que el trabajo en el que algún crítico alemán «detectó» antisemitismo llegue aún a más hogares de todo el mundo, pues la novela, que es excelente, va sumando traducciones, como la reciente al catalán publicada por Navona Editorial, con una traducción de Mohamad Bitari. La editorial ha colaborado además para que la autora participe en un diálogo en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona («Escribir en el borrado»), y en un taller con artistas en el centro de producción e investigación HANGAR («Destrucción – Alto el foc»), ambos en Barcelona.
Desde su publicación en 2017, Detalle menor no ha parado de cosechar éxitos y premios literarios, además de haber sido preseleccionada para el International Booker Prize y finalista del National Book Award. Cuenta además con la lectura y el apoyo sólido de escritores como el Premio Nobel de Literatura John M. Coetzee. Sobre el libro —dividido en dos partes, en dos espacios, en dos tiempos, en dos estados de conciencia— se ha dicho que pertenece al género de la novela como resistencia. Es, además, un estudio sobre el lenguaje y un homenaje al lenguaje mismo y a sus maestros: Khalil Al-Sakakini, Primo Levi, Wisława Szymborska.
Eres una de las escritoras contemporáneas en lengua árabe de mayor proyección internacional. ¿En qué medida tu biografía como palestina y tu origen familiar beduino están presentes en tu escritura, en el uso que haces del lenguaje y del silencio? En tu libro Detalle menor te alejas de la forma narrativa cerrada, lo cual es propio del relato oral, abierto al cambio, no cristalizado.
Prefiero no describirme con el título de «escritora», sino con la forma verbal, con el acto de escribir (writing), que para mí también significa vivir (living). Para mí Palestina no es una identidad nacional sino una maestra de vida, de cómo existir y de cómo relacionarme con el arte desde una posición ética y de escucha, consciente y comprometida con lo que llamamos sensibilidad. Creo que mi biografía personal no es importante, no es lo central. Sin embargo, soy testigo de cómo el lenguaje emerge, de una manera muy específica, en el contexto de Palestina. Un contexto de exclusión y de eliminación, también del lenguaje. Esto me enseña a ver cómo se previenen o cómo se ignoran ciertas narrativas y a observar estos fenómenos desde un cierto sentido de nomadismo. No es algo elegido, el contexto lo marca una expulsión. Sucede cuando te expulsan del territorio de la narración, del territorio del lenguaje y de la tierra misma. Es un tipo de nomadismo que también viven las personas que se ven obligadas a migrar o a abandonar sus hogares. Con el desplazamiento físico también se da un desplazamiento del lenguaje en el que vives. El lenguaje es como un paisaje muy íntimo que te ves obligado a abandonar, si no en su totalidad, sí en algunos aspectos del mismo. Pierde el estado de inocencia cuando pasas de relacionarlo con el hecho de comunicar cosas a que de repente ese lenguaje se relacione con un estado de huida y de castigo. El ejemplo más inmediato es que en los mapas no hay una referencia a Palestina, no está su nombre escrito. Cuando te das cuenta de ello, te conviertes en testigo de ese conflicto.
Mi madre no era lo que se llama una story teller, una contadora de historias o narradora, ni siquiera hablaba mucho, mi padre aún menos. Pero cuando se cortaba la luz ella nos contaba historias. Aprendí que en la oscuridad, cuando te concentras y escuchas, aunque al principio no ves nada, sin embargo, de repente, el lenguaje tiene la capacidad de crear a partir de las palabras. Para mí el arte de la narración se da en cualquier diálogo entre personas, incluso en el cotilleo. Es interesante ver cómo una historia puede cambiar a partir de introducir un concepto o una palabra que hace que varíe el sentido del relato. Esto sucede especialmente en la narración oral, mientras que la escritura fija la narración, la retiene. En el relato oral, el relato no necesariamente procede de un lenguaje fluido, es posible que durante el curso de la narración te emociones, rompas el ritmo, olvides lo que ibas a decir o que tengas lagunas en el lenguaje. Todas esas faltas se solventan en la narración escrita.
Sostienes que no te interesa tanto el argumento, el «acerca de» de la historia (about), como el lugar «desde» el cual escribes esa historia (from). Un desde que se desplaza en el curso del tiempo y del lugar. ¿Cómo lo planteas cuando escribes?
Este desde no lo elijo yo. Es algo inesperado e incluso hipnótico. No es que tú decides, voy a escribir desde un aquí, desde un ahora… Es como enamorarse, no lo planificas. El acto de escribir es como hacer el amor. Siempre asociamos hacer el amor con algo sexual, corporal y privado, pero escribir es algo así como hacer el amor. Nos entregamos de igual modo que al enamorarnos confiamos sin tener certezas ni conocer bien a la persona amada, no sabemos qué sucederá en el transcurso de ese escribir que es vivir.
En tu novela se siente, especialmente en la segunda parte, un escribir que explora el lenguaje y el silencio.
El lenguaje y el silencio, y también el movimiento que se produce en el tiempo y en el lugar. Por ejemplo, la eliminación de ciertas palabras es en sí un movimiento en el tiempo y en el lugar. Un lugar que tenía un nombre determinado, de repente ya no tiene ese nombre. Ese nuevo nombre que hay ahora procede de una narrativa específica que no es tu narrativa, sino que es una narrativa que quiere eliminarte. Entonces surge la pregunta de cómo confiar en el lenguaje, porque puede nombrarte pero también eliminarte. El lenguaje existe de muchas formas, lo mismo que el silencio, hay muchos silencios posibles.
Tu apellido o nombre de familia, Shibli, es una imposición de las autoridades israelíes durante los años 80 del pasado siglo. ¿Cuál era vuestro apellido anterior y qué significa ese cambio de nombre que como dices es movimiento y desplazamiento?
Cuando cambias el nombre de las personas, cambias el nombre de los pueblos y de las ciudades, y también privas a esas personas de la relación que tenían con el territorio y con la tierra. Si no se hubiese cambiado nuestro nombre de familia, si se hubiera mantenido, habríamos tenido acceso a un territorio al que ese nombre de familia estaba relacionado, pero al cambiar nuestro nombre, al forzarnos a tener otro diferente, nuestra relación con esta tierra se rompe. Nuestro nombre de familia era Subeih (Sbeih). Es un nombre interesante que procede de una matriarca de la familia, una mujer poderosa de nombre Subeih. Cuando la relación con el nombre queda rota no sólo dejas de tener una relación con tu lugar de nacimiento sino también contigo mismo a través del nombre nuevo.
En mi familia nos encanta poner nombres inusuales. Cuando nace un nuevo bebé, todos vamos al diccionario y empezamos a buscar. Encontrar un nombre inusual se convierte en un arte, el arte de nombrar. Un nuevo nombre, te lleva a otro lugar, a otra parte.
En la conversación en la que participaste en el CCCB te escuché decir que un día decidiste destruir tu biblioteca. Explícame esa decisión que para mí es tan difícil de comprender.
Cuando te persigue la destrucción… y tienes un vínculo de amor con los libros, y te gusta tener libros, pero también temes que tu biblioteca se destruya… Hay un pensador que amo inmensamente y que me influyó mucho, es el lingüista y escritor palestino Khalil Al-Sakakini (1878-1953). Vivía en Jerusalén y tenía una biblioteca increíble. Fue una de las últimas personas que abandonó su barrio en 1948, tras ser bombardeado por las milicias, y tuvo que huir dejando atrás su biblioteca. Fue una de las experiencias más dolorosas para él. Escribió un texto en el que dedica unas palabras a sus libros y a lo que representó su pérdida. Esas palabras de recuerdo a sus libros y a su pérdida me han influido mucho; me hicieron pensar qué haría yo con mis libros, con mi biblioteca, si algún día estuviera en esa dolorosísima posición.
Él murió cinco años después de verse obligado a abandonar Palestina. Siempre extrañó su biblioteca. En El Cairo siguió escribiendo sus diarios, en una de las páginas puede leerse «deberíamos intentar el silencio, deberíamos intentarlo, deberíamos intentarlo». El pensador y lingüista del árabe, entonces uno de los más importantes e influyente de toda la región, poco antes morir, insiste hasta tres veces en que deberíamos intentar el silencio. Leerlo para mí fue como una sacudida. Me hizo pensar que destruir mi biblioteca era una manera de repetir su silencio, de regresar a su silencio y de rendirle homenaje a él y a su biblioteca robada. Porque su biblioteca fue robada por expertos de la más tarde llamada Biblioteca Nacional de Israel. Sus libros, como otros miles, fueron robados de bibliotecas privadas y colocados en esta institución.
Para Sakakini sus libros eran una guía ética. Para saber sobre la generosidad, por ejemplo, buscaba en la poesía para aprender de ella. Pero esos libros ahora robados que guiaban al pensador en su ética de la generosidad están ahora en la Biblioteca Nacional de Israel. Me pregunto si alguien allí se dirige a esos libros con el mismo cariño y búsqueda ética. Me pregunto cómo están ahora esos libros, cómo se comprenden.
Mi libro Detalle menor es una reflexión sobre el lenguaje, sobre cómo nos narramos las cosas y, sin embargo, un periodista en Alemania detectó en él un enfoque y una propaganda antisemita… Pero mi reflexión está enraizada en esas experiencias de Sakakini de búsqueda de guía ética en la literatura y en la narración. Si el periodista en Alemania comprendió antisemitismo, me pregunto qué ven los orientalistas israelíes en los libros robados del pensador y lingüista. Salvo excepciones, muchos de ellos trabajan para el ejército y utilizan el contenido en un sentido muy contrario a lo que Sakakini buscaba en el lenguaje. Destruir mi biblioteca ha sido para mí un acto de prevención.
Un colectivo de artistas en Berlín, el Fehras Publishing Practices, hace exactamente lo contrario. Entre otros proyectos, ha tratado de recuperar, en la medida de lo posible, la riqueza cultural que representaba la biblioteca del escritor saudí de origen beduino Abdul Rahman Munif.
¡Conozco este colectivo! ¡Son excelentes! ¡Es curioso que los cites! ¡Por ellos sé que mi primera novela está entre los libros registrados en la Biblioteca Munif! ¡Me sentí muy honrada! Cuando destruí mi biblioteca, de hecho no la destruí, sino que repartí los libros, entre ellos había novelas de Munif, a quien he leído mucho.
Tu libro Detalle menor me recuerda al libro de Cristina Rivera Garza La cresta de Ilión en la manera en que ambas relacionáis la desaparición cultural, la violencia física y el lenguaje. Ambas escribís desde una realidad borrada de modo que el lector no termina de saber dónde se encuentra. No sé si en tu caso esto tiene algo que ver con la fragilidad de la memoria.
Yo tampoco sé dónde estoy cuando escribo [ríe]. Gracias por la referencia, me gustará leer y conocer el trabajo de Rivera Garza. En cuanto a la memoria, en mi trabajo no es central, no es el tema. Para mí lo central no es volver a un evento, sino ver cómo este evento continúa y te persigue aunque ya no exista en la realidad. De cualquier manera, ¿qué es la memoria? Para mí es aquello que queda fijado en el lenguaje. Por tanto, mi tema no es la memoria sino el lenguaje mismo, o mejor, lo que queda de algo que ya no está ahí pero que en cambio sí existe todavía en el lenguaje.
El lenguaje es realmente tu gran amor. ¿Cómo empezó tu relación con él?
Mi relación con el lenguaje no empezó de forma fácil. Soy la menor de once hermanos y la anterior a mí me lleva cuatro años. La distancia temporal con mis hermanos la sentía especialmente con el sonido que hacían cuando pasaban las páginas al leer, cuando yo entonces no sabía [reflexiona]. ¡Me encanta el sonido del paso de las páginas! Es el sonido que relaciono con la familia, con la familia que lee junta. Si me preguntas qué es la familia, para mí es el sonido de una página al pasar. Cuando era niña aún no sabía leer, pero esperaba impaciente que sucediera ese pasar de páginas que me alejaba de ellos y lo único que yo quería era leer y escribir, formar parte de eso. Tenía curiosidad y les preguntaba continuamente sobre lo que leían, hasta que al final una de mis hermanas decidió enseñarme a leer, y de pronto, esa distancia, esa brecha se convierte en el lugar desde el cual yo puedo emerger. Es algo mágico para mí.
El lenguaje es casi como un paraíso… no me gusta este término, y trato de pensar en otro, pero digamos que lo empleo en el sentido de que puedes estar incluido o excluido de él. Más tarde, esa misma persona que me enseñó a leer y a escribir me regaló un cuaderno para que también escribiera, como una invitación para adentrarme en el lenguaje de otra manera. Comencé a hacerlo y fue entretenido, porque me di cuenta de que escribir es crear. La literatura y la escritura abren… el lenguaje es mágico y es un gran misterio. Amé tanto las lenguas que de joven deseaba aprenderlas todas y pensaba que podía hacerlo si dormía reposando mi cabeza sobre un diccionario, ¡no sé cómo tuve una idea tan infantil! También me gustaba leer el diccionario. Leía y repasaba palabras. La literatura hace algo enorme al unir esas palabras, al entregarlas a un ritmo… Sigo pensando que hay magia en los lenguajes, una magia que va más allá de ese deseo de juventud.
En las lenguas europeas hemos incorporado el uso de imágenes y metáforas de mitos griegos como «caja de Pandora» o «canto de sirenas». ¿Tiene el lenguaje y la literatura árabe metáforas similares?
El lenguaje árabe es completamente diferente. Lo considero un lenguaje más loco y salvaje porque una misma palabra puede significar su contrario, incluso la palabra que significa «sinónimo» en árabe también significa «antónimo». Incluir contradicciones en una misma palabra es una locura, pero la cuestión es que se puede crear una relación de contradicción sin que haya oposición. En la filosofía moderna del lenguaje de las culturas que proceden del latín, se tiende a comprender algo en oposición con su contrario, algo es verde porque no es azul, el «yo» o el «nosotros» se entiende en oposición contra los demás, que son los «otros». Hay rasgos del colonialismo en este modo de comprender. En árabe no se utiliza esta estructura, porque cada palabra es su significado y su opuesto al mismo tiempo, esto enseña que hay una inclusión y no una oposición tradicional. Es una lección fascinante que tomo del árabe, una lección ética de no temer la contradicción. La estructura de la lengua árabe incluye el «nosotros» en el «otros», no se produce la relación dominante, sino que favorece el constante cambio. Las cosas cambian, y al cambiar cambia su significado, hasta que puede volverse su contrario, entonces tú mismo entiendes que también contienes esa contradicción.
Cuando me he documentado para la entrevista he leído sobre esta estructura gramatical propia de la lengua árabe, Al-muthanna, sobre la que acabas de referirte, tan diferente al sistema de conocimiento basado en la exclusión y en el forzar ciertas definiciones y percepciones. Dime una palabra bonita en relación al binomio olvidar-soñar tan necesario en los tiempos que corren.
En árabe tenemos una hermosa palabra para decir «olvidar mientras se sueña» (saha) [así es como suena al oído de la entrevistadora, N. de R.]. Cuando duermes y sueñas, olvidar es algo dulce y permitido.
Según he leído emprendiste la escritura de Detalle menor en un estado de ansiedad lingüística.
Es mi estado permanente [risas]. Pero la ansiedad cambia. Mi ansiedad aquí parte de la pregunta que me hago de cómo narrar a partir de un lenguaje roto. Fue un desafío. Por cierto, nunca fue mi intención escribir la segunda parte. Cuando terminé la primera parte dejé el texto. Pero luego volví. En la primera parte el narrar es fluido y se basa en un lenguaje oficial, militar y frío, que es a la vez el lenguaje que crea dolor, que nos borra y nos elimina. Es un lenguaje neutral, no histérico, científico, incluso cuando se comete un delito el lenguaje es pulido e importante. Y logré escribir en ese lenguaje que no es el mío. No es el lenguaje de alguien que nace en Palestina, sino el lenguaje del que ostenta el poder. Y luego llegó la segunda parte. Es la parte donde un nuevo lenguaje se hace burla de ese oficial, o al menos intenta tensarlo. Es como decir: «Tú existes pero yo también existo y puedo tener las mismas palabras que tú pero usarlas de manera diferente. Lo uso como oposición a ese tuyo que me hace daño, tratando de mirar el daño que creó tu lenguaje, que creó tu narrativa pulida y segura de sí. Mi lenguaje, sin embargo, muestra vacilación, inseguridad, miedo, irracionalidad; exactamente porque el tuyo es claro, es el lenguaje de los poderosos y nunca escribirás de esta manera ni te moverás de esta manera». Esa fue la lucha en este libro. En mi próxima novela abordo otro tipo de problemas también a través del lenguaje.
¿Cómo te ha influido el trabajo y el pensamiento de Primo Levi, de quien has dicho que «con su escritura me hace confiar en la humanidad y recuperar mi propia humanidad»? Háblame también de Edward Said y de algún autor o autora relevante para ti.
He leído mucho a Primo Levi, especialmente estando en Palestina y en una época en la que ni siquiera podía pensar en el lenguaje. Yo misma me negaba el acceso a elaborar un pensamiento sobre el lenguaje, porque era demasiado cruel involucrarme en ese terreno. Hasta que leí su libro Los hundidos y los salvados. ¡Guau! ¡Me entraron enormes ganas de ir a buscarlo para darle las gracias! Comprendí que la escritura es tan valiosa porque te salva de la desesperación. Es sorprendente, porque Primo Levi trata su experiencia de desesperación y la convierte en algo que le salva de ella. Ejercita la capacidad del lenguaje para tratar sobre algo tan terrible y cambiarlo. Arranca la desesperación de la violencia impuesta y la transforma en algo. Eso te permite pensar que hay una nueva forma de existir con el lenguaje que habías perdido.
De Edward Said me interesó cómo silencia el idioma y el pensamiento árabe porque escribía en inglés. Su libro biográfico Fuera de lugar. Memorias, es muy importante porque ahí se da un fuera de lugar, fuera de Palestina, pero también un fuera de la desesperación, fuera del lenguaje árabe, de la poesía y de los textos árabes, ese paisaje ético del ser de los que hablaba Sakakini, otro pensador que también me ha influido.
Una escritora muy importante para mí es Wisława Szymborska. Su escritura me ofreció un reposo ante la crueldad del lenguaje. Creo que ella fue la primera poeta que me tomó de la mano y me llevó a descubrir algo más con el lenguaje. Cada libro nos sostiene y nos lleva a algún lugar que incluso no imaginamos o conocemos. Esta es la magia de la literatura. El milagro de los libros.
Sigo pensando en esa convivencia de opuestos en la lengua árabe. Entiendo que el significado y el sentido de posibilidad e imposibilidad también van de la mano.
Exactamente. La posibilidad y la imposibilidad viajan juntas. Son amigas, no enemigas. Comparten el mismo pan, comen juntas. No se trata de un matiz entre una y su contraria. Ambas se apoyan mutuamente.
Viajas bastante y de hecho hablas y conoces varias lenguas como el coreano, el hebreo, el inglés y el alemán, además del árabe materno. ¿Crees que existe alguna posibilidad, aunque venga de la mano de la imposibilidad, de acercamiento y comprensión entre los llamados Oriente y Occidente?
No quiero esa división Oriente-Occidente, creo que ahí se da un primer borrado. Soy muy internacionalista, no me gusta el nacionalismo tradicional con su tradicional falta de generosidad y capacidad de victimización. ¡No quiero ser parte de eso! Tampoco quiero victimizar a otros como si no merecieran existir, creo que esta es la primera fuente del borrado. El nacionalismo siente aversión a otras lenguas, es monolingüe. Y creo que el primer paso para empezar a ir juntos, para que sea posible, es aceptar otras lenguas. Los que solicitan asilo, o cualquier migrante, su primera petición es poder vivir sus lenguas. Si la nación se siente amenazada por otras lenguas, si no pueden convivir los idiomas entre ellos, qué tipo de convivencia puede darse.
Ni Estado de Israel ni Estado palestino. Según tus palabras: «Las consecuencias del nacionalismo, que fue el origen del Estado nación, son desastrosas. Es un sistema que se basa en la exclusión». ¿Todavía lo piensas?
Sí. Lo pienso desde una posición anticolonial. Al crear el Estado de Israel, el sionismo no tuvo en cuenta lo que eso significaba para los demás. En nombre del nacionalismo y de la protección del Estado se cometen crímenes. Yo no quiero confiar en la misma estructura, en este ideal nacionalista. Prefiero pensar en cómo podemos existir juntos. Esos ideales de generosidad existen en la literatura. ¡Yo viviría en un libro! Creo que podemos aprender de la literatura, buscar en ella la ética para que lo uno y lo otro pueden coexistir sin animosidad. La forma no es la del Estado nación, que siempre elimina al que considera opuesto. Ese es uno de los peligros. Ahora mismo estamos viendo cómo el ascenso de la extrema derecha, también en Europa, provoca más exclusión y eliminación. El Estado, como estructura, es una estructura de violencia. ¿Es que solo sabemos existir y organizarnos así? ¡Tiene que haber otra forma de afrontar lo contrario, lo otro, lo diferente!
Adanía: ¿por qué firmas tus libros con el apellido que os impusieron y no con el de la matriarca?
Digamos que disfruto del borrado. No me gusta ir a la contra, sino en paralelo, es mi método [ríe].
Pues «Un detalle menor» es un gran libro, especialmente su segunda parte (la primera quizá sea demasiado morosa). Y para nada antisemita, por supuesto, excepto para aquellos que confunden interesadamente antisionismo con antisemitismo.
Me apunto las referencias a nuevas lecturas. Gracias. Qué gran pensadora, me fascina cómo es capaz de salirse de los marcos.