Claroscuros Opinión

Enric González: El libro y la película

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The Third Man, 1949. Imagen: Divisa Home Video.

Solo existe una definición correcta para la palabra «yo»: nominativo del pronombre personal de primera persona en género masculino o femenino y número singular. Cualquier otro intento acaba en fracaso. El diccionario de la RAE habla de «parte consciente del individuo». ¿Y mi parte inconsciente? ¿No soy yo? Yo no soy mis recuerdos: ¿si olvido dejo de ser yo? ¿Soy yo la conciencia de mi yo? ¿Depende mi yo de algo tan banal como un accidente neurológico? Algunas aproximaciones poéticas resultan interesantes, pero demasiado oblicuas. Como la de Leopoldo María Panero en Stirner: «Contra dios he apostado desde esta esquina insomne, y contra dios juego todas las inmensas noches la moneda infame de mi yo».

Ulises, de James Joyce, no intenta definir el significado de «yo». Lo que hace es hundir un escalpelo en la maldita palabra, abrirla en canal y anotar, como un forense, los extraordinarios fenómenos (universos en erupción) que encuentra en su interior. Hay quien considera Ulises la novela definitiva sobre la confusión del hombre moderno, o el vademécum más completo sobre el conocimiento humano, o un exabrupto ilegible de nihilismo y misantropía. Para mí es la mejor guía para explorar los laberintos del «yo».

Leí Ulises por primera vez hacia los quince años y lo hice porque mi padre odiaba ese libro. Solo pude conseguir la edición argentina de Rueda, con una traducción bastante mejorable. Me habían prevenido acerca de la opacidad del texto, el desorden de las dos estructuras literarias superpuestas (la Odisea homérica y la Biblia), la necesidad de usar alguno de los mapas existentes (como el Linati o el Gilbert) para adentrarme en esa selva. Descubrí, sin embargo, que lo que se entendía se entendía muy bien, y lo que no se entendía era fascinante. Recomencé la novela en cuanto la terminé.

Mi segunda vez fue en el Hospital Militar de Barcelona, aquejado de pulmonía doble, en compañía de un paracaidista loco y de un recluta enmudecido por la depresión. Entonces disfruté de la excelente traducción de José María Valverde, publicada por Lumen. Comprobé que era una novela divertidísima y que bastaba leer, es decir, descifrar una palabra y después otra y después otra, para pasárselo de miedo. No me pareció imprescindible, aunque ayudara, ser capaz de desentrañar la maraña de guiños culturales, históricos y religiosos.

Durante mi época en Londres me atreví con el original (o lo más parecido al original, ya que aún hay discusiones) editado por Hans Walter Gabler. Hay que tener presente que ninguna novela ha sufrido tantos problemas con la censura ni tantas correcciones. Joyce tenía solo cuarenta años en 1922, cuando se publicó por primera vez en París gracias a la librera Sylvia Beach, pero ya padecía serios problemas de vista y trabajaba sobre galeradas en inglés compuestas por un linotipista francés. El resultado fue un cúmulo de errores, bastante resueltos por Gabler y sus colaboradores. Esa tercera lectura me llevó más tiempo, requirió frecuentes consultas al diccionario (Joyce utiliza un vocabulario de treinta mil términos) y me dejó convencido de que Ulises, además de muchas otras cosas, es la más larga, minuciosa y sincera declaración de amor a una mujer.

Hasta entonces creía que Ulises enseñaba a ser y a pensar. Para aprender a manejarse correctamente en la vida, o sea, con dignidad, prefería El tercer hombre. Ya está todo dicho sobre esa película de Carol Reed que parece de Orson Welles y prefiero no entretenerles con los claroscuros, las distorsiones o la capacidad hipnótica de la música. El tercer hombre contiene lo que hay que saber sobre las dos cosas más importantes, el amor y la amistad. Lo primero se rige por leyes misteriosas. Lo segundo funciona según un código de normas precisas e inviolables, directamente relacionadas con la libertad y el honor. El doble fracaso de Holly Martins (Joseph Cotten) con su amigo Harry Lime (Orson Welles) y con la mujer que aman los dos, Anna (Alida Valli), conduce a un final desesperado y dulce. ¿Paradoja? No. Más allá de las dos cosas más importantes, el amor y la amistad, aparece la dignidad.

Por supuesto, uno puede preguntarse si es posible reconstruir una dignidad rota. Incluso manteniéndola intacta por fuera, es decir, acatando las leyes misteriosas del amor y los códigos férreos de la amistad, sabemos que por dentro se nos quiebra varias veces cada día. Eso le ocurre a Leopold Bloom, el dublinés de orígenes húngaros y judíos que el 16 de junio de 1904, el Bloomsday, la jornada en la que transcurre Ulises, protagoniza un viaje fascinante al «yo». Bloom come, defeca, engaña a su mujer (que a su vez le engaña con otro), camina, discute, duda, sobrevive a sucesivos colapsos íntimos.

Sí, la redención es posible. Está en el monólogo final de Molly Bloom, la esposa de Leopold. Es el célebre capítulo sin comas, para mí el texto más hermoso de la literatura universal. Y al final del final, la clave: and yes I said yes I will Yes.

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21 Comentarios

  1. Me quedo sin aliento. Maravilloso texto. Gracias.

  2. se me olvidaba. Me voy corriendo a buscar el Ulises traducido por Valverde, que anda perdido por alguna estantería, entre otros tesoros.

  3. :_) Deliciosa lectura para arrancar el mes.

  4. Larry Bird

    Estoy terminando de leer Ulises y se ha combertido ya en mi libro favorito…

    Sabía que Enric eligiría un buen libro, pero no pensé en esta sorpresa positiva.

    Un saludo.

  5. Para Enric González las palabras siempre se quedan cortas. Descubrí esta revista gracias a Ramón Lobo. Colgó en facebook una entrevista a Enric. ¡Cómo perdérmela! Hoy llevo Jot Down en el bolso y entro diariamente en esta web. Es de lo mejor que se puede leer en estos tiempos. Gracias a todos por hacer periodismo de calidad.

    En la edición impresa encontré un artículo de Muñoz Molina que me ayudó a escribir esto: http://www.generacionclaroscuro.blogspot.com.es/2012/06/esta-deuda-no-es-mia.html

  6. Peter Guillam

    Es un gustazo leer a Enric.

  7. victoria dana h

    Gracias por esta reseña que revela amor absoluto a la literatura. Es curioso, alguien que comienza a leer Ulises por rebeldía y ante la rebeldía, el gozo. Nosotros lo leímos en grupo y se convirtió en un símbolo que nos explica y nos abarca a todos. Fuimos a Dublín a festejar el 16 de junio a Joyce y a Bloom, de quien estamos perdidamente enamoradas.
    Curiosamente la ciudad hace un homenaje a un hombre que la abandonó a los 22 años y sólo regresó, me imagino, a recuperarla para su novela.
    De nuevo gracias, Eric

  8. No sé si se considera más periodista que escritor ¿se le ha ocurrido escribir una novela? porque seguro que la borda…

    Un saludo,

  9. Permítaseme dudar tan solo de una cosa; no es cierto que «amen los dos a la misma mujer», como dice Enric. Holly Martins sí que está perdido por ella, incluso la quiere salvar de los rusos y para ello cede a traicionar a su amigo. Ese es el precio que hay que pagar, como le dice a Calloway (Trevor Howard). Por el contrario, Harry Lime está a salvo en la zona rusa siempre que les cebe con información. En este caso, denuncia a su propia amada, Anna, para estar a salvo. Harry Lime sólo se ama a sí mismo, ese es, creo, el gran contraste con Martins.
    Saludos

  10. A mi también me habían prevenido de la complicada lectura que era el Ulises, pero cuando por fin me atreví con él me encantó.
    Gran artículo.

  11. Un monologo, el de Molly, que es una auténtica lección de cómo manejar los sentimientos. Además de descubrirse como la verdadera protagonista de la novela.
    Buen texto.

  12. Jot Down, Enric Gonzalez (y ojalá hubiera podido esta segunda vez con Ulises pero no he sido capaz) gracias gracias

  13. Dublinenses no me gustó demasiado, pero no me rindo y quiero intentarlo con el Ulises. También quiero dejar de fumar, no ser tan hijo de puta y perder veinte kilos.

  14. «Ulises, además de muchas otras cosas, es la más larga, minuciosa y sincera declaración de amor a una mujer»
    Creo que fue este párrafo el que me decidió a retomar, sufrir y acabar mi volumen de Rueda, este verano.
    Y es el que me ha hecho buscar la traducción de Valverde, que llevaré a casa con la secreta esperanza de que sea percibida como tal declaración.

  15. Larry Bird

    Hoy acabo de terminar el Ulises!
    Qué día tan feliz!
    Tenía reservado este texto para leerlo cuando llegara el momento.
    Genial Enric como siempre.

  16. Alejandro

    Gracias por decir que el Ulises es divertido. Una de las cosas más ignoradas del Ulises es que es un libro graciosísimo.

  17. Melanzzano

    Sigo sin conseguir entrar en Ulises. O Ulises en mí. Pero quisiera saber si eso es grave. No acarrea consecuencias para la salud, la convivencia, los amigos o el amor, ¿verdad?

    • No intentes penetrar en él, ni permitas que él penetre en ti. Simplemente léelo, pero no lo abordes como un hilo que seguir, no te adhieras al argumento, no luches contra el libro. Tu lectura debe «ser» como si estuvieras en un acantilado viendo el amanecer; solo en un museo admirando un cuadro; besando a tu pareja después de hacer el amor sin pronunciar palabra. Llegará entonces un momento en que el libro te pegará una hostia y te sentirás fascinado; muchos de sus detalles no los habrás comprendido; comprobarás que el autor era mucho más culto que tú. Hazme caso: tú sólo lee.

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