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Viaje al centro de la Tierra (Hueca)

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Mapa del interior de la Tierra en The Goddess of Atvatabar, de William Bradshaw en 1892. Autor: C. Durand Chapman (DP).

La historia de la ciencia abunda en revoluciones copernicanas que han derribado a martillazos lo que se percibía como verdades inmutables. En enero de 2014, el astrofísico Hans Neige blandió de nuevo el martillo al publicar un extenso artículo en Scientific American, barajando varias hipótesis sobre la formación planetaria y decantándose por el modelo de planetas toroidales huecos… Es decir, con una corteza relativamente ancha y aberturas en los polos, un espacio vacío en su parte media y un sólido radiante en el núcleo asimilable a una protoestrella. Este modelo coincide prodigiosamente con el modelo cosmológico de la Tierra Hueca, que se ha movido hasta ahora en los márgenes de la comunidad científica y que no tardará en volver al primer plano de la actualidad, si no lo ha hecho ya en el momento de publicarse este texto. Es pues un momento único para derribar aquí en Jot Down el mayor mito de todos: que la Tierra sea un esferoide sólido.

A través de los agujeros de Symmes

El concepto de una tierra subterránea, sea en la forma de un «continente perdido» interior o una Tierra Hueca de algún tipo, ha aparecido en la mitología y folclore de prácticamente todas las culturas. A menudo se sitúa allí el Reino de los Muertos, desde el Hades griego al Infierno cristiano o el Svartálfaheimr nórdico. Especialmente interesantes son las creencias del budismo tibetano, según las que existe un enorme reino subterráneo llamado Agartha, al que puede accederse desde entradas secretas repartidas por todo el planeta, y en cuya capital Shambala gobierna el Rey oculto del mundo. Y como suele ocurrir, la mitología esconde fragmentos de una verdad física subyacente.

A principios del siglo XIX, un capitán del ejército estadounidense y astrónomo aficionado llamado John Cleves Symmes empezó a preguntarse si sería posible que viviéramos en un planeta hueco. Le inspiró esa idea una lectura atenta de sir Edmund Halley (sí, el astrónomo que dio nombre al cometa), que escribió largo y tendido sobre la hipótesis de que existen cinco esferas concéntricas en el interior del planeta, cada una de ellas capaz de albergar vida y dotada de una atmósfera progresivamente más luminosa, causante de las auroras boreales. Los cálculos de Symmes redujeron esas cinco esferas internas a cuatro y estimaron las dimensiones del planeta: unos 1300 km de grosor para la capa externa, y dos aperturas polares de 2300 km de diámetro, bautizadas popularmente como agujeros de Symmes.

Su hipótesis creó una enorme controversia en la época. Para comprobar sus teorías, Symmes trató de organizar una expedición al polo norte, logrando el apoyo explícito del presidente de los EE. UU., John Quincy Adams. Por desgracia, la elección de un nuevo presidente detuvo bruscamente el proyecto por motivos que nunca han quedado demasiado claros. Expediciones subsiguientes no encontraron las aberturas previstas, pero por buenos motivos: como han comprobado investigadores como el húngaro Yann Zăpadă, las anomalías magnéticas en la cercanía de los polos son suficientemente potentes como para confundir las brújulas y aparatos de navegación de los exploradores, proporcionando lecturas falsas.

Ilustración de Mundus subterraneus 1665 de Athanasius Kircher Sistema Ideale Pyrophilaciorum DP
Ilustración de Mundus subterraneus, de Atanasio Kircher en 1665. Imagen: DP.

La teoría de Symmes fue desarrollada en muchos ensayos posteriores, como La hipótesis de las esferas de McBride (1826) o The Hollow Globe de W. F. Lyons (1868). En 1913 Marshall Gardner publicó Viaje al interior del planeta y patentó un globo terráqueo que mostraba la Tierra Hueca en todo su esplendor. La idea de que podrían aprovecharse aperturas similares a las de los polos para entrar en un continente subterráneo inspiró novelas de Edgar Rice Burroughs, Edgar Allan Poe o, por supuesto, El viaje al centro de la Tierra de Jules Verne, que va a comprobarse visionario.

Redescubriendo la Hohlweltlehre

En 1926, el famoso almirante Richard E. Byrd, de la Marina de los Estados Unidos, se convirtió en la primera persona en sobrevolar el polo norte, y tres años más tarde el sur. En su cuaderno de vuelo dejó anotaciones un tanto extrañas, describiendo no las gigantescas aperturas predichas por Symmes pero sí unos enormes cráteres de origen incierto en cuyo fondo se vislumbraban destellos verdosos. Los detalles fueron considerados confidenciales y por un buen motivo: la ascensión de los nazis al poder en Alemania y su nunca bien explicada ansia por las exploraciones polares.

Es bien conocido que tanto Adolf Hitler como varios de sus asesores más cercanos estaban muy interesados en las tradiciones místicas orientales, en particular la existencia del reino subterráneo de Agartha como capital de la Tierra Hueca o Hohlweltlehre. Es difícil saber hasta qué punto la jerarquía nazi consideraba como cierta esta teoría, pero hay constancia al menos de una operación militar que trató de obtener una ventaja estratégica de una variante de la hipótesis de la Tierra Hueca: la de la Tierra Invertida. Según esta teoría, vivimos en realidad en el interior del globo terráqueo hueco, y lo que percibimos como gravedad no es más que la fuerza centrífuga provocada por la rotación terrestre. Las estrellas son fragmentos de hielo centelleante suspendidos a gran altura en el aire, y la existencia del día y la noche se explica por la rotación de un sol central que, como un foco, tiene una parte luminosa y otra oscura. El alquimista de Utica que concibió esta teoría en el siglo XIX se llamaba Cyrus Teed, aunque se cambió el nombre por Koresh y fundó una secta… Pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión. Volviendo a los nazis: un alto cargo del partido, seguidor de la teoría de la Tierra Invertida, convenció a Hitler de que enviara una expedición científica a cargo del doctor Heinz Fischer. Su objetivo sería espiar a la flota aliada desde la isla báltica de Rugen empleando una potente cámara telescópica, pero no apuntada hacia el océano sino hacia los cielos… Si Koresh hubiera estado en lo cierto, eso hubiera permitido observar el océano Atlántico y por ende la posición exacta de la flota. El inevitable fracaso subsiguiente fue achacado por Fischer a imperfecciones de la cámara, no a su modelo cosmológico.

De todas formas la creencia en alguna forma de Hohlweltlehre no terminó allí, y una de las muchas leyendas que rodean el fin de la II Guerra Mundial sostiene que Hitler no murió en Berlín, sino que escapó en un vuelo dirigido a la apertura antártica de la Tierra Hueca, donde se refugió junto a dos mil científicos y militares alemanes e italianos. Si la película Iron Sky imagina a los nazis habitando la Luna, otros los imaginan refugiados en el subsuelo.

Tras la guerra, en 1947, el almirante Byrd fue enviado de nuevo en misiones de reconocimiento aéreo a los polos. Como explica Raymond Bernard en The Hollow Earth (1979), ni Byrd ni ningún piloto han sobrevolado realmente el centro de ninguno de los polos: engañados por sus brújulas pueden creer que lo sobrevuelan, cuando en realidad están rotando sobre su borde magnético. El propio almirante Byrd lo reconoció en sus Diarios: «me encantaría contemplar la tierra más allá del Polo, esa área que podríamos llamar la Gran Desconocida».

Imagen Max Fyfield.
Imagen: Max Fyfield.

En varias expediciones marítimas árticas (y, en algún caso, antárticas), se han registrado informes de aumento de la temperatura ambiente en la cercanía de los polos, en lugar de un enfriamiento progresivo como sería esperable. En 1892 el doctor Fridtjof Nansen diseñó su propio navío, el Fram, para explorar el polo norte. Durante su viaje se encontró con vientos cálidos procedentes del norte y restos recientes de madera de deriva, a pesar de la ausencia de árboles en cientos de kilómetros a la redonda. En 2007, el biólogo Ianto Schnee tomó abundantes muestras de agua del océano Ártico y encontró restos frescos de semillas, hojas e incluso flores propias de climas cálidos. En el mismo viaje analizó varios icebergs, confirmando que incluso los más gigantescos están compuestos de agua dulce y no salada, a pesar de la escasez de precipitaciones de lluvia o nieve en las regiones polares. Además, encontró restos de tierra, polvo y polen rojizo en dos de estos icebergs, sin que se localizara ninguna vegetación cercana. Todas estas anomalías pueden explicarse mediante la existencia de géiseres de agua templada procedentes de los ríos subterráneos de la Hohlweltlehre, que arrastran restos de la vegetación intraterrestre…

Una verdad más profunda

Un giro copernicano de esta magnitud levanta por supuesto muchísimas preguntas, no todas ellas al alcance del poco espacio de que dispongo en este texto. Por ejemplo: ¿dónde se encuentra el centro de gravedad de la Tierra Hueca? Obviamente, y como calculó con precisión el topólogo Jean Kar, se encuentra distribuido esféricamente en el centro de la corteza externa planetaria, ejerciendo su atracción tanto hacia la superficie interior como la exterior. Eso permitiría a los hipotéticos habitantes del interior de la Tierra Hueca experimentar una gravedad similar a la nuestra, y sitúa a seiscientos kilómetros de profundidad un disco de gravedad cero que…

Bueno, supongo que ya es suficiente. No, no creo que la Tierra sea físicamente hueca, y el artículo de Hans Neige en Scientific American con el que abría este texto me lo he inventado sobre la marcha. No es que estuviera intentando colar un Orson Welles/Guerra de los mundos o un Évole/23-F, sino que me interesaba ver qué ocurriría al llevar hasta las últimas consecuencias una idea que contradijera no solo el consenso científico actual sino también lo que damos por hecho sobre la estructura del mundo en que vivimos. Cuando me pica la curiosidad por una cuestión cualquiera, especialmente si alguna polémica la rodea, me gusta buscar primero argumentación que defienda la postura más inverosímil, políticamente incorrecta, improbable o incluso aparentemente absurda. No solo es un ejercicio mental fantástico, sino que ayuda a mantener el espíritu crítico y la mente abierta a cualquier hipótesis, por antiintuitiva que pueda parecer al primer vistazo.

Hay un capítulo muy bueno en El péndulo de Foucault, probablemente mi novela favorita, sobre cómo Agliè, uno de los protagonistas, reconoce píldoras de verdad en los lugares más insospechados, tanto en la antigua sabiduría mística como en el conocimiento científico más actual. Siempre he preferido esta actitud frente a la de quienes desprecian despectivamente a quienes sostienen visiones del mundo diferentes a las propias. Cuando lo hace un conspiranoico suele resultar irritante: a nadie le gusta que le griten a la oreja «¡despierta, oveja crédula!», en particular si lo que viene tras la imprecación es una sarta de tonterías a medio cocinar aceptadas acríticamente. También me disgusta quien emplea la deshonestidad intelectual para vender una presunta conspiración que encubra en realidad motivos espurios, políticos o de ganancia personal (véase el turbio afán de Luis del Pino con el 11M, por ejemplo).

Pero cuando quien se enroca en verdades absolutas se escuda para ello en una visión de la ciencia carente de imaginación o valentía, resulta muchísimo más molesto. Sostener que algo es evidente o autoexplicativo, o no molestarse siquiera en razonar los motivos de su falsedad, es en el fondo una indigesta mezcla de pereza argumentativa y matonismo intelectual. Y cuando me cruzo con alguien que usa la ciencia o su visión miope de la misma para mirar con desprecio y por encima del hombro a un creyente en la Tierra Hueca, la conspiración del HAARP o los ovnis, lo que me pide el cuerpo es espetarle: «tal vez lo que dice no es científicamente exacto, pero puede que en su error haya un razonamiento con mérito, una metáfora de una realidad más profunda o incluso un fragmento de verdad que tú hayas pasado por alto». So gilipollas, añado generalmente en voz baja. 

Dicho de otro modo: evidentemente no creo que la Tierra sea físicamente hueca (la propagación de las ondas sísmicas prueba lo contrario), pero me encanta sopesar esa idea como metáfora, del mismo modo que Venus es a la vez, de forma muy afortunada, un símbolo del amor y un planeta rebosante de ácido sulfúrico. ¿Qué representaría pues la Tierra Hueca con su Sol interno en el mundo de los símbolos, en la Inmateria colectiva que tan bien describió Alan Moore en Promethea? ¿Los reyes de Agartha son los guías de nuestra sabiduría interior, oculta frecuentemente a nuestros propios ojos? ¿Muestra la Tierra Hueca la idea de que todos tenemos un centro cálido y luminoso, que ilumina una rica vida interior de la que no somos plenamente conscientes? ¿Qué criaturas inimaginables se ocultan en las selvas de nuestro corazón?

Pensando en este tipo de cosas me despido con un par de aclaraciones finales tal vez innecesarias: ya sé que si los icebergs contienen agua dulce en lugar de salada es por la estructura atómica de los cristales de hielo, sin espacio para partículas de sal. Lo mismo respecto a las otras inexactitudes científicas e históricas con que he trufado la primera parte de este texto. Y si alguien desea buscar más información sobre alguno de los nombres que aparecen en el artículo, debería tener en cuenta que cada vez que he querido inventarme un autor para dar más empaque a una afirmación sacada de la manga he recurrido a Jean Kar, Ianto Schnee, Hans Neige o Yann Zăpadă… Es decir,«Jon Nieve» escrito en diferentes idiomas. Y es que no he podido resistirme a la tentación de llevar Juego de Tronos al centro de la Tierra.

douard Riou una ilustración de Viaje al centro de la Tierra 1864 1
Una ilustración para Viaje al centro de la Tierra de Édouard Riou en 1864. Imagen: DP.

Fotografía de portada: Neils Photography (CC).

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36 Comentarios

  1. Francisco Martín

    Joder que sí, di que sí. Son tan grimosos los conspiranoicos como los cientificistas, sobre todo cuando estos últimos se meten a destrozar los agujeros lógicos de películas de ciencia ficción, es que dan pena.

    • Jejeje. Bueno, yo mismo en la universidad cursé una asignatura que se llamaba «Física y ciencia ficción», en la que los agujeros científicos de las pelis se usaban para explicar y aclarar conceptos sobre física, química… Fue divertido, la verdad. Supongo que la barrera está en impedir que la precisión científica te estropee la diversión mientras ves la peli.

      • Francisco Martín

        A eso me refiero, que más da. Muchos de estos que ahora se mofan de Gravity, por ejemplo, crecieron con aquello de «Teletransportame, Scotty» se han vuelto puristas y aburridos.

  2. ¡Qué delicia es disfrutar de estos textos!

    Creo que he sentido una sana excitación inicial al plantearme que podría ser físicamente posible la idea de una Tierra donde Shambala fuera nuestro inframundo y una grata sensación de sosiego cuando todo sigue en su sitio.

    ¡Enhorabuena de verdad! :)

  3. Felicitaciones, por la calidad y por lo huevos. En estos tiempos de intolerancia y pretensión intelectual -Tan proclive a raíz de la web 2.0- es refrescante encontrarse con un articulo tan valiente (cuantos no habrán renunciado a la mitad del texto en el mejor de los casos, si es que otros no se saltarán directamente a los comentarios, para señalar pomposas moralinas aleccionadoras) y que conste de mi parte que no supuse que fuera una especie de broma del 1ero de abril atrasada. Me dio mucha risa la analogía del planeta Venus. Saludos.

  4. Hace tiempo que algunos iniciados saben que en el centro de la tierra hueca se halla el país de Uqbar.

  5. Francisco Enrique Guerrero Macho

    Me ha encantado… Es un bello ejercicio intelectual sobre un tema que aunque parezca mentira alguna vez fue tratado en serio, pero que en cualquier caso tiene un aire mítico. Y debemos ser muy pocos los que consideremos El péndulo de Eco como una buena novela: sólo me encuentro detractores. Por cierto que se echa en falta a Edward Bulwer-Lytton (autor de una fabulosa novela: «Zanoni») porque en relación con este tema escribió una novela que tuvo mucha influencia en los nazis: The Coming Race (1871), publicada más tarde con el evocador nombre de «Vril: The Power of the Coming Race».

  6. Usted verá cómo escribe, pero no puedo dejar de sugerirle que habría quedado mejor «Y es que no he podido resistirme a la tentación de llevar Canción de hielo y fuego al centro de la Tierra.»

    Lo felicito por el artículo.

  7. La tesis del artículo es una gilipollez. Un reloj averiado da dos veces la hora bien al día, y no por eso deja de estar averiado.
    Ahora se supone de que debemos escuchar con la mente abierta cualquier idiotez que un descerebrado diga. Muchas gracias pero no.

    • No creo que sea esa la tesis del artículo, pero en cualquier caso, en efecto, todos somos libres de escuchar a cada persona como queramos… Abriendo mentes o abriendo cráneos. :)

      • ¿Que no es esa la tesis del artículo?

        Del artículo:

        «me gusta buscar primero argumentación que defienda la postura más inverosímil, políticamente incorrecta, improbable o incluso aparentemente absurda. No solo es un ejercicio mental fantástico, sino que ayuda a mantener el espíritu crítico y la mente abierta a cualquier hipótesis, por antiintuitiva que pueda parecer al primer vistazo. »

        Otra:
        «reconoce píldoras de verdad en los lugares más insospechados, tanto en la antigua sabiduría mística como en el conocimiento científico más actual. Siempre he preferido esta actitud frente a la de quienes desprecian despectivamente a quienes sostienen visiones del mundo diferentes a las propias.»

        No se trata de las propias, se trata de verdades científicas contrastadas. Quien crea que la gravedad es sólo una teoría, que salte de un décimo.

        Otra:
        «Dicho de otro modo: me encanta sopesar esa idea como metáfora, del mismo modo que Venus es a la vez, de forma muy afortunada, un símbolo del amor y un planeta rebosante de ácido sulfúrico. ¿Qué representaría pues la Tierra Hueca con su Sol interno en el mundo de los símbolos, en la Inmateria colectiva que tan bien describió Alan Moore en Promethea? ¿Los reyes de Agartha son los guías de nuestra sabiduría interior, oculta frecuentemente a nuestros propios ojos? ¿Muestra la Tierra Hueca la idea de que todos tenemos un centro cálido y luminoso, que ilumina una rica vida interior de la que no somos plenamente conscientes? ¿Qué criaturas inimaginables se ocultan en las selvas de nuestro corazón?»

        Esta cita no admite comentario racional alguno. Demencial.

        Otra:
        » «tal vez lo que dice no es científicamente exacto, pero puede que en su error haya un razonamiento con mérito, una metáfora de una realidad más profunda o incluso un fragmento de verdad que tú hayas pasado por alto». So gilipollas, añado generalmente en voz baja. »

        Eso hablando de ciencia es una tontería. O es exacto o es una teoría que puede ser sometida al método científco. En ciencia no hay nada más allá, y cualquiera que pretenda lo contrario no vale la pena escucharlo.

      • JoseAngel

        Hola Josep, estupendo artículo. Te quería hacer una consulta relativa al tema, un asunto que me reconcome. Hace un tiempo compré un libro escrito por un científico «serio» que había caído en desgracia por abordar el estudio de la tierra hueca y otras teorías similares. Me pareció muy divertido y estaba bien escrito. La cosa es que perdí el libro y me he quedado sin referencias (como puedes comprobar) para recuperarlo. ¿te atreves a sugerirme título/autor? Diría que el autor era físico y se había montado su propia web porque lo habían expulsado de alguna universidad; diría que era estadounidense o británico o canadiense. Es un libro actual, editado en España en esta década, en tapa dura, portada oscura. Pensaba que era de Galaxia Gutenberg, pero reviso el catálogo y no doy con él. En fin, si se te ocurre algo y te apetece. Si no, igualmente, un placer leerte. Saludos.

  8. Es una bonita idea, la de pensar en una Tierra Hueca, aunque irreal. Quitando esto, me ha encandilado el guiño que haces a Juego de Tronos. Te sigo leyendo.

  9. Iván Avendaño

    Pienso que el solo hecho de sentarse a leer o a escuchar una teoria acerca de un tema ya es un ejercicio alentador en cuanto a tolerar las ideas de otro. Me intereso el articulo por el nombre, ya habia escuchado de esta teoria de la «Tierra Hueca» y la difusion que tuvo en el siglo XIX. Ya imaginaba que en algun punto leeria que todo era una ficcion, hoy dia los satelites han fotografiado la TIerra de las mil y un formas y entradas al interior del planeta por los Polos, no existen.

    En todo caso, estoy de acuerdo en condenar la flojera intelectual e invitar a debatir ideas.

    En mi caso donde si me torno casi intolerante es con la gente del programa «Alienigenas Ancestrales» alli casi se burlan de nuestro intelecto.

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  16. José Vicente

    Estoy buscando el artículo de Hans Neige, ese astrofísico citado, y no lo encuentro. ¿Os lo habéis inventado, verdad?

  17. No Creo estar muy de acuerdo con esa interpretación del Pendulo de Focault

    Yo lo entendi mas como una critica a ese tipo de persamiento.
    La conspiracion no era mas que un malentendido y en el caso de Agliè, las «pildoras de verdad» lo llevaron a volverse un asesino.

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  21. JoseAngel

    Hola Josep, estupendo artículo. Te quería hacer una consulta relativa al tema, un asunto que me reconcome. Hace un tiempo compré un libro escrito por un científico «serio» que había caído en desgracia por abordar el estudio de la tierra hueca y otras teorías similares. Me pareció muy divertido y estaba bien escrito. La cosa es que perdí el libro y me he quedado sin referencias (como puedes comprobar) para recuperarlo. ¿te atreves a sugerirme título/autor? Diría que el autor era físico y se había montado su propia web porque lo habían expulsado de alguna universidad; diría que era estadounidense o británico o canadiense. Es un libro actual, editado en España en esta década, en tapa dura, portada oscura. Pensaba que era de Galaxia Gutenberg, pero reviso el catálogo y no doy con él. En fin, si se te ocurre algo y te apetece. Si no, igualmente, un placer leerte. Saludos.

  22. Es posible que la Tierra esté hueca en su centro, pero no como afirma en el artículo, sino que se trataría de un hueco de unos 500 km de diámetro, producido por la fuerza centrífuga de la rotación del planeta, y la ausencia de gravedad en el centro, pues toda la masa física estaría equidistante, aproximadamente, del centro del planeta.
    Yo no creo que el centro de la Tierra esté compuesto por un núcleo de hierro sólido a 6.700 grados Celsius, porque eso es imposible. O está sólido, o está a 6.700 grados (a saber de dónde sacaron ese dato), pero las dos cosas a la vez… no.
    Si pudiéramos hacer un túnel que atravesara la Tierra por su centro, y nos arrojáramos a él… iríamos cayendo, cada vez con menos velocidad pues dejaríamos a nuesta espalda cada vez más masa con gravedad, y al pasar el centro…. empezaríamos a «caer hacia arriba», hacia la superficie opuesta del planeta, hacia las antípodas.
    Obviamente, entre las dos fuerzas gravitatorias opuestas… habrá un punto de gravedad cero, presumiblemente, el centro.
    En ese centro habría gravedad cero y presión cero, y se formaría el hueco al que me refiero por la fuerza centrífuga del giro del planeta.
    Pero de ahí… a que haya gente viviendo dentro, con una estrella brillante…. va un mundo entero.
    Pero el mundo es esférico, y vivimos en su superficie. Los satélites nos lo muestran perfectamente. Otra cosa es que la composición del interior del planeta sea la que nos han contado hace unos cuántos siglos….

    • Adhiero completamente, el hueco podría ser de 1 metro de diámetro o de 1.000 km. ¿alguien conoce si se a realizado algún cálculo para determinar el tamaño de tal hueco?

  23. Hola, muy interesante todo lo que se expone. El físico-matemático Euler tenía pruebas de una civilización debajo de la corteza ,terrestre. Igualmente Kepler tenía certeza de ello. Yo tengo mucha información sobre portales virtuales alienígenas, si le interesa por favor contáctame, gracias

  24. beatriz calderon

    interesante, que bueno que tengas la intención de compartir me gustaria disfrutar de tu información

  25. Juan Aguilar

    Simplemente me divertí mucho leyendo, en este mundo que no hace correr cada dia, fué un buen paréntesis.

  26. Eduardo Valenzuela

    Es fascinante toda la información, si creo que existen diferentes entradas a otra civilización intraterrestre, hay pruebas y evidencias que lo respalda, como en la cueva de los tallos aquí en Ecuador…se narra que seres gigantes y pequeños salían a conversar con nuestros pobladores de esa zona de la selva, hace muchos años atrás.

  27. Yo si quisiera viajar a la tierra hueca, me apunto si sale un viaje, llebenme por favor.

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