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El Guernica de Picasso: historia de un souvenir

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Picasso trabajando en el Guernica en su taller de Grands-Augustins, París, 1937. Fotografía: Dora Maar / VEGAP / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Es lo más vendido de la tienda de souvenirs. Por congruencia, es la pieza preferida del millón largo de visitas que recibe cada año el Museo Reina Sofía. Siempre hay gente ante el Guernica. Con esa sensación impalpable de estar viendo algo grande. Muy grande. 349,3 x 776,6 cm exactamente. Y eso que Picasso no era pintor de gran formato… Solo había realizado otra obra a esos tamaños, para el telón de un ballet de Diaghilev. Nada que ver. Este mural era un encargo del Gobierno de Negrín para la Exposición Internacional que en 1937 se celebró en París. Colisionó con la Guerra Civil. Pensaron que un artista con fama era la mejor propaganda para la causa republicana. «Si tenemos a Picasso en cuerpo y alma, el impacto será mayor que una batalla ganada en el frente a los fascistas». Por eso también le nombraron director del Museo del Prado. Le gustaba presumir de este cargo, que ejercía a distancia desde Francia.

Por aquel entonces vivía en un apartamento-taller de la rue Boétie, en el número 23, entre una polvareda de resmas, yesos y Renoirs tuertos. «Si quieres matar a una pintura basta con colgarla bien de un clavo y pronto no verás nada más que el marco». El lienzo para pintar el Guernica no cabía, por lo que se buscó un segundo estudio en la rue Grans Augustins número 7.

…había un botín consistente en sus propias obras y cuadros de Matisse, Braque, Gris, el aduanero Rousseau, Modigliani y de ciertos otros. Las mesas y sillas estaban llenas de una increíble variedad de objetos: máscaras negroafricanas, cerámica, fragmentos de vidrio retorcido que había recogido en Martinica, bronces antiguos, moldes de yeso, sombreros raros, ediciones de lujo… Picasso guardaba botellas de agua de colonia, tabletas de chocolate, barras de pan, paquetes de cigarrillos, cajas de cerillas, e incluso sus zapatos viejos, que estaban alineados debajo de una mesa…

Vemos que no se molestaba en ordenar cuando Jean Cocteau le visitaba. Salían a almorzar juntos a Le Catalan, el bistró de al lado. Con Brassaï, Braque, Eluard, Sartre, BeauvoirJugaban a pintarrajear los manteles con mostaza. Manchas por miles de euros a subasta. Un inspector alimentario les pilló comiéndose un chateubriand en una redada; chaparon el restaurant por ser día de vigilia y a Picasso le multaron por carnívoro. A día de hoy, el bar sobrevive con sesiones de DJ y soirées deportivas. En cuanto al taller, está medio abandonado, a expensas de reconvertirse en hotel de luxe.

El ático del Grans Augustins era ideal, aunque la tela entrara justilla… Un palacete del siglo XVII donde —se suponía— Balzac había ambientado La obra maestra desconocida. Picasso fantaseaba con ser el protagonista de este relato que años atrás había ilustrado, donde la perfección acaba destruyendo al artista y a su cuadro.

Al maestro no le venía la inspiración, pero la esperaba trabajando. En unos bocetos. El pintor y la modelo. Para hacer tiempo. La exposición se iba a inaugurar en unas semanas y la idea ya tardaba. Cuatro meses sin dar pincelada y la muy remolona no llegaba. Hasta que un titular hizo explosión en L’Humanité y en Ce Soir: «De Guernica il ne reste que cinq maisons!». «Dans les ruins de Guernica». Ataque de la Legión Cóndor. Cerdos. Era día de mercado. Gallinas y asnos sueltos. Alerta la campana. La gente grita, escapa. Tres horas y cuarto de bombas incendiarias. La villa vasca quedó asolada. Las primeras noticias aparecieron en la prensa francesa el 27 de abril, pero con las fotos del bombardeo de Durango, que fue anterior. Picasso leía la prensa todas las mañanas —su Málaga también fue ametrallada— antes de que Inès, su empleada, le llevara el desayuno a la cama. «Un artista, así considerado, tiene el compromiso de dar testimonio de su época».

Nunca estuvo en una contienda. «¿Sabes que cuando pinté mis primeras guitarras nunca había tenido una en mis manos? Con el primer dinero que conseguí me compré una, después de lo cual nunca volví a pintarlas…». Nunca estuvo en Guernica ni presenció ninguna matanza humana. «La gente piensa que las corridas de toros de mis cuadros las tomé del natural, pero se equivocan. Las pinté antes de haber visto una corrida con objeto de conseguir algún dinero para comprar la entrada…». No hacía falta.

¿Qué cree usted que es un artista? ¿Un imbécil que solo tiene ojos si es pintor, oídos si es músico o una lira que ocupa todo su corazón si es poeta? Bien al contrario, es un ser político, constantemente consciente de los acontecimientos estremecedores, airados o afortunados a los que responde de todas maneras. No, la pintura no está para decorar apartamentos, el arte es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo…

Unidad de vanguardia. Armamentismos en avanzada.

En la trampa en la que estoy trabajando, y que titularé Guernica, y en todas mis últimas obras, expreso claramente mi repulsión hacia la casta militar, que ha sumido a España en un océano de dolor y muerte.

Los primeros esbozos los dibujó sobre papel el 1er Mai 37. «¿Por qué cree usted que fecho todo lo que hago?». Dicen que pintaba por las noches, con una furia tremenda y sin descanso… «Es que no basta con conocer las obras de un artista. También hay que saber cuándo las hizo, por qué, cómo, en qué circunstancias…». Era su horario, se despertaba tarde. «Yo nunca hago una pintura como una obra de arte, y por eso las numero. Es un experimento en el tiempo. Las numero y las fecho». El 11 de mayo se enfrentó al desmesurado lienzo.

—¿Pero dónde está la tela?

—Aquí, enrollada… ¡No pensaría usted, señor Picasso, que le iba a traer ya montado un bastidor de ese tamaño! Ahora mismo se lo preparo como es debido.

Jaume Vidal era el dependiente de la casa Castelucho i Diana, la tienda de la rue Grand-Chaumière donde el maestro se pertrechaba.

—¿Qué has puesto aquí, Jaume? ¡Este no es el lienzo de costumbre!

—No. Esto es lienzo de verdad. Es tela de lino. Para un cuadro tan grande no resistiría la tela mala de algodón. Y debería usted emplear colores mejores que esos…

Una mezcla de acrílicos y óleos, en dos tonos: blanco de cinc y negro de huesos. «Si no sabes qué color utilizar, elige el negro». Hizo pruebas de color: recortó papeles de seda y los pegó. El chapuz no le convenció, pero los recortes los aprovechó. Uno de ellos, el granate con motivos dorados estilo imperio, acabó en Mujeres en el aseo —cuadro, por cierto, que decora la residencia del embajador de Francia en estos momentos—.

Sería interesante fijar fotográficamente no las etapas de una pintura, sino sus metamorfosis… Posiblemente así se podría descubrir el camino seguido por el cerebro para materializar un sueño…  

Quien fijó estas metamorfosis fue la artista plástica Dora Maar —retratada para la historia como la amante que llora—, en un reportaje para la revista Cahiers d’Art. En el Museo Reina Sofía se conservan veintiocho de sus fotografías.

Una idea es un punto de partida, y nada más. Si uno se pone a pensar en ella, se transforma en otra cosa.

Bajo las capas, la cabeza del caballo está gacha, y la herida de su vientre es el codo de un brazo, bajo las capas. El brazo se alza bajo las capas, y empuña unas espigas de trigo, bajo las capas. Bajo las capas yace una mujer muerta. Bajo las capas. La cola del toro es una luna, bajo las capas. Bajo las capas hay un corcel con alas. Vuela bajo las capas. «Pero hay algo muy extraño…». Solo la portadora de luz se mantiene inalterada… «… y es observar que un cuadro básicamente no cambia, que la primera visión permanece casi intacta pese a las apariencias».

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Guernica, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés / Román Lores.

«Todas las modificaciones que hace obedecen a problemas estructurales», apunta el artista José Ramón Amondarain. Él también pintó el Guernica. Bueno, de hecho, pintó ocho Guernicas, en un proyecto de investigación sobre los cambios morfológicos que la obra experimentó durante su gestación. «Picasso era tan despreciable y horrorosamente lúcido pintando que, cuando borraba, todas las manchas que quedaban las aprovechaba. Si miras de cerca cómo está pintado, es una cochinada de cuadro. Se ven goterones sucios por todas partes, pero a él le daba igual, porque con esos borrones conseguía construir un plano. Esto no es un cuadro. Es otra cosa…». Un palimpsesto. Estratos de arrepentimientos. Tres semanas de sedimentos.

El 4 de junio dio el cuadro por terminado.

¿Has visto alguna vez un cuadro terminado, un cuadro o cualquier otra cosa? ¡Ay de ti el día que se diga que has terminado algo! ¿Terminar una obra? ¿Terminar un cuadro? ¡Qué estupidez! Terminarlo quiere decir destruirlo, matarlo, arrancarle su espíritu, darle el golpe de gracia: lo peor que puede ocurrirle tanto al pintor como al cuadro.

«Ahora voy a resultar soberbio, pero hay una parte del Guernica que, seguro, Picasso hubiese cambiado —adelante Amondarain, sin reparo—: el pecho del caballo. No está bien definido; es una masa abstracta, no tiene dibujo. Si se lo dejan unos días más, lo hubiese retocado, estoy convencido».

La inauguración del pabellón español ya iba con suficiente retraso… Aquello era un lío desaforado: en un frente, la Guerra Civil; en el otro, las inundaciones, las manis y las huelgas de París. Por rezagado, el stand de España no aparecía en los programas, ni en la publicidad oficial ni en los mapas. Siga recto hasta el Trocadero, por donde Alemania y la Unión Soviética, y verá un edificio modesto, con muros prefabricados y armazones de acero. Igualito al que se reconstruyó para los Juegos Olímpicos de Barcelona ‘92.

En la feria había más Picassos. Bustos y cabezas de mujeres, una Dama oferente que se extravió (corrió la misma suerte que El payés catalán de Miró) y unos grabados titulados Sueño y mentira de Franco. Dieciocho viñetas para ridiculizar la gloriosa Erección Nacional: Cojones monumentales los de Paco; el miembro de la falange empalmado; cabalga cara al sol un marrano; valerosa cruzada al rescate de la Patria; travestido de maja por la Desgracia de Dios; oración a la Purísima moneda de duro; líbranos del rojo-masón. Las estampas se vendieron para sufragar al Frente Popular: doscientos francos con firma matasellada; las firmadas a lápiz, quinientos. Estaban bien de precio. La carpeta de aguafuertes incluía un facsímil con este verso:

Fandango de lechuzas escabeche de espadas de pulpos de mal agüero estropajo de pelos de coronillas de pie en medio de la sartén en pelotas–puesto sobre el cucurucho del sorbete de bacalao frito en la sarna de su corazón de cabestro–la boca llena de la jalea de chinches de sus palabras–cascabeles del plato de caracoles trenzando tripas–meñique en erección ni uva ni breva–comedia del arte de mal tejer y teñir nubes–productos de belleza del carro de la basura–rapto de las meninas en lágrimas y en lagrimones–al hombro el ataúd relleno de chorizos y de bocas–la rabia retorciendo el dibujo de la sombra que le azota los dientes clavados en la arena y el caballo abierto de par en par al sol que lo lee a las moscas que hilvanan a los nudos de la red llena de boquerones el cohete de azucenas–farol de piojos donde está el perro nudo de ratas y escondrijo del palacio de trapos viejos las banderas que fríen en la sartén se retuercen en el negro de la salsa de la tinta derramada en las gotas de sangre que lo fusilan–la calle sube a las nubes atada por los pies al mar de cera que pudre sus entrañas y el velo que la cubre canta y baila loco de pena–el vuelo de cañas de pescar y alhiguí del entierro de primera del carro de mudanza–las alas rotas rodando sobre la tela de araña del pan seco y agua clara de la paella de azúcar y terciopelo que pinta el latigazo en sus mejillas–la luz se tapa los ojos delante del espejo que hace el mono y el trozo de turrón de las llamas se muerde los labios de la herida–gritos de niños gritos de mujeres gritos de pájaros gritos de flores gritos de ladrillos gritos de muebles de camas de sillas de cortinas de cazuelas de gatos y de papeles gritos de olores que se arañan gritos de humo picando en el morrillo de los gritos que cuecen en el caldero y de la lluvia de pájaros que inunda el mar que roe el hueso y se rompe los dientes mordiendo el algodón que el sol rebaña en el plato que el bolsín y la bolsa esconden en la huella que el pie deja en la roca.

Y no, Picasso ya no fumaba opio cuando lo escribió.

Parece que esta actividad (la de escribir, no la de fumar) tuviese a su madre, doña María Picasso López, algo inquieta: «Pablo, me informan de que escribes poesía. Si un día me dicen que has cantado misa, me lo voy a tener que creer». Escribía en español, en francés o mezclando ambas lenguas. «Nadie toma en serio mis poemas, solo mi faceta como pintor. Peor para ellos…». En 1989 se descubrió en el Museo Picasso de París un poemario, con textos que van de 1935 a 1954. «Creo que mi obra como escritor es tan extensa como la del pintor. Materialmente, dediqué el mismo tiempo a ambas actividades. Quizá algún día, cuando yo desaparezca, apareceré descrito en los diccionarios de esta manera: Pablo Ruiz Picasso: poeta y autor dramático español. Se conservan de él algunas pinturas».

No se salvó de las críticas. El Guernica no gustó ni a los alemanes —lo tildaron de degenerado—, ni a los comunistas —a estos les iba más el realismo estalinista—, ni a facciones del Gobierno republicano español, que hicieron campaña para retirar aquel «espantoso desbarajuste» del pabellón, por «antisocial, ridículo y totalmente inadecuado a la sana mentalidad proletaria». El estilo solo complació a los colegas surrealistas del pintor.

Yo no soy surrealista. Nunca he estado fuera de la realidad. Siempre he vivido en su esencia.

Según Le Corbusier, el cuadro «no vio más que las espaldas de sus visitantes, ya que estos se sentían repelidos por él». Aquello era demasiado intrincado, no comprendían su significado… «Todo el mundo quiere comprender la pintura. ¿Por qué no intentan comprender el canto de los pájaros? ¿Por qué a la gente le gusta una noche, una flor, todas las cosas que rodean al hombre sin tratar de comprenderlas? En el caso de la pintura, en cambio, se quiere comprender».

Picasso se negaba a verbalizar sus trazos. Es más: se ve que llevaba una Browning de fogueo encima para disparar a los fans emperrados en averiguar qué representaban sus pinturas (también a cualquiera que ultrajara la memoria de Cézanne, y a la gente que le pareciera aburrida en general). Es de esperar que fuera desarmado cuando los periodistas le interpelaban por las figuras del Guernica.

Este toro es un toro y este caballo es un caballo. También hay una especie de pájaro, un pollo o una paloma, ya no recuerdo exactamente lo que era, sobre una mesa. Y el pollo también es un pollo. Por supuesto, son símbolos. Pero no es asunto del pintor crear los símbolos, porque entonces mejor sería escribir directamente lo que uno quiere decir, en lugar de pintarlo. Es imprescindible que el público, los espectadores, vean en el caballo y en el toro símbolos a interpretar según su entendimiento.

Guernica, de Pablo Picasso, 1937. Imagen: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

El caballo es una víctima ensangrentada el caballo es un corazón volcado el caballo es el franquismo agonizando el caballo es una yegua preñada el caballo es una mujer seducida y corneada el caballo es España. No, el toro es España el toro es un facha el toro es el vigor el toro protege a los flojos el toro es la energía sexual de Picasso el toro es un autorretrato. No, la estatua es un autorretrato la estatua es un torero la estatua es un soldado la estatua es la civilización destrozada. No, la casa en llamas es la civilización destrozada. El pájaro son las palomas de la plaza de la Merced de Málaga el pájaro es la América salvadora el pájaro tiene un ala rota el pájaro no se ve el pájaro dónde está. La flor es la esperanza que rebrota. La lámpara es un sol la lámpara es un ojo la lámpara es un misil. Los dedos de las mujeres son penes y los pezones chupetes. Una mujer es Dora una mujer es Marie-Thèrese una mujer es Olga una mujer es la Piedad una mujer es la Libertad de Delacroix una mujer es el fusilado del 3 de mayo una mujer sale corriendo del baño y se cisca en Franco. El Guernica es un bombardeo el Guernica es Vietnam el Guernica es Irak el Guernica es Gaza el Guernica es Líbano el Guernica es la paz el Guernica es una autobiografía el Guernica es quiromancia el Guernica es metafísica el Guernica es una corrida el Guernica es Hemingway el Guernica es un sarcófago grecorromano el Guernica es san Beato el Guernica es Giotto y Masaccio el Guernica es Velázquez y Caravaggio el Guernica es Rubens el Guernica es analítico hermético sintético el Guernica es una taracea el Guernica es para volverse loco.  

Resulta divertido, porque la gente descubre en la pintura cosas que uno no pone en ella. Hace auténtico encaje de bolillos. Pero no importa, porque es estimulante que las perciban y la esencia de lo que puedan haber visto, de hecho, está en el cuadro.

«El Guernica es una charada, un engaño, un descomunal trampantojo —opina el investigador de la obra picassiana Manuel González Núñez (Magnú)—. Un caleidoscopio donde cada uno descubre imágenes diferentes». Él ha descubierto letras. «Son asonancias de sus poemas, que Picasso confesó haber dejado en muchas de sus obras». Como un caligrama gigante camuflado en el caos de planos concatenados. «Está la palabra PAN, que se convierte en PAZ si inclinas la cabeza». A ver quién la encuentra… «Fue apasionante cuando aparecieron ante mis ojos las siglas de la OTAN». Premio para el primero que vea la O. «El tratado se creó doce años después del cuadro, pero Churchill pudo predecir el Pacto del Atlántico Norte antes de 1937, como predijo el Mercado Común Europeo al hablar de los Estados Unidos de Europa. Y Picasso pudo conocer estas ideas a través de la prensa».

Sea como fuera, el pintor se posicionó contra la alianza militar cuando firmó una carta de protesta colectiva dirigida al presidente Truman. Desde 1944 era miembro del Partido Comunista Francés, motivo suficiente para tener expediente abierto en la CIA y en el FBI. El agente David Canwell —a quien Picasso quiso regalar un arlequín— monitoreaba sus actividades en la Costa Azul. Recaía sobre él la sospecha de trabajar como espía para la Unión Soviética y como propagandista incondicional a part-time. Los policías de la Gestapo también estaban al acecho —a estos les regalaba postales del Guernica de recuerdo—. «Soy comunista y mi pintura es comunista… Pero si fuera zapatero, monárquico, comunista o lo que fuera, no haría mis zapatos de un modo determinado para expresar mis ideas políticas». Como elemento rojo subversivo, le prohibieron la entrada en Estados Unidos; sin embargo, hicieron la vista gorda con su obra.

El Guernica llegó a Nueva York en 1939, después de exhibirse en Oslo, Estocolmo, Copenhague e Inglaterra, donde incluso lo visitó Su Majestad la Reina Isabel II, extrañada la futura monarca por que el pintor hubiese dibujado dos ojos en un mismo lado de la cara. El propósito de estas tournées era recaudar fondos para los refugiados españoles. Iban a ser solo unos meses, pero la cosa se alargó y el lienzo se quedó en América más de cuarenta años. Picasso no quería que el Guernica fuera a España hasta que hubiera una República (o al menos una democracia). Mientras tanto, y alertado por las gestiones que el régimen de Franco había iniciado para apropiarse del mural, decidió que el MOMA lo guardara.

«La primera vez que vi el Guernica en persona fue en la retrospectiva de Picasso que hizo el MOMA en 1980», rememora Álvaro Martínez Novillo, que por aquel entonces era subdirector de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura. «Me acuerdo de que exigían etiqueta y me puse un esmoquin de mi suegro que era más viejo que yo. Pero la exposición fue espectacular, ¡espectacular!». Casi mil pinturas, esculturas, dibujos, collages, cerámicas… prestadas por instituciones del mundo entero. «Solo les fallaron las colecciones rusas, porque las relaciones con la URSS estaban mal, pero fue espectacular, ¡espectacular! Solo entrar te encontrabas con Les demoiselles d’Avignon, que son un cuadrazo. Con ellas, Picasso se lio la manta a la cabeza; después de eso, ya podía hacer lo que quisiera». El Guernica, por ejemplo. «El Guernica es impresionante, de eso no hay duda; Picasso mismo declaró que era su obra maestra. Pero, como es en blanco y negro, es muy fácil de reproducir, y muchas veces te da igual ver una copia que el original».

Un año después, Álvaro Martínez Novillo regresó a Nueva York para traerse el Guernica a España. Ya había democracia. A Tejero le salió el golpe por la culata. La Operación Cuadro Grande se puso en marcha. «Vamos a ver, yo no había oído lo de Operación Cuadro Grande hasta que lo leí en los libros. Para nosotros era el Guernica y punto». El ministro de Cultura, Íñigo Cavero, y el director general de Bellas Artes, Javier Tusell, lideraron las negociaciones en un suplicio de verdadero equipo. «Aquello iba a cuentagotas…». Estaba claro que la pintura pertenecía al Estado español, que en su día pagó a Picasso un total de doscientos mil francos por el encargo. Nunca había recibido semejante cantidad por sus cuadros —aunque ahora alcancen cifras récord de 56,3 millones de euros—. «Lo más complicado fue el trato con los herederos. Cada uno era de una madre distinta, y estaban a tocar las pelotillas. La más beligerante era Maya, que es clavadita a su padre». Llegó a exigir leyes a favor del divorcio y del aborto como condición para que el Guernica se entregara a España. «¡Era desesperante!».

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Llegada del Guernica a Barajas, 1981. Fotografía: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Por fin, el 10 de septiembre de 1981, a las 8:27 am, «el último exiliado» (así llamaron en la prensa al cuadro) aterrizó en Barajas, en un vuelo comercial de Iberia con un Boeing 747, alias Lope de Vega. «Nunca se me olvidará ese aterrizaje, ¡el más suave que he tenido en mi vida! Fue muy divertido, porque se volvía de vacaciones y todo el mundo iba con camisas hawaianas menos dos policías de incógnito disfrazados de inspector Clouseau». El vuelo llegó con cuarenta y cinco minutos de retraso (sin contar la espera de cuarenta y cuatro años). Pero lo fundamental es que llegó a tiempo para celebrar el centenario de Picasso.

El portento se instaló en el Casón del Buen Retiro, con sus sesenta y tres estudios preparatorios y «postcritos». La gente estaba emocionada. «¡Es como si nos hubiesen devuelto la Florida o California!». O aún mejor: «¡Es como ganar el Mundial de Fútbol!». «La Guerra Civil ha terminado», sentenció la Pasionaria cuando lo vio. Menos eufóricos estaban en Bizkaia y Barcelona, que solicitaban para sí el régimen de guardia y custodia. Pero se siguió la voluntad de Picasso: él quería estar con los grandes en el Prado, por eso se le habilitó ese edificio cercano. La obra se expuso en una urna de cristal antibazoca, escoltada por dos picoletos armados y un aguilucho, que se coló porque el diseño de la bandera nuevo no llegó a tiempo para la inauguración. Lo demás estaba bajo control: tres expertos en terrorismo de ETA, un experto en terrorismo del GRAPO, un experto en terrorismo anarquista y un experto en terrorismo ultraderechista. La extrema derecha tenía al de Málaga en el punto de mira: en 1971, un grupo falangista destrozó veintisiete grabados de la Suite Vollard expuestos en la galería Theo, y no se podían arriesgar a un atentado similar. Demasiado energúmeno había campando por ahí. Véase aquel activista que en 1974 pintarrajeó el Guernica con un spray para hacerse notar. «Hemos detectado restos de pintura roja, pero a nivel microscópico», señala Jorge García Gómez-Tejedor.

Es de los pocos con el privilegio de estar a solas con el lienzo. «¡Y de tocarlo! Aunque no soy nada fetichista…», cuenta el jefe de Conservación-Restauración del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde se encuentra desde 1992 el Guernica. «Yo estaba aquí cuando llegó…». En camión blindado climatizado. «Fue toda una movida… Madrid se colapsó». Y eso que solo tuvo que recorrer un kilómetro, para cumplir con un decretazo museográfico, según el cual todas las obras posteriores al nacimiento de Picasso se derivaban de la pinacoteca del Prado a la de Atocha. «Tuvieron que desmontar una esquina del montacargas para subirlo a la segunda planta. Se colocó en El Grano —donde ahora se proyecta la película Espagne 1936, de Jean-Paul Dreyfus y Luis Buñuel—, metido en una especie de pecera —protegido por un vidrio de 12 mm—, hasta que se decidió despojarlo del blindaje y pasarlo a la pared de enfrente. Tuvimos que diseñar un carro para desplazarlo con las menores vibraciones posibles». Ya lo habían meneado bastante. «Estuvo veinte años trotando de acá para allá». Unos cuarenta y cinco viajes por más de treinta ciudades. «Cuando el MOMA lo restauró en el 57 es porque estaba hecho unos zorros». Así quedó el bastidor original, lleno de agujeros de tanto montar y desmontar. Enrolla la tela, desenróllala y vuélvela a enrollar. «Repararon las áreas cuarteadas aplicando una mezcla de cera-resina en el reverso. Era el método que usaban los anglosajones; aquí, en España, usábamos gachas con miel». Un auténtico trabajo de repostería. «La técnica ha evolucionado mucho desde entonces; hoy, para restaurar el Guernica, se hubieran hecho virguerías». Pablito es el robot con el que analizaron en 2012 su estado de conservación. «El color ha virado hacia un tono más cálido desde que se pintó, pero la obra se encuentra estable. Las áreas más dañadas son los bordes y el soporte, que ha sufrido muchas tensiones. La mejor forma de preservarlo es evitando traslados. En el siglo XXI son las personas, y no las obras de arte, las que deben moverse».

En la sala 206.06 del Reina Sofía siempre hay gente. «¡¡No fotos!! ¡¡No fotos!!». Dos vigilantes flanquean el cuadro permanentemente. «¡¡No fotos!!». Salta la alarma de aproximación volumétrica. «¡¡No fotos!! ¡¡No fotos!!». «Antes dejábamos sacarlas sin flash, pero aquello era un no parar. Si alguien quiere un recuerdo del Guernica, le recomiendo que se compre en la tienda un póster; será mucho mejor que la foto que pudiera hacer con el móvil».

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Souvenirs para entender el Guernica de Picasso

Piedad y terror en Picasso. Exposición en el Museo Reina Sofía de Madrid para celebrar el 80 aniversario del Guernica (del 5 de abril al 4 de septiembre de 2017). Además, todos los sábados a las 17:00 h y los domingos a las 11:30 h se realizan visitas comentadas gratuitas del Guernica.

Expresionismo abstracto. La exposición del Guggenheim de Bilbao sobre este movimiento artístico que tan influenciado se vio por el Guernica cuando el cuadro de Picasso hizo su tour norteamericano (hasta el 4 de junio de 2017).

El Guernica de Picasso. Historia, transformaciones, significado, de Herschel Chipp. El libro está descatalogado, pero merece la pena buscarlo en librerías de viejo porque su autor es uno de los mayores expertos en Picasso.

Uno más fácil de encontrar: Guernica: La historia de un icono del siglo XX, de Gijs van Hensbergen (Debate, 2005).

El Guernica recobrado. Picasso, el franquismo y la llegada de la obra a España (Editorial Cátedra), escrito por la historiadora del arte Genoveva Tusell (hija del que fuera director general de Bellas Artes, Javier Tusell, cuando el cuadro llegó a España en 1981), con epílogo de Álvaro Martínez Novillo.

Más allá del Guernica de Picasso (Aurora Editorial, 2015), donde Manuel González-Núñez (Magnú) expone su tesis sobre la simbología encriptada en el cuadro.

Contra el Guernica (Ediciones de La Central, 2009). Una jocosa y sarcástica arremetida contra el cuadro, escrita por el pintor Antonio Saura.

Los poemas en prosa de Picasso. Aquí hay unos cuantos.

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8 Comentarios

  1. Pingback: El Guernica de Picasso. Historia de un souvenir – Jot Down Cultural Magazine | METAMORFASE

  2. josé arturo visedo manzanares

    No soy un experto, pero creo que ha incurrido en algunas inexactitudes: cuando nombran a Picasso Director Honorario del «Prado» (Septbre. de 1936), Negrín no es Presidente del Gobierno. Picasso no ejerció como Director a distancia, de hecho ni siquiera tomó posesión del cargo. Málaga no fue ametrallada sino tomada por Queipo de Llano; en la plaza de toros se fusilaron a unas 3000 personas, mientras que a los que huían por la carretera costera de Almería se les ametrallaba desde el aire y se les bombardeaba desde los cruceros Baleares, Canarias y Almirante Cervera. Picasso no pintó los «bocetos» del pintor y la modelo hasta 1963. Finalmente, los primeros bocetos, sobre el encargo recibido por el Gobierno de la República, tienen fechas del 18 y 19 de Abril de 1936 y pretenden visualizar lo que se le ha encargado: los militares insurrectos están bombardeando Madrid sin respetar el Patrimonio artístico y cultural. Esta idea continuará a lo largo de los sucesivo bocetos y sobre el propio lienzo, aunque irá corrigiendo símbolos.
    https://guernicaeramadrid.wordpress.com

  3. Una de las pinturas más importantes de nuestro país y los acontecimientos históricos nos marcarán para siempre. gran artículo. Sergio

  4. Pingback: Tras el velo de la muerte – Siente la música de la vida que te envuelve suave, cálidamente.

  5. Pingback: “Piedad y terror en Picasso”. Algo más que el camino hacia el Guernica

  6. Picasso confesó en varias ocasiones: yo las llamo asonancias y por estrañas que parezcan se encuentran en muchas de mis obras. Así han quedado en sus obras como enigmas ocultos.

  7. Obra por excelencia y de calado histórico. Picasso siempre sorprende.

  8. fotografo de bodas sin poses

    Después de tantos años, la historia de Guernica ha jugado un gran papel en nuestra democracia. Y todavía lo sigue haciendo.
    Nadie olvida ni perdona.

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