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Richard Morgan: «La tecnología está en manos de un grupo de personas muy desconectadas de una experiencia humana normal»

Richard Morgan

(English version here)

Dicen que tener éxito con la publicación de una primera obra puede convertirse en el peor lastre para un escritor. Sea esto cierto o la justificación de los más envidiosos, Richard Morgan (Londres, 1965) no parece haber caído en esa trampa. Tras la aparición de Carbono modificado no ha dejado de trabajar en múltiples novelas, cómics y videojuegos sin perder la atención del público. La guinda al pastel llegó de la mano de Netflix y la producción de la serie de esa primera obra, un ciberpunk noir con mucho de transhumanismo e interesantes reflexiones sobre la inmortalidad o los límites del yo.

Aprovechamos su participación en la primera edición del Festival 42 para encerrarlo en la Librería Gigamesh y preguntarle sobre su vida y obra, y sin darnos cuenta nos vemos discutiendo sobre la relación entre neurociencia y filosofía, el fracaso del Partido Laborista en las últimas elecciones o el circo que están montando los Musk, Zuckerberg y compañía con su idea de convertir la ciencia ficción clásica en realidades tal vez demasiado alejadas de, pues eso, la realidad.

Has estado estos días en Barcelona como uno de los grandes nombres del Festival 42. Aunque ya eras un autor muy conocido desde la publicación de Carbono modificado, ¿la serie de Netflix te ha puesto en el foco del mainstream?

Sí y no. O sea, sí en el sentido de que mientras el programa estaba en el aire, ya sabes, cuando se lanzó por primera vez y se comercializó, etcétera, recibí mucha atención de todos los medios. Fui entrevistado por The Guardian y otros periódicos de gran formato. Cuando sucede algo así, llamas la atención de todo el mundo. Estuvo bien, pero duró lo que duró. Los medios funcionan así, llega lo siguiente y te olvidan. Hubo dudas sobre si habría una segunda temporada de la serie. En general, a las personas que lo vieron les encantó, pero la respuesta crítica fue ciertamente desigual. Luego volví a ser solo un escritor de ciencia ficción. Todavía me funciona cuando conozco a gente en las fiestas. Todo eso te da una especie de visibilidad general que los libros nunca harán. Creo que se debe a las pantallas. Cualquier cosa que sea entretenimiento audiovisual, sea un videojuego o una película o un programa de alguna plataforma… marca mucho más que cualquier tipo de novela. Recuerdo gente llamándome y diciendo: «Oh, estaba en Calcuta y vi este enorme póster de Altered Carbon». En ese sentido, el entretenimiento en pantalla siempre lleva ventaja. Es más atractivo. Es más impactante. Llega a un público más amplio y, como escritor, eres consciente de que eres una especie de primo pobre de la familia.

Pero aún hay esperanza para los escritores. Hemos llegado a una época en la que la fantasía y la ciencia ficción se están volviendo muy populares.

Es el triunfo de los frikis. Cuando veo un crítico del New York Times o alguien que todavía dice «Oh… vaya… ciencia ficción… mmm…», pienso, «Tío, eres como esos soldados japoneses a los que encontraron en las islas del Pacífico en el 1960 que todavía pensaban que estaban en guerra. Tengo una muy mala noticia para vosotros: la guerra terminó hace quince años y la perdisteis». Esta es la realidad: el género domina sin esfuerzo dondequiera que vayas en los videojuegos, en las películas, en la televisión y, cada vez más, en la literatura. La literatura fue el último castillo en caer. Pero aun así, incluso ahora los grandes nombres de la ficción literaria, gente como Margaret Atwood, están muy arraigadas a la ciencia ficción como concepto, y cada vez son más los escritores jóvenes que están entrando en el campo literario. Vienen con una sensibilidad propia de la ciencia ficción. Lo que escriban, aunque sea ficción literaria, tendrá todos estos elementos que han sido tomados prestados del género, de la fantasía o de la ciencia ficción. Es una victoria total. Es una aniquilación.

Pero comencemos desde el principio. ¿Cuándo decidiste escribir la primera palabra de tu primera historia?

Llevo escribiendo desde que soy capaz de hacerlo. Recuerdo muy claramente cuando a los once años decía a mis compañeros de clase «cuando sea mayor, seré escritor. Voy a escribir libros, escribir cuentos y me pagarán por ello». Así que, como mínimo, desde los once, y antes de eso recuerdo años de garabatear historias en mis cuadernos escolares y cosas así, así que pienso que prácticamente toda mi vida. 

Para muchos autores es un lastre que su primera novela publicada sea un éxito, porque tienen la sensación de que va a ser difícil mejorarla. Pero no parece que ese fuera tu caso.

No, mi caso fue una mezcla de mucha suerte y diría que mucha mala suerte. La forma en que me comporté durante aquellos años me retrasó mucho a la hora de entrar en el mundillo. Comencé a intentar escribir algo que pudiera ser publicado cuando tenía veinte años, y Carbono modificado fue aceptado cuando tenía treinta y cuatro. No publiqué nada en el ínterin, absolutamente nada. Y fue en parte por mi culpa. Siempre ignoré las sugerencias de las revistas cuando enviaba historias cortas y las rechazaban. Pero es que, a veces, las sugerencias eran estúpidas.

Recuerdo haber enviado el cuento en el que se basa mi novela Leyes de mercado y recibir una carta de rechazo en la que un tipo decía algo así como «escribes muy bien, pero no pude simpatizar con ninguno de estos personajes yuppies egoístas». Ese era el nivel. A veces se equivocaban, pero muchas veces me daban consejos valiosos y yo simplemente no los escuchaba. Y esa es una de las razones por las que pasé tanto tiempo en el desierto. ¿Pero luego qué pasó? Pasé tanto tiempo refinando mi escritura y reescritura que cuando finalmente tuve algo, tenía el nivel necesario. Era muy bueno. Así que estaba bastante pulido cuando se aceptó para su publicación. Fue una sensación extraña, como si hubiera estado parado frente a una puerta dándome cabezazos durante catorce años y de repente la puerta se abriera de golpe y cayera de bruces sobre una hermosa alfombra roja. Pasé mucho tiempo en el desierto, pero me salté esa etapa intermedia en la que tienes que trabajar por tu cuenta y mejorar cada vez más hasta alcanzar un gran éxito. Fue un sueño hecho realidad.

¿Cómo nació Takeshi Kovacs? ¿Vino primero el personaje, una idea de la historia o el mundo en el que se desarrolla?

Creo que había un personaje similar a Kovacs antes de la historia de Carbono modificado. Por aquel entonces escribía una especie de piezas cortas que, de nuevo, nunca se publicaron, y ahí tenía una especie de tipo duro chandleresco. No estaba muy bien definido. Quiero decir que no es el Kovacs de las novelas, sino algo que se acerca a Kovacs. Y por otro lado tuve una discusión con un budista en una fiesta en Londres donde hablamos de la reencarnación. No sé si conoces la idea budista de que si estás sufriendo es porque hay un equilibrio kármico que está equilibrando las cosas que hiciste mal en un momento de tu vida anterior. Si pienso en todas las religiones principales, creo que el budismo es la que menos mierda tiene. Y le dije «espera un momento. Entonces, lo que estás diciendo es que estoy sufriendo aquí en esta vida y que la razón por la que estoy sufriendo es por cosas que hice pero no recuerdo. De hecho, la persona que hizo esas cosas no fui yo. Pero puedes decir que es la misma esencia, la misma alma. Pero no fui yo porque no tengo ningún recuerdo de eso. ¡No es justo!».

Lo que realmente se me quedó grabado fue esa idea de hasta qué punto puedes ser responsable de cosas que no recuerdas. Es un tema candente. Cuando vivía en Glasgow conocí a un chico que trabajaba en la facultad de Derecho y se había inventado un trabajo para sí mismo, básicamente porque empezó a querer estudiar, investigar y enseñar bioética. Y una de las áreas que le interesó mucho fue el alzhéimer, porque decía «supón que sabes que vas a desarrollar alzhéimer, y supón que firmas una declaración jurada que dice que en cierto punto, cuando hayas alcanzado cierto grado de la enfermedad, quieres que te lleven a Suiza y te sacrifiquen. Esto es problemático porque, por lo que sabemos, en el momento en que eso suceda, esa persona ya no eres tú. Gran parte de lo que eras se ha ido porque acaba de ser destruido por la enfermedad. ¿Se trata de la misma persona o se trata de una persona diferente?». Aún no sabemos cómo responder esa pregunta. Toda esa idea de hasta qué punto podemos ser responsables fue lo que realmente impulsó la trama de Carbono modificado. Pero afortunadamente ya tenía un protagonista a mano. Una versión de Kovacs llegó primero, pero realmente se forjó en los detalles de la historia.

Richard Morgan

La conciencia y el yo están muy relacionados con la memoria. ¿Somos nuestros recuerdos?

Sí, lo somos. Ese es el problema. Somos básicamente lo que hemos hecho y lo que recordamos, y de lo que estamos aprendiendo ahora en neurociencia parece que también estamos constantemente reeditando nuestros recuerdos. Miras hacia atrás y crees que recuerdas algo, pero resulta que a un nivel objetivo probablemente no lo recuerdas del todo bien. Es un área realmente fascinante y un poco aterradora.

Los recuerdos son ficciones creadas por nuestro cerebro.

¡Exacto! Y el problema es que empieza a parecer que la conciencia es un truco. Realmente no existimos. Somos un truco creado por nuestro yo físico para darnos continuidad.

¿Hablas del yo en términos filosóficos o neurocientíficos?

Creo que el problema que tenemos en la actualidad como cultura occidental es que no parecemos capaces de unificar nuestro pensamiento filosófico y sociológico con lo que nos dicen los datos, y esto es realmente una mala noticia. Estaba bien tener estas vagas ideas filosóficas y sociológicas cuando no teníamos ninguna alternativa. Pero ahora estamos empezando a descubrir hechos muy, muy concretos sobre cómo funcionamos y la gente de filosofía y sociología están en fase de negación. Y eso es un problema, porque si sus decisiones se basan en datos incorrectos o inexistentes y continúan ignorando los datos, se dirigen a un colapso.

Creo que ahí es donde estamos en la actualidad. Creo que la filosofía debería tener una base neurológica. Tenemos que basarlo en la ciencia neurológica porque ¿qué más hay? Si tienes una idea filosófica de cómo los humanos pueden y deben comportarse, pero no la has construido sobre la neurología de cómo funcionan realmente el cerebro humano y la conciencia, es inútil. Es peor que inútil, en realidad te arrastrará en la dirección equivocada. Me gustaría ver una unificación de la ciencia y las ciencias «blandas» y lograr que esos idiotas finalmente estén de acuerdo con los hechos. Bueno, ni siquiera tienen que estar de acuerdo, solo tienen que venir y verlo. Están en fase de negación porque no les gusta lo que tiene que decirnos. La ciencia siempre te dirá cosas incómodas y no puedes ignorarlas. Es uno de nuestros mayores fallos como especie, nuestra capacidad para ignorar por completo lo que tenemos delante. Estoy con Robert Heinlein en este caso: «¡Infórmate de los hechos!».

Mencionaste un momento de cristalización para ti al leer los cuentos de William Gibson en los años 70 y 80. La influencia de esa mezcla de ciencia ficción y noir de Gibson está clara en la trilogía de Kovacs: Raymond Chandler en el mundo ciberpunk.

Porque eso es básicamente lo que ya había hecho Gibson. Aunque ahora sostiene que nunca le gustó mucho Chandler. Es un gran fan de Dashiell Hammett. Pero sí, llamaban a Gibson «el Chandler de la ciencia ficción», así que me dije «¿quién es ese tal Chandler?». Comencé a leerlo y de Chandler pasé a todos los que heredaron su estilo. Y luego pude ver algo que ya sabía. Sabía que lo que hacía Gibson era potente, pero no sabía por qué. Y luego, cuando leí noir, pensé «por eso es tan bueno, por su comprensión del comportamiento humano». Creo que eso fue lo que más me gustó. Sabía que Gibson había conseguido algo y era algo muy potente. Y cuando comencé a leer noir y entendí por qué me impactaba tanto, nunca más miré hacia atrás.

Tu primer libro se publicó en 2002. ¿Cuándo empezaste a jugar en otras ligas como cómics o videojuegos?

El cómic apareció unos dos años después de la publicación del libro, creo que en 2004. Básicamente fue debido a una editora de Marvel, Jenni Lee. Leyó Carbono modificado y le gustaron los personajes femeninos, así que contactó conmigo y me dijo: ¿te gustaría trabajar un poco en este personaje de Viuda Negra? Eso fue en 2004 y lo hice durante unos dos años. Fue muy divertido. Realmente lo disfruté. No vendimos muchos ejemplares porque no era un personaje popular. Es interesante porque el cómic fue muy bien recibido por la crítica, pero a los lectores habituales no les gustó en absoluto lo que hice con él. Una vez que me fui de allí trajeron a otros guionistas que rápidamente borraron las direcciones en las que estaba yendo y regresaron a la antigua Viuda Negra.

Lo de los videojuegos fue bastante similar. Fue alrededor de 2008 cuando la gente de Electronic Arts, que de nuevo eran fanáticos de los libros de Kovacs, me llamaron y me dijeron «¿te gustaría subir a bordo y ayudarnos con un juego que estamos desarrollando?». Fue un período de unos tres, tal vez cuatro años, en el que fui como una especie de sicario para un juego AAA. Estuvo muy bien pagado. Era un tipo de trabajo muy diferente al de escribir novelas, así que realmente lo disfruté. Pero la escritura de mis novelas se resintió porque literalmente no tuve tiempo para ellas. Todo iba llegando de la mejor manera posible, alguien te llamaba y te preguntaba si querías hacer algo. Y tú podías ir diciendo que este no… este no… ¡oh, este sí!

Escribir es una actividad solitaria, pero no tanto en el caso de una novela gráfica ni mucho menos en un videojuego.

Sí, desde luego. Escribir novelas es la profesión más solitaria. La escritura de cómics aún es bastante dispersa. Es muy raro que estés en la misma ciudad que el tipo que está haciendo el dibujo o los colores. Con Viuda Negra yo estaba en Glasgow, el colorista estaba en Zagreb y Bill Sienkiewicz estaba en algún lugar de Massachusetts. Bastante disperso, pero al menos tenía la sensación de que estábamos colaborando. En los videojuegos estás constantemente en reuniones. Estás yendo y viniendo a hablar con algún departamento. Y después está el hecho de que los cambios que propones sean importantes. En una novela estás solo tú. En el cómic sigues siendo relevante, pero tal vez no seas la firma más importante. Y cuando se trata de videojuegos, esencialmente está brindando un servicio de soporte, porque la narrativa de los videojuegos es importante, pero es solo un pilar más para respaldar el juego. En realidad, lo que importa en un juego son las dinámicas del juego y tú estás ahí para mejorarlas proporcionando algún tipo de compromiso emocional y ofrecer a los jugadores una idea de lo que están haciendo, lo que la mayoría de los juegos necesitan.

Creo que la industria de los videojuegos lleva tiempo en este largo viaje y todavía está en el proceso de darse cuenta de que la historia es importante. Ahora tienes a gente dentro de la comunidad de jugadores en mundos abiertos que no quieren ningún tipo de restricción y no quieren que se les diga que hagan ciertas cosas. Pero en las historias que realmente funcionan, los juegos que realmente destacan como la serie Far Cry, por ejemplo, hay una narrativa arraigada, y esa narrativa es una gran parte de lo que impulsa el juego. Al mismo tiempo, tienes a gente como Naughty Dog que están sacando The Last of Us, ofreciendo una experiencia muy cuidada porque no pueden dejar que mires hacia el lado equivocado cuando suceda algo emocionalmente importante. Existe una especie de reacción contra la narrativa dentro de la comunidad gamer, pero creo que hemos llegado al punto en el que ahora todos aceptan que la necesitamos. Ahora estoy trabajando con Gunzilla Games, que están creando un shooter multijugador. Y entendemos las narrativas como una característica importante del shooter multijugador, lo que es todo un desafío.

Richard Morgan

Desde la perspectiva de un creador de videojuegos, ¿qué opinas de ideas como el Metaverso de Facebook? ¿Crees que es poco más que un tributo a Neal Stephenson o es el paso natural en nuestra sociedad?

Todo eso está al caer. No hay forma de escapar, pero realmente no creo que Zuckerberg sea el tipo adecuado. Mi preocupación por la tecnología es que parece estar en manos de un pequeño grupo de personas extrañas que a menudo están muy desconectadas de lo que yo consideraría una experiencia humana normal, y desafortunadamente tienen este colosal poder financiero y económico. Las decisiones que toman son muy a menudo malas decisiones, porque claramente no son lo suficientemente maduros ni lo suficientemente neurotípicos para entender qué es la condición humana.

Elon Musk es otro ejemplo de ello. Tiene una obsesión por el espacio y Marte. Y es como, vale, vayamos a Marte, veamos qué hay ahí. Veamos qué aporta eso en términos de ciencia útil y desarrollo. Pero ¿de qué sirve ir a vivir a Marte? Musk tiene esa visión salida de la ciencia ficción de la Edad de Oro del hombre saliendo al espacio. ¿No tendría mucho más sentido si solo enviáramos máquinas dado que nuestras telecomunicaciones son muy buenas? Puedo vernos construyendo en la Luna. Puedo vernos llegando a Marte. Pero sigo pensando que lo inteligente es que la mayor parte de eso la hagan las máquinas. ¿Por qué tenemos que ir? ¿Sabes qué? ¡Aquello es horrible! Recuerdo que Bruce Sterling dijo que Marte es un millón de veces menos acogedor que el desierto de Gobi. Y no se ve gente corriendo a colonizar el desierto del Gobi. Nadie quiere vivir ahí. Entonces, ¿por qué queremos vivir en Marte? Los tipos como Musk no parecen entender eso. No lo hacen. Les falta un punto de algo. Hay cierta falta de perspicacia.

De hecho, tuve un breve intercambio con Musk en Twitter antes de que me echaran de allí, aunque esa es otra historia. Pero tuve un breve intercambio con Musk a raíz de que hablara de sus pensamientos políticos en términos de las novelas de Iain Banks. ¡Colega, eso es fantasía! Ni el propio Banks lo consideraba real. Y si algo así llegara a surgir, estamos hablando de miles de años en el futuro. Es algo que los humanos probablemente no podrán hacer hasta dentro de dos mil o tres mil años. Basar sus ideas políticas en algo así da miedo en un hombre con tanto poder. Y le dije que respetaba los logros tecnológicos que ha desarrollado, pero es como si alguien llegara a SpaceX y dijera, de acuerdo, ¿dónde ponemos los torpedos de fotones?

El Metaverso de Facebook proviene de las ideas de Snow Crash, donde las personas comienzan a estar cerca de vivir más tiempo en mundos virtuales que en los físicos. ¿Cómo crees que eso podría afectarnos?

Creo que aún pasará mucho tiempo antes de que puedas elegir vivir virtualmente y dejar tu cuerpo atrás. Y nuevamente surge la pregunta, ¿qué haces con tu cuerpo? Porque alguien tiene que limpiarlo y asegurarse de que no se atrofie y demás. Somos seres físicos. A pesar de Carbono modificado, soy muy materialista en ese sentido: no estás en tu cuerpo, eres tu cuerpo. Así que mi pregunta siempre será «está bien, entonces vas a tu espacio virtual y realmente te gusta porque puedes parecerte a Brad Pitt o Angelina Jolie. Y puedes vivir para siempre y hacer lo que quieras, pero sigues siendo una entidad física en el mundo real. ¿Quién te va a cuidar?». Está genial si eres Jeff Bezos o Zuckerberg porque tendrás tanto dinero que podrás pagar a un equipo de médicos para que se aseguren de que tu cuerpo esté bien. Pero eso no es accesible para los humanos en general, por lo que tendremos el problema del mantenimiento. Con la ciencia siempre es una cuestión de «sí, pero ¿quién va a limpiar los lavabos?». Es un tema muy interesante, especialmente con el auge del feminismo, porque obviamente la respuesta a esa pregunta a lo largo de nuestra historia siempre han sido las mujeres. Habrá que tenerlo en cuenta.

Y a un nivel más filosófico, ¿realmente queremos eso? Somos entidades físicas, ¿realmente queremos un futuro en el que tratemos desesperadamente de negar eso? ¿No sería mejor si prestamos más atención a nuestro yo físico o buscamos mantenernos en mejor forma, comemos mejor…? La buena vida, si se puede decir que existe tal cosa, vendrá de una revisión de cómo vivimos físicamente. Todo lo virtual no parece más que un refugio. Como si no pudiera hacer frente a la fisicalidad del universo, así que quiero esconderme aquí porque aquí puedo inventar las reglas. A un nivel muy básico, creo que es cobardía y me preocupa cuáles podrían ser las implicaciones sociales de eso, porque será como la versión expandida del hecho de que cuando veo una noticia ahora, es tan probable que vea una titular sobre un nuevo programa de Netflix como sobre una hambruna en Etiopía. Literalmente ha llegado al punto en que el entretenimiento se ha vuelto tanto o más importante que las historias sobre lo que realmente está sucediendo en el mundo. Y esto es la siguiente iteración de pesadilla de eso, donde no nos preocuparemos por el asteroide que se acerca o lo que sea, porque estaremos demasiado ocupados disfrutando de nuevas series o programas virtuales.

Richard Morgan

Los científicos a veces saben qué hacer, pero no piensan por qué tienen que hacerlo.

Es de Jurassic Park, ¿no? «Estabas tan ocupado tratando de saber cómo hacerlo que nunca te preguntaste si deberías hacerlo». Creo que Hollywood es extremadamente conservador a este respecto, siempre con ese terror a las nuevas tecnologías. Creo que esa es una vía errónea. Somos una especie tecnológica. Todo lo que nos hizo es nuestra tecnología. La tecnología somos nosotros. No podemos ignorarlo. Parece que estamos en plena negación y eso realmente me asusta porque, por lo general, así es como surgen las guerras religiosas. Creo que el cambio climático es real y será un gran problema en el futuro y solo ahora estamos empezando a entenderlo. Y parece que no tenemos la voluntad política para abordar muchas de las desigualdades que tenemos en este momento. Nos enfrentamos al resurgimiento de lo que es esencialmente fascismo en China, en Rusia, en otros lugares y dentro de la Unión Europea incluso, y todo esto hace que la gente se sienta incómoda y el problema está en que, en lugar de afrontarlo y decir, mierda, tenemos que hacer algo constructivo con estas cosas, por difícil que sea, parece que nos escondamos.

Todo es demasiado difícil, demasiado complicado, no quiero pensar en eso, y ya sabes, eso es el  capitalismo tardío. No me malinterpretes, el capitalismo es un gran motor, no me vas a ver con un cartel que diga «muerte al capitalismo». Es el mejor motor que tenemos, pero creo que el problema con el capitalismo tardío es que, habiendo satisfecho las necesidades básicas, ahora satisface nuestros caprichos y nos enseña a que no debemos sentirnos mal. ¿Tienes hambre? Come esto. ¿Están tus hijos aburridos? Déjales ver eso otro. Siempre hay una solución para tu malestar, y no nos damos cuenta de que una gran parte de la condición humana se basa en ese malestar. Si eliminas eso, tendrás una especie de humano desapegado, alguien que realmente no comprende cuál es su condición. Eso es lo que realmente me preocupa. No veo señales de que vaya a cambiar, porque obviamente el capitalismo es un motor muy potente, pero lo hemos encendido, lo hemos dejado funcionando y no estamos pensando lo suficiente en ello, porque desafortunadamente se está degradando.

Es algo que hemos desarrollado y ahora debemos asegurarnos de que se administre y regule correctamente, porque eso es lo que se hace con todo. No fabricamos coches sin seguridad porque «¡oye, es el hombre del motor de combustión interna, ya sabes, no lo frenes!». Es ese tipo de pensamiento que con cualquier tipo de ciencia o cualquier tecnología se consideraría una locura. Es como construir reactores nucleares y no preocuparte por los protocolos de seguridad o sistemas de apagado. Se trata de un rechazo básico a aceptar la complejidad y la incomodidad.

Uno de mis fragmentos favoritos de cualquier novela que haya leído nunca no es de una obra de ciencia ficción, sino de una novela policíaca de Lawrence Block. Es un escritor de Nueva York que escribió una serie de novelas sobre Mathew Scudder, un policía alcohólico rehabilitado que vive en Nueva York. En la mayoría de los libros, el tipo va a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, y hay una parte brillante en la que va a una reunión y una mujer está teniendo su pequeña charla con el círculo. Y ella dice «pasaron treinta y siete años de mi vida hasta que entendí que no hay ninguna ley que diga que debo sentirme bien en todo momento. Cada vez que me sentía incómoda, echaba un trago. Hasta que entendí que la incomodidad no me mataría y que tenía que afrontar mi malestar y lidiar con él». Recuerdo leerlo hace unos años y pensar que era casi la imagen perfecta de lo que estaba pasando en aquel momento. Hemos perdido la disposición para soportar el malestar y de sentirnos incómodos al comprender que, en realidad, nunca hay buenas opciones entre las que elegir. Hay que elegir lo menos malo.

Una de las razones por las que el Partido Laborista perdió las últimas elecciones en Reino Unido fue porque nadie tenía fe en Jeremy Corbyn como líder, o al menos nadie que tuviera más de quince años, ya que era literalmente incapaz de afrontar cosas malas. Cuando surgió la cuestión de que hay un desempleo perenne en áreas que solían tener comunidades mineras, habló de reabrir minas de carbón. «Tío, hemos dejado claro que las minas de carbón son una muy mala idea». «Oh, pero esta gente no tiene trabajo. Quizás deberíamos considerar la posibilidad de extraer el agua de las minas». ¡No! Con los submarinos nucleares estaba la cuestión de si Gran Bretaña renovaba su fuerza disuasiva. Él es antinuclear, pero dijo que hay muchos trabajos para la construcción naval y dijo con toda honestidad que quizás podríamos construir los submarinos pero no ponerles misiles nucleares. Si te conviertes en primer ministro de este país, todos los días te enfrentarás a situaciones en las que no hay una buena opción, donde la elección es la opción menos mala, y tendrás que comprometerte y tendrás que hacer cosas que realmente preferirías no hacer, y eso es porque así funciona la política. Y, lamentablemente, tenía muchos seguidores, especialmente entre los jóvenes. Era el partido enrollado, el de estamos a favor de las cosas buenas y estamos en contra de las cosas malas.

Creo que estamos en un problema de extrema inmadurez y alguien tiene que ocupar el asiento del conductor. Tenemos que tomar el control y volver a las verdades físicas sobre quiénes somos. Pero antes de que las personas que tienen el conocimiento para hacer esas cosas puedan hacerlo, se necesita una voluntad general de cambio entre la población. Tienes que elegirlos. Necesitas nombrarlos. Tienes que pagarles impuestos. Eso los financiará. Estas cosas tienen que suceder y para que eso suceda, el mundo occidental tiene que despertar. Hay que acabar con esta visión teñida de rosa de cómo deberían ser las cosas. Pero no tengo esperanzas al respecto.

Leyes de mercado es una novela distópica en la que has hecho tu crítica más obvia a ese sistema capitalista y al neoliberalismo.

Leyes de mercado fue literalmente el intento de decir: «Quitemos los frenos para que nada importe ahora, excepto el mercado de valores, la rentabilidad y los ingresos. Veamos cómo sería». Es una fisicalización de esa metáfora en un mundo cercano. Es probablemente, como dices, lo más cerca que he estado de una crítica abierta al sistema.

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El uso de la violencia en esta novela ha sido muy criticado. Parece un fenómeno cercano a la recepción que tuvo Michael Haneke con Funny Games. Ambas muestran lo real que es la violencia y sobre todo sus consecuencias. Algo que echas de menos en las películas de superhéroes.

Exacto. El mundo de los superhéroes está lleno de violencia, pero es violencia de dibujos animados en el sentido de que no tiene consecuencias. Todo el mundo es superheroico y le puede caer un edificio encima sin problema. Es interesante porque para mí, como escritor, como narrador, veo esas películas y pienso «aquí no hay nada». Cuando Scorsese criticó el cine de superhéroes, todo el mundo se lanzó a su yugular, pero tenía toda la razón. No es una forma de narrativa, es un paseo por un parque temático. Todo este enorme éxito en taquilla de los superhéroes ha contaminado el nivel freático de la narración. En casi todas las películas de este tipo, uno de los personajes dice «vamos a salvar el mundo». ¡Tío, ese es el subtexto! ¡No es necesario que lo digas! Pero necesitan decirlo porque no confían en su audiencia. No confían en que sean lo suficientemente inteligentes como para resolver las cosas. Y también está el hecho de que todo tenga que ver con salvar el mundo. Una de las mejores cosas de la película original de Blade Runner fue que en realidad se trataba de cinco o seis personas y lo que les sucede en la historia. Los temas son universales, son globales y conciernen a todos, pero se ven a través del prisma de experiencias muy personales de un número muy reducido de personas, y eso es lo brillante. Lo hemos abandonado un poco. Parece que nos falta la confianza para poder contar ese tipo de historia donde lo que hace el héroe al final es poco más que sobrevivir y salvar a su pareja, y eso es todo. Pero ahora todo va sobre salvar el mundo.

«El noir es lo opuesto a Disney», dijo alguien del público cuando estabas tratando de definir ese término en una conferencia.

Ali Karim, sí. Lo clavó. Nunca lo escuché mejor expresado. El noir comprende que las cosas no irán bien al final. En el mejor de los casos, puedes sobrevivir y quizás hacer un poquito de bien. La forma en que suelo decirlo es que puedes salir con vida y quizás sacar a alguien de los escombros sobre tu hombro, pero eso es todo. Más allá de eso, lo que puedes lograr como individuo es extremadamente limitado. El noir lo entiende así, pero Disney trata desesperadamente de negarlo. Lo que estaría bien si Disney solo entretuviera a los niños, pero no es así. Se ha convertido en un entretenimiento para toda la población. No es extraño que China lo haya adoptado, porque les encanta esa mierda. Desconecta por completo a la población de cualquier sensación de consecuencias a nivel de calle. Todavía recuerdo Hero, una película china en la que básicamente toda la historia es «sí, maté a tu familia, pero sabías que estaban en mi camino y yo soy el emperador y tenía que actuar así». Y al final el otro dice: «De acuerdo, tienes razón. Sí, es bastante justo». ¿Perdón? No podía creerlo cuando llegué al final de la película. Pensé, ¿en serio? ¿Así es como va a quedar todo?

Es una narrativa que se adapta mucho a los regímenes autocráticos. Si puedes evitar que la gente piense es muy fácil controlarlos. Es interesante porque anoche estuve en una mesa redonda y hubo una discusión sobre si el futuro de la ciencia ficción es ciberpunk o es solarpunk. Si es positivo o negativo. Y todos estuvimos bastante de acuerdo en que era mucho más complicado que eso. Los buenos futuros imaginados tienen textura y vas a tener un poco de esto, un poco de aquello, y nunca será solo una cosa u otra. Casi todos estuvimos de acuerdo en ese punto. Pero el moderador siguió presionando con ese tema. «Oh, sí, pero sabéis que debemos tener una nueva visión. Tenemos que movernos hacia una nueva forma de ver las cosas». Y yo dije, «no, acabamos de explicarte por qué no puedes hacer eso, nunca será tan simple». Pero se continúa impulsando esa narrativa y creo que es un problema que se origina en la sociedad. Lo económico te da la sensación de que tus caprichos y deseos son importantes. Refuerza esa subjetividad, ese centro de casi solipsismo. Lo que importa soy yo. Y luego las redes sociales simplemente lo potencian, es una máquina para reforzar ese ciclo que termina con estas personas increíblemente ensimismadas. Da miedo.

Los géneros se están convirtiendo en tendencias de mercado.

Es extraño. Nunca hubo un manifiesto a favor del ciberpunk, simplemente surgió. ¿Cuál es el otro lado de la ecuación? Existen manifiestos para todo. Hicieron una antología de historias, todas historias superpositivas sobre tecnología, y eso fue un manifiesto. Y luego vino el Manifiesto Mundano. Y luego el solarpunk, y en todos los casos creo que son deseos confeccionados y construidos. Es como si quisiéramos una ficción que hiciera esto, esto, esto y esto. Antes del ciberpunk y el noir, nadie se sentó a decidir qué debería ser. Simplemente escribieron lo que sentían. Los tipos que escribieron el noir, muchos de ellos, habían regresado de la guerra. Chandler estuvo en la Primera Guerra Mundial. Hammett también. Son tipos que han visto lo peor que la humanidad puede hacer y regresaron y escribieron su forma de interpretarlo. Pero no fue un manifiesto. Siempre siento que cuando surge este argumento es desigual en el sentido de que, por un lado, tienes a personas con unos planes muy concretos y, por el otro lado, solo tienes a personas que dicen «bueno, así es como veo cosas». Me impacienta la gente que pretende planificarlo todo. Esto no es un producto. La novela se convierte en un producto, pero no es un producto. Si es bueno, serán las vísceras de alguien lo que encuentres en la página.

Me has hecho pensar en Kurt Vonnegut y su paso por la Segunda Guerra Mundial. Su enfoque sobre la guerra en Matadero 5 fue totalmente rompedor.

Sí, pero de nuevo: Vonnegut estuvo allí. Vio esas cosas. Me parece muy interesante porque lo que tenemos ahora es una gran falta de imaginación. Siempre se produce un rechazo cuando los artistas te muestran algo que te hace sentir incómodo. Una de mis películas favoritas de todos los tiempos y creo que una piedra de toque cultural es El bueno, el feo y el malo. Algo muy extraño que sucedió con esta película fue la forma en que, cuando salió, los críticos la interpretaron como una especie de festival de violencia. En primer lugar, no hay tanta violencia, y cuando la hay, el drama no viene de los tiroteos sino de todo lo que lleva hasta el tiroteo. Y en segundo lugar, de lo que creo que trata la película es de todos esos otros momentos de paz llenos de humanidad.

Para mí, esa película trata sobre el capitán borracho en el puente, o del soldado moribundo que entrega su abrigo al final. Trata de la sensación de que estamos perdidos en el mundo y hay pequeños momentos en los que puedes ser compasivo y tienes la oportunidad de cambiar las cosas de alguna manera. Pero todo eso se perdió. La respuesta crítica fue mordaz. Esos críticos eran estúpidos. No podían ver lo que estaba pasando allí, y seguimos teniendo ese problema a día de hoy. Como con el tema de ese relato titulado «I Sexually Identify as an Attack Helicopter», de Isabel Fall. Me impactó la forma en que se interpretó de manera tan errónea. La gente lo leyó y asumió solo por el título que era antitrans, cuando no solo no es antitrans, sino que está escrito por una persona trans, algo que pasó desapercibido para la mayoría de personas.

El tema es que era una obra de ficción interesante y muy bien escrita y debería haber sido premiada como tal. Y en lugar de eso, la gente vio el título y simplemente saltó sobre él. Como resultado, su autora sufrió por eso. Es ese tipo de estupidez activista a corto plazo. De saltar sobre las cosas en lugar de pensar, ver los datos, fijarse en la evidencia. Entender la realidad. Supongo que como especie siempre hemos tenido problemas con eso. Siempre hemos sido buenos tratando de evitar la realidad. Todo en nuestras vidas ha sido de alguna manera un intento de esquivar las verdades más desagradables sobre la existencia humana, supongo. Pero espero que vayamos más allá de eso. Dicen que la religión en general está en declive, pero el problema es que hay fórmulas nuevas que están ocupando ese espacio. La cuestión de la identidad se ha convertido en una de las nuevas religiones y trae las mismas trampas que las antiguas. Es como si hubiera fieles, infieles, los que pecaron contra el credo…

Richard Morgan

Has dicho muchas veces que tienes suerte porque siempre has escrito lo que te apetecía en cada momento. Tengo amigos escritores que se sienten encorsetados por sus editores. Dicen que les piden el mismo libro una y otra vez.

Claro. «Queremos un libro como el último y luego otro igual». Queremos que la gente sepa lo que obtiene de ti, y así poder maximizarlo como producto. Soy muy afortunado porque tanto Gollancz como Del Rey en los Estados Unidos me apoyaron y jamás intentaron que yo hiciera eso. Me editan como todos los demás, pero nunca han intentado decirme: «Estás contando el tipo de historia equivocado». O, «¿No sería mejor si hicieras esto con ese personaje?». Siempre es una edición funcional, «Esta pieza no funciona. Hay demasiada digresión aquí» o «¿Puedo tener más detalles sobre esto? No entiendo por qué este tipo se está comportando de esta manera», así que he tenido mucha suerte. He tenido mucha suerte con las editoriales y las editoras que he tenido. Pero no siempre es así.

Después de jugar algunos años con la ciencia ficción, comenzaste a escribir tu trilogía Tierra de héroes. ¿Era algo que tuviste en mente durante mucho tiempo o necesitabas un descanso de la ciencia ficción?

Algo que tenía muy claro era que ya tenía suficiente con Kovacs. Tenía suficiente de ese mundo y escribí Black Man, que de alguna manera era diferente, pero sentí que en muchos aspectos era similar a lo que había estado escribiendo antes. Así que sí, creo que parte de eso fue como, «está bien, es hora de hacer algo diferente». Pero también crecí leyendo mucho sobre Michael Moorcock. Era un tipo al que realmente no le importaban los límites del género. Escribió ciencia ficción. Escribió fantasía. Escribió fantasía científica. Mezclaba los géneros. Yo nunca tuve un problema con la división entre magia y tecnología y demás. Había escrito tres bocetos de personajes que resultaron ser los tres personajes de la trilogía. Es una de esas cosas que van con el éxito. Cuando has tenido éxito, la gente a menudo te da dinero para hacer lo que quieras. Así que se los mostré a mi editora. Le dije que tenía esos bocetos de personajes. Echó un vistazo a las tres piezas breves que había escrito. Eran realmente cortas. Las tres probablemente ocupaban menos de diez mil palabras. Las miró y dijo: «Está bien, entonces, ¿de cuántos libros estamos hablando?». Y yo no tenía ni idea, era un único libro en mi cabeza. Y entonces vino una especie de momento de El padrino en el que me dijo: «¿Cuántos…?». «No lo sé. ¿Tres?». «¡Correcto! Aquí tienes un contrato». Y sí, firmé para hacer una trilogía de fantasía y no era mi intención en absoluto. Pensaron que podía hacer algo con eso. No es broma, no tenía historia, no tenía nada, solo tenía una especie de resumen de la personalidad de Ringill, otro de Dragonbane y otro de Archeth. Eso es todo.

Llegaste a casa y dijiste «tengo trabajo que hacer».

«Ahora tengo que hacer algo con esto». Pero en cierto modo eso fue una especie de liberación, porque el hecho de que no tuviera nada significaba que podía hacer cualquier cosa. Podía ir a donde quisiera, así que cuando comencé a escribir todo estaba sobre la mesa y dije «sí, elfos, está bien, pero los haré un poco diferentes y habrá una espada mágica y…». Trata principalmente de los personajes. Es gracioso porque hay un chico al que conozco, un chico gay, que es mi traductor al italiano. Lo conocí hace un par de años y me dijo: «Me encantó ese momento en Solo el acero donde se enfrentan al hecho de que van a tener que luchar y todos los soldados del Imperio se quieren ir. Quieren huir. Quieren retirarse más al sur y buscar un lugar mejor para luchar y Ringill pierde los estribos y comienza a gritar: «¡Nos quedamos aquí! ¡Lucharemos contra ellos aquí!», y cuando termina, sale corriendo de la habitación y Dragonbane, que es ese tipo de macho bárbaro enorme, simplemente dice «Bueno, estoy con el marica»». No pensé en eso cuando lo escribí. Era como un momento cómico, pero también un momento de pasión porque estos muchachos han pasado por un infierno juntos y es como «lo siento, estoy con él». Y mi traductor me dijo: «Me hizo llorar porque tienes a ese tipo que es todo lo heterosexual que se puede llegar a ser, y habla de forma casual sin ningún tipo de teatro». Dijo que eso realmente le emocionó y le hizo sentir bien porque era ese tipo de declaración de «no me importa lo que seas ni me importa lo que hagas en el dormitorio. Eres un camarada de armas, nos hemos mantenido unidos y casi morimos juntos. Luchamos juntos. Eso es lo que importa, es el núcleo de la amistad, es lo que mantiene unidos a esos dos tipos». Y cuando me lo dijo también me atrapó porque no soy gay, pero me las arreglé para escribir algo que se acercó y emocionó a este tipo y dije «joder, tío, no se puede pedir más». Esa es la recompensa. Solo el acero trata sobre todo de momentos como ese. Estos pequeños momentos entre personajes.

Richard Morgan

¿Te gusta discutir todos esos aspectos con tus editores o prefieres terminar un primer borrador y luego mostrarlo?

Siendo sincero, me considero muy obsesivo. No escribo un borrador. Es un poco como ver subir la marea, hago algunos capítulos, retrocedo, pulo, hago algunos capítulos, retrocedo, pulo… y crece lentamente y no suelo mostrárselo a nadie hasta que está listo, momento en el que la primera mitad está extremadamente pulida y la segunda mitad tal vez no tanto. He intentado cambiar eso y dejar que mis editoras echen un vistazo a lo que tengo. Confío en mis editoras, me refiero a ambas. La editora de Nueva York y la editora de Londres. Ambas son mujeres brillantes y confío en que me darán una opinión honesta, así que no me importa que la vean. Pero es un viaje muy personal y no suelo pensar que mostrárselo a alguien vaya a ayudar tanto. Tiendo a querer conservarlo hasta que esté listo, y cuando esté listo no será un primer borrador. Será algo así como un quinto o sexto borrador, e incluso el final lo habré repasado dos o tres veces. Luego se lo daré a las editoras y, obviamente, se les ocurrirán cosas que tendré que cambiar. Pero eso se debe a que nunca conocí otra forma de hacerlo. Cuando aún no te han publicado, vives muy aislado y pasas todo tu tiempo a solas con el manuscrito. Estoy acostumbrado a eso. No siento la necesidad de una opinión externa y te prometo que lo estoy probando, pero siento que no soy yo.

Y ahora está trabajando en la continuación de Thin Air.

Hubo algunas cosas en Thin Air que nunca se explicaron y mi editora me dijo: «Eso tiene que publicarse. Hay demasiada información pendiente». Eran algunas cosas que no se abordaron y me gustaba el personaje y los escenarios. Pregunté a mi editora «¿crees que hay más de un libro sobre este tipo?». Y ella dijo: «Sí, creo que puedo ver un par de libros». Así que volví al material y trabajé en lo que me quedaba. Ya sabes, los extras del DVD, y luego traté de construir una historia basada en eso y está avanzando lentamente, porque no me siento impulsado por los mismos imperativos que con Thin Air, porque Thin Air se trataba de una especie de repulsión hacia todo el entusiasmo por Marte que ves a tu alrededor en este momento. Y cuando te fijas en algunas de las personas que están impulsando esto, piensas «bueno, si sois vosotros los que van a Marte, no contéis conmigo».

Se trataba de imaginar cómo sería si esos tipos fueran a Marte. Si la derecha republicana en Estados Unidos más Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg fueran a Marte, es como «Dios mío, ¿en qué se va a convertir eso?». Fue un intento de abordar esa idea, mirarla y decir «¿Estáis seguros?». Me divertí mucho con eso, porque Veil es un personaje que no es de allí y odia el lugar. Así que es un personaje perfecto para toda esta especie de crítica amarga sobre la forma en que funcionan las cosas. Y él admite que la Tierra no es genial, pero odia el tipo de entusiasmo ciego de los marcianos. Sí, me divertí con ese hombre, así que todavía quiero hacer más con él, pero ahora es un poco más complicado. ¿Adónde llevar la historia? ¿Qué hacer con él? No puedes simplemente repetir. No puedes hacer lo mismo. Algunas personas pueden, ojalá yo pudiera.

Es como con las novelas de Kovacs, cuando salió Ángeles rotos era un tipo de novela completamente diferente, obviamente, y sé que mucha gente estaba muy molesta porque pensaron que escribiría una secuencia interminable de historias futuristas de detectives noir con este personaje. Para mí no iba de eso, e incluso hay más. Había pasado mucho tiempo escuchando a la gente hablar sobre Kovacs y decir, «bueno, ya sabes, es un tipo muy duro y tal vez moralmente ambiguo, pero tiene un código». Hay una voluntad de malinterpretar al personaje como mucho más agradable de lo que realmente es, y por eso creo que, en muchos sentidos, Ángeles rotos fue una reacción a eso. Fue como, «está bien, mira. En Carbono modificado estaba de vacaciones. Bien, este es él en el trabajo diario». Fue interesante porque pude empujar al personaje en algunas direcciones que realmente no exploré en el primer libro, y lo mismo sucedió con el tercero. Creo que eso es importante, así que con el segundo libro de Veil quiero ver algunas cosas que tal vez no abordé, pero no será el mismo tipo de libro de la misma manera que Ángeles rotos no era el mismo tipo de libro que Carbono modificado, pero el contexto es el mismo. Todavía está en Marte, todavía está cabreado, todavía tiene relaciones sexuales con personas inapropiadas. Lo estoy disfrutando.

Si en un futuro próximo llegamos a escenarios como los de tus novelas, ¿te sorprenderás o dirás algo como «os lo dije, perras»?

[Risas] Probablemente lo último. Con los libros de Kovacs es difícil, porque están a siglos de aquí. No lo veré, afortunadamente. Pero de vez en cuando miro las noticias y creo que Leyes de mercado no estaba tan lejos. Está hecha para causar cierto efecto y para impulsar una metáfora, pero en muchos sentidos, muchas de las cosas que suceden en esa novela se pueden ver ahí fuera. No son exactamente iguales, pero la dinámica está ahí. En Marte no lo sé, porque creo que todavía no sabemos nada en términos de lo que realmente significa ir allí. Hay algo extraño en eso de que la gente simplemente vaya y se quede allí. No conozco a nadie que pueda pasar la prueba para ser un astronauta y a la vez se vea capaz de hacer eso. Musk dijo «todo lo que quiero es morir en Marte». Está bien, vete allí tú solo. Debería ser fácil de organizar. Pero la idea de que encontrará a todos estos individuos maduros competentes, bien entrenados y equilibrados que simplemente dirán «sí, dejaré todo esto atrás y nunca volveré»… no lo veo. En el mejor de los casos, creo que probablemente podrías conseguir que la gente se quedara allí durante tres años o algo así.

Creo que hay un montón de novelas interesantes que escribir sobre ese tema, y si pudiera dedicarme a hacer la investigación sobre la tecnología, incluso podría plantearme escribirlas, sobre todo por las preocupantes implicaciones psicológicas de estar allí. El hecho de que, literalmente, no puedes salir nunca al exterior a menos que lleves un traje. Es un entorno completamente extraño en el sentido genuino de esa palabra. La gravedad es diferente. El horizonte es diferente. No sabemos qué efecto tendrá eso en las personas. Hemos evolucionado para vivir en este planeta con todos los aspectos físicos que conlleva. Estamos acostumbrados a una cierta cantidad de luz solar, una cierta cantidad de gravedad, estamos acostumbrados a ciertas formas de ver el mundo que nos rodea. Y no será como estar en el desierto de Gobi. El horizonte se sentirá extraño porque el planeta es mucho más pequeño. Te sentirás inestable porque la gravedad es menor. Mirarás al Sol y pensarás, «maldita sea, es diminuto». Realmente creo que eso tendrá algún tipo de repercusiones psicológicas profundas, y no tenemos ni idea de cómo serán.

Es como entrar en una cámara anecoica.

Si, exacto. Y son cosas que ni siquiera hemos comenzado a abordar. Ya se estudian aspectos como la densidad ósea y la osteoporosis. Y luego hay varias otras cuestiones relacionadas con el tipo de nutrición del cuerpo y demás. Pero ni siquiera han comenzado a pensar en las implicaciones psicológicas de esto. Cómo afectará a las personas que viven durante mucho tiempo en un mundo para el que no están adaptadas. Supongo que puedes entrenar a la gente. Entrenamos a fuerzas especiales para que soporten niveles increíbles de dificultades y para que se mantengan concentrados y cosas así, pero, según entiendo la visión de Musk, no estamos enviando fuerzas especiales a Marte. Vamos a enviar a familias. Vas a llevarte a tus dos hijos pequeños e irte a vivir a este planeta que puede matarte. Creo que iremos allí. No hay duda. Probablemente muy pronto. Me gustaría vivir para verlo. Y volveremos a La luna, obviamente. Creo que será pronto y comenzarán a construir una base lunar internacional, o una base lunar Musk, así que estamos cerca. No tengo ninguna duda sobre eso. También creo que habrá un punto de inflexión muy real.

¿Pero sabes lo que creo que pasará? Y esto está en Leyes de mercado. Creo que inicialmente tendremos una gran fascinación por eso, y dieciocho meses después la gente se aburrirá. Dejarán de prestarle atención. ¿Recuerdas la película Apolo 13? Una de las cosas que más me llamó la atención de esa película fue que dijeran a los astronautas «vas a tener que montar un espectáculo, porque la gente se aburre con la exploración espacial». Y hay otro comentario bastante amargo sobre que es como si tuviéramos que venir aquí y morir para que la gente preste atención. Y creo que será lo mismo. Creo que la gente irá a Marte y durante unos meses, tal vez un par de años, será fascinante. La gente verá las transmisiones en televisión e internet y será igual que algunos de los astronautas de la Estación Espacial Internacional, que se han convertido en una especie de celebridades menores cuando regresan a sus países de origen. Así que seguirán pasando ese tipo de cosas, pero creo que desaparecerá muy rápido. Y será literalmente así porque una vez se hayan ido y se hayan establecido, no habrá nada allí, o tal vez algo como «hemos encontrado estos microbios». Va a pasar mucho, mucho tiempo antes de que suceda algo importante. Quizás empiecen a ser capaces de terraformar aquello o lo que sea. Quizás descubran algunos compuestos nuevos, pero la gente no los vivirá a nivel de especie. Y verás en las noticias algo como: «Y finalmente, los científicos en Marte han descubierto lo que sea», y la gente estará pensando «¡mira a ese tipo, esa camisa que lleva es tan sexista!».

Como en la película District 9, con extraterrestres viviendo en guetos sudafricanos.

Exacto, la gente dejará de preocuparse por eso. Creo que eso es lo que sucederá. Creo que habrá un gran entusiasmo inicial seguido de una especie de «hmmm…». Y finalmente se darán cuenta de que esto no va a ser como en las películas. Que esto no va a ser como el viejo oeste americano. En realidad, solo habrá un puñado de personas viviendo allí. Creo que lo que más se parecerá son esos campamentos en la Antártida. ¿Cuándo oíste hablar de ellos? ¿Cuándo fue la última vez que viste una noticia sobre una base en la Antártida? Pero sí que creo que las personas que están impulsando esto están buscando construir una especie de nueva iteración del rapaz turbocapitalismo de derecha republicana. No sé si viste en las noticias que Musk ya está hablando de que si establecen una base en la Luna, no va a obedecer las leyes de la Tierra. Será un autogobierno. ¿Qué va a significar eso? Estos tipos ya están rechazando el derecho internacional y ni siquiera han llegado allí todavía. Una vez que lo hagan, cualquier cosa puede suceder. Eso es lo que me asusta.

Richard Morgan

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3 Comentarios

  1. Tergiversador de Enredos

    Me parece de lo más interesante la visión que este autor tiene, no de la Ciencia Ficción, sino del presente, de la realidad. Porque al final se trata de eso. Se nota que Morgan es un auténtico aficionado al género, en el sentido de que lo tiene interiorizado más allá del atrezzo y los efectos especiales. La verdadera esencia de la Ciencia Ficción no se encuentra en el futuro, sino en el presente. Un presente desde el que nos imaginamos posibles futuros, donde tocamos las fibras de las posibilidades, para ver si nos gustan, si las queremos o no, si son de verdad lo que necesitamos, o, en cambio, resultan más que nada aterradoras.
    Toma el presente, proyéctalo hacia adelante, y lo comprenderás mejor.
    Precisamente por eso, no me cansaré de repetir que la novela de Ci-Fi verdaderamente buena de Richard Morgan es Leyes de mercado.

  2. A mi me ha aburrido bastante, la verdad. Básicamente me ha parecido pensamiento british medio tras las apisonadoras de Thatcher y Blair. No vote a Corbin que es un iluso. ¿Mejor votar a Johnson, Sr. Morgan?. Crítica al capitalismo pero en plan light que es según él»el mejor sistema». Luego habla de lo irreales que son Zuckerberg y Musk pero se le olvida lo irreales que es su vida para millones de personas que no disfrutan de sus ventajas en la City. Su científicismo de que los únicos hechos o datos provienen de las ciencias duras es del siglo XIX. Sr. Morgan cuando un neurocientífico habla de recuerdos habla de microbiología, y como ese discursos mecanicista no le casa con el recuerdo de su abuela entonces ¿decimos que es un truco? ¿disociamos el cerebro como un genio maligno que nos engaña? ¿cómo?¿No le suena todo eso al punto de partida de Descartes? En eso consistente la explicación materialista, en desvelar trucos? Pero los de ciencias Sociales están equivocados, lo dice… un escritor de ciencia ficción. Pues póngase a la cola de los equivocados.

  3. Pingback: Carta a Mark Zuckerberg. Apuntes sobre el metaverso: un mensaje desde el pasado – LA PARADOJA

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