
Este artículo es un adelanto de nuestra nueva revista Humanismo Digital, ya disponible en nuestra tienda online.
El ojo no se ve a sí mismo
más que por reflejo en otros.
(Julio César, Acto I, Escena II)
Esculpidas con fuego en la forja de Hefesto, las coordenadas del universo homérico encienden el escudo de Aquiles, en el canto XVIII de la Ilíada, y alumbran (en el doble significado de dar a luz e iluminar) la primera écfrasis de la tradición occidental. Es decir: la traducción en palabras —vívida y precisa— de un objeto visual, el eco fonético de una imagen, categoría estética y recurso retórico a la vez. El término écfrasis deriva del verbo griego εκφραζω (ecfrázo), designar, interpretar, explicar hasta el final, y el triple gesto comunicativo —nombrar, observar, describir— dinamiza el trasvase de información entre dos códigos, verbal y visual, que interactúan y propulsan una doble mediación: de la imagen al texto, y viceversa.
«El sentido de Homero parece ser el de poner en duda la oposición entre el movimiento y el estatismo, entre la acción narrativa y la escena descriptiva, y las falsas identificaciones del medio con el mensaje. El escudo es una imagen-texto que muestra, en lugar de esconder, su propio ligamento del espacio y el tiempo, de la descripción y la narración, de la materialidad y la representación ilusionista», observa William J. T. Mitchell en su ensayo Teoría de la imagen. La experiencia de la lectura es ecfrástica en este sentido, por el tránsito entre el código textual y el código sensorial de la imaginación. La movilidad —semántica, sintáctica, fonética— de la palabra escrita se amplifica en su interacción con la visión de quien lee y proyecta, en el nervio óptico de la interpretación, entre personajes y escenarios.
La acotación escénica de una obra de teatro, precisamente, constituye un territorio privilegiado para estimular el impulso ecfrástico. El movimiento descriptivo es bidireccional, se cumple en el texto hacia la puesta en escena (al hacer visible un objeto que solo existe en potencia) y actúa también en sentido contrario, es decir, la evocación de la experiencia visual que se concretará en la representación dramática designa la descripción literaria. Esta capacidad de la acotación de comportarse como un puente levadizo entre la idea dramatúrgica y la praxis escénica adquiere en Shakespeare características propias y se determina como microtexto autónomo, lugar de la experiencia estética del dramaturgo. Desde indicar quién habla o actúa, dividir el drama en actos y escenas, caracterizar espacios, tiempos y personajes hasta proporcionar sugerencias interpretativas, el discurso de las acotaciones dialoga con todos los elementos del texto dramático y contribuye a nombrar el equilibrio de relaciones y conflictos.
La complejidad encapsulada en las acotaciones de un texto teatral, que las estrategias de análisis literario inspeccionan con microscopios, se manifiesta gráficamente a través de técnicas de procesamiento y análisis de datos con herramientas informáticas que, en este siglo XXI, amplían la variedad textual, observándola e interpretándola con telescopios. La visualización de datos funciona, de hecho, como una écfrasis invertida: el código verbal es traducido al código visual, los dos vasos comunicantes pulsan en las coordenadas de gráficos, vectores y leyendas.

«Al leer debemos fijarnos en los detalles, acariciarlos», recomendaba Nabokov en su lección sobre La metamorfosis de Kakfa. El ejercicio de Close Reading (lectura detallada, atenta) plantea el acercamiento a los textos desde la cercanía absoluta, aislando el fragmento para observarlo en su arquitectura específica e insertarlo luego en el conjunto de la obra. Escuchar los sonidos de las palabras, examinar la forma en que se ordenan, las estructuras que componen, cuestionar las significaciones posibles y contrastarlas con el presente, como si cada lectura fuera la primera, ofrece una experiencia fascinante de comunión textual. En el polo extremo, y sin embargo complementario, la práctica de Distant Reading (lectura distante, expresión acuñada por el teórico italiano Franco Moretti, sí, el hermano de Nanni) fertiliza el campo literario con herramientas digitales de colección, análisis y visualización de datos, gracias a la interdisciplinariedad de las humanidades digitales. La intersección de análisis literarios y recursos informáticos dilata la exploración de obras literarias como parte de una red ampliada de producción cultural, permite identificar patrones de frecuencia de palabras, temas o interacciones de personajes para detectar conexiones internas en un corpus variado y examinar las conexiones con el contexto contemporáneo. En concreto, la visualización de redes relacionales revela cómo interactúan entre sí los personajes de las obras de Shakespeare, arrojando luz sobre la dinámica social y las estructuras de poder en juego. La traducción gráfica de datos lingüísticos permite acceder a patrones que no serían tan evidentes con otros métodos de lectura. Así lo macro ilumina lo micro, y viceversa, como en estas écfrasis entre cercanía y distancia — pura seducción.
Network Visualization: Mapping Shakespeare Tragedies es un proyecto de Martin Grandjean, profesor e investigador en humanidades digitales en la Universidad de Lausana, quien se propuso trazar un mapa de la frecuencia y la intensidad de las relaciones entre los personajes de dramas shakesperianos. Cada personaje se representa como un nodo y las conexiones se indican a través de líneas. El grosor de cada línea refleja el número de interacciones, mientras el tamaño del nodo responde a la centralidad, dramática y jerárquica, del personaje en la obra. La traducción gráfica de la red de relaciones permite discernir qué personajes influyen más en la trama o están más conectados. No es casual que Hamlet aparezca relativamente aislado de los demás, a pesar de desempeñar un rol central en la configuración de la red. En cambio, las redes de las comedias muestran entramados más densos, que reflejan la interacción social que articula la trama en su juego de equivocaciones. La polarización de grupos de personajes es evidente en Romeo y Julieta, mostrando visualmente la relación entre familias rivales. Un juego emocionante e imperfecto, como el propio Grandjean define el campo de las humanidades digitales.

Classifying Shakespeare with Networks es un proyecto, similar al anterior en intenciones y distinto en soluciones gráficas, de Cameron Raymond, investigador del equipo de seguridad de sistemas de Open AI (sí, la madre de ChatGPT y de toda su descendencia). El objetivo es clasificar las diferencias entre tragedias y comedias, visualizando las redes de personajes sin analizar los diálogos. ¿Cómo? Priorizando las relaciones que plasman el desarrollo argumental, más allá de las palabras que las mismas conexiones generan. Se trata de un enfoque que otorga centralidad a la posición de cada personaje en su contexto familiar, social, histórico. Los gráficos, además, son dinámicos, desplegando así la variedad de roles que un mismo personaje asume en la red a través del tiempo y sugiriendo el impacto que cada cambio de lugar simbólico produce en la trama. Tan permeable es la obra de Shakespeare.
Tanto que archivos digitales para búsqueda de palabras clave y diagramas de frecuencia —como Open Source Shakespeare, curado por el consultor en transformación digital Eric Johnson para su tesis de máster en George Mason University en Virginia— dialogan con las redes visuales y renuevan la vitalidad del debate acerca de los códigos del teatro isabelino y jacobino, de la novedad lingüística del léxico shakesperiano, del cambio social que el teatro refleja y alimenta. Y la intersección entre disciplinas intensifica la multiplicidad de enfoques, como la propuesta de la analista Kyle Aguilar en la pieza que firmó en la revista Medium en 2020 («NPL Technique’s with Shakespeare’s Plays»): utilizar la tecnología de procesamiento del lenguaje natural (NPL) para clasificar los textos del Bardo y contrastarlos con dramas de sus contemporáneos.
Todo texto se inserta en una constelación de producciones culturales, cuya circulación se produce en espacios físicos y simbólicos que dibujan la topografía de ciudades, lenguajes, redes de interacciones, espacios como teatros, galerías, bibliotecas, librerías. Y una librería, la más famosas de París, lleva justamente el nombre de Shakespeare. Shakespeare and Company Project es un proyecto activo, nacido en 2019, en el Centro de Humanidades Digitales de la Universidad de Princeton. El análisis de datos traza el mapa de personas que visitaron la librería de Sylvia Beach en París a principios del siglo XX, visualizando las relaciones entre clientes habituales (como James Joyce, Ernest Hemingway, Francis Scott y Zelda Fitzgerald, Nathalie Sarraute), extrayendo listas de libros más vendidos y más prestados según el año y el género literario, informando acerca de la circulación de las obras de Shakespeare y de otras literaturas, mostrando la variedad de formas de acceso (miembros, préstamo, compra). Una constelación que vibra en cada librería: lectura, escritura, visión.
Como escribió en 2018 Alessandro Baricco, en The Game: «Sabemos con certeza que nos orientaremos con mapas que todavía no existen, tendremos una idea de la belleza que no sabemos prever, y llamaremos verdad a una red de imágenes que en el pasado habríamos denunciado como mentiras. Nos decimos que todo lo que está pasando tiene sin duda alguna un origen y una meta, pero ignoramos cuáles son. Dentro de unos siglos nos recordarán como los conquistadores de una tierra en la que hoy a duras penas seríamos capaces de encontrar el camino a casa. ¿No es fantástico?».
La versión impresa de Humanismo Digital by Jot Down no solo se lee: se guarda, se hojea y se comparte. Consigue tu ejemplar aquí y forma parte de nuestra comunidad de lectores analógicos. |
![]() |
Bibliografía citada
Alessandro Baricco, The Game, trad. de Xavier González Rovira, Barcelona, Anagrama, 2019.
Vladimir Nabokov, Curso de literatura europea, trad. de Francisco Torres Oliver, Barcelona, Debolsillo, 2020.
William J. T. Mitchell, Teoría de la imagen, trad. de Yaiza Hernández Velázquez, Madrid, Akal, 2009.
«Shakespeare tuvo suerte de que Cervantes no naciera en Inglaterra»
-Jesús G. Maestro