Cine y TV Series

‘Los Fruittis’: obejtivo matar a Naranjito

Los Fruittis. Imagen D'Ocon Films.
Los Fruittis. Imagen: D’Ocon Films.

«Tiene la palabra el señor Nabo». 

Al igual que la emisión en Radio Renascença de «Grándola Vila Morena» daba comienzo a la Revolución de los Claveles el 25 de abril de 1974, el señor Fresón, alcalde de la aldea de los Fruittis, iniciaba, con esa enigmática frase, la que, hasta hoy, es la mayor operación encubierta de control mental en la historia de España. 

Los años 90 despertaban en nuestro país y en el Congreso se fraguaba una nueva ley educativa, la LOGSE, que primaba el desarrollo de capacidades sobre la adquisición de conocimientos. Para su perfecta implantación era necesario borrar de manera inminente cualquier ápice de conocimiento en los niños, era importante que nadie se pudiera cuestionar que lo que la televisión nos mostraba pudiera ser mentira, era vital controlar nuestras mentes… Así, se dejaban a un lado las tres principales funciones de la televisión —informar, entretener y educar— y, en los despachos, la operación «Matar a Naranjito» comenzaba a tomar forma. Solo faltaba un brazo ejecutor y Televisión Española lo encontró en Antoni D’Ocon y sus Fruittis. 

Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros. (Herbert Spencer)

Los domingos, una vez finalizado el programa favorito de los adolescentes, Humor amarillo, quedaba un hueco libre de competencia en la parrilla televisiva que hábilmente aprovechó Televisión Es pañola. El verano de 1990 quedaba atrás y, con él, los días disfrutados en ese apartamento en multipropiedad de Torrevieja. El síndrome posvacacional aún no existía y la gran mayoría de padres españoles estaba, simplemente, hasta los cojones del trabajo y de los niños. El momento era el indicado para poner en marcha la secreta operación de control mental. ¿Quién iba a dudar de unas frutas que, pese a su tosco dibujo, encandilaban a los niños? Naranjito se había convertido en estandarte de los hijos de la EGB, solamente había que sustituirlo en el imaginario colectivo por otras frutas que se ganaran la simpatía de los niños y cuyos crípticos mensajes embotaran sus mentes infantiles.

Con los padres deseosos de aparcar a sus vástagos frente al televisor domingo tras domingo, el terreno estaba abonado para la invasión frutal. El 30 de septiembre de 1990, conocido como día F, Los Fruittis desembarcaban en los hogares españoles con una misión por cumplir y, aunque cometieron errores de bulto, como un título no apto para disléxicos que les hizo ser conocido como Frutis o Frutris, rápidamente se ganaron el cariño del público infantil, sobre todo, por su pegadiza canción de cabecera: «Somos blancos, somos verdes, somos negros y amarillos, somos todos diferentes, estamos muy unidos». 

Bajo un, a priori inocente, mensaje de igualdad y diversidad, el estribillo de cabecera comenzaba excluyendo una gran cantidad de vegetales, muchos de ellos claves en nuestra producción agrícola: el tomate, el pimiento, el melocotón y, especialmente, la naranja. 

Una piña, con acento y sombrero cordobés, llamada Gazpacho se convirtió en el gurú de miles de niños. Gazpacho, en su redondez, representaba el triunfo de la ignorancia. Una piña vaga, torpe y poco espabilada que siempre salía victoriosa gracias a las ideas de sus compañeros y al azar. Sin embargo, se apropiaba siempre del éxito de sus misiones al grito de «Soy Gazpacho, el campeón». A Gazpacho siempre le acompañaba Pincho, una chumbera tonta y bonachona que se hace pasar por una fruta, y que daba lugar al principal gag cómico de la serie: abrazar a Gazpacho con sus espinas. El trío protagonista lo completaba Mochilo, el único personaje que parecía tener algún conocimiento, no obstante, carecía de todo carisma. Mochilo era un plátano sin pintas, una banana común que, a diferencia de sus compañeros, nunca tuvo novia en la serie, algo sorprendente puesto que, como cantaba Michael Chacon, «el único fruto del amor es la banana». Junto a ellos, Kumba, una Mama Chicho infantil con cierta tendencia a ser secuestrada sin motivo aparente.

Los mimbres de la serie eran muy básicos y en su sencillez radicó su éxito. Canciones repetidas hasta la saciedad, argumentos idénticos capítulo tras capítulo cambiando el decorado, persecuciones de Fruittis a cargo de jabalíes, monos y una alcachofa pirata con tendencias vegetarianas… Sin embargo, Gazpacho robó nuestro corazón y sorbió nuestro seso como un David Koresh vegetal. Comimos su cuerpo en forma de chuchería y, sin un final digno, nos abandonó en 1992, tras matar a Naranjito, dejando un gran vacío que ni Cobi ni Curro pudieron llenar. Después llegarían la ESO, Tuenti y los gazpachos de sandía, melón, cereza… No encontraron oposición.

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