Cine y TV

‘Ernest Cole: Lost and Found’: el arte de ceder la palabra

Ernest Cole Lost and Found. Imagen Avalon.
Ernest Cole: Lost and Found. Imagen: Avalon.

El apartheid fue el sistema de segregación racial que la minoría blanca afrikáner impuso sobre la población negra entre 1948 y 1991. Ernest Cole fue un fotógrafo negro sudafricano nacido en 1940 y fallecido en 1990. Dicho de otro modo: la vida de Cole se superpone cronológicamente con el apartheid de forma casi milimétrica. Y en Ernest Cole: Lost and Found, Raoul Peck toma esa azarosa superposición y la convierte en materia prima para crear un documento fílmico sobre la persona, pero también sobre el país. Cole, que había empezado a trabajar en prensa a finales de los 50, documentó extensamente la vida de la población negra bajo el apartheid, lo que acabó por convertirle en persona non grata para el gobierno, y así, en 1966, huyó a Estados Unidos. Su libro House of Bondage, publicado un año después, se convirtió en uno de los más contundentes gritos contra la herida sangrante de un sistema racista sustentado en la represión sistemática y constante del sector mayoritario de la población.

Raoul Peck construye un complejo relato donde confluyen varios elementos clave. En primer término está la obra fotográfica de Cole. El film se convierte, desde sus primeros compases, en una exploración en movimiento de la imagen fija: la cámara, lejos de reproducir sin más las fotos, las recorre con toda intención, rastreando, buscando acaso la mirada de uno de los sujetos retratados, o quizá algún detalle pequeño pero esencial que a primera vista pasa desapercibido dentro del encuadre original. Y la forma en que se suceden las fotografías crea también una secuencialidad absorbente, sugerente y, por qué no, poética, que en ningún momento cesa de construir relato y denuncia. Pero, además, Peck sonoriza las imágenes estáticas, ayudando así a completar la recreación del movimiento —de la vida— en la mente del espectador.

No todo son fotografías. El cineasta combina hábilmente todo tipo de documentos: filmaciones de la época se funden con grabaciones actuales de los mismos lugares que retrató Cole, y no faltan tampoco recortes de prensa ni registros audiovisuales de declaraciones políticas. La técnica narrativa no se aleja de la empleada por el haitiano en la que posiblemente sea su película más reconocida: I Am Not your Negro (2016), centrada en la figura del escritor y activista James Baldwin. En realidad, Peck se acercó por primera vez a este tipo de collage documental ya en 1990, cuando realizó Lumumba: La mort du prophète, sobre el líder anticolonialista congoleño Patrice Lumumba, que fue asesinado apenas un año después de convertirse en el primer mandatario del Congo tras la independencia del país.

El segundo elemento fundamental es la narración. La voz en off es otro elemento característico de la obra documental de Peck, pero no es un recurso que haya utilizado siempre de la misma forma. Porque si en Lumumba… se encargaba él mismo de poner voz a las imágenes, contando los hechos desde su propia mirada, en I Am Not your Negro cedía todo el protagonismo al propio Baldwin, cuyos textos, leídos por Samuel L. Jackson, se convertían en la espina dorsal del film. Era un gesto revelador: Peck no buscaba la floritura fílmica, la exhibición del auteur, sino el rigor y la honestidad para con su figura principal y, sobre todo, la conexión directa entre esta y el espectador. Pero Ernest Cole no era escritor: su medio de expresión eran las imágenes, mudas en apariencia, pero elocuentes como un grito desgarrador. Por ello, el director crea a partir de la obra fotográfica de Cole, pero también de sus diarios y escritos no publicados, una primera persona fabulada, permitiendo al artista hablar desde más allá de su propia muerte. Es seguramente la decisión más controvertida del film, al construir un testimonio que no es tal. Y, sin embargo, Peck sale airoso de la empresa, al rubricar unos textos «en coautoría» con el fotógrafo, que no buscan la exageración, el subrayado o el melodrama; la voz de Lakeith Stanfield, que aborda al personaje de forma sosegada pero contundente, ayuda a completar el efecto de sinceridad.

En tercer lugar, Ernest Cole: Lost and Found se construye sobre un enigma: la aparición, en 2017, de sesenta mil negativos de Cole de los que no se tenía noticia. ¿Qué pasó con ellos en todo ese tiempo? ¿Quién los tenía? Y, quienquiera que fuese, ¿buscaba ocultarlos o preservarlos? Peck no se recrea en las incógnitas: al fin y al cabo, su reivindicación de la figura de Cole es más importante que el misterio, y el cineasta, riguroso una vez más, no cae en la tentación sensacionalista. Pero los hechos están ahí, y él los recoge para poner en valor la importancia de preservar el patrimonio artístico y el fondo documental de los creadores. 

Y el cuarto y último elemento sobre el que se sostiene todo el armazón de la película es, inevitablemente, la historia de Sudáfrica. Las fotografías de Cole dan cuenta de la violencia y la injusticia y, cuando desembarca en Estados Unidos, se traslucen en su obra posterior las enormes diferencias, pero también algunas dolorosas similitudes, de la situación social de la población negra en ambos países. Y, a medida que el film recorre la biografía de Cole, se acerca también a las proféticas palabras que este pronuncia en los primeros minutos del metraje —aquí con su propia voz, en declaraciones extraídas del film Bilder för Miljoner (1969), del también fotógrafo Rune Hassner—: «Estoy seguro de que Sudáfrica será libre». Porque Ernest Cole era un artista, pero también un exiliado que deseaba regresar a su hogar, junto a su familia, y ver el final de la opresión. Y, sin embargo, murió en la pobreza apenas unos días después de la liberación de Nelson Mandela, un hecho que impulsaría definitivamente la caída del apartheid. 

Cabe suponer que, para cualquier artista, ceder la palabra, la voz, es un acto tan generoso como difícil. Con Ernest Cole: Lost and Found Raoul Peck se confirma como un cineasta combativo y lírico, pero sobre todo como un autor de una enorme generosidad. Su tribuna, una vez más, es un espacio para que figuras clave de la historia de la población negra alcen la voz: una voz que gracias a estas películas nos llega clara y nítida mucho tiempo después de su muerte. Esa, también, es la magia del cine documental.

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