
En una reciente entrevista a los autores de cómic Juan Díaz Canales y Teresa Valero, el primero nos habló de El gran robo del siglo, una expresión con la que se refería al expolio sistemático que estamos sufriendo los creadores frente a las tecnologías que mercantilizan nuestro trabajo sin escrúpulos ni reconocimiento. Esa idea, tan certera como urgente, nos la apropiamos —con su consentimiento implícito— para guiar una nueva etapa en Jot Down que comenzamos: una etapa de activismo cultural, en la que vamos a combatir el extractivismo digital y construir redes contralgorítmicas que nos permitan dejar de depender de las plataformas y estructuras tecnológicas que precarizan el pensamiento, fagocitan la cultura y uniforman la creatividad.
Como continuación del artículo Qué hacer cuando nadie nos busca, donde reflexionábamos sobre la invisibilidad de quienes sostienen el pensamiento y la creación fuera del circuito mediático y de los algoritmos, queremos explicar hacia dónde se dirige ahora nuestra línea editorial. No solo para ampliar aquella mirada, sino para convertirla en una toma de posición explícita: frente al abandono institucional, frente al descrédito de lo complejo, frente al vaciamiento cultural programado, en Jot Down hemos decidido dar pasos contundentes para acabar con toda complacencia cultural.
Desde que empezamos nuestra andadura, en el año 2011, Jot Down ha buscado analizar con humor las cosas serias, acercar el pensamiento y la cultura al gran público a través de la divulgación, sin renunciar a la profundidad ni a la ambición intelectual. En nuestras páginas conviven las ciencias y las humanidades, las entrevistas con los ensayos, la literatura con el deporte, la filosofía con el humor, en una apuesta decidida por derribar las fronteras que tradicionalmente separan disciplinas y públicos. Siempre hemos creído que lo culto no tiene por qué ser elitista ni lo accesible superficial. Esa ha sido nuestra brújula editorial.
En este camino, sin habérnoslo propuesto de forma estratégica, Jot Down ha ido asumiendo un papel activo en la política cultural del país. No entendida como una militancia de partido, sino como una responsabilidad ética y editorial: señalar lo que no funciona, lo que se hace desde la arbitrariedad, el amiguismo, la falta de criterio o la torpeza institucional. Porque si algo define la política cultural en España es su propensión al absurdo.
Política cultural
Así ha surgido, de forma natural, una serie de contenidos que denuncian situaciones que consideramos inaceptables y que afectan directamente a la cultura, el pensamiento y el ejercicio del criterio. En «¿Cómo íbamos a explicar la situación de las futbolistas si en las redacciones estamos rodeadas de Rubiales?», abordamos el silenciamiento estructural que sufren las mujeres periodistas en el ámbito deportivo y el cinismo de algunos medios a la hora de cubrir las reivindicaciones de las futbolistas. En «Réplica a Luis García Montero» respondimos con firmeza al intento del director del Instituto Cervantes de justificar un modelo de gestión marcado por el despotismo, el clientelismo y la falta de autocrítica. En «La mediocridad de Eva Orúe como directora de la Feria del Libro de Madrid» señalamos, con datos y argumentos, la opacidad, el amiguismo y la falta de rumbo cultural de una institución que debería representar la pluralidad del sector editorial. Y con la serie La Querella española, exploramos las razones estructurales, históricas y simbólicas por las que el pensamiento español no logra salir de sus fronteras ni influir en los grandes debates contemporáneos. No es ruido: es crítica. No es reacción: es responsabilidad.
A partir de ahora, sin abandonar la pluralidad de voces e ideologías que nos caracteriza, vamos a reforzar esta línea editorial. Jot Down se implicará con mayor claridad en cuestiones de política cultural. Nos interesan las estructuras institucionales que condicionan el acceso y la circulación de la cultura, las decisiones que afectan a autores, editores, lectores, investigadores, científicos o artistas. Denunciaremos las incongruencias, los abusos de poder, los favoritismos, las políticas despóticas y los problemas estructurales que frenan el desarrollo cultural de nuestro país.
El gran robo del siglo
En esta línea, anunciamos también el lanzamiento de una nueva sección de ensayos: El gran robo del siglo. Bajo ese título queremos señalar un fenómeno tan invisible como devastador: el expolio intelectual y creativo que están perpetrando los grandes modelos de inteligencia artificial. Con una velocidad pasmosa, miles de textos, imágenes, artículos científicos, libros y obras artísticas están siendo absorbidos sin permiso ni compensación alguna por sistemas diseñados para replicarlos, distorsionarlos o sustituirlos.
Nos dicen que es progreso. Nos dicen que es inevitable. Pero no lo es. Lo que está ocurriendo es un vaciamiento sistemático del conocimiento, una precarización absoluta del trabajo intelectual y una violación flagrante de derechos de autor, éticos y laborales. En El gran robo del siglo, daremos voz a quienes están siendo silenciados: investigadores cuyas publicaciones han sido absorbidas sin rastro, escritores y periodistas cuyas obras son pasto de los modelos generativos, profesionales que ven cómo sus ingresos desaparecen mientras otros monetizan sus ideas.
Porque si el conocimiento, la creatividad y el pensamiento son los pilares de cualquier sociedad libre, no podemos permitir que sean tratados como simple materia prima para alimentar máquinas. Esta sección será un espacio de análisis, denuncia y propuestas para frenar esta tendencia, abrir el debate y defender el valor del trabajo cultural frente a su automatización industrial.
Contralgoritmia
Pero nuestro trabajo no se limita a la denuncia. Jot Down forma parte de un movimiento más amplio: el movimiento contralgorítmico. Vivimos tiempos en los que el valor de un contenido ya no lo determina su calidad, su profundidad o su originalidad, sino su capacidad para encajar en los engranajes ciegos de un algoritmo. Plataformas que moldean el pensamiento público con fórmulas opacas, que premian el click fácil y penalizan la complejidad, que reemplazan la diversidad de voces por la repetición del ruido.
Nosotros nos rebelamos contra eso. Creemos en el periodismo y en el ensayo como herramientas para pensar y no solo para entretener. Apostamos por la lentitud, por el estilo, por la mirada crítica. Por eso nos hemos aliado con Menéame, una plataforma que, como nosotros, defiende una conversación libre, horizontal y no intervenida por intereses comerciales ni por arquitecturas tecnológicas diseñadas para empobrecer la deliberación. Menéame es hoy un laboratorio democrático en tiempos de polarización automática, y su alianza con Jot Down refuerza nuestra convicción de que otra forma de hacer medios es posible.
Hebras y nodos
Y porque sabemos que el pensamiento no se genera solo en redacciones o despachos, lanzamos también Hebras y nodos, una nueva categoría que abre nuestras páginas a quienes, desde fuera de los grandes focos, están construyendo cultura con sentido. Autores que quieren hablar de sus libros, colectivos que presentan sus proyectos, investigadores, festivales, plataformas independientes, iniciativas ciudadanas: todos ellos forman parte de ese tejido vivo que sostiene el pensamiento crítico desde la base.
Hebras y nodos no es un tablón de anuncios ni un espacio promocional. Es una red de afinidades editoriales. Cada hebra arrastra una historia. Cada nodo conecta trayectorias. Solo pedimos dos requisitos: que quien quiera publicar esté suscrito a nuestra revista en papel —porque entendemos ese gesto como un compromiso mutuo— y que el texto esté bien escrito, pensado para nuestros lectores y con valor propio como contenido. Porque nuestras páginas no son escaparates: son espacios de conversación cultural con exigencia y estilo.
En un momento donde se diluyen los criterios editoriales en nombre del volumen, donde se cede la autonomía creativa a los caprichos del SEO o de la monetización programática, reivindicar la independencia, el estilo y la voz propia es más necesario que nunca. Seguimos creyendo en el pensamiento, en la inteligencia crítica, en el rigor y la ironía, en la belleza de una frase bien construida y en la necesidad de incomodar a quien ocupa el poder.
La política cultural no es un añadido. Es, desde ahora, una parte irrenunciable de nuestro trabajo. También lo es la creación de una red abierta, no mediada por algoritmos, donde el valor de una voz se mide por su capacidad para pensar, no por su capacidad para viralizarse. Esa red tiene nombre: Hebras y nodos. Y a partir de hoy, empieza a crecer.
Suscríbete y forma parte de esta red
Todo esto que proponemos —la crítica, el compromiso, la contralgoritmia, la defensa del pensamiento libre— no se sostiene sin una comunidad que lo haga posible. Por eso necesitamos lectores que no solo lean, sino que se sumen. Que no deleguen su criterio en plataformas, que no esperen que el algoritmo les traiga la complejidad, que entiendan que suscribirse es también una forma de participar.
Suscribirte a la edición en papel de Jot Down es mucho más que recibir una revista: es sostener un medio independiente que defiende el contenido de autor, el periodismo reflexivo y la cultura como bien común. Es permitir que se publiquen textos que incomodan al poder, que dan voz a lo que no tiene espacio en los medios comerciales y que se construya, entre todos, esa red de hebras y nodos que ahora comienza a tomar forma.
Porque si queremos cambiar las reglas del juego, primero hay que dejar de jugar con las reglas de otros.
Resumen: queremos perras (léase con voz de Nacho Casanova)
Posdata: Lo hicimos bien, lo hicimos todo bien (léase con voz de Nacho Casanova)
Pues mucha suerte… pero creo que están echando a correr hacia el abismo :(
Llevo años disfrutando la revista, incluso comprando algunos números, y como ha comentado algún lector en el otro editorial, desde hace un tiempo ha perdido bastante interés para mi. Unos artículos por demasiado correctos (si digo w*** me echan a los perros), otros por demasiado filosóficos o abstractos y que en general me resultan aburridos.
Esta declaración de intenciones me da que abunda en la misma línea.
A lo mejor tendrían que plantearse si la disminución de sesiones y lectores no es solo culpa de google, y si en la raíz de que no haya más enlaces está que el interés por el contenido ha decaído y se busca menos.
En cualquier caso, vayan por donde vayan y esté yo o no entre los lectores, les deseo larga vida. Gracias por estar ahí.
Soy lectora de Jot Down desde 2011 y desde 2012 no he dejado de leer que la revista ya no es lo que era. A mí me encanta el trabajo que hacéis y me alegro que sigáis con ganas y energía de hacer cosas nuevas. Y aprovecho que comento, algo que no suelo hacer, para trasladaros una petición: haced un artículo sobre Dover.
¡Gracias!
Soy más de suscribirme que de comentar para apoyar un proyecto. Como mi suscripción la tenéis desde hace tres años aquí va mi comentario: ¡Larga vida a Jot Down!
Basta con mirar las entrevistas que se hacían en los primeros números y las que hacen ahora para concluir que esta plataforma ha tenido una deriva muy clara hacia posiciones ideológicas específicas, y que en este anuncio se acentúan.
Desgraciadamente, muchos nos acercamos a JD (en mi caso hace ya diez años) porque vimos allí la oportunidad precisamente de acceder a toda clase de personas en todos los ámbitos, porque parecía una plataforma no ideologizada y abierta, pero es patente que esa abertura se ha ido cerrando.
Lamento muchísimo que se haya llegado al punto en el que se liga la suscripción precisamente con una línea editorial que, como es pura ideología cerrada, no tiene porqué ser aceptada por sus suscriptores y, además, nos obliga a tener que tomar postura ya que la suscripción se interpreta precisamente como apoyo a esa línea editorial.
Esto ya me ha sucedido en dos medios de comunicación que consideraban las suscripciones como un medio de «hacer política» y a los suscriptores como adherentes a esas posiciones. Es un ejemplo más de la polarización generalizada que se está produciendo en la sociedad española y que me da mucha pena.
Dado que no tengo interés en apoyar ningún manifiesto de ninguna línea editorial de ningún medio, plataforma, red social o lo que se quiera encontrar, me veo obligado a declarar que mi suscripción no cuente con esa interpretación, aunque durante un año siga apareciendo como suscriptor. Dentro de un año decidiré si vale la pena seguir.
Desconozco las causas de su caída de suscripción, pero no pueden echarle la culpa al capitalismo, ni a la inteligencia artificial, ni a las «poderosas» plataformas o redes sociales dominantes en occidente. El mundo en que vivimos deja espacio para que todo el mundo pueda desarrollar su proyecto. Si el suyo no tiene el apoyo de suficientes suscriptores, pueden estudiar cual es la razón que será, siento tener que usar terminología económica, que no ofrecen un producto atractivo a suficientes clientes como para ser rentables.
Por supuesto que la cultura debe ser entendida como un servicio o como un producto, que es lo que es, cuyo desarrollo y difusión tiene costes, no puede ser gratis y no queremos que los gobiernos utilicen su poder para financiar los espacios culturales que les son fieles, de manera que las plataformas culturales deben buscarse la vida como puedan para subsistir, entendiendo claramente qué ofrecen y para quien y lo que les cuesta. Reflexionen sobre su deriva editorial y sobre si tal deriva no les reduce su aceptación por los clientes. Reflexionen sobre la posibilidad de tener publicidad neutral que no contamine sus preferencias editoriales. Reflexionen sobre la manera de llegar a potenciales nuevos clientes.
Pero esto no va a cambiar con manifiestos errados en el diagnóstico y en las soluciones a su problema.
No se que artículo ha leído, no parece que sea el que comentas. El artículo en el que cuelga tu comentario no habla de un descenso de suscriptores, sino que reflexiona sobre los retos de la política cultural y la concentración de poder en manos de grandes plataformas y algoritmos que condicionan el acceso a los contenidos. Defiende la idea de «contralgoritmia» como resistencia frente a la uniformidad y la homogeneización cultural que imponen esos intermediarios. Además, anuncia la puesta en marcha de «Hebras y Nodos», un proyecto editorial orientado a reforzar la diversidad cultural y el pensamiento crítico, y propone un modelo de participación de la comunidad lectora para que Jot Down conserve su independencia y su identidad, sin renunciar a la pluralidad de voces. Nosotros en estos momentos tenemos más suscriptores que nunca, pero el descenso de las visitas porque ya no dependemos de los algoritmos hace que tengamos menos ingresos por publicidad programática. En ese sentido, sí necesitamos más suscriptores. En cuanto a que tenemos una línea ideológica, pues también anda usted bastante perdido, como le pasa a mucha gente solo lee lo que confirma su sesgo ideológico. En Jot Down igual se entrevista a Jorge Bustos o Isabel San Sebastián que a Luz Sánchez Mellado o Jordi Costa. Igual se critica a Luis García Montero que al Banco de Santander, lo mismo acusamos de hipocresía a la Unión Europea por su doble criterio con Gaza y Ucrania que denunciamos que los medios de comunicación han dejado de tener mujeres en los puestos directivos. Sepa usted que no se necesitan argumentos para no suscribirse y leer Jot Down, pero si decide criticarnos hágalo con conocimiento de causa y, al menos, lea los artículos antes comentar.
Bueno su articulo terminaba con un suscríbete y forma parte de la red. De manera que la suscripción es una parte sustancial de su programa editorial. Increíble que no se den cuenta de su posicionamiento activista e ideológico. JD no nació para ser activista ni denunciar esto o aquello, o a lo mejor yo estaba engañado… Los ejemplos que vd pone son propios de activistas políticos y no de analistas en materia de política internacional, o de estudiosos de la evolución tecnológica, ni estudios serios sobre la evolución del capitalismo en el mundo. Son posicionamientos que vd llama pensamiento crítico pero, amigo, no sabe vd lo que es el pensamiento crítico en verdad, que pone en tela de juicio absolutamente todo, incluido su programa editorial de su plataforma, que no puede arrogarse que sólo ese programa es un planteamiento crítico. Finalmente se llega a la conclusión de que su plataforma ha derivado en una plataforma de una especie de pensamiento crítico específico.
Y hace diez años la variedad de temas y asuntos, filosofía, ciencia, física, ocio, cine, sexo, literatura, comics, en definitiva, cultura en el sentido más amplio y abierto de la palabra, y las referencias eran impresionante y una de las cosas más bonitas de la plataforma es que no se dedicaba a seleccionar «planteamientos críticos». ¿ Qué es eso de que en las paginas de JD se critica a este o al otro? ¿pero de que ván vds?
Y le pregunto ¿ha sido usted suscriptor o ha apoyado de alguna forma la revista cuando supuestamente le gustaba? Es una pregunta retórica, está claro que no.
Llevamos escuchando desde el minuto uno de Jot Down la misma cantata que usted esgrime. Lease usted esto de 2012 a ver si se aclara con qué es Jot Down: https://www.lamarea.com/2012/06/30/jot-down/
Le preguntaría por qué si tanto le desagrada este magacín está aquí leyendo, pero ya tenemos la respuesta: https://www.jotdown.es/2025/05/masoquismo-radiofonico-o-el-placer-culpable-de-los-hatersfanes/ Es usted un masoquista editorial.
Disfrute usted poniéndose de mala leche con nuestros textos que aquí es bienvenido, sea suscriptor o no lo sea.