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Entre Suzuki Kōji y H. P. Lovecraft: el terror emerge de las aguas oscuras

Fotograma de la película Dark Water de Hideo Nakata. La película tuvo como base el relato Agua que se agita de Suzuki Kōji. Imagen Oz Company.
Fotograma de la película Dark Water, de Hideo Nakata. La película tuvo como base el relato ‘Agua que se agita’, de Suzuki Kōji. Imagen: Oz Company.

Suzuki Kōji está reconocido como uno de los escritores más importantes del género de terror y ciencia ficción de Japón. En Occidente dio el salto a la fama con su novela The Ring, la primera que abriría su célebre trilogía Ringu y que fue llevada a la gran pantalla en 1998, de mano del director Nakata Hideo. El mismo Nakata sería el encargado en 2002 de filmar Dark Water, inspirada en la colección de relatos que Suzuki publicó en 1996. Dicha colección de relatos fue traducida y editada a finales de 2015 por la editorial Satori, especializada en literatura y cultura japonesa. Con una cuidada edición, un interesante epílogo redactado por Jesús Palacios y la traducción a cargo de Rumi Sato, Dark Water nos permite acercarnos al terror psicológico de un autor que, para nuestra desdicha, ha sido traducido al español menos de lo que nos gustaría. Todo ello teniendo como nexo de las historias un elemento común: el agua.

Al igual que para otros escritores anteriores a Suzuki, como fue el caso del británico William Hope Hodgson y del norteamericano H. P. Lovecraft, el agua y los miedos que emanan de sus profundidades han sido tema recurrente en las historias de terror. En el caso concreto de Lovecraft, sabemos que en sus historias las amenazas siempre vienen de fuera, del exterior o del interior más recóndito, pero no pertenecen a nuestra geografía mundana y conocida. No es casualidad que algunos recuerden al escritor como un segregacionista empedernido. El terror procede de un profundo agujero en la tierra, del espacio exterior, de dimensiones distintas a la nuestra y, por supuesto, de los fondos marinos a los que el ser humano aún no ha llegado. En el imaginario colectivo referente a los relatos de terror ha quedado fijado la figura de su famosa entidad primigenia, Cthulhu, y sus características marinas. En La llamada de Cthulhu, el norteamericano describió una pequeña estatua del aterrador ser en los siguientes términos: 

La figura, que los miembros del congreso pasaron de mano en mano para estudiarla con más minuciosidad, medía de unos veinte a veinticinco centímetros de altura y estaba finamente labrada. Representaba un monstruo de contornos vagamente antropoides, pero con una cabeza de pulpo cuyo rostro era una masa de tentáculos, un cuerpo escamoso que sugería cierta elasticidad, cuatro extremidades dotadas de garras enormes, y un par de alas largas y estrechas en la espalda. Esta criatura, que exhalaba una malignidad antinatural, parecía ser de una pesada corpulencia, y estaba sentada en un pedestal o bloque rectangular, cubierto de indescriptibles caracteres. 

En el universo literario de Lovecraft se pone de manifiesto la impotencia del ser humano para enfrentarse o siquiera comprender aquello con lo que se enfrenta. 

El conjunto daba una impresión de vida anormal, más sutilmente terrorífico a causa de la imposibilidad de establecer su origen. Su vasta, pavorosa e incalculable edad era innegable; sin embargo, nada permitía relacionarlo con algún tipo de arte de los comienzos de la civilización.

A la hora de entrar a valorar la obra de Suzuki, hay que destacar cómo Japón y su condición de archipiélago han dejado su impronta en los artistas y escritores que han habitado sus tierras a lo largo de la historia. Fuente de vida, de sustento, el agua también se alza como protagonista de tragedias a cargo de tifones, remolinos, tsunamis… Todo lo que otorga lo arrebata, pero todo lo que arrebata, en ocasiones, lo devuelve. Al menos así parece entenderlo Suzuki, quien, antes de embarcarse en su primer relato, «Agua que se agita», uno de los más escalofriantes y cercanos a los tópicos de J- Horror, decide escribir un pequeño prólogo en el que narra el paseo matutino que dan una abuela y su nieta hasta un mirador que propicia una espectacular vista de la bahía de Tokio. 

La abuela, alentada por su nieta, le narra historias que inventa a partir de los innumerables objetos que son arrastrados por la corriente hacia la bahía. Ya desde el prólogo se advierte uno de los recursos recurrentes en la obra de Suzuki: lo siniestro, lo «extraño» que emana de lo cotidiano, aquello que Freud llamó unheimlich en su análisis de la categoría de lo Ominoso, y a lo que Suzuki tratará de aportar su sello personal en esta obra. Lo siniestro es entendido aquí, entonces, como aquello que aflora en lo familiar, en el entorno cotidiano y apacible y que, poco a poco, trastoca la realidad mundana. 

Las situaciones expuestas en Dark Water paulatinamente van oprimiendo a los protagonistas de sus historias hasta asfixiarlos, pero lo hacen de un modo singular y diferente al que acostumbra Lovecraft. 

Al abordar la obra de Suzuki cabe preguntar: ¿qué tipo de clímax es el que plantea el japonés en Dark Water? Lo siniestro, entendido como aquello «distinto» que emana de lo apacible, ha sido recurso común del relato de terror occidental ya desde el XIX. El propio Freud analizaba en relación con lo siniestro uno de los relatos del célebre escritor E. T. A. Hoffman como ejemplo de sus teorías. En Lovecraft, al igual que en la mayoría de escritores del género, lo siniestro, en los términos freudianos, está presente, aunque cabe destacar como, poco a poco, esta categoría evoluciona hacia el puro «horror», es decir, hacia aquel sentimiento carente de posibilidad estética en cuanto a que no permite reflexión alguna. El horror, el miedo animal al que son sometidos los personajes de Lovecraft torna a las criaturas que lo provocan indescriptibles e impronunciables (Cthulhu, Shu-Niggurath, Cthylla, etc.) ¿Estamos con Dark Water ante un tipo de terror sobrenatural similar? Si pensamos en los recursos típicos del J-Horror, al ver la película The Ring, basada en la obra homónima de Suzuki, parece que sí, pero debemos recordar que las adaptaciones al cine en ocasiones son ciertamente libres y plantean matices diferentes a los de los textos en los que se sustentan. Es en el medio escrito en el que verdaderamente pueden desglosarse las peculiaridades del terror que Suzuki plantea. 

Entonces, y siguiendo la comparativa con Lovecraft, ¿puede «pronunciarse» el miedo que emana de las «aguas negras» de Suzuki? La respuesta es no, pero no por los mismos motivos que en los relatos del norteamericano, sino todo lo contrario: si en las historias de Lovecraft aquello que generaba terror era demasiado horroroso como para ser descrito, en Suzuki no tiene ni tan siquiera por qué existir. Es este el punto en el que radica la genialidad del escritor nipón: tornar al terror sobrenatural en psicológico. En la obra de Suzuki, acaba siendo la mente del lector la que culmina el trabajo, la que pone punto final al cuento y llena aquellos vacíos que quedan con su propia imaginación.

De esta forma, si se analizan detenidamente algunos de los relatos, como puede ser el citado «Agua que se agita», con el que comienza Dark Water, observamos cómo aquello que se alza como núcleo del temor nunca llega a entrar en escena. Jesús Palacios, en alusión a las teorías de Rafael Llopis, describe la obra de Suzuki como «cuento de fantasmas materialista», es decir, lo sobrenatural, reinante en obras como la de los citados Hoffman y Lovecraft, por poner dos ejemplos, queda eliminado o, al menos, no es expuesto hasta sus últimas consecuencias. Lo sobrenatural queda velado, oculto entre una trama que, al final del relato, lleva al lector a preguntarse si aquello de lo que huye el protagonista, aquello que teme, verdaderamente existe o si tan solo ha sido fruto de su imaginación. Si se hace un balance racional, muchas de las situaciones que van derivando hasta provocar el pánico en los personajes podrían tener una explicación. Las «casualidades», como que en el bloque de pisos donde se desarrolla la acción desapareciese hace años una niña, o la aparición de un zapato flotando a la deriva que sugiere que algún niño se ahogó por la zona, sirven de ingredientes a una receta que los propios personajes de los relatos empiezan a elaborar y que el lector acaba engullendo. 

El título de la obra de Suzuki es sintomático a este respecto. No son aguas contaminadas, tampoco aguas habitadas o peligrosas, son, tan solo, aguas oscuras, y cuando en el mar en el que autores como Suzuki nos ponen a nadar no hacemos pie, ¿qué hay más aterrador que la imaginación?


Bibliografía 

Aguilar, Daniel, Japón sobrenatural. Susurros de la otra orilla. Satori, 2013. Almazán, David (ed.). Japón. Arte, cultura y agua. Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004. Freud, Sigmund. Lo ominoso (Obras Completas, Tomo XVII). Amorrortu,2001. Hope Hodgson, William. La nave abandonada y otros relatos de horror en el mar. El club Diógenes, 2006. López, Miguel, «Monstruos marinos: Lovecraft tenía razón», Jot Down, 2011. Disponible aquí. Lovecraft, H. Phillips. Los mitos de Cthulhu (Rafael Llopis, ed.). Alianza,2012. Lovecraft, H. Phillips. El horror sobrenatural en la literatura. Eneida, 2021. Manguel, Alberto, «El horror, el horror», Letras libres, n.12, 2006. Disponible aquí. Suzuki, Koji, Dark Water. Satori, 2015.

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