Entrevistas Sociedad

Luciana Vázquez: «El riesgo de Milei es cometer la fatal arrogancia»

Luciana Vázquez para Jot Down

Luciana Vázquez (Buenos Aires, 1967) es analista y columnista política con una larga trayectoria en el periodismo. Sus análisis de la política argentina conjugan el abordaje local con una mirada siempre puesta en los procesos que atraviesa el Cono Sur y los debates globales. Estudió Letras, hizo un posgrado en negocios, vivió y trabajó como periodista en Canadá, volvió al país y se convirtió en una de las profesionales más reconocidas de Argentina. Escribió los libros La novela de Menem. Ensayo sobre la década incorregible (Sudamericana, 2000) y La educación de los que influyen (Random House, 2007), es una referente indiscutida en análisis de educación, publica sus columnas en el diario La Nación y, desde 2008, conduce el ciclo televisivo La repregunta. Acostumbrada a escuchar, preguntar y repreguntar, dice que no le gusta demasiado estar del otro lado y aun así tuvimos una gran charla en la comodidad de su casa en el barrio porteño de Belgrano. 

Tu trabajo en el periodismo conjuga el análisis político y una especialización en educación. Para pensar la realidad argentina, ¿crees que nos conviene empezar por la educación y los aspectos culturales o por la economía y la política?

En esa intersección de posibilidades de análisis, sin dudas en la Argentina el tema de la estabilidad macroeconómica define mucho de las decisiones de los votantes y de la política. Entonces, la educación es un reclamo de largo plazo que nunca se convierte en un tema central. El problema central de El Salvador era la inseguridad, por eso Bukele, y el problema central de la Argentina es una inflación endémica y la imposibilidad de la política de poner al país en un régimen de normalidad y racionalidad macroeconómica. Lo que pasa en otros lugares del mundo y de la región no pasa en Argentina y entonces el desembarco de Javier Milei tiene que ver con esa cuestión fundamental: prometió una solución muy clara para romper con ese ciclo. Hubo un agotamiento de las soluciones de la otra oferta electoral, de la otra oferta política, no importa si de centro izquierda o de centro derecha, esas opciones quedaron agotadas. Milei llega como el agotamiento de un proceso político que empieza hace cuarenta años cuando se recupera la democracia y se instaura la inflación como un problema endémico que no es un problema solo económico, es un problema vital de la Argentina aunque parece un tema técnico. ¿Por qué la política no puede resolver ese problema? Primero, porque es cultural, es el sentido común económico que está instalado desde hace décadas, generaciones acostumbradas a vivir con inflación.

¿Qué implica vivir con inflación para el día a día lo cotidiano y para la mentalidad de una sociedad? 

Argentina tiene, además de la pobreza, la transmisión intergeneracional de la experiencia de la inflación. Cualquiera de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros hijos ya vivió su pico inflacionario, su crisis del dólar escalando. Y eso parece que está normalizado pero no, produce un profundo estrés, una profunda inestabilidad diaria, la sensación de que el tiempo se escurre, de que el dinero no vale nada, de que hay que hacer algo cada día, subirse a la atalaya y vislumbrar cómo vienen la inflación y el dólar para pertrecharse y tratar de protegerse. Eso es un desgaste diario de energía social que la Argentina vive hace décadas. Y durante cuarenta años de gobiernos democráticos ese problema de la inflación alta y la pobreza instalada se convirtió en un problema estructural. No hubo soluciones. El kirchnerismo, que gobernó dieciséis de los últimos veinte años, descree de la racionalidad macroeconómica y pone en duda la ciencia económica. Eso que sabemos de que si tenés déficit y emitís para cubrirlo se produce inflación, ese círculo vicioso que hemos aprendido, el kirchnerismo lo instaló como un sentido común valioso, la idea de que la inflación es un mal menor.

Decís que la sociedad argentina sabe por experiencia que ese es un círculo vicioso y, sin embargo, la sociedad acompañó durante mucho tiempo esas ideas económicas y políticas. 

Es muy interesante el carácter insular que tienen algunas ideas en Argentina. No hablemos de países desarrollados de Europa o de Norteamérica, pensemos en países como Chile o Uruguay, inclusive la Bolivia de Evo Morales cuando recién asumió el poder, o Perú, pensemos en países como Brasil donde, por distintos procesos históricos, la clase política asume que el manejo de la economía tiene que discurrir por carriles de la ciencia económica. La llegada de Boric al poder en Chile es muy significativa porque llega por una alianza con el Partido Comunista y, sin embargo, lo pone a Mario Marcel de ministro de Hacienda y uno de los discursos fundamentales de Boric cuando asume es que no va a poner en riesgo el balance macroeconómico. Hay una matriz cultural económica. Entonces, volviendo a la pregunta de lo económico y cultural: Argentina ha construido un sentido común cultural que desoye la evidencia de la ciencia económica. 

Y ese sentido común cultural, ¿desde cuándo viene?

Los historiadores económicos trazan distintas líneas. En la lengua del debate actual, muy modulada por los libertarios, la idea es que hay una fe exacerbada en la planificación centralizada de la economía por parte del Estado y esa idea, que ha tenido distintos formatos políticos a lo largo de la historia nacional, ha estado dominando el discurso económico. Yo creo que hay grados de eso y la propuesta de Milei es extrema, en el sentido de que el Estado se tiene que retirar absolutamente de todo y quedarse con seguridad, defensa, con la educación en algún grado. Sin embargo la idea de que la planificación centralizada del Estado tiene una sola forma es discutible pero en la Argentina la que está vigente se ha establecido muy dominantemente como sentido común. Y en los últimos años esa hegemonía kirchnerista de la planificación centralizada es lo que generó la corrupción política usurpando y usando el Estado como botín. Por eso la descripción que hace Milei es una descripción atendible. 

Te he escuchado usando la metáfora del péndulo para explicar por qué la sociedad argentina votó mayoritariamente a Milei después de tantos años de hegemonía cultural en el sentido contrario. 

Es que el Estado se convirtió en un fetiche. Parecía que la sociedad tenía un tótem a quien rendirle pleitesía, como una especie de relación sacrificial con algo que hay que sostener cueste lo que cueste, y ese Estado que tiene una existencia autónoma se vuelve presente en una actitud casi de dádiva hacia los ciudadanos cuando es al contrario. El Estado organiza las relaciones en una sociedad, distribuye roles, pero el kirchnerismo le da al Estado, en términos de narrativa, una entidad que no había tenido antes. 

¿Tampoco con Perón?

No, era la comunidad organizada. En todo caso, el Estado estaba encarnado en Perón, el líder carismático. Pero, ¿qué pasa con ese Estado presente del kirchnerismo? Se vuelve una cáscara vacía, porque la acumulación de deudas, tanto macroeconómicas como sociales, culturales, educativas, se convierte en una refutación de las virtudes del Estado presente. En el contexto de la Argentina, con el legado kirchnerista por detrás, tuvo completamente sentido la llegada de Milei. Un agotamiento absoluto y una experiencia angustiante porque el kirchnerismo no terminó con la pobreza ni con la inflación, no generó empleo el empleo privado en Argentina está estancado desde 2011—, creció la deuda, no hubo mejora de las condiciones de vida, empezaron los problemas sociales y la calle estaba cada vez más tomada. A eso hay que sumar el discurso desde el Estado con la apropiación de los derechos humanos, la apropiación del feminismo, la apropiación de los movimientos sociales. Todo eso empieza a convertirse en una especie de bomba de tiempo. Después de más de una década de gobierno kirchnerista la experiencia argentina era una experiencia invivible para las clases bajas, para las clases medias, inclusive para los empresarios con capital para invertir: cepos, controles, sistemas corruptos de aduanas internas dentro de cada sector de la economía… En 2015 el kirchnerismo pierde y el gobierno de Cambiemos intentó desactivar algo de eso pero las condiciones de posibilidad todavía no estaban dadas y cuatro años después la gente le renovó el voto al kirchnerismo que, en el gobierno de Fernández-Fernández (Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner) recibe la última cuchillada de las posibilidades que da el tiempo. Se había agotado ese modelo. 

Luciana Vázquez para Jot Down

¿El fracaso del gobierno Fernández-Fernández no fue culpa de la pandemia? 

La pandemia tiene su rol en favor de la construcción de Milei que encuentra en el encierro su territorio fértil, que son las redes sociales. Hay una vida muy potente en la burbuja de las redes sociales, un mundo paralelo. Nosotros vivimos la realidad, acá se nace y acá se muere, y después está el mundo de las redes sociales, que es como en los e-sports, un mundo paralelo con sus lógicas y sus personajes, que tiene ese poder de pregnancia, sobre todo en la pandemia. Milei, con dos o tres latinoamericanos más como Axel Kaiser en Chile y Gloria Álvarez en Guatemala, se convierten en las voces hispanoamericanas de las ideas libertarias. ¿Qué logra Milei en esos años de la pandemia? Se convierte en el economista más citado en Hispanoamérica. La pandemia tuvo un efecto constructivo del fenómeno en el sentido de la preeminencia de Milei en las redes y la otra cuestión fue lo que pasó con la pérdida de libertad. Cuando el Estado presente se convierte en el carcelero de la gente, se instaura la idea de la libertad, que no era una idea muy presente en la conversación argentina como un valor central. Por la hegemonía política y cultural del peronismo y de los valores de centro izquierda progresistas, la idea de libertad no era una idea potente en Argentina. 

Milei irrumpió durante el COVID y creció muy rápido.

Milei era un don nadie en términos políticos, un economista que no había hecho nada destacable, un loco con peluca que andaba por la televisión y proliferaba en Twitter. Pero se convierte en diputado en 2021 y en 2023, en presidente de la República. Y, ni bien asume, se convierte en un personaje global inaugurando la temporada en Davos 2024. Es de una velocidad de construcción impensada. Y además todo gira en torno a él, no hay un partido político, sí un intento por construirlo. Hay que ver qué pasa con las elecciones legislativas este año, donde no estará él como candidato porque además, en 2023, Milei gana una abstracción, que es la Nación, gana como presidente pero no gana ninguna gobernación, no tiene territorios ni partido territorial.

Hablabas de su rápida proyección internacional donde es visto como un líder mundial o la encarnación de la ultraderecha, según quién lo diga, pero da la sensación de que en Argentina estos calificativos no importan demasiado.

Milei es de derecha y la calificación de ultra o extrema derecha tiene más o menos sentido según el momento. Al argentino le importa pero, primero, el argentino tiene una preocupación que es su experiencia vital diaria y eso está atravesado por la inflación. Milei prometió como lema de campaña el ajuste para controlar la inflación y cumplió, por eso el sostén de la opinión pública alrededor del cincuenta y pico por ciento, que es mucho para un gobierno que hizo un ajuste histórico. Nunca en la Argentina nadie se atrevió a eso. Era contracultural, era antipolítico y era piantavotos. Entonces, la experiencia vital del argentino no pasa por la restricción de derechos de las minorías porque eso no está sucediendo efectivamente.

¿Aunque el discurso de Milei vaya en ese sentido?

Aunque lo diga, por ahora eso no está sucediendo. Por supuesto, las minorías de género se deben sentir más agredidas. Pero no hay restricciones de los derechos de las minorías; Argentina es un país muy cosmopolita en ese sentido, la ciudad de Buenos Aires sin duda lo es más, pero en promedio es un país hipertolerante a la circulación de minorías. Tampoco ocupa un lugar central el discurso más exacerbado en torno a las cuestiones de género, como el caso de niños sometidos a terapias de cambio de género. Y sobre ese punto, lo que se ve es un sentido común que tiende a coincidir en alguna con el de los libertarios, que rechazan la hormonización y las cirugías de cambio de género en edades temprana. Por eso, después de Davos 2025, Milei encontró territorio fértil para avanzar con esa prohibición. La inmigración, aunque los libertarios baten ese parche, no es un problema con el peso que tiene en Europa o en Estados Unidos. Inclusive el debate en torno a Israel y Palestina, que en las universidades de Estados Unidos está tan caliente, en Argentina no tiene ese lugar. Tampoco el racismo. Recuerdo cuando durante el mundial de fútbol se criticaba a la selección argentina porque no había negros. Por supuesto que hay episodios de racismo y ha habido esclavitud pero eso no es como en Estados Unidos, donde el tema de la esclavitud fue el eje de la Guerra de Secesión. Entonces, pensar a Argentina y a Milei y explicarlos por los conflictos de identidades, de minorías, de inmigrantes de Europa y Estados Unidos, es un error. Milei tiene explicaciones propias con los conflictos argentinos, donde el tema de las identidades o de las minorías o raciales no son, hasta el momento, un problema. Eso puede llegar a cambiar porque Milei cambió los ejes de su batalla cultural.

Ya vamos a hablar de esa batalla cultural pero te quería preguntar antes por las calificaciones externas de derecha e izquierda que no aplican en igual sentido para Argentina. 

De la misma manera en que no se usa el concepto de liberal en Argentina como se lo usa en Estados Unidos, los términos cambian bastante. Ahora sí, sin duda, en el cuadrante de derecha, Mauricio Macri (presidente entre 2015-2019) es una centro derecha republicana liberal. Milei es otra cosa, es un signo de interrogación caminante porque ha trastocado tanto la lógica de la política en Argentina, es un proceso rarísimo con valores completamente diferentes a los que se había construido el sentido común político en los últimos cuarenta años. Milei es una especie de misterio y de fenómeno único, un fenómeno aurático, como una obra de arte. No es algo que se pueda construir, ni replicar y eso es un problema también, hacia adelante y para la Argentina: ¿cuánto de lo que Milei está produciendo como cambios positivos tiene un legado sostenible hacia delante? 

Luciana Vázquez para Jot Down

Has hecho varios análisis del proceso electoral. Recuerdo que durante la campaña se resaltaba la «normalidad» del candidato Sergio Massa (ministro de Economía del gobierno de Alberto Fernández) frente a la figura de Milei que emergió como un «loco». Decías que hubo algo de identificación de los votantes con esa persona un poco rota.

Hay algo de polarización ahí. Durante muchos años la polarización fue kirchnerismo antikirchnerismo pero con Milei la grieta encuentra otro molde que es casta anticasta, la gente versus la casta. La política fue ineficiente y produjo un universo autónomo distanciado de la gente: los políticos viven bien pero la gente vive mal. Esa es una realidad. La gente sufre la inflación, sufre el desempleo, sufre la pobreza, sufre la baja calidad educativa; aún en pandemia, los comunes no podían salir a trabajar y se morían de hambre y el funcionariado del Estado tenía asegurado su salario. Sobre esa polarización de la gente y la casta se funda la representación de Milei, que se convierte en un roto. Milei no tiene lazos de poder, como la gente que está sola peleándola en el día a día. Milei no representa: de alguna manera es esa gente, es ese roto en el poder. 

¿Hay algo de eso también en su imagen, alejada de los políticos tradicionales?

Hay algo muy auténtico, ¿no? Es muy único. Primero, no tiene hijos. Ese es un hecho biográfico muy poco común. Su hermana (Karina Milei, secretaria general de la Presidencia) también, sin hijos, la vicepresidenta Victoria Villarruel, también sin hijos. No estoy haciendo una lectura moral de eso, estoy tratando de pensar qué puede representar: una audacia que se anima a romper puentes con lo establecido porque no impacta en una descendencia futura. Es una hipótesis. Milei es un político que no le debe nada a nadie y eso es muy interesante en su construcción política, sobre todo comparado con Mauricio Macri, con el que disputa electorado, porque el macrismo tenía voluntad de parecerse lo más posible a la política. A Milei no le interesa la política, en todo caso quiere que la política le tema, pero su objetivo no es adaptarse. La guerra de Milei es contra el Estado grande en dos sentidos, el nacional y el supranacional de la gobernanza internacional y no hay un poder que él le entregue a esas instancias como dadoras del sentido de su hacer político. Milei es como una especie de proceso químico que se autogenera, una combustión que se autogenera. 

Antes hacías mención a las lecturas sesgadas del fenómeno Milei por hacerlo con categorías externas pero es cierto que también él, sobre todo en su intervención 2025 en Davos, estructura su discurso en torno a fenómenos ajenos a la realidad argentina coyuntural. ¿Por qué lo hace? Si está teniendo cierto éxito en lo económico, ¿por qué encara batallas culturales?

Argentina sigue teniendo una inflación alta en términos comparativos pero la baja de la inflación y la contención del dólar es un hecho y, sin ese logro, cualquier otra lectura de Milei sería superflua, no tendría sentido. Ese logro es central, es y era dificilísimo, inconcebible en Argentina. Cuando estaba por asumir, yo planteaba esta cuestión: el riesgo de Milei es cometer la fatal arrogancia, que está tomado del libro de Friedrich Hayek, aunque en un sentido distinto. La arrogancia que puede llevarlo de la voluntad de revolucionar la matriz cultural económica de la Argentina para ir por todo, y eso sería una copia del movimiento que hizo el kirchnerismo: ir por todo es también ir por la batalla cultural y social de valores vitales, ocupando con la visión del Estado todos los bordes de la realidad. Esa es la fatal arrogancia de Milei, y el riesgo. Si uno escucha el discurso de Davos 2024, que sonó muy disruptivo porque rompía las tradiciones de amabilidad del foro, él habla de economía. En el discurso de 2025 va y patea el tablero a otro nivel y hasta produce un desliz muy reprochable al asociar homosexualidad y pedofilia. En 2024 no dice ni una vez la palabra woke y un año después, la dice catorce veces. El discurso 2024 era la batalla cultural económica, el enemigo eran el colectivismo, el socialismo y la teoría neoclásica. En 2025 es como si él diera por ganada esa batalla económica y va por la otra. Es llamativo que a un año de su gobierno dé este salto cualitativo en su batalla cultural. 

¿Cuál es tu análisis sobre las causas?

Una opción es pensar que lo hace porque la economía está empezando a funcionar bien y dice «ahora voy por lo demás» y otra opción tiene que ver con la geopolítica de las ideas. Milei se siente muy cercano a Donald Trump, está muy en contacto con Giorgia Meloni, muy alabado por Elon Musk, es cercano a Nayib Bukele y a Viktor Orbán de Hungría, se siente un personaje, está en una cámara de eco de esa derecha más extrema global pero ahí con el discurso económico tiene un problema. Milei es aperturista y libremercadista y Trump está sosteniendo el proteccionismo, entonces reduce la interpretación del trumpismo proteccionista a una cuestión de necesidad geopolítica en su guerra comercial con China para pasarse directamente al anti wokismo, donde coincide con Trump. Con eso amplía la base de sustentación del terreno común que tienen con esos líderes mundiales, se mete demasiado en esa esfera, responde a la construcción de ese territorio común que es el anti wokismo y se olvida de la resonancia que tiene en Argentina. 

Es como si se dejara llevar.

Yo creo que se da manija. Se da manija, sobre todo, porque tiene una idea de que el periodismo está todo comprado y no hay ninguna pregunta ni crítica válida del lado de los medios que pueda hacer mella en el gobierno. A mí lo que me llamó la atención del último discurso de Davos, en este párrafo central de homosexualidad igual a pedofilia, es que hay toda una falla lógica. Las construcciones que hace Milei son discutibles pero, en general, guardan cierta argumentación lógica cuidada, hay una pretensión de silogismos y no hay contradicciones de términos o saltos que abandonan premisas. En este razonamiento de Davos faltan muchísimas premisas para llegar a esa conclusión: se apresura por un envión ideológico muy sectario. Eso es nuevo. También el escándalo del criptogate es una prueba emocional para Milei: es la primera vez que como político se enfrenta a un obstáculo dificilísimo, el fantasma de la corrupción, en su caso, modelo siglo XXI, entramada en el mundo digital. Es un aprendizaje que en su corta vida política todavía no tuvo: el de enfrentar esas sospechas.

Te referís, obviamente, al episodio en que Milei se vio envuelto en los últimos días: su promoción en Twitter de una criptomoneda y las consiguientes denuncias por estafa. ¿Cuál es tu visión sobre esto?

Davos 2025 pareció una escalada que no iba a volver a superar. Sobre todo en un año electoral: con la baja de inflación, el superávit fiscal y otros logros macroeconómicos que hacía años que Argentina no tenía, parecía que Milei podía llegar fortalecido a las legislativas. Pero llegó el criptogate. Es una bola de nieve que no para de crecer. Difícil decir algo hoy que funcione hacia adelante: como dice un politólogo amigo, Argentina te obliga siempre al análisis en profundidad. Hay que ver qué pasa cuando la investigación judicial avance. Hay que ver cómo va reaccionando el Gobierno. Ahora, en las explicaciones discutibles que da Milei y sus voceros, se puede ver todo un cambio en la concepción de la institucionalidad. La cabeza libertaria de Milei hace como una traducción fallida de sus ideas libertarias, el reinado de la libertad y del individuo, cuando lo lleva a lo político institucional: privatiza la lógica de las instituciones, de la Presidencia, de manera demasiado simplista. Se ve como economista y ciudadano y no como presidente. Incentiva un meme-coin y lo define como «un acuerdo entre privados», cuando hay un presidente de la República en el medio. Otra cosa interesante del criptogate es el apoyo tácito que recibió de Trump, que en los días más agitados del escándalo, posteó en Truth una frase de Milei sobre los efectos negativos de la emisión monetaria. Hay un patrón conceptual común, la idea de que la democracia republicana, que limita el poder, no es tan central. Que lo central es la democracia real, que le resuelve los problemas a la gente, no importa si sacrifica lo institucional. Por eso esa cita de Trump, que generó tanta polémica :»Quien salva a su país no viola ninguna ley». Milei la retuiteó. Hay una autocomplacencia respecto de la ejemplaridad institucional: como si Milei, que es un héroe de la macroeconomía, pudiera tener otros permisos para meter la pata en temas éticos. O como Bukele, que sacrifica la división de poderes al objetivo de controlar la inseguridad. Y la gente en ambos casos los apoya.

Sé que no te gusta hacer periodismo de periodistas así que no te preguntaré sobre la realidad del periodismo pero sí puedo preguntarte por tu trabajo. Lejos del opinionismo rápido, tus entrevistas y análisis no son simples, conectan varios puntos, siempre tienen en cuenta la mirada internacional y muestran un gran manejo de distintas fuentes. ¿Cómo lo hacés, cómo te formás e informás?

Mi dieta cognitiva, ¿no? Voy a pensarlo en términos de un día. Soy muy insomne, de manera que estoy super atenta, miro todo el tiempo medios y redes —eso lo hago más horas de las que debería— pero me siento siempre por fuera de las escenas, las miro desde afuera. Tengo un bajo nivel de protagonismo en general y estoy como mirando siempre distanciadamente, ese es un mecanismo personal que viene con mi identidad. En la carrera de Letras lo que más me interesó fue el análisis sociológico de los textos, cómo esos símbolos construyen una representación de la realidad. Son juguetes que tenés que mirar desde afuera y establecer conexiones entre la vida real y un aparato simbólico. Entonces, esa mirada está entrenada y es fundante del modo en que veo la realidad. También está la voluntad de atravesar distintas áreas de conocimiento: las humanidades, después la economía a la que no iba a abrazar completamente pero hice un MBA (Master in Business Administration) para entender un poco mejor cómo funciona el dinero, porque el dinero es un ordenador del sentido en el mundo, y aproximarme a los mapas de distintas disciplinas. Fueron muy importantes en mi vida profesional adulta mis años en Toronto, en Canadá, donde estuve cuatro años; primero, porque volví a ser alguien que miraba desde afuera, una inmigrante recién llegada que mira una realidad y tiene que aprender a navegarla, y, además, a verla profesionalmente. Entender cómo funciona el periodismo en otro lugar fue un crecimiento profesional enorme y lo que me dio el periodismo en Toronto es una especie de cosa aséptica. Me gusta repetir una frase que alguien me dijo que era de los hermanos Marx: «Nunca podrán decir que yo fui uno de los nuestros». Nunca voy a ser uno de los nuestros, siempre estoy por fuera. Yo no voy a hacer activismo periodístico, no tengo una causa que cuidar. No voy a alentar el voto por nadie, ni el voto en contra a nadie. No es mi rol ese. No me divierte ese rol. Sí me divierte preguntar por qué se alienta el voto a alguien, como en 2023, por qué tenían tan claro que Milei era peor que Massa. Era una pregunta muy válida, ¿tantas certezas vas a tener? 

¿Te referís a los comunicados públicos que hicieron las comunidades intelectuales o científicas?

Y en el periodismo. Muchos colegas llamaron a votar a Massa, expresaron su voto abierto y decidido por Massa «en defensa de la democracia». Me parece que esa colocación por fuera siempre ha sido como un activo para mí, una pequeña ética personal. Era mi pequeña ética vital que se tradujo después en mi pequeña ética profesional. Eso me divierte más y eso es, además, lo que creo que aporto. La mirada internacional, por otra parte, tiene que ver con una curiosidad enorme: todos los temas son interesantes para mí y me interesa estudiarlos mucho, aprender de cada tema. Entonces, todas las mañanas miro los medios nacionales, tanto los que me gustan como los que me gustan menos y los que no me gustan nada, después hago un recorrido por notas de afuera, sobre todo Estados Unidos, Europa y algo de Canadá, leo papers y libros sobre macroeconomía, sobre psicología evolutiva, sobre inteligencia artificial; leo muy rápido, rapidísimo, y la mayor parte de mi día transcurre en leer en inglés. Creo que eso da otras perspectivas distintas. También me parece que ser mujer —no soy feminista, en el sentido que no tengo un activismo feminista, me defino como persona—, que la experiencia de ser mujer en el periodismo es diferente. Hay muy pocas mujeres que hacen análisis político. 

¿Cuál es el diferencial? ¿Ser mujer lo hace más fácil o difícil? 

Lo hace distinto. Como mujer producís otro tipo de conexiones, conectás otros puntos y mirás otras cosas. Porque sos mujer.

¿Soft skills?

No sé si soy tan soft (risas). Pero sí hay otro tipo de ilación mental, otro tipo de observación. Creo que los hombres pertenecen a un club que está muy consolidado; aún como periodistas. El club de la política es masculino, entonces hay una cercanía mucho más estrecha. Con una mujer que se acerca a ese club siempre hay una cierta distancia, sobre todo con una mujer que naturalmente sostiene esa distancia, y eso hace que no haya el automatismo del punto de vista compartido con el otro. El hombre va a un club al que pertenece, la mujer entra a un club al que no pertenece y eso te hace mirar otras cosas. 

¿Compartís eso de que «a las mujeres todo nos cuesta más»?

Ese es un gran debate. Es cierto que nuestro cuerpo condiciona nuestras preferencias, por lo menos en algún momento de nuestra vida. Si somos mujeres que hemos tenido hijos, porque quisimos o por lo que fuere, si hemos sido madres, sabemos que la maternidad es una experiencia muy personal de ese vínculo con el hijo —en lo personal, yo quería estar mucho con mi hijo cuando era chiquito— y, por supuesto, perdés productividad. ¿Hay que compensarla al 100%? Es un gran debate. ¿Se puede tener todo en la vida? Aunque haya desde el Estado políticas de equiparación de géneros, los hombres no van a tener nunca esa experiencia de la maternidad pero van a cosechar productividad económica en esos años. Es un debate interesantísimo que no quiero encerrar en una simplificación pero, si uno ve las redacciones, las mujeres tienen mucho menos lugar que los hombres en las posiciones de decisión. ¿Es porque los hombres se consolidan en ese club? Hay algo de eso. ¿Es porque las mujeres se retiran en un momento? Hay algo de eso también. 

Luciana Vázquez para Jot Down

A partir de esta respuesta tan matizada vuelvo a lo que decía sobre tu modo de encarar el análisis político o social. Ponés mucha atención en no caer en simplificaciones y eso no suele arrojar titulares polémicos y fácilmente replicables. Además de la distancia, ¿es también esto un modo de concebir el trabajo periodístico? 

Hay varias cosas. Por un lado, agradezco tu lectura tan positiva de mi trabajo. Por el otro, eso no quiere decir que yo esté en una especie de medianía. Hay posiciones fuertes pero hay, sobre todo, una voluntad de comprender aquello que no comparto. A mí me produce un interés intelectual y personal lo que no comprendo, lo que no me gusta, pero mi primer gesto no es condenarlo sino preguntarme ¿cómo funciona este juguete? Un poco como cuando hacía crítica literaria. ¿Cómo funciona esto? ¿Cómo funciona Milei? Es tan fácil decir «es la ultraderecha que viene por todo». No sé, vamos a ver qué pasa. ¿Por qué funciona así Milei? ¿Cómo funcionaban los otros? Yo tengo preguntas y trato de pensar respuestas posibles. En cuanto a los titulares, me interesa que mis columnas sean leídas, pero me interesa sobre todo que no sean malinterpretadas, y entonces soy cuidadosa con la ironía porque a veces la ironía cierra lecturas y genera malentendidos. Otra decisión muy personal es no participar de la pelea en las redes. Si recibo insultos, no contesto. No participo, primero porque no tengo tiempo físico—vivo de mi trabajo—y segundo, porque no me interesa estar retraduciendo mis notas. La gente tiene todo el derecho del mundo a decir barbaridades sobre lo que escribo; es algo que viene con el trabajo y no me siento agredida o censurada por eso. No creo que las puteadas en las redes sociales a los periodistas sean un problema de la democracia; cuando lo hace el presidente, ahí sí podemos empezar a pensar en otros temas porque hay una asimetría de poder. Aunque Milei pretenda ser un ciudadano común, un roto que está en el poder, no lo es y tiene un montón de herramientas posibles para ejercer poder sobre sobre alguien. Ahí hay otra cuestión. Entonces, si vos no participás de esa pelea, si no contestás nada, eso se termina inmediatamente; la repercusión en las redes se basa también en la lucha en el barro de la gente.

Bueno, algunos deciden irse de Twitter a un lugar que les resulte más amable. Se buscan espacios en los que pensemos más o menos igual. 

Yo quiero leer a gente que no piensa como yo, escucharla, entenderla y repreguntar, me aburre mucho estar hablando entre todos los que pensamos igual. Por eso me da lástima que los libertarios sean tan refractarios a hablar con periodistas que no piensan como ellos.

¿Que no sean tan liberales?

En un punto sí. A mí me parece que lo interesante del macrismo, y su espada de Damocles al mismo tiempo, fue que en la pretensión de ser tan liberal y tan tolerante dejó el campo de la batalla cultural abierto. El Estado no iba a intervenir, no se iba a meter en esa batalla y había una especie de libre mercado de las ideas y de la conversación pública. Ese liberalismo de opinión pública hizo que no dominara una instancia de la vida política que es esa batalla cultural. A mí esa libertad de pensamiento me interesa muchísimo. Puedo escuchar a un kirchnerista y hacerle las preguntas incómodas que creo que hay que hacerle, puedo escuchar a un cura de ultraderecha, entender su posición sobre el aborto y hacerle todas las preguntas que le correspondan. Me parece que así mi trabajo es más divertido y más interesante.

No es tarea del periodismo coincidir con los entrevistados, ¿no?

Ni coincidir, ni pelear, ni juzgar. Yo no soy activista, no estoy calculando cuándo es el momento o no de interpelar a alguien. Yo no tengo una agenda propia. Quizás la agenda más propia que he tenido fue la de la legalización del aborto pero por una cuestión de liberalismo, y eso no me impedía hablar con otros. Al contrario, la legalización del aborto es una garantía de que cada persona puede ejercer su decisión. En general no tengo agendas, tengo mucha curiosidad. 

Por último podemos hablar de educación. ¿Cuál es la situación educativa del país?

La educación argentina, que fue un faro en términos comparativos con otros países de la región durante el siglo XX, desde 2000 hasta hoy es un sistema estancado en niveles bajos de aprendizaje. Los sistemas educativos son buenos cuando le permiten a la mayor cantidad de alumnos estar en niveles altos de aprendizaje, que el promedio esté muy alto, en calidad y en cantidad. Argentina tiene un promedio de calidad muy bajo y sostenido además a lo largo de décadas, no ha logrado producir grandes progresos. 

¿Qué ha pasado en las últimas décadas para llegar a esta situación?

Hay varias cuestiones. La Ley de Educación Nacional que rige actualmente, que es de 2006, establece la educación secundaria como obligatoria y eso hace que generaciones de chicos que nunca habían estado en la escuela, cuyos padres nunca habían estado en la escuela, lleguen por primera vez. Se democratiza el ingreso pero no el egreso porque, con la entrada de estos chicos de tan bajo capital cultural, la escuela no encuentra las herramientas pedagógicas para acompañar esos procesos. Entran pero no egresan o egresan con bajísimo nivel. La educación argentina tiene problemas comparativamente con Chile o con Uruguay, inclusive con Brasil, con Perú. Argentina está estancada. 

Lo mismo que decías antes sobre la economía.

No se puede desconocer el problema de la pobreza Argentina. Cuanto más pobre es la población, más pobres llegan al sistema. No se puede aprender con hambre ni con estrés de hacinamiento. Entonces, en principio tenés una composición social muy difícil y otra cosa: para que la escuela, como aparato productor de conocimiento y de promoción social, pueda hacer su trabajo tiene que ser una escuela muy buena, preparada para eso, que transforme los rasgos de pobreza en rasgos pedagógicos a ser intervenidos con herramientas pedagógicas puntuales. Ese es un proceso de enorme complejidad y no se ha logrado. También hace falta un sistema de política social para esos chicos que están peleando la vida día a día. Si no se los apoya nutricionalmente con pautas de vida, cuando lleguen a la escuela no estarán preparados para eso. Me refiero a un Estado presente en serio. Chile tiene las mejores políticas de infancia valoradas internacionalmente que acompañan a la familia y un sistema educativo muy bueno. Desde Argentina se suele demonizar a Chile como «neoliberal» pero el sistema chileno es mucho más igualitario en ese sentido. Argentina tiene un problema en sus políticas públicas, en la calidad de la burocracia que las elabora, en la cantidad de los institutos de formación y la calidad de los maestros también es un problema. Como se paga muy mal en la docencia, llegan estudiantes de los sectores bajos que tienen menor capital cultural, entonces es un círculo vicioso. 

La educación está en crisis en Argentina pero no hay debate al respecto. ¿Es un tema central en otros países?

El debate educativo no tiene lugar en la Argentina. ¿Por qué tiene lugar en Chile? Porque el rol de la educación, del certificado educativo y de las barreras de ingreso a los sistemas educativos es clave en esa meritocracia chilena, que tomaba examen de ingreso para entrar a la escuela secundaria o a la universidad. En esa sociedad, la educación tiene un valor vital; es un elemento de la vida diaria que determina tu paso a la siguiente etapa. La educación pesa en términos de elecciones vitales, entonces es una conversación. En Argentina, la educación ha sido históricamente un derecho. La universidad no tiene examen de ingreso, es gratuita y de libre acceso. Cuando en una sociedad no tenés un riesgo, tampoco tenés un incentivo para cuidarlo ni para dar ese debate, porque está dado. La gratuidad y el acceso, sobre todo en la instancia universitaria, han generado una no conversación sobre la educación en la Argentina. En Chile se habla mucho de educación; en Francia se habla mucho de educación; en Estados Unidos se habla mucho de educación. De hecho, en los medios no hay secciones de educación. En mi programa, una entrevista educativa es menos leída que una entrevista de política o de economía y eso pasa porque la educación nunca estalla, sí la economía o la política.

Luciana Vázquez para Jot Down

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13 Comentarios

  1. Excelente entrevista – siempre es una garantía leer algo donde interviene Andrea Calamari- e interesantísimas respuestas. Es un auténtico placer ver que aún hay gente en los medios que intenta comprender lo que no comparte y no usar la descalificación fácil. Todo esto escrito desde España.

  2. Jose Andres

    Perón fue un cáncer del que jamás se recuperó Argentina y dejó tumores de metástasis que permanecieron por muchos años, hasta que llegó Milei. Es alucinante que todavía hubiera gente que prefería al insulso y corrupto Massa, cuando lo que habría que hacer en Argentina es erradicar de una vez por todas todo lo que huela a peronismo, kirchnerismo y cualquier «ismo» relacionado con la izmierda. Y también sorprende la nefasta cultura wokista de la entrevistadora, plagada de clichés malvendidos por los zurditos de m…..

    • Señor, el valium lo tiene en la mesita

    • E.Roberto

      Bueno, este epíteto, además de chorro y pederasta me faltaba: cáncer. Es extraño que no haya usado demagogo, será porque significa aquel que habla o acompaña al pueblo, y hay tantos pueblos, o clases en un mismo país; el actual presidente tiene el suyo; vicios aquellos para los cuales no era necesario matar a mansalva y sin piedad a trescientos y pico de inocentes en junio del cincuenta y cinco en la plaza sin ningún culpable por ese acto de terrorismo. Pienso que la razón verdadera de tal carniceria fue por lo que hizo en favor de los marginados, por darle la conciencia de clase a los trabajadores, de haber implementado el Estatuto del Peón de Campo para impedir los abusos, la asignación por hijo, el cuidado efectivo de niños y ancianos, el voto femenino, de querer un país Justo, Inclusivo, Libre y Soberano. Un alud zoológico tituló la prensa de aquellos años cuando los cabecitas, los negros, los mestizos e indios llegaron hasta la plaza. Su comentario está en sintonía con ese odio de clase, el mismo del actual presidente que anda propagandeando las cripto monedas con resultados nefastos, hasta para sus seguidores. Es una función incompatible, incomprensible para un mandatario.

  3. Hay cosas que no se arreglan con Valium… como mínimo necesitaría dosis diaria de lo que fumaba Nodleess en Érase una vez en América… o, por usar al mismo actor, salir de caza en modo taxi driver… y dejemos de prostituir la palabra libertario!!!

  4. E.Roberto

    Se me hace difícil creer que la “…egemonía kirchnerista de la planificación centralizada haya generado la corrupción política…” Esta realidad viene de lejos, con picos inaceptables en la Década Infame que produjo por primera vez un gobierno popular, el del “Peludo Yrigoyen” (Yo soy del treinta, yo soy del treinta cuando al Peludo lo embalurdaron, cuando a Carlitos se lo llevaron). Luego llegó Perón y Evita para dar esperanzas sociales y políticas, para visibilizar a la otra Argentina, la de los cabecitas, indios y gronchos, la que no está dentro de los pocos kilómetros cuadrados de la Buenos Aires “de bien”. A propósito: el periodismo europeo, en especial modo el español y luego el italiano no preguntan jamás por esa sorda, enfermiza y gris discriminación racial. Para uno que no conociera la argentina y de frente a dos fotos de los componentes de dos parlamentos, le sería difícil identificar al argentino. Son todos descendientes de europeos. (Sepa disculpar mi racismo defensivo; otra ejemplo no me viene). Como jubilado, la única vez que recibí un importe significativo fue con el gobierno de Nestor Kirchner, y solo fuí un obrero y empleado. Lo que más me desorienta de esta inteligente señora y preparada profesional, es su afirmación de que el estado “kirchnerista” se adueñó de los derechos humanos además del feminismo y de los movimientos sociales. Los DH no pueden pertenecer a una facción política porque estamos hablando de la incolumnidad de la vida, de que nadie pueda ser secuestrado, torturado y asesinado, sin distinción de banderas o credos politicos, es una promesa política para todos, y todos hacemos un Estado. La deuda de la Argentiona con el FMI fue una batalla noble, pues creo que lo único que busca esa entidad “sobre”nacional es que sigamos siendo un proveedor de materias primas al mal llamado primer mundo. Por el resto, creo que nos habla con sinceridad. Graciad por la lectura.

  5. Pingback: Luciana Vázquez: «El riesgo de Milei es cometer la fatal arrogancia» - Multiplode6.com

  6. Peter Pan

    Que tipa más peligrosa. Ella puede decir lo que quiera pero sí que toma partido y está muy claro por quién: a este se le caen las bragas al suelo por el memo de Milei.

    • Esto no es la sección de comentarios del Marca

    • María José

      Completamente de acuerdo. Lo de que toma distancia con Milei solo lo cree ella. He echado en falta más comentarios sobre la estructura económica de Argentina, la relación de la moneda con el dólar, en qué empresas invertirían todos esos que con el kirchnerismo no podían. ¿Por qué no hablan de la relación de Milei con Israel? O del dinero que sacó de Argentina, este titular del 23 de agosto pasado: » Milei saca de Argentina más de mil millones en reservas de oro y se niega a dar explicaciones. // El Banco Central y el Gobierno se niegan a dar información alegando razones de seguridad mientras crece el temor de un envío sin rescate, cuyo valor se calcula que puede alcanzar los 1.500 millones de dólares».
      La periodista me parece demasiado blanda con esta elite cultural a la que siempre le conviene que gobierne la derecha e incluso la ultraderecha.

  7. La presencia de un peligro mortal hace que la gente pierda la compostura. A veces incluso hasta grabar las palabras que se quieren decir en casquillos de bala. Recuerden ustedes que las medidas económicas matan. La premisa de que los ciudadanos deben aguardar su exterminio mientras se expresan con comedimiento es algo… dura. Veremos si el Sr. Libertario es tan peligroso, o es acaso un ángel incomprendido …

  8. tonyadeur

    Da gusto leer una entrevista así, profunda, razonablemente objetiva, entendiendo que la realidad es compleja y que no se puede ventilar recurriendo a unos cuantos clichés u opiniones preconcebidas/ extremistas. Cada vez es más difícil encontrar este periodismo.

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