En el verano de 2023 tuve la oportunidad de asistir a un curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo sobre arqueología y digitalización. Allí fui alumno de Conxa Rodà. Tras su ponencia, me di cuenta de que me encontraba ante una persona no solo carismática y con enormes conocimientos en su campo, sino que también había sido la punta de lanza de la digitalización de los museos en España.
Conxa es filóloga, pero a la vez ha trabajado en comunicación, edición y arquitectura web durante los últimos veinte años. Ha sido jefa de proyectos en el Museu Picasso y después directora de Estrategia, Innovación y Transformación Digital en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Actualmente es codirectora del curso de especialización de Estrategia Digital para Organizaciones Culturales, entre otros cargos.
Hacía tiempo que quería que me diera su opinión sobre aspectos más concretos en su campo de museos y digitalización en particular y sobre el mundo de las humanidades digitales en general. A continuación te dejo la conversación que mantuvimos este pasado noviembre.
Para empezar, Conxa, siendo filóloga de formación, ¿cómo se despertó en ti el interés por la tecnología y los museos? Me parece fascinante como una formación en letras puede desembocar en un universo digital tan dinámico. ¿Cómo fue esa transición hacia la comunicación digital en el ámbito cultural?
Soy filóloga, por mi pasión por la lectura y por los idiomas. De ahí pasé del ámbito profesional a la comunicación, que de hecho tiene como base el lenguaje. Cuando apareció internet, me pareció que se abría un océano de posibilidades en el mundo de la información y la comunicación y me lancé de cabeza. Aún recuerdo mi primera conexión a internet. Estábamos en 1995 siguiendo un curso de Introducción a las Nuevas Tecnologías y todo el grupo nos tuvimos que desplazar a la Universitat Politécnica de Catalunya para poder conectarnos. En aquel aula pude acceder al catálogo de la Library of Congress y ahí se me abrió un mundo nuevo.
En el Instituto de Cultura de Barcelona, donde yo era directora de comunicación, ya lanzamos a finales de los noventa las dos primeras webs culturales de Barcelona, la de bibliotecas y la del programa Barcelona Plató. Como internet era ya imparable, vino luego el gran proyecto web del Canal Cultura, multimedia y multicanal, donde ya integramos todo el quehacer cultural de la ciudad. Piensa que estamos hablando del año 2002-2003. Fue un proyecto muy pionero.
Después llegaste al Museo Picasso, donde te encontraste que la tecnología aún no estaba tan consolidada en los museos. ¿Cuáles fueron los primeros retos que se te presetaron? Es interesante pensar cómo ciertos desafíos tecnológicos, que hoy se dan por sentados, marcaron los primeros pasos de la digitalización en este sector.
El Museu Picasso dependía entonces del Instituto de Cultura, municipal. Cuando hubo un cambio de director, en el Museu Picasso se inició una etapa de renovación global del centro. El nuevo director, Pepe Serra, era muy consciente del impacto de lo digital. Uno de los primeros proyectos fue la renovación, muy necesaria de su web, y ahí estaba yo. Y sí, fue un gran reto tecnológico, era el año 2007 y muchas de las funcionalidades que hoy se dan por descontadas eran entonces un reto, caso diría una carrera de obstáculos.
Hubo que lidiar, por una parte, con dificultades tecnológicas y por otro lado con una cierta resistencia interna, habitual en momentos de cambio organizativo. Entre las primeras, las dificultades técnicas, destacaría los requisitos e imposiciones tecnológicas de los servicios informáticos municipales, como por ejemplo la obligatoriedad de usar el gestor de contenidos Vignette, que era muy complejo y no se adaptaba bien a las necesidades de un museo. Pero, en fin, tras muchas reuniones de trabajo y un poco de flexibilidad por todas las partes implicadas, y quiero destacar ahí el formidable trabajo de la empresa proveedora del diseño y de la programación, se consiguió una web que en 2008 resultó muy innovadora, multimedia, con un recorrido virtual de la colección, una línea del tiempo que fue destacada como buena práctica ¡por el MoMA!, y una página integradora de nuestra presencia en redes sociales que mereció el premio Best of the Web del congreso Museums and the Web en EE. UU. En cuanto a los retos de orden interno, en primer lugar, la colección no estaba digitalizada, había que crear mucho contenido nuevo y ello comportaba la necesaria colaboración interna que no siempre fue fácil en una época en que lo digital no era considerado prioritario, especialmente en el sector de museos. Sin embargo, en cuanto se publicó la web y se empezó a ver el impacto en visitas y comentarios positivos de los usuarios, la actitud interna comenzó a cambiar y a abrirse a colaborar activamente.
En los dos museos en que he trabajado he tenido la sensación de ser una «evangelizadora» de lo digital.
Aparte de ese primer proyecto, el pequeño equipo digital iniciamos un blog semanal, unas audioguías multimedia y una primera app. Trabajamos a un ritmo intenso. Fue muy gratificante. Guardo muy buen recuerdo de esos cinco años picassianos.
Avancemos en el tiempo. Imagino que la oportunidad de liderar la transformación digital del MNAC representó una enorme responsabilidad, pero también una gran recompensa. Por tu experiencia, ¿qué aspectos te parecieron los más difíciles de implementar y cuáles destacas como los grandes logros de la Estrategia 2019-2022?
Sí, fue una decisión importante porque yo me encontraba a gusto en el Picasso. Pero el director, Pepe Serra, fue nombrado director del MNAC y cuando me propuso ir para desarrollar la estrategia, di el paso y ahí trabajé durante siete años, del 2012 al 2019. En un principio me dediqué a elaborar el primer plan estratégico del museo (2013-2017). Pero ya se vio la necesidad de impulsar toda la dimensión digital y a la función estratégica global se me añadió la de impulsar la transformación digital del museo.
Puedo decir que han sido unos años fantásticos, el museo es un entorno único, con una colección maravillosa que comprende desde las pinturas medievales románicas hasta obras de arte de la guerra civil y algunas obras de artistas como Picasso, Miró, Dalí. Un museo, que, bajo la nueva dirección, ha adquirido un gran impulso, tanto a nivel local, en tanto que museo nacional, y a nivel internacional. Se destila mucha energía.
En el ámbito digital, lo primero tuvo que ser… ¡la renovación web! Era como un déjà vu. Tuvimos, como es lógico, dificultades tecnológicas diversas, pero la colaboración interna fue ya más fácil porque en 2012 ya se veía la importancia de la web. Creamos un equipo transversal desde el inicio y en 2014 lanzamos la nueva versión.
En digital seguimos experimentado nuevas vías. Se desarrolló el primer catálogo de una exposición en una app para tableta, El Museo explora, que visibilizaba los trabajos de restauración de las obras. Tuvimos una excelente colaboración con algunas start-ups que nos vinieron a plantear proyectos muy interesantes y fue una combinación ganadora: el museo no disponía de recursos y las empresas necesitaban de los contenidos del museo. Así nacieron proyectos como la app de Unique Visitors, que recibió diversos premios, y la aplicación con beacons para las nuevas salas de la colección de arte moderno.
La Estrategia 2019-2022 fue un macro-proyecto. El Museu Nacional d’Art de Catalunya cuenta con una colección de más de cien mil piezas (más otras tantas si contamos los fondos del Gabinete Numismático), y un edificio de cincuenta mil metros cuadrados. La dimensión allí es gigante para lo que son la mayoría de los museos de nuestro país. Queríamos un plan que fuera ambicioso pero realista a la vez, que impulsara la innovación, que pusiera en el centro a los públicos, es decir, un museo social, que pusiera en valor la colección y el conocimiento generado por la investigación, la restauración y los comisariados. Entendíamos el museo como un lugar para el encuentro, la exploración, el disfrute, el aprendizaje, la reflexión, el pensamiento crítico, la creatividad y el ocio.
En la estrategia, la dimensión digital permeó de manera transversal todo el plan, lo digital está plenamente integrado en el plan global. Otro valor de esa estrategia fue el planteamiento de un extenso abanico de indicadores cuantitativos y cualitativos para cada uno de los cinco ejes en que estructuramos el plan. Y fue fundamental el trabajo colaborativo. La estrategia se trabajó de manera transversal, con participación de todo el equipo del museo. Esa construcción colaborativa es clave, no solo para aportar múltiples puntos de vista sino para implicar a todo el equipo que luego será quien tenga que contribuir a implementar la estrategia.
Hoy en día vemos cómo la enseñanza sobre estrategias digitales en cultura ha crecido y diversificado su oferta. Desde tu visión como docente y codirectora en el Congreso CIMED, ¿cuáles crees que son las competencias que ya se consideran esenciales y cuáles se están empezando a valorar más, quizás, a raíz de la pandemia?
Con el tiempo se ha ido incrementando la necesidad —y, por tanto, la oferta docente—, de formación estratégica. Debo decir en este sentido que la pandemia lo aceleró, pues muchos museos vieron que no se trataba de seguir incorporando iniciativas digitales dispersas sino de planear estratégicamente la dimensión digital de cada centro, en función de su misión, objetivos, contenidos, públicos. Recuerdo una encuesta del ICOM a directivos de museos sobre sus prioridades en época post-pandémica y la primera fue desarrollar una estrategia digital y la segunda, la formación. Ambos aspectos se revelaron muy débiles durante el confinamiento.
De ahí surgió la inspirada iniciativa de la Universitat Politécnica de Valencia de crear una red gratuita de profesionales de museos y de universidades y nació REMED (Red de Museos y Estrategias Digitales) pensada para países de habla hispana. Como sabemos, en digital, la mayoría de congresos y publicaciones están en inglés. Actualmente cuenta con más de mil doscientos profesionales de España y América Latina. Periódicamente se organiza el congreso CIMED que celebrará su próxima edición en octubre de 2025.
Pero debo decir que aún hoy, la oferta formativa en estrategia digital para patrimonio es escasa. Creo que desde las administraciones y en colaboración con las universidades, habría que impulsar una formación amplia que cubriera, por un lado, un nivel básico en habilidades digitales que prácticamente todo profesional de museos debería tener y, por otro lado, oferta especializada en función de las distintas responsabilidades y tareas.
En cuanto a las habilidades, hay una serie de capacidades que generalmente no se enseñan en los grados y que se aprenden en la práctica profesional, en másters o con autoaprendizaje, del que soy una ferviente defensora. Dependiendo del rol en el museo las habilidades digitales necesarias varían:
Para los que trabajan en gestión, convendría un conocimiento profundo de estrategia digital, procesos de transformación digital, sostenibilidad digital, propiedad intelectual en el ámbito digital, analítica de datos, políticas de datos abiertos, y ahora también explorar el impacto de la inteligencia artificial y las oportunidades y riesgos que conlleva.
En el ámbito de la experiencia del visitante y la comunicación, se requieren conocimientos de UX (experiencia de usuario), arquitectura web, redes sociales, aprendizaje digital, accesibilidad digital, construcción de nuevas narrativas (storytelling), e implicación (digital engagement). Mediación digital, es decir, audio tours, exposiciones virtuales, interactivos en salas, podcasts, realidad aumentada, uso de tecnologías avanzadas como la realidad virtual y las experiencias inmersivas, por citar algunas vías de mediación digital.
En el área de conservación-restauración, pues técnicas de escaneo 3D, gestión de colecciones online, fotografía digital, estándares de IIIF (International Image Interoperability). En el informe «Digital Profiles / Skills in Museums» recopilé un listado exhaustivo de roles digitales en museos de todo el mudo, así como la experiencia y competencias demandadas para nuevos puestos de trabajo digital en museos.
Precisamente, en el informe sobre Talento Digital en España de 2024 que se acaba de hacer público, casi el setenta por ciento de las empresas manifiestan la falta de habilidades digitales en sus equipos. Si eso pasa en la empresa, imagínate lo que pasa en los museos…
Pensando en aquellos museos que apenas comienzan su camino en la digitalización o que buscan mejorar su situación, ¿qué aspectos recomendarías priorizar para crear una estrategia digital sólida y sostenible? A veces parece que dar los primeros pasos en lo digital es el verdadero desafío.
Hay que tener en cuenta que la transformación digital es mucho más que digitalización. Transformación digital supone aplicar las tecnologías digitales a una nueva manera de crear, producir y comunicar contenidos y servicios. Se trata entonces no solo de digitalización sino de construir una estrategia digital global, de la cual la digitalización es una parte muy importante. Pero la dimensión digital es más amplia e integral. Todo ello para transformarse en un museo conector con todos sus públicos.
Para ello hará falta, en primer lugar, un liderazgo, que tenga una visión estratégica. No caer en la última tecnología por ser punteros, primero explorar, conocer, ver el rendimiento, el beneficio que puede aportar a nuestro museo, un liderazgo que impulse, priorice, dote de recursos.
Posiblemente haga falta formación en habilidades digitales, como comentaba antes y, seguro, el gran reto radica en la vertiente personal: es necesario que la gente tenga una mentalidad abierta, dispuesta a explorar, a experimentar nuevas formas de hacer las cosas, a repensar o renovar procesos, a trabajar colaborativamente y de forma transdisciplinar todos los profesionales del museo: conservadores, documentalistas, comunicadores, educadores, expertos tecnólogos…
Has trabajado tanto en renovar las páginas web como en dotar de presencia en redes sociales a los museos. Al final, cada plataforma tiene su personalidad y propósito, ¿verdad? ¿Cómo describirías la diferencia de impacto que tienen estos dos espacios para la difusión cultural y para la conexión con el público?
Yo creo que son canales muy distintos. La web sigue siendo central, aunque hubo un tiempo en que parecía que iba casi a desaparecer. Para mi la web puede actuar de hub, de nudo de toda la esencia y la actividad del museo, presencial y digital, como un espacio más del museo. Yo concibo la web como sede digital del museo y con valor como experiencia en línea, productora de contenidos y conocimientos, un espacio donde «pasan cosas», un espacio virtual con gran potencial para eventos en línea, un espacio de conexión entre el patrimonio y el público, un lugar para la exploración, para el aprendizaje y, por qué no, para el entretenimiento.
Una web hoy, además de informar, debe tener un rango más ambicioso de objetivos: convertirse en el núcleo de toda la actividad y la producción digital del museo, ofrecer al usuario una experiencia de visita de calidad, poner en valor el rico patrimonio de cada centro, inspirar, educar, compartir conocimiento, conectar, desvelar pensamiento crítico, interpelar al usuario, estimular la creatividad.
En cuanto a las redes sociales, hoy son ya una parte esencial de la estrategia digital y de comunicación de cualquier organización. Permiten una conexión más directa con el público, más informal que el tono neutro que se usa en la web, el tono es más abierto. Diría que en la web habla la institución y en redes hablamos las personas. Siempre me gusta remarcar la palabra sociales de las redes. Las redes son comunicación en estado puro, ya no sólo unidireccional sino bidireccional (museo-público) y, mejor aún, multidireccional (museo y públicos entre sí). Las redes permiten tejer complicidades, reforzar vínculos con los usuarios y crear comunidades de interés.
Para ello también hace falta en redes sociales una estrategia. Es tal la multitud de plataformas que hay que elegir muy bien aquellas en las que tenga más sentido estar, las que ofrezcan mejor conexión con nuestro público y, como ya es sabido, adaptarse de manera específica a cada red.
Entre los formatos nuevos que los museos están explorando, están los podcasts y los videos, ¿qué cualidades ves en cada uno? ¿Crees que hay alguno que tenga más potencial para atraer y fidelizar audiencias? Es fascinante cómo el video y el audio pueden crear experiencias tan diferentes para el usuario.
Efectivamente, el impacto audiovisual no para de crecer. Ya hace años que los vídeos han triunfado por su poder comunicativo y de captación de interés. Los museos, en general, deberían mejorar la cantidad y, sobre todo, la calidad de los videos que generan. Los usuarios tienen un elevado nivel de alfabetización visual y esperan de los museos buenos videos. No todo vale. La suerte es que las colecciones de los museos tienen un gran atractivo visual y permiten crear relatos visuales magníficos.
En cuanto a los podcasts, las estadísticas muestran un crecimiento. exponencial. Además, requieren relativa poca infraestructura técnica y parece sencillo lanzarse a su producción. Sin embargo, hay que tener en cuenta que requieren un esfuerzo editorial importante, de guión y de creación de contenido. Recuerdo un estudio que difundió la empresa Dosdoce, en que constaba que un treinta por ciento de los podcasts morían al cabo de un año con un solo episodio publicado. Creo que el podcast tiene un efecto muy poderoso de difusión y recomendaría plantearse su edición, pero siempre que dispongamos de un proyecto con varios episodios ya hilvanados y que sea sostenible a medio plazo.
Hablemos de inteligencia artificial. Nos encontramos en un punto donde parecen abrirse un sinfín de posibilidades. Desde la perspectiva museística, ¿qué oportunidades vislumbras y cómo piensas que debería manejarse esta tecnología para lograr una verdadera ventaja sin perder la esencia del museo?
¡Gran tema! La inteligencia artificial viene cargada de oportunidades y de desafíos. En nuestro país, en su mayoría, los museos aún están explorando posibilidades. La incorporación de la IA implicará un cambio muy significativo en la gestión y difusión del conocimiento. La IA permite procesar grandes cantidades de datos y a gran velocidad de una forma antes inalcanzable para los humanos. Esto se traduce en una capacidad aumentada para analizar las colecciones, permite nuevas formas de catalogación, documentación y acceso a las colecciones.
Algunas posibles aplicaciones de la IA en museos que se me ocurren: la automatización de tareas repetitivas: la IA puede automatizar procesos como la catalogación de objetos, la transcripción de documentos antiguos, o incluso la creación de descripciones de obras de arte; el estudio de las colecciones: establecer nuevas conexiones, ampliar los metadatos; la reconstrucción digital; el análisis predictivo: la IA puede ayudar a detectar problemas en la conservación de obras de arte mediante el análisis de imágenes; o la mejora de la experiencia del visitante: las tecnologías de aprendizaje automático pueden proporcionar recomendaciones personalizadas e itinerarios adaptados a los intereses del visitante, lo que puede mejorar la accesibilidad y la inclusión.
Pero también debemos ser conscientes de los riesgos en cuanto a fiabilidad, sesgos éticos, privacidad, seguridad, copyright… Por lo tanto, no hay que olvidar que, al menos hoy por hoy, sigue siendo imprescindible la colaboración personas-máquinas para revisar y verificar.
Ah, me dejaba el gran reto de la sostenibilidad: la IA comporta un elevadísimo consumo de energía, agua, materiales minerales raros y no se vislumbra que eso vaya a disminuir. Es un gran obstáculo para la preservación del medio ambiente del planeta. Quizá podríamos poner a trabajar en ello a la IA y estudiar soluciones.
Hablando de innovación, los museos deben encontrar un equilibrio entre mantenerse fieles a su misión y estar a la vanguardia. ¿Qué tecnologías o tendencias consideras imprescindibles para aquellos museos que quieren estar al frente en digitalización?
La tecnología digital permite crear nuevas experiencias interactivas para los visitantes, abre nuevas posibilidades de accesibilidad y participación, ayuda a establecer conexiones entre las colecciones y usuarios mediante la creación de múltiples narrativas para audiencias múltiples, permite llegar a nuevos públicos. Cada museo, en función de su misión y de sus públicos deberá analizar qué innovaciones aportan más valor, sin dejarse llevar por una inquietud de estar a la última.
Hablamos ya del Museo Phygital, es decir, de la fusión, la combinación de lo físico y lo digital, de lo real y lo virtual. Resulta fascinante ver cómo pueden los museos y los sitios patrimoniales fusionar sin problemas lo digital en las experiencias de visita in situ, cómo se pueden equilibrar los elementos físicos y los digitales para crear una experiencia coherente para el visitante en lugar de tratarlos como dos entidades separadas y sin olvidarnos, claro está, del valor único e insustituible de ver los objetos en directo.
Resulta también un activador de innovación digital iniciar un MuseoLab, para experimentar e innovar de manera colaborativa (personal del museo, público, artistas, científicos, tecnólogos) en nuevos lenguajes y nuevas formas de mediación digital del arte, de la historia o de la ciencia.
Todo ello también conlleva un elevado impacto organizativo, ya que lo digital en la mayoría de lugares altera las estructuras organizativas, los flujos de trabajo, la forma de trabajar.
Sobre la realidad aumentada y la realidad virtual, se dice que son herramientas muy poderosas para enriquecer la experiencia del visitante, ¿cómo lo ves? ¿de qué maneras consideras que pueden mejorar la conexión del público con el patrimonio?
Bueno, no creo descubrir nada nuevo al decir que pueden aportar nuevas capas de información, incrementar el conocimiento y proporcionar experiencias inmersivas que conecten con los visitantes/usuarios. La combinación de lo virtual y lo real puede ser muy efectiva e impactante, proporcionar experiencias memorables. Pasearse por la Pompeya del siglo I, ver en su hábitat a animales prehistóricos, explorar el taller de una artista y recrearse visualmente con sus obras o entrar en el interior del cuerpo humano, por ejemplo, son opciones muy atractivas y de alto impacto en públicos de todas las edades.
Pero sí me gustaría incidir en la calidad de los contenidos inmersivos. Hay muchas instalaciones que no van más allá del efecto wow, de la espectacularidad. Creo que desde los museos hay que hilar más fino y proporcionar unos guiones más sólidos, unos contenidos más trabajados que ofrezcan una experiencia que vaya más allá de los blockbuster inmersivos. Muy lícitos desde el ámbito del entretenimiento (o del negocio, puesto que son muy comerciales), pero un museo puede incorporar más capas de conocimiento, exploración, aprendizaje y disfrute.
También quería preguntarte por la digitalización en 3D de las piezas de un museo. Lo menciono tanto en el campo de la preservación y conservación como en el de la difusión. Así que en primer lugar te pregunto sobre los beneficios de los gemelos digitales de las piezas de un museo de cara a su conservación. ¿Qué nos puedes decir sobre ello?
La digitalización 3D facilita procesos de restauración y de preservación. Haber tenido escaneada Notre Dame, por ejemplo, con láser de alta precisión, contribuyó a la toma de decisiones en el proceso de rehabilitación tras el incendio.
Esa réplica virtual de objetos, de monumentos, de yacimientos arqueológicos proporciona datos exactos y fiables que conforman una documentación precisa muy valiosa cara a su preservación e investigación. La digitalización 3D en museos ayuda a la preservación, ya que puede evitar la manipulación de piezas originales frágiles.
Y, en términos de difusión, ¿qué potencial ves en el uso de modelos 3D por parte de los museos? ¿Crees que este tipo de tecnología puede abrir nuevas formas de participación para el público, tanto en exposiciones virtuales como en experiencias inmersivas?
La digitalización 3D permite múltiples usos para la difusión de la colección del museo y la creación de nuevas narrativas: podemos insertar modelos 3D en la web del museo, utilizarla para experiencias de realidad aumentada y de realidad virtual, en visitas y exposiciones virtuales, también en gamificación. La realidad tridimensional, facilitar el visionado a 360º atrae el interés y la implicación de los usuarios, a través, por ejemplo, de la creación de entornos virtuales inmersivos tridimensionales e impresiones 3D para interacción con la cultura material pasada. Y ello no solo para ser utilizado en exposiciones virtuales sino también para complementar y enriquecer la experiencia de las exposiciones físicas. La reproducción en 3D es, pues, ideal para usos educativos y contribuye a hacer el patrimonio más accesible.
La tecnología también está transformando el acceso de personas con discapacidad a los museos. ¿Qué avances o aplicaciones destacarías para facilitar la interacción inclusiva en estos espacios?
Sí, sin duda. Las personas con discapacidad visual, por ejemplo, pueden a través del tacto vivir la experiencia de sentir los volúmenes, las texturas de piezas replicadas en 3D, como ya hace una década que ofrece el Museo del Prado. Hoy eso ya es más frecuente en museos de todo el país. Recientemente, por ejemplo, el Museo de Cádiz ha replicado en 3D piezas fenicias para facilitar su acceso a personas con discapacidad visual. La impresión 3D, además, ha abaratado los costes de la impresión en Braille.
Aunque yo añadiría que la réplica en 3D incrementa la accesibilidad al público en general, al permitir manipular piezas «intocables» en los museos, lo que aumenta la percepción y la comprensión, aunque hay ya estudios que demuestran que falta ahí el aspecto emocional de la obra en directo. O una reproducción en 3D a tamaño aumentado de objetos minúsculos, favorece su observación a todos los públicos, como hizo un museo, creo que de Andalucía, ahora no recuerdo exactamente cuál.
Pasando al concepto de un metaverso cultural por el que siempre pregunto, ¿ves posible que algún día exista un espacio virtual común que permita recorrer el patrimonio en su contexto histórico original? Es una idea ambiciosa, pero ¿te parece factible o aún lejana?
Ay, sí, me temía esta pregunta…
Yo respecto al metaverso tengo una actitud un tanto escéptica. Parecía, no hace tanto, que sería el momento de la gran explosión de los mundos virtuales. Ahora mismo, ya se habla muchísimo menos y, aunque sigue en boga en el entorno de los videojuegos, aplicado a museos se ha ralentizado, por no decir paralizado. Pienso que por algo fue que Second Life se fue apagando. Sin embargo, como hay que estar abierto y explorar, sí creo que el metaverso puede tener en museos una utilidad educativa y de entretenimiento, sin llegar al extremo que se había llegado a decir que todo, en nuestras vidas y en nuestro trabajo, pasaría en el metaverso.
Quizá falte aún maduración y en unos años veamos un avance significativo. Con una mayor implantación social, los museos sí podrían invertir esfuerzo, tiempo y recursos a recrear en el metaverso mundos virtuales de épocas pasadas o presentes. Mientras, las experiencias de realidad virtual e inmersivas actuales ya cumplen esa función.
En cuanto al metaverso gratuito, absolutamente sí, creo que los museos deberían ofrecer ese contenido abierto y gratuito. De la misma manera que creo que, al menos los centros públicos, deberían abrir totalmente sus datos para un uso público sin restricciones. Hay muy buenos ejemplos en el mundo: Rijksmuseum, Metropolitan, Cleveland, Getty… pero en nuestro país aún es una asignatura pendiente. Aunque, creo, llegará el momento.
Sabemos que hay proyectos internacionales en marcha, como «Dive into Heritage» que digitaliza patrimonio de la UNESCO para el metaverso. Este tipo de iniciativas, ¿crees que pueden marcar un antes y un después en la manera de entender y preservar el patrimonio cultural?
Sí, y no sólo los países árabes. La Galería Nacional de Finlandia, por ejemplo, creó la Metagallery, un proyecto piloto para explorar el metaverso, en colaboración con Decentraland, que, entre otras virtudes, es de código abierto.
La iniciativa «Dive into Heritage» me parece fundamental. Casi de aquellas cosas que te preguntas ¿y cómo no había existido hasta ahora? Es un proyecto innovador, multimodal, que usa la tecnología digital al servicio de la humanidad con fines de exploración, educación, salvaguardia, seguimiento y reconstrucción virtual. En primera fase sí está centrada en los países árabes, con la ambición de cubrir virtualmente todo el mundo.
A raíz del Informe Draghi, Europa se encuentra en una situación de desafío frente a los avances tecnológicos de otros gigantes globales. ¿Crees que el liderazgo en patrimonio cultural, potenciado por la digitalización, podría ser un elemento diferenciador para Europa en este escenario tan competitivo?
El informe Draghi ha evidenciado la debilidad de Europa en desarrollo tecnológico y en innovación. Yo no soy para nada experta en macroeconomía, pero parece muy claro que la deslocalización y la externalización a terceros países está perjudicando la competitividad europea. Hará falta, seguro, mucha más inversión en I+D+i para intentar revertir la situación. El problema es de tal magnitud que no creo que el liderazgo en patrimonio cultural sea suficiente para contrarrestar. Pero, desde luego, impulsar el patrimonio (y la digitalización resulta esencial) es una vía potente para afianzar nuestra identidad, nuestros valores, la educación y también para la economía.
Pensando en las nuevas generaciones, que son phygital por naturaleza, ¿qué impacto crees que tiene la digitalización del patrimonio en su educación? Integrar estos recursos digitales parece clave para establecer una conexión con el patrimonio.
Creo que la digitalización tiene un gran impacto educativo, que seguramente crecerá aún más. La tecnología digital permite viajar en el espacio y en el tiempo y eso es muy poderoso como vía para acceder a nuevas capas de conocimiento y enriquecer la experiencia, la curiosidad, el interés.
Las nuevas generaciones son «phygital», se mueven como pez en el agua transitando del entorno físico al digital continuamente. Integrar lo digital en los procesos de aprendizaje es utilizar los recursos a nuestro alcance para establecer una mejor conexión de los jóvenes, y los no tan jóvenes, con el patrimonio. Usando la tecnología, claro está, con sentido y siempre y cuando aporte valor a la experiencia.
Para terminar, ¿cómo visualizas el museo del futuro, especialmente en su relación con el público y las tecnologías emergentes? Hoy en día, el museo ya es un espacio híbrido; en el futuro, ¿qué elementos crees que lo definirán aún más?
Como decía, los museos van a ser cada vez más «phygital», mezclando elementos virtuales con los físicos a lo largo de la visita. Los museos del futuro me los imagino como museos muy dinámicos, abiertos, que invitan a la participación y la cocreación, donde el trabajo colaborativo interno y externo (el crowdsourcing) sea lo habitual. Y también como espacios para contribuir a la relajación, al bienestar emocional y a la desconexión si así lo eligen los visitantes.
Y en un mundo tan digitalizado, ¿de qué forma pueden los museos ayudar a preservar y promover los valores humanistas? Parece un desafío importante para mantener la conexión con el visitante a nivel personal.
Aplicando el humanismo digital. A mi entender, los museos pueden y deben promover valores humanísticos como la inclusión, la libertad de pensamiento y de expresión, la convivencia, la equidad, la justicia, etc. La tecnología digital los puede reforzar, si la podemos al servicio de esos valores éticos, o puede ponerlos en riesgo si no se controlan, es un arma de doble filo, como la inteligencia artificial está evidenciando. Aunar humanismo y tecnología es la clave.
Los museos deben abrirse a tratar temas de interés social, como la violencia de género, la desigualdad, la diversidad, el cambio climático, las guerras. Combinando piezas de la colección con tecnología digital se pueden ofrecer nuevas narrativas no lineales de alto impacto.
Estoy firmemente convencida de que combinando la acción digital y la analógica, el museo saldrá fortalecido. La hibridación de programación, contenidos, formatos o servicios mejorará el impacto y la relevancia social de nuestros museos.
Finalmente, ¿te gustaría añadir algo sobre el papel de la tecnología en los museos y el futuro del sector?
Lo realmente importante es saber por qué hacemos las cosas, para quién, qué contenidos ofrecemos y luego vendrá el cómo, los canales, la tecnología. Siempre digo que la estrategia va antes que la tecnología. La tecnología avanza de manera muy acelerada, disruptiva si quieres; la estrategia, aunque deba ser flexible y adaptable, es la que nos va a mantener en el rumbo hacia nuestra misión y objetivos, teniendo siempre a los públicos en el centro. Y quiero poner de relieve ello será posible gracias a los equipos de profesionales del museo. Es un momento apasionante, no exento de dificultades, incierto también, pero hay tanto por hacer y tenemos un patrimonio tan extraordinario que bienvenidas sean las tecnologías virtuales, inmersivas, robóticas, inteligentes y las que vendrán para ponerlo en valor al servicio de la sociedad.
Muchas gracias por tu tiempo.
Un placer, muchas gracias a vosotras y vosotros.
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