
¿Quién no conoce la historia de Pedro y el lobo? ¿Quién, de niño, no ha sido informado del triste destino que aguarda a los embusteros? Como todos los cuentos clásicos, este involucra un argumento simple pero efectivo y un encantamiento, que se consigue invocando un número mágico, el tres. ¿Recuerdas, amable lector, nostálgica lectora? La primera vez, todos creen al pastorcillo. La segunda, todavía hay quién se asusta. A la tercera, cuando finalmente aparece el lobo y se come a las ovejas, nadie le hace caso.
De lobos se ha hablado mucho estos días en la prensa nacional e internacional. De lobos y de cuentos, como ha calificado algún medio al anuncio de la empresa Colossal biosciences, que asegura haber “de-extinguido” al lobo gigante (direwolf).
¿Es la resurrección de especies extintas un cuento? ¿Miente Colossal como mentía Pedro, cuando entraba a la carrera por la aldea gritando qué viene el lobo?
Un buen sitio para empezar a tirar de la madeja es visitar la página web de la empresa. A pesar del mucho marketing y fuego de artificio (se les va un poco la mano con los efectos especiales), tienen las ideas muy claras:
Combinando la ciencia de la genética con el negocio del descubrimiento, nos esforzamos por recobrar el pulso ancestral de la naturaleza. Queremos oír de nuevo el tronar de los pasos del mamut lanudo desplazándose sobre la tundra. Queremos avanzar en las economías de la biología y la salud a través de la genética. Queremos hacer a la humanidad más humana. Y queremos traer de vuelta los ecosistemas vírgenes que la Tierra ha perdido.
Es decir, proponen la resurrección de especies extintas como parte de una misión más amplia, que incluye, por un lado, la recuperación de hábitats naturales perdidos y por otra, aplicaciones a biomedicina e ingeniería genética. Dicho sea de paso, reniegan de la definición clásica de de-extinción, que ellos llaman anticuada.
“Proceso en el que se genera un organismo idéntico o similar a una especie extinta”.
Atención. Idéntico o similar. Incluso la definición “anticuada” (según Colossal) no exige que el organismo resucitado sea idéntico al organismo de partida.
Tiene sentido. Para empezar, ¿de qué hablamos exactamente cuando hablamos de un mamut, un lobo gigante o un neandertal, todas ellas especies extintas? La definición de especie, en Wikipedia, reza:
Grupo de organismos reproductivamente homogéneo, aunque muy variable a lo largo del tiempo y del espacio.
Se trata, no obstante, de una definición problemática, como se reconoce en el mismo texto ya que:
A menudo es difícil demostrar si dos poblaciones pueden cruzarse y dar descendientes fértiles. Además, es imposible aplicarla a organismos que no se reproducen sexualmente (como las bacterias) ni a organismos extintos conocidos solo por sus fósiles.
Con lo que concluye:
En la actualidad suelen aplicarse técnicas moleculares, como las basadas en la semejanza del ADN.
De nuevo, atentos al texto: semejanza del ADN. Es decir, una manera de definir dos individuos de la misma especie es que tengan, ADNs semejantes, pero no idénticos. Sigamos con Wikipedia:
No hay dos humanos genéticamente idénticos. Hay un total de 324 millones de variantes conocidas de genomas humanos secuenciados. La diferencia típica entre los genomas de dos individuos se estimó en 20 millones de pares de bases (o 0.6% del total de 3200 millones de pares de bases).
Por otra parte, el genoma de los humanos modernos difiere en un 2-3% del genoma de nuestros extintos primos neandertales, con los que, dicho sea de paso, tuvimos descendencia fértil, lo cual, en la definición clásica nos haría miembros de la misma especie. Y, sin embargo, a pesar de unas diferencias genéticas relativamente pequeñas y a pesar de que pudimos reproducirnos con ellos, los fenotipos de nuestros primos eran muy diferentes de los nuestros, como también lo sería por lo que sabemos, su inteligencia, su personalidad, su forma de ver el mundo.
¿A qué nos lleva esto? ¿Qué criterio deberíamos aplicar para darnos por satisfechos si quisiéramos de-extinguir neandertales? Podríamos estar tentados de buscar las diferencias en el genoma de humanos modernos y nuestros extintos parientes y sólo aceptar como válido un individuo en el que pudiéramos implementarlas todas. Pero cuidado, se trataría de un criterio a la vez muy costoso (habría que implementar muchísimas sustituciones de nucleótidos en el ADN) y muy ineficiente, ya que, como ilustra Svante Pääbo, la mayor parte de esas sustituciones no parecen tener efecto alguno.
En concreto, el número de diferencias en posición de nucleótidos entre el genoma de un humano moderno y el de nuestros parientes neandertales (y demisovanos) es, de acuerdo a Päävo, nada menos que 31,389. Por tanto, si nos ponemos estrictos, un ingeniero genético que quisiera conseguir un neandertal a partir de un humano moderno, tendría que alterar todas y cada una de esas bases en el genoma del sujeto.
Por otra parte, ¿cuántos de estos cambios son funcionalmente relevantes? La mayoría de ellos, probablemente no tienen efecto alguno, de hecho, sólo un 10 % se encuentran en regiones asociadas a regulación genética. Es perfectamente factible que fuera posible obtener un “neandertal funcional” con tan sólo una fracción de esos cambios (quizás unos pocos cientos de alteraciones).
Pero eso no es todo. Si tenemos en cuenta la variación genética dentro de los individuos de la misma especie, encontramos que la diferencia entre los genomas neandertales y sapiens entra dentro del rango de las diferencias individuales entre genomas de hombres modernos. En otras palabras, sería posible encontrar personas vivas hoy en día cuyo genoma fuera más similar al de sus antepasados neandertales que al de otros humanos contemporáneos. Claramente, la receta de, “implementar todos los cambios posibles”, no sólo es impracticable, sino ni siquiera especialmente adecuada.
Consideremos una alternativa. Supongamos que somos capaces de identificar unos cuantos genes clave (por ejemplo, el FOXP2, que juega un papel crucial en el desarrollo del lenguaje), o el MC1R (un gene cuya mutación, presente en los neandertales, resulta en individuos pelirrojos en el caso de humanos modernos). Supongamos que conseguimos, alterando dichos genes que el individuo resultante parezca neandertal. ¿Hemos de-extinguido la especie?
El meollo del debate que encontramos en la prensa estos días, una vez que navegamos más allá del click-bait, se reduce a este dilema. ¿Ha creado Colossal lobos gigantes? Antes de tratar de responder a la pregunta, examinemos lo que la empresa ha conseguido.
La técnica que han desarrollado es espectacular. En primer lugar, fueron capaces de extraer el genoma de los lobos gigantes a partir de muestras obtenidas de un diente y un cráneo fósiles. Comparando ese genoma con los del lobo gris –el pariente vivo más cercano del lobo gigante– identificaron 20 diferencias en 14 genes, que, según ellos, resultan en las características distintivas de la especie extinta, incluyendo su mayor tamaño, pelaje blanco, cabeza más ancha, dientes más grandes, hombros más potentes, piernas más musculadas y vocalizaciones características, especialmente aullidos.
¿Entonces? Hemos leído en más de un medio, que los animales que ha creado Colossal no son lobos gigantes, sino simples, “réplicas”, en las que se han editado, “un puñado de genes”, y por tanto se trata de híbridos, que “simulan” una especie extinta. Nada de de-extinción.
Pero ya hemos visto que la definición de de-extinción es complicada y no parece que exigir más cambios en el genoma (quizás en zonas irrelevantes), sea mejor técnica que buscar un fenotipo que se parezca lo más posible al animal extinto. Si es tan grande como el lobo gigante y tiene el pelo tan blanco y su aullido es tan agudo como el de este, ¿ha vuelto el lobo, Pedro?
O puede que estemos enfocando el debate desde un ángulo incorrecto, obsesionándonos con ponerle una etiqueta a lo que es, sin duda, un espectacular avance científico. Repasemos por un momento la hazaña que Colossal ha realizado (con un aviso a navegantes, que yo sepa, todavía no han publicado nada en una revista científica, lo que suele generar bastante escepticismo en el gremio).
- Como ya hemos visto, poseen técnicas sofisticadísimas para extraer el genoma fósil de une especie extinta a partir de muestras fósiles.
- Han sido capaces, comparando con el genoma del lobo fósil de identificar genes clave en el fenotipo de la especie extinta.
- Han utilizado células EPCs (endothelial progenitor cells) extraídas de lobos grises y editado en ellas 14 genes que expresan 20 características de los lobos gigantes (un proceso mucho más complicado y tecnológicamente difícil de lo que parece, como se cuenta muy bien en el artículo del time).
- Una vez editadas, los núcleos de las células EPCs son extraídos e insertados en óvulos de lobo gris a los que se les ha extraído previamente el núcleo.
- Una vez que crecen hasta embriones, los óvulos son implantados en dos hembras de perro, que actúan como madres subrogadas (Colossal dice que implantó 45 de estos óvulos). A partir de este experimento se obtuvieron los dos primeros cachorros, Rómulo y Remo. Unos meses más tarde, nació Kahleesi, una hembra, repitiendo el mismo procedimiento. Colossal asegura que el procedimiento fue limpio, los cachorros nacieron vía cesárea y no hubo abortos, lo cual es, se es cierto, sería un logro espectacular (habría que examinar con cuidado los detalles).
- Los lobitos, como Colossal explica con todo lujo de detalles en su página, fueron criados con esmero rayando la devoción.
En otras palabras, estamos hablando de ciencia e ingeniera puntera, con un rango de aplicaciones enorme. No hay que ser muy avispado para entender que se puede hacer muchas más cosas con estas técnicas que de-extinguir especies. Pero como suele ser el caso en la ciencia básica, la motivación, que yo considero sincera —quizás por deformación profesional— de los científicos de Colossal, ha sido resucitar sus grandes lobos blancos, porque sí, porque era difícil, porque podían hacerlo, porque querían devolver al planeta una magnífica especie.
De hecho, esto es lo que la empresa tiene que decir relativo a la de-extinción:
Para Colossal, la de-extinción no es sólo fabricar organismos que sea idénticos o se parezcan a los de una especie extinta. Lo que pretendemos es fusionar la biodiversidad del pasado con las innovaciones del presente, en un esfuerzo por conseguir un futuro más sostenible.
Un poco poéticos (y un poco imprecisos), es cierto. Pero su razonamiento es que la creación de nuevas especies es parte de un esfuerzo por conservar y aumentar la biodiversidad. En otras palabras, opinan que de-extinguir el lobo gigante servirá para evitar que se extinga el lobo gris. El mismo argumento se puede aplicar a mamuts y elefantes, o a leones y tigres de dientes de sable. Se trata, obviamente, de un argumento debatible, pero en mi opinión, respetable.
¡Qué no es el lobo!, gritaría un moderno Pedro-al-revés, desde algún titular. Otros argumentarán que lo único que mueve a la empresa es hacer negocio, no rescatar especies (si fuera el caso, ¿para qué tomarse tantas molestias? Podrían haber vendido su tecnología espectacular desde el principio con otros presupuestos). Y por supuesto, no faltará quién opine que la de-extinción incluso si no es un timo, es éticamente inaceptable.
Es bien sabido que Colossal no se conforma con resucitar lobos gigantes. Su objetivo declarado son los mamuts y quizás su objetivo no declarado sean los neandertales. De hecho, las ambiciones y resultados de esta empresa visionaria (se diga lo que se diga de ellos) fueron, junto a los trabajos de Svante Pääbo, y una vieja obsesión con nuestros querido y perdidos primos, lo que me llevó a escribir mi reciente novela, Nación Neandertal.
La novela arranca en 2050, fecha en la que uno de los personajes principales, Gala Salinas, está a punto de clonar dos mamuts. Gala, por cierto, tiene buenas razones para ello, convencida (como también lo están en Colossal) de que los mamuts pueden contribuir a mejorar los ecosistemas del planeta.
Uno de los descubrimientos del autor mientras escribía fue comprender que empresas de este calibre nunca son del todo racionales. Clonar mamuts (y no sólo unos pocos ejemplares, sino los miles o millones de individuos, necesarios para devolver la especie extinta al planeta) es una propuesta que cae en el mismo saco que viajar a marte. Muchos lo considerarán un desperdicio de recursos que podrían invertirse en resolver otros problemas más urgentes. Otros, entre los que me cuento, consideran que el motor del progreso humano es la curiosidad y la ambición, la necesidad de alcanzar metas aparentemente imposibles. Subir al Himalaya, llegar a lo más profundo del océano, explorar le planeta rojo, llenar la tundra siberiana de mamuts, resucitar al tigre de dientes de sable. Nada de eso impide que otros científicos estudien como curar el Sida o apliquen similares técnicas de clonación para combatir la malaria, o inventen una vacuna para defendernos de la COVID (por desgracia aún no se ha inventado la vacuna que cure la irracionalidad anti vacunas). De hecho, estoy convencido de que el día en que la ciencia deje de interesarse por el lobo, también dejará de interesarse, lo reconozca o no, por curar el cáncer del pastor.
Me gusta decir que mis novelas pertenecen al género de la “Ficción Científica”, en el sentido de que tratan de especular con avances científicos punteros, extrapolándolos al futuro cercano. En Nación Neandertal, Gala Salinas clona mamuts en 2050. Es posible que la realidad se adelante a la ficción en una o dos décadas. Colossal asegura que van a intentar “clonar” el primer mamut en 2026. Incluso si les lleva diez años más de lo que esperan se adelantarían a mis especulaciones.
Vivimos en tiempos turbulentos, en los que asistimos simultáneamente a la caída de unos Dioses que parecían eternos hasta hace muy poco (democracias liberales, igualdad y diversidad, libre comercio) y a la vez a una aceleración sin precedentes en ciencia y tecnología. Las dos tendencias, me temo, casan mal. Esperemos que el resultado final no se vea dentro de algunos miles de años, cuando una especie de simios inteligentes se planteen si vale la pena de-extinguir a ciertos extintos chimpancés lampiños que tan arrogantemente se llamaban a sí mismos, Homo Sapiens Sapiens.
He dejado para el final la cuestión de la de-extinción de los neandertales. Aquí los problemas éticos se dan a otra escala muy diferente y tan obvia, que casi no vale la pena repasarlos. Pero además y volviendo una vez más a la cuestión de lo qué significa de-extinguir una especie, nos encontramos con otra dificultad. Ya hemos visto que sería más fácil definir un fenotipo neandertal más o menos aproximado, que intentar conseguir una réplica genética. Y siguiendo los argumentos que ya hemos comentado, esto nos llevaría a la posibilidad de traer al mundo un puñado de humanos con las características de nuestros extintos primos. Cuestiones éticas aparte. ¿Tendría sentido desde el punto de vista de la de-extinción?
Quizás tenga sentido de-extinguir mamuts o lobos gigantes, instalándolos en habitats como la tundra siberiana, similares a aquellos en los que existió la especie original y, sobre todo, concibiendo el proceso como una forma de aumentar la biodiversidad del presente. Hay mucho que debatir ahí y muchos argumentos relevantes, incluyendo el más obvio (que Colossal tiene muy claro), no podemos limitarnos a de-extinguir mamuts mientras la diversidad del planeta se desangra.
Pero lo cierto es que es imposible de-extinguir a los neandertales. No podríamos traer a la especie de vuelta, porque no hay forma de que podamos recrear la cultura y el modo de vida, la forma de entender el mundo y el entorno en el que vivieron nuestros parientes, que, como ellos, se ha perdido para siempre.
Eso sí, podríamos crear otro tipo de humanos, llamémosles “aumentados”. Hoy en día, nuestra atención se centra en la posibilidad de que estemos a punto de conjurar un Gólem cibernético, en la forma de una IA que acabe por dibujar la palabra met, en nuestras frentes. Pero, a juzgar por la velocidad a la que progresa Colossal, es posible que estemos aún más cerca de parir nuestro propio monstruo de Frankenstein. Si lo hacemos (y también de esa posibilidad me ocupo en Nación Neandertal), sólo nos queda esperar que, a pesar de todo, no sea un monstruo. Y que nos perdone por haberlo traído al mundo.
El artículo explica muy bien lo que han hecho, pero no tiene nada que ver con la des extinción. El resultado es un lobo gris transgénico (modificado solo en 14 genes) con algunas características fenotípicas de lobos blancos gigantes, que son llamativas porque son visualmente atractivas (como el pelo blanco o el tamaño). Las técnicas que han empleado suponen mejoras importantes en la manipulación genética, pero no son nuevas. Lo más relevante es haber conseguido muestras de material genético de muestras fósiles de hace 50.000 años, aunque lógicamente, este ADN no está intacto.
Dicen que estos lobos contribuyen a mantener la biodiversidad, lo que en mi opinión es una frivolidad, ya que mantener la biodiversidad no consiste en introducir animales transgénicos, que es lo que son estos lobos. Como tampoco ayuda a la biodiversidad crear razas de perros artificiales que por lo general tienen bastantes problemas de salud, con las patas cortísimas, casi sin hocico, con malformaciones óseas y con problemas de respiración (y su cría ya está prohibida en varios países). Además, al ser tan pocos animales, esta nueva raza tendría un problema grave de endogamia. No tiene sentido crear estos animales transgénicos e introducirlos en un ecosistema que no se parece nada al de sus ancestros ni tienen sitio en la cadena trófica. Podrían suponer un grave problema ecológico similar al de las especies invasoras. Por todo ello, coincido con los que opinan que este tipo de experimentos no son éticamente correctos.
Mucho más enriquecedor es leer el libro al que te refieres y disfrutar de la imaginación y la fascinación de nuestra historia y nuestro futuro como especie
Bueno, precisamente el artículo se pregunta qué exactamente significa de-extingir una especie. Está claro que es imposible recrear el genotipo de animales extintos (y también está claro que no es necesariamente la mejor opción). Si nos quedamos con el fenotipo… ¿cuántos rasgos distintivos necesitamos para aceptar que nuestro híbrido pueda considerarse un lobo gigante, «funcional»?
En cuanto a las razones para la de-extinción, es remarcable que los mismos que la promueven aseguran que contribuirá a evitar extinción de especies. No digo que tengan razón, pero vale la pena leer sus argumentos. Por ejemplo aquí: https://colossal.com/mammoth/ o el libro clásico de George Church (que es el motor científico de Colossal): https://tinyurl.com/47zrmct4
Dicho esto, los argumentos en contra no son para nada baladíes. Todos ellos podrían tratarse, pero cabe la pena preguntarse si vale la pena. Pero lo cierto es que también vale la pena si vale la pena intentar llegar a Marte (en lugar de concentrarnos en resolver el cambio climático). Como digo en el artículo, todas estas empresas tienen una componente irracional. Pero no olvidemos que esa componente irracional (que también incluye curiosidad y el deseo de hacer cosas nuevas y difíciles por eso mismo) es un motor de la ciencia.
Desde luego, los lobos (y no digamos los mamuts y más todavía los neandertales) dan para un buen debate.
El artículo más interesante y completo que he leído hasta ahora sobre este tema.
Muy buen artículo, que te hace pensar profundamente, como todos los de Juanjo. Quedan tantos sueños aún por destapar, que no podemos dormirnos.
Dan ganas de volver a leer Nación Neandertal, que recomiendo vivamente.
Saludos
JM
El texto no tiene pega, pero me lleva a pensar en el parecido que puede haber… limitándose al fenotipo… entre Jon Snow y Kit Harrington…
Estimulante artículo, estimado. Gracias. He tomado nota de ese George Church, pues los cromosomas y sus dinámicas son un tema, difícil pero apasionante. Si mal no he entendido habría que considerar una nueva definición aplicable a organismos que llamamos extinguidos. Muy de acuerdo. Quizás no sean extinguidos, sino variados, cambiados, mutados. Usted usa la frase “variación genética” y me pregunto si no es un sinómico en la jerga cientifica para decir “mutados”. Mi curiosidad por estos “bastoncitos de material orgánico que transportan un largo filamento del DNA, tan largo que, para no romperse se ven obligados a dividirse en pedazos;… en nosotros los humanos son veintitrés…” tuvo inicio cuando leí la explicación de la hemofilia que sufrimos sólos los varones. Las mujeres son portadoras sanas, pues al tener dos cromosomas X, uno de ellos “atenuará” o “modulará” la expresión patológica de su pareja que se encamina hacia una mutación, y como a nosotros, “pobres víctimas” nos falta una X sufrimos las consecuencias. He aquí el meollo de mi pregunta. ¿Varían o mutan? Como profano sospecho que son equivalentes pues desde que aparecimos sobre la Tierra no hemos hecho otra cosa que cambiar, o mutar. Y no siempre para bien según un punto de vista humano, no evolutivo. Pareciera que también los cromosomas se “equivocan”, pues he leido de individuos con seis dedos, con el color de los ojos distintos, o el caso de las personas con el síndrome Down. “… Qué tendrá que ver la espera incierta de la ¿Y…? y la incógnita de la X en la ecuación de esto que llamamos existencia. Sobre esta herida, la vida según los poetas, nos pasamos todo el tiempo cambiando el estado molecular de los alimentos nutritivos, los pañales, el dinero, los fluidos corporales, opiniones, decisiones y hasta a veces dejamos de fumar para cambiar por más sanos …” escribió un médico poeta de mis pagos. Segun mi parecer sería inutil revivir animales de la gran familia animal distintos a nosotros, al máximo poco conocidos. Mejor sería encontrar un remedio para la hemofilia. Gracias otra vez. Y disculpe el desvarío.
Es evidente no van a dejar de investigar la cura del cáncer porque otros intenten resucitar especies extinguidas, pero esa gente que esta intentando la inutilidad de resucitar especies extintas estaría mucho mejor ayudando a investigar la cura contra el cáncer.
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Simplemente, genial.