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Manuscrito encontrado en Zaragoza: el origen de la extrañeza

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Miniatura del Libro de horas de Aussem. Imagen: Museo Walters (DP).

Ad calculum periculum bonum.
Bueno para predecir los riesgos.

En julio de 1989, Bruce Sterling publicó un artículo en el número 5 de la revista SF Eye donde decía: «[…] es un tipo de literatura que sencillamente te hace sentir muy extraño; la forma en que vivir en el siglo XX te hace sentir, si eres una persona con una cierta sensibilidad». El escritor americano empleaba esa frase para definir un género literario al que llamó slipstream. De alguna manera, el slipstream englobaría todas esas narraciones que no se adscribían de manera precisa a un género, sino que se alimentaban de varios —o de todos—, disolviendo en el camino los límites que pudiesen diferenciarlos. No es fantasía ni ciencia ficción ni novela negra ni ficción convencional, sino que se sitúa en un paisaje construido en el conjunto intersección de todo lo demás. Un paisaje exótico.

En el borroso cajón del slipstream se fueron colocando obras y autores que acabarían conformando el panteón contemporáneo de la denominada «literatura de género»: Michael Chabon, Scarlett Thomas, Neil Gaiman, Octavia Butler, China Miéville o Jeff VanderMeer. Lo cierto es que ninguno de estos escritores se cuelga voluntariamente la etiqueta del slipstream, posiblemente por lo vasto de su interpretación. Es más, VanderMeer está considerado como punta de lanza del New Weird, una suerte de recuperación del tema y los tonos de la weird fiction: la ficción extraña. Sin embargo, si atendemos a la descripción que el crítico  S.T. Joshi hizo en 1990 en su ensayo The Weird Tale, se diría que ambos géneros se solapan si es que no son el mismo: «Los relatos weird mezclan con frecuencia lo sobrenatural, lo mítico e incluso lo científico. Muchos de los autores que abrazaron el género, a menudo publicaron sus obras en revistas literarias convencionales […]».  

Aunque las definiciones tienen apenas veinticinco años, el género no es precisamente reciente. El weird se remonta a los magacines pulp que llenaban los quioscos de la América de los años treinta y cuyos principales estandartes fueron Robert E. Howard, Edgar Rice Burroughs y H. P. Lovecraft. En cuanto al slipstream, el propio Bruce Sterling incluye a autores como Thomas Pynchon, Kurt Vonnegut, Toni Morrison, Isabel Allende, Gabriel García Márquez, David Foster Wallace, Paul Auster o Norman Mailer, generando así una lista que abarcaría la mejor literatura de medio siglo XX.

Pero las cosas empezaron antes. Todo empezó hace más de doscientos años. Porque el weird, el slipstream y, en definitiva, la literatura fantástica contemporánea comenzó con Manuscrito encontrado en Zaragoza.

Advertí de pronto, amontonados en el suelo, en un rincón, varios cuadernos. Se me ocurrió mirarlos: era un manuscrito en español, lengua que conozco poco, pero no tan poco, sin embargo, para no comprender que aquel libro podía divertirme: trataba de bandidos, de aparecidos, de cabalistas, y nada más adecuado que la lectura de una novela extravagante para distraerme de las fatigas de la campaña.

LB00309001_primera_rgb_altaEscrito en los últimos años del siglo XVIII por el conde Jan Potocki, viajero, historiador, dramaturgo y novelista polaco, y publicada entre 1804 y 1815, Manuscrito encontrado en Zaragoza cuenta la historia de un oficial polaco (sosias del propio Potocki) que, batallando a las órdenes de los franceses en pleno sitio de Zaragoza, encuentra un manuscrito. El oficial es tomado prisionero por los españoles pero no desprovisto del manuscrito, pues este narra la historia, acaecida casi un siglo antes, del noble Alfonso van Worden, a la sazón pariente —quizá abuelo— del militar que le ha capturado. La historia de Alfonso van Worden, capitán de la guardia valona a servicio de Felipe V, se desarrolla en el viaje que dicho noble debe hacer desde Andalucía hasta Madrid, atravesando Sierra Morena. En el trayecto, van Worden se topará con las hermanas Emina y Zebedea, que le contarán la historia de su fe islámica secreta y que, además, son primas del mismo van Worden. Lo cual desembocará en la historia del padre de van Worden, pendenciero noble francés, que contrajo un insólito matrimonio con una mujer aparecida de la nada en medio de Sierra Morena. Esta historia la cuenta van Worden a un ermitaño, amo del endemoniado Pacheco, quien a su vez le cuenta la historia de cómo paso de ser un noble español a terminar con los espasmos propios de la posesión diabólica. Lo cual acaba entroncando con la historia de los dos ahorcados, hermanos del bandolero Soto, que cuelgan en medio del páramo como una bandera ominosa. Lo cual a su vez va generando una serie continua de historias dentro de otras historias dentro de cuentos dentro de leyendas.

Porque claro, realmente ningún género literario es verdaderamente nuevo, y esta estructura de relato enmarcado bebe de Las mil y una noches e incluso del Decamerón de Bocaccio, de quien también toma ciertas licencias eróticas como la relación lésbica-incestuosa entre las dos jóvenes hermanas. De igual manera, se suele incluir a Manuscrito encontrado en Zaragoza dentro de la literatura gótica. Sin embargo, lo que diferencia a la novela de Potocki de sus coetáneos relatos de fantasmas es la sensación de extrañeza constante y contemporánea, precisamente por desarrollarse en un territorio bien conocido incluso en la época de su publicación.

Esta elevada cadena que separa Andalucía de la Mancha no estaba entonces habitada sino por contrabandistas, por bandidos, y por algunos gitanos que tenían fama de comer a los viajeros que habían asesinado. De allí el refrán español: devoran a los hombres las gitanas de Sierra Morena.

Lo que provoca más extrañeza de la narración es que no transcurre en el lejano Oriente ni en los oscuros Cárpatos, sino en España. Pues Potocki sentía tal fascinación por los mitos de nuestro país que lo convirtió en un espacio misterioso y extraordinario. Y por eso, Manuscrito encontrado en Zaragoza es una novela inusualmente cercana a la contemporaneidad. ¿No es esa Sierra Morena tan cotidiana y a la vez tan exótica como el Macondo de García Márquez? ¿No son sus riscos y sus pedregales tan intrincados como la Hiperbórea por donde Conan desfacía entuertos a espadazo limpio (y cuya adaptación cinematográfica, por cierto, se rodó también en España)? ¿No es la Venta Quemada, portal de visiones y hechos sobrenaturales, un lugar tan fuera del tiempo como el Muro del Stardust de Gaiman? ¿No se comportan los endemoniados como los enloquecidos lectores del Necronomicón? ¿No son los fantasmas que flotan entre encinas y ahorcados tan incomprensibles como las criaturas que pululan por el Área X de VanderMeer?

Sí. Y mucho más. Porque si decidimos seguir a Alfonso van Worden como Alicia siguió al conejo blanco, acabaremos en un entretejido de cuentos y relatos que se mezclan y se solapan; y nos encontraremos con cultos iniciáticos, conspiraciones, cábalas, jeques y princesas moras, contrabandistas, ladrones, jefes de tribus gitanas, nobles y lacayos. Y cuando giremos la última página y miremos a nuestro alrededor, nos daremos cuenta de que la extrañeza que nos rodea no es exclusiva del siglo XX ni del XXI. Las cosas eran mucho más raras hace doscientos años.

Manuscrito encontrado en Zaragoza está incluido en el pack de nuestro Jot Down 14.

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6 Comentarios

  1. Hermoso texto y extraña la obra de Potocki, la conozco por un fragmento publicado por Calvino en «El cuento fantástico del XIX». No sé en España, pero en América se oye muy pero muy mal que se diga «América» en un texto en castellano al referirse a Estados Unidos. Saludos.

  2. Algo no me cuadra. ¿Cómo pudo publicarse en 1804 y hablar de Los Sitios de Zaragoza, que empezaron en 1808?

    • Me hice la misma pregunta cuando cotejé las fechas. Lo cierto es que la historia de la publicación del libro es tan intrincada como el propio libro, pero digamos que en la primera edición de San Petersburgo de 1804-1805 solo aparecía parte de la historia de Alfonso van Worden, algo menos de la mitad, y sin hacer referencia a dónde aparecía el manuscrito. Es en posteriores ediciones, sobre todo en la de 1815 de Gide Fils, cuando el texto ya está prácticamente completo y se incluye la aparición del manuscrito en el sitio de Zaragoza.

      Digamos que el texto fue escribiéndose, modificándose y publicándose de forma incremental hasta el suicidio de Potocki en ese mismo 1815.

      Un saludo.

  3. Pingback: Manuscrito encontrado en Zaragoza: el origen de la extrañeza (Jot Down) | Libréame

  4. Magnífica la novela, con el estupendo prólogo de Caro Baroja en la edición de Alianza. Y magnífica también la película de Jerzy Has. Por cierto, que en «El bueno, el feo y el malo» hay una escena (la del doble asesinato) idéntica a otra de la novela (la historia del padre de Zoto)

  5. Por cierto, Jan Potocki, el autor, se suicidó disparándose una bala de plata

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