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Fernando Iwasaki: «A nuestros alumnos universitarios les tomaría el B2 de español el primer día de clases»

Fernando Iwasaki para Jot Down

Fernando Iwasaki Cauti (Lima, Perú, 5 de junio de 1961) es narrador, ensayista, crítico e historiador. Aunque nació en Perú los orígenes de Fernando abarcan, al menos, cuatro países de tres continentes: su bisabuelo materno era italiano; su abuelo paterno un japonés que se afincó en Lima en la década de 1920; y la abuela materna, ecuatoriana. Durante los años que ejerció como historiador fue profesor universitario en Perú, investigador en el Archivo de Indias de Sevilla, investigador en el Archivo Secreto del Vaticano y profesor invitado en diversas universidades de Europa y América. Entre otros es autor de diversos estudios acerca de los procesos de inquisición y de santidad en Lima colonial, gracias a los cuales obtuvo en Nueva York el Conference on Latin American History Grant Award (1996). Su obra abarca novelas, cuentos, ensayos y antologías.

Desde 1989 reside en Sevilla. Actualmente es columnista del diario ABC, El País, suplemento de La Razón (de México) y colaborador en la sección «El gabinete» del programa Julia en la onda. También es director de la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco y Bético. Nos citamos con él en la Fundación y mientras observamos tocar el cajón a un rubio de dos metros que viste camiseta de tirantes, pantalones cortos estampados y unas chanclas playeras le preguntamos sobre lo humano y sobre Borges.

¿Sevilla tiene un color especial?

¡Sobre todo tiene un calor especial!, que no es lo mismo… He estado en la Amazonia, el Sáhara, el Ecuador y el Caribe… y nunca he pasado más calor que aquí en Sevilla. Por lo tanto, cambiaría una vocal para añadir que Sevilla tiene un calor especial.

¿Cómo te hiciste del Betis? ¿Qué tiene el Betis que no tenga el Sevilla?

Vine a Sevilla en 1985, un año en el que el Sevilla no andaba precisamente muy fino. Todos los domingos, un historiador escocés y yo íbamos a ambos estadios, dispuestos a dejarnos seducir por el juego de los dos equipos de la ciudad. Teníamos clarísimo que no queríamos ser ni del Madrid ni del Barcelona, pues nos parecía de mal gusto ser hinchas de unos clubes nacidos para ganarlo todo. Si fuera brasileño o argentino tendría sentido, pero los peruanos no hemos ganado nunca nada y la sobredosis de triunfos nos sienta fatal. Sin embargo, aquel año descubrí al Betis de Cardeñosa, Gordillo, Rincón, Parra, Calderón, Esnaola, Ortega, Hadžibegić… El Betis tenía un gran equipo y el Sevilla un gran jugador, Francisco, que a mí me gustaba mucho más que Schuster. Ambas aficiones eran divertidas, hospitalarias y no existía una rivalidad agresiva, pero la filosofía del manque pierda es una filosofía fascinante para los hinchas que venimos de países sin un gran palmarés futbolístico. De hecho, el Sevilla —como el Madrid o el Barcelona— compite para aspirar a lo máximo, como todos los equipos apolíneos, pero el Betis es dionisíaco y por eso no necesitamos terapias de autoayuda, porque ser del Betis ya es terapéutico.

Reconocerás al menos que el himno del Arrebato es el mejor himno futbolero…

El himno del Arrebato es un himno extraordinario, pero totalmente apolíneo. Es como el «We are the Champions», un himno solo para los momentos de gloria. Lo bueno del himno del Betis es que puedes cantarlo volviendo en el autobús, incluso después de haber perdido, como aquel novio abandonado que cantaba «Eva María se fue».

En 1967 Eduardo Llosent  dijo: «Todo ámbito literario de Sevilla lo satura una atmósfera de ranciedad». ¿Ha cambiado algo en el panorama literario de esta ciudad?

La ranciedad sigue existiendo, pero ya no satura porque se ha convertido en una suerte de adorno y hasta en una seña de identidad. Eduardo Llosent escribió aquella sentencia pocos años antes de morir, ya en la década de los sesenta, y muchos años después de haber fundado la revista Mediodía y después de haber constatado que la Generación del 27 había pasado por Sevilla sin conmover sus cimientos culturales. Sin duda, para Eduardo Llosent aquella ranciedad era un veneno. Sin embargo, con el paso de los años la ranciedad española en general y la sevillana en particular se han convertido en otra cosa. Sin esa ranciedad no existiría el cine de Berlanga y Almodóvar, Amanece que no es poco de José Luis Cuerda o la última película de Álex de la Iglesia protagonizada por Raphael. La ranciedad española se ha convertido en un colesterol bueno.

Estudiaste Historia y te interesaste por los procesos de Inquisición…

Como los países hispánicos no tuvimos una Reforma religiosa ni nada que se le pareciera —Erasmo encarnó esa única posibilidad—, en lugar de tribunales teológicos tuvimos consultorios sexuales. Nuestros heterodoxos fueron extraordinarios, aunque aquellas «vidas mágicas» que estudió Caro Baroja lo fueron casi siempre en el dominio sexual. Así, a falta de alguien que desafiara el dogma, la doctrina o la ortodoxia con alguna elaboración intelectual, abundaron quienes se convirtieron en peligrosos por culpa de sus incontinencias. Siempre me ha atraído esa suerte de disidencia pecaminosa que perfuma los expedientes de la Inquisición. Hubo místicos, por supuesto, que fueron procesados, como Teresa de Ávila, fray Luis de León y Juan de la Cruz, pero la jerarquía eclesiástica los asimiló y reescribió sus hagiografías. Sin embargo, también existieron otros heterodoxos que fueron represaliados y acusados de iluminismo y falsa santidad. Este grupo me interesa de manera especial.

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Llegaste por primera vez a Sevilla en 1985 como investigador en el Archivo de Indias. ¿Qué ciudad era aquella para un joven latinoamericano?

Recuerdo que viajé en el vagón litera de un Talgo nocturno, cuyo billete me salió más barato porque viajaba con los reclutas que hacían la mili. Aquellos chicos vestían uniformes militares, acarreaban unas bolsas inmensas y fumaban Bisonte. Nos pasamos la noche conversando e intercambiando cigarrillos, porque yo tenía tabaco rubio peruano que ellos encontraron mejor que los Fortuna. Llegué a Sevilla a las seis y pico de la mañana, y como era demasiado temprano para ir al piso que había alquilado crucé Marqués de Paradas y entré a un bar para tomarme un café. El camarero que me atendió quiso saber de dónde era y cuando supo que era peruano me animó a ser del Betis. Aquella fue mi primera impresión de Sevilla.

Muchas cosas me chocaron de entrada. Por ejemplo, la manera de hablar, pues estaba persuadido de que todos los españoles vivían cabreados, molestos y rebotados. Si pedía cualquier cosa «por favor», me respondían que «¡Nada de por favor! Es mi trabajo». No entendía por qué me hablaban con tanta agresividad. Muchos años después yo mismo practico esta manera de hablar que se me antoja muy correcta y más eficaz, porque no deja lugar a dudas. Los latinoamericanos a veces damos muchas vueltas para decir una cosa que se puede expresar con más llaneza. Esa fue la Sevilla que me recibió con un café muy fuerte una madrugada muy fría. Siempre he tomado café expreso, pero el café en España resultó mucho más fuerte que el que tomamos en América y que ahora encuentro horrible, asqueroso y aguachento. Y por último el Archivo de Indias, que era mi sueño como historiador. Así llegué a Sevilla sobre las seis de la mañana, con una enorme maleta sin ruedas, un maletín de mano, una cámara de fotos, una mochila y una guitarra. Así viajaba yo.

Y lograste el éxito literario gracias a tus fracasos amorosos…

Éxito es una palabra muy resbaladiza, pero acepto que a la novela de mis calabazas completas [Libro del mal amor, RBA, N. de R.] no le ha ido del todo mal, quizá porque todo el mundo acumula más fracasos que éxitos.

Te definiste en una ocasión como «un lector que escribe». A escribir literatura solo se llega leyendo mucho.

Es cierto, y deberíamos repetir esto muchas veces, porque ahora abundan quienes piensan que basta con matricularse en un taller literario para aprender a escribir sin necesidad de leer. No me considero apto para impartir talleres porque pienso que sería un mal profesor de escritura literaria. Más bien, pondría al personal a leer y casi nunca a escribir. Algunos amigos me cuentan que a ciertos alumnos suyos no les interesa la lectura porque no quieren contaminar su estilo; pero sin ánimo de ser aguafiestas pienso que solo un buen lector puede llegar a ser escritor.

Eres columnista de El País Semanal, ABC y otros medios hispanos. En La Razón de México escribes que «los zombis de las series distópicas podrían ser “burgueses proletarios” europeos huyendo como escapan ahora los sirios».

Creo que es una imagen muy persuasiva. Recuerdo un libro que fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo —Filosofía zombi— donde el autor hacía un análisis de los mensajes que subyacen detrás de todas las ficciones de zombis. Y el caso es que halló alegatos muy sugerentes contra el capitalismo postmoderno, porque el zombi le parecía un feroz consumidor privado de voluntad. Sin embargo, desde otra perspectiva también podríamos decir que los zombis conforman una multitud adocenada que no necesita trabajar porque vive de subsidios. ¿Cuánta gente elegiría una vida subvencionada sin obligaciones laborales, rancho diario, sexo seguro, wifi gratis, ocio infinito y renta universal? Esa vida me parece aterradora y creo que sería otra forma verosímil de convertirse en zombi.

Tienes ascendientes italianos, japoneses, ecuatorianos y peruanos, ¿qué opinas de En defensa de la intolerancia de Žižek?

Se puede ser crítico con el multiculturalismo y no estar de acuerdo con Žižek. Sobre el mismo tema valoro más los libros de Peter Slöterdijk, quien en lugar de hablar de postpolítica prefiere hablar de posthumanismo. En cualquier caso, me siento más extraterritorial que multicultural, pues mi cultura siempre ha sido la occidental y vivir en Europa no ha supuesto para mí ningún conflicto como el que experimenta cierta descendencia europea de inmigrantes musulmanes, seducida por el yihadismo radical.

¿Sumisión levantó tantas ampollas porque podría ser profética, como lo fue en su momento Plataforma?

Houellebecq no es un autor que me disloque especialmente, aunque ahora le doy prioridad a la literatura escrita en español. Para mí, leer a Martin Amis, Paul Auster o Houellebecq se me hace igual de complicado. Si Coetzee sacara un nuevo libro sí lo leería, porque Coetzee me encanta. Pero a los otros autores no puedo seguirlos a la velocidad que publican. Sé de qué trata Sumisión y comparto su propuesta de que Europa sufre una crisis de identidad porque los jóvenes no tienen conocimientos cabales ni de sus propios países. En realidad, los jóvenes franceses —cristianos, musulmanes o descreídos— lo ignoran casi todo acerca de su país, y lo mismo podría estar ocurriendo con los jóvenes españoles. La antigua mili te podía mandar a Jaca, Ceuta o El Ferrol y la hacías con el hijo del notario y el hijo del pastor, con jóvenes vascos o catalanes.

No estoy a favor de restaurar el servicio militar, mas sí soy partidario de un servicio solidario. Puedo imaginarme a sus objetores de conciencia alegando «por qué tengo que limpiarle los pañales a un anciano si no se lo hago ni a mi abuelo» o «por qué debo ir al Estrecho a ayudar a los inmigrantes que naufragan». No obstante, si hubiera un servicio solidario obligatorio habría jóvenes movilizándose por todos lados para cubrir las deficiencias de un estado de bienestar arteriosclerótico. Tenemos ley de dependencia pero no tenemos recursos ni humanos ni económicos. Imaginemos por un momento que ese servicio solidario obligatorio paliara los déficits de la ley de dependencia.

Al servicio solidario obligatorio habría que cambiarle el nombre…

[Risas] He dicho obligatorio porque la mili lo era; pero si hubiera un servicio solidario —a secas—, sin duda tendría objetores de izquierdas y de derechas. Europa vive una situación inédita y muchos ciudadanos exigen opciones alternativas a los bombardeos. Por supuesto que hay que buscarlas, aunque una de esas opciones consistiría en recordarle a los ciudadanos que los derechos suponen deberes y que estos deberes tendrían que ser obligatorios. Por ejemplo, votar en las elecciones. La democracia no es gratis y una de las razones por las cuales tenemos que votar es para que no desertemos de nuestras responsabilidades. Si las responsabilidades se cumplieran nuestra sociedad civil sería más robusta, pero como la deserción ciudadana es enorme nuestra sociedad civil ni siquiera está articulada. Vivimos gracias a los abuelos pensionistas, que son quienes le solucionan la vida a los hijos que se quedaron sin trabajo y a los nietos que no tienen casa.

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Una vez dijiste que «hay dos Españas, una con buen humor y otra sin humor». ¿Cómo las ponemos de acuerdo?

No pueden ponerse de acuerdo, pues quien carece de sentido del humor no se reirá jamás. Ahora bien, debo añadir que el sentido del humor no hace mejores a los individuos. Lo tienes o no lo tienes y ya está, pero nadie es mejor que otro por tenerlo o no. Lo que pasa es que si lo tienes encuentras complicidades que te enriquecen y que otros se las pierden. Me figuro que tener profundidad, solemnidad, sobriedad y capacidad para sentirse estupefacto debe de ser maravilloso, pero yo ya es estoy curado de espantos y estupores. Nada de lo que no me pueda reír pasado mañana me merece la pena.

Participas como tertuliano en Julia en la Onda, pero rara vez hablas de literatura. ¿Qué opinión te merece la figura del tertuliano? ¿No se merece Borges un «Gabinete»?

Borges uno y María Kodama otro. En general, cada vez hay menos cultura en los medios de comunicación, pero Juan Adriansens —un colaborador muy querido en la casa— es quien lleva la voz cantante en los gabinetes culturales de Julia en la Onda. Y los «gabineteros» varían según los temas. Es cierto que a mí no siempre me toca hablar de literatura, aunque, si puedo, procuro llevarme los temas de conversación a mi molino.

Borges decía que en la literatura hay esencialmente cinco temas: la infancia, la memoria, el exilio, la muerte y el amor. ¿Estás de acuerdo?

Sí, absolutamente. Además es muy complicado que existan muchos más temas. El amor, la infancia, el exilio, la muerte y la memoria. Ahí está todo y todos están en la Odisea, pues la Odisea es un libro de amor, un libro de viajes, un libro sobre la infancia y una memoria hecha libro. La maravilla en la literatura es que los viejos temas son tan incandescentes que no se apagan nunca.

Hoy que está tan de moda el coaching, «salir de la zona de confort» y utilizar el palabrerío de red social barata. ¿Es poco cool decir que la felicidad está en Borges o en Ortega Spottorno?

A mí lo cool me da por cool. ¿Por qué huimos de nuestra lengua? Comprendo que el inglés es muy transversal, pero el coaching es la tutoría de toda la vida. Todos hemos conocido a alguien que ha sido un mentor, alguien que nos ha ayudado, supervisado e introducido en temas novedosos. Todos tenemos en la cabeza a alguien así, y que nunca fue un coach. El coaching sería —vamos a parafrasear a Lenin— la fase superior del capitalismo en la tutoría, porque solamente se entiende la figura del coach cuando has perdido la confianza en las personas de tu entorno, cuando ya no existen amigos que te ayuden y no tienes más remedio que pagar para ser aconsejado. En las genuinas relaciones entre discípulo-maestro, alumno-profesor y pupilo-tutor siempre ha existido algo más que un salario mensual. Y así como la sensibilidad no es el conocimiento, la ideología no es la ciencia y el coaching no es lo mismo que la educación. Y ya de la felicidad ni hablemos, pues si no la has disfrutado en tu casa antes de los diez años, ya puedes pasarte toda la vida buscándola con un coach.

¿Qué opinas de la literatura potencial que desarrollan los oulipianos?

¿La literatura potencial? Si se puede escribir se convierte en acto y deja de ser potencial. Aristóteles ahí se lució. Como juego, como birlibirloque, la literatura potencial tiene un pase; pero ni Bartleby ni Joe Gould tienen una novela potencial porque ellos son la novela hecha acto. No me vale lo potencial.

El grupo se fundó en el sesenta, y sin embargo mucho antes Benjamín Jarnés escribió un texto, «Partituras de hielo», que no contiene un solo «que»Y Georges Perec uno sin la letra e, en francés.

Pero eso no es potencial, eso es acto puro y además juego, adorno, patafísica. Me parece un clavel en el ojal del estilo y una manera muy exigente de trabajar. El texto de Jarnés donde no hay ni un solo «que» es un texto fastuoso. En una asignatura universitaria de redacción podría ser un examen brutal: «Escriba un texto de trescientas palabras sin estampar un solo “que”». Una escabechina, sin duda.

Georges Perec fue, según Roberto Bolaño, el escritor más importante de la segunda mitad del siglo XX… supongo que no estarás de acuerdo.

No, pero no porque Perec no lo fuera, sino porque Roberto era tan entusiasta y generoso que le dedicó el mismo elogio a Philip Dick, a Borges, a Saer y a Levrero. Roberto era excesivo en su admiración. Sin ánimo de negociar, para mí los cinco grandes autores del siglo XX fueron Kafka, Borges, Proust, Faulkner y Joyce. Nadie más se les acerca.

En La literatura nazi en América de Bolaño o en Academia Zaratustra de Juan Bonilla, fantasía y realidad se engarzan en la narración de tal manera que es imposible distinguir si son o no textos de ficción. ¿Qué es más importante, la verdad o la verosimilitud?

La verosimilitud. Así como en el periodismo lo más importante es la veracidad —que no es lo mismo que la verdad— en la literatura lo esencial es la verosimilitud, que tampoco es la verdad. En realidad, la verdad es para los filósofos. Ni siquiera para los curas. Mientras que la veracidad pertenece al ámbito de la prensa, la verosimilitud pertenece a la esfera de la ficción.

Arcadi Espada lanzó un bulo sexual sobre Cercas como colofón a la polémica entre ambos relativa a la legitimidad de mezclar realidad y ficción. ¿Por qué este tipo de narrativa se considera obra maestra en las plumas de Capote, Coetzee o Philip Roth y en España se desprestigia?

Probablemente por los malos rollos que hay entre la gente en España. Siento aprecio por ambos, pero soy amigo de Javier Cercas y con Arcadi Espada no pasamos de un trato muy cordial. A mí me parece que toda aquella polémica fue muy absurda. De hecho, Francisco Rico la zanjó de forma magistral abrochando un artículo en El País sentenciando: «En mi vida he fumado un solo cigarrillo». Claro, porque había fumado miles y en ningún caso uno solo. Todos los que se apresuraron a reprocharle su «mentira» quedaron en ridículo, porque en el lenguaje hay infinitas posibilidades de crear trampas retóricas o de hacer juegos de espejos. Por eso a mí sí me parece que Javier Cercas hizo lo mismo que Truman Capote en A sangre fría. Y a su manera, también Chaves Nogales.

Y en esa línea, ¿qué te pareció la teatralización que hizo Jordi Évole del 23F?

El mundo audiovisual es otra realidad con sus propias reglas. Lo que hizo Orson Welles con la invasión alienígena no tiene nada que ver con las novelas de Cercas. Para empezar, porque a través de un medio de comunicación audiovisual llegas a una audiencia cuyo número crece de manera exponencial, mientras que los libros —ni siquiera los digitales— jamás podrían llegar con la misma velocidad a un número semejante de lectores. La recepción de una novela —ahí está la diferencia— nunca tendrá consecuencias inmediatas como en el caso de la recepción de la radio o la televisión. Ni siquiera el cine, porque incluso la recepción de las películas se aprecia a posteriori. Pero en la radio, la televisión y las redes sociales, lo que ocurre, ocurre online, en el momento. Creo que eso es completamente distinto.

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Hay institutos de secundaria con programas exitosos de fomento de la lectura. ¿Se trata de una guerra perdida? ¿No conseguiremos nunca que los jóvenes se interesen más por leer que por lo audiovisual?

En la época presente va a ser muy difícil que los jóvenes renuncien a lo audiovisual. Por el contrario, quienes deseamos que los jóvenes lean, tenemos que adaptarnos a la realidad audiovisual. Esperaremos a que se haga una buena película de Moby Dick para recomendar la lectura de Moby Dick. ¿Cuántos adolescentes se enteraron de la existencia de la guerra de Troya gracias a Brad Pitt? Más bien, espero que pronto llegue a las aulas la primera generación de profesores que vio Bola de Dragón y que fantaseó con las primeras películas basadas en cómics, para que le hablen a los chavales de todo lo que vieron. Como soy un friki contumaz, me he chutado todas esas series y disfruto manejando aquel universo de referencias.

Pero debo añadir que si no le perdemos el miedo a lo «obligatorio» jamás conseguiremos que los jóvenes se vuelvan lectores, porque quienes somos de letras estamos a priori contra todo lo que sea obligatorio. Sin embargo, mis profesores de matemáticas me obligaron a sumar exponentes, simplificar radicales, despejar ecuaciones de tercer grado y calcular senos sobre cosenos. ¡Jamás senos sobre senos! Todavía recuerdo que menos B más menos raíz de B cuadrado menos cuatro AC sobre dos A, debe ser igual a cero. ¿Por qué carajo me acuerdo de esa huevada a mis cincuenta y cuatro años? Porque fui obligado a memorizar esa fórmula, tal como no tuve más remedio que aprender a sacar máximos comunes divisores, mínimos común múltiples y otras obscenidades. Los profesores de ciencias jamás dudan ni tienen los pruritos morales que nos acogotan a los de letras. Si el profesor de química te decía que tenías que aprenderte la tabla periódica con sus pesos atómicos, te los aprendías. Si el profesor de física te decía que debías saber que el tiempo de la caída libre de un cuerpo era igual a la velocidad final menos la velocidad inicial sobre la aceleración, te lo sabías. Yo me tuve que envainar todas esas fórmulas porque los profesores de matemáticas no dudan y por eso los profesores de letras hemos perdido la batalla del fomento de la lectura.

Pero en Estados Unidos no es así, ¿no?

En todo el mundo, los profesores de letras y humanidades siempre dudamos.

Y los coreanos…

Los coreanos no pertenecen a Occidente y la tradición occidental es la única que duda de sí misma. Solo un occidental es capaz de dudar de su condición de occidental. Por eso un francés duda de ser francés, un español duda de ser español, un gringo duda de ser gringo y un peruano duda de ser peruano. Los coreanos saben que son coreanos y que por ese caminito solo podrían ir a Seúl o Pionyang. Tan claro lo tienen, que todos los de Pionyang querrían irse a Seúl. En cambio, la duda está entronizada en la tradición occidental. Si el problema es el verbo «obligar», entonces habrá que usar «exigir», «impeler» o «instar» para que los alumnos lean, porque tienen que leer. El problema es qué deberían leer. Si tienen doce años, tendrán problemas para comprender el Lazarillo de Tormes o Rinconete y Cortadillo, pues para ellos sería más fácil leer Harry Potter, El Señor de los Anillos o los cómics de Iron Man. Si los maestros les explicaran la relación que existe entre la armadura de Aquiles y la armadura de Iron Man o entre la espada Excálibur y las espadas láser de La guerra de las galaxias, los alumnos lo agradecerían.

Con este panorama, qué es mejor: ¿Abuelita es mi tronca o La abuela solidaria?

Entre La abuelita solidaria y Abuelita es mi tronca no hay escapatoria. Habría que quitar el sustantivo «abuelita» y quedarte con La tronca solidaria, porque con la «abuelita» no vamos a ningún lado.

Te gusta jugar con el doble sentido de las palabras en los títulos de tus libros, algo que no parece muy común y por tanto ortodoxo… ¿Te ha creado algún problema?

No, pero me gustaría añadir que en América Latina esos juegos son normales, pues nosotros nos entrenamos en el humorismo desde niños, a través de las conversaciones con nuestros padres, amigos y profesores del colegio. Y encima hemos tenido grandes maestros como  Cortázar y Cabrera Infante. En realidad, siempre se ha jugado con el doble sentido, pero yo he querido darle protagonismo en mi obra y por eso lo llevo como bandera. Sé que en España los juegos de palabras no provocan un gran entusiasmo, pero no me he sentido perjudicado por recurrir a ellos.

¿Cuales son los factores extraliterarios que impiden que no se valore en su justa medida al escritor cubano Cabrera Infante?

Sin duda los políticos. Sus discrepancias con la Revolución, Fidel Castro, los comisarios culturales y el comunismo, en general. Y es una pena, porque en Cuba lo leen y sus libros gustan muchísimo, pero nadie lo proclama abiertamente todavía. Ojalá que las cosas también cambien en Cuba con respecto a Cabrera Infante. En 2014 me publicaron una antología de cuentos en Cuba y debo reconocer que me permitieron dedicar mi libro a la memoria de Guillermo.

Ni hispanoamericana ni española: literatura en español.

Sí. A mí me parece que Muñoz Molina no sería quien es sin Onetti, Borges, García Márquez o Vargas Llosa. Luis Landero y Almudena Grandes, tres cuartos de lo mismo. Eduardo Mendicutti no se entendería sin Manuel Puig, y sin Eduardo Mendicutti no existirían las novelas del chileno Pablo Simonetti, del peruano Jaime Bayly o del venezolano Boris Izaguirre. Es decir, que ningún autor contemporáneo en español lee solamente a los escritores de su tradición nacional. Vila-Matas, por ejemplo siempre ha reconocido sus deudas con Borges, Cortázar, Pitol y Monterroso. No fue el caso de Umbral, porque Umbral fue un escritor que se formó durante la posguerra y siempre presumió de no deberle nada a la literatura latinoamericana. Pero todos los escritores españoles que fueron adolescentes con el Boom, leyeron a los autores del Boom. ¿Cuánto de aquellas lecturas crepita en sus obras? Muchísimo. Si tú amputas lo borgeano de la literatura española contemporánea sería como quitarle la papa a la gastronomía española, porque no quedaría ni la tortilla.

En La Mancha Extraterritorial reivindicas el papel de los escritores que escriben en español siendo nativos de otra lengua. Son garantía del futuro del español, así como los alumnos que lo estudian como lengua extranjera. ¿Hay señales de buena salud en el español actual?

La salud del español en los países hispanohablantes es muy mala. A nuestros alumnos universitarios les tomaría el B2 de español el primer día de clases [Risas]. Es decir, el mismo examen que tienen que dar los coreanos y los noruegos que vienen a estudiar en España, porque lo primero que hay que demostrarles es que no hablan correctamente su propia lengua materna. Los alumnos universitarios se quejan de que les mandamos leer textos muy difíciles, mas no porque estén leyendo epistemología o estructuralismo. No, para ellos algo es «muy difícil» cuando tropiezan con un adjetivo que no entienden. Y como es más fácil buscar un adjetivo en el ordenador, ya nadie tiene diccionarios en casa. Antes había al menos un Pequeño Larousse, un Everest, un Sopena, pero ahora es que han desaparecido. Soy de los que piensan que todos deberíamos pagar un canon para que en la barra de cualquier navegador haya un enlace a la web de la RAE, de modo que sea más sencillo hallar la definición de cualquier voz en nuestra lengua.

Fernando Iwasaki para Jot Down 2

Valerie Miles, editora española de Granta, se apasionó por la lengua española hace veinte años y desde entonces su dedicación es «servir de puente» entre la literatura anglosajona y en español. ¿Cómo se encuentran esos puentes?

Esos puentes son un poco asimétricos, ahora mismo. Recuerdo que el ABC Cultural número mil le hizo una entrevista a veinticinco escritores de habla hispana y les pidió que citaran los cinco mejores títulos del sigo XXI. Solo dos de veinticinco mencionaron a dos autores hispanohablantes —Bolaño y Vargas Llosa—, mientras que el resto se limitó a citar autores anglosajones leídos en traducciones. Nadie nombró a Murakami, ni a Houellebecq, ni a Grossman, porque todos eran ingleses o norteamericanos. Paul Auster, por ejemplo, fue el más repetido. A mí me alarmó que Vila-Matas y el colombiano Juan Gabriel Vásquez fueran los únicos que admitieron haber leído un buen libro en español durante los once primeros años del siglo XXI. ¿Es que no existen más? Claro que existen. Por lo tanto, los puentes por los que preguntas son totalmente asimétricos, pues nosotros tenemos más curiosidad por la literatura anglosajona que los anglosajones por la literatura en español.

De hecho, en Estados Unidos, traducidos —pero bien traducidos— casi no encontramos a nadie. Un par de títulos de Muñoz Molina y Javier Marías, alguno de Cercas, otro de Vila-Matas… pero nosotros sí que traducimos del inglés a escritores malísimos. Y no le concedemos la misma importancia a la literatura italiana y francesa contemporáneas, donde hay estupendos autores que no siempre llegan a los escaparates. ¿Por qué? Porque las editoriales se han integrado a grandes holdings que acaparan la distribución, la publicidad y la crítica. Un escritor que publique en editoriales pequeñas, independientes y bellas como Pre-Textos, Acantilado, Periférica, Impedimenta, Libros del Asteroide, Páginas de Espuma o Renacimiento, lo tiene mucho más complicado para ser reseñado e influyente.

¿Eres suscriptor de alguna revista literaria o de ensayo? ¿Qué te parecen proyectos nuevos como La Maleta de Portbou o El estado mental?

Bueno, El estado mental la recibo, porque ahí está mi paisano Toño Angulo. También recibo algunas revistas chilenas, colombianas y peruanas. Durante unos años fui suscriptor de Claves y todavía lo soy de la asturiana Clarín. Creo que el ensayo recibe muy poca atención. Antes leías en la prensa unos artículos de fondo maravillosos que eran genuinos ensayos, pero el género está desapareciendo de los diarios para refugiarse en la red. Pienso en Tercera Cultura, que es un portal donde la divulgación científica se mezcla con antropología y humanidades.

Con la muerte de Carmen Balcells, Vallcorba, Toni López Lamadrid y el retiro de Herralde, ¿se ha quedado huérfano el sector editorial español?

Sí, porque ellos sabían cómo dirigir una editorial, crear un catálogo y buscar autores. En realidad, lo mismo está ocurriendo con los periódicos y por eso las revistas y los medios digitales se han convertido en el refugio del nuevo periodismo. ¿Por qué? Porque una revista como Jot Down es lo más parecido a lo que yo llamo el periodismo del Far West. En los wésterns más memorables siempre encontramos periodistas que denuncian a los corruptos, que se enfrentan a los mafiosos y que ayudan al sheriff a derrotar a los malos. Repasa El hombre que mató a Liberty Valance, The Texican, Sin perdón y en todas ellas encontrarás a un periodista. Ahora, en medio de la balacera de la actualidad, el periodista descubre que la caballería no va a llegar porque le han hecho un ERE y que los indios son sus patrocinadores [Risas]. El periodismo independiente ha desaparecido.

En Somos libros, seámoslo siempre haces una analogía entre leer un libro en tableta y beber vino en tetrabrik. ¿Estamos cerca del fin del libro impreso?

No, porque a pesar de que las modernas aspiradoras son cada vez más chulas, la humilde escoba continúa en la brecha. Con los libros sucederá lo mismo: seguirán existiendo para una exquisita minoría, tal como han vuelto los vinilos. Es más, estoy persuadido de que sin papel no hay prestigio literario. Por eso hasta los talibanes del blog quieren que una editorial de campanillas encuaderne sus posts.

¿Quién tiene la culpa del cierre de las pequeñas librerías: las grandes cadenas o la educación escolar y universitaria?

No descartes a los periódicos, porque cuando empezaron a regalar libros los quioscos se llenaron de clásicos y aquello fue la puntilla sobre las pequeñas librerías. En honor a la verdad, espero que las pequeñas librerías se conviertan todas en librerías de viejo, pues la librería de viejo no ha sido destruida por el famoso cambio de paradigma. Han cerrado un montón, sin duda, pero el librero de viejo es un misántropo, una criatura huraña que no quiere ver al cliente y que rodeado de sus libros viejos se siente más seguro que en un refugio antinuclear [Risas].

¿A qué librerías acudes tú en Sevilla?

Debo reconocer que me están dejando sin librerías. La Casa del Libro me parecía un lugar estupendo cuando la dirigía el poeta Antonio Rivero Taravillo, pero mis favoritas han cerrado ya: La Roldana, Antonio Machado, Montparnasse… En Los Remedios resiste Palas, en el centro Céfiro, en Viapol Yerma y en la Alameda La Extravagante. Soy de todas ellas.

Nos decía Koro Castellano, directora de Kindle en español, que según un estudio que han realizado más de la mitad de españoles ha comenzado a escribir un libro. ¿Qué piensas de este dato?

Esa estadística me recuerda las encuestas electorales. No me la creo. ¿Y es una encuesta hecha en España? De ser cierto, en Alemania o en Francia el ochenta por ciento de la población ya debería haber escrito un libro. No me lo creo. Será una encuesta realizada dentro del universo de poseedores de una tableta Kindle o de clientes de Amazon, porque vivo rodeado de personas que ignoran lo más mínimo de la actualidad política, internacional, económica y cultural. Por lo tanto, de la literaria ni hablemos.

¿Llegaremos a ver algún día un Premio Nobel de literatura que empezara autopublicándose en Amazon?

Mientras la dinamita continúe explotando… [Risas]

Amazon almacena las posiciones donde los lectores abandonan sus libros, ¿nos llevaríamos una sorpresa si publicasen datos sobre la lectura del Quijote, que además puede descargarse gratis?

Sí, nos llevaríamos una sorpresa, pues me consta que el Quijote traducido al chicano tiene más descargas que el Quijote original.

Los lectores leen ya más prensa digital que en papel, aunque en muchas ocasiones no pasan del titular o la noticia breve. ¿Hay que preocuparse, pues, más por la calidad que por la cantidad de lo que se escribe?

Difícil. Por ejemplo, yo tengo un problema con la lectura digital, pues de lunes a viernes leo la prensa en iPad, mientras que los fines de semana sí recibo la prensa en papel. Así, cuando hojeo El País o el ABC me entero de más cosas que cuando los leo en tableta. ¿Por qué? Porque ya tengo entrenada la vista para leer en diagonal y por lo tanto soy capaz de recordar nombres, títulos y datos sin haber leído la noticia completa. Eso no me ocurre con las pantallas y entonces soy más ignorante que antes, porque de lunes a viernes estoy condenado al «papiro digital». Por eso el formato de la plataforma Kiosko y más es más agradecido, porque muestra la página tal como es en papel.

Fernando Iwasaki para Jot Down 1

En España, aparta de mí estos premios, a través de relatos de ficción, haces una ácida e hilarante crítica a todo lo que se mueve alrededor de los concursos literarios. ¿Qué te impulsó a escribir este libro? ¿Cómo ves el mundo de los premios? ¿Ya están completamente desenmascarados?

Nunca quise escribir un libro contra los premios. Más bien, siempre sostuve —y creo que lo he podido defender con cierto garbo— que España, aparta de mí estos premios era un libro contra la frivolización, la banalización y lo que Debord llamó la sociedad del espectáculo. Mi libro ridiculizaba todo aquello, pero el mundo de los premios era ideal para cumplir ese cometido, porque en los premios es donde se refugia lo identitario y porque Bolaño había escrito un cuento maravilloso titulado «Sensimi», donde el protagonista era un escritor piel roja que salía a la pradera para cazar los premios búfalo, premios alimenticios que te servían para comer y abrigarte hasta el próximo invierno. Escribí España, aparta de mí estos premios para hacer la caricatura de las identidades y de la sociedad del espectáculo. Dicho lo cual, los premios provincianos son los únicos premios que da gusto ganar, pues son unos premios químicamente puros que han ayudado a numerosos escritores a llegar a fin de mes. Desde Félix Palma hasta Juan Manuel de Prada, pasando por Bolaño y Luis Sepúlveda.

¿Se merece Murakami el Premio Nobel?

A mí me da igual, pues no tengo una especial predilección por Murakami. Leí Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Kafka en la orilla y Tokio Blues —porque me encantan los Beatles— pero no me pareció tan bueno como Coetzee. Coetzee es extraordinario. El libro de la correspondencia entre Coetzee y Paul Auster deja a Paul Auster en situación desairada, porque Paul Auster comenta banalidades y lo que responde Coetzee son maravillas.

Comentaste una vez que escribir el libro de microrrelatos Ajuar funerario te tomó varios años. ¿Los microrrelatos se cocinan a fuego lento?

Bueno, además de tardar muchos años en escribirlo no tenía ninguna prisa por publicarlo. A lo largo de ocho años los fui escribiendo, leyendo en público y regalándolos en folios sueltos que después aparecían colgados en internet. Mi amigo Andrés Neuman habló con Juan Casamayor —editor de Páginas de Espuma— y ambos me propusieron publicar aquel libro que ya existía, porque en 1998 la editorial Lengua de Trapo eligió diez micros de Ajuar funerario para una antología que se tituló Líneas aéreas. Por lo tanto, no es que tardara ocho años en escribirlo, sino que no me hubiera importado seguir escribiendo ocho años más. No tengo prisa ninguna. En vida me quedan por publicar dos novelas y luego todo lo que salga será póstumo.

¿El microrrelato hay que dejarlo reposar?

Sí, porque de lo contrario te sale el mismo microrrelato varias veces. Lo primero que escribía era la idea del micro en una libreta. Entonces dejaba pasar una semana y si entendía mis anotaciones, significaba que la idea era potable. Muchos apuntes fueron descartados. Luego escribía una primera versión y a los tantos meses la volvía a revisar para darle un retoque más, y ahí quedaba. Así escribí los microrrelatos de Ajuar funerario.

Te gusta poner en relieve la importancia de los autores contemporáneos, aunque creo que nunca has llegado a mencionar a los que integran la Generación Nocilla. ¿No te interesan?

No es verdad, pues he presentado hasta tres libros de Agustín Fernández Mallo en Sevilla. Y la semana pasada presenté a Manuel Vilas, aunque ahora Vilas juraría por sus muertos que jamás perteneció a la Generación Nocilla. En realidad, pienso que la Generación Nocilla —como tal generación— nunca existió. Agustín Fernández tiene un mundo detrás que no todos conocen y ha sido capaz de darle forma en una serie de libros que han funcionado muy bien. Como suele suceder en estos casos, la prensa metió en el mismo carro de la Nocilla a varios escritores y al final todos resultaron muy distintos, pues Manuel Vilas no tiene nada que ver con Javier Calvo y Javier Calvo no tiene nada que ver con Agustín Fernández Mallo. Ninguno de los tres aceptaría pertenecer a ninguna otra generación que no fuera musical, porque el rock los une más que cualquier otra cosa.

Tus libros, como los de Juan Bonilla, parecen hipertextuales, cada texto te lleva inexorablemente a descubrir un nuevo autor.

Juan Bonilla, Felipe Benítez Reyes y Andrés Trapiello son tres autores con quienes me identifico, pues nos une la búsqueda de los raros, la curiosidad por el rescate o la posibilidad de dar a conocer alguien que no sea suficientemente conocido. Y todo eso lo aprendimos del poeta, editor y librero de viejo, Abelardo Linares.

¿Y quién fue Rafael Bolívar Coronado?

Un monstruo. Un fenómeno venezolano que escribía simultáneamente con cientos de seudónimos y que se reía de los editores porque falsificó crónicas de indias y se inventó a docenas de poetas apócrifos de Bolivia y Costa Rica que compiló en dos antologías delirantes que le coló a la editorial Maucci. En Venezuela mucha gente tampoco lo conoce porque fue un maldito que estuvo a punto de ser borrado de la memoria literaria, de no ser por la letra de la canción «Alma llanera», que es el segundo himno nacional de Venezuela. Bolívar Coronado fue el autor de aquella canción y sin duda se merece una novela.

¿Cómo surgió tu afición al flamenco?

No me corresponde ponerme medallas que no merezco. A mí me ha caído en suerte el privilegio de dirigir la Fundación Cristina Heeren, que es como dirigir el Sevilla o el Betis. Sé que son legión las personas que darían la vida por gestionar lo que estoy gestionando, pero cuando salgo del trabajo y me voy a mi casa escucho otras músicas. No puedo decir que soy un gran aficionado, porque un verdadero aficionado dedicaría todo su tiempo libre —como decía Perales— a escuchar flamenco, ir a actuaciones o acudir a festivales. No es mi caso. Por eso no sería justo que presumiera de ser un gran aficionado, porque no estaría diciendo la verdad. Dicho lo cual, a mí quien me introdujo en el flamenco fue el guitarrista Eduardo Rebollar en 1985. Diez años después, cuando Cristina Heeren me ofreció dirigir su fundación, en la primera persona que pensé fue en Eduardo Rebollar y así lo fiché como profesor, donde continúa hasta ahora.

Tus viajes con los flamencos por Nueva York y otras ciudades dan para un anecdotario. ¿No piensas recogerlo por escrito?

A mí lo que me encantaría publicar sería un libro titulado Flamencos de película, que no sería una obra de ficción, sino la crónica gráfica de las incursiones de muchos artistas flamencos famosos como extras de películas célebres. ¿Cuánta gente sabe que el gran bailaor Farruco apareció en Lawrence de Arabia como jeque del desierto aliado de los ingleses? Cada vez que se rodaba una película el mánager Pulpón reclutaba de los tablaos a docenas de artistas flamencos que luego salían de indios, piratas, beduinos u odaliscas. Ese es el libro que me gustaría escribir.

Fernando Iwasaki para Jot Down 3

Más del ochenta por ciento del público que asiste a los estrenos de la Bienal de Sevilla proviene del extranjero, pero en todo el programa de la Bienal apenas hay artistas extranjeros. ¿Va a dejar el flamenco de ser una expresión artística cerrada para los intérpretes de otros países en los festivales y escenarios andaluces?

A corto plazo no lo creo, pero a largo plazo sí. Pienso que a largo plazo el futuro del flamenco estará fuera de España y que habrá muchos más artistas no andaluces, porque los estudios profesionales de flamenco serán oficiales en el extranjero antes que en Andalucía. Por eso habrá más intérpretes de flamenco nacidos fuera de territorio español, como ya ocurre con el tango argentino y el jazz. Por otro lado, tampoco sería nada nuevo, ya que después de la guerra civil los principales bailaores flamencos fueron mexicanos, argentinos, italianos y guatemaltecos. Pienso en Roberto Ximénez, Paco de Ronda, José Greco y Manolo Vargas.

¿Cuánto le debe Andalucía a los bailaores Shoji Kojima y Yoko Komatsubara?

Muchísimo, pues gracias a su fascinación por el arte jondo empezaron a llevar artistas flamencos hacia Japón. Estoy seguro de que el patrimonio de numerosos artistas flamencos se formó gracias a las galas, tablaos y clases impartidas en Japón. Todavía existe una afición flamenca increíble en Japón, aunque no tan multitudinaria como la que mueve la salsa. En Japón lo que más gusta es la salsa, luego el tango argentino y finalmente el flamenco.

¿Qué necesita el flamenco para ser reconocido mundialmente como el tango o el jazz?

Necesita planes de estudios reglados y titulaciones oficiales. Sería estupendo que tales cosas existieran en Andalucía, pero a estas alturas ya da igual que los promuevan en Francia, Japón, Estados Unidos o México. En uno de esos cuatro países se creará el primer grado universitario en flamenco del mundo, y la pena es que los mejores artistas andaluces no  podrían enseñar en esas escuelas, por carecer de titulaciones universitarias.

Esa carencia es la que intentáis solventar con la fundación…

Nos gustaría que una universidad andaluza considerara la posibilidad de crear un grado en arte flamenco patrocinado por nosotros. Cuando hablo con las autoridades académicas me objetan que no hay doctores en flamenco, pero entonces replico que tampoco hay doctores en cocina y sin embargo existen grados en gastronomía. Lo que pasa es que la gastronomía da mucho dinero, tiene marketing, están los concursos de televisión y Chicote en todos los canales. ¿Por qué el flamenco no puede ser igual? En Valencia incluso hay grados universitarios en heladería artesanal. Doctores congelados tiene que haber, pero doctores en Heladería… lo dudo.

De momento habéis conseguido que haya un instituto que el año que viene empieza.

Sí, comenzamos en enero a impartir clases de cante, baile, guitarra y compás en el bachillerato de Artes Escénicas del IES Carmen Laffón de San José de la Rinconada.

Nos decía Carmen Linares que al flamenco le hacen falta apoyos institucionales y visibilidad, mucho más que las subvenciones. ¿Compartes esa afirmación?

Sí, del todo. Además, bastaría con que ese apoyo institucional se limitara al reconocimiento que proponemos, pues la ausencia de reconocimiento provoca situaciones ingratas, como el malestar del Conservatorio de Sevilla, que se opone a que nuestros profesores impartan clases de flamenco en un instituto público, aunque el cien por cien de la financiación sea privada.

¿Qué te parece que Poveda se lance a cantar flamenco en catalán?

Me parece muy bien. Soy partidario de que los japoneses canten por soleá, los franceses por alegrías y los alemanes por seguiriya, cada quien en su propia lengua. Después de todo, la música sería siempre la misma. Ni un madrileño ni un argentino —hispanohablantes ambos— podría cantar flamenco con la dicción andaluza sin impostarla. Y ya de los rusos ni hablemos. Los forasteros que quieran cantar flamenco no deberían imitar el rajo andaluz, porque no pasarían de ser andaluces postizos. Conozco cantaores extranjeros muy talentosos, cuyas voces no traicionarían el flamenco si se animaran a romper los moldes.

¿Hay una impronta africana en el flamenco?

Sin duda. Santiago Auserón acaba de defender una tesis doctoral sobre el asunto, además de haber publicado La huella sonora, un importante estudio al respecto. El habla andaluza está llena de africanismos. ¿De dónde viene «mojiganga»? ¿De dónde viene «perendengue»? Todo eso viene de voces africanas transformadas por el español. La España del Siglo de Oro estuvo poblada por negros que todavía habitan en las comedias de Lope y en las Novelas ejemplares de Cervantes. Esos negros andaluces llegaron hasta el siglo XIX, cuando combatieron contra los franceses en las guerras de independencia. Los negros españoles desaparecieron con aquellos batallones de pardos y morenos masacrados por la artillería napoleónica, o se mezclaron hasta difuminarse por los arrabales de Sevilla y Cádiz. La sevillana Hermandad de los Negritos sería otra «huella», como diría Santiago Auserón. ¿Qué ha quedado de la música de los antiguos negros andaluces? Estoy convencido de que en el flamenco encontraríamos la respuesta.

Para finalizar, recomiéndanos un autor o autora novel hispanoamericano imprescindible y la mejor novela de todos los tiempos según tu criterio.

Para mí, la mejor novela de todos los tiempos sería La cartuja de Parma. Comprendo que es muy antigua y que nos coge bastante a trasmano, pero me continúa fascinando como la primera vez y me sigue pareciendo la mejor novela de amor de la historia. Qué arranque más poderoso, con aquel Fabrizio del Dongo que busca la batalla de Waterloo, sin darse cuenta de que está en medio de la batalla de Waterloo. Y un autor hispanoamericano ¿desconocido aquí?,¿de qué edad?, ¿jovencito él?, ¿jovencita ella?

Sin edad. Alguien para descubrir.

Me gustaría recomendar a un escritor de Costa Rica llamado Carlos Cortés. Es un escritor de mi edad que ha publicado siempre en Costa Rica. En América Central tiene un gran prestigio, pero al sur de Panamá ya es menos conocido y me da una pena enorme, porque es un escritor extraordinario que merecería tener más lectores. Jacinta Escudos es otra escritora así, salvadoreña en este caso. El Salvador y Costa Rica, dos países que casi no existen para los lectores españoles.

Fernando Iwasaki para Jot Down 4

Fotografía: Manuel Gutiérrez

Documentación: Loreto Igrexas

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39 Comentarios

  1. ¿Por qué hay que preguntar a TODO el mundo qué opina del balompié o cuál es su equipo? ¿Es una especie de imposición endémica acaso? En fin, ya que nos hemos enfangado, arremanguémonos, a ver si quitamos alguna venda que otra: el tan aclamado himno sevillista, no es sino un plagio descarado de una canción de Mikel Laboa (Izarren Hautsa=polvo de estrellas), con cuya versión de Ken Zazpi, alcanza mayores cotas de similitud todavía. Aquí un enlace a la canción. Que cada uno saque sus conclusiones:https://m.youtube.com/watch?v=tdk9RvX2zFU

  2. «Arte Flamenco y Bético» … Decidme, por Dios, ¿ qué cosa es el «Arte Bético» ?

    • Desde mi ignorancia, diría que es todo arte relacionado con La Bética, refiriéndose a la región andaluza.

    • Carlos C.

      Coloca una imaginaria coma tras Flamenco y ya lo tienes.

      «También es director de la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco y Bético.»

      De un bético para un sevillista.

    • Pues no termino de verle el parecido

  3. antonino pio

    Estoy muy de acuerdo en que habría que apoyar más el flamenco institucionalmente, pero por el amor de Dios, que no hagan un grado universitario. ¿Por qué esa afición de ahora por hacer grados para todo? El ejemplo del helado, sin ir más lejos. Me parece un insulto hacer grados universitarios de 4 años tanto para Derecho o Ingeniería Industrial como para hacer helados, que es algo muy digno pero no para estar en una universidad. Grados para todo…. En fin.
    Por otra parte este hombre no debe haber leído El señor de los Anillos ni sabe nada de Tolkien si piensa que es para niños

  4. Carmen Elvira

    El señor Iwasaki no duda de su memoria al afirmar que menos B mas menos la raíz (cuadrada) de B cuadrado menos 4AC es cero. No es cero, son las soluciones de una ecuación de segundo grado. No se obliga a nadie a recordarlo, se deduce. Es una lástima que alguien así deje tan claro en poocas palabras que no entendió nada. Por supuesto que los científicos dudan, los primeros. La Matemática es una Ciencia razonada, duda de todo aquello que no se pueda probar. ¿No sabe este señor que hubo un tiempoo en que se creía que la tierra era plana? Que pena que la gente de letras no pierda ocasión de demostrar su analfabetismo científico. Discúlpenme pero las tan denostadas Ciencias, forman parte del grupo HUMANIDADES

    • Hola Carmen, venía a decir prácticamente lo mismo. Una entrevista interesante que tiene como punto negro este desprecio a las ciencias que es bastante común entre la gente de letras. Quizá fue ese el problema de este hombre al estudiar ciencias, se dedicaba a memorizar pero no a aprender.

    • Totalmente de acuerdo con los comentarios sobre el desprecio a las ciencias. Las ciencias se «imponen» porque no son huevadas, sin entrar a valorar lo que tanto se dice de que con las ciencias se aprende a razonar y tantos otros tópicos tan manidos (pero ciertos), explican cómo funciona la naturaleza. Así de simple y crudo. Y esos conocimientos, aunque mucha gente piense que para qué carajo le va a servir en su vida hacer una raíz cuadrada, se acaban aplicando cantidad de veces en el día a día. Desde cosas muy serias como el anumerismo, que es causa de mucha gente adquiera servicios y firme contratos sin tener ni pajolera idea de las repercusiones y gente que pierde dinero en la bolsa (es sorprendente la cantidad de gente que piensa que si pierdes el 3% hoy y mañana ganas otro 3% has recuperado las pérdidas) a otras cosas aparentemente menos serias como el consumo de energía de los electrodomésticos, nociones básicas de química para saber que la homeopatía es agua… En fin, no sigo porque no es cuestión de poner aquí 400 ejemplos de por qué es muy importante tener unas mínimas nociones de ciencias en el día a día.

      Cosa que con todo el respeto del mundo y la admiración que merecen, no sucede con las letras. Se que habrá comentarios de gente que me mirará por encima del hombro y se escandalizarán, pero no es lo mismo no saber sumar quebrados que no haberse leído a García Lorca.

    • «No se obliga nadie a recordarlo, se deduce», dice. ¿Qué hacemos entonces con los axiomas y con Gödel?
      No hace falta que lo jure, Carmen, ya se nota que de memoria va justita.

      • Carmen Elvira Dobazar

        Ja, ja, ja, muy buena tu respuesta JÖ sobre mi memoria, pero yo hablaba solo de la fórmula que permite calcular las soluciones (ceros) de una ecuación de segundo grado y que aprovecha el señor Iwasaki no solo para tratar de desacreditar la Ciencia Matemática si no para dejar claro que su uso del «cero» no siempre es correcto. No pretendía hablar de los aspectos técnicos de las matemáticas ni mucho menos de sus fundamentos. Gracias JÖ

        • Carmen Elvira Donazar

          No puedo rsistirme a decirte Querid@ JÖ, que todovía tengo la memoria suficiente para poder controlar mis esfínteres y no hacerme pis encima, comportamiento que aprendí en mi infancia. Por otro parte, trato de recordar, no siempre con éxito, todas las reglas (¿debería de decir axiomas?) de la gramática española.

          • Lo que quería poner sobre la mesa era el aspecto fundamentalmente convencional de la matemàtica.
            En lo que atañe al caso concreto: te aseguro que la primera vez que me enfrenté a esa fórmula no fue a partir de su demostración. Y supongo que te habrás fijado en esa cadencia con que un niño recita las tablas de multiplicar. Lo que dice el señor Iwasaki me parece completamente justo, y no veo en ello desdén alguno hacia la matemática. Más bien está dirigido a aquellos que la imparten en primaria y en secundaria.
            En cualquier caso, disculpa el primer comentario (perra noche).

            • Carmen Elvira Donazar

              Lo único que yo pretendo destacar es que casi cualquier disciplina forma parte del grupo Humanidades. Que no se puede afirmar que los científicos no duden y que no se puede descalificar la Ciencia tan alegremente como lo hacen hoy en día muchas personas que tienen cierta altura intelectual, simplemente por haber tenido una mala experiencia con cualquiera de ellas.

          • No todas, porque «si no» se escribe junto.

  5. «La ranciedad española se ha convertido en un colesterol bueno «. Me encanta.

  6. mayerclick

    Fernando Iwasaki ha cometido un error que me parece muy grave. Ha citado el sitio web francés «résistance républicaine» como un sitio francés de izquierda. Es todo lo contrario. Es un sitio de extrema derecha muy relacionado con el Front National, el partido de Marine Le Pen. Publican articulos violentos, islamofobicos y racistas que llaman al odio. Entre otras cosas, invitan a todos los musulmanes, franceses o no, a irse de Francia. Los que saben francés podrán comprobar los horrores que publican sólo con leer su página de inicio. Como francesa de izquierda que no acepta la caída de su país en el obscurantismo del nacionalismo y del odio, considero que estos tipos de sitios web no deberían ser difundidos. Aún menos por un intelectual como Fernando Iwasaki. Aún menos declarando que es un sitio de izquierda. Aún menos en una revista cultural como Jot Down. Se podría reparar este error ? Muchas gracias»

    El texto que precede es un comentario en el Facebook sobre la enteevista a Iwasaki. Desconozco por completo el situo web al que se refieren, pero la lectora parece muy bien informada

  7. A mí lo cool me da por cool.
    GRAN FRASE. La tomo prestada.

    • Iwasaki es un buen escritor… de derechas. Esa derecha rara que es o era UPYD.
      ¿Cómo no le han preguntado por su candidatura a senador por UPYD?

  8. Lo de Iwasaki me parece admirable. He leído todos los libros que ha publicado en España, y no me parecen gran cosa. Sobre flamenco no tengo noticia de que haya publicado nada importante. Pero qué bien consigue este hombre siempre situarse en el meollo de la vida cultural sevillana. Desde luego habilidad tiene.

    • Atticus, parece que Podemos también es socialdemocracia… el enigma de la política española posfranquista.

  9. Estupenda entrevista. ¡Gracias! Y fantástico a la par que triste que tenga que venir alguien de Perú a recordarnos tres o cuatro verdades básicas.

  10. Kafka es como The Ramones: sin fama en su breve carrera, idolatrados a posteriori por la prostitución «póstuma» de su obra, a veces contra su propia última voluntad, y siendo objeto de pretenciosos adjetivos o de estampados en camisetas de jovenzuelos que no conocen una sola canción del grupo neoyorquino. Lo normal…

    • Hombre, lo pretencioso es comparar a Kafka con los Ramones.

      • Por qué, exactamente? Kafka es un gran escritor que rehizo la forma de escribir de su siglo. No lo dudo. «Sheena is a punk Rocker» (y otras gloriosas piezas de los de New York) son dos minutos acelerados que cambiaron la forma de bailar de su siglo. Y yo, cuando estoy triste y hoy lo estoy, prefiero bailar. Sin pretensiones

  11. rayvictory

    Joder, acabo de leer la entrevista. Este tío es un verdadero crack.

  12. Aunque se excede con lo de las ciencias, lo entiendo como una defensa, más o menos parece un tipo muy razonable. Lo de Coetzee es indiscutible. Leo cada vez menos y no puedo evitar ver «nada» en Grandes, Muñoz Molina, incluso Auster … si lo comparamos con el sudafricano.

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  16. Pues yo me siento acomplejado ante la entrevista con Iwasaki. Conseguir que la práctica literaria y así, de paso, la charla que provoca, sean un acontecimiento apasionante no es fácil. Y esta charla es un hermoso paseo por su memoria, que es la suya y la nadie más, carajo. Y esa memoria es refrescante sin avasallar, y ofrece unos minutos de entretenimiento, en los que no se ha quitado la sonrisa de mi cara.
    A veces cuando opinamos en estos foros somos avallasadores, otras quizá nos pasamos de condescendientes, que son dos formas de desprecio prácticamente idénticas.
    Pues nada, que a mi ha encantado la informal charla con Don Fernando, al que Dios cuide muchos años en su afinada memoria y culto verso. Y yo, hombre del Norte del Norte que ama el flamenco, el que puedo entender, que yo como Morente me arranco con los flamencólicos, envidio sus estadías con flamencos de pro, de esos que jamás soñarán con ser poetas en Nueva York, por que sus sueños tienen rizo compacto y se llaman Camarón («te canto pa que me cantes y me alegre el corazón»).
    Y además y para más inri, soy Oviedista, que es como ser del Betis, pero con más frío y vientos del Norte. Y soy también de los que piensan que la cultura une estampas muy diferentes. Y música, fútbol y literatura… y gastronomía y el mismísimo punto de cruz son hijos de la misma pervertida madre.
    Un abrazo maestro.

  17. Murakami es un lector muy para la época, creativo y sencillo de leer, no muchos autores de calidad logran encantar a la juventud como lo hace el japonés. Por otro parte, ¿el señor de los anillos para los niños?, que el señor Iwasaki intente leerse ese ladrillo.

  18. «¿Cuánta gente elegiría una vida subvencionada sin obligaciones laborales, rancho diario, sexo seguro, wifi gratis, ocio infinito y renta universal?» ¿Iwasaki lo pregunta en serio? ¿Dónde hay que firmar? ¿Le parece que esto es convertirse en zombi? Zombi soy yo que me levanto a las 5,30 de la mañana para pasar 8 horas en un trabajo de mierda y mal pagado.

    Por otro lado, es muy necesario el conocimiento científico, qué duda cabe, pero algo de conocimiento de letras hubiera permitido a alguno de los que comentan más arriba entender que cuando el señor Iwasaki dice que los profesores de ciencias no dudan se refiere a que no dudan a la hora de obligar a sus alumnos a memorizar, no a que los científicos no duden. Los quebrados son útiles, pero entender un texto escrito también.

  19. Boy George

    Está floja la JD últimamente :-(

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