
Para evitar malos entendidos
Considerando el conjunto de todas las vertientes de la civilización, se puede afirmar que en efecto la humanidad ha venido progresando a lo largo de los últimos muchos decenios, aunque se hayan producido algunos trances de interrupción. Y, desde hace casi ciento cincuenta años, la contribución estadounidense a esas corrientes de progreso planetario ha sido considerable, principalmente a través de la difusión del desarrollo tecnológico y de la invención social.
Este escrito puede parecer ingrato e injusto hacia el nuevo mundo norteamericano y en este sentido quien lo suscribe desea puntualizar que, en su opinión, esta potentísima emisora cultural ha traído al resto del mundo más beneficios que perturbaciones. Sin embargo, este artículo se refiere, por su planteamiento de partida, más a menudo a estas perturbaciones que a las innegables ventajas transmitidas.
CULTURA POPULAR (1960-2024)
El influjo universal de la “American way of life”
Lo siguiente es bien sabido, pero antecede voluntariamente y se trae a colación para establecer un punto de partida. El caso español es uno más de los muchos que se han producido en las últimas décadas en los que el influjo de una cultura más potente, concretamente la estadounidense, ha prevalecido sobre otra menos penetrante y resistente, consiguiendo la aceptación acrítica y la adopción de modalidades importadas de todo orden por parte del receptor.
Los ingredientes culturales de estas poderosas transferencias intangibles han sido muy variados: costumbres de la vida diaria individual y colectiva, formas de sentir, léxicos, valoraciones, opiniones, conexiones, contenidos, métodos, instrucciones, ejercicios, sesgos de información, etc. Tanto si se trata de transmisiones de signo positivo para el receptor como en el caso contrario, pueden considerarse todas ellas, sin excepción, como fenómenos de sometimiento por parte de una cultura modificable frente a otra innovadora, con todo lo bueno o lo malo que la adopción de elementos de la misma pueda conllevar.
El fenómeno de la difusión cultural internacional estadounidense (en particular y occidental norteatlántica en general) se aceleró de forma definitiva a partir de 1945. Fue entonces cuando la potencia norteamericana se convirtió en el hegemón del “mundo libre” y llegó a incidir en la transformación de culturas de masas muy ajenas a la occidental y muy alejadas geográficamente de su foco emisor. Prácticamente no quedó rincón en nuestro planeta al que no llegara esta potentísima y transformadora radiación estadounidense.
Este fenómeno de modernización occidentalizante es suficientemente evidente en sus diferentes aspectos como para dedicarle, siquiera a modo de introducción, más líneas que estas, salvo la obligada alusión a las sucesivas y confluyentes olas de innovación técnica estadounidense que han sacudido a un mundo en transición hacia la modernidad y han contribuido tanto a esta masiva difusión cultural.
Entre estas figuran la electrónica, la televisión, el ordenador, internet, la telefonía móvil, la fibra óptica, la satelización, las redes sociales, el smartphone, los diferentes sistemas G de comunicación y, según ahora se anuncia a bombo y platillo, la inteligencia artificial y las aplicaciones de la mecánica cuántica.
Aquí se aborda, mediante algunos comentarios, el caso del impacto de estas corrientes sobre los usos y las costumbres españolas.
Y se intenta discernir, mediante ejemplos, la casuística de absorción de estos nuevos modos. Interesa ilustrar tanto casos de rechazo tácito o expreso a la aceptación y adopción de elementos ofrecidos por la radiación preponderante como otros casos de adopción espontánea y acrítica.
En lo referente a nuestro país, el calendario histórico pertinente al discurso que se pretende arranca del término de la Guerra Civil Española (1939). Catorce años después se firmó el acuerdo entre el gobierno de Franco y EE. UU. (1953), y Luis García Berlanga estrenó esa genial película que da nombre al presente capítulo. Como consecuencia de esta confluencia de intereses políticos y estratégicos, España se incorporó al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial (1958), y ya en 1956, el mismo Berlanga ofreció al público español su también muy señalada obra Calabuch, cargada de advertencias sobre los riesgos de la innovación. La instauración democrática y la homologación sociopolítica de España se produjo un cuarto de siglo después (1978). Y transcurrieron cuatro (1982) y ocho (1986) años más hasta que el país se integró respectivamente en la OTAN y en la entonces Comunidad Económica Europea, pasando así a formar parte del bloque occidental norteatlántico.
Hasta 1959, la transferencia cultural estadounidense hacia España fue un fenómeno larvado, a fuego lento, en consonancia con el aislamiento internacional político, cultural y económico del país. Pero desde esos primeros años sesenta hasta el presente, una España crecientemente conectada con el resto del mundo ha recibido el impacto y ha absorbido incesantemente el influjo de la “American way of life”.
Es pertinente señalar la confluencia sinérgica de estas corrientes con desarrollos locales trascendentes también, como el revolucionario surgir del turismo internacional, primeramente recibido (desde 1960) y al cabo de los años emitido (a partir de 2000), así como la difusión del reciente aprendizaje del idioma inglés por parte de los estratos mejor formados del país.
La occidentalización se abrió paso así en nuestra sociedad sin excesivas dificultades, apoyándose en decisivos desarrollos locales como la televisión (1952), la motorización (1959) (el “SEAT Seiscientos”), el primer cambio social (1964-1975) y, a continuación, el gran cambio político (1978-1986).
Últimamente, este proceso de transferencia se ha acelerado mediante el inevitable sometimiento a las nuevas tecnologías de la información y de la conexión, todas ellas, sin excepción hasta muy recientemente, de origen estadounidense.
Pero, como antes se indicaba, el medio social español unas veces se resistió al cambio y otras veces se plegó a él sin oponer el menor obstáculo.
Asimilación o resistencia en España
A continuación, se incluyen algunos ejemplos, entre los muchos otros que se podrían mencionar, de resultados opuestos en cuanto al impacto de los usos y costumbres estadounidenses en España.
Así, en lo referente a los hábitos de alimentación, la población española ha resistido al cambio con bastante vigor, por ejemplo en lo relacionado con la dieta casera, aferrada a las costumbres mediterráneas frente a la arrolladora receta americana basada en lácteos, glucosa y carbohidratos en dosis exageradas, conducentes a menudo a epidemias de obesidad.
Una excepción notable a este conservadurismo es el alimento consistente en mezclas de carnes picadas, concretamente la hamburguesa, muy difundida en España.
Los ritmos de vida cada vez más agitados (arduos desplazamientos domicilio-trabajo, empleo femenino creciente, etc.), que había exigido ya la revolución de los electrodomésticos, han influido más tarde en la absorción masiva de otros usos estadounidenses, los de la modalidad “fast” tanto en la restauración como en el catering y en el consumo de precocinados.
En otro orden de quehaceres, España se ha resistido a la subcontratación masiva de lavado particular de ropa, dejando la lavandería industrial para las grandes organizaciones utilizadoras de textiles confeccionados.
La forma de distribuir el tiempo entre trabajo y descanso es quizá uno de los asuntos en que las vetustas costumbres españolas han resistido mejor. No se ha producido, en medio de una atmósfera de incesante transferencia cultural y de la radical transformación económica y social habida, ninguna alteración sensible de los horarios españoles de desayuno, comida, cena y descanso nocturno (muy alejados de los del resto de Europa). Este es, quizá, el mayor triunfo de la resistencia frente al cambio (aunque sea retrógrada), y constituye el reducto de una terca conservación, contra viento y marea, de costumbres tradicionales. Sin embargo la cultura del “finde” es algo que, basado en la creciente riqueza, la motorización, la aviación comercial, y (además, en el caso de España) en la velocidad ferroviaria etc…, proviene directamente del ejemplo estadounidense.
La gran difusión de una serie de consumos que crean hábito también vinieron de allí: tabaco, chicle, Coca-Cola. ¡Con qué fuerza nos los trajeron en su día y qué rápidamente se los llevaron, algunos de ellos, de repente, varias décadas después!
¿Qué decir acerca de los arraigos territoriales y sobre el aferramiento a las viviendas masivamente adquiridas por las familias en España (las cuales no suelen alquilar residencia allí donde viven)? En este aspecto las costumbres norteamericanas no pudieron irrumpir en España porque la población aquí y actualmente solo abandona el terruño (al no encontrarse forzada a hacerlo como lo estuvo en los años sesenta) por una ciudad más grande no muy alejada, y una vez afincada allí, adquiere su vivienda y rara vez busca o acepta trabajar en otra geografía (dentro de España y, menos todavía —una vez superado ese arduo periodo de la obligada emigración— en el extranjero). Esto ocurre así en fuerte contraste con el modo norteamericano basado en una gran movilidad en el mercado laboral interno, lo cual implica una elevada flexibilidad en la asignación espontánea de los recursos humanos a los diferentes quehaceres de la sociedad.
Si se contempla el mundo de la economía y de la gestión, de la producción y de la distribución de bienes y servicios, la fuerza cultural americana ha resultado arrasadora: organizaciones, estrategias, gobernanza, instrucciones y reglamentos (“books”), algoritmos, presentaciones, relaciones públicas, mercadeos, etc… Y el acatamiento hispánico (como los de los otros países occidentales seguidores de EE UU) es religioso, casi ritualístico. No solo se imita sino que se procura dejar claro, casi con éxtasis, a quién se sigue. Y en torno al mundo de la gestión empresarial así aparecieron en España una serie de nuevas profesiones de origen estadounidense que aquí se han quedado.
Sin embargo, hay costumbres que el influjo americano no ha conseguido cambiar en nuestro país, como por ejemplo la duración (objetivamente excesiva, como también así lo establecen los cánones norteamericanos) de las reuniones de los comités y los consejos, así como de las comidas de trabajo. Y así mismo resulta comparativamente muy dilatada en España la duración de las interrupciones formales del trabajo por diversos motivos, por justificados que estos sean.
Otro mundo de la transferencia de conocimientos desde EE UU es el del análisis de mercados, las encuestas, el “marketing”, la planificación de medios y los estudios psicológicos de actitudes de consumo, etc., como infraestructuras para ese magno despliegue estratégico y determinante que es la publicidad de masas a través de los medios tradicionales.
En este campo la irrupción tecnológica ha sido, también arrasadora y ha contribuido a que en España, como en el resto de Occidente, la soberanía del consumidor se haya ido reduciendo (ante la preponderancia de la oferta empresarial apoyada por la aviación publicitaria) al propio tiempo que al individuo se le ha ido ampliando sensiblemente su capacidad de elección de muy amplias gamas de productos y servicios, gran triunfo pretendido de la sociedad de consumo, cuyos efectos sobre el bienestar real de la sociedad son difíciles de valorar.
Esta dinámica de persuasión publicitaria es poco reversible y se puede considerar como inevitable en la medida en que una economía de mercado (y por otro lado afortunadamente exenta de planificación central coercitiva) como la española (es decir inmersa del ámbito geopolítico occidental), una vez adentrada en el mundo de la publicidad y de las grandes audiencias (como las relacionadas con el futbol) ya no puede salirse de ella y con ella debe convivir. Y si esta cultura no la hubiera importado directamente de EE UU, la habría traído, como suele ser el caso, de otra geografía, que en su momento de Norteamérica la habría tenido que aprender.
Impacto lingüístico de la Innovación
Desde el inicio del s. XX, la fuerza de la creación tecnológica y de la innovación social en EE UU ha sido tal que muchísimos conceptos, sistemas y objetos nuevos fueron bautizados allí, fueron registrados y también por vez primera descritos y presentados allí. La catarata inventiva ha tenido tanta fuerza, que su acumulación y velocidad de difusión (sobre todo en la segunda mitad de ese siglo) ha sido tan rápida que, por decirlo así, a los países–alumnos como el nuestro no les ha dado ni tiempo, ni han tenido sosiego y advertimiento suficientes, para traducir o re-denominar estos nuevos conceptos u objetos.
Desde la perspectiva cultural española el resultado lingüístico es por lo menos desordenado. En unos casos se ha adoptado o incorporado textualmente el término anglo como parte de la Lengua Española del s. XXI. En otros casos se ha optado por soluciones mixtas anglo-hispánicas y en otras situaciones, las menos, se ha hecho frente al empuje del hegemón innovador, al blandir términos tradicionales propios que tienen capacidad de representar el objeto nuevo o bien se ha inventado un término “ex novo” que haya parecido apropiado al caso, pero “a la española”.
El país lleva ya bastantes décadas viviendo esta soberana e incesante transferencia lingüística. ¿Va a remitir este influjo en el futuro? No parece que este vaya a ser el caso.
Si hubiere de prospectarse la composición de nuestra apreciada lengua a treinta o cuarenta años a partir de ahora, teniendo en cuenta el ritmo de generación de cosas previamente inexistentes que se está verificando al otro lado del Atlántico, España se puede encontrar, sin mayores sorpresas, con lo siguiente: una lengua que quizá todavía se denominaría española pero que de hecho sería híbrida, al 40/60, al 50/50 o al 60/40, en la que cohabitarían vocablos históricos españoles con otros muchos neo-anglosajones. Es decir que habría, en ese caso, que comunicar entre españoles mediante un nuevo idioma que merecería otro nombre, como por ejemplo “hispanglés” u otro que pueda reflejar mejor su realidad hacia 2050-2060.
- Algunos ejemplos de adopción lingüística sin restricciones en la comunicación corriente: “camping”, “royalty”, “jet”, “marketing”, “leasing”, “renting”, “coaching”, “cash flow”, “investment bank”, “private equity”, “EBITDA”, “PC”, “chip”, “internet”, “online”, “PowerPoint”, “laptop”, “grand data”, “part time”, “IT”, etc…
- Algunos ejemplos de hibridaje anglo-hispánico: “filmoteca”, “página web”, “punto com”, “cash flow libre”, etc…
- Algunos ejemplos de resistencia hispánica: película (“film”), ordenador (“computer”), pantalla (“screen”), ratón (“mouse”), pestaña (“tab”), etc…
Y para concluir esta somera ilustración de la permeabilidad lingüística hispánica se señala aquí con qué notable facilidad ha conseguido el mundo anglosajón, y a la cabeza de éste, Estados Unidos, que los propios mejicanos, los centroamericanos y la mayoría de los sudamericanos se denominen a sí mismos “latinos” en vez de “hispanoamericanos” o simplemente “hispanos”. Y así mismo y más sorprendentemente, que en España se acepte y repita esta incómoda práctica de sumisión, siendo así que ello ocurre, para colmo, cuando en este caso se está jugando la partida en campo propio.
¿Se puede evitar la continuación ilimitada de esta cadena de aconteceres? Y en caso de respuesta positiva ¿conviene hacerlo? Y en caso de respuesta a su vez también positiva ¿qué pasos habría que dar para conseguirlo?
Bienvenidas serían las respuestas.
CONCIENCIAS INDIVIDUALES. LA REVOLUCIÓN DEL “YO”
Confluencia de cultos (colaboran Park Avenue, Hollywood y Silicon Valley)
Las transferencias directas de conocimientos y contenidos culturales y técnicos desde EE UU a las que se ha referido el capítulo anterior conciernen aspectos de la vida y las actividades humanas que son explicitas, aislables e inmediatamente perceptibles.
Sin embargo existen transmisiones culturales estadounidenses menos evidentes, menos perceptibles, más sutiles, pero de gran trascendencia para la evolución general del género y de cada una de las civilizaciones que lo forman.
Dentro de esta categoría figura, entre muchos otros fenómenos, la aparición de una nueva arquitectura o estructura añadible para conformar las conciencias individuales.
La plasmación sociológica de lo que los estadounidenses denominan “el orden liberal” basado, como principio, en la supremacía de la libertad de los individuos, tal cual la consagraron los Padres Fundadores, ha soportado en las tres últimas décadas el impacto —aparentemente determinante— de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación creadas en ese mismo país.
El rey protagonista de esta nueva tragicomedia es el individuo, quien se ha acercado progresivamente por medio de las IT a tantísimos dominios tradicionales y nuevos pero, al propio tiempo, se ha ido encontrando crecientemente aislado de sus semejantes.
En ese torbellino de exigencias y sugerencias ha florecido una nueva prescripción para la génesis de las conciencias individuales, en la que la construcción del “ego” se encuentra abrazada por una sinérgica confluencia de cultos.
En vanguardia entre estos figuran principalmente tres reverencias individuales que en el presente se propagan poderosamente, dedicadas a la salud, la imagen y la violencia.
- La salud:
El culto a la salud se traduce en la obsesión por el cuerpo, las ofuscaciones alimentarias, el prematuro empoderamiento de adolescentes y menores, el horror al envejecimiento y la preterización de los mayores.
- La imagen:
El culto a la imagen se centra en esa impresión favorable (“me gusta”) que nuestra presencia en este mundo (o nuestra apariencia) pueda suscitar en los demás, sean personas conocidas o desconocidas.
- La violencia:
El culto a la violencia deriva en un recurso para resolver los problemas personales —solamente sentidos o bien reales— cuando la tolerancia no asiste al individuo o cuando a éste no le resulta sostenible la negociación o la adaptación (en un mundo altamente competitivo donde la vida es, o parece ser, una sucesión de juegos de suma cero frente al resto de la humanidad).
La sociedad estadounidense se ha ido organizando a la vez, mediante los recursos que las nuevas tecnologías le han ofrecido, de forma que permite y exige la formación de las mentalidades de los individuos que se basan en la influencia de esta trilogía de cultos. El “ego” es, entre otros elementos, el resultado antropocrático de una combinación de sumisiones ante el cuerpo, la imagen y la violencia.
El individuo puede apartarse de estos cultos o rendirse a cada uno de ellos o a todos a la vez. Pero las procesiones multitudinarias están ahí y las infraestructuras sociales estadounidenses han estado dispuestas para soportarlas.
Esta es una dimensión cultural trascendental que se ha desplegado recientemente en el seno de la “American way of life” y que los países-alumnos se están afanando en reproducir sin reservas, como así está sucediendo también en España.
La revolución española del “yo”
En este fenómeno las redes sociales cumplen su decisiva función ya sea ahora en España como lo ha sido en EE UU. No hay grandes diferencias. No hay adaptación, sino asunción plena por parte española.
Esa persona que se encuentre movilizada a la vez en pos de estos tres cultos, se está imponiendo a sí misma llegar a un “Kratos”, un paraíso personal artificial en el que se pretende conseguir, la auto-convicción de ostentar al mismo tiempo, una apariencia física mejor, una forma física mejor y un papel (aunque sólo sea aparente) ante los demás más poderoso. ¿Que quién? A saber (héroes, colegas, “influencers”, profetas, etc…).
Los tres desfases entre su realidad y sus aspiraciones o expectativas una vez percibidos por el sujeto dan medida de su insatisfacción y de la tensión a la que está sometida su conciencia.
El individuo que profesa concretamente dos de los tres cultos principales se convierte en dependiente y buscador de una muy determinada virtud, u objetivo o situación.
En efecto, quien profesa a la vez culto a la salud y a la imagen pretende consecuentemente conseguir interpretación de la belleza (o aparentarla).
Quien se rinde a la vez ante la salud y ante la violencia busca perseguir con afán el valor intrínseco de la fuerza.
Y el devoto al mismo tiempo de la imagen y de la violencia, se intenta satisfacer insaciablemente sea mediante la ficción, el espectáculo o el juego, o cualesquiera de ellas a la vez.
TERNAS EN LA FORMACIÓN DEL NUEVO “YO”
Imagen | ||||||
(CULTO) | ||||||
Predominio | Belleza | |||||
(OBJETIVO) | (OBJETIVO) | |||||
Kratos | ||||||
(CULMINACIÓN) | ||||||
Violencia | Salud | |||||
(CULTO) | Fuerza | (CULTO) | ||||
(OBJETIVO) | ||||||
- Belleza
La búsqueda de la belleza, se traduce en el uso incesante de espejos y fotografías, en cirugías de modificación, en tratamientos físicos de todo tipo, en “Photoshop”, en encadenamiento a las redes sociales y en obsesiones indumentarias. Asimismo, en mediciones corporales incesantes, sobre todo relacionadas con el peso y los aspectos capilares, en especiales dietas alimentarias y en un horror cerval ante cualquier viso del inevitable envejecimiento.
- Fuerza
La obsesión por la fuerza física (o por la apariencia de la misma) se expresa en la práctica vigoréxica de todo tipo de ejercicios, a menudo excesivos, en el aprendizaje de artes marciales, en la comparación angustiosa de medidas de resistencia física y en la invención ininterrumpida de nuevas proezas y records o de pruebas de supervivencia absurdas.
- Predominio y juego
La dependencia de quimeras de violencia y dominación, que versan sobre temas como el sufrimiento y el fracaso (de otros), o los relacionados con triunfos no justificados por consideraciones espirituales, o que se recrean en la barbarie y en la destrucción, incluso en la prevalencia del caos sobre cualquier intento ordenador, se expresan de formas diversas. Por ejemplo se manifiestan en el consumo exacerbado de contenidos audiovisuales, en la fabulación artificial y el falseamiento de la información (sin otro fin que el placer de poder influir en algo desde la impotencia), en el desvelado imaginario de conspiraciones y en la adicción a los productos de la industria del entretenimiento (sobre todo los videojuegos).
Estos ingredientes psíquicos que se sintetizaron en las últimas décadas por primera vez en ese “avanzado” laboratorio social de la humanidad que es EE UU ¿podemos reconocerlos en los comportamientos de los españoles?
Ante una acertada respuesta afirmativa ya se ha comentado el origen de estas adicciones, pero todavía no se ha indicado cuándo y de dónde provienen.
- Antecedentes históricos
El primer antecedente estructurado de estos cultos es, como de tantas otras cosas, la Grecia clásica, y se puede trazar una re-impulsión clara de estos preceptos (después de sortear, como si de nada se tratase, tanto Roma como el Renacimiento) en la cultura alemana del siglo XIX.
De forma más reciente se encuentra una fuente identificable de los mismos en la cultura popular nazi, para la que el cuerpo, el vigor y la superioridad fáctica fueron valores esenciales que inspiraron el pernicioso y vano intento de construir una nueva sociedad supremacista, excluyente y radical.
Por otra parte la componente cultural calvinista (o Zuingliana) germánica, que ha incidido efectivamente tanto en las costumbres de la sociedad estadounidense a lo largo de su breve historia, es significativa y se justifica genéticamente según datos oficiales estadounidenses (emitidos por el US Census Bureau).
Y hay que reconocer por otra parte que son muchos los factores no históricos que inciden en los actuales contenidos que circulan por redes sociales como Instagram o TikTok y que contribuyen a la agitación de unas conciencias individuales confrontadas con contradicciones que cada sujeto intenta resolver a su manera, con mayor o menor éxito o satisfacción.
- Géneros
Tanto en EE UU, como en España, como en el resto de países-alumnos, estas fuerzas se han desatado a través de la nueva conectividad de las redes, las cuales influyen poderosamente en la construcción de las conciencias individuales y afectan de forma análoga a personas de cualquier género. El análisis de cualesquiera diferencias o matices inter-género —que existen efectivamente— debe situarse en un plano inferior de observación y de razonamiento y cae fuera del propósito de estas notas.
Ingredientes autóctonos
El español de 2024 está sometido a estas influencias culturales importadas e imitadas, que se refieren al cuerpo, al aspecto físico, a sus apariencias, a los signos personales de confirmación de estatus y poder, a la permanente juventud, a las obsesiones alimentarias, a las comparaciones interpersonales, al sometimiento a efigies y modelos, y a influencias y modas trepidantes.
Y estas incorporaciones se combinan con los elementos autóctonos del carácter, entre los cuales figuran resortes como el complejo de inferioridad nacional frente a la Europa que se encuentra más al norte y frente a EE UU (y más concretamente la inclinación reverencial ante toda alusión o referencia anglosajona, que ha sustituido al sometimiento español pre-bélico ante lo francés y lo alemán), el consabido binomio nacional de sentimientos entremezclados de compadecimiento y de envidia, las perturbaciones personales relativas a la identificación cultural con una nacionalidad periférica o con la central, el menosprecio de lo propio y la elevada ponderación de lo ajeno y tantos otros elementos que configuran —junto a otros muy constructivos— el alma tradicional del pueblo español.
Y estos resortes se combinan con el empuje de la comentada trilogía cultural del “yo” importada de EE UU, para producir aquello en lo que puede irse convirtiendo el individuo español medio en un futuro no lejano.
Reincorporación de la violencia
La demanda social de dosis de violencia virtual empaquetada con fines comerciales crece en España como en los demás países occidentales (a falta de información sobre la situación en Asia y África). Los contenidos correspondientes están incorporados en películas, en series, en documentales, en recortes de video de cualquier origen y sobre todo en videojuegos. De su distribución se encarga la industria del entretenimiento, los medios clásicos y las redes sociales y otros medios alternativos, con origen principal en EE UU.
El lucro de estos tráficos debe ser creciente a juzgar por la expansión de las actividades relacionadas. Pero si se observa el lado cualitativo de estos contenidos violentos (en pleno crecimiento de las cantidades correspondientes), se verifica una alarmante intensificación expresiva de los mismos.
La violencia que se exhibe machaconamente es cada vez más salvaje, más rebuscada, mostrada con más detalle y duración, en cámara lenta y no se detiene en la sustancia del hecho brutal en sí sino en la descripción más pormenorizada de los sufrimientos de las víctimas y de la satisfacción obtenida por agresores o vencedores. Todo ello presentado con el adorno contundente de las nuevas tecnologías de creación de efectos especiales.
En estos mercados abiertos de contenidos la oferta sigue el dictado de la demanda y se puede reconocer que lo que se va poniendo a disposición del público español se va adaptando a específicas exigencias crecientes por parte de las audiencias: cientos de miles de espectadores de todas las edades, con déficit de atención a todo lo que no sea violento o por lo menos duramente competitivo.
El caso de los niños españoles y los videojuegos merece especial mención. En estos productos el guion típico consiste en persecuciones y muertes de uno o varios oponentes del tierno jugador. El juego consiste en destruir. No se entra en los motivos por los que se lucha sino en la evolución de la pelea misma y en el éxito —la eliminación del adversario— o la satisfacción final del jugador. El deslinde entre lo virtual y lo vital, en la conciencia que se va formando en el niño o en el adolescente, se puede ir diluyendo y es parte del “gran juego” de la nueva civilización que se está fomentando y difundiendo principalmente desde EE UU.
En la mayoría de países europeos, se vivió, masivamente, la violencia real a mediados del siglo pasado, es decir hace solamente 80 años. En el caso español se sufrió además el agravamiento que supone la yuxtaposición de una guerra civil y una guerra revolucionaria y después vino la dura y duradera posguerra.
Durante la Guerra Fría y después, el terrorismo intraeuropeo (GRAPO, FRAP, ETA, IRA, OAS, Baader Meinhof, Brigate Rosse, Ordine Nuovo, etc.) y solapado con él (o a continuación), el islámico (FNL, FLP, Al Queda, ISIS, etc.) no permitieron descansar en paz. Entre medio, a las pantallas de televisión de los países del mundo que no estuvieron en guerra han llegado incesantemente imágenes mostrando la peor faz exterminadora de los conflictos bélicos.
Pero encontrándose los países occidentales en periodo de paz (antes de la invasión de Ucrania) y cuando los brotes de violencia terrorista real parecían de alguna forma haber remitido, sucedió aquello con lo que no se había contado en principio: la sorprendente propagación desde EE UU de una nueva ola —esta vez inventada, virtual— que brotaría legalmente por razones comerciales, y que habría de abrirse camino perturbando hasta el día de hoy nuestros ánimos y nuestros equilibrios.
Parece como si a la especie le costara vivir en paz, de tal forma que cuando momentáneamente descansa de las confrontaciones “in vivo”, debe crearse otras, en la trastienda del mundo virtual, para seguir alimentando sus inclinaciones naturales.
También en esto España se ha alineado bien con EE UU, con el apoyo tanto de las redes como de los medios clásicos.
INFORMACIÓN GEOPOLÍTICA (2020-2024)
En los últimos años se ha dado, una y otra vez, el caso de intentos por parte de la Federación Rusa (¿y de la República Popular China?) de influir interesadamente, a través de los medios alternativos y de las redes, en las corrientes de opinión estadounidenses (y de otros países) sobre todo en periodos electorales. El caso de las iniciativas rusas de este tipo en las elecciones presidenciales estadounidenses en 2016 ha pasado a la historia.
Y, aparentemente, en esta actividad sistemática de “gestión” de la verdad y de guiado de las opiniones públicas también se ha creado en EE UU, no hace mucho tiempo, la costumbre de sugerir desde el Gobierno Federal interpretaciones, visiones y versiones “retocadas” de los hechos reales (un “photoshop conceptual” oficial).
Sin embargo estos últimos nuevos modos de conducción de las opiniones de las masas no se producen “a la rusa”, a través de redes alternativas, sino en este caso a través de los medios clásicos de comunicación, prensa, radio y televisión (“mainstream media”) estadounidenses.
En efecto, ante la aparición de las redes, los medios clásicos de comunicación de EE UU se han convertido en muy dependientes de la administración. Y ésta los utiliza para alinear la opinión pública con sus designios. Esto ha sido así, muy claramente, durante la Administración Biden y es posible que esta sintonía se interrumpa con la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Hasta ahora esta costumbre se ha extendido sin embargo a los países-alumnos como España, alimentados de forma continuada con información norteamericana.
Además, los grupos clásicos y las agencias de información estadounidenses tienen hoy en día una capacidad instantánea de filmar, radiar y redactar desde el terreno (en cualquier extremo del mundo) de la que carecen, de un tiempo a esta parte, los medios de los restantes países occidentales. Lo que ocurre en el mundo (y cómo esto ocurre) se edita y se difunde principalmente desde EE UU (con el perdón de AFP, de Al Jazeera o de TASS y en menor medida, pero también de la BBC).
Por este motivo lo que el español oye, ve y lee cada día del año sobre lo que ocurre en el mundo es, en ciertas ocasiones, una versión muy influida por la Casa Blanca (cuando ésta lo estima pertinente) y redactada por el NY Times, el Wall Street Journal o el Washington Post. Y es una versión generalmente acatada y reproducida en el resto del “mundo libre” e inevitablemente también en España.
Puede ser ilustrativo verificar algunos casos claros que han tenido lugar en los últimos tiempos, de “control” estadounidense de la información y de los estados de opinión en Occidente y concretamente en España sobre diversos fenómenos de fondo o de situaciones en la esfera geoestratégica. Se ha tratado en general de un amaño de la difusión (por acción o por omisión) de las noticias destinado a predominar frente a los contenidos ingobernables de la desordenada jungla de los mensajes a través de las redes sociales. Siguen descripciones y comentarios sobre algunos casos ilustrativos.
Efectos secundarios de las vacunas COVID 19 2021-2024
Es bien sabido que, en promedio, el lanzamiento de un nuevo fármaco requiere, desde que existe en laboratorio, un procedimiento de aprobación por parte de las autoridades reguladoras competentes que, en línea de media, había venido requiriendo hasta 2020 aproximadamente ocho años de duración.
En febrero–marzo de 2020 resultó claro que la pandemia del COVID 19 se estaba extendiendo vigorosamente a Europa e inmediatamente después a América. Los laboratorios occidentales grandes que consideraron poseer alguna ventaja científica o tecnológica al respecto se movilizaron inmediatamente, como en un caso de urgencia bélica, para conseguir vacunas aprobables, que pudieran ser administradas, cuanto antes, a las poblaciones aterrorizadas. En Occidente tres grandes laboratorios estadounidenses y uno británico se lanzaron a la carrera en el pelotón de cabeza.
Los meses transcurrían y se trabajaba afanosamente. Se concluyeron las fases 1 y 2 de investigación. Pero para la fase 3, destinada a verificar los posibles efectos secundarios, la más trabajosa de las tres fases (y que requería pruebas en entre 40.000 y 70.000 individuos) no se iba a disponer del tiempo necesario para completar normalmente estas comprobaciones.
Así era porque las ramas ejecutivas gubernamentales (en primer lugar el Gobierno Federal), responsables de prevenir y controlar las alarmas sociales, empezaban a percibir riesgos de desbordamiento de la opinión pública en ausencia de la efectiva disponibilidad inmediata de vacunas.
El Presidente Trump no podía esperar más y el laboratorio Pfizer iba en cabeza avanzando esforzadamente en fase 3, pretendiendo obviamente salir adelante con su vacuna en primer lugar, objetivo que efectivamente pudo conseguir.
Es pertinente señalar además que la mencionada empresa neoyorkina obtuvo un mega contrato con la Unión Europea (mejor no entrar en detalles).
Pero resultó evidente que los procesos de autorización se habían acortado por presión política ante la vigorosa difusión de la pandemia y que la verificación más a fondo de los efectos secundarios quedaría para más tarde.
Ya no para ensayos previos sino efectivamente pendiente de los procesos nacionales de efectiva vacunación real y de la subsiguiente alimentación informática de las bases de datos nacionales de los respectivos sistemas de salud, a partir del inicio de las campañas de vacunación.
Se pudo pensar que esos datos “in vivo” serían codiciados, obtenidos y difundidos con máxima prioridad llegado el momento…
Las campañas de administración masiva se iniciaron tarde, a trancas y barrancas y algunas de ellas (como la española) procedieron con gran eficacia. Y la incidencia de las vacunas parece haber intervenido en amortiguar la perniciosa difusión del virus y, en general, la gravedad de sus efectos sobre los contagiados.
Pero las administraciones competentes, en primer lugar las americanas y siguiendo esa pauta las europeas y la española, en ningún momento promovieron o comunicaron resultados de computación de efectos secundarios reales, a pesar de disponer, en sus sistemas informáticos centrales de salud, de sobrantes datos (en este caso —nunca mejor dicho— “grand data”) sobre el efectivo impacto (por ejemplo a 12 meses de su administración) de las vacunas.
Se renunció tácitamente, en todo Occidente, a conocer datos de esa verdad fundamental.
¿Por qué ese silencio? Caben diferentes interpretaciones y entre ellas la de que se ha tratado de un caso clásico de “omertà” entre Gobiernos y grandes empresas farmacéuticas, pacto tácito que se habría extendido —por omisión— a la prensa estadounidense y a la del resto del planeta.
Mientras tanto por todo el mundo las redes sociales estallaron con planteamientos incisivos frente a la presunta “omertà” oficial y se profirieron todo tipo de acusaciones conspiratorias, de manifestaciones anti-vacunas y de improperios. Es decir: omisión por un lado y desorden por otro. Así, también, en España.
Construcción por EE UU de un nuevo enemigo no chino
O quizá pueda decirse así: re-construcción de un viejo enemigo (soviético).
El gobierno estadounidense, a través de su leal aparato mediático clásico difundió como causa de la invasión rusa de Ucrania un concepto que los historiadores y publicistas británicos se adelantaron a compartir, que los de los países continentales de la UE hicieron suyo y que el Gobierno y la mayoría de la población española comparten.
Porque esas presuntas intenciones atribuidas a Rusia eran la razón oficial para “parar” a Rusia.
La razón para el apoyo occidental consistió en la inaplazable necesidad de cortarle el camino en Ucrania a la Rusia colonizadora porque, en caso de no hacerlo, se le estaría ofreciendo al agresor la oportunidad de que cumpliera, una vez más, sus históricos designios imperialistas. Así se evitaría que Rusia se propusiera invadir acto seguido otros países de la Europa del Este como los Bálticos, Polonia o Rumanía, lo cual se presumía muy probable en ausencia de una respuesta occidental contundente a la agresión iniciada en febrero 2022.
Y la verdad es que esta interpretación, aplicada a la situación actual de Rusia, carece de cualquier soporte analítico resistente y correspondía a la construcción de una nueva epopeya —si bien concorde con experiencias de pasado— basada en una interpretación actual muy simplista de la historia transcurrida desde el final de la segunda guerra mundial.
Esta versión anglosajona sobre las fuerzas básicas de la historia y de la actualidad rusa ha pretendido —y conseguido— elevar la cuestión del conflicto en Ucrania al rango de amenaza existencial para el resto de Europa Continental y de la propia UE. Y así, deliberadamente, apartar la hipótesis de que el fondo de la cuestión —por lo menos para EE UU— pudiera ser la necesidad sentida de negarle a Rusia la posibilidad de que ésta pueda considerar a la República de Ucrania parte de su “esfera de influencia geopolítica”.
El sometimiento de la prensa a los criterios gubernamentales de política exterior es tan cierto en EE UU como generalmente en España y con la mayor frecuencia actúan al unísono, como al parecer ha ocurrido en este caso.
Crueldad en Ucrania contra la población civil
La transferencia informativa y cultural del caso no nació en EE UU. Los contenidos se generaron de hecho en Ucrania bajo el control de Gobierno Zelensky y fueron empaquetados en EE UU y difundidos por este país al resto del mundo occidental y al denominado sur global.
Cuando se observa la descripción visual de esta contienda tal cual se ha difundido (fabricada por los servicios de propaganda de guerra ucranianos), se lleva uno la impresión de que en Ucrania en 2022-2024 se ha producido, por voluntad expresa del invasor, un conflicto extraordinariamente cruento dedicado prioritariamente a devastar a la población civil de Ucrania.
No cabe duda que, como en todos los conflictos, en Ucrania se han cometido desmanes y crímenes de guerra, por los dos lados, incluido el tremendo caso del campo de Bucha. Pero las estadísticas registrales oficiales ucranias sobre defunciones civiles como consecuencia de esta guerra de invasión son elocuentes.
Resulta que a lo largo del tiempo hasta ahora transcurrido en esta confrontación han fallecido aproximadamente 12.500 civiles, lo cual representa 430 muertos por mes. La comparación de civiles fallecidos con cualquier otra guerra de invasión (Gaza 2023-2024: 3.080/mes, Irak 2003-2011: 5.200/mes, Alemania Bombardeos 1943-1945: 20.800/mes e Invasión alemana de URSS 1941-1945: 347.800/mes) es muy desfavorable para las otras contiendas y resulta muy sorprendente respecto a la guerra de Ucrania.
Y esa comparación es a crédito del agresor, aunque ello pueda aquí parecer inverosímil, al tener en cuenta lo que de hecho se le ha mostrado al público español. Se han expuesto casi exclusivamente y con “zoom” los inevitables horrores de cualquier guerra, sin incluir cualquier otro aspecto que pudiera acercar al televidente o al lector a la amplia realidad objetiva de la tragedia ucraniana.
En los enfrentamientos militares a lo largo de un frente que ha llegado a tener 1.500 km de longitud y después de incesantes lluvias de misiles balísticos y de crucero y drones destinados a aniquilar las infraestructuras del país, han tenido que ser muy cuidadosos los agresores para haberse llegado a este volumen de daño a la población civil. (¿Quizá por considerar que han estado atacando a hermanos de sangre, aunque estos fueran rebeldes y convertidos en enemigos por la invasión? A saber).
Para Ucrania esta distorsión voluntaria de la realidad bélica ha sido una forma entendible de defender su independencia, procurando justificadamente inspirar compasión máxima “urbi et orbi”, para obtener ayuda de toda índole y así poder resistir frente al agresor.
Para EE UU ha sido la manera de enfrentarse ante el mundo a una Rusia disruptora —el lado incorrecto de la historia— sin derramar una sola gota de sangre propia.
Y para España (y otros países occidentales, sobre todo europeos) ha sido el modo más cómodo de no hacerse demasiadas preguntas y de no conocer bien la realidad de fondo del conflicto y aceptar sin más y una vez más, la sesgada versión estadounidense y del gobierno ucraniano acríticamente aceptada en España.
Dependencia energética 2023-2024
Son hechos patentes tanto la pre-anunciada destrucción voluntaria del mega-gaseoducto Stream 2 en el Mar Báltico, como las decisiones revolucionarias (“Zeitenwende”) del Bundestag de 27 de febrero 2022, así como también las medidas adoptadas por la UE en relación con las importaciones de hidrocarburos provenientes de la Federación Rusa, provocadas por la invasión de Ucrania.
Estas medidas produjeron gran satisfacción pública, coreada por los medios clásicos en Europa y concretamente en España, con celebración general de la ruptura del yugo que suponía la gran dependencia energética respecto al país agresor. Este sentimiento general vino también insuflado por los grandes medios americanos, aunque independientemente de esto ya formaba parte de la explicable reacción anti agresión rusa, tanto del lado británico como del continental europeo.
Muy poco tiempo después se extendió la conciencia del gran impacto económico negativo que esta renuncia a suministros estratégicos supuso. Y Europa tuvo que reaccionar. El resultado consistió, por una parte, en que concretamente Alemania tuvo que volver a quemar carbón. Y que las principales industrias —la del automóvil y la química— de ese país, que es el motor principal de la economía europea, entraron en profunda crisis.
La única forma de compensar el déficit energético en el breve plazo disponible, fue importar por mar, masivamente, gas licuado ¿desde dónde? Obviamente, de forma principal y nada sorprendente, desde Estados Unidos.
El argumento principal de la obediente prensa estadounidense fue subrayar el gran paso que significaba la superación por Europa de su gran dependencia energética (obviamente del gas ruso). Así se dejaba de lado que Europa mantenía en efecto su elevado nivel de dependencia y que el mismo ya no se refería a Rusia sino a los propios EE UU, cuyas circunstancias energéticas ya habían cambiado radicalmente (al haber transitado desde un déficit energético nacional crónico hacia un franco superávit, por medio del gran despliegue interno del “fracking”).
Por suerte España era el país de Europa mejor situado en cuanto a estaciones portuarias de re-gasificación, por lo que el país se ahorró la necesidad de grandes inversiones urgentes, pero sí sufrió igual que los demás países europeos, no tanto en su caso en cuanto a escasez de gas disponible, sino en lo referente al mayor coste de los metros cúbicos, que escalaron considerablemente en el nuevo estado de dependencia.
Pero el público español, por lo que respecta a la prensa, quedó “in albis”. En las redes, mezclada por supuesto con todo tipo de mentiras contrarias, solamente pudo acceder a la verdad quien hubiere tenido curiosidad sobre el tema y perspicacia ante los infundios.
Éste es otro caso relevante de la preparación (por omisión) de opiniones y sentires por parte del país beneficiario de este seísmo geoeconómico.
Taiwán. 2023-2024
No es secreto para nadie que para el régimen de Pekín y para buena parte de la ciudadanía de la República Popular, la reincorporación nacional efectiva de Taiwán en calidad de Provincia 23, es un deseo y un propósito irrenunciable.
Diferente es la cuestión de si, para conseguir pronto esa reincorporación nacional, la República Popular está o no dispuesta a invadir en un futuro no lejano la isla y ocuparla, iniciando pronto una arriesgada operación anfibia que no podría abstraerse en ningún caso de la necesaria certidumbre, prácticamente garantizada, de ser culminada con éxito.
Pero lo que sí es aparente es que la Casa Blanca y los medios clásicos que la acompañan han ido creando la idea pública de que existe un elevado riesgo de inminente invasión de esa isla.
Y de nuevo Washington y Nueva York han convencido a la mayoría de los españoles (y muchos europeos) de que ese riesgo es de mayor probabilidad y que además es creciente a corto plazo.
Esto ha ocurrido porque los medios principales nacionales y de las principales ciudades españolas se han limitado a re-transmitir los mensajes estadounidenses sin entrar en más consideraciones ni en cualquier análisis autónomo. ¿Hay en Pekín algún corresponsal español?
No hay razón, pues, para sorprenderse ante el espontáneo sometimiento informativo español.
Elecciones en EE Noviembre 2024
Si la predicción de que algo va a ocurrir incrementara la probabilidad de que ello se produzca (lo cual no es forzosamente cierto) se comprendería más fácilmente el empeño de los medios de comunicación clásicos de EE UU en convencer al público del mundo (contrariamente al termómetro despiadado de las apuestas) de que la candidata Kamala Harris sería, con toda seguridad, la futura primera Presidenta de EE UU.
En este despliegue intervino obviamente una aversión autónoma de los medios hacia otro candidato tan hostil e incontrolable como Trump. Pero no solamente. Tuvieron que jugar también, a favor de esta infructuosa operación de “marketing” político, los deseos de un Presidente obligado a renunciar a la pretensión de un segundo mandato así como los del partido todavía en el Gobierno. Y todo ello inútilmente, a la vista de los aplastantes resultados.
Pero el hecho que interesa aquí es que los medios españoles ejecutaron fielmente el mismo designio informativo, sin pestañear.
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Estos tres capítulos no se refieren tanto a los oleajes de los diferentes tipos de transferencias como a una arrolladora marea de fondo que cubre todas las playas.
José María Castañé Ortega (San Sebastián 1938) es Ingeniero Industrial, posgraduado en ingeniería mecánica (París 1962) y en economía cuantitativa del desarrollo (Roma 1964). Empresario iniciador de la actividad de “Private Equity” en España (1985-2013). Fue Vicepresidente del Círculo de Empresarios, miembro de la Comisión Ejecutiva de la Biblioteca Nacional y del Museo del Prado. Actualmente es Patrono de Honor del Museo del Prado, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y benefactor de la Residencia de Estudiantes del CSIC y de la Harvard University Library.
Ensayistas, filósofos, historiadores e intelectuales abordan uno de los grandes enigmas de la cultura española: el motivo por el cual permanece apartada del fecundo diálogo de los pensadores europeos.
- «Un terco y doloso complejo», por Basilio Baltasar.
- «La lengua de Ortega y Gasset», por Víctor Gómez Pin.
- «Sin asiento en la Gran Jerga», por Miguel Herrero de Jáuregui.
- «Debilidad y fortaleza de la filosofía en España», por Norbert Bilbeny.
- «Por qué no existe la «Spanish Theory»», por Antonio Valdecantos.
- «Pensar no es cualquier cosa», por José Enrique Ruiz—Domènec.
- «Un asunto delicado», por Anna Caballé.
- «Una cultura que se desprecia a sí misma», por Ignacio Gómez de Liaño.
- «Una cuestión de fe», por Ana Rosa Gómez Rosal.
- «Las voces de las diversas periferias», por Sonia Contera.
- «Las dimensiones ocultas y el lado oscuro de la ciencia en España (que inventen ellos)», por Juan José Gómez Cadenas.
- «La obstinada singularidad ibérica», por Carlos Collado Seidel.
- «En las orillas del Sena», por Almudena Blasco Vallés.
- «La España de la insignificancia tecnológica», por Pablo Artal.
- «La excepción baladí», por Jorge Freire.
- «La periferia del imperio», por Raffaele Simone.
- «La quimera del oro: museo y campus universitarios», por Enric Bou.
- «¡Pinchemos la burbuja del español!», por David Fernández Vítores.
- «Complejo y melancolía quijotesca», por Carlos Varona Narvión.
- «A vueltas con la filosofía española y la filosofía en español», por Carlos M. Madrid Casado.
- «Trilogía sobre transferencias culturales desde Estados Unidos a España» por José María Castañé Ortega
Réplicas a La querella española
- «Filosofía española por el mundo», por David Teira.
- «La situación actual de la filosofía española en el contexto internacional», por Antonio Diéguez.
Encomiable artículo que deja en evidencia a la izquierda progresista española («tontos útiles» del capitalismo desbocado estadounidense) y a la derecha anglófila-cuñada española (liberales «centro-centrados»).
El bipartidismo del Régimen (corrupto en origen) del 78.
Un pequeño apunte en el tema de la «soberanía energética»:
-El papel de Marruecos como alidado preferente de EEUU y los intereses económicos de la élite política corrupta española (PSOE, PP, PNV, etc.) con intereses empresariales en Marreucos, ha provocado la ruptura de realciones con Argelia (primer exportador de Gas a España) y el abandono total del pueblo saharaui a su suerte…
Marruecos gana, Argelia cambia España por Italia, EEUU gana, España pierde, las élites políticas españolas traidoras ganan (hay unos cuantos políticos españoles que tienen o han tenido mansiones en Marruecos: Zapatero, Bono, González, etc.).
El tema de Marruecos no es baladí por el potencial peligro geopolítico de España, que ya está cediendo aguas territoriales en Canarias, prebendas millonarias para logística migratoria o cierres unilaterales de pasos fronterizos (Ceuta y Melilla); caladeros pesqueros, competencia desleal al campo español, flujos migratorios descontrolados; sin olvidar el rearme continuado marroquí (servicio militar obligatorio) con el beneplácito de EEUU; y la pinza geopolítcia hacia España «Francia-Marruecos»: conflicto de Perejil (Francia apoyó a Marruecos, no a España, aún siendo el segundo vecino y «alidado europeo») o las posesiones billonarias de Mohamed VI en Francia (depositos bancarios y propiedades).
Gran investigación de principio a fin.
Este tipo de artículos, tan bien documentados y de crítica tan afilada, escasean.
Muchísimas gracias a su autor y a JotDown por difundirlo.